lunes, 23 de mayo de 2022

6. Dile “hasta nunca” a la pornografía

 


Venimos de aquí: Pornografía: algunas dificultades para superar su consumo (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2022/05/5-pornografia-algunas-dificultades-para.html).

En el artículo anterior quedó bastante claro cómo afecta en la persona, tanto a nivel externo como interno, la visualización de pornografía. Una vez que has tomado plena conciencia de las dificultades que te vas a encontrar, ahora toca dar pasos concretos para romper definitivamente con este vicio. Como estoy recalcando una y otra vez: si quieres, puesto que si no es tu deseo verdadero no hay nada que hacer.
Te recomiendo que estos dos últimos escritos los imprimas, los vuelvas a leer cada poco tiempo, los uses para reordenar tus ideas cuando te sientas débil o con la mente aturdida, te sirvas de ellos para escribir tus propios apuntes, y que pegues notas con ideas en diversos lugares de tu hogar para recordar en todo momento qué actitudes debes tomar y qué debes evitar.

Romper hábitos físicos
Como ya vimos, tu cerebro se ha habituado a segregar una serie de sustancias que hace que tu cuerpo las pida cada cierto tiempo, siendo este uno de tus mayores enemigos, ya que te gritará que le regales su dosis habitual, como les sucede a los drogadictos. Así lo narra Daniel Simmons, que fue adicto durante seis años: “Había noches en las que no podía dormir. Otras, me despertaba sudando frío. En ocasiones comenzaba a temblar sin razón. Algunas veces me sentía muy ansioso y otras que podía conquistar al mundo y hacer cualquier cosa que quisiera”[1].
Por lo tanto, el primer paso será el más duro para ti, porque tu cuerpo anhelará su droga:

- Deja de ver ese tipo de vídeos, que es lo que te pide el cuerpo.
- Al dejar el consumo de esas imágenes, el deseo químico de querer visualizarlas y masturbarte irá disminuyendo.

Lo ideal es abstenerse por completo, a pesar de todas las dificultades, como señala el mismo Daniel: “Decidí abstenerme del porno y la masturbación por 100 días. Las primeras dos semanas fueron horribles, tuve muchos cambios de humor. Fue realmente difícil”. Le costó pero lo logró.
Ahora bien, salvo excepciones como la contada, en casi todos los testimonios que he leído, cuentan que han tenido recaídas, casi siempre por algún problema personal que les causa ansiedad o tristeza aguda, y la pornografía les evade de tales sentimientos. Pero, dicho esto, añaden en sus historias que, desde que comenzaron el proceso de salir de ese círculo vicioso, todo comenzó a cambiar. Si al principio caían cada dos días, de forma progresiva se iban distanciando en el tiempo las recaídas: una vez a la semana, una vez al mes, una vez cada tres meses, etc., y así hasta romper por completo. Confiesan que las primeras semanas son las más duras, pero luego todo va volviendo a la normalidad.

Romper hábitos conductuales
Ten en cuenta que es un hábito el que tienes desde hace años, por lo que no es fácil hacerlo de buenas a primeras. Pedirle a Dios que quite el deseo sin más y rápido, sin hacer nada por tu parte y sin desear cambiar de verdad, es una quimera.
Lo primero que hay que entender es que, como cualquier otra adicción (sean drogas, alcohol, móvil, juegos de azar o de ordenador), la dependencia creada se basa en un hábito de años. Todo la parte sensorial de la que está formada el organismo, está acostumbrada a esta “droga-sexual”. Cuando no se le ofrece la porción habitual –sea diaria o semanal-, aparecerá el mono y el llamado síndrome de abstinencia, en forma de ansiedad, desasosiego, inquietud, nerviosismo, pensamientos obsesivos, etc.
Por lo tanto, la persona que desea desengancharse tiene que mentalizarse de que va a pasar por un periodo donde su mente y su cuerpo le van a gritar insistentemente que consuma su dosis, ya que solo así se relajará y podrá seguir con sus actividades cotidianas.
Teniendo esto claro, la idea no consiste únicamente en romper algunas costumbres, mecanismos automáticos y rutinas, y quedarse en la inopia, sino en cambiar la conducta ante las situaciones que te hacen débil. Y ahí hay que ser completamente radical. ¿Qué hizo José cuando la esposa del egipcio Potifar se le ofreció directamente? No habló con ella ni trató de hacerla entrar en razón. Tampoco le dijo de dar un paseo entre las pirámides para hacerla cambiar de opinión. ¡Salío corriendo como Usain Bolt!
Identifica sin ningún género de duda cuáles son tus puntos débiles y qué te enciende. Una vez que lo hayas hecho, prepárate para huir cuando esos indicadores se activen:

1) ¿Estás delante del ordenador y tu mente comienza a divagar? No te limites a buscar páginas diferentes al tema que tu cuerpo te está pidiendo, porque caerás en cuestión de minutos. Tampoco digas: “solo un poquito, solo un momento, yo controlo”. La actitud que tienes que tomar ante los chats es la misma. Olvídate de decir: “entraré en uno que no sea de sexo”, porque, sin darte cuenta, te verás atrapado nuevamente en tus deseos. La persona alcohólica no puede ir de fiesta con unos amigos que van a beber pensando que él no lo hará. Estás en una situación que, aunque pienses lo contrario, no controlas.
Al menor signo de debilidad, cuando sientas el más mínimo resquicio de que tu mente está aturdida, nada de luchar ni de reprender a supuestos espíritus de lujuria. José no hizo nada de eso. Directamente, apaga la computadora y vete hasta que tu mente se apacigüe y vuelvas a tomar el control sobre ella.

