lunes, 23 de diciembre de 2024

Ad Astra: ¿Estamos solos en el universo? ¿Qué dice la ciencia? ¿Se pronuncia Dios al respecto?

 


“Roy, este es un mensaje de tu padre. Te hablo desde el Proyecto Lima. Justo acabamos de pasar por Júpiter y nos dirigimos a Neptuno. Sé que has sido testigo del enorme interés que hemos despertado en todo el mundo y estamos agradecidos por ello. Estamos haciendo cosas importantes aquí arriba. Estamos a punto de contestar a la gran pregunta: ¿cuándo encontraremos vida inteligente ahí afuera? Y sabemos que lo haremos. Nos dirigimos a los límites de la heliosfera, donde el campo magnético del sol no podrá afectar a nuestros dispositivos. Podremos examinar cualquier sistema estelar en busca de vida compleja. Nunca se ha hecho antes y somos muy optimistas”.

Este es el último mensaje que el astronauta Clifford McBride –interpretado por Tommy Lee Jones, en la película “Ad Astra”- le mandó a su hijo Roy (Brad Pitt) hace diecinueve años. Ahora, el propio Roy, ya adulto, es enviado al espacio profundo con un objetivo: detener a su padre, que ha acabado las vidas del resto de la tripulación porque querían regresar a la Tierra, y él no estaba dispuesto a permitirlo; deseaba que siguieran trabajando. Cuando se reencuentran después de casi dos décadas, Clifford le dice a su hijo: “Mi tripulación analizó todos los datos y no descubrió ninguna señal de vida ahí fuera. Ninguna otra conciencia. Abandonaron. [...] El Proyecto Lima nos ha dicho que estamos solos en el universo conocido”.
Tras llegar a los confines del sistema solar y lograr cartografiar todos los planetas del universo, lo encontraron todo yermo. Sintiéndose fracasado, en su desesperación y en el deseo de volver a buscar, y ante la negativa del resto de sus compañeros, los asesinó para continuar por su cuenta. Como termina afirmando Roy sobre su progenitor: “Capturó mundos distantes y extraños con mayor detalle que nunca antes. Eran hermosos, magníficos, llenos de maravillas y cosas asombrosas. Pero bajo esas superficies sublimes, no había nada. Ni amor ni odio. Ni luz ni oscuridad. Solo veía lo que no estaba ahí y no veía lo que tenía delante”.
           (algunos de los planetas mostrados en la misión y completamente estériles)

Teorías de por qué no hemos encontrado nada por ahora
Tanto el astrónomo estadounidense Frank Drake (1930-2022), con su “ecuación de Drake” –con la que intentó calcular cuántas civilizaciones podría haber en la Vía Láctea-, como el físico italiano Enrico Fermi (1901-1954), con su “paradoja de Fermi” –la aparente probabilidad de vida inteligente y, al mismo tiempo, la contradicción que supone la ausencia total de pruebas-, plantearon ante la humanidad la pregunta de si estamos solos o acompañados en nuestro vasto Universo.
Se suelen dar diversas explicaciones por las cuales no hemos detectado ni encontrado otros planetas con vida, restos arqueológicos, sondas o señales de radio, ni tampoco hemos contactado con otras civilizaciones, ni ellas con la nuestra:

1) las distancias entre planetas con vida inteligente son tan siderales que ninguna ha logrado la manera de ir de uno a otro.

2) esas civilizaciones son demasiado jóvenes y no han logrado aún el suficiente avance tecnológico que les permitan cubrir semejantes distancias.

3) otras se han extinguido antes de alcanzar una ciencia que les permitiera llevarlo a cabo.

4) nuestros satélites y demás aparatos de medición no han podido todavía cartografiar todo el universo con la nitidez suficiente como para poder ver en detalle otros sistemas solares.

5) en el caso de que hubiera civilizaciones que viajen por el espacio, no nos han localizado todavía.

6) incluso en el supuesto que se diera ese caso y supieran de nuestra existencia, por alguna razón desconocida prefieren no contactar, al menos por ahora. En la clásica serie Star Trek tienen como máxima no hacerlo con otros mundos hasta que estos no logren cierto grado de tecnología, para así no interferir en el crecimiento natural y en la evolución de dicha sociedad.

7) dada la edad del universo, medida en millones de años, aunque hayan existido diversas civilizaciones lo suficientemente avanzadas para conocer otros planetas, es muy difícil que hayan coincido en el mismo periodo histórico antes de desaparecer.

¿Es posible la vida en otros planetas? La realidad, a día de hoy
Dado que no conocemos los confines del Universo, nadie puede afirmar ni negar tajantemente la posibilidad de vida en otros planetas, sea inteligente, meramente animal o, al menos, bacteriana o de algún tipo desconocido. Ni siquiera los cristianos podemos llegar a tales conclusiones, ya que Dios, en Su Palabra, no dice nada al respecto, ni en un sentido ni otro. Sobre los que dicen que sí, que las Escrituras lo afirman, al final de este mismo escrito los dirijo a otro estudio que desmonta ciertas teorías, que son solo eso: teorías. Lo único que debemos reseñar es lo que, a día de hoy, nos muestra la ciencia, puesto que todo lo demás es especular. Así que seamos claros:

1) Según el estudio llevado a cabo por la Universidad de Florida (utilizando datos del telescopio Kepler de la NASA y de la sonda Gaia de la Agencia Espacial Europea), un tercio de los planetas de nuestra galaxia podrían ser habitables, lo que significaría que fueran cientos de millones. Para llegar a esta conclusión, se han basado en “cuantificar el número de planetas que orbitan a una distancia idónea de una estrella similar al Sol, lo que les permitiría contener agua líquida y albergar vida”[1].

2) Sabemos que, fuera de nuestro sistema solar, existen miles y miles de planetas que giran en torno a otras estrellas, a semejanza de nuestra relación entre la Tierra y el Sol, donde se les conoce con el sobrenombre de exoplanetas. Así ha sido desde que, en 1995, el astrónomo Didier Queloz y el astrofísico Michel Mayor, descubrieron el primero de ellos, lo que les llevó a ganar el Premio Nobel de Física.
Dicho esto, la comunidad científica enseña claramente que uno de los problemas principales para que realmente haya vida es la distancia de un planeta respecto a su estrella. Si está ligeramente más cerca de lo estrictamente necesario, el calor hace inviable la vida; nos coceríamos. En el lado opuesto, si está ligeramente más lejos de lo estrictamente necesario, el frío es lo que la hace inviable; nos congelaríamos. Además, también depende del tamaño de la estrella (y su temperatura) y del planeta: aunque estén a la distancia teóricamente adecuada, el simple hecho de que dicho “sol” sea más grande de lo necesario o tenga una temperatura superior o inferior a la necesaria, provocaría los mismos efectos insalvables.

3) Como explican de nuevo los científicos, “nuestro Sol es toda una rareza en la Vía Láctea. El resto de estrellas son, por lo general, bastante más pequeñas y más frías, con ´solo la mitad de masa de nuestro Sol, como máximo`. Algo que hace necesario que el resto de planetas de nuestra galaxia tengan que orbitar muy cerca de sus respectivas estrellas para ser considerados habitables, y provoca que estos puedan sufrir ´fuerzas de marea extremas`”. A la luz de las evidencias, las dificultades para la vida son extremas.

