miércoles, 12 de febrero de 2020

10.9.2. ¿Cómo repercute el paso del tiempo en una relación?: “Este” es el amor verdadero y maduro


Venimos de aquí: ¿Cómo repercute el paso del tiempo en una relación?: Diferencias entre el enamoramiento y el amor (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/02/1091-como-repercute-el-paso-del-tiempo.html).

El amor verdadero
¿Qué ocurre si un hombre come abundantemente todos los días y no hace ningún tipo de ejercicio? ¿Adelgaza o engorda? Es evidente la respuesta. En el amor sucede exactamente igual. Si se le da de comer, siempre se ensanchará. Esto no es un globo que de un día para otro se pincha. Si se desinfla es porque se dejó de soplar.
Observando con un mínimo de detenimiento, verás que toda película romántica acaba en su punto más álgido y pasional. Después de luchas, intentos, deseos frustrados, malentendidos y escenas surrealistas, todo concluye en las mismísimas nubes del amor. Por el contrario, la vida real continúa después de los títulos de crédito. Requiere atención y compromiso. Y esto conlleva cuidados y esfuerzos, incluso en esos días en los que la pasión brilla por su ausencia.
Como ya vimos, una cosa es el enamoramiento y otra el amor. Muchas personas –demasiadas diría yo-, en primera instancia, se enamoran del amor, no de la persona, a menos que haya sido precedido de una larga amistad o de un largo conocimiento del otro. De ahí que crean que lo mejor de una relación es esa primera etapa. Esta manera de pensar trae como consecuencia matrimonios infelices y desgraciados, sea entre cristianos o incrédulos. En esos primeros meses, todos se vuelcan en ofrecerle al otro el mayor número de muestras de cariño posible, aun sin conocer a esa persona en toda su dimensión, solamente algunas facetas de su ser (las positivas, las que agradan, las que hacen sentir bien), pero no desde el juicio totalmente objetivo.
Ese primer chispazo sirve para iniciar la relación, pero no para mantenerla. El enamoramiento es involuntario. El amor es voluntario. Para eso es necesario pasar al amor maduro, el cual es otra etapa de la relación, al igual que lo es la fe. Y te lo explico claramente: ¿Todos los días tienes las mismas ganas de leer la Biblia? No. ¿Todos los días tienes las mismas ganas de orar? No. ¿Todos los días tienes las mismas ganas de servir con intensidad al Señor? No. Si con Dios sucede algo así, que es perfecto y el más digno de nuestro AMOR más supremo, ¡cuánto más en una relación humana!
Veamos otro tipo de ejemplos: ¿Todos los días tienes ganas de practicar tus aficiones favoritas? No. ¿Siempre te diviertes igual con tus aficiones? No. ¿Todos los días tienes ganas de estar con los amigos? No. Entonces, ¿por qué esperas sentir ganas de estar siempre con tu pareja? No siempre el “viento de las emociones” sopla a favor. Depende de mil factores: cómo hayas pasado el día, cómo te haya ido en clase, en el trabajo o en tus relaciones familiares, del cansancio físico y mental que tengas acumulado, o de las ganas que tengas de salir o quedarte en casa tranquilo. Por eso vimos que el amor es una actitud consciente y una decisión activa. Este es el amor agape al que hace mención la Palabra de Dios: “¿Qué es exactamente el amor? Es una voluntad hacia el bien o benevolencia. Amamos algo o a alguien cuando promovemos su bien per se[1]. Como también dijo C.S. Lewis: “El amor no es un sentimiento afectuoso, sino desear sin cesar el verdadero bien para la otra persona, hasta donde se pueda alcanzar”.
Por esto, cuando una persona aparenta espiritualidad pero no muestra esta clase de amor en su relación sentimental, es que algo falla en ella. Puede que no sea sincera ni genuina, puesto que una persona llena del amor de Dios estará llena de amor hacia su pareja, y alguien vacío del amor de Dios estará igualmente vacía de amor para ofrecer. Ni mucho menos estoy queriendo decir que si una pareja de novios deja la relación antes del matrimonio sea por falta de amor agape o porque realmente no sean espirituales. Me estoy limitando a explicar en qué clase de amor se deberá sustentar una pareja a largo plazo.
No puedes esperar a que todos los días te brillen los ojos de igual manera por la persona que tienes a tu lado, pero sí puedes decidir seguir poniendo de ti para que las llamas del amor no se apaguen. Habrá días excelentes, otros muy buenos, buenos, regulares, malos y muy malos. Habrá días en que deseas comerte a besos al otro o darle su lenguaje del amor, y otros días no. Pero así es el interior emocional de todo ser humano, y no aceptarlo es la causa principal de la infelicidad y la inmadurez en muchas parejas.
Por eso las palabras de Pablo de que “el amor no busca lo suyo” (1 Co. 13:5) encajan perfectamente en la idea de dar, aun sin ganas, en esos días de sequedad sentimental: “Lejos de ser una posibilidad humana, el amor tiene su origen en Dios. Sólo mediante el Espíritu es derramado en las vidas de los cristianos (Ro. 5:5, 15:30). Lejos de ser una mera actitud hacia los demás, supone un verdadero acto de voluntad. Como Pablo dice en 1 Tesalonicenses 1:3 y 2 Corintios 8:24, es un trabajo que se expresa no en la mera inclinación o sentimiento, sino en actos concretos de servicio”[2].
La  definición de Pablo en Corintios no significa autoanularse como ser humano y anteponer siempre al otro por encima de uno. Por un lado, porque toda relación debe basarse en la reciprocidad y habrá ocasiones en las que tendrán que ceder mutuamente. Y por otro, porque su principio general deberá ser el establecido por Jesús: “Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Lc. 6:31). Es aplicar esa misma idea a la pareja. Dos personas que se aman y aplican ambos textos (1 Corintios 13:5 y Lucas 6:31), se sentirán muy agraciados el uno con el otro, por muchos problemas y adversidades que se les presenten en la vida. Disfrutarán de la compañía mutua, puesto que buscarán el bienestar del compañero en el plano personal,  emocional, sentimental y espiritual. Como dijo Robert Conklin: “El amor es el muelle que hace funcionar el corazón. Es el significado, la alegría, los valles y las montañas del ser. El amor vigoriza al cuerpo, nutre el alma, templa el espíritu y glorifica la mente. Es la risa del corazón, el amanecer de cada momento”[3].

