Mientras el ejército del Daesh rodea la ciudad de
Damasco en Siria con la intención de destruirla, un joven con barba y melena
larga alza su voz entre la población atemorizada, pidiéndoles que tengan fe,
que confíen en Dios puesto que Él los guardará y protegerá. Instantes después,
una gigantesca tormenta de arena envuelve decenas de kilómetros cuadrados, y
así durante 53 días, provocando la retirada y la “derrota” del ISIS. El pueblo,
asombrado, decide seguir a este hombre en su caminar por el desierto hasta la
frontera con Israel, pensando que los liberará. Entre todos ellos –musulmanes
en su totalidad- consideran que es un imán, pero rápidamente comienzan a
proclamar que quizá es Isa (el Jesús del Corán, el cual para ellos no es divino
sino un profeta), y que ha sido enviado de parte de Alá. Aunque algunos
musulmanes le señalan como Masih ad-Dajjal, el falso mesías, la inmensa mayoría
comienza a llamarlo Al-Masih (El Mesías).
Una vez llegan al limítrofe con la frontera del estado
hebreo, los soldados les impiden el paso, deteniendo a nuestro protagonista al
ser el cabecilla del grupo. Cuando es interrogado por un agente del Mossad
llamado Avrim
Dahan, le “revela” al
agente aspectos de su vida personal que solo él conoce, ante su sorpresa y
turbación. Horas después, “desaparece” de la prisión sin que se sepa cómo,
puesto que la grabación había sido borrada. Más adelante, el funcionario de
prisioneros reconoce que lo soltó. Su siguiente aparición publica se produce en
la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén. Allí todos le reconocen y
nuevamente comienza a hablar ante la atenta mirada de sus oyentes. En pocos
segundos llegan los soldados israelíes para detenerlo pero se escucha un
disparo de procedencia desconocida, y que provoca la muerte de un niño. Nuestro
joven de melena al viento se agacha ante él, pone su mano sobre la herida
mortal y lo resucita. Nuevamente, desaparece entre la turba.
Transcurridos unos días, en un pequeñísimo pueblo de
Texas (Estados Unidos) se forma un tornado que comienza a destruir todo a su
paso. Mientras que la población se esconde en un refugio, en medio de dicho
tornado se observa la presencia de un hombre al que el viento parece no
afectarle. Sí, puedes imaginar de quién era esa silueta sin necesidad de que lo
diga. Cuando todo pasa, observamos que solo la Iglesia (en términos bíblicos
correctos sería “el local donde se reúne la iglesia”) permanece en pie. Alguien
grabó con su móvil dicha escena, que se convierte en viral en las redes
sociales. A partir de entonces, muchos lo llaman “el hombre milagroso” y otros
directamente “Mesías”, pero sin adjudicarle ningún nombre propio puesto que ni él
mismo lo menciona. En ningún
momento se adjudica un papel divino, aunque señala que él va donde Dios lo
lleva. Una y otra vez deja que sean otros los que le cataloguen.
Nuevamente es detenido y juzgado por haber entrado
ilegalmente en el país. Pide que no lo devuelvan puesto que sufriría persecución
por sus creencias religiosas. En este caso es Eva Geller, una agente de la CIA, quien le
interroga, y el único apunte personal que logra extraerle es que, según él, es
hebreo por parte de madre. Muchos, al escuchar este dato, pensarán que las
piezas comienzan, teóricamente, a encajar. En el juicio, la fiscal le echa en
cara que no es musulmán, puesto que en las imágenes grabadas en la celda en
ningún momento se le observa rezando al estilo que ellos hacen: cinco veces y
mirando a la Meca. Así que le preguntan a qué religión pertenece. ¿Su
respuesta? “Yo camino con todos los hombres”. Sigue jugando a la ambigüedad; de
ahí el misterio. Finalmente, le conceden asilo.
