martes, 14 de enero de 2020

Un peligroso y falso Mesías camina por Netflix


Mientras el ejército del Daesh rodea la ciudad de Damasco en Siria con la intención de destruirla, un joven con barba y melena larga alza su voz entre la población atemorizada, pidiéndoles que tengan fe, que confíen en Dios puesto que Él los guardará y protegerá. Instantes después, una gigantesca tormenta de arena envuelve decenas de kilómetros cuadrados, y así durante 53 días, provocando la retirada y la “derrota” del ISIS. El pueblo, asombrado, decide seguir a este hombre en su caminar por el desierto hasta la frontera con Israel, pensando que los liberará. Entre todos ellos –musulmanes en su totalidad- consideran que es un imán, pero rápidamente comienzan a proclamar que quizá es Isa (el Jesús del Corán, el cual para ellos no es divino sino un profeta), y que ha sido enviado de parte de Alá. Aunque algunos musulmanes le señalan como Masih ad-Dajjal, el falso mesías, la inmensa mayoría comienza a llamarlo Al-Masih (El Mesías).
Una vez llegan al limítrofe con la frontera del estado hebreo, los soldados les impiden el paso, deteniendo a nuestro protagonista al ser el cabecilla del grupo. Cuando es interrogado por un agente del Mossad llamado Avrim Dahan, le “revela” al agente aspectos de su vida personal que solo él conoce, ante su sorpresa y turbación. Horas después, “desaparece” de la prisión sin que se sepa cómo, puesto que la grabación había sido borrada. Más adelante, el funcionario de prisioneros reconoce que lo soltó. Su siguiente aparición publica se produce en la Explanada de las Mezquitas en Jerusalén. Allí todos le reconocen y nuevamente comienza a hablar ante la atenta mirada de sus oyentes. En pocos segundos llegan los soldados israelíes para detenerlo pero se escucha un disparo de procedencia desconocida, y que provoca la muerte de un niño. Nuestro joven de melena al viento se agacha ante él, pone su mano sobre la herida mortal y lo resucita. Nuevamente, desaparece entre la turba.
Transcurridos unos días, en un pequeñísimo pueblo de Texas (Estados Unidos) se forma un tornado que comienza a destruir todo a su paso. Mientras que la población se esconde en un refugio, en medio de dicho tornado se observa la presencia de un hombre al que el viento parece no afectarle. Sí, puedes imaginar de quién era esa silueta sin necesidad de que lo diga. Cuando todo pasa, observamos que solo la Iglesia (en términos bíblicos correctos sería “el local donde se reúne la iglesia”) permanece en pie. Alguien grabó con su móvil dicha escena, que se convierte en viral en las redes sociales. A partir de entonces, muchos lo llaman “el hombre milagroso” y otros directamente “Mesías”, pero sin adjudicarle ningún nombre propio puesto que ni él mismo lo menciona. En ningún momento se adjudica un papel divino, aunque señala que él va donde Dios lo lleva. Una y otra vez deja que sean otros los que le cataloguen.
Nuevamente es detenido y juzgado por haber entrado ilegalmente en el país. Pide que no lo devuelvan puesto que sufriría persecución por sus creencias religiosas. En este caso es Eva Geller, una agente de la CIA, quien le interroga, y el único apunte personal que logra extraerle es que, según él, es hebreo por parte de madre. Muchos, al escuchar este dato, pensarán que las piezas comienzan, teóricamente, a encajar. En el juicio, la fiscal le echa en cara que no es musulmán, puesto que en las imágenes grabadas en la celda en ningún momento se le observa rezando al estilo que ellos hacen: cinco veces y mirando a la Meca. Así que le preguntan a qué religión pertenece. ¿Su respuesta? “Yo camino con todos los hombres”. Sigue jugando a la ambigüedad; de ahí el misterio. Finalmente, le conceden asilo.
De vuelta al pueblo, se reúne y conversa con el párroco baptista Félix Iguero. Al-Mashi cita varios pasajes bíblicos, algunos tan llamativos como “Soy el Alfa y la Omega, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir”, palabras que en la Biblia aluden directamente a Cristo (cf. Ap. 1:8). En este caso, todo sigue siendo confuso porque no sabemos si se limita a mencionarlos o de alguna manera se los está apropiando. Además, en otras ocasiones en las que habló con los musulmanes en el desierto citó el Corán.
