miércoles, 1 de marzo de 2017

Hasta el último hombre: ¿Despreciando a los cristianos que no piensan como nosotros?



Aunque este artículo está encuadrado dentro de la etiqueta “películas para reflexionar”, señalaré que no es recomendada para todo el mundo: Hasta el último hombre (ganadora de multitud de premios, entre ellos dos Oscar al mejor montaje y sonido, y dirigida por Mel Gibson –el mismo de La Pasión De Cristo-). Y digo esto porque, al ser un largometraje basado en una historia real sobre la 2ª Guerra Mundial, contiene escenas de combate bastante crudas, al estilo que ya se mostraron en Salvar al soldado Ryan, por lo que puede herir la sensibilidad. Por lo tanto, no es aconsejable que la visualicen aquellas personas que les pueda afectar especialmente dichas imágenes, ya que resultan bastante desagradables. En mi caso, la vi porque me interesaba sobremanera la premisa, pero tuve que apartar la mirada con toda celeridad en varias ocasiones. Aunque no la veas, puedes leer estas líneas para conocer una gran historia y aprender algunas lecciones prácticas e importantes como cristiano.

La razón de este escrito
Hecha esta matización, diré que, si quiero escribir sobre la historia del sargento del Ejército de EE. UU, Desmond Doss (interpretado por Andrew Garfield), es para llamar la atención sobre hasta qué punto ciertos cristianos –tanto católicos como protestantes- se han mostrado intolerantes con el valor de esta película por el hecho de que narra las vicisitudes de un Adventista del séptimo día, siendo sorprendentemente apreciada por aquellos que no tienen ningún tipo de creencia religiosa. Difiriendo en algunos asuntos importantes con ellos, me parece tristísimo, a la luz global de las Escrituras, que se menosprecie la fe e infravalore la labor que llevó a cabo el soldado en la contienda por pertenecer a este grupo.
Aunque oficialmente desde el 2º Concilio Vaticano (celebrado entre 1962 y 1965) el catolicismo romano considera a los protestantes/evangélicos como “hermanos separados”, el católico de a pie los sigue llamando “herejes”, como he comprobado en multitud de ocasiones y leído en muchas más. Por su parte, incontables protestantes/evangélicos, aunque hablan de un intento ecuménico bajo ciertas normas (entre otras, el reconocimiento a que la máxima autoridad es la Biblia y no las palabras del Papa), califican con total convencimiento a la institución romana como “La Gran Ramera” de la que se habla en el libro de Apocalipsis.
Aunque en público muestran buenas caras y parecen respetarse, la realidad descrita fuera de los focos es la habitual entre dos de las ramas más representativas del cristianismo. Ante esta perspectiva, no me extraña en absoluto el desprecio mostrado ante la fe de Desmond Doss, al no calzar con ellos en todos los detalles, presentándolo peyorativamente como un sectario.
Así que, una vez más, el propósito de este escrito es abrir la mente de aquellos que se muestran intolerantes para que puedan rectificar y cambiar. Con ese fin en mente, y antes de lanzar sentencias y proclamas populistas, analizaré algunos detalles de la vida de Desmond:

- ¿Se puede considerar a su grupo como cristiano o no?
- ¿En qué aciertan y en qué yerran?
- Y, por último, lo que considero más importante: pensemos lo que pensemos sobre las creencias de las personas adscritas a esta fe en particular, ¿puede Dios usarlos para el bien y para Su gloria? 

