martes, 1 de mayo de 2018

¿Los ateos van al cielo? Según el Papa, sí; según la Biblia...


A menos que indique lo contrario, siempre uso en mis escritos la versión Reina Valera de 1960 (RVR1960). En esta ocasión, para que ningún católico pueda pensar que manipulo los textos bíblicos para respaldar lo que voy a exponer, usaré la versión católica conocida como “La Biblia de Jerusalén” (https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/genesis/1/).

Todos los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia hace un par de semanas: un niño de 10 años se acercó al Papa y le hizo una pregunta al oído. Segundos después, con el permiso del joven y ante toda la audiencia, dijo qué le había preguntado y la respuesta que le había ofrecido.
Muchas veces dije en el pasado en este mismo blog que ya nada me sorprendía. Dadas la evidencias y mi sentir, hace tiempo que tuve que rectificar tal pensamiento: sigo sorprendiéndome cuando veo la realidad de la sociedad caída. Y, en este caso, he vuelto a quedarme anonadado. Ver el vídeo y escuchar las palabras que salieron de la  boca de la persona que ostenta el cargo considerado por el catolicismo romano como el más alto dentro de la cristiandad y considerado por sus seguidores como el representante de Cristo en la Tierra, me dejó de piedra y cerca del paro cardiaco.

¿Qué dijo el Papa?
Emanuele le preguntó al Papa si su padre, que era ateo y había fallecido hacía poco tiempo, estaba en el cielo. El Papa, ante cientos de personas, dijo: “Qué bonito que un hijo diga que su papá era bueno. Un bonito testimonio de aquel hombre para que sus hijos puedan decir de él que era un hombre bueno. Si ese hombre ha sido capaz de tener hijos así, es verdad que era un gran hombre. (Este hombre) “no tenía el don de la fe, no era creyente, hizo bautizar a los hijos. Quien dice quién va al cielo es Dios [...] Bueno, Emanuele, esta es la respuesta: Dios seguramente estaba orgulloso de tu papá, porque es más fácil que, siendo creyente, se bautice a los hijos que, siendo no creyente, bautizarlos. Y seguramente esto a Dios le ha gustado mucho”.
Otra de las preguntas que le hicieron fue sobre si todos somos “hijos de Dios”, y así se expresó: “Somos todos hijos de Dios, incluso los que son de otras religiones lejanas. Incluso los mafiosos, aunque estos prefieran comportarse como hijos del diablo”.
Puesto que estoy escribiendo para el blog un libro sobre el catolicismo romano, no tenía pensamiento de publicar nada concerniente al mismo, pero como todavía falta bastante tiempo para que salga a la luz, creo que las palabras del Papa merecen hacer un pequeñísimo adelanto.