4) Además, por si no fuera poco, y en palabras del biólogo Antonio Cruz, “cuando se piensa en la cantidad de acontecimientos improbables que han tenido que darse simultáneamente para hacer posible la vida en nuestro planeta, la lista se incrementa con cada nuevo descubrimiento. Vivimos en un planeta rocoso que tiene el tamaño perfecto para desarrollar un campo magnético que nos protege de los rayos solares peligrosos. Disponemos de agua líquida y de un ciclo hidrológico que la depura constantemente. El eje de rotación de la Tierra está ligeramente inclinado, lo que hace posible la sucesión de las estaciones, los diferentes climas y la increíble diversidad biológica. Disponemos de un satélite como la Luna que permite la estabilidad de dicho eje, ya que si no fuera así nuestro planeta bailaría como una peonza y los repentinos cambios climáticos serían incompatibles con la vida. Disponemos de un movimiento lento, pero constante de las placas tectónicas de la corteza terrestre que renueva los elementos químicos disponibles en la superficie. Estamos protegidos por varios planetas del sistema solar de los impactos peligrosos de cometas y meteoritos. Poseemos una atmósfera con ozono que actúa como un escudo protector de la vida. Se trata solo de unos pocos detalles de la enorme lista que configura la extraordinaria singularidad de la Tierra. Y lo más sorprendente de todo es que en tales condiciones de habitabilidad apareció la vida, acontecimiento que, a pesar de las muchas hipótesis, todavía permanece inexplicado por la ciencia”[2].

Todo lo expuesto nos hace ver que, para que la vida sea real como en nuestro planeta, la cantidad de factores que deben encajar a la perfección son considerables, y no hablemos ya del cuerpo humano en sí, con la increíble complejidad de su ADN, que son incluso mayores.

Conclusiones
Dicho esto, vuelvo a repetir lo que dije al principio: nada de esto significa que no exista vida en otros puntos del Universo. Hasta el presente, ningún ser humano tiene una respuesta absoluta. ¿Se encontrará alguna vez un exoplaneta que sea habitable, lo esté ya o no? Quién sabe.
¿Qué es lo que creemos los cristianos ante estas dos opciones, tanto si descubrimos en un futuro que la vida es una rareza y todo el cosmos está vacío –tal cual se refleja en la película Ad Astra-, como si es algo común en otros sistemas solares? Que la propia creación observable es magnífica e imponente, y aunque muchos la consideren fruto de la “casualidad” y el “azar”, sin ningún propósito ni razón exacta, nosotros vemos la mano infinita de un Ser Superior que lo hizo todo por Su Voluntad, y sin ser parte de esa misma creación. Y sí Él creó vida en otros lugares en el pasado o en el presente, cuando considere oportuno nos la dará a conocer. Sea como sea, Él es Señor y dueño de todo, y puede hacer como bien desee.

* Por si no lo leíste en su momento y te interesa, aquí dejo un artículo que publiqué hace unos años, donde desmontaba todas esas creencias sobre las supuestas pruebas de visitas de alienígenas a nuestro planeta (como los círculos de Chesefoot Head, las estatuas de la isla de Pascua, la tumba del astronauta de Palenque o la pirámide de Keops), junto a los resultados del Proyecto SETI o las especulaciones de algunos cristianos que deforman la teología a su antojo y caen en el sensacionalismo: “OVNIS: ¿La verdad está ahí fuera?” (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/01/ovnis-la-verdad-esta-ahi-fuera.html).

lunes, 16 de diciembre de 2024

¿Qué debes hacer cuando te encuentres con personas tóxicas que no quieren cambiar? (3ª parte)

 


Venimos de aquí: Cuatro pasos concretos para cambiar tus propias actitudes tóxicas (2ª parte): https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/12/cuatro-pasos-concretos-para-cambiar-tus.html

La psicología más básica enseña que, ante una persona tóxica –que es una forma humanista de no llamarla por su verdadero nombre (pecadora)-, te alejes sin más. Pero si los creyentes hiciéramos eso a la primera ocasión, estaríamos cayendo en el mismo error que estaban cometiendo los corintios, el cual Pablo tuvo que corregir: “Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis” (1 Co. 5:10-11).
Si no nos acercáramos a los pecadores, ¡ni siquiera nosotros habríamos escuchado el mensaje del Evangelio antes de ser salvos!
De igual manera, si rehuyéramos desde el primer segundo en que conocemos a individuos tóxicos (recordemos: egocéntricos, juzgadores y criticones profesionales, carentes de autocrítica, “víctimas”), tendríamos que irnos a una cabaña al monte a vivir como ermitaños.
Por eso Jesús nos dejó una pauta distinta a los cristianos: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lc. 5:31-32). Puesto que Él es el ejemplo a seguir, debemos hacer lo mismo con los tóxicos (pecadores): anunciarles las Buenas Nuevas, mostrarles que hay un camino mejor y ayudarlos a cambiar. Ahora bien, como ya vimos en el segundo artículo, debe nacer en ellos el deseo de cambiar, puesto que no siempre –ni mucho menos- es el caso. A Jesús mismo le pidieron los gadarenos que se fuera de sus tierras, a pesar de que había hecho un milagro. Y en Nazaret no hizo prodigios, porque ni ellos querían creer. Todo lo contrario que la mujer con flujo de sangre, que deseaba con todo su ser cambiar su vida sí o sí, y no paró hasta lograrlo con la ayuda del Maestro. Igualmente hizo Zaqueo, quién tomó la iniciativa para acercarse a Jesús, confesar sus pecados, abandonarlos y empezar de nuevo (cf. Lc. 19:1-11).