Mientras el mundo se pregunta quién es y los debates televisivos se intensifican y copan la programación, el pueblo se llena de miles de peregrinos que acuden a verle, desde moteros, hippies y budistas hasta rabinos judíos, terminando por una madre con una hija gravemente enferma buscando sanidad. Tras varios días, donde lo único que hace permanecer absorto en sus pensamientos y quedarse en una tienda de campaña sin relacionarse con los que habían venido a verle, emprende un viaje a Washington con el pastor y su familia. Allí es recibido no por miles de personas, sino por millones. Ante el monumento de Abraham Lincon, ofrece un discurso nuevamente abierto a distintas lecturas y análisis personales: “Mirad a vuestro alrededor, ¿qué veis? ¿Es bueno vuestro mundo? ¿Es malvado? Preguntaos, ¿quién es culpable? ¿Quién es inocente? ¿Qué sois? Ahora mirad a vuestro vecino. Miradlo bien. Tened el valor de veros a vosotros mismos. Vuestro propio reflejo en esa persona, cada uno reflejado en el prójimo. Mirad dónde estáis, en una ciudad deslumbrante en una colina, en la tierra de los líderes y los valientes defendiendo la verdad y la justicia. ¿Cuanta verdad percibís en esas palabras? ¿Cuándo trajisteis la libertad? ¿Dónde habéis hecho justicia? Estoy a las puertas de una nación, una nación donde no se ha invitado al poder. Estoy a las puertas y os estoy contemplando, y vosotros me contempláis a mí pero solo puedo reflejar lo que veo. Si habéis venido a recibir os iréis más pobres. Si habéis venido a comprender os iréis más perdidos. Para quienes han comprendido, para quienes han recibido, es la hora. Regresar a las escrituras no os salvará. Arrodillaros no complacerá a nadie. Esa época ya pasó. Ahora es el momento. Sois los juzgados. Sois los elegidos. Estoy aquí para romper el espejo y para que podáis ver de qué lado estáis. Lo que veáis, lo elegís vosotros”.
A continuación, en el famoso estanque reflectante que se encuentra frente al monumento a Lincoln, camina sobre las aguas. Las caras de los que asisten a dicho acontecimiento lo dicen todo: están viendo un milagro. Tras esto, se reúnen más de 150.000 personas en el Vaticano esperando que dicha institución se manifieste sobre la veracidad o falsedad de dicho acontecimiento y determine si es la segunda venida de Cristo.
Finalmente, la investigación de la agente de la CIA llega a buen puerto y se descubre la verdad, considerándose “el engaño del milenio”: su verdadero nombre es Payam Golshiri, 36 años, ciudadano iraní, de padre judío y madre cristiana. Al padre lo mataron en Irak y la madre murió en la explosión de un coche bomba. Su tío, un artista callejero, se hizo cargo de él y de su hermano Adar. Su tío era un embaucador y viajaban con el circo. Le enseñó todo: a leer, a hablar en inglés y el arte del ilusionismo, al igual que a su hermano. Como dice Adar en una entrevista que concede a la televisión, “sabes que estoy haciendo un truco pero te sigues sorprendiendo cuando lo hago. En el peor de los casos te entretiene, quieres saber cómo lo he hecho. Pero los mejores magos te implican, te hacen formar parte de la ilusión”.
Años después, Payam fue ingresado en un psiquiátrico de Teherán en el cual estuvo siete meses y donde fue diagnosticado de “trastorno delirante” con “complejo de Mesías”. En su evaluación mental se señalaba que “el paciente exhibe conductas en las que cree ser el Mesías. Creencias elocuentes. Razona sus delirios”. Tras salir del centro de salud mental, estudió un semestre Ciencias Políticas en Estados Unidos, donde hizo amistad con un tal Oscar Wallace, uno de sus profesores, el cual terminó exiliándose en Rusia y en busca y captura acusado de terrorismo por piratear la Bolsa de Nueva York, a favor de la destrucción del orden social y partidario de la desobediencia civil. Payam seguía manteniendo contacto telefónico y diario con este conocido terrorista. Cuando la agente logra contactar con Wallace, pensando que él era la mano que manejaba a Payam, el fugado le señala que no es así, que más bien era al revés. Incluso se destapa que el libro supuestamente de Wallace, titulado “Terrorista cultural”, era la tesis universitaria de Golshiri, donde decía cosas como “la única forma de combartirlo (el mundo que se rige por la codicia, el dinero y el poder) es crear una confusión saludable, que cree la necesidad de cuestionar, causar miedo, hacer que nos cuestionemos todo, para encontrarle sentido”.

