Venimos de aquí: 1.1.
Lo que duele a los solteros: Sus pensamientos y sentimientos: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/03/11-lo-que-le-duele-los-solteros-sus.html
Aunque vivimos rodeados de todo tipo de personas,
razas, etnias y nacionalidades, en nuestro interior únicamente solemos hacer
dos tipos de distinciones: solteros y casados (o con pareja). Ni ellos ni
nosotros tenemos culpa de estas circunstancias. Eso tenemos que tenerlo claro.
Muchas veces pensamos que quizá las parejas no deberían mostrar ninguna muestra
de cariño en nuestra presencia por el hecho de que a veces nos afecta. Ni mucho
menos debemos culparlos; si estuviéramos en la misma condición que ellos seguramente
actuaríamos de la misma manera, sin que hubiera nada de malo en ello. Aún así,
añado un matiz: Teniendo en cuenta que la privación del contacto físico “piel con piel” es una de las carencias
más duras que suele experimentar el soltero, agradeceríamos
que los matrimonios y los novios lo tuvieran en cuenta cuando estén delante de
nosotros para evitar ciertas expresiones de cariño sumamente efusivas.
Cuando
todo se reduce a “hombres y mujeres y viceversa”
He aquí una escena clásica, de nuevo relativamente
cómica: Vas caminando por la calle y te cruzas con un viejo amigo que no veías
hace mucho tiempo. Te cuenta cómo le va la vida, que está casado, que tiene dos
niños, etc. Tras narrarte su propia experiencia, te pregunta: “¿Y tú qué,
tienes novia o estás casado?”. En ese preciso instante el corazón comienza a
latirte a 9000 pulsaciones por segundo y te recorre una gota de sudor frío por
toda la espalda que parece paralizarte. Te acaba de tocar la fibra sensible, tu
punto débil, así que “tratas” de argumentar: “No, es que todavía no ha llegado
la mía.., está la cosa muy mala.., no hay nada a la vista.., estuve con alguien
pero no funcionó...”. Mientras, el sudor sigue cayendo..., balbuceando, tratas
de defenderte, porque en el fondo sientes la obligación de hacerlo. Está en
juego nuestra masculinidad o feminidad, según sea el caso. “¿Qué pensará esta
persona de mí por estar sólo? ¿Qué soy un bicho raro? ¿Incluso puede pensar que
soy de la otra acera? Al final, transcurridos pocos segundos, le cambias de tema:
“¿Y qué, qué te pareció el partido del Real Madrid el otro día? ¿Has visto en
el cine la última película de Tom Cruise? ¿Dónde estabas el 11-S durante los
atentados de las Torres Gemelas? ¿Y el día que asesinaron a Kennedy? ¿Crees en
los marcianos?”. Lo que sea para cambiar el curso de la conversación. No sabes
cómo salir del apuro. Rehuyes la situación como bien puedes ya que te incomoda
en grado sumo.
En estas situaciones que se dan, te sientes diferente entre
tantas parejas. Son momentos en los que, aunque te traten como uno más y seas
parte de ellos, ante ti mismo pareces un extraño fuera de lugar. Parece que hay
un “club” realmente especial, en el cual, por mucho que hagas, no puedes
entrar. Por todo esto, se llega a tal extremo que la persona que pasa de “estar
sin pareja” a tener “su compañera” siente un gran alivio. Desde luego que experimenta
la euforia del enamoramiento, pero también que ha salido, por fin, del club de
los “leprosos”. Ya no siente esa “marca” invisible sobre su alma.
Todo esto que estamos viendo les conduce a muchas
personas a sentirse muy presionadas interna y externamente, de tal manera que
se ven empujadas en cierta manera:
- A precipitarse al matrimonio, lo cual les conduce a
una mala elección por las prisas que, como dice el refrán, “son malas
consejeras”. Consideran que el paso del tiempo es un factor que va en contra de
sus deseos y creen que es ahora o nunca.
