lunes, 18 de septiembre de 2017

Respondamos sinceramente: ¿deseamos justicia o venganza?


De izquierda a derecha, y de arriba abajo: Arnaldo Otegi, Nicolas Maduro, Kim Jong-un, Anna Gabriel, Oriol Junqueras, Carles Puigdemont, Àngels Martínez y Carme Forcadell.

Si nos ponemos en “modo espiritual”, instantáneamente responderemos a la pregunta que encabeza el escrito que, ante la maldad de determinados individuos, lo que deseamos es justicia y no venganza. Por el contrario, si nos quitamos las caretas por unos minutos y respondemos sinceramente en función de lo que en ocasiones sentimos, nos daremos cuenta de que, en términos humanos, no es tan fácil distinguir ambos conceptos y lo que realmente queremos.

Personas y situaciones que me irritan a día de hoy
Eran las 5 de la madrugada del pasado 14 de septiembre y no paraba de dar vueltas en la cama. No podía dormir, y no era por alguna enfermedad o porque no estuviera cansado, sino por la tremenda irritación que sentía en mi cuerpo y que se había ido acumulando en apenas unos días. Aunque ya llevaba “calentito” varios meses por la situación creada, el detonante final y la gota que colmó el vaso de mi paciencia fue ver a la diputada Àngels Martínez retirar las banderas de España del Parlamento catalán, mientras que Anna Gabriel, parte de esa secta política llamada CUP, se reía.

Si a esto le añadimos los continuos pitos al Rey de España cada vez que asiste a la final de la Copa de fútbol que lleva su nombre, las pancartas que pusieron en las gradas del Camp Nou (“SOS Democracia” y “Welcome a to the Catalan Republic”), junto a las burlas continuas a la Justicia, a la Constitución y, en consecuencia, a todos los españoles, de los secesionistas Carme Forcadell (presidenta del Parlamento de Cataluña), Carles Puigdemont (presidente de la Generalidad de Cataluña), Oriol Junqueras (vicepresidente de la Generalidad), y cientos de alcaldes como ellos, más la presencia en la Diada de Arnaldo Otegi (expresidiario por pertenencia a ETA), pues ya tenemos el cuadro completo del porqué de mi profunda irritación como ciudadano español. También habría que sumarle la indignación que siento al ver cómo les han lavado el cerebro a chicos y chicas jóvenes de 9 a 15 años y los usan como marionetas.
Se supone que un cristiano debe amar la paz y respetar a todo el mundo, pero no por ello es menos humano o insensible ante la sociedad, y menos aún cuando un grupo de personas, que dicen representar a una mayoría (completa mentira y que ha provocado la fractura de la propia sociedad catalana), quieren, literalmente, saltarse todas las leyes habidas y por haber. Para los que viven fuera de España y no sepan de qué va el tema, se los explico en pocas palabras: el Parlamento Catalán ha convocado un referéndum el próximo 1 de Octubre para que los catalanes, y solamente los catalanes, voten si quieren que Cataluña sea un estado independiente en forma de república. Quieren decidir sobre la “autodeterminación”. La realidad es que ningún texto constitucional de los países occidentales permiten dicha opción[1]. La misma Constitución Española dice que “la soberanía nacional reside en el pueblo español” (Art. 1.2). Es decir, si hubiera una votación, tendría que hacerlo TODO el pueblo de España, los 47 millones de habitantes: andaluces, madrileños, manchegos, gallegos, vascos, etc. Contándome a mí, somos seis hermanos. Si yo decidiera por mi propia cuenta quedarme con una parte de nuestra casa sin consultarle a ellos, ¿qué pensarían? Seguro que nada bonito. Fácil de entender, ¿verdad?
Por eso el Tribunal Constitucional ya ha declarado dicho referéndum como ilegal. Y aún así, los políticos catalanes han lanzado todo un órdago a la nación y se han declarado en rebeldía, en contra del artículo 9.1: “Los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico”. ¡Constitución que ellos mismos aprobaron en 1978! ¡Pero claro, se presentan como víctimas y nos llaman dictadores fascistas!
¿Tengo razones para estar irritado? Creo que sí, y de sobra. Estoy seguro que el apóstol Pablo no estaba “bailando sevillanas” y saltando de alegría cuando expresó su sentir: “!!Ojalá se mutilasen los que os perturban!” (Gá. 5:12). Y recordemos que Jesús se encendió cuando vio a los mercaderes en el Templo por ir en contra de las leyes divinas y engañar a las personas. Con esto no estoy queriendo ni mucho menos poner la Constitución Española a la misma altura de la Ley de Dios, sino mostrando que este tipo de sentimientos son completamente lícitos ante cualquier injusticia observable. ¿O es que no te indignas cuando lees los datos sobre el número de abortos y escuchas de una violación, del abuso de un menor o de la agresión a un profesor de escuela?
Todo lo que he reseñado hasta ahora es lo que me movió a escribir en mi muro de facebook una sátira llamada “El Guateque”[2], y que también me llevo a hablarlo con un  amigo como forma de desahogo, y, por último, a reflexionar seriamente sobre ciertos sentimientos que estoy experimentando.

