lunes, 27 de abril de 2020

6. ¿Qué puedes aprender de la crisis del coronavirus? Que tienes que dar gracias y un millón de gracias por todo lo que tienes


Venimos de aquí: ¿Qué puedes aprender de la crisis del coronavirus? Que debes aprender a mirar cara a cara el miedo al futuro y a la escasez para que no te controle (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/04/5-que-puedes-aprender-de-la-crisis-del.html).

En el primer escrito analizamos cómo es el mundo durante este tiempo oscuro donde las noticias sobre el Covid-19 lo domina todo. También vislumbramos el horizonte sobre qué harán las personas una vez que concluya la crisis sanitaria proclamada por la pandemia. Ahora, una vez que nos hemos contextualizado, estamos reflexionando sobre qué podemos y debemos llegar a aprender de toda esta excepcionalidad.
Si a través del filtro del virus no aprendemos estas lecciones ahora, no las aprenderemos nunca. No puede ser que muchos prefieran tapar todo lo que está aconteciendo a su alrededor bajo toneladas de humor y entretenimiento casero para no verse emocionalmente afectados, y se nieguen así el tiempo para pensar y meditar esperando a que todo vuelva a como era antes.

¿Qué debemos cambiar? ¿Qué tenemos que aprender?
Hace unos días, leí el artículo de un periodista que citaba las palabras de un peluquero venezolano: “Éramos felices y no lo sabíamos”. Y es verdad. Es como el contraste entre la salud y la enfermedad: solo apreciamos la salud cuando estamos enfermos. Es como si la echáramos de menos cuando nos sentimos mal. Basta pasar unos días malos con dolores de cabeza para sentirnos felices cuando llega esa mañana y nos sentimos bien. Esta situación presente nos debe llevar a pensar de la misma manera, porque muchas personas tienden a ver el vaso de sus vidas medio vacío, a quejarse de lo que no tienen, a tener mala cara cuando sus deseos no se cumplen y a enojarse por cuestiones que, muchas de ellas, en el fondo, son pequeñeces, sandeces y banalidades.
En esta línea de pensamiento apuntaba José Ignacio Landaluce, alcalde de mi ciudad (Algeciras), que estuvo infectado e ingresado por el coronavirus pero que ya está sanado: “Esta situación a todos nos debe estar haciendo reflexionar y ver que muchas veces nos empeñamos en exceso en cosas que tienen una solución fácil o que son pasajeras”[1]
Otros se sienten desgraciados porque el sueldo no les llega para irse de vacaciones y adquirir el coche que anhelan, o porque no pueden ir de compras a las tiendas de ropa y a las de electrodomésticos a dejarse cientos de euros en vestimentas, zapatos, material deportivo, muebles, ordenadores, tablets, teléfonos móviles o videojuegos.
Todos ellos deben aprender a sentirse agradecidos CADA DÍA por TODO lo que SÍ tienen:

- Una casa, sea pequeña o grande.
- Un plato de comida que llevarse a la boca.
- Un sofá y sillas para sentarse, sean mejores o peores.
- Un colchón donde dormir, sea más o menos cómodo.
- Las sábanas limpias y mantas que les cubren del frío.
- Los amigos, sea uno solo o muchos.
- La familia, sea amplia o escasa.
- Los hijos, aunque sean revoltosos.

Tenemos que darle las gracias a Dios, incluso en la tragedias o en las dificultades, tanto en los días buenos como en los malos, tanto cuando la vida sonríe al nivel que nos gustaría como cuando no. Gracias por crearnos. Gracias por nuestro cuerpo. Gracias por el aire que llena nuestros pulmones y nos da la vida. Gracias por la comida que podemos llevarnos a la boca. Gracias por el agua que nos permite lavarnos y beber de ella. Gracias, gracias y gracias POR TODO: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Ts. 5:18).
Sea cual sea nuestra situación presente o futura, y tengamos mucho o poco, debemos aprender lo que es el verdadero CONTENTAMIENTO del que habló Pablo: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad” (Fil. 4:11-12). Si somos capaces de asimilar este principio, “teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1 Ti. 6:8-11).


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