lunes, 22 de enero de 2024

30 monedas (2ª parte): Un bochorno teológico al servicio del diablo & ¿Por qué la humanidad prefiere los cuentos de viejas antes que al Dios de la Biblia?

 


Venimos de aquí: 30 monedas: Los cainitas, el evangelio apócrifo de Judas y los gnósticos (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/01/30-monedas-1-parte-los-cainitas-el.html).

* Antes de empezar, repito lo que dije al comienzo de la primera parte:

- Cuando uso “Dios”, con D mayúscula, me refiero, obviamente, al Dios de la Biblia, el único verdadero. Por el contrario, cuando lo cito en minúscula, “dios”, hago referencia al inventado por los seres humanos.
- De igual manera, cuando escribo “Evangelio”, con la E inicial en mayúscula, hablo de los cuatro evangelios auténticos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), y cuando lo escribo en minúscula, me refiero a los apócrifos (falsos).

Bochorno teológico
La serie “30 monedas” toma muchos de los elementos citados en la primera parte (cainismo y gnosticismo), y los entremezcla con narraciones del folklore popular, paganismo, maldiciones ancestrales, teorías de la conspiración, Illuminatti, reminiscencias lovecraftianas y referencias a diversas sagas cinematográficas.
Mientras que la primera temporada se iniciaba con una premisa muy interesante, desvaría sobremanera en su segunda, hasta convertirse en ridícula. ¡Si hasta sale un OVNI y dos zombis parlanchines, siendo uno de ellos una especie de John Wick! Lo visto es fruto de toda esa amalgama de ideas que rondan por la mente de su director, Alex de la Iglesia, de las que ha bebido desde su juventud, siendo un apasionado del terror, la fantasía, la literatura y el cine en general. Pero, en mi opinión, ha desvariado tanto que ha caído en el mayor de los esperpentos.
También resulta bochornoso esa parte del guion que intenta responsabilizar a Dios del mal en el mundo, como si fuera el causante del mismo, en lugar del hombre. De esto ya hablamos en “¿Qué harías si tú fueras Dios?” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2019/01/que-harias-si-tu-fueras-dios.html).
Por su parte, muestra al diablo como una pobre marioneta, al que culpar cuando el mal se manifiesta. Esta aberración teológica se repite en la serie “Lucifer”, que también analizamos en su momento en “Lucifer: ¿simpático, de buen corazón y condenado injustamente?” (http://usatumenteparapensar.blogspot.com/2016/10/1-lucifer-simpatico-de-buen-corazon-y.html).

¿Por qué el Evangelio de Judas es falso y los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan son auténticos?
Entre los ateos, los agnósticos, los liberales o falsos cristianos (como los supuestos eruditos del “seminario de Jesús”), está muy extendida la idea de que fueron un grupo de personas los que decidieron, por su propia voluntad, seleccionar qué Evangelios serían los auténticos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) y cuáles rechazarían (Tomás, Felipe, Pedro, María y otros), en función de sus intereses particulares. De esta manera, afirman que el cristianismo, tal y como lo entendemos, es una invención humana, una religión más para controlar a la humanidad, y que no existe un solo cristianismo, sino muchos. El mínimo análisis de dichas palabras no corroboran dichas afirmaciones.
Aunque en el futuro dedicaré una serie de escritos a analizar en profundidad los apócrifos, podemos adelantar que lo único que hicieron los cristianos fue separar la verdad de la mentira, y para ello se basaron en unas premisas muy sencillas, y que son las mismas que cualquier historiador secular lleva a cabo cuando investiga documentos antiguos. Una de ellas, entre muchas más, se basaba en que debían haber sido escritos por aquellos que vivieron en la misma época de Jesús o de los apóstoles, algo que sucedió con los conocidos Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Así se evitaba que se manipulara, añadiera u omitiera cualquier acontecimiento.
Por eso, Juan comienza su primera carta de esta manera: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos” (1 Jn. 1:1-3).
De manera muy parecida comienza Lucas su Evangelio: “Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra” (Lc. 1:2). Los hechos acontecieron delante de todo el mundo, a lo largo y ancho de Israel.
Igualmente, Pedro, en su primer discurso en público, ante toda la ciudad de Jerusalén, dijo: “Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a este, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella” (Hch. 2:22-24). Si hubiera habido engaño, y como seguían vivas los miles de personas que fueron testigos de la vida de Jesús, cualquiera habría denunciado la falsedad. Pero no fue así, sino todo lo contrario: sabían que era verdad, tanto que ese mismo día se convirtieron tres mil personas (cf. Hch. 2:41).
Es muy llamativo, y no es casualidad, que los ateos le concedan credibilidad a los evangelios gnósticos, pero no a los canónicos. Creer en los apócrifos es como aceptar como verídicas las leyendas que se narran en las películas de Indiana Jones. Todos los apócrifos han demostrado ser históricamente fraudulentos por unas causas u otras, en las cuales profundizaré su momento, cuando entre a tratar temas de apologética, aunque ya mostré en la primera parte por qué el de Judas es falso.