Principios que debes tener claros
1) Jesús no era amigo íntimo de los pecadores. Eran sus enemigos los que le insultaban llamándole comilón, bebedor y amigo de malvados (cf. Mt. 11:19). No era nada de eso. Como ya dije cuando escribí al respecto (“Si es necesario, aléjate, ya, de esas amistades: https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/08/15-si-es-necesario-alejate-ya-de-esas.html), Él “no compartía su tiempo para escuchar historias graciosas, anécdotas, bromas de mal gusto, chistes soeces o saber sobre algún tipo de inmoralidad sexual. No estaba para pasar el rato y deleitarse con la comida y un buen vino. Todo eso, que supongo que también se producía –me refiero a la parte buena de la conversación-, era coyuntural, pero nunca el quid de la cuestión. Él entendía la amistad con los pecadores con un significado y propósito muy diferente: ´Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido` (Lc. 19:11). ¡Quería salvarlos! [...] Al dejarles bien claro su pecado, les estaba amando, ya que era la manera de decirles: ´Os quiero librar del lúgubre destino final que ahora mismo os acecha. Quiero ser vuestro pastor, perdonaros, llenaros de paz y gozo, y aseguraros que tendréis una morada en mi Reino`. Ese era el sentido correcto de lo que Jesús consideraba la amistad. De esa manera y no de otra, Jesús sí era amigo de los pecadores que le buscaban y le seguían. [...] Jesús pasó su tiempo de forma placentera con aquellos pecadores que se acercaban a Él arrepentidos. En ellos se regocijaba y los aceptaba. Dios busca a los perdidos, como se ve en las parábolas de la oveja perdida (cf. Lc. 15:1-7), de la moneda perdida (cf. Lc. 15:8-10) y el hijo pródigo (cf. Lc. 15:11-32). Pero la fiesta que se organiza en estos tres casos, tanto en la Tierra como en el cielo, está causada por el arrepentimiento del pecador: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (cf. Lc 15:21). En ninguna de las tres situaciones la fiesta era con el pecador que no anhelaba cambiar de vida y que no se arrepentía, sino para el pecador que sí se arrepentía y ardía en deseos de transformar su vida. Era, y es, así de sencillo”.
Jesús no buscaba la compañía de quien le insultaba. Eran ellos los que iban detrás de Él para buscarle las cosquillas y mencionarle supuestos defectos, siendo incapaces de ver los propios errores y su naturaleza pecaminosa.
Sus verdaderos amigos eran creyentes, como Lázaro, Marta, María, Juan, Santiago y Pedro. Por lo tanto, nada te obliga a ser “amigo” de alguien tóxico, si su actitud es contumaz, mantenida en el tiempo, sin arrepentimiento, y que te afecta directamente para mal en tu vida, siendo ladrones de energía y tiempo.

2) Algunos creen que “amar a los enemigos” es soportar críticas sin fin o dejarse apalear emocionalmente. Nada más lejos de la realidad. Por eso, ten presente que, el hecho de que te alejes de algunos individuos –porque no es posible estar en paz-, no significa que no ames, puesto que el amor se demuestra también aplicando las palabras de Pablo: “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres” (Ro. 12:17).

3) Ten presente que Él dijo que estaríamos en medio de lobos, por lo que fuéramos “prudentes como serpientes, y sencillos como palomas” (Mt. 10:16). Por un lado, esa debe ser tu actitud: prudencia y sencillez. Y, por otro, no te sientas culpable si tienes que apartarte y protegerte de alguna de estas personas con colmillos de lobo. Son ellas las que han causado que lo hagas, no tú.
Pablo le citó a Timoteo cómo sería el carácter del ser humano de los postreros tiempos: “Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella”.  ¿Y qué le recomienda? Que los evite (cf. 2 Ti. 3:2-5). Dicho verbo –evitar-, en el griego original, “que no se encuentra en ningún otro lugar de la Biblia, es bastante fuerte, pues significa ´apartarse con horror`”[1]. Más claro no se puede ser.

4) Para los cristianos, incluso para los que no lo son, las personas tóxicas son como un aguijón en la carne. Pero recuerda: de toda interacción humana, sea positiva o negativa, podemos aprender. Por eso, si lo permites, Dios puede usar estas circunstancias para moldearte y hacerte crecer. Por ejemplo, podrás ver cómo no debes ser ni cómo no actuar, y eso, ya de por sí, es mucho.

5) No olvides que los tóxicos no tienen un problema en exclusiva contigo, sino con todos aquellos que no le dan la razón o no se ajustan a sus actitudes pecaminosas. Esto te liberará, ya que relativizarás lo que pueda decirte y no tomártelo como algo personal. Esto, a su vez, eliminará de ti cualquier falso sentimiento de culpa.

6) Muchos individuos tienen actitudes tóxicas porque lo aprendieron de sus progenitores. Otras resultan ser personas frustradas o heridas –lo sean realmente o no, por la interpretación que han hecho o hacen de sus vivencias pasadas y presentes-, que arrojan su dolor contra aquellos que no tienen nada que ver en el asunto y que consideran que no se van a enfrentar a ellos. Por eso, los tímidos, los mansos, los dóciles, los humildes y los cristianos en general, son sus víctimas favoritas.

7) Son especialistas en crear falsas imágenes de los demás, así las atacan con mayor facilidad; lo que se llama “falacia del hombre de paja”. Digas lo que digas, hables lo que hables, lo hagas o no, actúes de una manera u otra, se lanzarán contra la imagen negativa y autoproyectada que han hecho de ti. Es lo que le sucedió a Jesús cuando le interrogó Anás, el sumo sacerdote: “Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le respondió: Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho. Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote? Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas? Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote” (Jn 18:19-24). Dijera lo que dijera, le iban a abofetear.
Juzgan falsamente las intenciones ajenas, como sufrió el propio David en sus carnes. Fue a llevarle comida a sus hermanos que estaban en la guerra y Eliab, su hermano mayor, en lugar de agradecérselo, le dijo miserablemente: ¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido” (1 S. 17:28).
Sabiendo esto, lo mejor es no hacer caso a las palabras de estas personas sobre ti, ya que no se ajustan a tu verdadero yo, ni tienen valor alguno sus descalificaciones. Por eso, no discutas con ellos ni entres al trapo. En la mayoría de las ocasiones, no es necesario ni que te defiendas. Si insisten, puedes decir algo así: “Eres libre de creer lo que quieras”. Y, a continuación, alejarte, y seguir con tu vida.

8) Ten cuidado de no imitar sus actitudes ni de ser parte de sus temas de conversación cuando versan sobre el vituperio o la calumnia a los demás. El hecho de que alguien te critique por puro placer –ya que verdaderamente lo disfruta-, puede llevarte a comportarte con dicho individuo de la misma manera, creyendo inconscientemente que es un método de autodefensa. Pero eso no funciona, aparte que nadie desea convertirse en lo que no le gusta. Así que no piques el anzuelo y no seas quien no quieres ser. Sé “una persona discreta, que no entra en detalles y que no quiere polarizar a nadie en contra de la persona que le ha maltratado”[2].

9) Pueden engañar a la mayoría, representando un papel de amables, atentos y educados, guardando su cara amarga e inestable ante sus víctimas, que son aquellos que no aceptan sus juegos. Así lo expresa el psicólogo Tomás Navarro, autor del libro Tus líneas rojas: “Un factor que tienen en común muchos perfiles tóxicos, abusivos o narcisistas es que son de una manera para todo el mundo y de otra muy diferente para ti y la verdad es que es toda una faena. [...] Yo siempre he defendido que vistos de cerca nadie es perfecto, pero es que algunos perfiles tóxicos son expertos en presentarse como personas encantadoras, incluso buenas. Si me aceptas un consejo, desconfía de las personas que invierten mucha energía en presentarse como buenas personas, como perfectas o como víctimas. […] algunas personas saben disimular perfectamente sus desviaciones tóxicas, crueles, abusivas, dominantes o psicopáticas para completa desgracia de sus víctimas. [...] ¿Pero cuál es su verdadera personalidad? ¿La tóxica o la afable? Pues la tóxica y lo tienen tan claro y son tan conscientes de lo inapropiado de su conducta y actitud que ya se cuidan mucho de no mostrarlo en público”[3].
Esto puede extenderse a otras áreas de la vida. Tal como apunta Walter Dresel en su obra Yo te manipulo, ¿y tú qué haces?, “es posible que haya buscado o busque todas las formas de dejar mal parada a su víctima en su entorno familiar y social, como un elemento más de su malicia por conservar la autoridad absoluta y alardeando de estar en posesión de la verdad”[4].
También sucede habitualmente en parejas de novios: uno de los dos es tóxico, pero ante la familia del otro parece la personificación de la educación.
No debes extrañarte si otros no son capaces de diagnosticar a un tóxico, y que, por eso, no entiendan que te alejes de tal o cual persona. La razón es muy sencilla: son expertos en camuflar su forma de ser. Por eso son capaces de poner en contra a unos familiares contra otros, hablando mal de ellos a conveniencia.

