De izquierda a derecha, y de arriba
abajo: Arnaldo Otegi, Nicolas Maduro, Kim Jong-un, Anna Gabriel, Oriol
Junqueras, Carles Puigdemont, Àngels Martínez y Carme Forcadell.
Si nos ponemos en “modo espiritual”,
instantáneamente responderemos a la pregunta que encabeza el escrito que, ante
la maldad de determinados individuos, lo que deseamos es justicia y no
venganza. Por el contrario, si nos quitamos las caretas por unos minutos y
respondemos sinceramente en función de lo que en ocasiones sentimos, nos
daremos cuenta de que, en términos humanos, no es tan fácil distinguir ambos conceptos
y lo que realmente queremos.
Personas
y situaciones que me irritan a día de hoy
Eran las 5 de la madrugada del pasado 14
de septiembre y no paraba de dar vueltas en la cama. No podía dormir, y no era
por alguna enfermedad o porque no estuviera cansado, sino por la tremenda
irritación que sentía en mi cuerpo y que se había ido acumulando en apenas unos
días. Aunque ya llevaba “calentito” varios meses por la situación creada, el
detonante final y la gota que colmó el vaso de mi paciencia fue ver a la
diputada Àngels Martínez retirar las
banderas de España del Parlamento catalán, mientras que Anna Gabriel, parte de
esa secta política llamada CUP, se reía.
Si a esto le añadimos los continuos
pitos al Rey de España cada vez que asiste a la final de la Copa de fútbol que
lleva su nombre, las pancartas que pusieron en las gradas del Camp Nou (“SOS
Democracia” y “Welcome a to the Catalan Republic”), junto a las burlas
continuas a la Justicia, a la Constitución y, en consecuencia, a todos los
españoles, de los secesionistas Carme Forcadell (presidenta del Parlamento de
Cataluña), Carles Puigdemont (presidente de la Generalidad de Cataluña), Oriol
Junqueras (vicepresidente de la Generalidad), y cientos de alcaldes como ellos,
más la presencia en la Diada de Arnaldo Otegi (expresidiario por pertenencia a
ETA), pues ya tenemos el cuadro completo del porqué de mi profunda irritación
como ciudadano español. También habría que sumarle la indignación que siento al
ver cómo les han lavado el cerebro a chicos y chicas jóvenes de 9 a 15 años y
los usan como marionetas.
Se supone que un cristiano debe amar la
paz y respetar a todo el mundo, pero no por ello es menos humano o insensible
ante la sociedad, y menos aún cuando un grupo de personas, que dicen
representar a una mayoría (completa mentira y que ha provocado la fractura de
la propia sociedad catalana), quieren, literalmente, saltarse todas las leyes
habidas y por haber. Para los que viven fuera de España y no sepan de qué va el
tema, se los explico en pocas palabras: el Parlamento Catalán ha convocado un
referéndum el próximo 1 de Octubre para que los catalanes, y solamente los
catalanes, voten si quieren que Cataluña sea un estado independiente en forma
de república. Quieren decidir sobre la “autodeterminación”. La realidad es que ningún
texto constitucional de los países occidentales permiten dicha opción[1].
La misma Constitución Española dice que “la
soberanía nacional reside en el pueblo español” (Art. 1.2). Es decir, si
hubiera una votación, tendría que hacerlo TODO el pueblo de España, los 47
millones de habitantes: andaluces, madrileños, manchegos, gallegos, vascos,
etc. Contándome a mí, somos seis
hermanos. Si yo decidiera por mi propia cuenta quedarme con una parte de nuestra
casa sin consultarle a ellos, ¿qué pensarían? Seguro que nada bonito. Fácil de
entender, ¿verdad?
Por eso el Tribunal Constitucional ya ha
declarado dicho referéndum como ilegal. Y aún así, los políticos catalanes han
lanzado todo un órdago a la nación y se han declarado en rebeldía, en contra
del artículo 9.1: “Los ciudadanos y los
poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento
jurídico”. ¡Constitución que
ellos mismos aprobaron en 1978! ¡Pero claro, se presentan como víctimas y nos
llaman dictadores fascistas!
¿Tengo razones para estar irritado? Creo
que sí, y de sobra. Estoy seguro que el apóstol Pablo no estaba “bailando
sevillanas” y saltando de alegría cuando expresó su sentir: “!!Ojalá se mutilasen los que os perturban!” (Gá. 5:12). Y recordemos que Jesús se encendió cuando vio a
los mercaderes en el Templo por ir en contra de las leyes divinas y engañar a
las personas. Con esto no estoy queriendo ni mucho menos poner la Constitución
Española a la misma altura de la Ley de Dios, sino mostrando que este tipo de
sentimientos son completamente lícitos ante cualquier injusticia observable. ¿O
es que no te indignas cuando lees los datos sobre el número de abortos y escuchas
de una violación, del abuso de un menor o de la agresión a un profesor de
escuela?
