sábado, 11 de marzo de 2023

Los cristianos y el ejercicio & “Mente sana en cuerpo sano”

Dejando a un lado alguna enfermedad que se da en una parte de la población, la causa principal que motiva el sobrepeso en la inmensa mayoría de personas es la mala alimentación y la falta de ejercicio físico. “Comida sabrosa” no es sinónimo de calidad nutricional. Esto lo vemos en la bollería industrial, en los ultraprocesados, en las grasas trans, en los embutidos, en el abuso de frituras y en el consumo diario de azúcar. Ahí se ven las barriguitas estilo Homer Simpson, los michelines que sobresalen por encima del pantalón o de la falda, los “traseros” tamaño XXL (tanto en hombres como en mujeres), y en la grasa que anida por doquier en cualquier parte del cuerpo. Pero aún es peor cuando se usa todo eso en momentos de ansiedad como una especie de  “refugio” o “escapatoria”.
Como casi siempre he estado delgado y he hecho deporte, no le concedía ninguna importancia a lo que comía. Así que podía engullir de una tacada un paquete de doce pasteles de chocolate o una cantidad innombrable de huevos fritos. Pero hace poco más de dos años, aprendí por las malas y tuve que reorganizarlo todo. No me quedó otra. Me costó porque era empezar de cero e informarme de mil cosas, y encontrar sabores que me gustaran especialmente. Los resultados han llegado poco a poco, tanto con el volumen de entrenamiento que puedo llevar a cabo como en salud, con analíticas que incluso son muchos mejores que cuando era más joven. Y todo comiendo bastante (creo que más que nunca), sano y sin nada que no me guste.
Muchas personas creen que hay que ponerse a dieta para perder grasa, pasar hambre y comer solo pollo y lechuga. Pero eso dura unos días o, como mucho, semanas, hasta que viene el atracón. No he hecho dieta en mi vida ni pienso hacerla. Basta con comer en función de las necesidades calóricas de cada uno. No es lo mismo el gasto calórico de alguien que se pasa todo el día sentado en una oficina, que una ama de casa o un barrendero. Por eso es algo individualizado, y copiar a los demás es una pérdida de tiempo. Si comemos X+ y gastamos X++ por medio del ejercicio, obviamente adelgazaremos y nos pondremos más fuertes si viene acompañado de un entrenamiento, por lo que no es necesario “comer menos” sino “gastar más calorías”. Pero lo que suele suceder es lo contrario: comer X++ y gastar X+, por lo que los resultados suelen ser el cuerpo de la “gallina Caponata”.

Los dos extremos
Con el tema de la alimentación y el ejercicio suelen darse dos extremos:

1) Al que le da igual todo, que no hace nada para fortalecer su cuerpo porque piensa que el simple hecho de levantar una pesa es para los culturistas fanáticos y dopados, que come azúcar como si no hubiera un mañana, mientras mira con cara de asco al que come sano. En este grupo hay incluso cristianos que te citan a Pablo para apoyar su pereza: “Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso” (1 Ti. 4:8), olvidando que, dichas palabras, en su contexto, quieren decir que, “comparado con la piedad”, es poco provechoso al ser temporal, pero en ningún momento va en contra del deporte en sí, ni son una apologética al autoabandono y el descuido. Omitir los beneficios de la producción de endorfinas en nuestro organismo –incluyendo en el estado de ánimo-, es rechazar parte de la propia creación de Dios que hizo en nuestro beneficio, como expliqué en ¡Vive! Disfrutando sanamente (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/01/81-vive-disfrutando-sanamente.html).

2) El que vive obsesionado por los kilos, las calorías, la delgadez, el comer poco o, por el contrario, con el exceso calórico, la musculatura y la definición extrema, como expuse en “¿Cuáles son tus sueños para este año? ¿Y para el resto de tu vida? & ¿Todos merecen la pena? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2019/01/10-cuales-son-tus-suenos-para-este-ano.html). Darse un antojo de vez en cuando no mata a nadie. El problema es cuando ese “antojo”, esa comida grasienta o la que no aporta nada, se convierte en la base de la alimentación o en buena parte de ella, sea en el desayuno, almuerzo, merienda o cena.

Puesto que ninguno de nosotros se está preparando para ir a los Juegos Olímpicos, no es modelo ni actor, la clave está en el equilibrio, y en esa conocida frase del poeta Juvenal: “mente sana en cuerpo sano”. Ambas van de la mano. No se puede cuidar la mente y descuidar el cuerpo, como tampoco se puede cuidar el cuerpo y descuidar la mente. Leer mucho y hacer ejercicio/comer bien deben ir de la mano. Además, si somos un cuerpo, y él es el Templo del Espíritu Santo, habrá que cuidarlo, ¿no? Todo lo demás son excusas. Si toda la vida te han enseñado que dos más dos son cinco y de adulto descubres que son cuatro, sería de necio seguir creyendo lo primero. Si toda la vida te han enseñado que hay que “rezarle” a figuras religiosas, “santos” o “ángeles”, y de adulto descubres que Dios enseña en la Biblia todo lo contrario, sería igualmente necio seguir haciendo lo primero. Pues con la comida exactamente lo mismo. Comer mal sabiendo la verdad, es pura negligencia e irracionalidad, y más hoy en día con todas las alternativas que hay en cualquier supermercado.

Conclusión
Recuerda que nunca es tarde para comenzar, ni la edad excusa. Además, ten presente que el ejercicio aeróbico ejercitará tu corazón, pero que los músculos de tu cuerpo necesitan de ciertos ejercicios de fuerza, en mayor o en menor grado. Tu calidad de vida, tanto presente como futura, dependerá de esos tres factores: nivel aeróbico, nivel muscular y alimentación.
Como mi intención no es convencer a nadie de nada, ni en este tema ni en ninguno, sino en llevarle a la reflexión personal, me limito a mostrar la realidad. Y ahora, que cada cual haga lo que quiera.  

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