10) Atento a los emisarios cómplices que se alzan. Por lo descrito en el punto anterior, son capaces de ganar a otros para su causa. Es decir, los convencen de su punto de vista sobre ti, haciéndolos sus emisarios, que hablarán igualmente mal de tu persona, tanto por la espalda como de frente.
Estos emisarios son mentes débiles cautivadas por los tóxicos, ya que les compraron la idea de que son pobres víctimas a las que hay que defender. El resto, los de mente despierta, que no se dejan manipular, no entran en sus juegos.
Como dichas marionetas solo se preocupan en escuchar el otro punto de vista, lleno de sesgos, y no el tuyo, para así comparar y ser objetivo, también deberás tomar distancia de ellos y no prestarle atención alguna a lo que digan o dejen de decir. Quizá algún día sufran en sus carnes a dicho tóxico y, entonces, despierten. Solo así aprenderán.

11) No los busques. Jezabel quiso matar a Elías. ¿Qué hizo él? ¿Se acercó a su casa, llamó a la muerte y le dijo “aquí me tienes para torturarme”? No. Simplemente se alejó. ¿Qué no debería haberse estresado y asustado, hasta el punto de desear la muerte? Bueno, era un hombre como tú y yo, y por eso Dios lo confortó y le animó a seguir adelante. Lo que quiero mostrar es que, de igual manera, si alguien viene a matarnos verbalmente, en alguna ocasión tendremos que confrontarlo (aunque la prioridad será aplicar lo que vimos al final del séptimo punto), pero nosotros no tenemos que ser el que busca al que tiene esas intenciones hacia nosotros. Eso sería de una ingenuidad absurda.

12) Busca la aprobación en Dios y en el cumplimiento de Su Voluntad, no en el de estas personas tóxicas que jamás estarán satisfechas, salvo que te sometas a ellos, algo que ya sabes no debes hacer. No tienes que demostrarles nada ni buscar su reconocimiento, solo el de tu Salvador.

13) Y, por último: guarda tu corazón. Como ya apunté en “¿No te sientes amado por tu madre y/o tu padre? Bienvenido a “Heridas abiertas” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2018/09/no-te-sientes-amado-por-tu-madre-yo-tu.html), “en Proverbios nos encontramos un grandísimo consejo: ´Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida` (Pr. 4:23). Las personas somos como las cebollas: tenemos varias capas. Y no tienes que mostrarlas todas a quien no se lo merece o no se lo ha ganado, se llame como se llame o sea quien sea: “Muchas veces permitimos entrar en nuestro círculo más íntimo a los chismosos, a los envidiosos, a gente autoritaria, a los psicópatas, a los orgullosos, a los mediocres, en fin, a gente tóxica, a personas equivocadas que permanentemente evalúan lo que decimos y lo que hacemos, o lo que no decimos y no hacemos” (Bernardo Stamateas).
Por todo esto, Dios te llama a cuidarte, a protegerte. Jesús mismo lo hacía cuando se alejaba de aquellos que tenían malas intenciones con Él”.
Así que no abras tu intimidad a todo el mundo, y menos a quienes tienen características tóxicas.

Conclusión
Si no te has cruzado nunca con alguien tóxico, o eres extremadamente afortunado, o no te has dado cuenta por considerarlo “normal”. Si es lo primero, será un milagro que nunca te topes en la vida con alguien así. Y si es lo segundo, al leer sus características, te habrás dado cuenta que, ciertas personas que conoces no eran tan normales como creías. Pero, como lo habitual es que te hayas encontrado con alguna o lo vayas a hacer en el futuro, lo mejor es estar preparado para saber cómo actuar en estas situaciones incómodas, que son fuente de estrés y te pueden robar hasta la vitalidad.
Como ya dije al comienzo, aunque la psicología ha catalogado estas actitudes como tóxicas, la Biblia las llama por su verdadero nombre: pecado, porque atentan directamente contra la voluntad expresada claramente por Dios en Su Palabra. Por lo tanto, la respuesta debe ser la misma que ante cualquier otro pecador, ajustando la respuesta a la situación en particular.
Junto a estos dos textos bíblicos, “amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” y “no seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Mt. 5:44, Ro. 12:21), las pautas que he mostrado son bastante claras. El cómo aplicarlo en concreto depende de cada caso, y eso deberás verlo sobre la marcha y reflexionar al respecto, pidiéndole a Dios sabiduría práctica.
La persona tóxica cree que los que soportan sus actitudes se olvidan de sus numeritos y de todo lo que acontece aquí y allá. Y eso es un terrible error de apreciación que tienen. Nadie puede suponer que, al lanzar una granada y hacer explosión, no va a provocar efectos. Nadie, en su sano juicio, tiene que soportar indefinidamente a otra persona cuando sus deseos no son satisfechos o no todo es como desearían. Dicha relación no puede permanecer igual.
Si no te queda más remedio que compartir tiempo y espacio con algún individuo de los que hemos expuesto en esta serie de escritos, sea en la familia o en el trabajo, aprende a mantener las distancias en el trato y aplica los puntos desarrollados. Sé cortés, pero si tienes que ponerte firme en alguna ocasión –sin dejarte llevar por la ira-, elige bien tus palabras, el tono y las formas, y hazlo con ese espíritu de dominio propio que Dios te ha dado (2 Ti. 1:7).

lunes, 9 de diciembre de 2024

Cuatro pasos concretos para cambiar tus propias actitudes tóxicas (2ª parte)

 


Venimos de aquí: ¿Cuáles son las características de las personas tóxicas? (1ª parte): https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/12/cuales-son-las-caracteristicas-de-las.html

No es nada fácil que una persona acepte que es tóxico o que tiene algunas actitudes que lo son, ni tampoco es usual que se tomen el tiempo necesario para analizar las problemáticas que ellos mismos han provocado. Por eso, si es tu caso y has llegado hasta aquí, te felicito sinceramente. Ahora, te animo a seguir adelante en este proceso de cambio. Vamos a analizar qué puedes hacer al respecto.

Como apunté en la primera parte, dicho escrito no tenía la intención de “cambiar a otros”, sino averiguar:

1) si hay personas tóxicas a nuestro alrededor, en mayor o en menor grado.

2) modificar aquellas conductas tóxicas con las que el lector se pudiera sentir identificado, fueran muchas o pocas.