¿Quién fue Desmond Doss?
El sargento Doss, queriendo servir a su país en la contienda más terrible que ha experimentado este mundo, se alistó en el ejército como objetor de conciencia en un pelotón de combate. Esto significa que serviría como médico en el mismo frente de batalla socorriendo a los heridos pero sin portar armas, ya que él quería salvar vidas, no arrebatarlas, ya que sus valores –asentados en el mandamiento bíblico no matarás- se lo impedían. Analizado fríamente, era prácticamente un suicidio, pero su sentido del deber estaba por encima de todo. Alegaba que no podía quedarse en casa a salvo mientras que sus vecinos daban su vida por liberar al mundo del eje formado por la Alemania nazi, el Imperio Japonés y el Reino de Italia. Su fe, la Biblia que siempre llevaba y su negativa a portar armas, le suposo la burla de sus propios compañeros y el acoso continuo de sus superiores, que le llevaron a un consejo de guerra. Con todo, nada le hizo retroceder y fue asignado al destacamento médico, 307ª de Infantería, 77ª División de Infantería.
Tras lograr su objetivo de ir a combate a cumplir la tarea que tenía en mente –salvarguardando sus creencias más profundas-, fue destinado a la batalla de Okinawa (mayo 1945), en Japón, que fue toda una masacre por ambos bandos (12.520 muertos y 36.631 heridos por parte de los aliados, y 110.000 muertos por el lado japonés). Una vez allí, salvó la vida a 75 hombres bajo un intenso fuego, muchos de ellos heridos de suma gravedad, a los que, arrastrando o llevándolos en peso, los acercó al filo del acantilado para hacerlos descender con cuerdas. Él mismo fue herido en las piernas por la metralla de una granada y por un disparo en el brazo que le fracturó el hueso, por lo que fue finalmente evacuado, recibiendo la admiración de aquellos que previamente le habían insultado. Tras el final de la guerra, fue condecorado con la medalla de honor por el mismísimo Harry Truman, el presidente estadounidense. Aún hoy, años después de su fallecimiento (1919–2006), su nombre es honrado en el Día de los Caídos por los veteranos de guerra.

Adventistas del séptimo día
¿Quiénes son los adventistas del séptimo día? Como apunté al principio, no soy uno de ellos, pero tampoco caigo en el error que se suele cometer con muchos grupos, donde se les desecha y etiqueta directamente como herejes sin saber qué piensan y en qué creen. Si este es tu caso, citemos algunos de sus aciertos y de sus errores a la luz de las Escrituras:

1. Aciertos

- La Escritura es inspirada y sin error; es la norma de fe absolutamente confiable y definitiva.
- Dios es el único Creador y Señor del universo; existe eternamente como la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo).
- El Hijo eterno encarnado, completamente Dios y completamente hombre, fue concebido y nació de la virgen María, murió en la cruz por nuestros pecados, resucitó de la muerte, ascendió al cielo y un día volverá en gloria para juzgarnos.
- Para ser salvos, nos arrepentimos, creemos en Cristo como ejemplo (por su vida) y sustituto (por su muerte), y por su gracia, Dios nos declara justos y nos da vida por el Espíritu para vivir en obediencia a los mandamientos de Dios.
- En temas éticos, están en contra del aborto, del matrimonio homosexual, de las parejas de hecho y de las relaciones sexuales prematrimoniales.

Cualquier cristiano genuino con un conocimiento medio de la Biblia, sabrá que las doctrinas citadas son las que se reflejan en ella, por lo que puede suponer toda una sorpresa para algunos saber que los adventistas del séptimo día creen en lo mismo que ellos. Y recalco a este sector en concreto –que es la rama más grande de las iglesias adventistas-, haciendo distinción con el resto de ramas minoritarias de los adventistas que rechazan la Trinidad, entre otras doctrinas cristianas. 

2. Errores

- Ellen G. White (1827-1915) fue una profetisa en los inicios de dicha Iglesia y sus escritos son complementarios a la enseñanza de las Escrituras.
-  La muerte de las personas es un estado de inconsciencia. Cuando Cristo regrese, los justos resucitarán a la vida en el cielo. Después del Milenio, los impíos resucitarán solo para ser aniquilados.
- La predicción de William Miller de que el “advenimiento” (la segunda venida) de Cristo ocurriría en 1844 no se cumplió. Luego se interpretó como un hecho celestial, no el regreso real.
- En 1844, Cristo comenzó su juicio para determinar quiénes de los muertos y de los vivos son creyentes fieles, leales y obedientes a las leyes de Dios. Un elemento esencial de esa obediencia es el descanso y los cultos de adoración los sábados. Dios regresará cuando acabe la obra de este juicio.

Los desaciertos nombrados son muy semejantes a los cometidos entre católicos y mormones (el primero) y los Testigos de Jehová (del segundo al cuarto).