Esto les lleva a hacer caso omiso a las sirenas de alarma que les dicta la
propia conciencia y que les advierte de que algo no va bien desde el noviazgo. Termina
en fracaso porque quieren encajar vidas que apenas tienen nada en común y
caracteres incompatibles o que no se complementan.
- A buscar entre los incrédulos aquello que no
encuentran entre el pueblo de Dios, creyendo que será la la panecea a la
soledad que experimentan en sus carnes. En la mayoría de los casos termina por
convertirse en un drama ya que la ética, el estilo de vida, los valores, la
manera de pensar y de sentir, las maneras de afrontar los problemas y las
crisis (tanto personales como de pareja), la “cosmovisión”, la mayordomía en
general (amistades, uso del tiempo y de los dones, del ocio y las aficiones,
del dinero, etc.), suelen ser muy diferente entre el cristiano (si
verdaderamente lo es) y el incrédulo. Será una mesa que siempre cojeará por
algún lado, como veremos en otro capítulo. Aunque haya casos en que el
cristiano considere la relación como sentimentalmente satisfactoría y su pareja
sea una persona íntegra, no será plena en otros aspectos de suma importancia.
La desilusión que llegan a sentir tras andar por estos
dos senderos es dificil de describir con palabras. Son presas de un círculo sin
salida: Sueño. Anhelo. Deseo no satisfecho. Tristeza. Frustración.
Comentarios
y expresiones hirientes
Para rematar, están los comentarios que nos afectan. Si
hay una palabra en concreto que destaca por el dolor que produce es la de
“solterón/solterona”, se use en el tono que sea. Muy pocos permanecen solteros
por propia elección, y eso deberían saberlo quienes califican a otros usando esa clase de adjetivos (curiosamente, suelen ser los mismos que años atrás,
cuando no tenían pareja, se ofendían cuando les calificaban de esta manera; Es
como si ya se hubieran olvidado de qué es lo que sentían).
Nada de esto es nuevo, sino que procede de
la misma antigüedad. Ya en el siglo VII a. C., el mismo Licurgo, legislador de
Esparta, consideró la soltería un delito y estableció por ley que todo aquel
que no se casara debería ir desnudo hasta que lo hiciera. Cientos de años
después, el emperador romano Augusto le negó la herencia a los solteros. Y,
actualmente, en China a las solteras de más de 30 años se las llama “sheng nu”
(las “sobras”).
Hay expresiones que, aunque estén dichas
sin ningún tipo de mala fe (y por lo tanto no es un reproche por mi parte,
puesto que lo que quiero es concienciar), suelen afectarle muchísimo a un
soltero: “Se te escapa la vida”; “Se te va a pasar el arroz”; “Para cuándo, que
ya es hora”. Si encima algunos se ríen en tu cara, apaga y vámonos: “Debes ponerte coqueto para que se fijen en ti, que
se te va a escapar la juventud; ahora es el tiempo”; “No te preocupes que en el
asilo conocerás a muchas jovencitas”;
“Vamos a hacer una cadena de oración mundial para que el Señor te envíe una
esposa”; “Algo raro debe haber en ti cuando no encuentras a nadie”. Y, por
último, la repetitiva frase: “Te voy a buscar una novia”, que añade a tu ser un
sentimiento de inutilidad, como si no pudieras buscártela por ti mismo.
Personalmente, hace mucho tiempo que muchas de estas frases dejaron de
ofenderme, pero eso no significa que me agraden o me hagan la más mínima
gracia. Y así piensa y siente la inmensa mayoría de los solteros, a los cuales
les afecta en diversos grados.