De vuelta al pueblo, se reúne y conversa con el párroco baptista Félix
Iguero. Al-Mashi cita varios pasajes bíblicos, algunos tan llamativos
como “Soy el Alfa y la Omega, dice el Señor, el que es y que era y que ha de
venir”, palabras que en la Biblia aluden directamente a Cristo (cf. Ap. 1:8).
En este caso, todo sigue siendo confuso porque no sabemos si se limita a mencionarlos
o de alguna manera se los está apropiando. Además, en otras ocasiones en las
que habló con los musulmanes en el desierto citó el Corán.
Mientras el mundo se pregunta quién es y los debates
televisivos se intensifican y copan la programación, el pueblo se llena de
miles de peregrinos que acuden a verle, desde moteros, hippies y budistas hasta
rabinos judíos, terminando por una madre con una hija gravemente enferma buscando sanidad. Tras
varios días, donde lo único que hace permanecer absorto en sus pensamientos y
quedarse en una tienda de campaña sin relacionarse con los que habían venido a
verle, emprende un viaje a Washington con el pastor y su familia. Allí es
recibido no por miles de personas, sino por millones. Ante el monumento de
Abraham Lincon, ofrece un discurso nuevamente abierto a distintas lecturas y
análisis personales: “Mirad a vuestro
alrededor, ¿qué veis? ¿Es bueno vuestro mundo? ¿Es malvado? Preguntaos, ¿quién
es culpable? ¿Quién es inocente? ¿Qué sois? Ahora mirad a vuestro vecino. Miradlo
bien. Tened el valor de veros a vosotros mismos. Vuestro propio reflejo en esa
persona, cada uno reflejado en el prójimo. Mirad dónde estáis, en una ciudad
deslumbrante en una colina, en la tierra de los líderes y los valientes
defendiendo la verdad y la justicia. ¿Cuanta verdad percibís en esas
palabras? ¿Cuándo trajisteis la libertad? ¿Dónde habéis hecho justicia? Estoy a
las puertas de una nación, una nación donde no se ha invitado al poder. Estoy a
las puertas y os estoy contemplando, y vosotros me contempláis a mí pero solo
puedo reflejar lo que veo. Si habéis venido a recibir os iréis más pobres. Si
habéis venido a comprender os iréis más perdidos. Para quienes han comprendido,
para quienes han recibido, es la hora. Regresar a las escrituras no os salvará.
Arrodillaros no complacerá a nadie. Esa época ya pasó. Ahora es el momento. Sois
los juzgados. Sois los elegidos. Estoy aquí para romper el espejo y para que
podáis ver de qué lado estáis. Lo que veáis, lo elegís vosotros”.
A continuación, en el famoso estanque reflectante que
se encuentra frente al monumento a Lincoln, camina sobre las aguas. Las caras de los que asisten a
dicho acontecimiento lo dicen todo: están viendo un milagro. Tras esto, se
reúnen más de 150.000 personas en el Vaticano esperando que dicha institución
se manifieste sobre la veracidad o falsedad de dicho acontecimiento y determine
si es la segunda venida de Cristo.
Finalmente, la
investigación de la agente de la CIA llega a buen puerto y se descubre la
verdad, considerándose “el engaño del milenio”: su verdadero nombre es Payam
Golshiri, 36 años, ciudadano iraní, de padre judío y madre
cristiana. Al padre lo mataron en Irak y la madre murió en la explosión de un
coche bomba. Su tío, un artista callejero, se hizo cargo de él y de
su hermano Adar. Su tío era un embaucador y viajaban con el circo. Le enseñó
todo: a leer, a hablar en inglés y el arte del ilusionismo, al igual que a su
hermano. Como dice Adar en una entrevista que concede a la televisión, “sabes
que estoy haciendo un truco pero te sigues sorprendiendo cuando lo hago. En el
peor de los casos te entretiene, quieres saber cómo lo he hecho. Pero los
mejores magos te implican, te hacen formar parte de la ilusión”.
