martes, 20 de septiembre de 2016

10.2. Fracasos por falta de sabiduría & ¿Citas amorosas?



Venimos de aquí: Enamorado de un verdadero creyente: Introducción: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/09/101-enamorado-de-un-verdadero-creyente.html

Un chico cristiano bastante joven explicaba en su página web el porqué se negaba a escribir sobre el noviazgo, a pesar de las continuas peticiones de sus lectores. Decía que todo lo dejaba en manos de Dios, que estaba cansado de tantas personas que hablaban de lo mismo y que no quería contribuir más a la obsesión con el noviazgo que muchos jóvenes profesantes del cristianismo tienen”. Afirmaba que si una relación viene de parte del Altísimo, todo será coser y cantar, las dificultades se superarán con facilidad y siempre brillará la paz y la armonía. Entiendo su argumento cuando el asunto se prioriza sobre otras cuestiones de la Palabra de Dios y se convierte en el monotema, porque es algo que termina hastiando. Ahora bien, respetando su opinión, considero que negarse a hablar de las relaciones sentimentales es un error. ¿Coser y cantar por el hecho de que los novios sean cristianos? Pura ingenuidad que quiero creer es fruto de su juventud. O quizá un nivel de espiritualidad que a día de hoy desconozco. Como no he llegado a ese punto, prefiero hablar extensamente del tema y buscar el discernimiento y la sabiduría de Dios en este aspecto tan importante en la vida, aunque me pueda equivocar como humano falible que soy.

Noviazgos entre cristianos pero en yugo desigual
Cualquier persona mínimamente observadora habrá contemplado a parejas que han permanecido juntas y han acabado casándose, aún cuando sus expectativas y necesidades personales no se estaban cumpliendo durante el noviazgo. Aunque ambos eran cristianos, estaban en otro tipo de yugo desigual: propósitos, proyectos vitales, intereses y deseos muy diferentes. Por el miedo a sentirse fracasados o ante el hecho de no querer experimentar la soledad, fueron incapaces de iniciar una nueva vida por separado.
Cuando aquello que se desea en una relación no se encuentra, lo saludable es darle fin mucho antes del matrimonio. Así millones de individuos se evitarían desilusiones, desengaños, tristezas y depresiones. Es algo que también los cristianos tienen que aprender. Podemos enamorarnos de personas que no nos convienen, y se pueden enamorar de nosotros creyentes a los que no les convenimos porque somos muy diferentes. Hay que discernir si algo viene de Dios o no, en lugar de insistir, llorar y patalear por relaciones que no conducen a nada y no están dentro de la voluntad del Señor.
Salomón escribió un consejo sublime hace miles de años: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón” (Proverbios 4:23). Él no se lo aplicó a sí mismo y todos sabemos la infelicidad que le trajo. Tómalo en cuenta. No le des tu corazón a cualquiera. No te entregues locamente al romance sin conocer profundamente al otro. No se conoce a una persona en una semana. Decir “te quiero” o “te amo” es algo muy valioso como para que lo “regales” alegremente a un chico o una chica de quien no conoces su verdadera esencia. Aunque creas conectar muy bien al principio, conocerla en toda su dimensión lleva tiempo.  
Si te obsesionas con el deseo que de alguien en concreto te quiera, sin conocerlo de verdad, puede ocurrir que logres tu objetivo, pero que, una vez logrado, te des cuenta de que realmente no te gusta ni quieres su amor. Y ahí tendrás un gran problema a la vista. Por acelerar los pasos y no seguir unos sencillos consejos, hay muchos corazones rotos en trocitos abandonados en el camino como hojas secas otoñales. Un sufrimiento que se podría evitar siendo mínimamente sabios.
He visto a adolescentes preparar cenas románticas para personas que apenas conocían, pero por las cuales sentían algún tipo de atracción, fuera física o basada en la ensoñación y magnificación de unas cuantas características personales. Fantasía, irrealidad y mitología se dieron de la mano. Apenas cuarenta días después, los escuchaba despotricar mutuamente con toda crudeza. Puro odio. Hay otras personas que simplemente quieren los beneficios sentimentales, emocionales y físicos de una relación de pareja pero sin compromisos ni responsabilidades. Y los cristianos no están exentos. Esto es algo que se comprueba en la sociedad día tras día y que refleja la inmadurez de muchos individuos.
Las pasiones románticas que dejan de lado el conocimiento mutuo suelen terminar catastróficamente, con reproches y resentimientos entre ambos cuando descubren verdaderamente el carácter de la persona de la cual creían estar enamorados. En el verdadero amor, se observa más allá de lo que el resto mira. Incluso más de lo que la persona ve en sí misma. Así actúa Dios y así debería actuar todo hombre y mujer, observando detenidamente para encontrar las riquezas que se encuentran en los otros seres humanos y que no se pueden vislumbrar con una observación casual.