Respaldo las
palabras de John Macarthur: “La gente que es soltera cuando acepta a Cristo
debe saber que es bueno que se quede así. No hay necesidad de apresurarse a
casarse. Sin embargo, muchos cristianos de buenas intenciones no están
contentos con dejar que se queden solteros. Las ganas de hacer de casamentero
pueden ser fuertes, pero los cristianos maduros deben resistirlas. El
matrimonio no es necesario o superior a la soltería”[1]. ¿Te imaginas estas palabras de María a Jesús?:
“Maestro, mi hermana Marta está soltera. Es buena cocinera y trabajadora. En
ocasiones se afana demasiado, pero en el fondo es porque tiene instinto de
madraza, y es muy simpática. ¿No te gustaría conocerla? Si quieres os preparo
una cita para esta noche”.
Si a todo esto le
añadimos las palabras de los padres que recalcan cuánto les gustaría ver a su
hij@ casad@ para así tener nietos, el peso resulta por momentos abrumador.
Por eso creo que,
cuando una persona se vuelve reiterativa con este tipo de comentarios hacia tu
persona, debes hablar en privado para expresarle cómo te sientes cuando se
declara en esos términos y pedirle el favor de que no los vuelva a repetir. Eso
siempre es mejor que llenarse de rencor hacia él: “No
aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no
participes de su pecado” (Levítico 19:17).
Causas de la soltería
Llega el momento en que te cansas de que
te digan que te fijes en tal o cual persona. En el deseo de ellos de
emparejarte, cada cierto tiempo vuelven con la misma cantinela. Puede que haya
llegado el caso de que te hayas fijado en el chico o la chica del que te
hablaron insistentemente –e incluso has llegado a conocerl@, pero no has
sentido nada en tu interior ni te ha llamado la atención. Así de extraño y de
misterioso es el corazón. Parece tener vida propia. Y resulta difícil conocer
sus motivaciones.
Como reseñé en la introducción, un autor
señalaba en un escrito que la causa principal de que una persona permanezca
soltera es el egoísmo. Esto es toda una difamación sumamente ofensiva. Nadie se
debería permitir el lujo de despreciar a un soltero de esta manera. Aquellos
que critican con este tipo de comentarios a los solteros no suelen analizar las
verdaderas razones de su estado. Por eso los tildan de anormales, egocéntricos,
irresponsables, inmaduros y antisociales, como si todos los solteros fueran
iguales y formaran una plaga que hay que exterminar. Creen que lo único en lo que piensan es en sí
mismos, en el dinero y en el look personal, cuyo mayor placer es poder
estirarse como holgazanes en la cama sin que nadie les moleste, cambiar a su
gusto el canal de televisión, centrarse en sus hobbies personales, estar
siempre con los amigos de un lado para otro en distintos viajes de placer, etc.
En definitiva, hacer siempre lo que les viene en gana en una vida hueca, vacía
y sin propósito. Este tipo de ideas
funestas provoca que algunos solteros que no tienen las ideas claras sobre sí
mismos se sientan inferiores o desgraciados.
¿Qué les digo a aquellos que tienen esta
visión tan distorsionada de los solteros? Sencillo: Al igual que hay infinidad
de seres humanos que permanecen con buena salud hasta que fallecen y otros que
viven enfermos desde que nacen (si es que nacen), hay circunstancias en la vida
que te llevan a casarte y otras que te conducen a permanecer/estar soltero. Las
variables dentro de esas circunstancias, las causas y las historias de trasfondo
son prácticamente infinitas e incontrolables, tantas como personas han pasado y
pasarán por este mundo. Cuando decimos que los caminos del Señor son
inescrutables, es que realmente lo son (cf. Romanos 11:33). Como siempre digo,
cada persona es un mundo y no podemos encasillar a nadie. Hacer un juicio total
sobre el conjunto global de los solteros es un grave error. También nosotros descansamos en el Señor. ¿Capisci?
Aunque hay muchas razones
más (que analizaremos en “Cuando el problema está en el soltero”), las razones
elementales por las cuales muchas personas no están casadas son muy básicas y
sencillas de describir:
1. No han encontrado a la persona que consideran
adecuada para pasar juntos el resto de la vida.
