lunes, 10 de febrero de 2020

10.9.1. ¿Cómo repercute el paso del tiempo en una relación?: Diferencias entre el enamoramiento y el amor


Venimos de aquí: ¿Cómo deben protegerse los novios cristianos en lo que respecta al plano sexual? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2019/11/108-como-deben-protegerse-los-novios.html).

Es indudable que el tiempo repercute, en un sentido u otro, a cualquier tipo de relación humana, sea entre familiares, amigos o parejas. Hay días en que ves a tu ser más querido y te sientes muy unido a él. Te alegras de que sea parte de tu vida y lo abrazas fuertemente. Pero, días después, apenas hay ilusión en el saludo. Nada se remueve por dentro, ni siquiera te emociona su compañía. ¿Significa eso que ya no lo quieres? Todo lo contrario: el amor sigue presente. Lo que sucede es que las emociones, al igual que el estado de ánimo, son fluctuantes. En las parejas viene a suceder lo mismo. Esto es irrebatible también en una relación, aunque por los primeros meses o años crean que ese estado va a perdurar eternamente. Hay personas que piensan que tener pareja será el Paraíso sin fin en la Tierra: miradas cómplices eternas, unidad de pensamiento en todo, etc. Creen que el furor del enamoramiento será el motor que los impulsará siempre. Este concepto básico conduce a una cantidad de problemas tan marcados que suelen terminar en muchos casos en la disolución de la relación.

La diferencia entre el enamoramiento y el amor
Quizá no comprendas la diferencia entre el enamoramiento y el amor, o no te hayas parado a pensar objetivamente en ello. Por eso lo primero que haré será explicarlo para que entiendas a qué me quiero referir, aunque si has experimentado ambos estados sabrás a qué hago alusión.
El enamoramiento es una emoción que surge de manera involuntaria. Un día no estaba y al día siguiente es parte de ti, como si ese sentir llevara toda la vida en tu corazón. Pero, igual que viene, se puede ir en cuestión de horas. Por norma general, suele ser irracional, ya que es difícil explicar muy bien las causas objetivas que llevan a experimentar tales sentimientos. Por lo tanto, es bastante subjetivo. Aparece el deseo de estar continuamente con la otra persona, a pesar de que el conocimiento del otro suele ser extremadamente superficial.
Sin embargo, el amor, el verdadero amor, aunque suele venir precedido del enamoramiento y es extremadamente profundo, es muy real. Conoce las fortalezas de la otra persona, pero también conoce sus debilidades y, a pesar de ello, sigue amándola. Tiene un verdadero interés por ver cómo la pareja crece y se desarrolla como ser humano. Aprecia sus virtudes y no la menosprecia por sus puntos flacos. Anima, apoya, se preocupa sinceramente, consuela y levanta una y otra vez. Es comprometido. Tiene palabras de agradecimiento en su boca porque se siente verdaderamente feliz por el simple hecho de su existencia y privilegiado de tenerla a su lado. Siempre se ofrece y comparte todo lo que hay dentro de sí. Existe un cariño maduro, voluntario, que no tiene reparos en entregarse y desnudarse. Es constante. No es caprichoso ni egoísta.

Cómo reacciona el cuerpo
Quiero explicar ciertos términos extraños, ya que las definiciones de los mismos te servirán para comprender qué sucede en tu interior cuando te enamoras. Es interesante que seas consciente de estos acontecimientos.
En el enamoramiento, el cerebro comienza a recibir una sobredosis de unas sustancias químicas cerebrales (los neurotransmisores), llamadas dopamina, oxitocina y serotonina, acompañadas de ciertas dosis de endorfinas y encefalinas. Todo un cóctel amoroso que se dispara en el cerebro:

