lunes, 18 de diciembre de 2023

¿Te pareces a Loki y a Pablo de Tarso? ¿Cuál es tu “glorioso propósito” para el 2024 y, en general, en la vida?

 


Tal y como he descrito en más de una ocasión, al tener tan impregnado en mi interior multitud de pasajes bíblicos, hay infinidad de escenas de la vida cotidiana o de todo aquello que leo, veo u oigo, que me recuerdan a esos textos que se pasean por mi mente y los relaciono automáticamente. Por eso puedo escribir sobre libros, artículos de prensa, películas, series o cualquier otra cosa que se ponga en mi camino, sea secular o cristiano: porque todo lo paso por el filtro de las Escrituras. En esta ocasión, me ha sucedido tras terminar de ver el emotivo final de las andaduras de uno de los grandes personajes que ha parido Marvel en las últimas décadas: Loki, un antiguo villano, interpretado magistralmente por el actor británico Tom Hiddleston, cuya historia ha llegado a su conclusión tras catorce años.

¿Quién es Loki y qué anhelaba?
Para exponer la enseñanza que quiero impartir, no es necesario conocer la amplia biografía del personaje ni entrar en mil detalles, pero sí conocer una mínima información: siendo el hijo biológico de un gigante llamado Laufey, se convierte en el hijo adoptivo de Odin y Frigga, siendo, por tanto, el hermano de Thor. Aunque era príncipe en la tierra de Asgard, estaba lleno de celos ante su hermano porque él heredaría el trono, y con el que mantenía una relación de amor-odio, de admiración y de odio. Frustrado por no poder alcanzar la gloria que anhelaba, y sintiéndose engañado porque se le ocultó su verdadero origen, se lanzó a la conquista de la Tierra.
El mismo actor muestra cómo era Loki al principio, cuando trató de llevar a cabo sus planes: “Si recordáis en la primera película de Los Vengadores, Loki baja a la Tierra. Mira directamente a Sam Jackson. Está Nick Fury y yo digo ´Soy Loki de Asgard. Estoy cargado con un glorioso propósito`. Es arrogante y tiene derecho, y está hinchado y va a apoderarse del mundo”[1].
Ese era el primer Loki que todos conocimos: alguien cuyo “glorioso propósito” en la vida era ser grande, poderoso, admirado y reconocido por sus hazañas. Pero muchos años después sucedió algo: descubrió que había otras líneas temporales en el universo, con distintas versiones de sí mismo. Si te parece extraño el concepto, la idea es muy sencilla de entender: imagina que hubiera multitud de universos, donde, en cada uno de ellos, la historia de la humanidad, y la tuya propia, se hubiera desarrollado de otras maneras. Por ejemplo, un mundo donde los nazis hubieran ganado la 2ª Guerra Mundial. Otro donde los dinosaurios no se hubieran extinguido. Otro donde Corea del Norte fuera una democracia. Otro donde tus padres no se hubieran conocido. Otro donde te hubieras casado con una persona distinta o estuvieras soltero. Y así con todo lo que puedas fantasear.
Cuando Loki descubre la AVT (Autoridad de Variación Temporal), una agencia que se encarga de mantener el orden en todas las líneas temporales y borrar las problemáticas, conoce al agente Mobius, que cambiará su forma de entender la vida. De nuevo, que hable el actor Tom Hiddleston: “Básicamente, le muestra a Loki que el propósito glorioso era una falacia y le da una especie de segunda oportunidad. Y creo que lo más emocionante de la serie fue ver a Loki intentar replantearse y redescubrir ese sentido del propósito, con el que todos nos sentimos identificados.
Durante toda su vida, Loki había luchado por un “propósito”, pero ahora descubre que, el que consideraba más importante (el reconocimiento, la grandeza, el poder, etc.), son una estupidez, por lo que se siente perdido, triste y sin saber cuál es la razón de su existencia.

La transformación de Loki
Por razones que no son necesarias explicar, hay una especie de máquina que permite la existencia de todos esas líneas temporales a la vez, pero se está sobrecargando y llegando al límite de quebrar. Si eso sucede, miles de billones de vidas perecerán. Loki lo intenta todo para evitarlo: viaja al pasado incontables veces y se pasa siglos aprendiendo física cuántica, en su desesperación por detener el proceso y revertirlo antes de que sea demasiado tarde. Pero llega a la conclusión de que es inevitable. Todo está a punto de acabar y ser destruido... pero entonces Loki descubre ese “glorioso propósito” que llevaba buscando toda su vida: su elección es sacrificarse por el bien de todos; usando su poder, mantendrá unidas todas las líneas temporales. Con sus propias manos, las sostendrá por toda la eternidad en una especie de árbol. Cuando lo hace, podemos ver que su rostro es de completa paz.
El antiguo villano lo ha dado todo por los demás. El que quería postrar a los seres humanos, se entrega por ellos. El que creía que la grandeza era ser reconocido, descubre que todo eso es pura necedad. El que creía estar en lo correcto, comprueba por sí mismo que estaba errado.