2. Aunque se enamoraron de alguien, la otra persona no
se enamoró de ellos.
3. La otra persona se enamoró, pero los sentimientos
no eran compartidos.
4. Aunque ambos creían estar enamorados, en el tiempo
que estuvieron conociéndose profundamente se dieron cuenta de que no eran el
uno para el otro y decidieron no dar el paso. No lo vieron nada claro o
realmente no se amaban al nivel que exige el pacto matrimonial. En este caso, no
casarse fue un acto de madurez.
5. No todos los seres humanos tienen los mismos deseos
y necesidades emocionales, ni sienten el profundo deseo de hallar una pareja
sentimental. Disfrutan plenamente de la vida que tienen como hijos de Dios tras
haber aprendido en el camino. Únicamente la aparición de un gran amor por una
persona les puede llevar a querer cambiar este estilo de vida.
6. Han sido heridos sentimentalmente de forma
reiterativa y están cansados del esfuerzo que tuvieron que hacer para
recuperarse: Rupturas dolorosas
o traumáticas, varios rechazos, relaciones tormentosas o sumamente negativas, abandonos
inesperados, desilusiones repetitivas, etc., son algunos ejemplos. A
nivel emocional, sufren en sus
carnes algo semejante al experimento de
Pávlov, con su “ley del reflejo condicional”. Al igual que el fisiólogo
ruso demostró que los perros comenzaban a salivar cuando hacía sonar un metrónomo
justo antes de darles de comer, las personas que han sufrido en varias
ocasiones en términos amorosos pueden llegar a sentir cierta animadversión al
simple hecho de pensar en un nuevo intento para conocer a alguien del sexo
opuesto con intenciones románticas. No es que tengan heridas sin sanar (ya fueron
curadas), sino que padecen una especie de apatía emocional por el efecto
“Pávlov”. Se les hace un mundo darse a conocer y recorrer el mismo camino
porque temen que la agonía se vuelva a repetir. De ahí que se les haga tan
pesado volver a contar las mismas historias, su vida pasada, sus gustos, sus
aficiones, quiénes son, a qué se dedican, etc. Les cuesta la misma vida
ilusionarse, y al hablar se sienten como un disco rayado que no transmite
emoción.
7. Si en el caso anterior las heridas sí fueron
sanadas, en esta ocasión no es así. En consecuencia sufren lo que yo llamo “alexitimia sentimental”. La alexitimia
por sí sola es la incapacidad de reconocer y describir las emociones propias y
ajenas. Si lo llevamos al plano sentimental que quiero describir, sería la
incapacidad de sentir afecto, ternura, cariño, amor, etc., por otras personas. En
cierta manera, se endurecen, ya que levantan un muro en su corazón para que
nadie más les dañe. Tampoco sienten las muestras de afecto que otros les
regalan, sean abrazos, besos o palabras cariñosas. Sus heridas son tan
profundas que sus emociones están embotellados y llegan a experimentar la anhedonia, que viene a ser también la incapacidad de
experimentar placer y la pérdida de interés por las diversas actividades de la
vida. Es necesario afrontarlo; de lo contrario se puede volver crónico. Hasta
que no sanen el corazón se sentirán vacíos, sin vida. Muchos solteros se han
sentido así en alguna ocasión. Necesitan a Cristo más que nunca y la tierna
compañía de amigos que los quieran con pasión.
8. Otros sienten que son el patito feo y que nadie quiere estar con ellos. Para ellos, su
vida de adultos es como el patio del colegio: observan que para jugar primero
escogen a los mejores. Sólo al final eligen a lo peores porque no queda más
remedio. Esto les lleva a creer que no son “buenos partidos”.
9. Y, por último, aquellos que, en algún momento de
sus vidas, creyeron que la voluntad de Dios para ellos era permanecer solteros.