Una primera y fundamental diferencia entre el Mesías de Netflix y Jesucristo
Lo que he escrito en estas líneas es el resumen de la serie “Mesías”, emitida hace unos días en Netflix y que acabo de terminar de visualizar. Ante las críticas recibidas, la plataforma hizo un comunicado señalando que no se habían basado en ninguna religión en concreto. Somos libres de creerles, pero por mi parte me cuesta hacerlo cuando cuatro capítulos tienen por título partes de versículos del Nuevo Testamento: “El que tiene oído” (cap. 1), “Porque viendo no ven” (cap. 5), “No todos dormiremos” (cap. 6) y “La paga del pecado” (cap. 10).
Dejando a un lado las polémicas, consideraciones geopolíticas aparte y diversas subtramas, y a falta de explicaciones más concretas sobre ciertos detalles del argumento principal que quedan abiertas a la interpretación personal y a lo que se nos desvele en una posible segunda temporada, me quiero centrar en el trasfondo por el cual se pasea continuamente esta serie: “Los falsos mesías” y “La verdadera 2ª venida de Cristo”.
Aunque mostraré otras diferencias al final del escrito –enfocándome en la verdadera 2ª Venida de Cristo-, dejemos bien claro para empezar un aspecto que nunca debemos perder de perspectiva: “El Mesías de Netflix” habla de forma general de la paz, del amor, de la voluntad, del arrepentimiento y de la fe en Dios, pero ahí se queda, como si fuera un Mesías “ecuménico”. Cualquier sistema de creencias religiosas enseña exactamente lo mismo de forma genérica. Por el contrario, Jesús no era críptico ni parco en palabras como Al-Masih; tampoco camuflaba su identidad como éste. Fue tajante al afirmar que solo por Él se podía ir al Padre (cf. Jn. 14:6). Le dijo a la mujer samaritana que Él era el Mesías, el Cristo (cf. Jn. 4:25-26). Le dijo a Marta que Él era la resurrección y la vida (cf. Jn. 11:25). Se presentó continuamente con la expresión “Yo soy”, la misma con que Dios se refería a sí mismo en el Antiguo Testamento. Por eso los judíos querían matarlo, porque se hacía igual a Dios (cf. Jn. 5:18). Cuando lo arrestaron y lo llevaron ante Caifás, el sumo sacerdote, esta fue la conversación: “Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: !!Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia” (Mt. 26:63-65). Deseaban su muerte no por lo que hacía sino por quien dijo ser: Dios hecho carne.

El precio personal que terminan por pagar los que siguen a falsos Mesías
Independientemente de que finalmente el protagonista sea una especie de “mesías” o no (en minúscula), y que la serie trata principalmente sobre cómo reaccionaría hoy en día nuestro mundo si apareciera alguien que se presentara como un enviado de Dios y que hiciera milagros como prueba de su veracidad, lo que se nos muestra en el trasfondo es la facilidad con que personas con buenas intenciones y mejores deseos pueden ser engañadas. Inconscientemente, se ciegan para seguir a “líderes espirituales” por el simple hecho de que “dicen hablar en nombre de Dios”. Incluso en el caso de sus conciencias duden seriamente de sus palabras o no estén de acuerdo con ellas, se agarran a la excusa mental de “¿y si realmente dice la verdad”? Se autoconvencen de esta falacia. El hambre y la sed que tiene el alma humana de Su creador es tan grande que está predispuesto a creer cualquier cosa.
El peligro de caer en manos de individuos con una personalidad carismática y con poder de persuasión es enorme, incluso para los cristianos. Ya dijo Jesús mismo que harían hasta milagros: Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mt. 24:24). Recordemos que “Cristo” es la traducción al idioma griego del hebreo “Mesías”, y que en ambos casos equivale al término “Ungido” (en singular) y que se le aplica en exclusiva a Jesús de Nazaret: “Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que (Simeón) no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor” (Lc. 2:26).
Los falsos ungidos usan la habilidad personal que poseen y que han desarrollado para manipular –ya que saben “calar” y “leer”-, tanto a nivel individual como a las masas, siendo conscientes de lo manejables que son las personas. Solo les dicen lo que ellos quieren oír, no lo que necesitan. Al final, cada una de ellas cree lo que quieren creer basándose en sus propios prejuicios e ideas.