Fracasos por decisiones precipitadas y sin sabiduría
Hay cinco razones particulares que conducen a muchos a precipitar el matrimonio y que tienen que tener en cuenta para no caer en semejante error:

1. Las urgencias sexuales. Muchos se arrepienten a los pocos meses de la boda por haberse dejado llevar por esta clase de impulso pasional. Es muy usual que chic@s adolescentes, que estuvieron locamente enamoradas a esas edades, cuando han amado de verdad en la edad adulta, reconozcan en su interior que aquello que sintieron por primera vez no era amor, sino hormonas en ebullición.

2. El miedo a la soledad. Creen que si dejan escapar esta oportunidad, se arriesgan a no encontrar otr@ compañer@. Prefieren vivir con alguien antes que sol@s. Creen que esto l@s curará de la soledad. Lo que no saben, hasta que lo experimenten por sí mismos, es que la soledad en pareja es terrible.  

3. La dependencia emocional. La definición más sencilla sobre alguien que resulta ser emocionalmente dependiente sería la siguiente: “Aquella persona que es incapaz de hacerse cargo de su propia vida y de cuidar de sí misma en las facetas más básicas, necesarias e importantes, especialmente a nivel emocional y social”. Por eso buscan parejas que lleven sus cargas y les proporcionen atención continua. Dada la amplitud de este tema, le dedicaremos un capítulo completo en su momento.

4. El hecho de querer salir de la casa de los padres donde viven al no sentirse cómodos con ellos o tener algún problema familiar.

5. La creencia de que somos una media naranja y que la otra persona nos completará en lugar de complementarnos (Como vimos en ¿Incompletos sin pareja?: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/04/2-incompletos-sin-pareja.html).

Casarse por una de estas razones es una equivocación, teniendo en cuenta que no es una decisión del todo juiciosa, y que repercutirá negativamente el resto de la vida.
Como espero que ya sepas, y aunque tengas el irresistible deseo de enamorarte, lo que realmente anhelas es amar y ser amado. El enamoramiento es el primer impulso que te lleva a desear a estar con alguien en particular, pero no es la mecha que mantendrá encendido continuamente el motor. En una primera etapa, casi nadie es capaz de elegir a su “aspirante” porque le conviene, sino porque hay algo que le gusta por una serie de cualidades. Una relación de pareja no es hacer una tortilla de patatas, donde preparas los ingredientes, la pones en la sartén y le das un par de vueltas según el gusto del consumidor. Requiere de tiempo, paciencia, sabiduría, discernimiento, lógica racional y amor.
Elegir lleva tiempo, por lo cual se suele recomendar que las parejas esperen para entrar al matrimonio entre 1 y 3 años desde que se comienzan a conocerse, aunque es cierto que también depende:

1) De la madurez.
2) Del tiempo que hayan sido amigos previamente.
3) De la edad: “Las parejas que salen uno o dos años antes de formalizar el amor se divorcian un 20% menos que las que no alcanzan un año de novios, y las que salen más de tres años se divorcian un 39% menos”[1].

Y matizo esta idea: cuando digo “entre uno y tres años”, me refiero a un contacto prácticamente diario; no a verse uno o dos días de vez en cuando donde todo es maravilloso y los pajaritos cantan. Si, por ejemplo, se ven únicamente los fines de semana, no podrán apreciar cómo es la otra persona en el día a día. Haciendo cuentas, a ese ritmo de uno o dos días semanales, si se casan en un año, habrán estado juntos únicamente entre 48 y 96 días, y eso en el caso de que pasaran las 24 horas sin despegarse, lo cual sabemos que es imposible. Aunque pueda haber matrimonios que funcionen en la actualidad de forma positiva tras conocerse durante un brevísimo periodo de tiempo, considero muy arriesgado tomar una decisión de tal calibre con tanta premura. Así la indica la experiencia de millones de personas. No estoy diciendo que esperes catorce años como Jacob para casarte con tu pareja, sino que seas sabio si decides hacerlo.   
En cuanto a la edad cronológica, tenemos que tener en cuenta que el córtex cerebral (responsable de las decisiones) no se termina de desarrollar hasta los 21 años. Por lo tanto, hasta esa edad es difícil tomar decisiones maduras desde la razón y sacar conclusiones tajantes sobre algunos temas.
En lo que respecta a la madurez, hay que señalar claramente que no viene como consecuencia de la edad cronológica. Dos cristianos no deberían convertirse en cónyuges sin haber desarrollado su intelecto y sin ser emocionalmente maduros, y menos aún si no han formado un carácter con claros principios espirituales, morales y éticos. Lo contrario traerá como consecuencia una relación muy pobre.