¿Qué dice la Biblia?
Cuestión delicada, no por el tema –cuya respuesta es clara como el agua cristalina en las Escrituras- sino por la corta edad del interrogador. Puedo ponerme en la piel de Bergoglio y sentir el apuro que seguramente experimentó en su corazón. Concediéndole el beneficio de la duda, me gustaría creer que conoce en profundidad la Biblia y que en su mente sabía la respuesta exacta, pero vista la respuesta me hace dudarlo muy seriamente.
Estoy seguro que, si estás leyendo este escrito, no tienes diez años como Emanuele, sino que eres ya un joven con un agudo sentido de la realidad o un adulto ya entrado en años, así que te hablaré como a alguien al que se le puede hablar al raciocinio.
Por muy buena intención que tuviera el Papa Francisco –y por mucho que lo admires en el caso de ser católico romano-, este señor contradijo completamente a la verdad. El ateo es el que niega a Dios y Jesús fue muy tajante al respecto: “Quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mt. 10:33). Al ateo, Dios lo negará llegado el momento: “Si nos mantenemos firmes, también reinaremos con él; si le negamos, también él nos negará” (2 Ti. 2:12).
Dice en Apocalipsis 21:8: “Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los impuros, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre: que es la muerte segunda”.
¿Has leído bien? ¿Dónde señala Juan que acabarán los “incrédulos” (ateos)? ¿En el cielo? No, sino en el infierno. ¿Son condenadas estas personas? Sí. ¿Quién lo dice? De nuevo el apóstol: “El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios” (Jn. 3:18).
¿Que suena duro todo esto? Sí. ¿Que puede resultar ofensivo al oído? Sí. ¿Que es bonito decirlo? No. ¿Qué es agradable escucharlo? No. ¿Que nos puede parecer con ojos humanos que es más misericordioso perdonar todo el mundo? Sí. Lo fácil, ante una situación donde el interlocutor es un crío que se acerca con el corazón roto y con lágrimas a los ojos, es querer consolarlo con buenas palabras, pero faltar a la verdad revelada por Dios es tremebundo.   
¿Con qué título describe el apóstol Pablo a Jesucristo? Con el de “justo Juez” (2 Ti. 4:8). Dios sería un juez injusto si recompensara con el cielo a los ateos, a los que viven en pecado y a todos los que mueren sin arrepentimiento: “¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios? ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios” (1 Co. 6:9-10).
Solamente los verdaderos creyentes disfrutarán eternamente de la gloria de Dios: “Esta será la herencia del vencedor: yo seré Dios para él, y él será hijo para mí” (Ap. 21:7).
Dios no miente ni está jugando con nosotros a los trabalenguas. No dice “donde dije digo, digo Diego” ya que Él no puede negarse a sí mismo (cf. 2 Ti. 2:13). Ha dejado muy claro sus principios y mandamientos, y ahora no los va a cambiar porque los seres humanos quieran que lo haga.
Por otro lado, ¿es que por llevar a cabo buenas obras nos podemos salvar? ¿Pero no dijo Pablo insistentemente que por obras nadie se salva? ¿Acaso no dijo que “habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe” y “que nadie será justificado ante él por las obras de la ley” (Ef. 2:8-9; Ro. 3:20)? 
La Biblia enseña en su conjunto y en perspectiva que las obras son la consecuencia de una fe verdadera pero no que salvan. Si fuera así, hasta el ateo se podría salvar y la muerte de Cristo habría sido algo absurdo y sin sentido, como nuevamente afirma Pablo: “Si por la ley se obtuviera la justificación, entonces hubiese muerto Cristo en vano” (Gá. 2:21).
¿Qué hacemos con estos pasajes y otros muchos que dicen exactamente lo mismo? ¿Los arrancamos de la Biblia porque no son “políticamente” correctos ante ciertas instituciones? ¿Los ignoramos porque a algunos no les gustan? ¿Hacemos una versión adaptada para los que creen que van a ser salvos a pesar de negar a Dios? ¿Ponemos una pegatina encima de la Biblia que ponga “invalidada” y “obsoleta”?

¿Qué digo yo?
Me resulta completamente incomprensible que alguien que debería ser de guía sea de tropiezo. Me resulta completamente incomprensible que alguien que debería conocer la Biblia en su totalidad la deje de lado de forma tan atrevida. Me resulta completamente incomprensible que insista una y otra vez en sus intervenciones en decir que todos somos hijos de Dios –incluso los que profesan una religión ajena al cristianismo-, cuando nada más comenzar el Evangelio de Juan dice: “Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre” (Jn. 1:12). ¡A los que recibieron!
La inmensa mayoría de los judíos no recibieron a Jesús ya que no lo aceptaron como Mesías, Señor y Salvador, y además sus obras seguían siendo malas. ¿Qué les dijo Jesús?: “No os preocupéis. Sois mis hijos y os guardaré un lugar en mi Reino. No, esas no fueron sus palabras, sino estas: “Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que él me ha enviado. ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi Palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre” (Jn. 8:42-44).
El Papa llama hijos de Dios a los que Dios llama hijos del diablo. El contraste es tan brutal que resulta chocante y dramático. ¿Somos criaturas de Dios? ¡Todos! ¿Todas sus criaturas son sus hijos? Ni de lejos.
Si yo fuera ateo y creyera las palabras del Papa, seguiría esta línea de actuación: bautizaría a mis hijos y seguiría siendo ateo. ¡Total, si al final voy a ir al cielo si hago algo bien! ¡Incluso pensaría en ganarme la vida como mafioso! Como escribió Pablo irónicamente: ¿Por qué no hacer el mal para que venga el bien, como algunos calumniosamente nos acusan que decimos?” (Ro. 3:8). Pero como no soy ateo, prefiero creer en la Palabra de Dios y no en la de un hombre que va en sentido opuesto a ella.

