lunes, 23 de junio de 2025

15.9. Cómo encarar los recuerdos y las emociones negativas tras salir de una iglesia sectaria

 

Venimos de aquí: Ante las amenazas de las iglesias abusadoras, descansa en Dios  (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2025/06/158-ante-las-amenazas-de-las-iglesias.html).

Imágenes que se repiten continuamente como un bucle cerrado. Recuerdos que asaltan la mente en el momento más inesperado. Sueños y pesadillas que rememoran momentos del pasado una y otra vez. Todo ello y más es parte de la lucha con la que se enfrenta el cristiano que ha vivido una experiencia sumamente desagradable. Los recuerdos pueden volverse obsesivos y llegar a convertirse en un auténtico calvario que terminan por robar la paz.

Afrontando la memoria
¿Qué puedes hacer ante esas imágenes, que son como clavos que atraviesan tu alma? La parte que te toca es la de no quedarte rumiando eternamente en el trauma. Eso es enfermizo. Como no puedes negar el pasado, la única manera de ir dejándolo atrás es viviendo al día, creando un nuevo presente y nuevas vivencias. El escritor francés Gustave Flaubert dijo que “el futuro nos tortura, el pasado nos encadena y por eso se nos escapa el presente”. No permitas que esto te acontezca. Despoja del poder que ejercían sobre ti a aquellos que te tenían prisionero. Arrebata al pasado ese yugo que sigue tratando de rodearte con nuevas cadenas: “Todo hombre tiene dos enemigos: el pasado y el futuro. Y el mejor regalo que le ha dado Dios es el presente” (Gilbert Cesbron).
Como ya vimos, hay un tiempo para llorar y para hablar de lo que aconteció. Es parte del proceso de cicatrización y la manera por la cual te vas a ir despojando progresivamente del dolor tóxico que te trajeron esos hechos. Así resolverás el conflicto que reside en tu interior, en lugar de dejar la herida infectada y enterrada para siempre sin tratarla. Por eso, en lugar de afrontar esas imágenes que surgen en ti como una catástrofe, no tienes que temer afrontarlas y dedicarle un tiempo a reflexionar sobre ellas, aunque duelan. Aunque en un principio la carga emocional estará en todo su apogeo, irá menguando paulatinamente, si das los pasos correctos.
En el caso de que haya recuerdos agradables, es sano que no los rechaces. Llegará el día en que encontrarán el lugar correcto para ellos en tu corazón. Eso sí, no eches el ancla sobre ellos con melancolía. También da gracias a Dios por lo que otras personas te pudieron aportar y por las circunstancias positivas que alguna vez se dieron (si fue el caso), porque con el tiempo te ayudarán a crecer.
De igual manera, también debe llegar el momento, poquito a poco, pasito a pasito, donde los pensamientos y las conversaciones dejen de girar sobre “aquello”: “Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:13-14). Cuando las aguas en tu ser interior vayan volviendo a su cauce, todo ello pasará a un segundo plano en tu memoria. Llegará el día que ya no te afectará ni será dueños de ti.
Disfruta de la libertad gloriosa de los hijos de Dios (cf. Ro. 8:21). Busca Su voluntad. Deja que tus pensamientos se llenen de Su Palabra. Se acabó la sujeción a mandamientos humanos. No más presiones. Fuera legalismos. Se acabaron las mentiras. No más hipocresías. Nunca más un cristianismo alejado de los principios divinos. Sí a una nueva relación con el Señor. Sí a una forma sana de entender la vida. Sí a un servicio basado en las Escrituras.

Las emociones y su relación con nuestro cuerpo
A nivel emocional es más que probable que hayas experimentado un considerable estrés. Hay personas para las cuales un acontecimiento de este tipo se puede convertir en el más ansioso de su existencia. Por eso hay hermanos que quedan heridos y estancados de por vida, como un luto no superado. Perdieron la inocencia. Narran su vivencia como un relato de terror, con todo tipo de detalles y pruebas verificables, escenificando palpablemente el impacto devastador que causó la tensión emocional sobre su lucidez mental, que los llevó a la desesperación y al desaliento. De ahí que sea tan importante seguir progresivamente cada uno de los pasos que hemos visto hasta ahora: “La angustia es una aflicción y ansiedad que se apodera del sujeto. Esa ansiedad ejerce opresión sobre el estado emocional del individuo, causándole malestar en todo su ser. El tsadiq (justo) presenta su angustia a Yahweh para encontrar en Él no solo paliativo, sino calma y sosiego. El orante angustiado es consciente de que Yahweh lo escucha y está presto a venir en su socorro, por esa razón derrama delante de Dios su alma y espera su acción divina”[1].
También es cierto que tu cuerpo puede sufrir los efectos de la angustia que has acumulado. Estas consecuencias se pueden ver reflejadas en crisis de ansiedad, continuo nerviosismo, taquicardias, dolores musculares, problemas gastrointestinales, insomnio, pesadillas repetitivas, cansancio constante y falta de apetito, entre otras. He llegado a conocer personalmente a un pastor que pasó por semejante trance y experimentó en sus carnes la hematohidrosis (sudar sangre), el mismo fenómeno que padeció Cristo.
Sabiendo la complejidad del proceso, te comentaré un pequeño detalle que quizá te sea de gran ayuda: en la vida de Jesús observamos, una y otra vez, que se retiraba a un lugar alejado para estar a solas con el Padre y desconectar de todo lo demás. Puede que por trabajo, estudios o responsabilidades familiares no puedas tomar mucho tiempo para apartarte del mundo que te rodea. Aunque así sea, puedes buscar esos momentos de forma concreta, como pasar unos días en medio de la naturaleza que te ayude a descargar el corazón ante Dios y ante algunos amigos. Puedo asegurar que el contacto con la naturaleza es revitalizante y refrescante para el cuerpo y el ánimo.
En otros casos, la misma realización de actividades de la vida cotidiana pueden servir de descanso para el alma. Dios sabe que necesitas tiempo, así que no te preocupes por lo que otros te puedan decir sobre las prisas en recuperarte.
También podríamos incluir unas actividades sencillas que te relajen por completo, como la lectura, una película clásica, una barbacoa con amigos, un paseo por la playa o la montaña, un baño en una piscina o en el mar, un día fuera de tu ciudad, o el disfrute de alguna práctica deportiva que te atraiga. Lo que tú mismo observes que mejor te hace. Esto servirá para que te tomes un respiro, descanses y pongas tus ideas en orden. Recuerda: ¡ahora eres libre!
Todo esto te ayudará a descargar tensiones, a experimentar nuevamente la calma en tu organismo y a ir tomando nuevas fuerzas en el Señor. Vuélcate en todo lo vivo que hay a tu alrededor y que Él ha dispuesto, en lugar de lo que ya murió y quedó atrás. En definitiva, ¡vive!