- La dopamina: Es el neurotransmisor que está relacionado con el placer y la recompensa. Potencia nuestra parte emocional y afectiva, y disminuye el uso del cerebro cortical (responsable del raciocinio y la reflexión). De ahí que le resulte tan complicado al enamorado pensar objetiva y racionalmente. Como explica Raúl Espert, profesor de Psicobiología en la Universidad de Valencia: “Es la misma sustancia que aumenta con drogas como la cocaína, que causan una sensación de cuelgue”. Esa es la causa del aumento de la motivación para lograr placer, sea con llamadas telefónicas, invitaciones al cine o paseos a la luz de la luna.
- La oxitocina: Provoca la confianza en la otra persona y el apego. Esta hormona provoca el deseo de estar a todas horas con el sujeto y demostrarle el cariño de todas las maneras posibles: abrazos, besos, miradas y demás gestos de ternura (regalos, notitas, mensajes, etc.). Disminuye el deseo de dormir y el agotamiento pasa a un segundo plano, ya que es como una “bomba” que nos mantiene continuamente en un estado de alerta pendientes del bienestar de la otra persona.
- La serotonina: Es la encargada de producirnos bienestar.

Según el género se activan distintas partes del cerebro:

- En la mujer: El septum, que concentra las emociones y la atención hacia la persona amada; el cótex parietal posterior, que sitúa las partes del cuerpo en el espacio y reclama sensaciones de tacto. Esa es la razón por la que exigen más caricias, besos y abrazos que los varones.
- En el hombre: La parte posterior del lóbulo occipital inferior visual ante la belleza femenina[1].

Con todo esto, es fácil entender las razones por las cuales el enamoramiento engancha de tal manera. Se llega a alcanzar el paroxismo emocional. Tampoco es casualidad que la inmensa mayoría de las canciones se escriban durante este estado, como la famosísima de 1981 Estar enamorado, de Raphael (cuya actuaciones de la época a ojos de hoy parecen sacadas de una comedia desfasada pero cuya letra es y será atemporalmente hermosa):

“Si confundes tu cuerpo con tu alma
es que estás enamorado, es que estás enamorado.
Si recuerdas los versos de tu infancia
es que estás enamorado, es que estás enamorado.
Si percibes el llanto más callado
Si percibes el roce de unas manos
es que estás enamorado, enamorado.
Estar enamorado es descubrir lo bella que es la vida.
Estar enamorado es confundir la noche con los días.
Estar enamorado es caminar con alas por el mundo.
Estar enamorado es vivir con el corazón desnudo.
Estar enamorado es ignorar el tiempo y su medida.
Estar enamorado es contemplar la vida desde arriba.
Estar enamorado es divisar la estrella más pequeña.
Estar enamorado es olvidar la muerte y la tristeza.
Estar enamorado es ver el mar con árboles y rosas.
Estar enamorado es escuchar tu voz en otra boca.
Estar enamorado es respirar el aire más profundo.
Estar enamorado es confundir lo mío con lo tuyo”[2].