Esto es algo que vemos cada día en todos los países del mundo: Estados Unidos, Argentina, México, Colombia, España, y en todo el continente africano. Como decía hace un par de meses Moses Owojaiye, doctorado en teología y director general del Centro para el Cristianismo Bíblico en África: “No conozco ningún otro ministerio que haya dañado la imagen de la iglesia en el ámbito público africano hoy más que el de los profetas autoproclamados que han pervertido lo que los carismáticos creen que es un ministerio profético genuinamente bíblico. [...] La Biblia advierte que en los últimos días habrá muchos falsos profetas, y los falsos profetas han aparecido y desaparecido a lo largo de la historia de la iglesia. Sin embargo, esto ahora está demasiado extendido en la iglesia en África”[1]. Como he dicho, esta realidad está expandida por todo el mundo.
Hay una escena muy sutil en la serie, que no es mera casualidad y que pocos fuera de Estados Unidos habrán captado: durante el trayecto a Washington, pasan por una carretera donde un cartel pone “Waco”. En ese instante, el pastor y su esposa se miran cariacontecidos. Para el que no lo sepa, Waco es un condado de Texas y el lugar de la mayor tragedia religiosa acontecida en la historia de los Estados Unidos: David Koresh, quién se autoproclamó “el hijo de Dios”, fundó la secta de los davidianos. Parapetado en un rancho lleno de armas y acusado de abusos sexuales, el FBI asaltó el lugar. Tras el incendio que se produjo, el resultado final fue de 69 adultos muertos y 17 menores. David se había suicidado de un tiro.
Alguno dirá que todo es muy exagerado, pero no es así. Basta con ver la realidad en parte del mundo evangélico que ha corrompido el mensaje bíblico: telepredicadores que prometen a sus seguidores ganar millones si hacen una suculenta ofrenda, supuestos pastores que venden al módico precio de 100 dólares “aceite ungido” que sana y “agua bendita” que expulsa a los demonios de las casas. Incluso en grupos de facebook se ven mensajes de cristianos diciendo que “si escribes amén recibirás riqueza en menos de una semana”, con imágenes de casas llenas de todo lujo. ¿Y sabes qué? Que cientos escriben el “amén”. Entre estos falsos ungidos, llegan al despropósito de decirles a creyentes con algún tipo de enfermedad física que dejen todo tratamiento médico, que por fe serán sanados. Cuando muere el paciente, desaparecen los “milagreros”. Ninguno de ellos entiende que lo que suceda dependerá de “la voluntad de Dios” y no de la del hombre: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Jn. 5:14); “Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello” (cf. Stg. 4:14-15).
Todo ello lo aderezan con bonitas palabras que citan de “maestros” y “teólogos”, con textos bíblicos que no tienen nada que ver con su verdadero significado, con promesas de prosperidad, con confesiones positivas sobre las grandes bendiciones que vendrán en breve a tu vida y con proclamas de batallas ganadas en las esferas espirituales. Estas son las “palabras proféticas” (bendición, prosperidad, etc.) que buscan sus seguidores, que recorren miles de kilómetros para escucharlos. Nadie quiere saber sobre apartarse de la impiedad, vivir en santidad, revestirse de Cristo y obedecer Su Palabra. En muchos casos no son fáciles de identificar ya que entremezclan la verdad con la mentira, el evangelio de Cristo con la falsa teología, palabras de Jesús con prácticas contrarias a Su voluntad.
Son “terroristas espirituales”, falsos cristos, falsos mesías, que juegan con las emociones ajenas, con sus sueños, con sus esperanzas, con su salud, con sus carteras, con su felicidad y con sus deseos más profundos. En definitiva, con sus vidas. Vienen a ser manipuladores profesionales que viven a costa de los demás a los que manejan como marionetas, haciéndoles creer que ellos tienen “línea directa con Dios” y el resto de creyentes no. Están autoconvencidos de su propia humildad, enfermos de poder y de grandeza, donde viven una realidad paralela: la que habita en sus mentes, que les hace creer que todos aquellos que les siguen son “de Dios” y los que les abandonan son “del diablo”. Se rodean de aduladores a los que, directa o indirectamente, exigen obediencia ciega, acusándoles de falta de fe si no lo hacen. Expertos en repetir textos bíblicos como si fueran mantras, envuelven sus propias vidas en una mística que roza lo esotérico y lo pagano.