Lo habitual dentro de la literatura y los ensayos que se encargan de analizar este tema es centrarse en cómo comportarse ante esta clase de individuos. Y sí, en el tercer y último escrito, también lo haré, pero, para mostrar en primer lugar que Dios Padre envió a Su Hijo a buscar a los perdidos, prefiero dedicarme ahora a aquellos que quieren cambiar, antes que buscar cómo evitarlos o a alejarse de ellos.
Es triste que los ensayos sobre los individuos tóxicos dejen a un lado el intento de ayuda. En lugar de demonizarlos o darlos por imposibles, deberían esforzarse en hablarles a la mente y al corazón. ¿Si luego no quieren modificar sus actitudes? Nuestra única responsabilidad es mostrarles qué pueden hacer. Lo que hagan o dejen de hacer, está fuera de nuestro ámbito.

Los siguientes pasos
Ahora que has decidido “darte la vuelta” y rehacer aspectos muy concretos de tu ser, que sabes que no te hacen ningún bien, y tampoco a los que se relacionan contigo, lo mejor es volver a señalar esas características que vimos en el anterior escrito y ver qué hacer con cada uno de ellos.

1) Del egocentrismo a la igualdad con el prójimo
Debes aprender que nadie está obligado a acceder a tus peticiones si no lo desea, por lo que el enojo y la ira están de más, ni que tus sentimientos hacia ellos deben depender de un o un no. Y, dado el caso, no tienes que usar el chantaje emocional para lograr tus deseos. Habla, pide por favor, solicita si es posible, y que los demás decidan qué hacer al respecto.
No eres el centro del universo. Entre los millones de personas que han habitado este planeta y lo harán, eres uno más, con sus virtudes, defectos y circunstancias personales, algunas positivas y otras negativas, pero no más importantes. Eso significa que los demás no deben girar en torno a ti. Interésate realmente por las vidas ajenas, conoce a las personas realmente, y no buscando sacar rédito de ello. Pregunta qué piensan y cómo se sienten ante sus vivencias; no por cotilleo, sino por interés genuino. Así dejarás a un lado tanto “yo” y podrás centrarte en el “tú” y en el “nosotros”. De esta manera, encontrarás con los que puedas tener una relación de reciprocidad, de igual a igual.
En lugar de querer saltar a la mínima para hablar de ti, escucha de verdad y tómate tu tiempo para oír qué dicen: “todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar” (Stg. 1:19).
La vida no es una competición contra nadie para “demostrar” que eres “bueno” o “mejor” que otros. Ni contra amigos, conocidos, compañeros de trabajo ni familiares. Así que rehuye dicha forma de comportarte.
No te compares con los demás, puesto que cada uno tiene sus virtudes y defectos. Los primeros para usarlos y los segundos para ir quitándolos: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros (Fil. 2:3-4).
Por último: ante comportamientos tóxicos, no te excuses; discúlpate con sencillez de espíritu cuando las cometas contra otros.

2) De criticones a animadores
Tienes que ser consciente que no hay conversación más banal que aquella que gira continuamente sobre la crítica a los demás. Señalar hechos puntuales y de gran relevancia son necesarios. De lo contrario, no podríamos ni siquiera hablar de aquellas heridas que nos pueden llegar a provocar los que nos rodean. Pero de ahí a estar, día tras día, observando cada mínimo fallo ajeno y convirtiendo un grano de arena en montañas, existe un abismo.
También es importante que, antes de señalar un defecto o error en otra persona, te asegures que son objetivamente reales y no fruto de tus sesgos u opiniones ajenas, y que tú no tienes el mismo u otro peor. Y sí, hay que ser muy frío y cerebral para lograrlo, pero lo contrario es cometer una flagrante injusticia. Y si no se dan esos requisitos, lo mejor es callarse, porque si no volverás al error de siempre: mirar la paja ajena y no ver la viga propia. Además, que tus críticas sean constructivas y en asuntos relevantes, no en sandeces que se pueden pasar por alto. Y siempre, siempre, que sea con ánimo correctivo y no tengan la intención de destruir a nadie, ni el querer quedar por encima, puesto que eso te conduce a la soberbia. 
Por último, en lugar de guardar una lista mental de los fallos que las personas han cometido en sus vidas para sacarla a colación cuando te convenga, esfuérzate en ver sus aciertos y aspectos positivos. Y no tengas problemas en reconocerlo.
Hay decenas de temas en la vida –Biblia, experiencias personales, sentimientos, viajes, libros, películas, series, aficiones, deportes, temas sociales, etc.- como para  malgastar tu tiempo y energía en buscar y rebuscar fallos en otros, y que muchas veces ni resultan serlo o son nimiedades.
Por tu propio bien y el de todos los que te rodean: deja de traficar con la información que otros te confían o que conoces de ellos. Dice en Proverbios 11:13 que “el que anda en chismes descubre el secreto; mas el de espíritu fiel lo guarda todo”. Sé de espíritu fiel, y niégate cuando quieran sonsacarte intimidades que sepas de otros individuos.

3) De la falta de autocrítica a examinarte y a dejar que Dios lo haga
Como ya vimos, lo primero que tiene que hacer una persona que desea cambiar de pies a cabeza su ser interior, es pedirle a Dios que le examine, y que sea Él quien le muestre esos aspectos que no concuerdan con Su voluntad, que es buena, agradable y perfecta (cf. Ro. 12.2).
Cuando eso suceda –si lo haces de corazón-, Dios te los mostrará, por lo que no te justifiques ni digas más “es que soy así”. Eso sería un acto de inmadurez. La corrección tiene el propósito del crecimiento, no de “quedarse igual”.
Menos justificaciones y más acción. Menos mirar al prójimo y más a uno mismo. Menos querer cambiar a otros y más esforzarse por ser la mejor versión propia. Menos examinar a los demás y más pedirle a Dios que lo haga contigo. Que uno de tus lemas sea el de este Salmo: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (139:23-24).