Estos se sienten satisfechos al estar plenamente centrados en objetivos
laborales, humanitarios y espirituales. Estos son los que se preocupan de
agradar al Señor por encima de todas las cosas (cf. 1 Corintios 7:32)[2].
El ejemplo por excelencia de Alguien que se hizo eunuco a sí mismo es Jesús.
¿Por qué Jesús no se casó ni formó una familia? Por un lado, no era parte del
plan divino ni de la voluntad del Padre. Y por otro lado, si el ser humano ha
convertido en una “diosa” a una mujer llena de sencillez como fue María, ¿cuánto
más hubieran hecho con una posible esposa de Jesús? Y si hubiera tenido
descendencia como nos muestran en el libro herético “El Código Da Vinci”, a
saber qué hubiera pasado tras este acontecimiento. Dios, conociendo el carácter
idólatra del ser humano, nos evitó este problema.
Tipos de solteros
Los motivos que hemos descrito conlleva que se den
determinados tipos de solteros:
1. Aquellos que siguen deseando casarse,
independientemente de la edad que tienen en el presente. Algunos aceptan su
condición actual relativamente bien y otros (anhelo que los menos) viven con
cierta amargura, e incluso pueden llegar a sentirse miserables. Realmente
desean con todo su corazón encontrar pareja y poner en práctica todos esos
sueños que rondan por su mente con asiduidad. Desean experimentar ese amor
profundo que se siente al perderse en los ojos del otro. Sueñan con ese día en
que le/s piden de la manera más romántica posible la mano a su pareja para
comprometerse en matrimonio. Anhelan aparecer por casa con un ramo de flores y
una caja de bombones para su amada. Quieren robarle un beso furtivo a su esposa
tras descubrir una notita de amor que le han dejado bajo la almohada. Y, por
supuesto, desean formar una familia con varios hijos (aun sabiendo de los
obstáculos que se encontrarán en el camino) y disfrutar de ellos con detalles
tan sencillos pero hermosos como darles un baño, envolverlos luego en la toalla
o escucharlos decir “papá” o “mamá” (para este tipo de soltero, el “día del
padre” y el “día de la madre” son duros).
Aún con todos sus deseos e intentos, nada ha
fructificado hasta el día de hoy.
2. Aquellos que, en este preciso instante, no tienen
el deseo de contraer matrimonio, sea por alguna mala experiencia pasada o
porque no creen que sea el momento adecuado para hacerlo. Posiblemente, tarde o
temprano, el interés retornará.
3. Aquellos que, por un lado, ya no desean casarse ni
formar una familia. Por una o varias razones, perdieron las ganas. Y por otro, creen que es la voluntad de Dios para
ellos.
Durante muchos años tuvieron el deseo, pero
desapareció en algún momento del camino. Fue una etapa que quedó atrás. Ahora se
centran en otros aspectos de la existencia y no se dejan intimidar por aquellos
que les dicen que sus vidas están limitadas. Se esfuerzan en que su existencia
sea plena para el Señor, lo cual no significa que su caminar sea sencillo
–porque para nadie lo es. Tampoco hacen que su reloj gire en torno al hecho de
no tener pareja. Y no por ello están amargados ni viven en las cavernas de la
soledad. Tampoco arrastran una herida abierta como algunos piensan. Esto no
quita que, en situaciones muy particulares y algunos días al año, les invada
cierta melancolía ante el recuerdo de sueños pasados ya que sus corazones no son
un témpano de hielo, aparte de que reconocen sin tapujos lo hermoso que tiene
que ser el interés recíproco por otra persona, con el afecto que implica ser
parte de la vida de otro en todas las facetas: mental, sentimental, deseos de
bienestar, estado de ánimo, etc.
Hay algo que tienen muy claro: le piden a Dios que, en
su condición, los use humildemente en la sencillez y siga haciendo su obra.
