miércoles, 10 de agosto de 2016

La invitación... ¿a una secta?



La Invitación, ganadora a la mejor película en 2015 del Festival de Sitges, es un thriller de suspense que nos muestra lo sencillo que es caer en las redes de una secta; peligro del cual no se libra ninguna persona –por muy inteligente que sea-, ni siquiera un cristiano con buenas intenciones. No es la primera vez que se trata este tema en el cine, pero su guión bien elaborado, las buenas actuaciones de los actores y el interesante trasfondo que se va desvelando poco a poco, me ha llevado a querer analizar esta cuestión como advertencia para algunos y como intento de despertar a otros que pueden estar sumidos en esta trampa.
Will (Logan Marshall-Green), recibe una invitación junto a su novia para asistir a una reunión de viejos amigos, donde su ex-esposa Eden (Tammy Blanchard) y su nuevo marido David (Michiel Huismanson) son los anfitriones. Años atrás, el hijo de ambos falleció en un desafortunado accidente el día de su cumpleaños. Mientras que Will no lo ha superado y sigue anclado en el dolor, Eden confiesa haber recuperado la paz, sentirse libre y ser una persona feliz. A lo largo de la velada se va exponiendo cómo y qué la llevó a dar ese cambio en su vida, mientras que él sospechosa que algo extraño está sucediendo... La escena final es sobrecogedora... y no revelaré nada más para los que estén interesados en visualizarla, advirtiéndoles de su dureza.

¿Quién puede ser captado y cómo?
La respuesta a la pregunta es contundente: ¡cualquiera! Ni el más listo se libra de dicha contingencia. Podemos pensar que una secta –incluso una con raíces cristianas- se vende a sí misma de manera extravagante y está formada por personas extrañas de aspecto lunático que encienden velas negras cuando se reúnen. Nada más lejos de la realidad. Salvo excepciones como las sectas destructivas y grupos extremos que buscan beneficios económicos (“videntes”, “médium”, etc.) o que practican el libertinaje sexual, se comportan ante la sociedad de la misma manera que el resto: visten como cualquiera, estudian, trabajan, tienen familia, diversas aficiones, etc.
El truco consiste en que, evidentemente, el individuo no será consciente de las artimañas que usarán para captarlo. Basta que la persona se encuentre en una situación dolorosa o no deseada en su vida para ser una víctima potencial. Puede ser a causa de un trauma del pasado, una herida emocional sin sanar, sensación de vacío y ausencia de paz, inseguridad personal, carencia de amigos, aislamiento social, falta de propósitos e intereses en la vida, etc.
El método que emplean repite siempre los mismos patrones: ofrecen principios que mezclan psicología positiva con cierta espiritualidad, gnosticismo, nuevas revelaciones “del universo” y de la “energía” que nos rodea, amistad sin límites, muestras continuas de cariño y amor incondicional, valoración y respeto, junto a un fin para el alma que transciende por encima de la vida física.
La captación se produce por medio de algún amigo o conocido del trabajo que es parte del grupo y que habla de manera aparentemente desinteresada y de forma completamente coloquial de las bondades de esa “cuadrilla” de compañeros, donde todos se ayudan entre sí, comparten sus vidas en comunión y forman parte de algo especial, una especie de “conciencia colectiva”. En otras ocasiones, será por las clásicas papeletas pegadas en postes de luz, paredes o cabinas telefónicas. Estoy seguro que todos las hemos visto. Se presentan como grupos de meditación, de relajación, de liberación, de luz, y que sirven prácticamente para todo: problemas de autoestima, de ansiedad, de pareja, matrimoniales, familiares, laborales, económicos y personales. En ellos siempre hay alguien que posee mucho carisma, que muestra una gran seguridad en lo que afirma y  que hace las veces de gurú/líder/mentor. Este tiene un poder de persuasión que destaca sobremanera, donde se sirve de un lenguaje y tono de voz que envuelve los sentidos del oyente, empleándolo para exponer sus ideas y experiencias personales para convencer a todos los que estén mínimamente predispuestos.

