lunes, 4 de marzo de 2019

4. ¿Cómo reaccionan y qué actitudes toman aquellos que salen de una iglesia malsana o que han sufrido abuso espiritual?



Venimos de aquí: Las diferencias entre las sectas e iglesias malsanas, y el calvario que ocasionan (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2018/11/3-las-diferencias-entre-las-sectas-e.html).

Uno de los terribles efectos que se observan entre aquellos que han salido de una iglesia malsana, que han sufrido algún tipo de abuso espiritual severo o que han sido víctimas de doctrinas heréticas, es su rechazo a toda la verdad –dentro de la mentira- que pudieron creer. En algunos casos, el dolor es tan grande que no son capaces de separar lo negativo de la experiencia y de lo que pudieron aprender de la misma. Por eso se apartan de todo lo pasado. Humanamente hablando, es completamente lógico. ¿Por qué? Porque si algo te provoca dolor, lo más normal es evitarlo. Si supieras que una de las carreteras principales de tu ciudad está llena de minas, sin duda tomarías un rumbo muy diferente. ¡Ni te acercarías!
Entre los hermanos que pasan por estas situaciones, podemos observar un poco de todo.

Una fe fría
Muchos conservan la fe, pero la inmensa mayoría reconoce que su relación con el Señor se ha enfriado sobremanera. Tuvieron que salir para no morir en sus corazones, pero andan renqueantes. También rehúyen al resto de cristianos porque les traen malos recuerdos y consideran que no son de confianza. Puedo llegar a comprender que haya cristianos que no quieran saber nada de otros que dicen profesar la misma fe. ¿Cómo van a desear su compañía de manera natural cuando aquellos que deberían haberlos amado les han provocado el mayor dolor de sus vidas? Hay casos llamativos como el de esta chica: “Para aquellos a quienes les importe, y entiendo si a usted no le importa, hoy dejo de ser cristiana, estoy fuera. Sigo comprometida con Cristo, como siempre, pero no sigo siendo ´cristiana` o siendo parte de la cristiandad [...]. Me resulta simplemente imposible ´pertenecer` a un grupo pendenciero, hostil, discutidor y con merecida mala fama. Durante diez años lo intenté. Fallé. Estoy fuera. Mi conciencia no me permite hacer otra cosa”[1]. Palabras duras pero ciertas en demasiadas ocasiones.

Viviendo en la carne
Otros, los más inmaduros en la fe o los que no estaban realmente convertidos, aprovechan la coyuntura para darle rienda suelta a la naturaleza caída. La supuesta nueva libertad que poseen la convierten en libertinaje. Es triste que incontables personas alrededor del mundo hayan quedado profundamente desilusionadas del cristianismo. Se han sentido tan encadenadas que, cuando se han liberado, se han ido al otro extremo. Viven fuera de la voluntad de Dios, instalados en los placeres temporales del pecado: noviazgos o matrimonios en yugo desigual, fornicación, sexo prematrimonial, borracheras, homosexualidad, lascivia, apostasía, diversas idolatrías, etc. Y eso no debería ser así. Incluso cambian su forma de hablar, de vestir, pierden el pudor sano, se muestran físicamente desvergonzados, actúan ante el sexo opuesto con un descaro libidinoso ajeno a los valores de Dios, llegando algunos hasta reírse de Él y de Su Palabra.
Hayan pasado por unas circunstancias u otras, por muy negativas que fueran, todos deberían poder afirmar como Pablo: “Yo sé a quién he creído” (2 Ti. 1:12). Fueron llamados a libertad y deben vivir en esa libertad gloriosa de los hijos de Dios, pero no usarla como ocasión para la carne (cf. Gá. 5:13; Ro. 8:21).
La vida de la inmensa mayoría de estas personas giraba en torno a la vida eclesial, con innumerables cultos, actividades y demás. Salir de esa ruleta supone para muchos sentirse perdido. Hay que reinventarse en multitud de aspectos: amistades, tiempo, objetivos, proyectos, intereses, etc. Sé muy bien cuán difícil es rehacer la vida a partir de cierta edad. Pero esto no es razón alguna para alejarse de Dios y dejar que la carne tome el control.

Al ataque
Un tercer grupo estaría formado por aquellos que, incluso después de muchos años, tienen mil heridas en carne viva. En consecuencia, arremeten contra los creyentes, señalando que todos son iguales, lo cual es una falacia.