¿Qué dices tú?
En el caso que nos concierne y que hemos analizado sobre la respuesta que ofreció el Papa sobre si los ateos van al cielo, la conclusión es contundente:

- El Papa dejó de lado la Biblia y se puso por encima de ella.
- El Papa predicó un evangelio diferente.
- El Papa enseñó justo lo contrario a lo que dijeron los apóstoles.
- El Papa antepuso su sentido de justicia al de Dios.
- El Papa puso en boca de Dios ideas que no provienen del Altísimo. 

Nada de esto se puede negar a la luz de la evidencia. Puedes mirar para otro lado. Puedes enojarte conmigo. Puedes “no pensar” en nada de esto. Pero nada de eso hará que la realidad cambie.
Las palabras del Papa romano no concuerdan ni se complementan con la enseñanza bíblica; directamente se contradicen. Y no es la primera vez que lo hace en este y en otros asuntos de extrema importancia, como han hecho a lo largo de la historia sus predecesores. Si no enseñan la verdad en asuntos sencillos, ¿cómo fiarse en el resto de sus postulados? ¡Imposible!
Si tu argumento es, como me han dicho en alguna ocasión, “a estas alturas de mi vida no voy a cambiar” o “sé que llevas razón pero mi religión es más sencilla”, mi labor acaba ahí y no tengo nada más que hacer. Pero te quiero recordar varias cosas:

- Cuando alguien –que dice ser cristiano- me dice que tal o cual persona “es de tu iglesia” o “se ha hecho de tu religión”, me doy cuenta de que sigue sin comprender absolutamente nada. Sinceramente, y a partes iguales, me irrito y me lleno de tristeza en mi foro interno cuando escucho tales expresiones. En términos puramente bíblicos, no existen dos iglesias, como explicaré en su momento con otro escrito. Tampoco esto es una cuestión de “cambiar de religión” ni de decir/ser/hacerse “católico” o “protestante”. El cristianismo no consiste en eso, como ya mostramos en No soy religioso, ni católico, ni protestante; simplemente cristiano (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/09/no-soy-religioso-ni-catolico-ni.html).

- Estás dejando la vida eterna en manos de lo que enseñan otras personas sin comprobar por ti mismo si van en la misma línea de pensamiento que Dios. No consiste en que tú interpretes la Biblia y yo lo haga de otra: “Yo creo, yo opino, yo pienso”. ¡No! Si así fuera, no habría un solo cristianismo, sino millones: uno por cada persona que se considera cristiano. Y eso no es así. Solo existe un verdadero cristianismo. Bien dijo Pablo que no hay más que un evangelio: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gá. 1-6-9).
Todo lo demás es una mezcla de pensamientos humanos con los de Dios, sincretismo religioso, supersticiones, influencias paganas que se han implantando con el paso de los siglos, etc.
La Biblia, en sus temas fundamentales, no tiene dos o más interpretaciones. Solo tiene una y es muy fácil de verla con un mínimo de lectura y estudio. Un cuadrado no puede ser al mismo tiempo un círculo: o es un cuadrado o es un círculo. Si el tema central de las cartas de Pablo versa sobre el significado del sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz y nos enseña que “el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley” (Ro. 3:28), nadie lo puede contradecir. Para un cristiano del siglo XXI, la VERDAD es la misma que la del siglo I.
Hasta para un niño la verdad es asequible, como Jesús dijo en una de sus oraciones más conocidas: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito” (Lc. 10:21).

- Que los que están al frente del catolicismo acierten en algunos aspectos y que lleven a cabo buenas obras, no significa automáticamente que la doctrina que enseñan sea correcta. Hasta los miembros de otras religiones hacen obras loables y eso no los convierte en la revelación de Dios.

- Nunca he conocido a nadie que se haya muerto por reconocer que estaba equivocado; es más: es un ejercicio de honradez intelectual para con uno mismo. Tampoco hay que tener miedo alguno a admitir que se está errado. Aceptar la verdad trae la consecuencia que Jesús expresó: “Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn. 8:31-32).

- Puede que toda tu vida hayas sido fiel a multitud de prácticas religiosas y honesto a las creencias que te inculcaron. Pero Jesús advirtió en diversas ocasiones y de forma muy seria del peligro de hacer caso a las tradiciones en lugar de a las Escrituras (cf. Mr. 7:1-13; 12:24): “En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres” (Mt. 15:9).

Así que, visto lo visto, y puesto que Dios y el Papa -y, por extensión, el catolicismo romano- no pueden llevar la razón a la vez, ahora te toca a ti responder a una pregunta muy directa: ¿qué dices tú, a quién creerás? 


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