Venimos de aquí: El conocimiento mutuo: Hombres y
mujeres: distintos pero complementarios. https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2018/01/hombres-y-mujeres-distintos-pero.html
En lo que respecta a los valores personales, es
sumamente importante saber qué piensa la otra persona en temas tan importantes
como el dinero –y el uso de él-, o cuáles son sus metas en la vida, su vocación
y, por supuesto, lo que transciende a todo esto: su relación con Dios. Es
fundamental conocer estas áreas porque, tal y como piense, así vivirá.
Puesto que el deseo final de un verdadero noviazgo es
el matrimonio (todo lo demás es pura inmadurez), deberás saber cómo sería tu
vida al lado de esa persona. Quizá, al mirarla, seas consciente de cuánto le
puedes aportar. Pero una relación es cosa de dos y, por lo tanto, tú también
necesitas que te aporten. Al mismo tiempo, en los valores que posea se
manifestará la esencia de su persona. Si ambos no poseen valores sanos y
bíblicos desarrollados, aun siendo cristianos que han nacido de nuevo, esa
relación estará condenada a la mediocridad o al fracaso. Además, ¿qué le
inculcarán a sus hijos? Sería como pedirle a sus descendientes que leyeran
cuando ellos no lo hacen. Y así en todas las demás facetas personales. Si uno
está vacío por dentro, ¿qué podrá dar? ¡Nada!
Cuesta la misma vida convencer a alguien de que su
pareja y él son antagónicos, y que esa relación no funcionará –tristemente es
algo que no suele ocurrir hasta que la persona se da cuenta por sí misma- ya
que:
- Sus principios y su forma de pensar son opuestas.
- No coinciden en casi nada: ni intereses personales,
ni creencias, ni valores.
Todo ocurre fruto del deseo que se despertó, o esa
mirada que encendió una chispa en el corazón. Por eso es lógico que, por
haberse dejado llevar en el pasado por ese fuego inicial y habiendo olvidado el
raciocinio, haya matrimonios en el presente donde ambos se sienten como presos
en una cárcel de máxima seguridad.
Por eso te pregunto antes de que sea demasiado tarde:
si no querrías entablar amistad con
alguien con quien no tienes nada en común, ¿por qué habrías de hacerlo a nivel
de pareja?
La vida
espiritual
A veces he visto a amigos solteros del sexo opuesto
que tienen más comunión en su vida espiritual que muchas parejas. Así que hablemos
de este valor ya que es el más importante entre todos.
Una persona que viva según los valores de Dios lo
supone todo. Supondrá un reto personal que guíe a crecer espiritualmente.
Además, veréis y apreciaréis todos aquellos talentos y dones que Dios os ha
dado para que podáis usarlos. Al fijarte en la condición espiritual de la
persona que te atrae, observa si sus principios morales están basados en la
Palabra: su forma de hablar, de sentir y de comportarse. Comprueba si en su
corazón existe el deseo primordial de agradar a Dios con su vida allí donde
esté, lo cual repercutirá sin duda en la relación de pareja.
Normalmente, la frialdad espiritual de uno consume el
calor del otro. Si te aparta de tu relación con Dios es mala señal. Si te
acerca al pecado, peor aún. Por eso debes prestar atención qué se manifiesta en
él: el fruto del Espíritu o las obras de la carne. Ahí radica la importancia de
conocer el valor que le concede a su relación con Dios. Se puede ser cristiano,
nacido de nuevo, salvo, pero con una vida que apenas ha sido transformada.
Si pasas esto por alto, te encontrarás con situaciones
concretas que afrontaréis de maneras
opuestas e irreconciliables. Por ejemplo, cuando haya problemas, uno basará la solución en las emociones efervescentes del
momento y en los gritos, mientras el otro se sujetará a la voluntad de Dios en
su forma de expresarse.
