Venimos de aquí: El carácter maquiavélico y oscuro de
los lobos eclesiales (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2014/11/el-verdadero-lobo.html).
Al hablar de los verdaderos lobos que se
ocultan entre el pueblo de Dios, como hicimos en la primera parte, toca seguir analizado las causas que conducen a un
ser humano a convertirse en este tipo de arma de destrucción masiva. Como todo
en esta vida, siempre hay una explicación primera y última al comportamiento y
a las actitudes que toman las personas. Con los “lobos” ocurre exactamente
igual: hay un porqué que viene a explicar qué los conduce a formarse ese tipo
de carácter. Todo tiene una razón de ser, y
en este caso los motivos son diversos. Eso es precisamente lo que quiero detallar a continuación. Así podrás
comprenderlos mejor y ver qué se oculta tras esa máscara de aparente poder.
Cuando conozcas la realidad, el miedo que les puedas tener desaparecerá. Es
más, posiblemente sentirás conmiseración por ellos.
La explicación es muy fácil de exponer, y
es la suma de estos tres factores:
1) Naturaleza
caída
La más obvia y sencilla de explicar: “Como el pecado entró en el mundo por un
hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por
cuanto todos pecaron” (Ro. 5:12). Todos los seres
humanos nacemos con una naturaleza caída que está inclinada al mal, y que se
expresa de diversas maneras: “adulterio,
fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades,
pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios,
borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas” (Gá.
5:21).
2) Modelo
erróneo de pastorado
Creen en la existencia de una Jerarquía
eclesial, semejante al modelo del catolicismo romano. Según ellos, el orden es:
Dios, los ángeles, los pastores y, para finalizar, en la escala más baja, el
resto del pueblo del Señor. Esta idea es completamente contraria al Nuevo
Testamento, donde se nos especifica que hay distintas “funciones” pero no
distintas “categorías” dentro del Cuerpo de Cristo, que es Su Iglesia: “Son muchos los que anhelan el pastorado y
los llamados ministerios para ocupar un lugar de preferencia y favoritismo.
Para otros se ha convertido en un modo de vida, en una profesión que nadie
tiene que ver con el llamamiento de Dios sino más bien con una justificación de
la pereza. El ministerio se ha convertido, en buena medida, en un título, una
categoría especial dentro del cuerpo de Cristo. El ministerio no es un título,
es una función. El vocablo ministerio se traduce en el Nuevo Testamento de
diversas palabras griegas: ´doulos`,
que significa ´esclavo`, y ´diakonos`,
que significa ´siervo`. Hasta estos términos se han deformado y contaminado de
tal manera que tenemos hoy una terminología que expresa lo contrario de su
concepción original. Hablamos del siervo refiriéndonos al líder, al pastor, al
que domina el protagonismo del culto y se convierte en el centro y eje sobre el
cual gira todo esto. El concepto de siervo se ha convertido en un título, una
categoría que está por encima de los demás miembros de la congregación”[1].
El Señor habló de manera muy clara de
estas ideas: “Jesús fue crítico con la
tendencia humana a buscar los puestos de honor, declarando al respecto que
serán los que se humillen los que recibirán entonces exaltación”.
3) Motivaciones
incorrectas
Tienen
delirios de grandeza. Se
mueven por el deseo de cumplir sus propios sueños. Como señala Virgilio
Zaballos en su libro “Conceptos errados”: “Hay que conseguir la realización de
nuestros sueños y visiones a cualquier precio, aunque destrocemos la vida de
muchos que durante mucho tiempo nos han sido fieles servidores creyendo servir
al Señor de la iglesia”[2].