Años después, Payam fue
ingresado en un psiquiátrico de Teherán en el cual estuvo siete meses y donde
fue diagnosticado de “trastorno delirante” con “complejo de Mesías”. En su
evaluación mental se señalaba que “el paciente exhibe conductas en las que cree
ser el Mesías. Creencias elocuentes. Razona sus delirios”. Tras salir del centro de salud mental,
estudió un semestre Ciencias Políticas en Estados Unidos, donde hizo amistad
con un tal Oscar Wallace, uno de sus profesores, el cual terminó exiliándose en
Rusia y en busca y captura acusado de terrorismo por piratear la Bolsa de Nueva
York, a favor de la destrucción del orden social y partidario de la
desobediencia civil. Payam seguía manteniendo contacto telefónico y diario con
este conocido terrorista. Cuando la agente logra contactar con Wallace,
pensando que él era la mano que manejaba a Payam, el fugado le señala que no es
así, que más bien era al revés. Incluso se destapa que el libro supuestamente de
Wallace, titulado “Terrorista cultural”, era la tesis universitaria de Golshiri,
donde decía cosas como “la única forma de combartirlo (el mundo que se rige por
la codicia, el dinero y el poder) es crear una confusión saludable, que cree la
necesidad de cuestionar, causar miedo, hacer que nos cuestionemos todo, para
encontrarle sentido”.
Una primera y fundamental diferencia entre el Mesías de
Netflix y Jesucristo
Lo que he escrito en estas líneas es el resumen de la
serie “Mesías”, emitida hace unos días en Netflix y que acabo de terminar de
visualizar. Ante las críticas recibidas, la plataforma hizo un comunicado
señalando que no se habían basado en ninguna religión en concreto. Somos libres de
creerles, pero por mi parte me cuesta hacerlo cuando cuatro capítulos tienen
por título partes de versículos del Nuevo Testamento: “El que tiene oído” (cap.
1), “Porque viendo no ven” (cap. 5), “No todos dormiremos” (cap. 6) y “La paga
del pecado” (cap. 10).
Dejando a un lado las
polémicas, consideraciones geopolíticas aparte y diversas subtramas, y a falta de explicaciones más concretas sobre ciertos
detalles del argumento principal que quedan abiertas a la interpretación
personal y a lo que se nos desvele en una posible segunda temporada, me quiero
centrar en el trasfondo por el cual se pasea continuamente esta serie: “Los
falsos mesías” y “La verdadera 2ª venida de Cristo”.
Aunque mostraré otras
diferencias al final del escrito –enfocándome en la verdadera 2ª Venida de
Cristo-, dejemos bien claro para empezar un aspecto que nunca debemos perder de
perspectiva: “El Mesías de Netflix” habla de forma general de la paz, del amor,
de la voluntad, del arrepentimiento y de la fe en Dios, pero ahí se queda, como
si fuera un Mesías “ecuménico”. Cualquier
sistema de creencias religiosas enseña exactamente lo mismo de forma genérica.
Por el contrario, Jesús no era críptico ni parco en palabras como Al-Masih;
tampoco camuflaba su identidad como éste. Fue tajante al afirmar que solo por
Él se podía ir al Padre (cf. Jn. 14:6). Le dijo a la mujer samaritana que Él
era el Mesías, el Cristo (cf. Jn. 4:25-26). Le dijo a Marta que Él era la
resurrección y la vida (cf. Jn. 11:25). Se presentó continuamente con la
expresión “Yo soy”, la misma con que Dios se refería a sí mismo en el Antiguo
Testamento. Por eso los judíos querían matarlo, porque se hacía igual a Dios
(cf. Jn. 5:18). Cuando lo arrestaron y lo llevaron ante Caifás, el sumo
sacerdote, esta fue la conversación: “Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el
Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le
dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del
Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del
cielo. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: !!Ha
blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis
oído su blasfemia” (Mt. 26:63-65).
Deseaban su muerte no por lo que hacía sino por quien dijo ser: Dios hecho
carne.