Es triste que haya tantas parejas cristianas que no
compartan una verdadera unión espiritual y, si la tienen, es muy pobre. Sí, se
amarán y serán cristianos, pero nunca disfrutarán de una total comunión entre
ellos. Es trágico que nunca tengan una conversación sobre Dios y sus creencias
más profundas, que no oren el uno por el otro, que se guíen por su propia ética
o forma de pensar en lugar de por las enseñanzas de las Escrituras, o que no
usen lo que han aprendido de la Biblia para enseñar, apoyar y restaurarse
mutuamente cuando es necesario. Esa frialdad espiritual termina afectando al
resto de áreas. Tremenda es la diferencia entre dos personas que tienen al
Señor en el centro de sus vidas y entre aquellas en las cuales el Soberano es
sólo un amuleto más que no afecta al día a día, o una religión sin vida que no
cambia las circunstancias ni la manera de ver y entender la existencia. La
misma Palabra es bien clara de las consecuencias: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican” (Sal. 127:1).
La relación personal con Dios es innegociable. Ambos
tienen que ser atalayas en la
relación y proteger al otro de los peligros que puedan surgir, como por ejemplo
de personas con dobles o malas intenciones.
Proverbios nos enseña que “engañosa
es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será
alabada” (Pr.
31:30). La belleza, la simpatía y el encanto no sirven de nada
si no va acompañado del conocimiento del Señor. Todo el capítulo 31 de
Proverbios describe las características de una gran mujer entregada a Dios:
- de carácter noble.
- profunda.
- sabia.
- equilibrada.
- confiable.
- trabajadora.
- fiel al hombre y buena para con los demás.
Como señala el autor, ésta es la que vale
infinitamente más que todas las piedras preciosas del mundo (cf. Pr. 31:10). Las características
reseñadas son igualmente aplicables al hombre. Esos son los valores que
permanecen de por vida. Si lo que te enamora
es su belleza, lo divertido que resulta, su posición social, sus recursos
económicos y su trabajo, estarás dejándote llevar por lo superficial. Un camino
directo hacia la ruina.
Esto no significa que los miembros de la pareja deban
ser clones espirituales. Como veremos
en el apartado “Intransigentes” dentro del capítulo “Cuando el problema está en
el soltero”, un concepto erróneo de lo que significa realmente la
compatibilidad espiritual es lo que lleva a ciertas personas a rechazar a
otras. En los temas fundamentales sí es importante tener el mismo punto de
vista, y más teniendo en cuenta las extrañas corrientes que se han infiltrado
en la Iglesia contemporánea. También en la moralidad, ya que hay muchos que son
liberales en cuanto a temas como la homosexualidad o el aborto, algo
incomprensible para un verdadero cristiano que tiene a la Biblia por norma de
fe y conducta. Esto no significa estar de acuerdo en todos los temas
secundarios. Como bien sabes, hay cuestiones doctrinales de las cuales casi
nadie piensa de la misma manera, ni siquiera los más grandes teólogos. Aquí me
refiero a la Soteriología, la Escatología y la Carismatología.
Luego, dentro de la libertad del cristiano respecto a
su forma de ser, hay multitud de variantes. Están aquellos que son más efusivos
y otros más sosegados. Unos dedican más tiempo a la lectura -sean también
devocionales y estudios-, y otros menos. Unos hablan más de Dios y de Su
Palabra, y otros menos. Unos tienen unos dones concretos para un ministerio
determinado, siendo los de la pareja totalmente diferentes. Unos son expresivos orando y lo hacen
en voz alta, y otros prefieren hacerlo en su interior. Unos son extraordinarios
evangelizando por la calle y hablándole de Dios a desconocidos, y otros se
sienten violentos haciendo esto pero
se les da sensacional predicar en el trabajo a compañeros o personas con las
que tiene un poco de confianza en un ambiente más íntimo. Cada creyente
manifiesta de manera diferente su espiritualidad. Este tipo de diferencias hay que respetarlas y aceptarlas dentro
de un marco consensuado para que la unidad espiritual no dependa de ello.