Y bueno, después de pensar de mí que soy un cursi, sigamos.
Estos cambios químicos provocan diversas reacciones: latidos más intensos, respiración profunda y a la vez entrecortada, disminución del deseo de comer y dormir, mirada llena de vida, poderosos deseos de vivir, entusiasmo y euforia, altos niveles de ansiedad y un aumento del deseo sexual. Todo ello trae como resultado que la persona esté literalmente radiante, como si un foco de luz la estuviera continuamente iluminando.
Hay un ejemplo, literalmente verídico aunque suene cómico, que la inmensa mayoría afirmará como real. Tu amada, tu deseada, quien te vuelve loco, está a cincuenta metros rodeada de otras doscientas personas. Al mismo tiempo, tú estás manteniendo una conversación con un amigo. Y, sin embargo, un radar en tu interior la tiene perfectamente localizada. Aun en medio de la marabunta, eres capaz de ver, con la millonésima parte del rabillo del ojo, su mechón de pelo o incluso sus zapatos. ¿Magia? ¿Poderes sobrenaturales? No. ¿Enamoramiento? Sí.
Así lo describe el escritor costarricense Juan Carlos Benitez: “Cuando estaba enamorado, había mariposas por todas partes, la voluptuosidad de la pasión me carcomía la cabeza, durante todo ese tiempo no escribí, no trabajé, no me encontré con los amigos. Vivía pendiente de los movimientos o de la quietud de mi amada; [...] me afeitaba dos o tres veces por día, hacía dietas, caminatas. Me perseguía hasta la certeza la paranoia del engaño, pensaba todo el tiempo en besarla, en mirarla, en acariciarla. Durante semanas gasté demasiado dinero, demasiada esperanza, demasiada crema para el sol, demasiado perfume. Escuchaba demasiada música clásica, utilizaba demasiado tiempo, consumí toda mi tolerancia y agoté hasta la última de mis lágrimas. Por eso siempre digo recordando esos momentos: nunca he sufrido tanto como cuando era feliz”.
Este estado es temporal y suele durar de 6 a 36 meses. No se tiene ningún control sobre este sistema nervioso autónomo (encargado del funcionamiento de los órganos internos, como el corazón, los pulmones, los riñones, etc). Al pasar ese tiempo, se llega a un declive químico, puesto que el organismo no es capaz de soportar por más tiempo esa tensión física, psíquica y emocional.
En este periodo, no se ven los defectos del amado. Y si se observa alguno, es que ella es así”, dicho con voz acaramelada y los ojitos brillosos. Se minimizan las carencias, y se magnifican las virtudes. Es la idealización de una imagen proyectada, donde se mira a la otra persona a través de los propios deseos, como afirma Pablo Martínez Vila: “El enamoramiento que el novio siente por su amada no está nunca libre de algunas proyecciones de sus propios deseos e ilusiones; ve en ella, aunque sea parcialmente, el ánima, la mujer ideal que él tiene en su mente. La mira no cómo ella es realmente, sino cómo él quiere que sea”[3].
Por lo tanto, el enamoramiento es una emoción, y las emociones varían, cambian y se transforman. Muchos desconocen esta verdad. Creen que enamoramiento y amor son sinónimos. Craso error. Miles y miles de parejas rotas por no haber comprendido la gigantesca diferencia que existe entre ambos términos. Miles y miles que piensan que al no sentir la misma atracción que al principio es porque el amor ha muerto. Es un peligro no saber distinguir lo uno de lo otro. Por un lado, porque uno de ellos siempre estará buscando experimentar ese estado, lo cual le llevará a tener serias dificultades para tener una relación seria, estable y definitiva. Y, por otro, porque su pareja nunca descansará, al tener la incertidumbre de una posible ruptura: “La experiencia del enamoramiento satisface temporalmente la necesidad de amor. Nos hace sentir que alguien nos quiere, que alguien nos admira y nos aprecia. Nuestras emociones vuelan pensando que alguien nos ve como el número uno, que quiere dedicar el tiempo y las energías solamente a nuestra relación. Por un breve periodo, mientras dura, llena nuestra necesidad de amor. Podemos conquistar el mundo. Nada es imposible. Para muchos, la primera vez los hace sentir eufóricos. Con el tiempo, sin embargo, bajamos de la cumbre y volvemos al mundo real”[4].
Como hemos dejado bien claro, el enamoramiento no es el verdadero amor. De ahí que el amante fogoso pero fugaz Lord Byron dijera que “es más fácil morir por una mujer que vivir con ella” (el contenido de la frase es igualmente aplicable al hombre). Él experimentaba el enamoramiento, pero no el amor profundo y verdadero. Cuando pasa esta etapa, o se avanza o, por el contrario, se busca una nueva pareja para experimentar una y otra vez el estado químico del enamoramiento. Como dijo M. Quoist: “Si sientes palpitar tu corazón ante una persona, eso no es amor sino sensibilidad. Si te extasías ante su belleza, eso no es amor, sino admiración. Si pretendes a toda costa un beso, una caricia, eso no es amor sino sensualidad. Amar no es sentirse emocionado por otro, sentir afecto sensible o abandonarse a otro, desear a otro [...] porque la esencia del amor no es sensibilidad, sentimiento, deseo, emoción, simpatía o pasión, sino una entrega personal y libre a otro como un acto espiritual de la persona entera”.
De esta brutal reacción química del organismo no estamos exentos los cristianos ni muchísimo menos. ¡Ni que fuéramos alienígenas! Produce tal estado que se le puede considerar como un estado de imbecibilidad transitorio, como decía irónicamente el filósofo Ortega y Gasset, y cuya definición me saca carcajadas cada vez que la recuerdo. Otros lo llaman humorísticamente enajenación mental. Se puede producir –y se produce- en muchos casos. De ahí todas esas poesías desmesuradamente místicas que se escriben.