El precio personal que terminan por pagar los que siguen
a falsos Mesías
Independientemente de que finalmente el protagonista sea
una especie de “mesías” o no (en minúscula), y que la serie trata principalmente sobre cómo reaccionaría hoy en día
nuestro mundo si apareciera alguien que se presentara como un enviado de Dios
y que hiciera milagros como prueba de su veracidad, lo que se nos muestra en el
trasfondo es la facilidad con
que personas con buenas intenciones y mejores deseos pueden ser engañadas.
Inconscientemente, se ciegan para seguir a “líderes espirituales” por el simple
hecho de que “dicen hablar en nombre de Dios”. Incluso en el caso de sus
conciencias duden seriamente de sus palabras o no estén de acuerdo con ellas, se
agarran a la excusa mental de “¿y si realmente dice la verdad”? Se
autoconvencen de esta falacia. El hambre y la sed que tiene el alma humana de
Su creador es tan grande que está predispuesto a creer cualquier cosa.
El peligro de caer en
manos de individuos con una personalidad carismática y con poder de persuasión
es enorme, incluso para los cristianos. Ya dijo Jesús mismo que harían hasta
milagros: “Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y
harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere
posible, aun a los escogidos” (Mt. 24:24). Recordemos que “Cristo” es
la traducción al idioma griego del hebreo “Mesías”, y que en ambos casos equivale
al término “Ungido” (en singular) y que se le aplica en exclusiva a Jesús de
Nazaret: “Y
le había sido revelado por el Espíritu Santo, que (Simeón) no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor” (Lc. 2:26).
Los falsos ungidos usan
la habilidad personal que poseen y que han desarrollado para manipular –ya que
saben “calar” y “leer”-, tanto a nivel individual como a las masas, siendo
conscientes de lo manejables que son las personas. Solo les dicen lo que ellos
quieren oír, no lo que necesitan. Al final, cada una de ellas cree lo que
quieren creer basándose en sus propios prejuicios e ideas.
Esto es algo que vemos
cada día en todos los países del mundo: Estados Unidos, Argentina, México,
Colombia, España, y en todo el continente africano. Como decía hace un par de meses Moses Owojaiye, doctorado en teología y
director general del Centro para el Cristianismo Bíblico en África: “No conozco ningún otro ministerio que haya
dañado la imagen de la iglesia en el ámbito público africano hoy más que el de
los profetas autoproclamados que han pervertido lo que los carismáticos creen
que es un ministerio profético genuinamente bíblico. [...] La Biblia advierte que en los últimos días
habrá muchos falsos profetas, y los falsos profetas han aparecido y
desaparecido a lo largo de la historia de la iglesia. Sin embargo, esto ahora
está demasiado extendido en la iglesia en África”[1]. Como he dicho, esta realidad está expandida por todo el mundo.
Hay una escena muy
sutil en la serie, que no es mera casualidad y que pocos fuera de Estados
Unidos habrán captado: durante el trayecto a Washington, pasan por una
carretera donde un cartel pone “Waco”. En ese instante, el pastor y su esposa
se miran cariacontecidos. Para el que no lo sepa, Waco es un condado de Texas y
el lugar de la mayor tragedia religiosa acontecida en la historia de los
Estados Unidos: David Koresh, quién se autoproclamó “el hijo de Dios”, fundó la
secta de los davidianos. Parapetado en un rancho lleno de armas y acusado de
abusos sexuales, el FBI asaltó el lugar. Tras el incendio que se produjo, el
resultado final fue de 69 adultos muertos y 17 menores. David se había
suicidado de un tiro.
