Venimos de aquí: Las diferencias entre las sectas e
iglesias malsanas, y el calvario que ocasionan (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2018/11/3-las-diferencias-entre-las-sectas-e.html).
Uno de los terribles efectos que se observan entre
aquellos que han salido de una iglesia malsana, que han sufrido algún tipo de
abuso espiritual severo o que han sido víctimas de doctrinas heréticas, es su
rechazo a toda la verdad –dentro de la mentira- que pudieron creer. En algunos
casos, el dolor es tan grande que no son capaces de separar lo negativo de la
experiencia y de lo que pudieron aprender de la misma. Por eso se apartan de
todo lo pasado. Humanamente hablando, es completamente lógico. ¿Por qué? Porque
si algo te provoca dolor, lo más normal es evitarlo. Si supieras que una de las
carreteras principales de tu ciudad está llena de minas, sin duda tomarías un
rumbo muy diferente. ¡Ni te acercarías!
Entre los hermanos que pasan por estas situaciones,
podemos observar un poco de todo.
Una fe fría
Muchos conservan la fe, pero la inmensa mayoría
reconoce que su relación con el Señor se ha enfriado sobremanera. Tuvieron que
salir para no morir en sus corazones, pero andan renqueantes. También rehúyen
al resto de cristianos porque les traen malos recuerdos y consideran que no son
de confianza. Puedo llegar a comprender que haya cristianos que no quieran saber nada de otros que dicen
profesar la misma fe. ¿Cómo van a desear su compañía de manera natural cuando
aquellos que deberían haberlos amado les han provocado el mayor dolor de sus
vidas? Hay casos llamativos como el de esta chica: “Para aquellos a quienes les
importe, y entiendo si a usted no le importa, hoy dejo de ser cristiana, estoy
fuera. Sigo comprometida con Cristo, como siempre, pero no sigo siendo
´cristiana` o siendo parte de la cristiandad [...]. Me resulta simplemente
imposible ´pertenecer` a un grupo pendenciero, hostil, discutidor y con
merecida mala fama. Durante diez años lo intenté. Fallé. Estoy fuera. Mi
conciencia no me permite hacer otra cosa”[1]. Palabras
duras pero ciertas en demasiadas ocasiones.
Viviendo en
la carne
Otros, los más inmaduros en la fe o los que no estaban
realmente convertidos, aprovechan la coyuntura para darle rienda suelta a la
naturaleza caída. La supuesta nueva libertad que poseen la convierten en
libertinaje. Es
triste que incontables personas alrededor del mundo hayan quedado profundamente
desilusionadas del cristianismo. Se han sentido tan encadenadas que, cuando se
han liberado, se han ido al otro extremo. Viven fuera de la voluntad de Dios,
instalados en los placeres temporales del pecado: noviazgos o matrimonios en yugo
desigual, fornicación, sexo prematrimonial, borracheras, homosexualidad,
lascivia, apostasía, diversas idolatrías, etc. Y eso no
debería ser así. Incluso cambian su forma de hablar, de vestir, pierden
el pudor sano, se muestran físicamente desvergonzados, actúan ante el sexo
opuesto con un descaro libidinoso ajeno a los valores de Dios, llegando algunos
hasta reírse de Él y de Su Palabra.
Hayan
pasado por unas circunstancias u otras, por muy negativas que fueran, todos
deberían poder afirmar como Pablo: “Yo sé a quién he creído” (2 Ti. 1:12). Fueron llamados a libertad y deben vivir
en esa libertad gloriosa de los hijos de Dios, pero no usarla como ocasión para
la carne (cf. Gá. 5:13; Ro. 8:21).
La vida de la inmensa mayoría de estas personas giraba
en torno a la vida eclesial, con innumerables cultos, actividades y demás.
Salir de esa ruleta supone para muchos sentirse perdido. Hay que reinventarse en
multitud de aspectos: amistades, tiempo, objetivos, proyectos, intereses, etc.
Sé muy bien cuán difícil es rehacer la vida a partir de cierta edad. Pero esto
no es razón alguna para alejarse de Dios y dejar que la carne tome el control.
Al ataque
Un tercer grupo estaría formado por aquellos que,
incluso después de muchos años, tienen mil heridas en carne viva. En
consecuencia, arremeten contra los creyentes, señalando que todos son iguales, lo
cual es una falacia.