Por citar un ejemplo donde deberéis negociar: si uno
quiere ser misionero y el otro servir en la iglesia local de su propia ciudad,
entonces habrá que hablarlo seriamente antes de continuar con la relación,
porque es evidente que ambos ministerios son incompatibles.
Si no se negocia y se trata
de imponer, la guerra no tardará en aparecer. Surgirá el menosprecio y las
comparaciones negativas. Comenzará una competición para ver quién es más
espiritual. Uno de los dos ejercerá presión sobre el otro atosigándole –tanto
con directas como con indirectas- y la parte derrotada terminará por sentirse condenada, como si no estuviera a
la altura de las expectativas, y terminará experimentado un rencor que le
alejará de su pareja, pudiendo llegar fácilmente a la ruptura. No pases por
alto este asunto porque es fundamental, y concédele la valoración que se
merece.
Las
diferencias entre hombres y mujeres respecto al trabajo y el dinero
En segunda instancia, y aunque no sea un valor
propiamente dicho, es importante conocer qué importancia le concede tu
compañero al trabajo y al dinero –incluyendo lo material-, y qué pensamientos
tiene al respecto. Aquí también hay muchos malentendidos entre ambos sexos
porque vemos y sentimos la vida de manera distinta. El hombre considera muy
importante su trabajo, en el cual suele encontrar su realización personal. Por
el contrario, la mujer halla su verdadera satisfacción en las relaciones personales.
Como siempre digo, esto es por norma general, pero no siempre es así. Conozco
hombres cuya máxima satisfacción personal se encuentra en las relaciones
humanas, entre los que me incluyo.
Digo esto sabiendo que hoy en día las cosas están
cambiando por las exigencias a las que se ven sometidas las mujeres en el mundo
laboral. La sociedad les ha hecho creer que, aparte de ser grandes mujeres en
todos los ámbitos de la vida, deben ser excelentes profesionales. ¿Resultado?:
estrés, estrés y más estrés, que puede sobrecargar y doblar el roble más
fuerte.
De todo esto se desprende la importancia que el hombre
le concede al dinero y a las posesiones materiales. En muchos casos, suele ser
sinónimo de triunfo, conviertiéndose en buena parte del propósito de su vida.
Se siente valorado cuando alcanza los logros que se había propuesto. Por eso en
muchas ocasiones antepone el dinero y el éxito a las relaciones, cometiendo un
grave error.
¿Qué deben aprender unos de otros? Por un lado, las
mujeres entender la importancia que le otorga el hombre al trabajo y cómo
repercute en su estado de ánimo. Por ejemplo, un hombre sin trabajo y sin
dinero se siente francamente mal consigo mismo. Siente que no tiene nada que
ofrecer a una compañera, empezando por la seguridad económica. Este detalle
deben tenerlo en cuenta las mujeres que estén de pareja con un hombre en tales
circunstancias y hacerle ver que su amor hacia él no depende de que tenga o no
trabajo en ese momento. Por el contrario, deberá apoyarle y animarle, esperando
que la situación cambie.
Por el otro lado, en la parte que le corresponde al
hombre: escuchar atentamente lo que las mujeres cristianas y maduras
dicen –tanto solteras como casadas-: prefieren tener menos y ganar más. Es
decir, quieren menos lo material y
quieren más de ti. Y si ganar menos
supone ganar tiempo para disfrutar de la relación, que así sea. Quieren
intimidad emocional. Luego, si vienen penurias económicas, esta intimidad será la
base sobre la cual se sustenten mutuamente en los malos tiempos.
Entre aquello que debe el hombre aprender de las
mujeres es que son más importantes las relaciones que los logros. En eso llevan
años luz de ventaja al género masculino. Que no sea demasiado tarde cuando seas
consciente de esto.