Lo llamativo es que estos seguidores crédulos se desviven y se autoanulan de tal manera que defienden a capa y a espada a aquellos que mentalmente los están controlando. Durante muchos años han sido víctimas de un lavado de cerebro tan progresivo y sutil que pierden hasta la capacidad de crítica. Muchos tienen pánico a dejar a sus “líderes” puesto que sobre ellos pesa la idea que les han inculcado: creen que perderán la protección de Dios, que sus vidas caerán en desgracia, que enfermarán por ser infieles al pastor, etc. Una mano negra les oprime, aunque lo oculten bajo sonrisas y rostros de felicidad.
Aunque hay muchos peligros –como los citados-, el mayor de todos es el mismo que termina por padecer el pastor de la serie, Félix Iguero: cuando se da cuenta que el Mesías no es quién él creía que era, pierde la fe y quema la iglesia. Es algo que le sucede a muchos cristianos al contemplar cómo fueron engañados. No queman nada, pero sus corazones se rompen de tal manera que comienzan a dudar de todo, de la vida más allá de la muerte, de la resurrección de Cristo, dejan de leer la Biblia, dejan de apropiarse de lo que ella dice, ponen en tela de juicio la ética cristiana más básica, piensan que Dios es un fraude o que directamente no existe, se sienten frustrados, vacíos y amargados. Cada uno de ellos lo vive de una manera diferente, pero la realidad es la misma para todos: Dios apenas significa ya nada para ellos.

La 2ª Venida será inconfundible e incontestable
Tras la escena final, donde el avión en que viajaba Payam Golshiri se estrella pero él sobrevive, nuevamente se nos vuelve a plantear la duda de si era el Mesías o no: ¿Hace milagros de verdad o es un mero ilusionista? ¿Caminó realmente sobre el agua o era un truco imitando el que otros habían hecho con anterioridad? ¿Esos “prodigios”, como la tormenta de arena y el tornado, eran realmente obra de Dios o fenómenos naturales coincidentes con la situación, y donde sencillamente se jugó la vida en ambas ocasiones para autoafirmarse en su idea de que era el Mesías, usando dichas coyunturas –que afortunadamente para él le salieron bien- para así dar lugar a su propio plan? ¿Resucitó realmente a un niño o fue un montaje donde éste realmente no había sido afectado por un disparo cuyo origen nunca se supo? ¿Resucitó a los dos agentes hebreos que le acompañaban en el avión que se estrelló, o no estaban muertos y el niño que los encontró –con fama de mentiroso compulsivo, que decía ver Ovnis y que presumía de ahuyentar leones con un palo- interpretó una escena bajo el punto de vista de su propio engaño, viendo lo que realmente quería ver? ¿Lo que “vislumbraba” y “acertaba” en los demás era porque realmente veía sus almas, era información que le pasaba el servicio de inteligencia ruso, alguna organización mayor, o meramente era una habilidad que tenía al estilo de Patrick Jane –el protagonista de “El Mentalista”- sabiendo “leer” a las personas hablando de situaciones por las cuales todos los seres humanos pasamos, como el dolor, la muerte y la pérdida?
Incluso tras ver la serie, podemos pensar en varios paralelismos con Jesús: muchos lo tomaban por loco o por un farsante, su propio hermano no creía en él, decía que Dios hablaba a través suya, etc. Como he dicho, a falta de confirmación oficial, supuestamente todo se aclarará en la siguiente temporada, aunque sospecho que seguirá jugando al misterio sobre la verdadera identidad del protagonista para dejar las diversas interpretaciones en manos del espectador.
Personalmente, y aunque el contenido de sus palabras podían ser en algunos momentos emotivas, no me transmitía nada por la impasibilidad de su rostro y su falta de expresividad emocional.  