Las estadísticas no mienten
No tener en cuenta estas ideas nos conduce a trágicas cifras de divorcios; por citar un ejemplo como mi país (España) donde por cada matrimonio se producen dos divorcios: En 2013 se rompieron 100.437 parejas, entre nulidades, separaciones y divorcios, un 0,8 por ciento más que un año antes, al tiempo que aumentó hasta el 17,9 por ciento las concesiones de custodia compartida de hijos, frente al 14,6 por ciento de 2012. La duración media de los matrimonios no ha variado mucho respecto a 2012 y las parejas permanecen juntas una media de 15,5 años, un periodo algo menor en el caso de los que se disuelven por divorcio (15,2 años) y bastante más largo en el caso de las separaciones (20,8 años). [...] En la mayoría de los divorcios entre cónyuges de distinto sexo los hombres tenían entre 40 y 49 años y las mujeres entre 30 y 39, mientras que en las separaciones, la edad más común fue la franja de entre 40 y 49, tanto en hombres como en mujeres”[2]. Según fuentes del Consejo General del Poder Judicial, se ha pasado de 40.000 casos de divorcio en el año 2000 hasta los 117.179 en 2011[3]. ¡Tristísimo! Faltarían páginas para sumar todos los divorcios en el mundo entero.
Como ya dije –y viendo las estadísticas- no me sorprende los resultados de este estudio hecho en el Reino Unido: “El 50% de los hombres considera que su matrimonio es ´sin amor`; el 59% de las mujeres asegura que se divorciaría si su situación económica se lo pudiera permitir; el 12% aguantaría una relación ´infeliz` solamente para llevar una vida sin problemas y el 37% reconoce que no se divorciaría de sus parejas porque sería un problema por los hijos. Y el dato más escalofriante: El 56% calificó de ´espantoso` su matrimonio. Peor que una plaga”[4].
Esto conlleva a miles de matrimonios destruidos, hijos abandonados, familias monoparentales, corazones rotos, relaciones enfermas y falta de dignidad en la persona. Miles de parejas acuden a sus bodas llenas de felicidad sin ser conscientes que están cometiendo el error más grande de sus vidas. No saben que, en muchos casos, el divorcio comenzó en el noviazgo.
Si ofrezco estos datos no es para asustarte, sino para que medites profundamente la trascendencia de tu decisión. Ahora dejemos a un lado las consecuencias funestas de estas malas elecciones y aprendamos a ser sabios.