Todo lo que he reseñado hasta ahora es
lo que me movió a escribir en mi muro de facebook una sátira llamada “El
Guateque”[2],
y que también me llevo a hablarlo con un amigo como forma de desahogo, y, por último, a reflexionar
seriamente sobre ciertos sentimientos que estoy experimentando.
Los
deseos de nuestra naturaleza caída
Vivamos en una u otra parte del mundo,
tenemos razones de sobra para sentir enojo ante ciertas personas. Dos se me
vienen a la mente:
- Nicolás Maduro, que tiene al pueblo
venezolano pasando hambre y sumido en una crisis económica brutal, y que hace
unos días presentó el “plan conejo”. Mientras se reía a carcajadas, anunciaba
que se iba a entregar un conejo a cada comunidad para que se reproduzcan y
poder comérselos; así se combatiría la falta de proteínas de la población,
puesto que el pollo y la carne vacuna ya son lujos que casi nadie se puede
permitir.
- Kim Jong-un, el presidente de Corea
del Norte, que casi siempre que se le ve en una fotografía con sus lacayos está
“partido” de risa”, que invierte casi todo el dinero del país en el ejército a
pesar de la pobreza del pueblo –siendo él el único con sobrepeso de toda la
nación (130 kilos pesa el buen mozo)-, y que desprecia las resoluciones de la
ONU en su contra, amenazando día tras día con atacar con misiles nucleares a
Corea del Sur, Japón y Estados Unidos.
¿Mis sentimientos iniciales hacia estos
dos personajes? Junto a todos los falsos teólogos de la prosperidad que engañan
a los ingenuos para sacarles la plata (euros, dólares o la moneda que
sea), los pondría en una isla desierta y les dejaba caer un “bombazo atómico”.
Muerto el perro, se acabó la rabia. “Ay, ay, Jesús, no digas esas cosas”,
pensarán muchos. La realidad es que, aunque nos podamos escandalizar de lo
dicho, es el mismo sentimiento que embarga a cualquier cristiano con otras
personas o situaciones, aunque sea de forma puntual. ¿O es que no te hierve la
sangre de vez en cuando? Y el que diga que no, que me llame por teléfono para
explicármelo, mientras arranca varios salmos del rey David donde él pide
venganza.
Ahora bien, es aquí donde deben leer con
atención: estoy hablando desde mi
humanidad caída, desde mi naturaleza carnal. Y recordemos que una de las
obras de la carne es la ira (cf. Gá. 5:20). Ahora bien, “desear” y “sentir” no
es lo mismo que “hacer” o “llevar a cabo”. Igual que hay creyentes (verdaderos
hijos de Dios que han nacido de nuevo, pero que, como todos, siguen teniendo
una naturaleza caída), que en momentos concretos pueden llegar a desear hacer
cualquiera de las obras de la carne que cita Pablo (fornicación, lascivia,
adulterio, etc.), el apóstol nos dice a todos: “Andad en el Espíritu, y no
satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra
el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí,
para que no hagáis lo que quisiereis” (Gá. 5:16-17).
Pablo es consciente de que, a nuestro
“yo caído”, le gustaría hacer lo malo. Incluso él mismo se incluyó y dijo: “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo
esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en
la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley
de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis
miembros. !!Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?
Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la
mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (Ro. 7:21-25).
¿Se
contradicen la justicia y la misericordia?
Algunos creen que la justicia y la
misericordia no pueden ir de la mano puesto que se contradicen; craso error:
sencillamente, se complementan. Por seguir la línea marcada con la situación en
Cataluña: la justicia es que se cumpla la ley. Eso implica que los que los que
no la han cumplido paguen ante la Ley de la forma en que esté estipulado:
inhabilitación, penas de cárcel, etc. Lo repito: es el pago que merecen ya que eso
es JUSTICIA, y todo cristiano debe estar de parte de ella, puesto que no va en
contra de ningún principio ético-bíblico.
La Ley es la misma para todos y la
justicia es igualmente aplicable a Maduro, Kim Jong-un, terroristas, asesinos,
ladrones, corruptos, maltratadores, hackers, traficantes, etc. Y si yo
delinquiera, exactamente igual. Por el contrario, la venganza sería insultarlos,
desearles el mal y ponernos a su nivel o incluso superarlo, dándoles “bofetadas”
de todos los colores hasta dejarlos bien magullados o muertos. Eso ya está muy
lejos de lo que el cristiano debe practicar.