Con fe pero
alejados de otros
El cuarto colectivo es aquel que guarda intacta la fe
en el Señor –a pesar de la
experiencia traumática que experimentaron- pero, tras salir de donde lo
hicieron, han desarrollado una especie de radar que les hace capaces de
reconocer la más mínima señal de aquellas iglesias locales que se alejan de los
patrones bíblicos. Esto, bien visto, es algo positivo. El problema surge
cuando, de la misma manera, hallan múltiples dificultades para reconocer una
que sea realmente saludable aunque no sea perfecta (puesto que ninguna lo es).
Se vuelven intransigentes cuando ven algo que nos les gusta –aunque sean
detalles pequeños- y por eso evitan congregarse nuevamente. En el caso de que
lo hagan, se vuelven extremadamente críticos. Otros ni se lo proponen, o hacen
un par de intentos: visitan algún grupo durante un tiempo, pero no arraigan en
ninguno. Entre que las heridas están muy frescas y el temor a ser víctimas del
sistema nuevamente, hay una parte de sí mismos que les repite en su interior
insistentemente que se alejen. Algunos perseveran pero muchos terminan por
desistir. Han desarrollado lo que llamo “fobia eclesial”.
Dentro de este grupo
hay un subgrupo: aquellos que no se congregan a pesar de que no tienen heridas,
que conservan amistades cristianas, que sirven a Dios fuera del local según las
obras que Él les pone por delante y los dones recibidos, que viven como
cristianos de forma sencilla, pero que sencillamente no se sienten identificados
con muchas prácticas de las iglesias evangélicas del siglo XXI. No se levantan
en armas contra ellas ni mucho menos ya que aprecian la labor que desempeñan y las
respetan.
Apartados de
Dios
Luego están aquellos que salieron pero terminaron por
apartarse al no tener una fe conceptual, al no tener claras sus creencias ni las doctrinas del cristianismo,
puesto que durante años se limitaron a ser “adoctrinados” sin comprobar por sí
mismos en qué creían. No se han vuelto locos, viven tranquilmente, pero Dios es
para ellos un recuerdo que les viene a la mente cada mucho tiempo y al que ya
no prestan atención.
Vuelta a
empezar
Por último, los que, pasado un tiempo, vuelven a
congregarse en alguna otra iglesia local y pasan a formar parte de ella. En
otros casos, forman su propia congregación. Muchos de ellos pasaron página y
viven en paz, pero otros conservan heridas abiertas de par en par que llevan
consigo en la nueva iglesia.
Aunque puede que haya algún grupo más y detalles
concretos que no he citado, creo que a grandes rasgos estos seis son los
habituales.
Una
generación en el desierto
Por estos que todavía se encuentran en el proceso de volver
a enfocar sus vidas en todos los aspectos, es por lo que podemos afirmar que
hay una generación en el desierto. Sus almas están secas y solo ven duna tras duna, y
cuando observan algún oasis se dan cuenta al poco tiempo que son meros
espejismos. Muchos están al borde de un precipicio emocional y vagan como
muertos en vida. El dolor que los envuelve es desgarrador.
El corazón les grita para que pongan tierra de por
medio sin demora. Quieren desaparecer del mapa y que nadie sepa de ellos.
Sienten impotencia, ira y tristeza. Por eso no es nada fácil animar a
una persona que se encuentra en esta situación, pero a todos ellos quiero
ayudarlos en lo que estime oportuno el Señor, “el cual nos consuela en todas nuestras
tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en
cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos
consolados por Dios”
(2 Co. 1:4). Y de esto puedo
hablar con propiedad. Por eso me siento identificado con las palabras de
Charles Swindoll: “Un término que a veces escuchamos en
nuestros días es el de ´sanador herido`. Alguien ha sido antes quebrantado o
golpeado por el dolor (herido) resulta a menudo el mejor instrumento para
ayudar a otros a recuperarse (sanador)”[2].
Vamos a ir paso a paso y sin prisas. El primero de
ellos será ver una panorámica general de cómo ha entrado el pecado en la
Iglesia. Luego analizaremos las actitudes enfermizas que se dan en estas sectas
e iglesias malsanas, cómo actúan, sus motivaciones, el carácter de sus líderes
y cómo se produce al abuso, y terminaremos con el proceso de sanidad y cómo afrontar un nuevo camino en la vida. Así podremos comprender todo el engranaje que se
mueve para comenzar a limpiar la mente. En el Señor siempre hay esperanza.
Continuará en: ¿Cuáles
son los principios de propaganda en las iglesias malsanas?
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