Continuará en: La nueva vida que se abre ante ti tras salir de una iglesia abusadora.


[1] Mosquera, Fernando. La oración: Teología y práctica. Clie.

lunes, 16 de junio de 2025

11.13 ¿Te sientes culpable por rechazar a un pretendiente?

 


Venimos de aquí: ¿Eres soltero porque te tomas las relaciones como si fueran un juego? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2025/05/1112-eres-soltero-porque-te-tomas-las.html)

Lo repetiré a lo largo de todo el capítulo: las causas a la soltería que estamos exponiendo son adyacentes o secundarias. Las causas principales que suelen darse o ser la norma están descritas claramente en el segundo apartado del primer capítulo (Lo que le duele a los solteros: Haciendo malabares: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/03/12-lo-que-duele-los-solteros-haciendo.html). Lo aclaro para que no haya malos entendidos y nadie se cree falsos sentimientos de culpa.

No quiero acabar sin tratar los sentimientos de culpa que embargan a muchas personas –que no todas-, cuando rechazan a alguien, sea por razones justificadas o porque no han resuelto en su interior los temas que hemos visto a lo largo y ancho de este capítulo.
Si decides finalmente acabar tu historia, o incluso no comenzarla, es lógico que temas dañar al otro. Existe el miedo a quedar mal y a que el otro no piense bien de ti. Y eso es doloroso. Aunque sabemos que no podemos caerle bien a todo el mundo, no nos gusta saber que alguien se queda con un mal concepto de nosotros debido a nuestra actitud. En otros casos, el miedo puede que sea producto de pensar en la posibilidad de que estés equivocándote al rechazar a esa persona, cuando en realidad has hecho bien en hacerlo.
Si eres el que abandona e hiciste promesas de amor que luego no cumpliste (algo que suele pasar cuando es uno quien da el paso de romper la relación) y, en consecuencia, heriste al otro, lo mejor que puedes hacer es pedir perdón de forma sincera y honesta (si no lo es, se notará inmediatamente). La reacción que muestre no podrás controlarla, y es un tema que tendrá que lidiar consigo mismo.

¿Alegrarse de hacer daño?
En una ocasión conocí a una persona que se jactaba de cuántos corazones había roto. Sentí nauseas. Tal grado de soberbia me resultó lamentable. Si eres el que abandonas, nunca hagas esto. Tampoco uses la ironía para explicar la razón de tu rechazo ante tus amigos o conocidos, sea en privado o en público. Hacerlo sería una señal de inmadurez que hablaría muy poco a tu favor. Puede que llegue a los oídos de la otra persona y eso multiplique considerablemente su dolor. Sentirá que se están burlando de sus sentimientos, y posiblemente experimentará un enojo más que justificado contra ti por mostrar una cara en persona y otra por la espalda. Te considerará un verdadero hipócrita.

Una ruptura lo más sana posible
Al igual que elegir una pareja debe ser fruto de la madurez, de la observación analítica y del tiempo, una ruptura o rechazo debe basarse en los mismos principios: fruto de una decisión bien planteada y reflexionada, con argumentos de peso y razonables, una mezcla de raciocinio, emociones y sentimientos. Jamás debe ser por un momento de rabia incontenida. No será fácil, y menos si ha sido mucho tiempo el que habéis estado juntos, o si incluso uno de los dos sigue enamorado. Pero, si lo ves claro (o sigues sin resolver tus asuntos personales como los que hemos visto), lo mejor es dar el paso, a pesar de los temores de la reacción que se pueda producir[1], incluyendo que sus familiares y amigos vengan a reprochártelo. Puede que ni tu círculo cercano te comprenda.
Entiendo que te preocupe que el otro se quede durante una larga temporada sufriendo, pero también te digo algo que seguro que sabes: no se puede estar con alguien por lástima, ni tampoco cuando sigues atascado en temas propios que te llevan a no aportar nada a una relación. En ambos casos tendrá que aplicarse las palabras de Pablo: “Cada uno llevará su propia carga” (Gá. 6:5).
Aprende de las circunstancias y de todo lo acontecido, reflexiona los motivos que te han llevado a rechazar a una persona, crece como ser humano, pero no te regodees en posibles sentimientos de culpa. No uses el sarcasmo contra ti mismo ni expresiones como: “Siempre estaré solo, me lo merezco por mi forma de comportarme. Estoy pagando el precio de mis errores pasados”. Cambia, transformarte, pídele al Señor que escudriñe tu corazón, busca Su fortaleza, Su sanidad, y que Él te llene de paz para la próxima vez que aparezca en tu vida una persona que te interese o muestre interés en ti.