Con fe pero alejados de otros
El cuarto colectivo es aquel que guarda intacta la fe en el Señor –a pesar de la experiencia traumática que experimentaron- pero, tras salir de donde lo hicieron, han desarrollado una especie de radar que les hace capaces de reconocer la más mínima señal de aquellas iglesias locales que se alejan de los patrones bíblicos. Esto, bien visto, es algo positivo. El problema surge cuando, de la misma manera, hallan múltiples dificultades para reconocer una que sea realmente saludable aunque no sea perfecta (puesto que ninguna lo es). Se vuelven intransigentes cuando ven algo que nos les gusta –aunque sean detalles pequeños- y por eso evitan congregarse nuevamente. En el caso de que lo hagan, se vuelven extremadamente críticos. Otros ni se lo proponen, o hacen un par de intentos: visitan algún grupo durante un tiempo, pero no arraigan en ninguno. Entre que las heridas están muy frescas y el temor a ser víctimas del sistema nuevamente, hay una parte de sí mismos que les repite en su interior insistentemente que se alejen. Algunos perseveran pero muchos terminan por desistir. Han desarrollado lo que llamo “fobia eclesial”.
Dentro de este grupo hay un subgrupo: aquellos que no se congregan a pesar de que no tienen heridas, que conservan amistades cristianas, que sirven a Dios fuera del local según las obras que Él les pone por delante y los dones recibidos, que viven como cristianos de forma sencilla, pero que sencillamente no se sienten identificados con muchas prácticas de las iglesias evangélicas del siglo XXI. No se levantan en armas contra ellas ni mucho menos ya que aprecian la labor que desempeñan y las respetan.

Apartados de Dios
Luego están aquellos que salieron pero terminaron por apartarse al no tener una fe conceptual, al no tener claras sus creencias ni las doctrinas del cristianismo, puesto que durante años se limitaron a ser “adoctrinados” sin comprobar por sí mismos en qué creían. No se han vuelto locos, viven tranquilmente, pero Dios es para ellos un recuerdo que les viene a la mente cada mucho tiempo y al que ya no prestan atención.

Vuelta a empezar
Por último, los que, pasado un tiempo, vuelven a congregarse en alguna otra iglesia local y pasan a formar parte de ella. En otros casos, forman su propia congregación. Muchos de ellos pasaron página y viven en paz, pero otros conservan heridas abiertas de par en par que llevan consigo en la nueva iglesia.

Aunque puede que haya algún grupo más y detalles concretos que no he citado, creo que a grandes rasgos estos seis son los habituales.

Una generación en el desierto
Por estos que todavía se encuentran en el proceso de volver a enfocar sus vidas en todos los aspectos, es por lo que podemos afirmar que hay una generación en el desierto. Sus almas están secas y solo ven duna tras duna, y cuando observan algún oasis se dan cuenta al poco tiempo que son meros espejismos. Muchos están al borde de un precipicio emocional y vagan como muertos en vida. El dolor que los envuelve es desgarrador.
El corazón les grita para que pongan tierra de por medio sin demora. Quieren desaparecer del mapa y que nadie sepa de ellos. Sienten impotencia, ira y tristeza. Por eso no es nada fácil animar a una persona que se encuentra en esta situación, pero a todos ellos quiero ayudarlos en lo que estime oportuno el Señor, “el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Co. 1:4). Y de esto puedo hablar con propiedad. Por eso me siento identificado con las palabras de Charles Swindoll: “Un término que a veces escuchamos en nuestros días es el de ´sanador herido`. Alguien ha sido antes quebrantado o golpeado por el dolor (herido) resulta a menudo el mejor instrumento para ayudar a otros a recuperarse (sanador)”[2].
Vamos a ir paso a paso y sin prisas. El primero de ellos será ver una panorámica general de cómo ha entrado el pecado en la Iglesia. Luego analizaremos las actitudes enfermizas que se dan en estas sectas e iglesias malsanas, cómo actúan, sus motivaciones, el carácter de sus líderes y cómo se produce al abuso, y terminaremos con el proceso de sanidad y cómo afrontar un nuevo camino en la vida. Así podremos comprender todo el engranaje que se mueve para comenzar a limpiar la mente. En el Señor siempre hay esperanza.

Continuará en: ¿Cuáles son los principios de propaganda en las iglesias malsanas?




[1] Graham Lotz, Ann. Heridos por la gente de Dios. Casa Creación. P. 77.
[2] Swindoll, Charles. Baje la guardia. Caribe.

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