lunes, 28 de junio de 2021

Últimos pasos para que un cristiano aproveche de cara a los demás su propio muro de Facebook

 


Venimos de aquí: ¿Cómo puede un cristiano sacarle rendimiento a su propio muro de Facebook? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/06/17-como-puede-un-cristiano-sacarle.html).

5) No te muevas por los likes, los seguidores, el número de comentarios ni por el reconocimiento; hazlo para dar a conocer el BIEN y LA VERDAD
Si lo que te lleva a publicar en tu muro son los likes o la cantidad de personas que responden a la fe y a la ética cristiana que expresas, posiblemente abandones al poco tiempo por puro desánimo, porque, a menos que caigas en el “populismo teológico/herético”, seas famoso, un pastor de renombre o tengas una iglesia respaldándote, serán pocos los que te harán caso de forma “pública”, y mucho menos los inconversos.
No comparo a nadie con un leproso, solo me sirvo de la historia narrada en la Biblia para exponerte mi idea: Jesús, siendo omnisciente, sabía que, de los diez leprosos a los que iba a sanar, solo uno le daría las gracias. ¿Impidió eso que los sanara? ¿Dejó de hacer el bien a los otros nueve por ello? ¡No! Hizo el bien, independientemente de la reacción de los demás. Por eso debes mentalizarte: lo que debe moverte, es dar a conocer “la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro. 12:2), sean muchos o pocos los que la quieran oír.
En mi caso, especialmente tras el cierre por parte de gmail de sus comunidades (el equivalente a los “grupos” de Facebook), descendió notablemente el número de lectores, puesto que allí había un número considerable. Como administrador de mi página, en mis estadísticas aparecían reflejadas cuántos lo leían y pude ver en cifras el bajón. ¿Qué hice para no desanimarme y seguir adelante? Dejar de mirar los registros y recordarme una vez más lo que he expuesto en el párrafo anterior. Y, desde entonces, todo en orden por mi parte.
Es cierto que te puedes encontrar con que nadie, o casi nadie, comente ni comparta lo que subas a tu muro, por lo que es imposible comprobar quién lo ha visto y/o leído. Ante esta situación, ten presente esta doble realidad:

- El 99,9 % de los inconversos no saben quiénes son los “cristianos famosos”, entre escritores, pastores, maestros o conferencistas y, por lo tanto, jamás los leerán. Pero, si te tienen en su lista de contactos, podrán saber de tus creencias por ti mismo.

- Bien sabes que, en persona, muchos no te preguntarán nunca sobre distintos aspectos de tus creencias y del porqué de tu fe. No lo harán por temor, por vergüenza o por miedo a que le tachen de algo. Pero aquí está lo bueno, y es que, en Internet, al ser otra clase de medio, las cosas pueden ser muy diferentes: de forma disimulada, oculta, sin que nadie lo sepa, podrán leer lo que publicas, en el presente o en el día de mañana, aunque no te enteres y no te digan nada. ¡Quién sabe lo que Dios hará en un futuro con quien leyó y vio algo que pusiste!

6) Si tienes decenas de “amistades digitales” y eres conocido...
Si eres una persona carismática, con cientos de “amigos” en las redes sociales, e incluso popular entre ellos, tanto que cualquier publicación tuya recibe decenas de “me gusta” y comentarios a raíz de cualquier tema secular o una simple fotografía, debes aprovechar aún más tu coyuntura. Me resulta completamente incomprensible el cristiano que recibe infinidad de likes por sus fotos y que no usa la misma herramienta para hablar de Dios. Como dije en el artículo de la exhortación, lo digo sin culpar a nadie y con cariño, pero a la vez con firmeza.
No puede ser que los más conocidos se mantengan al margen, permaneciendo indefinidamente en la comodidad, en el conformismo, en la seguridad y en su zona de confort. ¡Deben salir y lanzarse! ¡No deben depender de las reacciones ajenas para ser atrevidos y determinados!
Tienes que verlo como una oportunidad de oro, como si fueran “talentos” que Dios te ha regalado, como narró Jesús en la conocida parábola (cf. Mt. 25:14-30).