* En el siguiente enlace está el índice:
* La comunidad en facebook:
* Prosigue en: Si eres soltero por tu propia causa, es hora de que cambies.


[1] En casos extremos, la persona que va a ser abandonada por graves deficiencias en la relación puede “prometer” cambiar. En ti está creerla y volver (o no) a intentarlo.

lunes, 9 de junio de 2025

Sinners. ¿El pecado te hace libre?

 

Quienes me conocen, sea en persona o de manera virtual a través de este blog, saben que el cine de terror que incluye espíritus, demonios y posesiones no me gusta; ni de lejos me acerco, puesto que me dejan mal cuerpo. Y para pasarlo mal, ya está la vida real. Pero dentro de este tipo de películas o series, hay dos subgéneros que siempre me han atraído y he disfrutado: el de zombies (por ejemplo: Estamos muertos: jóvenes que se sienten zombies a causa del bullying:  https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2022/02/estamos-muertos-jovenes-que-se-sienten.html) y el de vampiros.
Dentro de esta última categoría, entraba la reciente “Sinners” (pecadores, en español). Le tenía muchas ganas por lo que se mostraba en el tráiler: ambientación, época en la que transcurre, grandes actores y la posibilidad de poder ver de nuevo a Michael B. Jordan, el actor que hace de boxeador en la saga “Creed”, spin-off de la de “Rocky”. Pensaba que, a mis ojos, se convertiría en un clásico instantáneo.
¿Mi conclusión? A pesar de las excelentes críticas recibidas, tanto por la prensa especializada como por el público, y reconociendo una gran caracterización de personajes, una magnífica puesta en escena y algunas buenas actuaciones, no me ha gustado, por varias razones:

- lenguaje soez, junto a escenas explícitas y subidas de tono que me hicieron usar el mando a distancia en más de una ocasión para omitirlas.
- largos números de baile y música que me aburrían (el blues no es algo que me entusiasme).
- una mezcolanza de temas que, a mí parecer, no combinan bien.
- lo ridículo que me ha resultado ver a seres sobrenaturales bailando (¿en serio?)
- Y, por último, el tema “vampírico”, al que apenas se le dedica un tercio del metraje, transcurriendo toda la acción y tensión de forma acelerada.

Posiblemente, iba con otras expectativas y en mi mente imaginé una historia diferente; de ahí mi desilusión.
Ahora bien, una frase lapidaria de uno de los protagonistas, en una escena insertada en medio de los créditos, justo antes del final del largometraje, me ha motivado a escribir las siguientes líneas y a ver qué enseña la Biblia respecto a esas palabras, puesto que son las mismas que suelen señalar los inconversos y aquellos que viven en pecado.

De qué trata... con spoilers
Aunque en mis escritos dedicados a “películas para reflexionar” no suelo destripar los finales, en esta ocasión es necesario hacerlo, puesto que la base de este artículo se basa en él. Es un aviso a navegantes que tengan intención de verla –aunque no la recomiendo- para que dejen de leer aquí.
Transcurre el año 1932, y la historia gira en torno a los gemelos Smoke y Stack (ambos, como es lógico, interpretados por Michael B. Jordan), veteranos de la Primera Guerra Mundial. Tras haber trabajado en Chicago, y robar grandes sumas de dinero a diversos gánsteres, regresan a su ciudad de origen, Clarksdale, Misisipi, donde el racismo está a la orden del día y los Ku Klux Klan campan a sus anchas. Una vez allí, compran un viejo aserradero para reformarlo y montar un club de blues para las personas negras del lugar, que suelen trabajar en las plantaciones de algodón.
Pero aquí me centraré en el joven Sammie, primo de los gemelos. Su padre es pastor, y él confía en que su hijo seguirá sus pasos. Nada más lejos de la realidad: teniendo un talento portentoso para tocar la guitarra, es contratado, entre otros, para cantar en dicho club.
En la noche de la inauguración, con un lleno absoluto, con risas, música, bailes y alcohol, Sammie, tras dar todo un espectáculo musical y convertirse en el alma de la fiesta, termina teniendo relaciones sexuales con una mujer mayor que él y casada.
                                                     Sammie, el alma de la parranda

Tras toda esta algarabía, aparecen dos hombres y una mujer, blancos, “pidiendo permiso para entrar”. Para el que no lo sepa, en la mitología vampírica, estos seres no pueden entrar en una casa si no son invitados. Un tanto absurdo, pero así es. Al ser blancos, no se lo permiten, ya que los gemelos piensan que sería problemático. Más allá de su color de piel, no aparentan nada extraño. Incluso cantan música irlandesa, puesto que, el líder, Remmick, es un vampiro inmigrante de dicho país.
El error viene cuando Mary, la exnovia de Stack, sale a hablar con estos tres seres, sin sospechar qué son y cuáles son sus verdaderas intenciones. Tras una breve conversación, la muerden y la convierten en uno de ellos.
         La ingenua Mary, hablando con los vampiros cantarines sin saber lo que le espera

La nueva Mary, tras pedir permiso al portero para entrar –que se lo permite de forma natural al ignorar la realidad- muerde a su vez a Stack, el cual, tras morir a brazos de su hermano, renace convertido. A partir de ahí, la fiesta se da por concluida y se le pide a todo el mundo que se vaya a casa. Lo que no saben es que todos ellos serán el banquete de los vampiros que los esperan fuera. Como consecuencia, el local, con apenas un puñado de no-conversos, queda rodeado, provocando a los supervivientes para que alguno de ellos conceda el permiso necesario para entrar y acabar la faena. Para ello les hacen una oferta muy tentadora: si aceptan, serán inmortales, libres y dejarán de ser perseguidos por el Ku Klux Klan, ya que estos también serán transformados. A pesar de la suculenta propuesta, se niegan.
Pero más tarde se desata todo: una mujer china se llena de ira cuando le dicen que, si no le dejan pasar, atacarán a su hija pequeña en su casa, por lo que termina cediendo a sus deseos, ante la desesperación del resto del grupo, que se prepara para una batalla inminente.
            Momento en que las puertas se abren y la lucha contra el terror es inevitable

Tanto humanos como monstruos, mueren, excepto Sammie, que, a punto de ser convertido por el líder, es salvado por Smoke, al clavarle una estaca. El resto de vampiros sucumben quemados a la salida del sol –el gran tópico manido-, y el propio Smoke a la mañana siguiente al recibir un disparo del Ku Klux Klan, a los que aniquila antes de expirar.
Treinta años después, en 1992, Sammie, ya anciano, tras haberse convertido en un guitarrista de éxito y tener su propio club en Chicago, recibe una visita inesperada: las versiones vampíricas de Mary y Stack, ambos con la misma edad de siempre. Descubrimos que, en aquella noche trágica, la primera había huido, y el segundo fue perdonado por su hermano Smoke, a cambio de que nunca le hiciera nada a Sammie. Stack le ofrece pasarse a su bando, haciéndose así inmortal, algo que rechaza de plano.
Tras tocar para ellos, la última conversación transcurre así:

- “¿Sabéis qué? Una vez a la semana, me despierto aterrorizado al revivir esa noche. Pero hasta que anocheció, fue posiblemente el mejor día de mi vida. ¿El tuyo también?” (Sammie)
- “No te quepa duda. La última vez que vi a mi hermano. La última vez que vi el sol. Y, solo por unas horas, fuimos libres” (Smoke).

¿Los inconversos son libres o esclavos?
¿Qué hizo Sammie, antes de que todo saltara por los aires, para afirmar que fue el mejor día de su vida?

1) Rechazar los consejos de su padre respecto a Dios, para que buscara la salvación.

2) Beber alcohol en abundancia.

3) Tener relaciones sexuales sin haber contraído matrimonio y, para más inri, cometer adulterio, al acostarse con una mujer que era de otro hombre.

4) Usar su talento para alcanzar su propia gloria.

Entiendo el mensaje de la película: el dolor de un pueblo oprimido por una raza que los perseguía y cazaba como animales, que los consideraba inferiores y subhumanos, que los empleaba como mano de obra barata y los esclavizaba, acusándoles de todos los males de la humanidad. Y creían que, haciendo todo lo reseñado en los cuatro puntos, se liberaban, hermanándose como si fueran una única familia. ¿La verdad? Que no era el caso; eran más esclavos si cabe, porque cometían otras iniquidades, semejantes a la de los blancos[1]. Y la única hermandad que conseguían era la de unirse entre ellos al pecado. Lo mismo sucede entre millones de individuos en el mundo actual. Queriendo ser libres, aprietan más las cadenas que aprisionan sus almas, agarrados en el mismo vórtice que los va engullendo poco a poco.
Con pequeñas variaciones, las cuatro cuestiones citadas –y otras más-, son un calco de las prácticas habituales que llevan a cabo las personas inconversas o que se apartaron del Señor, que deciden hacer su propia voluntad, seguir su propio camino, dejando a Dios bien lejos. Lo llaman “libertad”, cuando realmente es esclavitud. La realidad es que dentro de la ley de Dios somos libres, y fuera de ella somos esclavos del pecado.
Así viven, poseídos por sus deseos carnales, sometidos a su naturaleza caída y bajo el yugo de las falsas promesas del diablo. Se reproduce, a otra escala, las palabras que el enemigo de nuestra alma susurró a Jesús: “Todo esto te daré, si postrado me adorares” (Mt. 4:9). Cuando el ser humano no sigue a Dios, sigue al diablo. Cuando el ser humano no hace la voluntad de Dios, hace la del padre de mentira. Cuando el ser humano no adora a Dios, adora todo lo que venera la serpiente de Edén.
En el momento en que Sammie echaba su vista atrás, se adoraba a sí mismo. Creía que su música era lo que le daba verdadera transcendencia y le hacía inmortal ante sí mismo y los demás. En su propia sabiduría, creía ser rico. Y así se sienten –o, al menos, así lo proclaman o tratan de venderlo- muchos que no han nacido de nuevo:

- libres, si rechazan o reniegan de Dios, viviendo según sus propios designios morales. 

- extraordinarios, si han sido agraciados con un determinado cuerpo o lo han logrado en un quirófano y un gimnasio.

- valiosos, si reciben el aplauso de las masas por sus dones.

- exitosos, si el otro sexo los desea y logran variedad de presas.

- triunfadores, si un buen trabajo, dinero, casas, coches, viajes y todo tipo de artilugios tecnológicos forman parte de sus vidas.

- felices, si forman parte de la fiesta de esta sociedad caída.

Algunos se dan cuenta de su vacío en algún momento de sus trayectorias vitales, y se llenan de tristeza y desesperación. Otros saben que algo no marcha bien, pero siguen adelante, porque no quieren dar su brazo a torcer. El orgullo les puede, ya que cambiar de opinión sería reconocer que se equivocaron. Y un último grupo está medianamente satisfecho con su paso por este mundo y ni se lo plantea.

La única solución, el único remedio
Sea como sea, a esta falsa riqueza externa e interna, encontramos respuesta en las palabras de Jesús: “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (Ap. 3:17). Sin Dios, cualquier cosa que tengamos o logremos, es basura efímera y perecedera: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mt. 16:26).
¿Qué hacer entonces? Abrir la puerta, que es Jesús mismo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (Jn. 10:9). Esos pastos –crecimiento, sabiduría espiritual, fortaleza, confianza, descanso, propósito, ánimo, consuelo, verdadera libertad, gozo, paz, promesas fehacientes, inmortalidad-, no vienen como resultado de vivir en pecado y alejado de los designios de Dios, sino por estar pegados a Él.
Llamando una vez más a la reflexión personal, termino, cómo no, con Sus palabras: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 3:20-22).


[1] Para los que sean nuevos por estos lares, y puedan creer que estoy en contra de los sanos placeres, les remito a lo que ya dije en estos dos escritos: 8.1. ¡Vive! Disfrutando sanamente:  http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/01/81-vive-disfrutando-sanamente.html y 8.2. ¡Vive! La réplica a la sociedad: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/01/82-la-replica-la-sociedad.html

lunes, 2 de junio de 2025

15.8. Ante las amenazas de las iglesias abusadoras, descansa en Dios

 


Venimos de aquí: ¿Cuáles serán las amenazas que dirán contra tu persona tras salir de un grupo sectario? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2025/02/157-cuales-seran-las-amenazas-que-diran.html).

Ten siempre presente que los pecados que otros cometieron contra ti son culpa de ellos y no de Dios, ya que Él no tiene nada que ver con el pecado ajeno. Es fundamental que construyas una imagen correcta de tu Padre basada en Su Palabra, no en lo que otros te pudieron enseñar. De las ideas erróneas tienes que desintoxicarte.
Aunque tengas amigos y hermanos que estén a tu lado en los momentos de dolor, el descanso profundo y la paz verdadera vienen de la mano del Señor en diversas áreas: “Cuando fracasamos al tratar de hacer lo correcto, o vivir de la manera correcta, o decir las palabras correctas, o ser la persona correcta, o entrar en la comunión correcta, solemos querer desistir y decir: ´no puedo hacerlo. Volveré a la vida que conozco`. La familiaridad con una antigua manera de vivir, o antiguos amigos, o hábitos anteriores parece ser confortable cuando somos heridos o rechazados por la gente de Dios. El ´mundo` de Egipto parece ser más seguro que la ´iglesia` de la tienda de Abraham. Pero volver solo aumentará nuestra desdicha, ¿no es cierto? No podemos volver. No realmente. Porque podemos recordar lo que era estar en la presencia de Dios y ser parte de su familia con un objetivo de vida mayor que el mero vivir para nosotros mismos. Sin embargo, nos encontramos en un círculo vicioso. En realidad, no queremos volver a nuestro antiguo modo de vivir, pero sentimos que tampoco encajamos con la gente de Dios. Es por eso que el propio Dios tiene que aparecer”[1].

Veamos conceptos bíblicos para saber cómo hallar ese reposo:

Descansa en Su presencia
Es posible que llegues a convencer a tu propia mente de que Dios te ha abandonado. Hay creyentes sinceros que terminan creyéndose esa sensación de abandono. Asocian la deserción de algunos hermanos –o de muchos- con la renuncia de Dios respecto a ellos. La única manera de refutar estas ideas es yendo a las Escrituras y asentarnos en ellas: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia [...] ¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida [...] Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá” (Is. 41:10; 49:15-16; Sal. 27:10).
Jesús mismo dijo que Él estaría con nosotros hasta el fin del mundo (cf. Mt. 28:20). Erramos cuando le pedimos a Dios que esté con nosotros, cuando realmente siempre lo está. Lo que deberíamos pedir es ser conscientes de que está a nuestro lado en todo momento.
Que estos principios básicos te lleven a profundizar en tu intimidad con el Señor, por medio de la oración sencilla que nace desde el corazón y que elude todo ritualismo. Distingue y separa el desprecio que otros te mostraron con el verdadero amor de tu Padre, del cual nada ni nadie podrá separarte (cf. Ro. 8:38-39). Así limpiarás tu mente de todo aquello que dijeron sobre tu persona. Nada que los seres humanos hagan desacredita a Dios ni se contradice con la fe conceptual, puesto que Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (cf. He. 13:8).
Aplica en tu vida las palabras escritas en la carta a los hebreos: “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (He. 12:2) y haz tuyas las dichas por el rey David: “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Sal. 23:1-4).

Descansa en Su justicia
“Señor, yo no quiero venganza, quiero justicia”. Esa es una de las oraciones más repetidas por aquellos que han sufrido una persecución sistemática tras marcharse de una iglesia que estaba fuera del orden de Dios. Normalmente, pasa el tiempo y nada ocurre. Aquella congregación sigue su curso como si nada hubiera acontecido. O incluso aparentemente marcha mejor tras haberse desecho de las ovejas negras que incordiaban al resto. Leemos que los amigos de Job fueron reprendidos por Dios debido a la actitud que tuvieron con él (Job 42:7). Pero, en este caso, nada sucede, como si el Señor se hubiera desatendido por completo. Hay personas que no quieren saber del Altísimo hasta que haga justicia. Este es uno de los mayores disparates que se pueden cometer. Aquí es donde tenemos que ponernos nuevamente en concordancia con las Escrituras. Nuestra perspectiva variará completamente.
El apóstol Pablo declaró que “cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí [...] porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (Ro. 14:12; 2 Co. 5:10). La misma afirmación lleva a cabo el autor de hebreos: “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (He. 4:13). Dios es el Juez, el que juzgará a los vivos y a los muertos (cf. 2 Ti. 4:1) y es algo que queda entre ellos y el Todopoderoso. Al igual que nosotros, tendrán que rendir cuentas. En Su presencia, pondrá cada cosa en su sitio y hará justicia.
Si tiene que vindicarte, lo hará. Si tiene que hablar a tu favor, lo hará. Si aquellos que, errados en sus doctrinas heréticas y/o arrastrados por su carne, te trataron como a un enemigo y no se arrepintieron, ni te pidieron perdón en esta vida, tendrán que rendir cuentas ante el Tribunal de Cristo. Serán juzgados por sus palabras y acciones, por su doble rasero para medir a las personas, por sus injusticias, por no poner por obra lo que predicaron desde el púlpito, por las falsas enseñanzas que esparcieron y por el dolor que acarrearon a tantos y tantos cristianos de corazón.
¿Serán salvos? Depende: si no nacieron de nuevo, evidentemente no. En el caso de que sean hijos de Dios –algo que Él determinará-, sin duda alguna, puesto que Jesús pagó por todos nuestros pecados, tanto los suyos como los nuestros. En ese caso, tampoco hay condenación para ellos. Tampoco creo que nadie se la desee. Pero, en lo que respecta a tu persona, perderán la parte de recompensa que les correspondería, puesto que su obra será probada por el fuego y no pasará la prueba (cf. 1 Co. 3:13-15). Esa es la justicia de Dios en la cual debes reposar.
En la parte que te toca, si hay algo en tu cuenta en lo que debes pedir perdón, no lo dudes y hazlo, independientemente de que te lo hayan pedido a ti o no. Así estarás limpio, acepten o no tus disculpas. Aunque sigan culpándote, nadie podrá acusarte, puesto que Dios mismo ya te justificó (cf. Ro. 8:33). Quizá no puedas disculparte directamente por multitud de razones, pero sí podrás dejar tus faltas ante el trono de la gracia.
Nuestro deseo debería ser el mismo que manifestó Pablo cuando todos le abandonaron: oró pidiendo que no les fuera tomado en cuenta (cf. 2 Ti. 4:16). Tenemos que tomar conciencia de que Dios restaurará en la eternidad absolutamente todas las cosas, y eso incluye las relaciones personales. ¿Cómo lo hará exactamente? Nadie lo sabe. Es todo un misterio, por lo que lo dejamos en Sus manos. Para esto, sigamos el ejemplo de Cristo: “Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 P. 2:23).

Descansa en Sus promesas eternas
Es terrible oír de boca de aquellos que decían ser tus hermanos que nada de lo que has hecho durante los años anteriores tuvo valor. Son palabras dichas desde un corazón altivo, bajo la mayor de las ignorancias y posiblemente fruto del rencor. Para refutar tales mentiras, grábate a fuego estos dos textos:

“Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún” (He. 6:10).

“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gá. 6:9).

No pienses que todo lo que hiciste fue una pérdida de tiempo. Dios nunca olvidará todo el trabajo que has hecho para Él, sus hijos y sus criaturas. Todo ello traerá su recompensa cuando partas de este mundo: “Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios” (2 Co. 1:20).

Continuará en: Cómo encarar los recuerdos y las emociones negativas tras salir de una iglesia sectaria.


[1] Graham Lotz, Ann. Heridos por la gente de Dios. Casa Creación. P. 86.


lunes, 26 de mayo de 2025

Onward. ¿Siguen vivos tus padres y te llevas mal con ellos? & El aprendizaje que puede haber detrás (2ª parte)

 


Venimos de aquí: Onward. El dolor de la muerte de tus padres & ¿Quedaron cuentas pendientes? (1ª parte): https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2025/05/onward-el-dolor-de-la-muerte-de-tus.html

En el primer escrito, partiendo de la excelente película Onward, nos centramos en esas posibles cuentas pendientes que quedaron con padres que ya fallecieron, siendo una carga que muchas personas experimentan y dicen sentir. Lo expusimos desde ambos puntos de vista: tanto si la relación con ellos fue sana como si tornó más bien hacia lo difícil o complejo.
Hoy nos enfocaremos en qué hacer en el caso de que sigan vivos y esa complicidad brille por su ausencia. Eso sí, repito lo que ya dije: dejaré a un lado los casos extremos, como los de padres profundamente malvados, asesinos, delincuentes, violentos, infieles, maltratadores, violadores, etc., ya que eso merecería un punto y aparte.