Alguno dirá que todo
es muy exagerado, pero no es así. Basta con ver la realidad en parte del mundo
evangélico que ha corrompido el mensaje bíblico: telepredicadores que prometen
a sus seguidores ganar millones si hacen una suculenta ofrenda, supuestos
pastores que venden al módico precio de 100 dólares “aceite ungido” que sana y
“agua bendita” que expulsa a los demonios de las casas. Incluso en grupos de
facebook se ven mensajes de cristianos diciendo que “si escribes amén recibirás
riqueza en menos de una semana”, con imágenes de casas llenas de todo lujo. ¿Y
sabes qué? Que cientos escriben el “amén”. Entre estos falsos ungidos, llegan al
despropósito de decirles a creyentes con
algún tipo de enfermedad física que dejen todo tratamiento médico, que por fe
serán sanados. Cuando muere el paciente, desaparecen los “milagreros”. Ninguno
de ellos entiende que lo que suceda dependerá de “la voluntad de Dios” y no de
la del hombre: “Y esta es
la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa
conforme a su voluntad, él nos oye” (1
Jn. 5:14); “Porque ¿qué es vuestra vida?
Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se
desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y
haremos esto o aquello” (cf. Stg. 4:14-15).
Todo ello lo aderezan
con bonitas palabras que citan de “maestros” y “teólogos”, con textos bíblicos
que no tienen nada que ver con su verdadero significado, con promesas de
prosperidad, con confesiones positivas sobre las grandes bendiciones que
vendrán en breve a tu vida y con proclamas de batallas ganadas en las esferas
espirituales. Estas son las “palabras proféticas” (bendición, prosperidad,
etc.) que buscan sus seguidores, que recorren miles de kilómetros para
escucharlos. Nadie quiere saber sobre apartarse de la impiedad, vivir en
santidad, revestirse de Cristo y obedecer Su Palabra. En muchos casos no son fáciles de identificar ya que entremezclan la verdad con la mentira, el evangelio de Cristo con la
falsa teología, palabras de Jesús con prácticas contrarias a Su voluntad.
Son “terroristas
espirituales”, falsos cristos, falsos mesías, que juegan con las emociones
ajenas, con sus sueños, con sus esperanzas, con su salud, con sus carteras, con
su felicidad y con sus deseos más profundos. En definitiva, con sus vidas.
Vienen a ser manipuladores profesionales que viven a costa de los demás a los
que manejan como marionetas, haciéndoles creer que ellos tienen “línea directa
con Dios” y el resto de creyentes no. Están autoconvencidos de su propia
humildad, enfermos de poder y de grandeza, donde viven una realidad paralela:
la que habita en sus mentes, que les hace creer que todos aquellos que les
siguen son “de Dios” y los que les abandonan son “del diablo”. Se rodean de
aduladores a los que, directa o indirectamente, exigen obediencia ciega,
acusándoles de falta de fe si no lo hacen. Expertos en repetir textos bíblicos
como si fueran mantras, envuelven sus propias vidas en una mística que roza lo
esotérico y lo pagano.
Lo llamativo es que
estos seguidores crédulos se desviven y se autoanulan de tal manera que
defienden a capa y a espada a aquellos que mentalmente los están controlando.
Durante muchos años han sido víctimas de un lavado de cerebro tan progresivo y sutil
que pierden hasta la capacidad de crítica. Muchos tienen pánico a dejar a sus
“líderes” puesto que sobre ellos pesa la idea que les han inculcado: creen que
perderán la protección de Dios, que sus vidas caerán en desgracia, que
enfermarán por ser infieles al pastor, etc. Una mano negra les oprime, aunque
lo oculten bajo sonrisas y rostros de felicidad.
Aunque hay muchos
peligros –como los citados-, el mayor de todos es el mismo que termina por
padecer el pastor de la serie, Félix Iguero:
cuando se da cuenta que el Mesías no es quién él creía que era, pierde la fe y
quema la iglesia. Es algo que le sucede a muchos cristianos al contemplar cómo
fueron engañados. No queman nada, pero sus corazones se rompen de tal manera
que comienzan a dudar de todo, de la vida más allá de la muerte, de la
resurrección de Cristo, dejan de leer la Biblia, dejan de apropiarse de lo que
ella dice, ponen en tela de juicio la ética cristiana más básica, piensan que
Dios es un fraude o que directamente no existe, se sienten frustrados, vacíos y
amargados. Cada uno de ellos lo vive de una manera diferente, pero la realidad
es la misma para todos: Dios apenas significa ya nada para ellos.