Los deseos de nuestra naturaleza caída
Vivamos en una u otra parte del mundo, tenemos razones de sobra para sentir enojo ante ciertas personas. Dos se me vienen a la mente:

- Nicolás Maduro, que tiene al pueblo venezolano pasando hambre y sumido en una crisis económica brutal, y que hace unos días presentó el “plan conejo”. Mientras se reía a carcajadas, anunciaba que se iba a entregar un conejo a cada comunidad para que se reproduzcan y poder comérselos; así se combatiría la falta de proteínas de la población, puesto que el pollo y la carne vacuna ya son lujos que casi nadie se puede permitir.

- Kim Jong-un, el presidente de Corea del Norte, que casi siempre que se le ve en una fotografía con sus lacayos está “partido” de risa”, que invierte casi todo el dinero del país en el ejército a pesar de la pobreza del pueblo –siendo él el único con sobrepeso de toda la nación (130 kilos pesa el buen mozo)-, y que desprecia las resoluciones de la ONU en su contra, amenazando día tras día con atacar con misiles nucleares a Corea del Sur, Japón y Estados Unidos.

¿Mis sentimientos iniciales hacia estos dos personajes? Junto a todos los falsos teólogos de la prosperidad que engañan a los ingenuos para sacarles la plata (euros, dólares o la moneda que sea), los pondría en una isla desierta y les dejaba caer un “bombazo atómico”. Muerto el perro, se acabó la rabia. “Ay, ay, Jesús, no digas esas cosas”, pensarán muchos. La realidad es que, aunque nos podamos escandalizar de lo dicho, es el mismo sentimiento que embarga a cualquier cristiano con otras personas o situaciones, aunque sea de forma puntual. ¿O es que no te hierve la sangre de vez en cuando? Y el que diga que no, que me llame por teléfono para explicármelo, mientras arranca varios salmos del rey David donde él pide venganza.
Ahora bien, es aquí donde deben leer con atención: estoy hablando desde mi humanidad caída, desde mi naturaleza carnal. Y recordemos que una de las obras de la carne es la ira (cf. Gá. 5:20). Ahora bien, “desear” y “sentir” no es lo mismo que “hacer” o “llevar a cabo”. Igual que hay creyentes (verdaderos hijos de Dios que han nacido de nuevo, pero que, como todos, siguen teniendo una naturaleza caída), que en momentos concretos pueden llegar a desear hacer cualquiera de las obras de la carne que cita Pablo (fornicación, lascivia, adulterio, etc.), el apóstol nos dice a todos: “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis (Gá. 5:16-17).
Pablo es consciente de que, a nuestro “yo caído”, le gustaría hacer lo malo. Incluso él mismo se incluyó y dijo: “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. !!Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (Ro. 7:21-25).

¿Se contradicen la justicia y la misericordia?
Algunos creen que la justicia y la misericordia no pueden ir de la mano puesto que se contradicen; craso error: sencillamente, se complementan. Por seguir la línea marcada con la situación en Cataluña: la justicia es que se cumpla la ley. Eso implica que los que los que no la han cumplido paguen ante la Ley de la forma en que esté estipulado: inhabilitación, penas de cárcel, etc. Lo repito: es el pago que merecen ya que eso es JUSTICIA, y todo cristiano debe estar de parte de ella, puesto que no va en contra de ningún principio ético-bíblico.
La Ley es la misma para todos y la justicia es igualmente aplicable a Maduro, Kim Jong-un, terroristas, asesinos, ladrones, corruptos, maltratadores, hackers, traficantes, etc. Y si yo delinquiera, exactamente igual. Por el contrario, la venganza sería insultarlos, desearles el mal y ponernos a su nivel o incluso superarlo, dándoles “bofetadas” de todos los colores hasta dejarlos bien magullados o muertos. Eso ya está muy lejos de lo que el cristiano debe practicar.
Jesús llegó a reprender a Pedro por cortarle la oreja a un soldado romano (cf. Mt. 26:52) y se nos enseña muy claramente que no nos venguemos nosotros mismos, que la venganza le corresponde en exclusiva a Dios (cf. Dt. 32:35; Ro. 12:19). El mismo rey David que cité líneas atrás clamando por venganza, cuando tuvo ocasión de llevarla a cabo por su propia mano, no mató a Saúl (cf. 1 S. 24).