Fluctuaciones en el noviazgo
Comprender estas variaciones bioquímicas nos hacen ver que las fluctuaciones emocionales son lógicas. Suelen ser más evidentes en el matrimonio, pero debido a que los noviazgos se alargan en la actualidad más de lo debido (por la precariedad laboral, por la inestabilidad económica y las dificultades para acceder a una vivienda), es muy usual pasar por estos altibajos dentro de este periodo.
Sé que algunos dirán que si una pareja pone en práctica todo lo que hemos visto hasta ahora en cada uno de los apartados de este extenso capítulo, estarán prácticamente viviendo un matrimonio camuflado. ¿Mi opinión? Creo que todo lo expuesto es:

- Una manera sana de vivir el presente del noviazgo, dentro de un orden equilibrado y con límites.
- Estamos hablando de un tiempo limitado, de uno a tres años, tiempo suficiente para calibrar la relación y comprobar si quieres llevarla hasta el final.
- La forma de prepararse de una forma sensata para el futuro.
- El modo de crear una base sobre hábitos y principios, que se afirmarán si se llega al matrimonio, siendo conscientes de las diversas dificultades y reacondicionamientos que tendrán que llevarse dentro de él.

Igualmente, todo esto incluye un punto que quiero aclarar: no hay que seguir avanzando ni dar nuevos pasos hasta no estar seguros de querer seguir por esa senda. Por ejemplo, si no has llegado a sentir un profundo cariño por la otra persona, no tienes que expresarle afecto por medio de los lenguajes del amor que analizamos en “Los cinco lenguajes del amor (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/01/los-cinco-lenguajes-del-amor.html). El noviazgo, como todo lo concerniente en la vida, está formando por etapas, y sois ambos los que vais viendo qué rumbo tomar.
Ahora veamos qué ocurre cuando el noviazgo se extiende excesivamente en el tiempo, los pros y contras a valorar, y cómo solucionar ciertos factores que quizá haya que modificar.
Es normal que la tensión que se padece –desde que el instante inicial en el que deseas que una persona en concreto esté a tu lado- se disipe en cierta manera cuando ya sois una pareja consolidada. Ninguno podría vivir siempre bajo esa tensión, por muy emocionante que fuera. Pero creer que ya está todo hecho es un error. En realidad, es a partir de entonces, desde la relajación del estrés –un estrés eufórico y agradable- que habías padecido, cuando podrás disfrutar totalmente del compañerismo de la otra persona y de la relación en sí. Como leí en una ocasión: “El romanticismo es la sensación de que te siguen buscando”. Una vez que estáis más tranquilo, deberíais usar el tiempo a vuestro favor para crear vínculos más profundos y aumentar la complicidad en cada detalle de la vida, aun en los más pequeños.