Más allá de toda esta ficción, tenemos que ir a la pregunta que le hace en la serie el suegro del pastor a su yerno: “Has estudiado teología, ¿de verdad crees que esta es la 2ª Venida?”. Vemos “milagros”. Vemos un hombre humilde. Vemos a alguien que destapa los secretos del corazón. Vemos a una persona que dice que viene a preparar el cambio que se acerca. ¿La realidad? Cualquiera que conozca mínimamente las Escrituras responderá directa y contundentemente que “no”, que así no será la 2ª Venida. Aquí no estamos hablando de la primera ocasión en que el Eterno pisó este planeta. Hablamos de su manifestación gloriosa. Posiblemente, si hubiera nacido en esta época, muchas de las situaciones que vemos en la serie (forma de vestir, incredulidad de las masas, etc.) se habrían dado. Pero, en este caso, cuando Cristo reaparezca, no lo hará vestido con unos vaqueros y una sudadera con capucha. No hará ejercicio vestido con un chándal de Nike en una cinta de correr. No será arrestado y esposado por la Policía. No se pasará el tiempo tumbado en un colchón y sin hablar con las multitudes. No irá a una universidad a estudiar ciencias políticas para saber cómo es el comportamiento de la sociedad. No escribirá un libro sobre la sublevación social. No mantendrá amistad con un terrorista fugado. No llegará a Estados Unidos en aviones de empresas fantasmas. 
Podríamos entrar en el debate teológico sobre hasta qué punto Juan se sirve de hipérboles y alegorías en el libro de Apocalipsis para describir el fin de los tiempos. Ni siquiera para los autores bíblicos era fácil describir lo sobrenatural. Así que los detalles concretísimos sobre cómo será la Parusía es entrar en el terreno de la hipótesis y la especulación.
Aunque ya desarrollé el tema a lo largo de tres escritos (¿Qué entiendes por la expresión “el fin del mundo”?: (https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/08/que-entiendes-por-la-expresion-el-fin.html, Una evidencia de los últimos tiempos: el carácter del ser humano (https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/09/4-una-evidencia-de-los-ultimos-tiempos.html y “Algunas señales concretas antes de la Segunda Venida de Cristo: https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/10/5-algunas-senales-concretas-antes-de-la.html), haré una pequeña síntesis porque hay aspectos generales que sí están extremadamente claros.
Uno de ellos, y que se repite a lo largo de todas las Escrituras, es que Cristo vendrá “sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mt. 24:30). Esa es la base de todo: CON PODER y GRAN GLORIA. Ya no lo hará como cordero, sino como Rey de reyes y Señor de señores: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Ap. 19:11-16).
Como dije párrafos atrás, alguno puede señalar de fantasiosa la forma en que se expresa Juan, pero él simplemente sigue las líneas maestras que observamos en el Nuevo Testamento:

- Cuando Cristo se transfiguró delante de Pedro, Juan y Jacobo, “resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz” (Mt. 17:2). De la misma manera lo hará en Su regreso.

- Descenderá del cielo, haciendo el camino inverso que en su ascensión. Por eso dos ángeles le dijeron a los apóstoles: “Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hch. 1:11). Aunque es un dato secundario, y relacionando la idea con el mensaje de estos ángeles, es muy posible que su lugar de retorno sea el mismo en el que se marchó, Jerusalén: “Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá por en medio, hacia el oriente y hacia el occidente, haciendo un valle muy grande; y la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur” (Zac. 14:4).

- Isaías dijo: “Porque he aquí que Jehová vendrá con fuego, y sus carros como torbellino, para descargar su ira con furor, y su reprensión con llama de fuego. Porque Jehová juzgará con fuego y con su espada a todo hombre; y los muertos de Jehová serán multiplicados” (Is. 66:15-16). De forma coincidente, Cristo dijo que vendrá con todos sus ángeles y reuniría delante de él a todas las naciones: “Y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda” (Mt. 25:31-33).

Con lo que hemos reseñado brevemente, Su regreso será inconfundible e incontestable. De este acontecimiento nadie sabe el día y la hora, solo el Padre, como Jesús mismo dijo (cf. Mt 24:36, 50; Hch. 1:7) y será inesperado para los incrédulos: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste” (Lc. 17:26-30).
Como bien explica Millard J. Erickson, “debemos ser conscientes de que la escatología pertenece principalmente a un ámbito nuevo que va más allá del espacio y del tiempo, un nuevo cielo y una nueva tierra. Este reino irá precedido por la obra sobrenatural de Dios; no puede ser conseguido por medios humanos”[2].
Por eso el “Mesías” de Netflix palidece a su lado. No nos dejemos embaucar por este tipo de programas televisivos que no muestran ni de lejos al verdadero Cristo. El mundo no cambiará por la subversión de la sociedad como promulgaba Al-Masih ni porque le diga al presidente mormón de los Estados Unidos que retire las tropas de todos los países del mundo, sino por la mano directa del Hijo de Dios, Jesucristo.

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