La 2ª Venida
será inconfundible e incontestable
Tras la escena final, donde el avión en que viajaba Payam Golshiri se estrella pero él
sobrevive, nuevamente se nos vuelve a plantear la duda de si era el
Mesías o no: ¿Hace milagros de verdad o es un mero ilusionista? ¿Caminó
realmente sobre el agua o era un truco imitando el que otros habían hecho con
anterioridad? ¿Esos “prodigios”, como la tormenta de arena y el tornado, eran
realmente obra de Dios o fenómenos naturales coincidentes con la situación, y
donde sencillamente se jugó la vida en ambas ocasiones para autoafirmarse en su
idea de que era el Mesías, usando dichas coyunturas –que afortunadamente para
él le salieron bien- para así dar lugar a su propio plan? ¿Resucitó realmente a
un niño o fue un montaje donde éste realmente no había sido afectado por un
disparo cuyo origen nunca se supo? ¿Resucitó a los dos agentes hebreos que le
acompañaban en el avión que se estrelló, o no estaban muertos y el niño que los
encontró –con fama de mentiroso compulsivo, que decía ver Ovnis y que presumía de ahuyentar leones con un palo- interpretó una escena bajo el punto de vista de su propio
engaño, viendo lo que realmente quería ver? ¿Lo que “vislumbraba” y “acertaba”
en los demás era porque realmente veía sus almas, era información que le pasaba
el servicio de inteligencia ruso, alguna organización mayor, o meramente era
una habilidad que tenía al estilo de Patrick Jane –el protagonista de “El Mentalista”- sabiendo “leer” a las personas hablando de situaciones por las cuales todos los
seres humanos pasamos, como el dolor, la muerte y la pérdida?
Incluso tras ver la serie, podemos pensar en varios
paralelismos con Jesús: muchos lo tomaban por loco o por un farsante, su propio
hermano no creía en él, decía que Dios hablaba a través suya, etc. Como he
dicho, a falta de confirmación oficial, supuestamente todo se aclarará en la
siguiente temporada, aunque sospecho que seguirá jugando al misterio sobre la
verdadera identidad del protagonista para dejar las diversas interpretaciones
en manos del espectador.
Personalmente, y aunque el contenido de sus palabras podían ser en algunos momentos
emotivas, no me transmitía nada por la impasibilidad de su rostro y su falta de
expresividad emocional.
Más allá de toda esta
ficción, tenemos que ir a la pregunta que
le hace en la serie el suegro del pastor a su yerno: “Has estudiado teología,
¿de verdad crees que esta es la 2ª Venida?”. Vemos “milagros”. Vemos un hombre
humilde. Vemos a alguien que destapa los secretos del corazón. Vemos a una
persona que dice que viene a preparar el cambio que se acerca. ¿La realidad?
Cualquiera que conozca mínimamente las Escrituras responderá directa y
contundentemente que “no”, que así no será la 2ª Venida. Aquí no estamos
hablando de la primera ocasión en que el Eterno pisó este planeta. Hablamos de
su manifestación gloriosa. Posiblemente, si hubiera nacido en esta época,
muchas de las situaciones que vemos en la serie (forma de vestir, incredulidad
de las masas, etc.) se habrían dado. Pero, en este caso, cuando Cristo
reaparezca, no lo hará vestido con unos vaqueros y una sudadera con capucha. No
hará ejercicio vestido con un chándal de Nike en una cinta de correr. No será
arrestado y esposado por la Policía. No se pasará el tiempo tumbado en un
colchón y sin hablar con las multitudes. No irá a una universidad a estudiar
ciencias políticas para saber cómo es el comportamiento de la sociedad. No
escribirá un libro sobre la sublevación social. No mantendrá amistad con un
terrorista fugado. No llegará a Estados Unidos en aviones de empresas
fantasmas.