Jesús llegó a reprender a Pedro por
cortarle la oreja a un soldado romano (cf. Mt. 26:52) y se nos enseña muy
claramente que no nos venguemos nosotros mismos, que la venganza le corresponde
en exclusiva a Dios (cf. Dt. 32:35; Ro. 12:19). El mismo rey David que cité
líneas atrás clamando por venganza, cuando tuvo ocasión de llevarla a cabo por su propia mano, no
mató a Saúl (cf. 1 S. 24).
¿En
la carne o en el Espíritu? & Predicando el Evangelio
¿Qué debemos hacer los cristianos? Darle
la vuelta a la situación, tirar de “misericordia” (la misma que tuvo Dios con
nosotros), no dejarnos llevar por los deseos de la carne y andar en el
Espíritu: “Se requieren dos cosas para
comenzar a ser cristiano. La primera es una fe y una confianza firmes en el Dios
todopoderoso para obtener toda la misericordia que nos ha prometido, mediante
los merecimientos y los méritos de solamente la sangre de Cristo, sin
consideración por nuestras propias obras. Y la otra es que abandonemos
el mal y nos volvamos hacia Dios para guardar sus leyes y combatir contra
nosotros mismos y nuestra naturaleza corrupta perpertuamente a fin de que podamos hacer la voluntad de Dios
cada día y cada vez mejor” (William Tyndale, 1494-1536).
En lo que concierne al amor a los
enemigos, tengamos en cuenta que el amor descrito en la Biblia no se refiere
tanto a los sentimientos, sino a los hechos: “Amar hoy significa ´tener cariño`, ´ser amable` (en sentido moderno) y
en general no ofender a los demás (por lo menos, a ´los nuestros`). Esos son
valores importantes, con mucha validez, pero creo que este concepto de amor es
moderno, desconocido hasta la modernidad y el surgimiento del capitalismo
burgués individualista, y los conceptos modernos de privacidad, tolerancia,
etc. Pregunto si alguien puede demostrar ese sentido sentimental de ´amar` en
las escrituras y la historia pre-moderna de la teología”[3].
Pablo también sabía que en la vida nos
encontraríamos individuos con los que sería imposible llevarnos bien; no por
nuestra causa, sino por la de ellos. De ahí que nos dejara escrito que solo
somos responsables de la parte que nos toca: “Si es posible, en cuanto
dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”
(Ro. 12:18).
¿Deseos de justicia? Por supuesto. Que
se aplique en cuanto sea posible. Pero eso es solo la primera parte; la segunda
nos corresponde a nosotros. Tanto si los políticos catalanes terminan siendo detenidas
como si no, alguno de los cientos de pastores o de los miles de cristianos que
hay en Cataluña deberían ir a hablar con ellos, y no para tratar de política o para
hacerles cambiar de ideología, sino para predicarles el Evangelio. Grabemos a
fuego en nuestra mente que “no envió Dios
a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por
él” (Jn. 3:17). Y el mismo Hijo dijo que no había venido
“a llamar a justos, sino a pecadores al
arrepentimiento” (Lc. 5:32).
Esto es lo mismo que vimos en La segunda oportunidad (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/11/la-segunda-oportunidad.html),
donde Julio García Celorio, director de los centros de rehabilitación “Nueva
Vida”, fue a ver a José Rabadán, más conocido como “el asesino de la Katana”, porque asesinó con 16 años
a sus padres y a su hermana menor con una espada japonesa en abril de 2000, y se convirtió tras su visita.
Es lo que tú y que yo
tenemos que hacer con aquellos cuyas actitudes son las propias de un “enemigo”,
sean quienes sean (conocidos, familiares,
vecinos, jefes, compañeros de trabajo, políticos, etc.): “Pero yo os
digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a
los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que
seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol
sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si
amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo
los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de
más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como
vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt.
5:44-48).
¿Es fácil de llevar a cabo lo descrito? ¡No, ni
mucho menos! Nadie dijo que lo sería, pero es nuestro llamado. Ahora, que cada
uno reflexione ante los principios bíblicos expuestos y saque sus propias
conclusiones para ponerlas por obra.
Hola Jesús, me gusta lo que has escrito, estoy totalmente de acuerdo, con lo expuesto. hablas claro y abres el corazón, eso no lo hace todo el mundo, así que adelante.
ResponderEliminarUn abrazo y nos vemos pronto.
Gracias Diego. Hasta la próxima charla. :)
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