lunes, 26 de junio de 2023

Barrio Lejano. Si pudieras viajar al pasado, ¿qué cambiarías de tu propia vida?

 


Imagina... imagina... imagina... que, un día normal y corriente, vuelves en el tren de cercanía que te traslada del trabajo a casa, donde tu esposa y tus dos hijas adolescentes te esperan... Imagina que, cuando te das cuenta, te has equivocado y has subido en otro que te dirige a la ciudad donde te criaste hace más de treinta años. Imagina que, una vez allí, te animas a dar un paseo para ver cómo ha cambiado todo y mirar tu antigua casa. Imagina que decides ir a ver el cementerio, más concretamente la lápida donde yacen los restos de tu madre. E imagina que, pocos momentos después de sufrir un leve desmayo, observas que tu propia sombra se hace más pequeña y, al mirar tus manos, también han empequeñecido. Acabas de comprobar que, en lugar de tus cuarenta y ocho años actuales, vuelves a tener doce, pero conservando todos los recuerdos y conocimientos de tu vida adulta.

Nada de esto me lo estoy inventado. Es el argumento de la entrañable historia “Barrio Lejano”, del difunto autor Jiro Taniguchi, y publicada en 1998. Sin duda alguna, una de las mejores obras que he leído en mi vida. Para el que no la conozca, le diré que no es un libro sino un “manga”, que no es ni más ni menos que un cómic japonés. Muchos pensarán que el manga es solo violencia y sexo, pero no saben que, al igual que el cine y la literatura, tiene infinitos géneros y que están dirigidos a distintos tipos de lectores. Esta en concreto es un para un público adulto, con un dibujo muy realista, al estilo europeo, y que recomiendo a toda persona madura. Eso sí, te aviso si te lanzas: al revisitar el pasado de Hiroshi –el protagonista-, vendrán a tu mente multitud de recuerdos y escenas de tu vida, y ahí es más que posible que te emociones, sientas el corazón en un puño, e incluso llores. Cuando lo ves reencontrarse con su difunta madre, con su padre al que no ve hace décadas, con un antiguo amor del instituto, con profesores y amigos, ... impacta sobre uno mismo. Es una obra que marca. En mi caso también lo hizo, y vuelve a hacerlo cada vez que la rememoro, a pesar de que, hasta el día de hoy, solo he tenido el valor de leerla una vez.
(el protagonista, tras viajar al pasado y reencontrarse con su padre después de más de treinta años)

¿Qué cambiarías de tu pasado?
Citemos algunas situaciones generales que, en algunos casos, cambiarías:

- No le habrías dedicado tiempo a esas personas que el paso de los meses y de los años te demostró que no lo merecían.

- Le habrías dedicado tiempo a otras personas que te habrían enriquecido como ser humano.

- No habrías sido amigo de ciertos individuos y sí de otros.

- No habrías dedicado tu esfuerzo en cuestiones que no servían para nada y te abrías centrado en aspectos más útiles y de provecho.

- No habrías tenido de pareja sentimental a esa persona que pasó por tu vida y que no era ni mucho menos la más adecuada.

- Habrías hecho caso a todas las alertas que sonaban en tu corazón y no te hubieras casado con la persona de la que poco después te divorciaste.

- Habrías sido más valiente a la hora de decir lo que realmente pensabas en multitud de temas.

Como harían falta millones y millones de libros para contar al detalle cada paso que cada uno de nosotros ha dado en este mundo, podríamos describir infinitas situaciones de la vida cotidiana, algunas trascendentales e importantes, y otras sin mucha importancia.
En definitiva, la idea sería “dejar de cometer errores” (incluso todos y cada uno de nuestros pecados) y tomar las decisiones correctas que nos trajeran la dicha, en lugar de malos momentos, tristezas, lágrimas y remordimientos.

¿Cambiaría realmente nuestra realidad? & El presente
Es evidente que poder vivir de nuevo la adolescencia y la juventud con los ojos de la experiencia y la madurez actual sería apasionante. Enfrentarse a algo conocido por segunda vez y afrontarlo de forma diferente, reencontrarse con “fantasmas” del pasado y hacerles frente, o pasar el tiempo con aquellos que ya partieron de este mundo en lugar de hacerlo con quienes no lo merecían, es una fantasía muy recurrente entre aquellos que son excesivamente introspectivos. Aquí la pregunta que deberíamos hacernos es: si fuera posible, ¿realmente cambiaríamos? ¿Y los personajes bíblicos? ¿Habrían desobedecido Adán y Eva a Dios si hubieran conocido el alcance de sus acciones? ¿Habría mirado atrás la mujer de Lot de saber que se iba a convertir en estatua de sal?  ¿Habría adulterado David con Betsabé sabiendo la ruina moral que sobrevendría sobre su alma? ¿Habría traicionado Judas a Jesús si se hubiera visto a sí mismo ahorcado de antemano en un árbol? ¿Habría...? Podríamos citar decenas de historias tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.
La respuesta a si modificaríamos partes de nuestro pasado es “sí”. Nos ahorraríamos ciertas dosis de dolor y, casi con total seguridad, facetas de nuestra personalidad serían bien distintas. Pero hay una pregunta que va más allá: ¿dejaríamos de cometer “otros” errores? ¿Dejaríamos de pecar, aun sabiendo las consecuencias de seguir haciéndolo? La respuesta es un tajante “no”. Y mi rotunda conclusión tiene una razón muy clara: los seres humanos, incluyendo por supuesto a los cristianos, siguen fallando y pecando en el presente, aun sabiendo las consecuencias:

- Incontables personas viven atrapadas en su mente por la nostalgia recordando la infancia y la primera juventud donde se sentían felices, mientras que otras siguen estancadas en su pasado por determinadas circunstancias, cayendo algunas en la amargura y otras en la depresión. Actúan como la mujer de Lot, a pesar de saber lo que le sucedió a ella. 

- Incontables personas siguen aceptando herejías, porque las dice el apóstol de turno, que proclama hablar de parte de Dios, a pesar de las advertencias de Pablo y de los veinte siglos de cristianismo.

- Incontables personas siguen enfrascándose en relaciones sentimentales con personas que tienen proyectos vitales tan diferentes que en el futuro les irá mal.

- Incontables personas siguen uniéndose en yugo desigual, a pesar de saber que va en contra de la voluntad de Dios, pensando que en sus casos será diferente y el inconverso se convertirá en el futuro.

- Incontables personas siguen fumando, a pesar de conocer de sobra los efectos sobre la salud.

- Incontables personas siguen consumiendo pornografía, tanto visual como literaria, a pesar de conocer cómo distorsiona la sana sexualidad y el concepto sobre el amor en el matrimonio.

- Incontables personas siguen adulterando, a pesar de saber que, cuando todo se descubra, sus familias serán destruidas y causarán un gran dolor.

- Incontables personas siguen teniendo amistades que no les convienen y que sacan lo peor de ellos mismos.

- Incontables personas siguen subiendo a las redes sociales fotos de sus hijos pequeños, a pesar de que la Policía y expertos en el tema les avisan sobre no hacerlo bajo ningún concepto, porque dichas imágenes, incluso las más normales, terminan en grupos de pedófilos.

- Incontables personas siguen sin educar a sus hijos en valores cristianos, a pesar de saber cuán fácil es que sus retoños sean arrastrados por la corriente de este mundo.

- Incontables personas dicen creer en Dios, pero no hacen nada para conocerle realmente, ni siquiera leen buenos libros de apologética, sino todo lo contrario.

- Incontables personas siguen desaprovechando el tiempo y usándolo para asuntos que no sirven para nada en el avance del Reino de Dios, a pesar de que saben que los días son malos.

- Incontables personas siguen sin despojarse del viejo hombre, sin renovarse, sin santificarse y sin transformar sus pensamientos, a pesar de que son exhortados una y otra vez en las Escrituras a que lo hagan.

- Incontables personas siguen...

En este mundo caído –del que formamos parte- los demás se equivocan y pecan, pero nosotros también lo hacemos. Los demás no hacen siempre –ni mucho menos- la voluntad de Dios, pero nosotros tampoco.

Usando el aprendizaje del pasado para cambiar
Hay dos detalles muy llamativos en las historias de la mujer adúltera, y en la de Adán y Eva:

- La mujer dejó de hacer lo que estaba haciendo en ese momento, porque fue “sorprendida en el acto mismo” (Jn. 8:4). La pillaron in fraganti y, a la fuerza, la detuvieron. Hasta entonces, hasta un segundo antes, ella estaba enfrascada en el pecado.
- Adán y Eva desobedecieron a Dios. ¿Y qué hicieron ambos cuando oyeron la voz de Dios en el huerto? Se escondieron (Gn. 3:8).

Es lo que sucede con los pecados de la mayoría de las personas: hasta que no son “descubiertos”, no dejan de cometerlo y, a la vez, se alejan de los que no pecan como ellos, porque la oscuridad siempre se siente incómoda ante la luz. 
En nuestro caso, y con todo lo que hemos analizado usando “Barrio Lejano”, es evidente que no podemos cambiar nuestro pasado ni las decisiones desacertadas que tomamos en su momento, como tampoco borrar los recuerdos de los pecados que ya cometimos, aunque ya fueran perdonados. Por eso, y sin tener que esperar a ser “sorprendidos” en tal o cual pecado para abandonarlo, sin vivir anclados en la nostalgia o en lo que no fue, lo que debemos hacer es aprender de la experiencia acumulada –tanto de la buena como de la mala, incluyendo el dolor, los reveses, los errores propios y ajenos- para crecer como personas y como cristianos, sabiendo que ambos conceptos son inseparables.
Así que, y como enseñanza final: en lugar de preguntarte qué cambiarías de tu vida si pudiéras viajar al pasado, debes plantearte qué puedes aprender de él para tu presente y futuro. Actúa en consecuencia y haz los cambios que haya que llevar a cabo, en todas las áreas necesarias. Es hora de reflexionar.

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