Venimos de aquí: 1.2. ¿Los grupos LGTBI ignoran voluntariamente u olvidan que no todos los que
se dicen cristianos lo son realmente? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2023/02/12-los-grupos-lgtbi-ignoran.html).
Como haré a lo largo de toda la obra, aviso
que los capítulos de este libro hay que leerlos en el orden en el que están
escritos, sin saltarse ninguno. El lector queda prevenido.
A lo largo de los años, he ocupado el mismo puesto
laboral con varios homosexuales no creyentes y, excepto con uno que se
reconoció, literalmente, como “vicioso y bisexual”, yendo contra mí desde el
momento en que supo que yo era cristiano –por el simple hecho de serlo y sin
hablar conmigo sobre nada-, y usando un lenguaje soez, el trato mutuo con el
resto ha sido cordial. Ahora bien, según la definición hecha por Jesús, “bueno”
solo hay uno: Dios (cf. Mr. 10:18). El resto, se denominen homosexuales o
heterosexuales, “están destituidos de la
gloria de Dios” (Ro. 3:23) puesto que “no
hay justo, ni aun uno” (Ro. 3:10). Por lo tanto, todos necesitamos del
arrepentimiento y de Cristo. Si nos quisieran acusar de algo por señalar esta
idea, no nos tendrían que acusar de homófobos, sino de “hetero-homo-fobos”. Además, abarcamos también a cada habitante de los cinco continentes, de toda raza, lengua y nación, ya
que incluimos a todo el mundo. ¿Nos llamarán, entonces, todo-fobos, por predicar el mensaje de salvación?
En multitud de ocasiones –incluso de boca de
cristianos- he oído decir que “Dios nos acepta tal y como somos”. Eso es
completamente falso. Si esas palabras fueran reales, no habría existido la necesidad por parte del Hijo que hubiera
muerto por nosotros en la cruz. Tal y como enseña el diccionario, aceptar
significa “aprobar o dar por bueno”[1]. Únicamente somos
aprobados por Dios cuando aceptamos el sacrificio que Jesús llevó a cabo por
nosotros y que lavó nuestros pecados: “Pero ahora, aparte de la ley, se ha
manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la
justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que
creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su
gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como
propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a
causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con
la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo,
y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Ro. 3:21-26).
“Amar” y “aceptar” no
son sinónimos. Sí, somos amados por Él antes de ser aceptados, pero no somos
aceptados antes de habernos arrepentido: “Mas Dios muestra su amor para con
nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho
más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira” (Ro. 5:8-9).
Por lo tanto, todo lo reseñado en este apartado del
capítulo primero, abarca tanto a heterosexuales como a homosexuales, ya que
Cristo murió por toda clase de persona, y demanda el arrepentimiento en todos
aquellos aspectos que van en contra de Su voluntad.
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