El amor maduro
El amor maduro es aquel que besa, aun cuando haya días que no sientas de hacerlo, porque así lo has decidido. El amor maduro es aquel que perdona, aun cuando haya días que no sientas de hacerlo, porque así lo has decidido. El amor maduro es aquel que escucha, aun cuando haya días que no sientas de hacerlo, porque así lo has decidido. El amor maduro es aquel que alienta, aun cuando haya días que no sientas de hacerlo, porque así lo has decidido. El amor maduro es aquel que apoya, aun cuando haya días que no sientas de hacerlo, porque así lo has decidido. El amor maduro es aquel que sostiene, aun cuando haya días que no sientas de hacerlo, porque así lo has decidido. El amor maduro es aquel que sonríe, aun cuando haya días que no sientas de hacerlo, porque así lo has decidido. El amor maduro es aquel que abraza, aun cuando haya días que no sientas de hacerlo, porque así lo has decidido. El amor maduro es aquel que ayuda, aun cuando haya días que no sientas de hacerlo, porque así lo has decidido. El amor maduro es aquel que busca lo mejor, aun cuando haya días que no sientas de hacerlo, porque así lo has decidido. El amor maduro es aquel que mira por el bienestar del otro, aun cuando haya días que no sientas de hacerlo, porque así lo has decidido. El amor maduro es aquel que trata con afecto y ternura, aun cuando haya días que no sientas de hacerlo, porque así lo has decidido. Este es el amor que nunca deja de ser (cf. 1 Co. 13:8).
Un hermano me dijo hace muchos años: “No puedo mandar a mis sentimientos [...] Soy como una hoja que es empujada por el viento”. Eso es un concepto erróneo del amor, más fruto de la emoción inicial que de la razón y la decisión. No siempre los sentimientos, las ganas y las emociones acompañan. ¡Ni siquiera dentro de matrimonio el deseo sexual es siempre el mismo!: En el amor se mezclan estados de ánimo diferentes: a la persona que más quieres es a la que más exiges. Es de la que se espera más. Todas las personas, adultos y niños, experimentan esta mezcla cuando aman”[4].
Todo consiste en poner de vuestra parte. Así, la complicidad emocional hará que ambos os sintáis profundamente unidos, incluso en los silencios. Los sentimientos se manifestarán cuando menos lo esperéis, como si hubiera rachas en que pareciera que os acabarais de enamorar. Como dice Alex Kendrick en su libro “El desafío del amor”: “El amor no es un sentimiento, sino una decisión: la de amar. La felicidad no consiste en dejarse guiar por el corazón allá donde nos lleve, sino guiarlo a él por donde debe ir”.
¿Cómo se le da de comer a una relación de pareja?: Poniendo en práctica todos los pasos que hemos visto con anterioridad en este mismo capítulo. Debes volver a tus orígenes, y ajustar nuevamente el enfoque: centrarte en aquello que te enamoró. Ofrecerte como ser humano cada día, incluyendo tus luchas y errores. Disfrutar de la compañía del otro. Eso es cuidar la relación y conservarla. Por eso el amor se manifiesta de distintas maneras según la edad. No es igual el amor de una pareja en sus primeros años que la de aquella pareja que llevan cuarenta años juntos. Como leí en una ocasión: “Podemos comparar el amor al agua de un río en su curso natural. Al principio, curso alto, el agua baja impetuosa, arrolladora, juguetona. En su curso medio el río ha cambiado; discurre mucho más sosegado, el agua ha perdido la bravura del principio, pero ahora hay un caudal amplio, profundo. Cerca ya de su desembocadura, tampoco parece el mismo río. El agua casi está quieta, como remansada, no se nota apenas movimiento; sin embargo, hay vida en aquel río, tanta o más que al principio. El sentimiento en una relación de amor es como el río: cambia su forma, pero sigue siendo amor y es ¡el mismo río!”.