El peligro de las iglesias cristianas de corte sectario: las verdades que enseñan
Doy por hecho que todos mis lectores –o al menos la inmensa mayoría- son cristianos, así que me centraré en las dificultades para distinguir un grupo sano de creyentes de uno de corte sectario. A veces ni ellos mismos saben hasta que punto lo son. Las diferencias son tan sutiles que, a primera vista, no es fácil hacer la distinción. El porqué es sencillo de explicar: casi todas las doctrinas que formulan concuerdan con la enseñanza bíblica (Trinidad, divinidad de Cristo, salvación por gracia, etc.) y algunos o muchos de sus miembros realmente han “nacido de nuevo”. Además, llevan a la práctica principios de vida cristiana. Veamos algunos ejemplos de sus predicaciones y mensajes que son puras certezas:

- Exponen la verdad: Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Co. 15:3-4).
- Exponen la posibilidad de una nueva vida: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Co. 5:17).
- Exponen el camino de la salvación: si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.  Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Ro. 10:9-10).
- Exponen la vida eterna: Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios” (1 Jn. 5:13).
-Exponen al causante de la verdadera paz: La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn. 14:27).
- Ofrecen amor y hermandad: Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (Jn. 13:34).

Ante todo esto, cualquier cristiano proclamará un sentido amén. En este sentido, se repiten las circunstancias que vivió Pablo: Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones; pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio. ¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún” (Filipenses 1:15-18).

El peligro de las iglesias cristianas de corte sectario: las mentiras que propagan
El problema reside en que, junto a verdades elementales de las Escrituras, introducen la mentira. Algunos lo saben y no les importa ni quieren cambiar –lo cual es una actitud deplorable-, y otros creen que están actuando de buena fe, pero realmente están envenenando a personas demasiado crédulas que no saben el lavado de cerebro al que están siendo sometidas, el cual incluso niegan: “El proceso de manipulación no cambia a la persona en pocas horas. Lleva un poco de tiempo. Cada día, los responsables hacen repetir lo mismo, y poco a poco añaden elementos nuevos para que surjan cambios. En los meses que siguen a su llegada a la comunidad la persona cambia su comportamiento y su manera de pensar completamente, sin que se de cuenta. Un amigo o un pariente pueden darse cuenta, pero no el afectado”[1]. Por eso son ciertas las palabras de Mark Twain: “Es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados”.
Tengamos siempre presente que ser adoctrinado es sumamente sencillo: basta con oír y aceptar automáticamente las enseñanzas del pastor/líder sin comprobarlas objetiva e imparcialmente por uno mismo y sin prejuicios ajenos. Todo el mundo confía en las buenas intenciones del otro, olvidando que, por muy preparado y versado que esté, nadie es infalible.
¿De qué ingredientes está formado el veneno de la mentira a los que todos los cristianos tienen que prestar suma atención?:

1) Liderazgo malsano. Por norma general, son personas normalmente amables y tranquilas, pero debajo de ese maquillaje esconden auténticos volcanes que entran en erupción cuando las circunstancias o los demás les contrarían, ante los que se muestran autoritarios e intransigentes cuando no siguen sus normas. De ahí los cambios de humor tan marcados que muestran y el hecho de que siempre tengan la última palabra. Por otro lado, basta con observarlos atentamente durante una larga temporada para comprobar que en muchas facetas no viven lo que predican. Exageran las faltas de sus seguidores (“el diablo los ha atrapado”) y minimizan las propias (“Dios lo ha permitido para crecer”). En la práctica, están por encima del bien y del mal. Por último, se rodean de sus incondicionales y entre ellos suelen tener algunos selectos que usan para expandir sus creencias y hacer de brazo ejecutor cuando lo creen conveniente.
Estos líderes, en realidad, son lobos con piel de cordero, como ya vimos en El verdadero lobo: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/11/el-verdadero-lobo.html  

2) Obediencia absoluta. La creencia que tienen de que los pastores son los Ungidos de Jehová –idea que enseñan con insistencia, usando erróneamente versículos que convierten en eslóganes inquisitoriales-, trae como consecuencia directa el establecimiento de una Jerarquía Piramidal y, con ello, el hecho de que haya que obedecer en todas las cuestiones –incluyendo las personales- a estas instancias superiores. Mientras la persona lo hace, las sonrisas y alabanzas a su nombre anidarán por doquier; malas caras, duras críticas veladas y aislamiento cuando no lo haga. El afectado termina por asentir a todo como un robot aunque no esté convencido, anteponiendo incluso los caprichos ajenos a los propios razonamientos y sentimientos después de que le hayan hecho creer que estos provienen de la carne y el diablo.

3) Vida abierta de par en par. La obediencia conlleva implícitamente el añadido de que hay que responder a todas las preguntas que los superiores hagan, sean personales o de cualquier otra índole. Si algo no se cuenta, no tardan en llegar la acusaciones de falta de sinceridad, de desconfianza en los líderes o, lo que es peor, de la ocultación de algún pecado. Con el paso de los meses, las intimidades narradas en privado terminan siendo de dominio público puesto que el cabecilla se siente con el derecho de contar lo que cree conveniente a quien le place.

4) Legalismo. Con el paso de los siglos se han ido añadiendo multitud de tradiciones humanas al cristianismo genuino, estableciéndose como “mandamientos” y “normas” que, aunque no son antibíblicas, son extrabíblicas. Finalmente, se le ha terminado concediendo mayor importancia a estos principios que a los meramente bíblicos. ¿Consecuencias? Cargas insoportables para el creyente y la idea de que mientras más participe en actividades, cultos, reuniones, talleres, congresos, retiros, etc., más entregado estará al Señor y más espiritual será.

5) Vida que gira completamente en torno al grupo. Este y sus actividades son prioritarias sobre todo lo demás, incluyendo ante los lazos de sangre que no forman parte del mismo. También se anteponen las necesidades económicas del grupo a las de la familia, incluso cuando los seres cercanos están en necesidad.
Se envuelve todo en una capa de voluntariedad pero la presión es evidente cuando se falta a alguna tarea: “no estás cuando se te necesita”, “esperábamos más de ti”, “vives en la carne”, “amas a tu familia más que a Dios”, “te estás perdiendo una gran bendición”, etc. Todo esto acarrea sentimientos de culpa, por lo que la persona hace todo lo humanamente posible por no faltar a ninguna de estas ocupaciones.
Este tipo de vida termina creando dependencia psicológica y afectiva hacia el grupo. La persona llega a creer que sin éste, en términos metafóricos, moriría.

6) Se sienten escogidos entre los escogidos. Es cierto que todos los cristianos pueden tomar para sí las palabras de Pedro: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1 P. 2:9). La diferencia en estos grupos respecto a otros sanos es que se creen superiores a todos –o a casi todos- los demás. Aunque no lo digan de puertas afuera, es una idea que repiten sutil o directamente de forma reiterativa a puertas cerradas. Cada poco tiempo se comparan con otras formaciones y las miran por encima del hombro, tanto a nivel humano como doctrinal. Esta soberbia es vista como repulsiva a los ojos ajenos.

7) Herejías. Entre otras, y en mayor o en menor grado e intensidad, destacan la Teología de la prosperidad, la confesión positiva, las maldiciones generacionales, la cartografía espiritual, las supuestas reliquias y objetos “ungidos”, entre otras (Herejías por doquier: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/08/normal-0-21-false-false-false-es-x-none_21.html).

8) Dificultades para salir. Aparentemente, cualquiera puede marcharse del grupo cuando quiera. La realidad es diferente: cuando le dicen a un miembro que todo aquél que se ha marchado no ha conocido realmente a Dios, que está en tinieblas, que es hijo del diablo, que se está perdiendo multitud de bendiciones, que su vida está en ruinas y llena de infelicidad, que sus opiniones divergentes hacia la iglesia están motivadas por el odio y que ha perdido la salvación, la persona está siendo directamente coaccionada para que permanezca con ellos. Por eso nadie sale en paz de este tipo de sectas.

Todo estos componentes –que suelen ir juntos y se mezclan con un aire de buenismo, multitud de diversiones, actividades lúdicas y obras sociales- se van mostrando y desarrollando sin prisas, paulatinamente, hasta que calan profundamente en la psique del individuo, que termina aceptándolos como algo normal.

Diversas maneras de afrontar estas circunstancias
Dicen que la primera impresión es la que cuenta. No creo que nadie esté de acuerdo con esas palabras. La realidad concuerda más acertadamente –y así lo atestigua la experiencia-, con ese otro dicho que apunta a que las apariencias engañan, tanto para bien como para mal.
En el caso de las que hemos denominado iglesias cristianas de corte sectario ocurre exactamente igual. La primeras impresiones suelen ser maravillosas, pero el trasfondo es el que hemos visto. Los miembros de estas agrupaciones afrontan estas coyunturas de maneras muy diferentes, que los lleva a no querer salir de ellas:

- Algunos son esclavos voluntarios del sistema, ya que reciben algún tipo de sustento y compensación económica por el ministerio que desarrollan. 
- Otros, aunque saben perfectamente cuál es la realidad, no se marchan porque tienen miedo “al que dirán”, a la “soledad”, a “perder las amistades”, al “dónde irán”, a “la pérdida de reputación y prestigio”, a que “hablen mal de ellos” y a la “incertidumbre del futuro que se les plantearía”. Aquí habría que añadir a los perezosos que no quieren problemas y se mantienen en un segundo plano guardando silencio o criticando entre bambalinas –nunca de frente- y los que se sienten cómodos porque están habituados a vivir de esa manera sin conocer otra distinta.
- También están los inocentes que, en su ingenuidad, simplemente son inconscientes de todo lo que sucede a su alrededor, creyendo que sus líderes actúan de manera correcta y que interpretan la Biblia acertadamente. Viven ajeno a lo que otros dicen, son felices y ven la vida de color de rosa, aunque no tienen problema en cargar contra las voces críticas de los que se marchan.
- Y por último, los individuos que experimentan de corazón que sus necesidades emocionales y espirituales están siendo cubiertas y, en el fondo, se sienten profundamente amados, respetados y útiles. Sus vidas tienen pleno sentido y no quieren echar a perder lo que tanto tiempo le costó encontrar. Por eso las dificultades personales y de conciencia que surgen en ellos para reconocer los errores y que les conduce a defender al grupo incondicionalmente. Cuando contemplan algo que no entienden o que directamente está mal, surgen en sus mentes decenas de pensamientos que tratan de justificar las acciones de sus líderes, perdiendo así la capacidad de crítica. Sorprendentemente y de manera natural, deciden mirar para otro lado, envolviéndoles una neblina de ceguera.

Conclusión
A groso modo, y sin haber entrado en profundidad (lo cual haré en el futuro), ya conocemos las características de un grupo cristiano que no es sano. Si es tu caso, puede que conocieras el Evangelio en ese lugar y que Dios se sirviera de ello para tu conversión. Puede que hayas aprendido de manera correcta ciertas cuestiones y que algunas de las respuestas que te ofrecieron fueran bíblicas. Puede que hayas vivido buenos momentos con personas que merecían la pena, pero tu fidelidad no se la debes a ningún ser humano, sino a tu Señor. Aquí no estamos hablando de irse por razones absurdas o de buscar una iglesia perfecta –puesto que algo así no existe-, sino del veneno que esclaviza. Si es así, es hora de dar un paso al frente y comenzar una nueva vida, aprendiendo de los errores propios y ajenos. Si crees que hay opciones de que el grupo cambie, puedes poner de tu parte y plantear los problemas para buscar la solución. Pero si los años te han demostrado que ni lo han hecho ni lo van a hacer lee atentamente:  
“La Palabra de Dios y la experiencia enseñan que el empeño en reformar desde dentro una iglesia oficialmente desviada es una utopía que empaña nuestro testimonio y engendra confusión. La verdad y la obediencia están por encima del sacrificio, de la falsa caridad y de las buenas intenciones. En frase de Spurgeon, “el deber de uno es hacer lo recto; de las consecuencias se encarga Dios”. Hay quien cita Mateo 13:24-30 sin percatarse de que allí no se trata de la iglesia, sino del mundo (“el campo es el mundo”). Los más apelan al argumento de que a una madre (cf. Gá. 4:26) no se la deja, por fea o mala que sea; pero éstos no se dan cuenta de que la iglesia no es una abstracción superior, cuya naturaleza permanece a salvo, a pesar de la falsedad o apostasía de sus miembros, o de los defectos en las estructuras, sino la congregación espiritual de los verdaderos creyentes, cuyo ´ser o no ser` dependen enteramente de la ortodoxia y de la ´ortopodia`” (Gá. 2:14), o sea, de la recta conducta de sus miembros”[2].
Quizá llegó el momento de buscar nuevamente la libertad en Cristo y un nuevo lugar para respirar aire fresco en todos los aspectos de tu vida. Dios no te dejará ni desamparará, estará todos los días de tu vida contigo y Él perfeccionará la obra que empezó en ti (cf. Jos. 1:5; Mt. 28:20; Fil. 1:6).




[1] Zivi, Pascal & Poujol, Jacques. Los abusos espirituales: Identificar. Acompañar.
[2] Lacueva, Francisco. La Iglesia. Clie. Pág. 252-254.

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