¿Quién es Pablo y qué anhelaba?
Conocido en sus orígenes con su primer nombre, Saulo, de Tarso, tenía, en sus inicios, muy claro su “glorioso propósito”: “Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel” (Hch 8:3). Estaba tan convencido que sentía deseos de muerte contra todo el que se considerase cristiano, tanto que llegó a consentir en la muerte de uno de ellos, llamado Esteban, mientras le apedreaban (cf. Hch. 8:1). Le pidió autorización al sumo sacerdote para apresar a todos los que encontrara (cf. Hch. 9:2). Como un león al acecho, esperaba a su presa para devorarla. 

La transformación de Saulo a Pablo
Esa era su vida. Ese era su “glorioso propósito”. Pero, al igual que Loki, aunque era sincero, llegó el día en que el mismo Maestro le demostró cuán perdido estaba.  Tanto que decidió cambiarse el nombre por el de Pablo, que es como solemos conocerlo.
¿Qué le sucedió? Que responda él mismo: “Habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús. Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1 Ti. 1:13-15). Una de las personas que escribió buena parte del Nuevo Testamento se reconoció como el primero de los pecadores.
Su “glorioso propósito” fue arrancando de raíz y se dedicó a uno completamente opuesto: de perseguir al Dios en el que creían los cristianos, a proclamarlo y servirlo sin descanso. En cuanto a la justicia de la ley, irreprensible, y teniendo un alto estatus social y religioso, renunció a todo. Parafraseando a Leonard Ravenhill: “Lo que muchos predicadores tienen por curriculum, Pablo lo tenía por basura”.

¿Cuál es tu “glorioso propósito”?
Le hablo tanto a los cristianos como a los que no lo son: 

- Si tu glorioso propósito es alcanzar el reconocimiento y el aplauso, es que no te has enterado de nada, o te has perdido en el camino.

- Si tu glorioso propósito es dedicar el tiempo libre a tus aficiones, es que no te has enterado de nada, o te has perdido en el camino.

- Si tu glorioso propósito es usar los dones que recibiste para tu propia gloria, es que no te has enterado de nada, o te has perdido en el camino.

- Si tu glorioso propósito es obtener likes, corazoncitos o mensajes de admiración en las redes sociales por tus publicaciones o fotos, es que no te has enterado de nada, o te has perdido en el camino.

- Si tu glorioso propósito es hacer todo lo posible por quedar por encima de los demás, aunque eso suponga menospreciarlos o pisotearlos, es que no te has enterado de nada, o te has perdido en el camino.

- Si tu glorioso propósito es ganar más y más dinero para comprar sin fin, o incluso tener una vida a lo grande, con una casa gigantesca, viajes de lujo, posesiones materiales inabarcables, es que no te has enterado de nada, o te has perdido en el camino.

- Si tu glorioso propósito es vivir para lograr un cuerpo escultural, sea en el gimnasio o en el quirófano, es que no te has enterado de nada, o te has perdido en el camino.

- Si tu glorioso propósito es cualquier forma de hedonismo, el sexo, las conquistas sentimentales sine fine, es que no te has enterado de nada, o te has perdido en el camino.

Todo lo mencionado es “basura”. Hasta el personaje ficticio de Loki, antes de conocer la verdad, decía que se sentía vacío, a pesar de ser un “dios”. El catedrático Enrique Rojas expone dicha verdad irrefutable, aunque sorprendentemente oculta para millones de personas: “A la hora de la muerte los títulos y los honores desaparecen, la riqueza no sirve para nada, el prestigio es muy relativo, y lo único que quedan son las huellas del amor que hayamos dejado en el testimonio de nuestras vidas”[2].
Con esto no quiero decir, ni mucho menos, que no nos esforcemos por mejorar nuestra calidad de vida, que descuidemos nuestra salud, que disfrutar de la naturaleza o del tiempo libre sea malo per se, o que practicar deporte u otras actividades de ocio no sean sanas dentro de un equilibrio, sino que tengamos claras nuestras prioridades y qué es realmente lo que transciende.
Hasta que no comprendas y, sobre todo, que asimiles, que el reino de Dios no es de este mundo (Jn. 18:36) y que fuimos “creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef. 2:10), no te habrás enterado de nada y seguirás perdido.
Como he expuesto en diversas ocasiones, Pablo enseña que Dios ha dado dones a los hombres (cf. Ef. 4:8), pero toda obra humana que no haya servido ni sirva para la gloria eterna de Dios, será quemada por el fuego (2 P. 3:10-13). Buena parte de la literatura secular, de la música, del arte o de los logros deportivos, desaparecerán por completo.
De nuevo nos apunta Pablo qué rumbo tomar: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Col. 3:1-4).

Conclusión
¡Que tu “glorioso propósito” para este 2024, y para el resto de tu vida, sea usar los dones que Dios te ha concedido para Su gloria y Su obra! “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Col. 3:23). Es fundamenta que recuerdes esas palabras, puesto que, hoy en día, y de forma lamentable, muchos caen en “usar al Señor para alcanzar su propio beneficio y la admiración”.
No tiene que ser necesariamente actividades llamativas a los ojos ajenos. ¡Hay tanta variedad donde elegir! Puede ser desde educar a tu hijo en el Señor, hasta servir a las personas enfermas de tu familia, pasando por todo lo que se te ocurra y para lo que el Señor ponga delante de ti. Eso sí perdurará; el resto se perderá en la nada más absoluta.

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