4) De víctima a luchador
Sí, estoy seguro de que en tu vida han ocurrido sucesos llenos de dolor. No hace falta enumerarlos, puesto que tú los conoces bien. Y cada uno de ellos tiene su importancia y hay que tratarlos como se deben, sin infravalorarlos ni quitarles el espacio que les corresponde para que haya sanidad emocional. Pero también te digo que no puedes hacer que tu vida gire en torno a ese dolor y abrazarlo como si fuera tu cónyuge. Si estás en medio de un proceso doloroso, y para no salirme del tema que estoy tratando en estos escritos, te dejo aquí dos artículos sobre el dolor, la tristeza y la depresión, y cómo afrontarlo todo: “Alma salvaje: Cuando el dolor puede convertirnos en la mejor o en la peor versión de nosotros mismos” (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/06/alma-salvaje-cuando-el-dolor-puede.html) y “¿Qué puedes aprender de la crisis del coronavirus? Que debes elegir VIVIR en lugar de dejarte consumir por el dolor” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/06/9-que-puedes-aprender-de-la-crisis-del.html).
Volviendo al quid de la cuestión, no vivas como si tu dolor fuera el más grande que jamás ha existido y tus vivencias peores que las de ningún otro ser humano. Cada persona que ha vivido en el pasado, vive en el presente y vivirá en el futuro, tuvo/tiene/tendrá experiencias también desagradables, más o menos graves que las tuyas, pero no por ello despreciables. Por eso no te presentes un día tras otro en la vida como un mártir, porque son las personas que, con el tiempo, más suelen sobrecargar, y estoy seguro de que ese no es tu deseo. 
También es hora de que dejes de culpar a todo el mundo de lo que te ha acontecido en la vida; sobre todo si tu mismo lo has causado, aunque sea en parte, por malas decisiones que tomaste en el pasado. Si es el caso, asume el porcentaje de responsabilidad que te corresponda y aprende la lección para tu propio crecimiento, en lugar de arremeter contra los demás y rumiar en tu mente contra ellos.
Recuerda que no eres mejor que nadie, y que tus errores y aciertos tienen la misma validez que los del prójimo: no son ni más ni menos importantes. Viéndolo así, dejarás de magnificar los fallos de los demás y de minimizar los propios. Así que céntrate en desarrollar tus puntos fuertes y en corregir los desaciertos y pecados que hay en ti, en lugar de querer cambiar a otros: Nadie tenga un concepto de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado” (Ro. 12:3).

Conclusión
¿Qué es fácil llevar a cabo lo reseñado? Ni mucho menos, y visto así de golpe puede resultar hasta desalentador. Pero tienes que tomártelo como algo a medio y largo plazo, sin prisas, pero sin pausa, donde cada día sea una motivación para seguir adelante y cambiando a mejor.
A cada paso, irás cambiando actitudes, pensamientos, formas de actuar, de relacionarte, de hablar y de intereses, hasta el punto en que llegue el día en que no reconocerás tu yo pasado. Conforme más obedezcas las enseñanzas bíblicas, más pequeño se hará esa parte tóxica que ha caminado a tu lado hasta el día de hoy. Y si no conoces a Dios ni has nacido de nuevo, es el momento de hacerlo. De lo contrario, las soluciones que te he mostrado solo serán parches, pero no cambiarán tu alma ni tu destino eterno.
Una vez hecho, confía en esa promesa que Dios mismo nos hace a todos los que le seguimos: “el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6). Y para ello debes dejar que te moldee por medio de Su Palabra. La parte que te toca es obedecerla.

Continúa en ¿Qué debes hacer cuando te encuentres con personas tóxicas que no quieren cambiar? (3ª parte): https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/12/que-debes-hacer-cuando-te-encuentres.html 

lunes, 2 de diciembre de 2024

¿Cuáles son las características de las personas tóxicas? (1ª parte)

 


En la última década, se ha producido una especie de boom en el mercado literario de obras que tratan sobre la toxicidad en las personas, cuáles son sus “cualidades” (en sentido negativo) y cómo afrontar la situación si conoces a alguna. En mi caso, quiero plantear esos dos aspectos, e ir más allá en un tercero: qué puede hacer alguien tóxico si quiere dejar de serlo.
Lo llamativo es que, sin usar el término tóxico en ningún momento, la Biblia ya habla ampliamente sobre este tipo de individuos y qué hacer al respecto. En su punto de partida, la enseñanza psicológica y la bíblica difieren sobre este tema:

- La primera enseña que el ser humano “no presenta toxicidad alguna” y que la misma es fruto de las circunstancias y de la educación recibida. Como dijo el filósofo francés Rousseau: “El hombre nace puro y la sociedad lo corrompe”. Es decir que “la sociedad es la responsable, no nosotros. Los culpables entonces pueden ser los padres, los gobernantes, los cónyuges, los jefes, etc., o todos ellos juntos; pero nunca nosotros. Nosotros únicamente hemos sido víctimas inocentes de las circunstancias que nos ha tocado vivir [...] (la realidad es que) desde Adán culpara a Eva y ésta, a su vez, a la serpiente cuando Dios les pidió cuentas de sus actos, esta forma de lavarse las manos ha estado a disposición de todos los hombres”[1].

- Por su parte, la segunda muestra claramente que traemos de serie una toxicidad llamada pecado, y luego, según el camino que cada uno decida tomar en su vida, cómo afronte los eventos vitales que se le presenten –tanto los positivos como los negativos-, dará como resultado un mayor o menor número de obras “tóxicas”. Por eso, ante circunstancias similares o iguales, dos personas pueden haber formado un carácter completamente opuesto. Bien lo resumió Viktor Frankl, un psiquiatra judío superviviente de los campos de concentración nazis (y del que hablé en “Mi historia: Buscando el sentido a la existencia: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/04/mi-historia-buscando-el-sentido-la.html), con estas palabras: “Observábamos y éramos testigos de que algunos de nuestros camaradas actuaban como cerdos, mientras que otros se comportaban como santos. El hombre tiene dentro de sí ambas potencias; de sus decisiones y no de sus condiciones depende cuál de ellas se manifieste. Después de todo, el hombre es ese ser que ha inventado las cámaras de gas de Auschwitz, pero también es el ser que ha entrado en esas cámaras con la cabeza erguida y el Padrenuestro o el Shema Yisrael en sus labios”[2].
Mientras que la psicología los clasifica entre egocéntricos, pesimistas y negativos crónicos, acusadores, faltos de empatía, chismosos, envidiosos, juzgadores, carentes de autocrítica, etc, Pablo hizo diversas listas al respecto:

- “hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella” (2 Ti. 3:2-5).

- “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas(Gá. 5:19-21).

El humanismo le ha cambiado el nombre a algunas de las citadas para no culpabilizar al ser humano ni hacerlo sentir mal, pero siguen siendo contrarias a la voluntad de Dios.
Con todo esto, se observa por enésima vez y se demuestra que, cualquier enseñanza meramente humana, se limita a copiar lo que Dios ya reveló en Su Palabra a través de personas elegidas por Él.

Algunas matizaciones
Antes de nada, debemos dejar bien claro algunas ideas. Cuando leemos la expresión “persona tóxica”, nos imaginamos a una especie de ogro, continuamente gritando, bufando y rabiando por doquier, golpeando a todo el mundo con el que se cruza. Eso es una exageración de la realidad, ya que alguien así sería más bien un psicópata. Se puede ser tóxico y, a la vez, tener sentido del humor, inteligencia y un grado más o menos correcto en lo que respecta a la ética y moral.
No todas las personas tóxicas tienen la totalidad de los rasgos que aquí vamos a describir. Pueden ser uno, varios o muchos. Además, y esto es muy importante resaltarlo: no todos ellos se comportan de forma tóxica en todo momento, en todo lugar y ante todo el mundo. Puede ser algo esporádico o ante situaciones muy concretas. Por lo tanto, existen diversos grados, donde las actitudes tóxicas se manifestarán de forma “poco frecuente” hasta “muy frecuentemente” ante ciertas personas y en determinadas ocasiones. 
En otros casos, y aunque en términos generales no sean individuos completamente tóxicos, sí tienen algunas actitudes que lo son y sobre las que deberían trabajar desde el mismo momento en que son conscientes de ellas o alguien les avisa de que las poseen.
Añadamos que una persona no es tóxica per se porque no te guste su carácter o porque no tengas apenas nada en común con ella. Y también tengamos en cuenta que pueden ser maduras en ciertas áreas, que pueden desempeñarse en la vida con soltura (tener un trabajo, ser padre o madre, usar responsablemente el dinero, ser buenos profesionales), pero que eso no quita que tengan peculiaridades dañinas y, por lo tanto, áreas de su ser emocionalmente inmaduras, aunque la edad biológica indique lo contrario. Como lo he repetido en un millón de ocasiones, lo volveré a hace: los años no cambian por sí mismos a nadie; solo reafirman el carácter que ya se posee, a menos que, concienzudamente, se revise partes muy concretas para modificarlas.