7) Que no te dé miedo a que, metafóricamente, te corten la cabeza
Aunque hay países del mundo donde confesar en público la fe cristiana conlleva la muerte real, en otros muchos las consecuencias suelen ser las que vimos en el escrito anterior: personas que pensarán mal de ti, que te eliminen de sus contactos, que te miren como un fanático, etc. Y esto lleva a muchos cristianos a no querer exponerse en las redes sociales. Sienten miedo a no tener el control. La idea de sentir ansiedad les paraliza. Esto hace que no sean dueños de sus propias decisiones y de lo que harían si no tuvieran este temor y otras emociones desagradables.
Si te sientes incluido en este grupo, debes recordar a quién sirves, y aprender de todos los personajes bíblicos que fueron valientes y estuvieron dispuestos a pagar el precio que fuera necesario, fuera su reputación o cualquier otro. Muchos creen que las cualidades que debe manifestar un cristiano son el amor, la humildad o la mansedumbre, entre otras, a lo que añaden la idea de Pablo, quien dijo que, aunque hiciera todo el bien del mundo, si no tenía amor, nada era. Indubitablemente, el fruto del Espíritu (siendo una parte de él, el amor) y las buenas obras van de la mano de un cristiano, pero si éste no muestra LA VERDAD del mensaje de la cruz por “no querer ofender” o por “miedo a que le corten la cabeza” en términos metafóricos, estará dejando coja una pata de la mesa: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gál 1:10).
Son numerosos los personajes bíblicos que no eran precisamente apreciados y que se toparon con todo tipo de oposición (cf. He. 11:36-40), por la sencilla razón de que iban en contra de la mayoría y les anunciaban la imperiosa necesidad que tenían del arrepentimiento para volverse a Dios. Hasta Cristo probó en sus carnes el rechazo por medio de todo tipo de insultos y menosprecios. Por Él mismo fuimos avisados de antemano: Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Jn. 15:18-20).
Ser cristiano “nacido de nuevo” no aporta caché, sino todo lo contrario, y no debería sorprendernos como si fuera algo extraño (cf. 1 P. 4:12). Bien lo expresó J.C Ryle: “La risa, la burla, la oposición y la persecución a menudo son la única recompensa que los seguidores de Cristo reciben del mundo”.
Viendo lo que enfrentaron nuestros hermanos en el pasado, y muchos afrontan en el presente en zonas de riesgo, no puede darnos miedo la “persecución digital” de un desconocido al que nunca veremos la cara y está a cientos o miles de kilómetros de distancia porque nos deje un comentario desagradable: “Gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros. Ciertamente, de parte de ellos, él es blasfemado, pero por vosotros es glorificado [...] si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello” (1 P. 4:13-14, 16).

Conclusión
Da igual si eres conocido en las redes o, por el contrario, tienes cientos de seguidores. Lo único cierto es que todos somos llamados a hacer la obra de Dios en la Tierra y a ser sus servidores, sea de una manera u otra, cada uno en distintas escalas, sin que haya “mejores” o “peores” estatus, y donde no todos tenemos que ser Will Graham, Max Lucado, Philip Yancey o César Vidal: “¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento” (1 Co. 3:5-7).
Nada de lo que he escrito ha tenido la intención de hacer sentir mal o culpable a nadie. Respeto a las personas que sigan decidiendo no usar su propio muro de Facebook para publicaciones cristianas. Son libres completamente. Mi intención era, y es, marcar pautas y lo que ya señalé en la primera parte: sacarle uso a una herramienta que está disponible para anunciar todo el consejo de Dios.
Si eres de los que te animas, concluyo dedicándote estas palabras de Gregory J. Ogden: “Siguiendo el método de Jesús, Pablo invertía en personas. Él también tenía la mirada puesta en las multitudes. Pero sabía que la transmisión sólida de la fe no tendría lugar si se limitaba a predicar delante de grandes auditorios. Pablo animó a Timoteo a usar un estilo personal para transmitir el evangelio a generaciones futuras cuando le exhorta diciendo: ´Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros` (2 Tim 2:2). [...] parte de la madurez espiritual es el deseo de transmitir a otros la fe que ha dado sentido a tu vida. Que Dios te tome y te capacite para que puedas invertir en otras personas y hacer que eso sea un compromiso de por vida”[1].


[1] J. Ogden, Gregory. Manual del discipulado. Clie. Pág. 33 y 27.

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