¿En la carne o en el Espíritu? & Predicando el Evangelio
¿Qué debemos hacer los cristianos? Darle la vuelta a la situación, tirar de “misericordia” (la misma que tuvo Dios con nosotros), no dejarnos llevar por los deseos de la carne y andar en el Espíritu: “Se requieren dos cosas para comenzar a ser cristiano. La primera es una fe y una confianza firmes en el Dios todopoderoso para obtener toda la misericordia que nos ha prometido, mediante los merecimientos y los méritos de solamente la sangre de Cristo, sin consideración por nuestras propias obras. Y la otra es que abandonemos el mal y nos volvamos hacia Dios para guardar sus leyes y combatir contra nosotros mismos y nuestra naturaleza corrupta perpertuamente a fin de que podamos hacer la voluntad de Dios cada día y cada vez mejor” (William Tyndale, 1494-1536).
En lo que concierne al amor a los enemigos, tengamos en cuenta que el amor descrito en la Biblia no se refiere tanto a los sentimientos, sino a los hechos: “Amar hoy significa ´tener cariño`, ´ser amable` (en sentido moderno) y en general no ofender a los demás (por lo menos, a ´los nuestros`). Esos son valores importantes, con mucha validez, pero creo que este concepto de amor es moderno, desconocido hasta la modernidad y el surgimiento del capitalismo burgués individualista, y los conceptos modernos de privacidad, tolerancia, etc. Pregunto si alguien puede demostrar ese sentido sentimental de ´amar` en las escrituras y la historia pre-moderna de la teología”[3].
Pablo también sabía que en la vida nos encontraríamos individuos con los que sería imposible llevarnos bien; no por nuestra causa, sino por la de ellos. De ahí que nos dejara escrito que solo somos responsables de la parte que nos toca: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Ro. 12:18).
¿Deseos de justicia? Por supuesto. Que se aplique en cuanto sea posible. Pero eso es solo la primera parte; la segunda nos corresponde a nosotros. Tanto si los políticos catalanes terminan siendo detenidas como si no, alguno de los cientos de pastores o de los miles de cristianos que hay en Cataluña deberían ir a hablar con ellos, y no para tratar de política o para hacerles cambiar de ideología, sino para predicarles el Evangelio. Grabemos a fuego en nuestra mente que “no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Jn. 3:17). Y el mismo Hijo dijo que no había venido “a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lc. 5:32).
Esto es lo mismo que vimos en La segunda oportunidad (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/11/la-segunda-oportunidad.html), donde Julio García Celorio, director de los centros de rehabilitación “Nueva Vida”, fue a ver a José Rabadán, más conocido como “el asesino de la Katana”, porque asesinó con 16 años a sus padres y a su hermana menor con una espada japonesa en abril de 2000, y se convirtió tras su visita.
Es lo que tú y que yo tenemos que hacer con aquellos cuyas actitudes son las propias de un “enemigo”, sean quienes sean (conocidos, familiares, vecinos, jefes, compañeros de trabajo, políticos, etc.): “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:44-48).

¿Es fácil de llevar a cabo lo descrito? ¡No, ni mucho menos! Nadie dijo que lo sería, pero es nuestro llamado. Ahora, que cada uno reflexione ante los principios bíblicos expuestos y saque sus propias conclusiones para ponerlas por obra.

 

2 comentarios:

  1. Hola Jesús, me gusta lo que has escrito, estoy totalmente de acuerdo, con lo expuesto. hablas claro y abres el corazón, eso no lo hace todo el mundo, así que adelante.

    Un abrazo y nos vemos pronto.

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