¿Sacando lo mejor o lo peor de ti?
El amor que se prolonga en el tiempo –y ese es el verdadero deseo de todos- debe ser aquel donde ambos se ayuden mutuamente a sacar lo mejor del otro. Si eso ocurre en cualquier amistad verdadera, ¿por qué no habría de hacerlo en una relación? Nunca olvidaré a Jack Nicholson en la película “Mejor imposible”. Era un ser despreciable, antisocial, antipático y maniático. En resumen, alguien a quien evitar a cualquier precio. Sin embargo, llegó un momento en que se enamoró. Y esto lo cambió, hasta el punto de llegar a decirle a su amada: “Tú haces que yo quiera ser mejor persona”.
He oído en varias ocasiones que una pareja saca de ti lo mejor y lo peor. Lo siento, pero me parece un pensamiento extremadamente triste. La realidad es que sólo se manifiesta lo que hay en el corazón de cada uno, sea bueno o malo. Es normal que haya características del otro que no agraden, incluso que disgusten. Pero creo que, por encima de todo, una relación debe traer como consecuencia el crecimiento personal de los dos individuos que la componen, donde ambos ofrezcan lo mejor de sí mismos al otro, que no la perfección.

Te amo...
No solo por lo que eres,
sino por lo que yo soy cuando estoy contigo.

Te amo,
no solo por lo que haces por ti,
sino por lo que estás haciendo de mí.

Te amo,
por la parte de mí que tú haces que se manifieste;

Te amo...
Por poner tu mano en mi corazón cansado
y pasar por sobre mis tonterías, mis debilidades
que no puedes resolver.
Por restarles importancia,
y por traer a la luz
todas las acciones buenas
que nadie más ha visto
y que nadie trató de encontrar.

Te amo...
porque me estás ayudando
para hacer con la madera de mi vida
no una taberna sino un templo;
con mis cosas rutinarias y sencillas
no un reproche sino una canción[5].

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[1] Willard, Dallas. Renueva tu corazón. Clie.
[2] Banks, Robert. La idea de la comunidad de Pablo. Clie.
[3] Conklin, Robert. Cómo hacer que la gente haga cosas. Grijalbo.
[4] Vallejo-Nágera, Alejandra. Hijos de padres separados. Temas de hoy.
[5] Amor. Citado de The Best Loved Poems of the American People. Hazel Fellman, ed. (New York: Garden City Books, 1936).

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