Una vez que sabemos un poco más de ellos, ¿qué hacemos? ¿Por qué guardan el sábado –como hacía el soldado Desmond Doss- en lugar del domingo, ya no son salvos? ¿Por qué uno de ellos se equivocó en una predicción –la cual muchos creyeron y creen-  ya están condenados? Ni de lejos creo lo que los “universalistas” afirman: que al final de los tiempos, Dios salvará a todos, incluso a los ateos. Eso sería ir en contra de todo lo que Él mismo ha enseñado a lo largo de la historia, porque es una herejía en mayúsculas. Pero aquí no estamos hablando de eso, sino de personas que creen en la Trinidad, en la plena divinidad de Cristo, en su doble naturaleza (algo que a la propia iglesia primitiva le costó explicar en términos entendibles), en su muerte expiatoria y resurrección, y en la salvación por gracia.
Me entristece en demasía cuando sé de personas que tienen en su mente la idea de que únicamente se salvarán ellos y su iglesia, su congregación, su grupo, su ..., porque todos los demás que dicen ser cristianos –y que han “nacido de nuevo”- están equivocados en diversas doctrinas, a pesar de que éstas no afectan a lo verdaderamente esencial. ¿O es que Desmond está en el infierno porque se negaba a comer carne? ¡Por favor, sandeces las justas!
¿Significa esto que paso por alto sus errores? Ni mucho menos. ¿Qué aceptan los escritos de Ellen G. White como complementarios a la enseñanza de las Escrituras? ¡Pues habrá que enseñarles! En lugar de pasarla por alto, es aquí donde debemos recordar la historia de Apolos: “Llegó entonces a Efeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios. Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído; porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo” (Hch 18:24-28).

¿Puede Dios usarlos para el bien y para Su gloria?
¿Puede usar Dios para sus planes y para hacer el bien a personas que no se ajustan completamente a sus ideales y principios establecidos en la Biblia? Muchos dirán que no. La realidad es que si incluso usa a los que no creen en Él (¿o es que no hay hospitales, ONG`s y orfanatos promovidos y sustentados por inconversos?), ¿cómo que no lo va a hacer con los que sí? Las Escrituras enseñan una y otra vez que así es, y más aún cuando los individuos en cuestión son creyentes, aunque difieran en algunos temas respecto a la enseñanza oficial, y a pesar de sus errores y limitaciones.
Por citar solo dos ejemplos bíblicos entre los muchos que se podrían poner: si Dios usó a una burra para hablarle a Balaam (cf. Nm. 22:28-30) y usó a Rahab la prostituta para esconder y permitir la huida de dos espías judíos en la tierra de Jericó (Jos. 2), ¿cómo no iba a usar a una persona que confiesa que Jesucristo es su Señor y Salvador, que vive en consecuencia a los mandamientos de Dios, aunque esté errado en algunas cuestiones?
Si la salvación y la obra de Dios dependiera de que nosotros –los seres humanos falibles e imperfectos- nos ajustáramos al 100% a lo que Él enseña en Su Palabra, ninguno sería salvo y ninguno haría nada que viniera del cielo. Sus planes están muy por encima de los limitados, intolerantes y cuadriculados pensamientos humanos y de muchos cristianos. Menos mal que Dios es más misericordioso que nosotros, porque de lo contrario seguiríamos más que perdidos.
Con todo lo visto, a cualquier persona honesta no le quedará más remedio que sentenciar que Dios usó a Desmond Doss para salvar a muchas personas, testificar de Su grandeza y para Su gloria. El mismo se encargó de darle todo el mérito al Señor y de enaltecerlo. Mientras miles de cadáveres mutilados yacían alrededor y 20.000 soldados norteamericanos eran retirados de la batalla de Okinawa por crisis nerviosas, allí estaba Desmond desarmado orando: “¡Uno más! ¡Señor, ayúdame a salvar a uno más!”. No creo que muchos de nosotros fuéramos capaces de tener el valor de correr para salvar a otros desinteresadamente en un lugar donde miles de balas volaban por el aire y el hedor a muerte inundaba el alma del más fuerte.

Antes de mirar a nadie por encima del hombro –lo cual no tenemos que hacer en ninguna circunstancia- o creernos moralmente superiores, analicemos bien el trasfondo y la historia de aquellos que creen en el mismo Dios que tú y que yo, e igualmente afirman la misma Biblia, pero que no concuerdan con nosotros en cada una de las doctrinas adyacentes. Puede que nos toque recapacitar.




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