Características
Para empezar, analizaremos cómo son y cómo suelen comportarse. A posteriori, en el tercer artículo, veremos la parte que nos corresponde para protegernos de ellos, según las amplias y claras enseñanzas de las Escrituras.
Posiblemente haya más singularidades, pero vamos a centrarnos en cuatro de ellas, y que muchas veces se entremezclan:

1) Egocéntricos
Creen que deben ser el centro de todo y los demás estar a su servicio en cualquier circunstancia, en el momento en el que consideren oportuno. Por eso no les gusta que se les lleve la contraria o que se les diga que “no”. De ahí muchos de sus enojos y ataques de ira. Con ellos, la relación dependerá siempre de que accedas o no a sus peticiones: “sí”: todo irá sensacional; no: todo se convertirá en un infierno. Por eso te aman hasta que les dices que no a algo. El sentimiento pasa del aprecio al desprecio en cuanto les dicen que no o cuando no les dan la razón.
Lo que hacen por los demás tiene un interés oculto, ya que lo hacen para recibir algo a cambio cuando a ellos les convenga, y que se cobran con intereses.
Cuando se apegan a los demás, no es porque les interesen, sino para que les hagan sentir bien en aspectos como en la atención a sus problemas, búsqueda de ciertas comodidades materiales, el placer, el ocio en general o la sexualidad. Son interesados, ya que te buscan solo cuando te necesitan para alimentar su ego o sus necesidades.
No dejan de hablar de sí mismos (“yo”, “pues a mí”, “fui/hice/hablé”), y cuando alguien cambia el tema o se desvía de lo que a ellos quieren, dan un giro para que se vuelva a comentar sus palabras, aventuras y desventuras, que son las únicas que les importan. De ahí que busquen aliados que les escuchen y se pongan de su parte. Lo que estos compinches no saben es que están siendo usados, y serán desechados, vilipendiados y ninguneados cuando dejen de compartir los postulados de la víctima.
Son como las sanguijuelas: te extraen la sangre mientras te controlan, y así se aprovechan de ti empleando mil trucos, siendo el chantaje emocional el más destacado. Cuando dan algo y llevan a cabo cualquier acción por los demás, no lo hacen por mera dadivosidad, sino buscando una “recompensa”: piropos, halagos, regalos o “veneración”.

2) Juzgadores y criticones profesionales
Como lo que suelen desear es que hablen de su persona, qué mejor que hacerlo mal de los demás, para así quedar por encima. Son profesionales en encontrar la paja en el ojo ajeno, pero resultar ciegos ante la propia viga. Mientras magnifican hasta el extremo las faltas ajenas, minimizan las propias.
Poseen una sorprendente memoria selectiva, ya que apenas recuerdan sus errores, pero los ajenos lo hacen con todo lujo de detalles, hasta las nimiedades, que otros hicieron años atrás. Esto las lleva a ser rencorosas.
Si te echan la cruz, todo en ti lo ven mal. Incluso las buenas acciones que puedas llevar a cabo las considera malévolas o con intenciones ocultas.
Cuando los demás cometen un error involuntario, estas personas creen, y así lo hacen saber al que yerra, que dicha falta ha sido cometida “con mala fe”. Sin embargo, cuando son ellos los que fallan, sea en un asunto menor o en uno grave, señalan que “ha sido sin querer” o que “no se han dado cuenta”. Lo que se aplican a sí mismos, no lo aplican al prójimo.
Se suele decir que, por norma general, suelen ser personas culturalmente pobres, con poca o nula riqueza interior, donde la lectura de buenos libros no es parte de sus intereses, y que se suelen centrar expresamente en los asuntos triviales de la vida y del mundo de la farándula. Es evidente que, en personas así, las posibilidades de encontrar toxicidad aumentan, ya que “una mente vacía es la oficina del diablo”. Ahora bien, no es ni mucho menos cierto que sea algo exclusivamente de ellos. Individuos con estudios superiores, amantes de la literatura o con deseos profesionales de superación, suelen tener también comportamientos erráticos, cayendo ante sus semejantes en la soberbia, el orgullo, el maltrato psicológico, los complejos de superioridad, entre otros, por lo que juzgan con grandes dosis de severidad, hasta en los temas más pequeños, sintiendo desprecio a los que no piensan o actúan como ellos, tratándolos como inferiores. Y como siempre encuentran algo que no les agrada en los demás, se dedican a señalar una y otra vez sus supuestos defectos y errores.
Envidian a las personas tranquilas, pacíficas y que se toman la vida como un paseo tranquilo y no como una carrera de obstáculos como hacen ellos, llenos de ansiedad. Un retraso de cinco minutos en una cita o una reunión lo toman como el Apocalipsis. Por eso las critican con virulencia. Entre sus objetivos principales se encuentran los cristianos, tanto si son conocidos como familiares, con los que no comparten sus mismos valores ni ocupan el tiempo en sus mismas actividades. Para ellos, el servicio que hacemos a Dios, según los dones de cada uno posee, carece de sentido y es una pérdida de tiempo, como si no hiciéramos nada útil.
Magnifican cada falta ajena, sea real, imaginaria o fruto de sus propios prejuicios, lo que les lleva en muchas ocasiones a inventárselos, aunque en sus mentes los crean reales. Lo irónico es que se ofenden profundamente cuando alguien señala los suyos. Comentan todo y de todos, y se entrometen en asuntos que no les incumben, algo que, curiosamente, les ofende que se lo hagan a ellos. Por eso cité al principio una paráfrasis de la paja y la viga.
Lo peor de todo es que esta característica tóxica está tan arraigada en sus corazones, que casi siempre juzgan sin conocer realmente a los demás, solo por las apariencias o por cuatro detalles en los que se han fijado, absortos en sus propios sesgos de confirmación.
Envenenan la mente de los que les rodean. Y esto se nota rapidamente cuando personas con las que no tienes ningun problema comienzan a pensar mal de ti.
Por esto, sus conversaciones favoritas son aquellas en las que hablan de otros para criticarlos y husmear en sus vidas, sobre todo en los aspectos que consideran negativos. Les encantan los rumores –sean ciertos o falsos-, y luego, empezando sus frases con “me he enterado de que”, van esparciendo sus historias a diestro y siniestro con aquellos que quieren oírlas o ante los que son como ellos. Se sienten en su salsa y realmente lo disfrutan: sus caras y multitud de microexpresiones faciales les delatan. Eso sí, siempre por la espalda, lo que denota una gran cobardía, actuando desde las sombras y ante la ausencia de las personas citadas, que no pueden defenderse.
Se pasan buena parte del tiempo buscando faltas, llegando al extremo de hablar en susurros consigo mismos, rumiando de todos aquellos individuos que caminan por sus mentes. Intentan llenar sus vacíos a través de los chismes, la murmuración, la calumnia y la negatividad sobre los demás, lo cual es, sin duda alguna, una enfermedad del alma.
El hecho de compararse con todo el mundo, les lleva a caer a veces en la soberbia –al sentirse mejores y superiores-, y en otras en el autodesprecio, cuando se observan inferiores o fracasados. Viven continuamente en una competición interna con los demás, como si necesitaran demostrar que “son mejores”.
Son traficantes de información. ¿Qué quiero decir con eso? Que mueven de un lado a otro las intimidades o secretos contados en confianza. Por eso mismo, no son de fiar, ya que los secretos que tú les cuentes se los contará a otros, y los de ellos a ti. Eso sí, para sonsacarte, te dirán previamente que no los revelarán... mentira.