A la humanidad le encanta la mentira cuando conduce al libertinaje
¿Por qué le gusta a infinidad de personas la imagen que se ofrece de la divinidad en este tipo de realidades alternativas? ¿Por qué prefieren creer en las novelas de Dan Brown o del infatigable y farsante J.J. Benítez? Sencillísimo de exponer y entender la respuesta: el Dios de la Biblia y el mensaje de salvación transmitido por el Hijo, exige un cambio de vida; lo que comúnmente conocemos como “arrepentimiento”. Se pasa de vivir, pensar y sentir bajo nuestras propias ideas y argumentos, a hacerlo bajo los principios que Dios enseña en Su Palabra. La fornicación, el adulterio, la vida homosexual, la mentira, las borracheras, la idolatría, los celos, las envidias, entre otros aspectos, deben ser desterrados.
Por el contrario, los falsos “evangelios”, los falsos “maestros”, los falsos “pastores”, los falsos “sacerdotes”, los falsos “escritores”, los falsos “creyentes”, distorsionan la verdad para ajustarla al gusto de los seres humanos, y solo piden a los demás la adhesión a lo que ellos predican o, en su defecto, “que cada cual crea lo que quiera”.
De esta manera, las personas pueden “crear” a su propio “dios” –en minúscula- para que se adapte a sus gustos personales. Así pueden seguir viviendo tal y como les plazca, sin que exista algo llamado “pecado”, “conversión”, “cielo” e “infierno”. En definitiva, nada que requiera de arrepentimiento y, mucho menos, de la necesidad de un redentor y Salvador que muere para expiar nuestros pecados. Así, el que se emborracha, puede seguir haciéndolo; el que mantiene relaciones antes del matrimonio, puede seguir haciéndolo; el que engaña a su cónyuge, puede seguir haciéndolo; el que miente, puede seguir haciéndolo; el que quiere rezar a figuras religiosas, santos o ángeles, puede seguir haciéndolo... y así con todo lo imaginable. En definitiva, el que quiere vivir de espaldas a Él y omitir sus claros mandamientos.
Por eso hay millones de personas que prefieren creer en el horóscopo, en el esoterismo, en la videncia, en los amuletos, en las supersticiones, en la reencarnación, en la inexistencia del alma, en la no-consecuencia de los actos propios durante nuestro paso por este mundo. También se quedan con la literatura que ofrece un Jesús menor, meramente humano, dócil, manejable, domesticado, dicharachero, imperfecto, flexible, presentándolo a veces como un maestro moral, y en otras como un gran hombre sabio que alcanzó la iluminación, como el Buda o el Confucio de turno. Incluso se llega a decir que es un extraterrestre que procede de otro planeta. O su “dios” favorito: el que habla únicamente del amor, la libertad y el perdón, pero nunca de la santidad, la justicia y la ira divina, y donde cualquier camino conduce a Dios, como el que trató de regalarnos Netflix con su falso Mesías (“Un peligroso y falso Mesías camina por Netflix”: https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/01/un-peligroso-y-falso-mesias-camina-por.html).
Conocí a un chico –hoy en día ya tendrá más de treinta años- que decía ser cristiano. Por razones que exceden a este escrito, no quiso saber nada más del Cristo verdadero. Ya no lo amaba como una vez dijo hacerlo en el pasado. Desde entonces, no pierde la oportunidad en denigrar a todos los creyentes, dedicando buena parte de su tiempo a proclamar a un falso Jesús, despreciando todo aquello que Él dijo sobre QUIÉN era: Dios Encarnado. Individuos así me provocan gran tristeza. Fuera o no cristiano, viene a mi mente este pasaje cuando pienso en este tipo de personas: “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio” (He. 6:4-6).
Esto mismo les sucede a muchos de los que se “apartan” y que exponen todo tipo de razones para justificarse: tuvieron malas experiencias eclesiales, se lo pasaban mejor con los inconversos, se sentían realizados sin necesidad de Dios, creían que sus vidas iban a ser maravillosas por el hecho de ser cristianos y que los problemas desaparecerían, comenzaron a aceptar las modas de la sociedad que Dios rechaza de plano (aborto, homosexualidad, divorcio por cualquier causa), etc. Al fin y al cabo, nada que Jesús no hubiera anticipado, cuando dijo que estos serían los que tendrían la casa asentada sobre la arena, y no sobre la roca (cf. Mt:7-24-27), más si cabe cuando explicó la parábola del sembrador: “Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. Y el que fue sembrado en pedregales, este es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. El que fue sembrado entre espinos, este es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Mt. 13:19:22). 
¿Es posible que regresen a la fe? Esa pregunta ya la contesté en “¿Puede volver a Dios un “cristiano” que ha negado a Cristo con sus palabras o sus obras?”  (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/05/puede-volver-dios-un-cristiano-que-ha.html).
¿Cuál es el problema de fondo, y que no quieren afrontar, tanto los que creen a los Brown o J.J. Benítez de turno, o los que abandonaron al Dios de la Biblia? Que, como bien enseñó Jesús, si no se arrepienten, todos perecerán igualmente (cf. Lc. 13:3-5) y, como apuntaló Pablo, “no heredarán el reino de Dios” (1 Co. 6:10). Pueden “sentirse” bien consigo mismos, incluso “felices”, considerarse “buenas personas”, llevar a cabo todo tipo de “actos de amor”, ser “amables”, “amigables” y “admirados”, tanto en persona como en redes sociales, alcanzar el “éxito” y el “reconocimiento”. Pero la realidad es que, sin arrepentimiento, sin depositar la confianza en el sacrificio de Jesús en la cruz por los pecados, todo eso no servirá absolutamente de nada.

Conclusión
El anuncio no ha cambiado ni un ápice, y así permanecerá hasta el día en que AQUEL que lo creó todo de la nada, se manifieste de nuevo ante toda la humanidad: “Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Co. 15:3-4).
Ese es el mensaje inalterable que debemos seguir proclamando los cristianos, ante “ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 P. 3:15).
Así que menos “30 monedas”, menos “El Código Da Vinci”, menos “Caballo de Troya”, menos “El Mesías de Netflix”, y más anunciar que Cristo es el gran Yo Soy: el camino, la verdad y la vida, y que nadie va al Padre, sino a través de Jesús (cf. Jn 14:6).

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