No cometer estos errores
Si hay algo que destaca al comienzo del idilio es la preocupación por uno mismo y por el otro. Cada detalle cuenta e importa. Se espera cada momento con anhelo. Todo el día gira en torno al instante en que os veréis. Pero el ser humano es un “animal” de costumbres. Y, cuando se habitua a algo, la capacidad de sorpresa parece desaparecer como por arte de magia. Es el fenómeno que en psicología se conoce como “psicoadaptación”. Lo que antes era extraordinario y provocaba que el corazón sufriera continuos infartos, fruto de la emoción, ahora practicamente ni inmuta. El entusiasmo que provocó la conquista desaparece. ¿Y qué ocurre entonces? Que todo se da por hecho. Dais mutuamente por hecho que ya habéis ganado para toda la vida el corazón de la otra persona. Dais mutuamente por hecho que ya no es necesario arreglarse con el mismo esmero. Dais mutuamente por hecho que los detalles románticos ya no son necesarios: no hay palabras de ternura y las miradas llenas de afecto dan paso a rostros tensos. En definitiva, todo vuestro ser deja de sorprenderse ante esa luz que antes os deslumbraba, por la sencilla razón de que os habéis acostumbrado a ella.
¿Acaso crees normal que en un principio os centreis en ese 80% que os atrae y os vuelve loco del otro y, pasado el tiempo, os volquéis a destriparlo en el 20% restante que no os apasiona? Se critica con ahínco lo que desagrada y se olvida de disfrutar de todo aquello que os atrajo del otro. Es como si existiera una ley no-escrita que dijera que, conforme pase el tiempo, hay que centrarse en lo negativo y en los defectos: “Cuando quieres a alguien, es porque te gusta mucho su lado bueno, pero tambien porque eres capaz de perdonar sus defectos. Son más importantes sus virtudes que sus faltas, y por eso le quieres. Por el contrario, no quieres al que crees que tiene muchos defectos y pocas cualidades”[5].
Ocurre un traslado de un extremo a otro: la conversación relajada y profunda da lugar a los silencios y las prisas, o a palabras llenas de ira y rencor. Las sonrisas de complicidad dan lugar a las miradas de reproche. El buen humor desaparece. El cariño... “¿y qué es eso?”, dicen algunos. De ser encantadores a “ten cuidado con lo que dices”. ¿Por qué quedó en un pasado remoto ese tiempo donde se valoraba cada pequeño detalle que tenían el uno con el otro? ¿Por qué antes el novio le decía que la veía “majestuosamente hermosa” y un año después le dice ramplonamente “te veo bien”? ¿Y qué me dices de esa expresión de dos palabras, “te quiero”, que recitaba cien veces al día y ahora recita de manera inversamente proporcional, una vez cada cien días? ¿Por qué antes todo eran palabras de gratitud ante cualquier pequeño detalle y ahora la palabra gracias ha desaparecido del vocabulario? ¿Por qué antes te gustaba perderte y bucear en sus ojos con dulzura y ahora apenas la miras durante unos segundos sin poner el corazón en ello?
El cambio es radical. En esta etapa se rompen muchas relaciones. Y de ahí que se den tantos casos donde uno (o los dos) se enamoren de otra persona que les ofrezca lo que su pareja daba con naturalidad al principio.
El hombre da por hecho que es así, que todo tiene un tiempo y así son las cosas. Y la mujer termina por resignarse y aceptar de mala gana que lo mejor ya pasó. ¿Y sabes qué? Que eso es una farsa, una autentica estafa, y no debería ser de esa manera.

* En el siguiente enlace está el índice:
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* Prosigue en: 10.9.2. ¿Cómo repercute el paso del tiempo en una relación?: “Este” es el amor verdadero y maduro. https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/02/1092-como-repercute-el-paso-del-tiempo.html



[1] “El Mundo-Ciencia: Los sentimientos/neurología”, 14 de Noviembre de 2003.
[3] Martínez Vila, Pablo. Psicología de la oración. Clie.
[4] Chapman, Gary. Los cinco lenguajes del amor. Unilit.
[5] Vallejo-Nágera, Alejandra. Hijos de padres separados. Temas de hoy.

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