2) ¿Estás con el móvil o con cualquier otro dispositivo electrónico y sientes ganas de ver vídeos e imágenes para estimularte? Haz exactamente lo mismo: desconéctalo y vete del lugar sin llevarlo contigo.
Como dije al principio, si necesitas poner notas en lugares específicos de tu casa para recordarte qué debes hacer en momentos determinados, donde tu espíritu comienza a ceder, hazlo. Planéalo con antelación cuando te sientas fuerte y no lo dejes para el momento en que tu guerra interna estalle y flaquees.
Si aún así te ves incapaz de resistir, la solución es cortar por lo sano y darse de baja del servidor de Internet. Drástico pero necesario.

Todo consiste en cambiar la conducta. Hasta el presente has actuado mecánicamente: deseo – pornografía – masturbación. Ahora tienes que romper esa cadena: deseo – alejarse – cambiar de actividad. ¿Qué actividad?: salir a dar un paseo, ir a ver a un amigo o un familiar, practicar algún deporte, leer, escuchar música, etc. Aquí te dejo más ideas: ¡Vive! Disfrutando sanamente (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/01/81-vive-disfrutando-sanamente.html). Es cambiar una rutina enfermiza por una sana. Averigua qué tareas te ayudan para cambiar el chip por completo y cuáles no son efectivas para ti. Es un primer paso para que tu corazón sea sanado y vuelva a la normalidad que perdiste años atrás.
En términos generales, tienes que establecer nuevos hábitos de vida. Esto abarca qué haces con tu tiempo, qué ves, qué lees, qué escuchas y de qué conversas. Esto no significa que todos los estímulos vayan a desaparecer, ya que vivimos en un mundo caído que trata de incitar al mal por activa y por pasiva. Pero, al fin y al cabo, cómo responder ante ellos es un acto de voluntad. Aunque ésta esté mermada por hábitos enfermizos –esa mente que se siente débil a la más mínima-, tú tienes la última palabra y es tu decisión.

¿Y qué hay de los recuerdos?
En su momento, estudiamos que el pecado tiene consecuencias y analizamos cuáles, como bien expone estas palabras: “Mas si así no lo hacéis, he aquí habréis pecado ante Jehová; y sabed que vuestro pecado os alcanzará” (Nm. 32:23). Ya vimos cuáles eran los efectos, pero dejé uno en el tintero para desarrollarlo aquí. ¿A cuál me refiero?: a los recuerdos. Como señala la psicóloga Lidia Martín: “Pensemos que normalmente este es un camino con difícil retorno, ya que se crean imágenes mentales que son imborrables, fácilmente reproducibles una y otra vez y que generan tolerancia, por lo que la adicción avanza sola”[2].
Si te has llenado de imágenes pornográficas durante años, la consecuencia será evidente: lo quieras o no, en el momento más inesperado, podrán surgir en tu mente. Ante esto, lo primero es tener en cuenta que Dios te ha perdonado desde el mismo momento en que has confesado tu pecado: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn. 1:9). ¡El único pecado que Dios no perdona es el que no se confiesa! Lo segundo es tomar conciencia de que Él conoce tu naturaleza pecaminosa, que sabe mejor que nadie cómo has llegado aquí y lo que te sucede, que sabe que estás en un proceso de cambio, que lleva tiempo estar plenamente libre y desvinculado emocionalmente. Y lo tercero es saber que, a medida que vayan pasando las semanas y los meses, esas “representaciones” irán dejando de aparecer por tus pensamientos.
Puede que haya detalles imborrables puesto que el ser humano no posee la capacidad de eliminar de forma selectiva los recuerdos. Es como el que tuvo una novia durante cinco años y ésta le rompió el corazón: por mucho que quiera, no puede borrar de su memoria el tiempo que pasó con ella. Esto es un problema para muchos, ya que el simple recuerdo de las fantasías visualizadas o de lo que hicieron en el pasado los estimula. Pero sí es cierto que, a medida que pase el tiempo y la mente se llene de nuevas vivencias y pensamientos, todo lo anterior irá pasando a un segundo plano y será parte de una memoria muy lejana, y a la cual no podrás acceder a menos que te concentres concienzudamente.
Lo mismo sucederá con las “escenas” que has visto hasta el presente: llegará el momento en que ya no surgirán a menos que desees que aparezcan. Pero lo dicho: lleva tiempo, más o menos según la cantidad de “información” acumulada. Así que no te angusties mientras tanto.

Continuará en Rompiendo definitivamente con la pornografía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario