miércoles, 18 de septiembre de 2013

Cadena de favores: Marcando la diferencia




¿Todo consiste en cambiarnos a nosotros mismos? ¿El único paso más que podemos dar es ayudar en la medida de nuestras posibilidades a los más desfavorecidos del planeta? Ambos temas los tratamos cuando analizamos Elysium y vimos todo lo que podemos hacer. Pero, aun así, hay algo más que está en nuestra mano. Algo más cotidiano. No tan llamativo a los ojos ajenos, pero igual de importante y que está a nuestro alrededor.
En la entrañable película Cadena de favores (Pay It Forward en inglés), Eugene Simonet (Kevin Spacey), el profesor de asuntos sociales, plantea a su clase un trabajo de fin de curso: “Pensar una idea que cambie nuestro mundo y ponerla en práctica”. La mejor idea es planteada por Trevor (Haley Joel Osment), un chico de 11 años.


“Éste soy yo, y estas son tres personas a las que voy a ayudar. Pero tiene que ser algo importante, algo que no puedan hacer por si mismos. Así que yo lo haré por ellos y ellos harán lo mismo por otras 3 personas más. Ya son 9 y si ayudo a 3 más ya son 27”.
Si la idea se llevara a cabo el mundo sería radicalmente diferente a lo que es. De ahí que resulte casi una utopía. Aquí la cuestión no consiste en que la cadena siga su curso. No depende de nosotros que así sea. Si le hacemos un favor a alguien, esto no significa que esa persona vaya a su vez a hacerle otro favor a otra ni que pague el bien con bien. Pero la idea general es clara: AYUDAR de alguna manera y hacer FAVORES de algún tipo, sean grandes o pequeños. Y para eso no tenemos obligatoriamente que regalarle nuestro coche a un desconocido como hace uno de los personajes de la película, o hacer de “casamentero” como hace Trevor, y ni mucho menos comprarle bebida como su madre con la abuela alcohólica.
El Nuevo Testamento rebosa de ideas práctica de cómo podemos ayudar. Sin duda alguna, el mayor regalo que le podemos hacer a alguien es predicarle el Evangelio, explicándole la razón verdadera de la muerte de Cristo (algo que la inmensa mayoría desconoce). Como cada persona, cada vida y cada circunstancia es diferente, hay mil maneras de arrimar el hombro y de llevar a la práctica la esencia de la idea de Trevor. Puede ser desde felicitar a alguien por un trabajo bien hecho pasando por ese matrimonio que involucra en su vida a un soltero solitario. Eso es ser gentil y hospitalario (cf. Filipenses 4:5; Ro. 12:13).
¿Más ejemplos? Ayudar a personas con problemas emocionales, sentimentales, físicos y espirituales (cf. Gálatas 6:2); visitando a los enfermos y a las viudas de tu familia (cf. Santiago 1:27); Levantando al que ha caído en pecado (cf. Gálatas 6:1); Alentando al desanimado y sosteniendo al débil (cf. 1 Tesalonicenses 5:14); Colaborando en casa con tus padres (es una manera más de honrar a tu padre y a tu madre, cf. Efesios 6:2); etc.
Recuerda los círculos de Trevor. Ahora solo tiene que ponerles nombres y apellidos (no hace falta que sean de amigos), y ver qué puedes hacer con esas personas. Puede ser algo tan “simple” pero profundo como escuchar a alguien que está pasando por un duelo por la muerte de un ser querido o por algún tipo de ruptura. Todo se resume en las palabras de Jesús: “Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Lucas 6:31). Así se cumple toda la ley: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (cf. Mateo. 22:37-40).
Es cierto que Dios ha preparado las obras de antemano para que andemos en ellas (cf. Efesios 2:10), y que, por lo tanto, podemos estar tranquilos en esa certeza. Eso sí, nuestra actitud no debe ser pasiva y quedarnos de brazos cruzados, sino que debemos tomar la iniciativa: ser proactivos. Como dijo John Wesley: “Haz todo el bien que puedas; por todos los medios que puedas; de todas las maneras que puedas; en todos los lugares que puedas; tantas veces como puedas; a todas las personas que puedas, por todo el tiempo que puedas”. Todo esto y más es realmente “adorar en espíritu y en verdad” (cf. Juan 4:23-24). La lista en sí no es un programa legalista que haya que cumplir, ni se hace para llamar la atención sobre uno mismo (eso es lamentable), sino un estilo de vida como forma de expresar nuestra gratitud por lo que hizo Cristo por nosotros en la cruz. Esa debe ser la razón principal por la cual queramos ser mejores personas.
Ayudar no tiene que significar únicamente dar o hacer algo. Sencillamente puede ser “marcar la diferencia”. Por ejemplo, bendiciendo al que te maldice (cf. Mateo 5:44). ¿Cómo?: No guardando rencor al que, humanamente hablando, lo merece. No menospreciando al que te menosprecia. No gritando al que te grita. El propósito final no es que el otro cambie. Eso está fuera de tu control (por eso especifica Pablo que vivamos en paz con todo el mundo “si es posible, en cuanto dependa de vosotros” (cf. Romanos 12:18), sino de hacer lo correcto: eso es amar al enemigo. ¿Por qué hay cosas que está fuera de tu mano? Usando el caso de los gritos: que tú grites no significa que la otra parte vaya a cambiar por tu reacción, pero si estarás marcando la diferencia. El libro de Proverbios dice que “la blanda respuesta quita la ira” (15:1a). Muchos interpretan erróneamente este y otros textos parecidos. Este es un principio ético, una pauta a seguir (que nuestra respuesta sea blanda/suave ante la ira), pero no es un absoluto que se vaya a cumplir en todas las ocasiones. Y seguro que puedes recordar más de un caso. Por eso todo consiste en devolver bien a pesar del mal que te hayan hecho.
Por otro lado, tienes que tener una idea clara para no caer en el desánimo: No todo el mundo querrá recibir tu ayuda. Incluso puede ser hasta perjudicial para la propia salud en algún caso (que se lo digan a Trevor en la ficción y a Cristo en la realidad). El profesor Eugene Simonet tenía un trauma: su padre borracho le arrojó gasolina y le quemó parte del cuerpo y de la cara cuando tenía 16 años. Hasta que no aceptó la ayuda no sanó su alma.
Por esto recordemos que no todos serán como el ciego Bartimeo que gritó desaforadamente hasta que consiguió la atención del Maestro (cf. Lucas 18: 38-39). A muchos no les interesará lo más mínimo lo que tengas que decir. Otros no mostrarán ningún deseo en escuchar en qué crees, o les entrará por un oído y les saldrá por el otro. Algunos incluso se burlarán. Pero todo esto ya le pasó a Jesús. En ese aspecto, como en otros muchos, Él nos dejó ejemplo (cf. 1 Pedro 2:21). Puede que ni te den las gracias. Trevor, tras invitar a un vagabundo a desayunar cereales, ante el enfado de su madre le dice: “He hecho algo bueno y tú no te das cuenta”. Otros solo contarán tus errores y no el bien que hayas podido hacer. Jesús sanó a diez leprosos y solo uno fue agradecido; el resto desapareció y nunca más se supo de ellos (cf. Lucas 17:11-19). Pocos fueron los que mostraron un interés genuino en su persona. Por citar a dos de ellos: Nicodemo (cf. Juan 3) y un escriba (cf. Marcos 12:28-34). Un grupo bastante reducido.
En definitiva, no se puede ayudar al que no quiere o no se deja. Si un incrédulo quiere seguir siéndolo, es su decisión. Si un cristiano se aparta y no quiere saber nada de Dios tras tus palabras, no puedes hacer nada. Depende de él. Es el camino que ha elegido seguir. De igual manera que no se puede ayudar al que quiere seguir creyendo una mentira doctrinal porque tiene miedo a descubrir la verdad y el cambio que esto le supondría.  
Si todo esto le pasó a Él que era perfecto, ¡cuánto más a nosotros que fallamos cada día! Así que no busques la palmadita en el hombro porque te frustrarás. Para poder llevar esto a cabo sin que te afecte las reacciones ajenas, debes tener asimilado estas palabras:  
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Colosenses 3:23-24).
Y nada más. Aquí concluyo esta serie de artículos donde tomé como punto de partida la película Elysium y que he terminado con Cadena de favores. Ya está todo dicho. No depende de mí que hagas algo sobre esto o aquello, sino de ti. ¿Recuerdas el lema del blog?: “Que nadie piense por ti, ni las personas que te rodean ni la sociedad que te envuelve. Hazlo por ti mismo”. Ahora te toca a ti reflexionar y actuar en consecuencia. Te dejo con este video. Aunque el mundo no sea así, pon tu granito de arena para mejorarlo. ¡Que lo disfrutes!







2 comentarios:

  1. Una película con un montón de reflexiones, muy bien hecha y dirigida por Mimi Leder. Trabajos como los de ella merece la pena verlos tal como the leftovers de la cual es directora ahora y ha llevado a otro nivel esta serie.

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  2. Hola Andrea. Llevas razón, y es una película para volver a "visitar" cada cierto tiempo. Y sobre The Leftovers... en parte es desconcertante por los temas "sobrenaturales" que, por ahora, no se explican (y el productor dijo que no lo haría... espero que haya cambiado de opinión), pero en el resto de temas personales es apasionante: los sentimientos de culpa, la pérdida, la incapacidad de superar el dolor, etc. La serie tiene muchas capas de lectura y también me tiene enganchado.
    Gracias por escribir y saludos desde España.

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