Para
lograr sus propósitos se sirven de los creyentes y de los asuntos
espirituales. “Aman” a las personas por
lo que hacen para ellos, no por lo que son. Las instrumentalizan como
herramientas para alcanzar sus intereses. Terminan convirtiéndose en
explotadores. Aunque las hay de todo tipo, sin duda alguna sus víctimas favoritas son las personas
dependientes y con profundas carencias afectivas, aunque también las padecen
aquellas que no son conscientes de la situación. Usan los sentimientos honrosos
de verdaderos cristianos para sus fines deshonrosos. Las técnicas de los grupos sectarios y las de los abusos
espirituales son idénticas en su mayoría: “Muchas
víctimas de abusos espirituales dicen que en sus primeros encuentros con el
sacerdote o pastor de su iglesia local o comunidad, éstos fueron de una
extremada amabilidad. Las personas que llegan por vez primera a una iglesia o a
una comunidad atraviesan casi siempre un período de vida doloroso: soledad,
luto, divorcio, enfermedad grave, paro, etc. O esas personas tienen
dificultades para integrarse en la sociedad. Algunas también buscan valores.
Las causas de la búsqueda espiritual pueden ser múltiples. Una persona en
situación de angustia tiene un gran sentimiento de impotencia, volviéndola
influenciable y receptiva a toda forma de compasión”[3].
Por eso, comprobamos que, durante una larga
temporada, y siempre que sea necesario, adularán a la persona para ganársela y
hacerle creer que es amada y aceptada. Le regalarán todo tipo de atenciones y
cumplidos, donde le señalarán cada una de sus virtudes. Así logran que los
creyentes se vuelvan emocionalmente dependiente de ellos. Pero no es un calor
humano natural, sino manipulador. Y cuando la persona se “siente” amada, casi
siempre pierde la capacidad de crítica, como ya vimos en el capítulo ¿Por qué una persona se une a una secta o a
una iglesia enferma sin saberlo? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2019/09/6-por-que-una-persona-se-une-una.html).
En buena parte, se ciega a sí misma. Pasa
por alto lo negativo que pueda ver u oír. Y, si se atreve a señalar lo
negativo, se arriesga a que le echen en cara todo lo que han hecho por él y a
que lo acusen de desagradecido. Al final, todo se convierte en una deuda que
habrá que pagar y que la cobrarán, tarde o temprano, con intereses desmedidos: pura usura. La libertad, de la que tanto presumen, realmente brilla por su ausencia, ya que le suelen amenazar con represalias en caso de no seguir
sus preceptos, junto a acusaciones de todo tipo, como de tener “raíces de amargura”, una de sus frases favoritas.
El
resultado
Al sumar estos tres componentes (Naturaleza caída + Modelo erróneo de pastorado + Motivaciones
incorrectas), el resultado es un carácter de lobo, que se suele camuflar
bajo una personalidad carismática y que se alimenta de la sangre de sus
víctimas.
Como no podía ser de otro modo, esto
provoca una serie de obras carnales, especialmente estas ocho ya citadas: “enemistades,
pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias” (Gá. 5:20-21). Estos “frutos”,
en el ámbito espiritual, se manifiestan con soberbia y agresividad verbal,
acompañadas de una virulencia implacable en los momentos más inesperados y sin
previo aviso, aunque lo presenten como una “exhortación” de parte de Dios. Por
eso, ante esta imprevisibilidad que desconcierta a cualquiera, cuesta bastante detectar las actitudes bipolares, sobre todo al principio, y más a los que no pertenecen a sus congregaciones y no viven el día a día,
desconociendo esta doble cara, ya que solo ven la parte buena.
Esto confunde a muchos creyentes genuinos, al no
vislumbrar en primera instancia cuál es el verdadero rostro de estas personas y
no saber a qué atenerse, ya que reciben “una de cal” y “otra de arena”: “Para entender bien
el mecanismo del abuso espiritual, es importante comprender un elemento
capital. En este proceso, todo se hace sin que la persona lo sepa. Jamás me he
encontrado con nadie que haya entrado sabiendo con conocimiento de causa en una
iglesia o grupo abusivo. Antes bien, las personas se hacen miembros de una
comunidad que consideran agradable y acogedora. Sólo cuando la dejan, se dan
cuenta de la realidad y dicen que ese grupo era abusivo, que fueron manipulados”[4].
Continuará en: Los lobos eclesiales buscan la gloria
personal, son controladores y manipuladores.
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