¿Citas? ¿Sí o no?
No estoy de acuerdo con el punto intermedio de esta frase: “Amistad larga, noviazgo corto, matrimonio para toda la vida”. Hay muchos matices diferentes entre una amistad y un noviazgo; una buena amistad no tiene que significar que dos personas funcionen como pareja, por lo que eso del noviazgo corto no me cuadra.
He leído libros donde se indica que lo mejor es no tener citas, como señala Joshua Harris en Le dije adiós a las citas amorosas. Su argumentación se basa en que las citas únicamente traen dolor y sufrimiento. Según él, aquellos que salen se muestran egoístas y únicamente buscan su propia satisfacción personal y sensual. Con todo mi respeto, esto es llegar a ciertos extremos que no comparto. No salir con una persona del sexo opuesto basándose en la idea de Joshua Harris es como decir que no le hablamos a nadie de Dios por miedo a que nos ridiculice y nos haga sufrir.
Si algunas personas se toman una cita (pasar tiempo juntos, cenar, una buena conversación, etc.) como la búsqueda de “algo más” (en términos sexuales), el problema es de educación y de formación cristiana. Habría que preguntarse si son verdaderamente cristianos, lo cual personalmente dudo. Por eso no se puede generalizar y creer que todo el mundo actúa de la misma manera. Si dos personas adultas no tienen claro lo que es una cita, entonces tendrán que empezar por redefinir qué es en realidad.
El autor, en lugar de prohibir, debería señalar los errores que él mismo cometió y los ajenos que haya podido contemplar para que otros aprendan de ellos: que muestre qué es una verdadera cita, que aclare qué es una auténtica relación de noviazgo y que muestre cómo extraer lecciones de la vida si sobreviene el dolor tras una mala experiencia o una ruptura. Es la manera de crecer, madurar y aumentar el discernimiento.
¿Mi opinión? Soy partidario de iniciar un noviazgo (que implica citas) con una persona que verdaderamente te atrae tras un periodo (mayor o menor) de sana amistad, y tras consultar a Dios al respecto, sintiendo paz mental y emocional. Son muy pocos los que hacen esto último y dejan a Dios a un lado en su toma de decisiones, por miedo a que Él les muestre lo contrario. Como ya vimos en las amistades con el sexo opuesto (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/06/las-amistades-con-el-sexo-opuesto.html), una amistad íntima no tiene que llevar a un noviazgo y, de igual manera, es un error descartar a todos los amigos como potenciales novios. Si la amistad no existe previamente, posiblemente la relación esté basada meramente en deseos románticos y físicos.
Cuando me refiero a noviazgo lo hago en el sentido que lo entendemos hoy en día (ya que no es algo que se refleje en la Palabra de Dios): dos personas que se relacionan en exclusiva para conocerse a un nivel más profundo, para ver si son el uno para el otro y si pueden crear un proyecto de vida en común antes de decidir contraer matrimonio o no, viendo si es la voluntad de Dios. He hecho este breve apunte porque en las distintas culturas que se manifiestan en la Biblia (especialmente en la hebrea) no existe este concepto, ya que el novio y la novia eran términos que se empleaban exclusivamente para aquellos que iban a contraer matrimonio en un breve periodo de tiempo.
Para eso es el noviazgo, para conocer al otro en una dimensión más íntima, la cual se ampliará aún más en el matrimonio. Así podrán comprobar si es con quien desean  compartir la vida. Recalco: tras un periodo de sana amistad, ya que el noviazgo no es un juego como el de la oca, donde tiro porque me toca. Tomárselo como si así fuera, sin ningún tipo de intención, buscando sólo la emoción del romance y la satisfacción de los deseos sensuales, es algo sumamente egoísta y vacío de contenido. Puro egocentrismo. Y si uno de los dos tiene buenas intenciones pero el otro solo desea experimentar esas mariposas en el estómago, el desastre estará garantizado. De ahí la brevedad de muchos noviazgos. ¡Se emplea más tiempo en preparar un café que lo que dura algunas relaciones! ¿Por qué? Porque todo se centra exclusivamente en las emociones, en la atracción física y en el “que bien me lo paso”.   

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    10.3. ¿Qué es lo que buscas en la otra persona como novi@ y espos@? http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/10/103-que-es-lo-que-buscas-en-la-otra.html

2 comentarios:

  1. Hola Jesús Guerrero! Mi nombre Daniel y soy de Argentina. Te escribo solamente para agradecerte y agradecer a Dios por tus escritos en este Blogs! Sinceramente son de gran bendición para mi vida, sin mencionar que "abriste mi cabeza" y me hiciste reconsiderar muchas cosas con respecto a la vida cristiana: la soltería, el matrimonio y las relaciones interpersonales. Te aliento a continuar desarrollando este tipos de temas y uno en especial (a pedido de mi persona) que es "la dependencia emocional" ya que es con lo que siempre eh cargado. Te mando un fuerte abrazo!

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  2. Hola Daniel. Muchísimas gracias por tus palabras. Me alegra de corazón saber que te está sirviendo. Considero muy importante que nunca perdamos las ganas de aprender en ningún ámbito de la vida, porque al hacerlo seguimos creciendo como personas y cristianos, aparte de la riqueza interna que nos añadimos.
    Y sobre lo de la dependencia emocional, comentarte que el capítulo 12 de "Crónicas de los solteros" está dedicado íntegramente a dicho asunto. Vamos por el 10, así que todavía falta un poco, pero espero que te sirva en su momento. Es otro tema que he visto en varias ocasiones reflejado en personas cercanas (hermanos y amigos) y me gustaría aportar mi granito de arena desde un punto de vista emocional, sentimental y espiritual.Lo he dividido en siete apartados, así que cuando estén todos publicados y puedas verlo en perspectiva, si quieres, me gustaría que dieras tu opinión y, por supuesto, que añadieras lo que creyeras conveniente en tus comentarios. Venga, gracias de nuevo. Saludos desde España y que el Señor te bendiga según su voluntad.

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