Aun así, no todo son piedras contra mi género. Ellos narran
que muchas mujeres hablan de la importancia de la relación, pero luego no paran
de quejarse de todo lo que no tienen: los muebles y el sillón que les gustaría,
la ropa que no se pueden comprar, las salidas que se quedan sin hacer, aquellos
sitios donde no pueden ir de vacaciones porque el dinero no les llega, etc. Y
claro, el hombre recibe estas quejas en su mente y busca la solución como buen príncipe que quiere satisfacer en todo a
su amada. ¿Cómo lo hace? De la manera que mejor sabe: trabajando más y más.
Si ellas quieren estrenar un vestido nuevo cada semana
y viajar por todo el mundo una vez al año, les recomiendo encarecidamente que
se casen con un Maharajá de la India, que suelen tener jets privados y diversos
palacios residenciales. Exageraciones aparte, sí es cierto que el hombre guarda
todo lo que oye y ve. Y, si las señales que recibe son de insatisfacción, se
sentirá verdaderamente agobiado.
Por eso la mujer tiene que aprender a contentarse con
lo que tienen en ese instante. Si su momento más emocionante de la semana es
cuando va de compras, o su admiración por un hombre se debe a las posesiones
materiales que él tiene, será una muestra de que no vive según los valores
cristianos. La Palabra dice que “mejor es
adquirir sabiduría que oro preciado” (Pr. 16:16) y que “de más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena
fama más que la plata y el oro” (Pr. 22:1).
La
mayordomía de la Biblia
Debe ser la Palabra de Dios la que nos guíe en todos
los asuntos doctrinales, morales y éticos, y por supuesto también en los
económicos. Y ella nos muestra lo que se conoce como “Mayordomía”, que consiste
en el uso que hacemos de lo que Dios nos concede, sea mucho o poco, pero que le
pertenece a Él: “Tuya es, oh Jehová, la
magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las
cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el
reino, y tú eres excelso sobre todos” (1 Cr. 29:11).
Esto se contrapone con la “Teología de la Pobreza” y
la “Teología de la Prosperidad”; ninguna haya cabida en la Biblia. Por eso no
comparto para nada lo que el psicólogo clínico cristiano Neil Clark Warren dice
en su libro “Cómo hallar el amor de tu vida”: “Si dos personas [...] desean una
casa grande, autos caros y viajes internacionales, ambos necesitan estar de
acuerdo en el estilo de carrera que hará posibles estas ambiciones”. Sabiendo
que el dinero en sí no es malo, sino el amor a él (cf. 1 Ti. 6:10), lo dicho
por este autor no es un principio en el cual deba basarse en ningún caso una
pareja cristiana. Una casa y un coche son necesidades básicas hoy en día, pero
no una casa grande y coches de lujo. Eso entra dentro de la categoría de la
avaricia: “No te afanes por hacerte rico;
Sé prudente, y desiste” (Pr. 23:4). Jesús fue bien claro: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque
la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lc.
12:15). Y no hay mayor consejo que las palabras que el Espíritu Santo puso en
el corazón de Pablo: “Pero gran ganancia
es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este
mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo,
estemos contentos con esto” (1 Ti. 6:6-8).
Esto no significa que el hombre y la mujer desatiendan
la importancia de labrarse un futuro. ¡Claro que necesitan un plato de comida
que llevarse a la boca! Y si puede ser un buen solomillo, mejor. De lo
contrario, las consecuencias serán claras:
“El perezoso no ara a causa del invierno; Pedirá, pues, en la siega, y no
hallará” (Pr. 20:4). Pero, en esta plena vorágine de la sociedad de
consumo, en la cual muchos se ven envueltos, solamente se trata de REDUCIR EL NIVEL
DE VIDA PARA GANAR EN CALIDAD DE VIDA. En la sencillez
está la clave.
Que ambos sexos sean equilibrados en esta área.
Recuerda ese refrán que dice: “No es más
feliz quien más tiene sino quien menos necesita”.
* En el siguiente enlace está el índice:
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* Prosigue en: 10.6.4. El conocimiento mutuo: ¿El noviazgo es el fin del tiempo para uno mismo y los amigos? https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2018/05/1064-el-noviazgo-es-el-fin-del-tiempo.html
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