Si aún están vivos...
Si se da el caso de que siguen vivos y, por las causas citadas previamente, tienes una relación compleja con ellos, debes aspirar a mejorarla. Puedo entender que haya dinámicas perniciosas que son difíciles de cambiar, y más cuando no depende únicamente de ti. Pero, por la parte que te toca, el intento debe llevarse a cabo. Si no lo haces, e incluso respondes al fuego con fuego, mal por mal, imitando lo malo, sacando tu peor versión, hará que, aparte de no sentir paz en el presente, cuando fallezcan, posiblemente, el desasosiego te perseguirá al evocar el pasado, puesto que de los malos recuerdos no podemos deshacernos voluntariamente.
Busca maneras de hacerlo. No hablo de que ahora todo se convierta en un paraíso de amor y abrazos, pero que pueda haber, con el tiempo, cierta cordialidad. ¿Qué puedes hacer? “Honrarlos”. Sí, es cierto que hay padres que provocan a ira a los hijos, contraviniendo el mandato bíblico (cf. Ef. 6:4), por lo que no es fácil, pero eso no exime a nadie de honrarlos, puesto que es una decisión de la voluntad, más allá de las emociones. Así que vuelvo a formular la pregunta, y la amplío: ¿qué puedes hacer y cómo?

1) Dale a Dios las gracias por ellos, puesto que son el canal que Él usó para traerte a la vida:

- “Presta atención a tus padres, pues ellos te dieron la vida; y cuando lleguen a viejos, no los abandones” (Pr. 23:22. TLA).
- “Oye a tu padre, a aquel que te engendró; y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies” (Pr. 23:22. RV-60).

No hacerlo te hace una persona ingrata, como el que dice “¡ojalá no me hubieran tenido!”. Si tu forma de ser tampoco es muy agradable, no los culpes a ellos, como intentando autojustificarte por cómo eres, puesto que cada uno elige cómo ser.

2) Una de las acepciones de “honrar” es “enaltecer o premiar los méritos de alguien”. Por ello, lo mejor que puedes hacer es centrarte en las cualidades positivas que puedan tener, aunque sean pocas a tu parecer. Aunque hay más, te cito una completa lista -sería bueno que la desmenuzaras por ti mismo-, para buscar algunas que formen parte del carácter de tus padres. Recuerda que, incluso las personas más negativas, poseen ciertas cualidades:
 

Paciente

Honesto

Sensible

Perfeccionista

Respetuoso

Responsable

Buen conversador

Buen administrador

Ordenado

Disciplinado

Fiel

Prudente

Solidario

Introspectivo

Amable

Tranquilo

Optimista

Analítico

Risueño

Puntual

Limpio

Humilde

Inteligente

Imaginativo

Resiliente

Detallista

Valiente

Asertivo

Generoso

Comedido

Organizado

Bondadoso

Trabajador

Elocuente

Sincero

Resolutivo


Como apunta la “Biblia del diario vivir”, “en parte, honrar significa hablar bien de ellos” (pág. 114). Por lo tanto, reconocer sus virtudes y mencionarlas, es una forma perfecta de llevar a cabo dicha honra.

3) Aprende a pasar página de determinados errores que puedan cometer. Digamos que no es una tarea sencilla, y que requiere de una gran paciencia. Pero la razón para actuar así es la única manera de no dejarse arrastrar por la amargura que te puede provocar las acciones de otras personas. Aparte, como todos fallamos de una manera u otra, queremos que los demás hagan lo mismo con nosotros. Así, aplicable a todo el mundo, es lo que nos dejó Pablo por escrito: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gá. 6:1).
Un ejemplo claro, donde se observan las dos caras de la misma moneda, es cuando Noé se emborrachó (cf. Gn. 9:21). Debido a ello, estaba desnudo en su propia tienda. Cam, uno de sus hijos, lo vio, y lo único que hizo fue salir a contárselo a sus hermanos. Aunque el pasaje es muy escueto, algunos teólogos señalan que fue algo aun más perturbador. Fuera de una manera u otra, fue bastante grave. Ciñéndonos a lo que podemos asegurar, tuvo la oportunidad de cubrir a su padre y guardar silencio sobre el desliz de Noé. Nadie jamás habría sabido lo ocurrido, y ni su propio padre se habría acordado, dado su estado de embriaguez. Pero no lo hizo, sino que lo deshonró con su comportamiento.
Por el contrario, Sem y Jafet lo honraron: sin mediar palabra, andando de espaldas, lo cubrieron. Así honraron a su padre. Uno fue maldecido; los otros dos, bendecidos.
Muchos hijos cometen el error de deshonrar a sus padres de la misma manera: se reúnen con amigos o familiares (los famosos lo hacen en un estudio de televisión ante millones de personas que disfrutan con esa basura llamada reality shows), y allí ponen sobre la mesa todos los defectos y faltas cometidas por sus progenitores, hasta las más pequeñas, despotricando entre malas caras, incluso burlas, como si ellos mismos fueran perfectos. Esta es una actitud miserable.

4) Interésate por sus necesidades. ¿Necesitan ir a la consulta del médico? Llévalos. ¿Necesitan que les ayudes a hacer la compra? Ayúdales. ¿Necesitan que colabores para alguna tarea hogareña? Hazla. Puede que no sean agradecidos ni que valoren lo que haces, pero eso no es lo que debe moverte –porque de lo contrario caerás en la frustración-, sino en “procurarles el bien”.

5) Interésate por sus gustos. ¿Qué libros lee? ¿Qué películas o series son de su agrado? ¿Cuáles son sus comidas favoritas? Así podrás hacer recomendaciones o hacerle algún que otro regalo, sea en fechas señaladas o en días normales y corrientes.