3) Ausentes de autocrítica
La habilidad que poseen –puesto que llevan años practicándola- para encontrar defectos en el prójimo, desaparece como por arte de magia a la hora de hallar, identificar y reconocer los propios, camuflándola bajo esa otra frase pseudo moralista que dice que “todos tenemos defectos”. De ahí que nunca pidan perdón, puesto que siempre tienen una palabra para justificar sus comportamientos.
Por eso, la dificultad máxima para que modifiquen sus actitudes tóxicas se encuentra en que suelen negar la realidad. Tienen un verdadero problema para reconocerlo. Su capacidad de autocrítica es mínima, miran para otro lado o se escudan en expresiones del estilo “es que yo soy así”, “es mi forma de ser”, “¿Y tú qué?”, “Por que tú...” o “si no te gusta, te aguantas”. Sin saberlo, esto es una forma de manipulación y chantaje: “si no haces lo que yo te digo y ahora, es que no vales nada”, “si no te agrado, te vas de mi vida”.
Cuando se les hace ver con asertividad que se han equivocado o que están errados, y que, ni mucho menos, estás de acuerdo, se muestran reaccionaros y saltan al contraataque: a veces con virulencia, incluso con arrebatos de ira verbal, con gestos muy expresivos de desaprobación o empleando palabras vulgares, hasta el punto de que te pueden retirar el habla hasta que se enfríen, y hagan como si nunca hubiera pasado nada.
Aunque desconozcan el concepto en sí, suelen emplear una técnica llamada “luz de gas”: aunque lleves razón, te dicen que eres tú el que “está loco”. Hasta ese punto distorsionan la realidad, siendo otra manera de manipulación psicológica y emocional.

4) Se presentan como víctimas
Viven tan ensimismados en sí mismos, que solo existe “su dolor”, “sus circunstancias”, “sus sentimientos”, “lo que han sufrido o “sufren” y lo que “les han hecho”, aferrados a todo ello de tal manera que son incapaces de pasar página cuando la adversidad llama a la puerta de sus vidas. También es muy habitual que cualquier minucia la conviertan en un drama y en un problema gigantesco.
Al creer que son el centro del universo, todas las vivencias del resto de personas son menos importantes que las suyas. Es la manera en que tienen de lograr, o al menos intentar, la atención que buscan, aunque sea por medio de la compasión que otros pueden experimentar hacia ellos. Por eso se sienten tan bien con los que les escuchen y se regodean en su dolor. Eso sí, terminan hastiando a la mayoría de los que les rodean, porque tanto “rol de mártir” y sus necesidades sin fin consumen las energías de cualquiera.
Usando casi siempre el chantaje emocional, culpan a los demás de todas sus desgracias y nunca de sus propias malas decisiones. El problema siempre es el prójimo, que está equivocado y hace las cosas mal; nunca ellos, por lo que consideran que las quejas que manifiestan son merecidas. Esto hace que sean especialistas en manipular, en destruir autoestimas y en crear sentimientos de culpa.
Con la excusa de la “sinceridad”, no se esfuerzan en pensar cómo afectarán a los demás sus palabras y actitudes –por lo que la empatía, aunque no carecen de ella, puesto que eso sería sicopatía, no es su fuerte-, y arremeten con todo cuando así lo ven conveniente. Como un tigre enjaulado, sacan las garras cuando ven amenazado el territorio que suponen les pertenece.
Puesto que solo existe una verdad –la suya-, usan la información de forma sesgada, al mostrar únicamente la que deja en mal lugar a sus “contrincantes” y en buen lugar a ellos. Así, implícitamente, se presentan ante el mundo como “buenos”, “mejores” o, en el caso concreto que estamos viendo, como “víctimas”. Al calificar sus errores como nimios y los de los otros como máximos, expresiones como “lo siento” o “perdóname, me he equivocado”, no existen en sus vocabularios. Y, si rara vez llegan a expresarlas, lo hacen con la boca pequeña y sin sentirlas realmente.
Aquí comparten un rasgo en común con los maltratadores: creen que los demás pasan por alto el carácter corrosivo que poseen por llevar a cabo algún acto de servicio o hacer un regalo, como si eso demostrara una bondad suprema. La realidad es que estas buenas acciones no quitan nada de lo nocivo no hacen cambiar la opinión que se tiene sobre ellos.
A los que están a su lado, dicen amarlos, aparte que son amables con ellos, pero es un afecto artificial, ya que, en el momento en que disienten y se cansan de sus vaivenes emocionales, se acaba todo. Ese supuesto afecto se convierte en desapego, indiferencia, e incluso odio. De alabar a esas personas a ningunearlas, por lo que, en este aspecto, también son emocionalmente bipolares.
¿Son víctimas? Sí, pero no de los demás sino de sí mismos: de su naturaleza caída y falta de redención, de su falta de inteligencia emocional, de sus malas decisiones, de su mala cabeza, de sus impulsos, de su falta de capacidad para controlar sus pensamientos y palabras, de depositar su fe en supersticiones y en creencias paganas. Todo eso lo padecen ellos y los que les rodean.

Conclusión
A medio y largo plazo, no son personas de trato fácil. Mientras entres en sus normas y aceptes su forma de ser, no habrá problemas, pero estos surgirán en cuanto comienzas a confrontarlas.
Dado que poseen una baja tolerancia a la frustración y un escaso autocontrol emocional y verbal, suelen vivir en los dos extremos: euforia y risas, o depresión y lágrimas. No son la lógica y el raciocinio sus guías, sino las emociones, y por ellas son arrastradas y engullidas.

Continúa en Cuatro pasos concretos para cambiar tus propias actitudes tóxicas (2ª parte): https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/12/cuatro-pasos-concretos-para-cambiar-tus.html 


[1] Rojas Marcos, Iván. El escándalo del cristianismo. Clie. Pág. 101.

[2] Ibid. Pág. 103.