Podríamos entrar en el debate teológico sobre hasta
qué punto Juan se sirve de hipérboles y alegorías en el libro de Apocalipsis
para describir el fin de los tiempos. Ni siquiera para los autores bíblicos era
fácil describir lo sobrenatural. Así que los detalles concretísimos sobre cómo
será la Parusía es entrar en el terreno de la hipótesis y la especulación.
Aunque ya desarrollé
el tema a lo largo de tres escritos (¿Qué
entiendes por la expresión “el fin del mundo”?: (https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/08/que-entiendes-por-la-expresion-el-fin.html, Una evidencia de los últimos tiempos: el carácter
del ser humano (https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/09/4-una-evidencia-de-los-ultimos-tiempos.html y “Algunas señales concretas antes de la Segunda
Venida de Cristo: https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/10/5-algunas-senales-concretas-antes-de-la.html), haré una pequeña síntesis porque hay aspectos
generales que sí están extremadamente claros.
Uno de ellos, y que se repite a lo largo de todas las
Escrituras, es que Cristo vendrá “sobre las nubes del cielo, con poder
y gran gloria” (Mt.
24:30). Esa es la base de todo: CON
PODER y GRAN GLORIA. Ya no
lo hará como cordero, sino como Rey de reyes y Señor de señores: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un
caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia
juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas
diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba
vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los
ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían
en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a
las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino
del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo
tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Ap. 19:11-16).
Como dije párrafos
atrás, alguno puede señalar de fantasiosa la forma en que se expresa Juan, pero
él simplemente sigue las líneas maestras que observamos en el Nuevo Testamento:
- Cuando Cristo se
transfiguró delante de Pedro, Juan y Jacobo, “resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se
hicieron blancos como la luz” (Mt.
17:2). De la misma manera lo hará en Su regreso.
- Descenderá del cielo, haciendo el camino inverso que
en su ascensión. Por eso dos ángeles le dijeron a los apóstoles: “Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús,
que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al
cielo” (Hch. 1:11). Aunque es un dato secundario, y relacionando la idea
con el mensaje de estos ángeles, es muy posible que su lugar de retorno sea el
mismo en el que se marchó, Jerusalén: “Y
se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en
frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá por en
medio, hacia el oriente y hacia el occidente, haciendo un valle muy grande; y
la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur”
(Zac. 14:4).
- Isaías dijo: “Porque he
aquí que Jehová vendrá con fuego, y sus carros como torbellino, para descargar
su ira con furor, y su reprensión con llama de fuego. Porque
Jehová juzgará con fuego y con su espada a todo hombre; y los muertos de Jehová
serán multiplicados” (Is. 66:15-16).
De forma coincidente, Cristo dijo que vendrá con todos sus ángeles y reuniría
delante de él a todas las naciones: “Y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los
otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a
su derecha, y los cabritos a su izquierda” (Mt. 25:31-33).
Con lo que hemos
reseñado brevemente, Su regreso será inconfundible e incontestable. De este acontecimiento nadie sabe el día y la
hora, solo el Padre, como Jesús mismo dijo (cf. Mt 24:36, 50; Hch. 1:7) y será inesperado para los incrédulos: “Como
fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre.
Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró
Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismo como sucedió
en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban;
mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los
destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste”
(Lc. 17:26-30).
Como bien explica
Millard J. Erickson, “debemos ser
conscientes de que la escatología pertenece principalmente a un ámbito nuevo
que va más allá del espacio y del tiempo, un nuevo cielo y una nueva tierra.
Este reino irá precedido por la obra sobrenatural de Dios; no puede ser
conseguido por medios humanos”[2].
Por eso el “Mesías”
de Netflix palidece a su lado. No nos dejemos embaucar por este tipo de
programas televisivos que no muestran ni de lejos al verdadero Cristo. El mundo
no cambiará por la subversión de la sociedad como promulgaba Al-Masih ni porque
le diga al presidente mormón de los Estados Unidos que retire las tropas de
todos los países del mundo, sino por la mano directa del Hijo de Dios,
Jesucristo.
Excelente la reflexión 🤔 ! Gracias
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