6) Escucha su pasado. A la inmensa mayoría le gusta hablar de sí mismo, y más todavía aquellos con un amplio recorrido vital, como en el caso de los padres. Tienen mil experiencias que contar, y muchas veces se encuentran con que los más jóvenes –llámese hijos, absortos en las nuevas tecnologías y redes sociales- no tienen ningún interés en sus aventuras y desventuras, como si no tuvieran valía ni importancia, considerándolas aburridas. No tiene sentido, y es egoísta, querer que los demás te escuchen, como si tus peripecias fueran las más apasionantes del universo, y no esforzarte en escuchar atentamente y con empatía lo que los padres tienen que narrar. Saber dónde estuvieron, qué hicieron y a quiénes conocieron, puede ser infinitamente más enriquecedor que pasarse las horas muertas mirando sandeces en Tik-Tok.

Si nada de lo mencionado funciona, atesora en tu corazón algún buen momento que pudiste compartir con ellos y quédate con aquello que pudiste aprender, aunque sea para no caer en las mismas actitudes tóxicas. En definitiva, el principio mencionado por Pablo: “Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Ts. 5:21).

Acciones vs maldición
Las maneras citadas son formas concretas de honrar a los padres. Algunas serán más factibles de llevar a cabo que otras, y las formas exactas cada uno tendrá que verlas, pero el deber es el que es. El hombre que no lo hace en absoluto, es como si, en cierta manera, “maldijera” a sus padres. El verbo hebreo qalal “a menudo adquiere la idea de maldecir, tratar como ´insignificante` o despreciable (o sea, ´mal-decir`)”[1].
Esto es tan grave que, en el Antiguo Testamento, se puso por ley que “todo hombre que maldijere a su padre o a su madre, de cierto morirá; a su padre o a su madre maldijo; su sangre será sobre él” (Lv. 20:9). Que en estos tiempos de la gracia no se aplique tal severidad, no quita la seriedad que implica el asunto. El que trata a sus padres como insignificantes, deja mucho que desear como persona. Así que no seas de los que cae en ese pozo oscuro. Todavía estás a tiempo de rectificar.

Adelante
Puesto que mis conocimientos en inglés son casi nulos, en primera instancia pensé que Onward hacía referencia al nombre propio de alguno de los personajes. Pero no, en español significa “Adelante”. Y lo que vemos en la película es, ni más ni menos, una representación de la propia vida: hacer las paces con el pasado, fuera como fuera la relación que tuviste con tus padres, siendo la única manera de seguir adelante, con dolor en el proceso o sin él.
Aunque no entiendo por qué en España le cambiaron el título a “Unidos”, cuando contemplas la trama cobra todo su sentido: aunque Ian termina por ver de lejos a su padre, que habla por unos instantes con Barley y se abrazan, no puede llegar a tiempo de hablar con él antes de que desaparezca. Pero, en esos segundos, se da cuenta de que, a pesar de la ausencia de su difunto padre durante toda su vida, se ha unido sobremanera a su hermano por todo lo que ha vivido con él. Se da cuenta de que lo cuidaba y lo empujaba a ser más de lo que nunca podría ser. Por eso le dice a Barley: “Nunca tuve un papá, pero siempre te tuve a ti”. Señores y señoras, señoritos y señoritas, saquen sus pañuelos. Además, todo lo que querría haber hecho con su padre, todos sus anhelos y lícitos deseos (que cité en el primer artículo: jugar a atrapar, dar un paseo, hablar de corazón a corazón, reír juntos, una lección de conducir, compartir su vida con él), ya lo estaba cumpliendo con su hermano.
Al principio de la aventura lo tenía por un mero friki molesto, un perdedor que le hacía pasar vergüenza ajena y con el que vivía con él bajo el mismo techo. Luego, tras conocerlo realmente, aprendió a apreciarlo de verdad, a ser capaz de observar con alegría todos sus puntos fuertes y ver qué podía aprender mucho de su forma de ser.
Esta es una lección que deberían aplicarse millones de hermanos a lo largo y ancho del mundo para imitarla. Cuando caen en la altivez, en la soberbia, en la hipocresía, en el “no tengo nada que aprender de ti”, en el “yo soy mejor que tú”, “tus intereses son ridículos”, muchos hermanos mayores desprecian a los que son más pequeños –aunque ambos sean ya adultos-, tratándolos como mindundis, donnadies. Eso es muy triste, no saben lo que se pierden y es un desprecio a la propia creación de Dios.
No seas así. Tengas o no familia cercana, lo que debes aprender es a celebrar la vida con los vivos. Es decir, VIVIR con los VIVOS. Pueden ser amigos, compañeros de instituto o de trabajo, o personas con las que interactúas en el día a día. El cómo lo dejo a tu imaginación.

Conviértete en...
Barley logró finalmente despedirse de su padre. Teniendo en cuenta que es una fantasía, podemos quedarnos más bien con la otra parte. Ian le pregunta qué le había dicho, a lo que contesto que su padre estaba muy orgulloso de la persona en la que se había convertido. Fueras huérfano desde muy pequeño, vivan o no, tengas una buena relación con ellos o una complicada, la mejor manera de cumplir el propósito para el cual naciste es convertirte en alguien de quien tus padres se sentirían orgullosos, y eso incluye al Padre de todos nosotros: Dios. Nunca lo olvides. Te dará una nueva perspectiva de todo y de todos.


[1] Vine. Diccionario expositivo. Caribe. Pág. 185.