Tampoco ven la soltería como un castigo Suyo o una acusación velada por Su
parte de falta de fe de los solteros. Me cansa hasta el hartazgo todos esos
mensajitos que se ven en las redes sociales cristianas donde dan a entender claramente
que depende de la fe de cada uno que Dios nos envíe una esposa, cuando
realmente depende de Su voluntad.
Esto no significa que crean que están solteros porque no
exista la “ayuda idónea” para ellos –y viceversa (cf. Génesis 2:20), porque
pensar de esa manera sería arrogante. Lo que creen es que, por distintas
razones, “funcionan” para el Señor y su obra mejor como solteros, como afirma
Pablo en 1 Corintios 7:32.
Para concluir la descripción de este tercer tipo de
soltero, quiero explicar la razón por la cual he puesto “creen que es la voluntad de Dios para ellos” en lugar de “saben”. Conocer los designios del
Altísimo en detalles muy concretos de la vida no siempre es sencillo, y esto
incluye el que concierne al estado civil. Por eso hay personas que “creían” que
el deseo del Señor era que permanecieran solteros y el tiempo les demostró lo
contrario, ya que terminaron contrayendo matrimonio. Así que es complejo ser
dogmático al respecto y afirmarlo con total seguridad.
En mi caso personal, me considero parte de este tercer
grupo desde la segunda mitad de 2010. Tengo mis propias evidencias que apoyan
mis conclusiones. Y añado una pequeña anotación: aunque he pasado por varios de los puntos
señalados en “causas de la soltería”, a día de hoy también me identifico con
los que han sufrido el experimento de
Pávlov del que hablamos líneas atrás.
Para terminar, quiero dejar muy claro que el hecho de no
estar casado no es el incumplimiento de ninguna promesa por parte de Dios. Dice
Zoricelis Dávila en su libro “Felizmente solteros”: “Yo estoy segura de que si te enfocas en vivir tu vida para Dios y
agradarle a Él, se cumplirá la promesa del salmo 37:4, que dice que te deleite
en Jehová y él te concederá las peticiones de tu corazón”. Siento tener que
rectificarla. ¿Es que el que permanece soltero es a causa de que no se deleita
lo suficiente en Dios? Tal exégesis del texto y del conjunto de las Escrituras
es una temeridad. Lo único que provoca esta interpretación del pasaje bíblico es
que el creyente se sienta además culpable. La idea de Zoricelis parte de un
error hermenéutico: “Si algún deseo no se
cumple, por muy noble y hermoso que sea, es porque no es la voluntad de Dios.
Él tendrá razones que nosotros no alcanzamos a comprender. Al igual que los
Proverbios, los Salmos muestran en muchas ocasiones la fe del escritor en un
Dios soberano, pero no un listado de promesas que Él hará realidad”[3].
* En el siguiente enlace está el índice:
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* Prosigue en:
2.
¿INCOMPLETOS SIN
PAREJA?
http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/04/2-incompletos-sin-pareja.html
http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/04/2-incompletos-sin-pareja.html
[1] Macarthur,
John. El dilema del divorcio. Mundo
Hispano. P. 75.
[2] También habría que decir que, dentro
de este grupo hay un tanto por ciento (aunque bajo) cuya causa de su soltería
es la creencia de considerar incompatible (bajo su punto de vista) la vocación
con la formación de una familia propia. Excepto casos muy concretos, no creo
que sea imposible unir ministerio y familia. Tenemos miles de ejemplos en todos
los pastores del mundo que están casados. Es más, tienen un apoyo, un sustento
y una ayuda inestimable en su compañero sentimental. Pero también es verdad que
tendrá que esforzarse con mayor ahínco para agradar tanto a Dios como a su
cónyuge. Como todo en esta vida, tiene sus ventajas e inconvenientes.
[3] Guerrero Corpas, Jesús. Mentiras que creemos. Logos
Gracias por compartir tu testimonio como ejemplo para otras personas.
ResponderEliminarGracias de corazón a ti por leerlo y por tus palabras. Espero que ayude a quien lo necesite. Bendiciones.
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