lunes, 11 de diciembre de 2023

1.4 ¿Que los cristianos anunciemos el Evangelio y el arrepentimiento a los homosexuales es un acto de odio o de amor?

 


Venimos de aquí: 1.3 ¿Los cristianos predicamos que tanto homosexuales como heterosexuales somos malos por naturaleza y necesitamos de la misma salvación, o solo nos referimos a los homosexuales? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2023/11/13-los-cristianos-predicamos-que-tanto.html).

Como haré a lo largo de toda la obra, aviso que los capítulos de este libro hay que leerlos en el orden en el que están escritos, sin saltarse ninguno. El lector queda prevenido.

* Si alguien quiere profundizar en esta cuestión en particular, y saber cómo pensamos los verdaderos cristianos, aquí dejo la mejor predicación que he escuchado hasta ahora respecto al asunto, ofrecida por Andrés Corson. Por los comentarios en el vídeo, cristianos que tienen esta clase de sentimientos homosexuales, han recibido mucho consuelo y una perspectiva correcta del amor de Dios: “Mi hijo es gay, ¿qué hago? (https://www.youtube.com/watch?v=RQAkU0yK5XI).

Lamento profundamente que algunos homosexuales hayan sido amenazados o agredidos físicamente a lo largo de sus vidas, incluso por individuos que se decían “creyentes” y que los han odiado. Pero mi deber y el de todo cristiano es decirles la verdad del Evangelio, y no por eso somos “enemigos”, como retóricamente preguntó Pablo: ¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la verdad?” (Gá. 4:16).
Señalar el estilo de vida homosexual –incluyendo el “monógamo”- como contrario a los deseos de Dios, que requiere del arrepentimiento y de un cambio radical, no es odio o falta de amor, sino todo lo contrario: anunciar el mensaje de salvación es el mayor acto de amor que se puede ofrecer. Es un acto de misericordia, junto con la  imperiosa necesidad que tenemos todos los cristianos de señalar la necesidad de buscar la VOLUNTAD de Dios en todos los aspectos de la vida.
Cuando un padre corrige o regaña a su hijo cuando este se equivoca o no hace algo bien, no significa que no lo ame. Si lo hace con buena voluntad, lo ama sin duda. No amarlo sería callarse y no enseñarle el camino correcto.
Aquí reproduzco los pensamientos de un cristiano y la conversación que mantuvo con un amigo homosexual: “Había decenas de características tangibles que estimaba en mi amigo, y se lo dije. Pero, con una voz temblorosa con nerviosismo y compasión, le confesé que mi amistad parecería insincera si yo no podía reafirmar lo que él mantenía como una parte central de su identidad: su sexualidad”.

- “Quiero que sepas que creo que Dios ama a cada persona de la misma manera y eso incluye al homosexual. Sería deshonesto para mí aparentar que estoy de acuerdo o que entienda el camino que tú crees es el correcto, pero acepto que eres libre de escoger tu propio camino en la vida. Eso no por que yo sea especialmente caritativo o generoso, sino porque Dios lo es”.

- “Entonces, ¿sigues pensando que me voy a ir al infierno porque soy gay?”.

- “Perdóname si te dije eso. Más bien, es esto lo que creo: todo se reduce a lo que hacemos con Jesús. Yo creo que Él es el Hijo de Dios. No todos creen eso, pero daría cualquier cosa para que vieras la realidad de Jesús. Él le da significado y propósito a mi vida. Él puede hacer lo mismo por ti. Nadie se va al cielo por lo que hace o deja de hacer. Ese es el mensaje de Jesús. Todos los seres humanos pecan, y todos merecemos irnos al infierno por ello. Pero Jesús les ofrece a todos su gracia libremente. Sé que no es una parte fácil de la teología cristiana, pero sí, creo que la homosexualidad es un pecado, pero no es distinta de cualquier otro pecado. No es diferente a si me acuesto con alguien que no sea mi esposa o incluso si tengo una fantasía sexual momentánea. Dios creó la sexualidad, así que es buena, pero se puede expresar de maneras equivocadas. Cada uno de nosotros, gay o no o lo que sea, expresa la sexualidad de maneras rotas. Pero sabes qué, daría cualquier cosa por verte conocer a Jesús. Realmente lo haría. Yo moriría por eso. Todo esto gira sobre lo que decidas acerca de Jesús”[1].

Esto es, en definitiva, lo que creemos los cristianos. Por eso es triste cuando los que defienden con uñas y dientes la libertad de ser homosexual –lo sean o no- atacan a los cristianos preguntando con sorna y “buscándonos las cosquillas”, y nos dicen qué haríamos si tuviéramos un hijo o un ser muy cercano que nos confesara que siente atracción hacia las personas de su mismo sexo. Parafraseando la respuesta que en una ocasión leí de una hermana: “Nos sentaríamos a hablar con él, corrigiéndole a la luz de la Palabra, y oraríamos. ¡Ni que fuéramos monstruos que vamos a quemar en la hoguera a nuestros hijos!”.


[1] Soy extremadamente cuidadoso a la hora de copiar citas de otros autores, pero, en esta ocasión, aunque la tenía copiada, he traspapelado la fuente y no sé de dónde la copié a pesar de haberla rebuscado entre mis libros. Si algún día la encuentro la añadiré. Solo decir que, al ser tan interesante lo descrito y, a pesar de lo dicho, merece la pena transcribir esta historia.

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