lunes, 18 de diciembre de 2017

¿Te sientes en ocasiones un fracasado como persona y como cristiano? & Fúsi: un corazón gigante



Por desgracia, los seres humanos tendemos a prejuzgar sin conocer realmente a las personas y sin saber cómo piensan. A su vez, dentro de los prejuicios, la humanidad suele dividir a la población en dos sectores: los que tienen éxito en la vida y los que fracasan en la misma.
El problema –que habría que señalar en mayúscula porque muchos cristianos cometen la misma falta tanto con los demás como con ellos mismos-, es el concepto que se suele tener de lo que se entiende por éxito y por fracaso. Cuando esos principios están errados –y lo están, y mucho- y nos valoramos a nosotros mismos y al prójimo creyendo ideas erradas, se cae en un terrible disparate de consecuencias funestas. 
Para corregir muchas ideas desacertadas que están instaladas en la mente y en el corazón de millones de personas, aparece la película islandesa Corazón gigante (titulada Virgin mountain en inglés y Fúsi en el original, el nombre del protagonista), premiada en el Festival de Cine de Tribeca de 2015 al mejor argumento y mejor actor (Gunnar Jónsson), y en el Festival de Valladolid también al mejor intérprete, y que se ha convertido en una joya trascendente para todo los que se hayan detenido a contemplarla. Las sensaciones y la entrañable ternura que transmite la interpretación del actor principal son impagables. Es imposible no empatizar y no sentirse identificado en algún aspecto porque, como él, es muy fácil sentirse “inadaptado” a este mundo y desorientado.


¿Quién es Fúsi?
Fúsi es un hombre a punto de cumplir los cuarenta y dos años, y que pesa, calculando a ojo, unos 150 kilos. Lleva el pelo largo sujeto a una coleta, la cual no oculta su incipiente calvicie.
A simple vista, podemos ver que es introvertido y poco hablador, apenas ríe, tiene pocas habilidades sociales, es asustadizo y no destaca precisamente por su inteligencia. Tiene un trabajo completamente rutinario como mozo de carga y descarga en un aeropuerto, donde sus compañeros se mofan de él, le acosan y le gastan bromas pesadas. Sus aficiones son las figuras (que él mismo pinta), las maquetas de la 2ª Guerra Mundial y el heavy metal. Desayuna cada día cereales con leche, llama cada noche a la misma radio para pedir una canción y todos los viernes va a cenar sin la compañía de nadie a un restaurante chino, donde siempre pide el mismo plato. Solo tiene un amigo con el que juega a recrear batallas de la susodicha guerra. Aparte de este compañero de juegos, nadie le hace partícipe de su vida.
Por lo demás, vive con su madre (viuda o divorciada, nunca se especifica), que está con un hombre que se burla de sus “juguetes” y de su forma de ser. Para animarlo, y sin decirle nada a Fúsi, le apuntan a clases de country. Al principio no quiere ir, pero se arma de valor y allí se presenta. Dada su torpeza y timidez, se marcha y se queda en su coche, mientras que una tormenta de nieve arrecia. Una chica de la clase se le acerca y le dice si puede llevarla a casa dado el temporal, a lo que accede.

¿Enamoramiento, amor y happy end?
Seguramente, tras leer la última línea, habrás pensado –o al menos yo lo pensé así en un principio-, que todo cambiaría para Fúsi a partir de entonces: se enamoraría de una buena chica, su carácter sería transformado y todo acabaría con fuegos artificiales de felicidad. Mmm... pues no. Poco a poco descubrimos que ella es emocionalmente inestable y que suele caer en severas depresiones que la lleva a no comer y a encerrarse en su casa. Aún así, él se siente atraído y se enamora, algo normal, ya que son pocos los que se muestran amables y atentos hacia su persona, y ella, en principio, solía serlo. En pocos días, comienzan una relación sentimental, lo cual siempre es una malísima decisión con alguien tan voluble (en este caso, la chica), que un día está en las nubes y otro por los suelos.
Cuando parece que ella mejora, le dice a Fúsi si quiere irse a vivir con ella. Aquí ya estamos cerca del happy end: él lleva todas sus posesiones a su nueva casa y le regala a su vecinita todos sus muñecos. Pero cuando llega a la vivienda se encuentra a su “novia” diciéndole que no puede hacerlo. No sé a quién se le quedó peor cara con esta escena de la película, si a Fúsi o a mí. Un verdadero palo.
Sueños rotos en cuestión de segundos. Un proyecto de nueva vida que se evapora instantáneamente. Un castillo de naipes que se desmorona irremediablemente. Un corazón roto en mil pedazos y que llevará mucho tiempo reconstruir. Y vuelta a empezar: vuelta a casa; vuelta a vivir con la madre; vuelta a tomar sus cereales con leche; vuelta a trabajar de mozo en el aeropuerto. Muchos, en otras circunstancias, hemos experimentado sensaciones parecidas y sabemos lo que se siente.

¿Te sientes identificado con Fúsi?
Muchos creyentes dirán que a los cristianos no les suceden las mismas historias que a Fúsi ni pasan por circunstancias semejantes. Craso error. Posiblemente, si has llegado hasta esta altura del escrito, es porque te sientes en parte como él: rodeado de individuos que te excluyen sistemáticamente de sus vidas, marginado e ignorado por pensar de manera diferente a la mayoría, sin amigos de verdad, con gustos muy personales que pocos entienden o comparten contigo, sin compañero sentimental, con un trabajo monótono (si es que lo tienes) que no te hace destacar entre nada ni nadie, y con una experiencia vital que no es para lanzar cohetes. Sumando todo esto, te sientes un fracasado ante ti mismo, ante los demás, e incluso ante la “iglesia”:

- No tienes pareja....................................    FRACASADO
- No tienes estudios.................................   FRACASADO
- No tienes grandes talentos y dones....   FRACASADO
- No tienes un físico llamativo..............    FRACASADO
- No tienes trabajo..................................    FRACASADO
- No tienes amigos...................................   FRACASADO
- No tienes casa propia...........................   FRACASADO
- No tienes coche.....................................   FRACASADO
- No tienes mucho dinero.....................    FRACASADO

La realidad es que es la sociedad caída la que te ha dicho que la suma de esos elementos son los que te indican si eres una persona exitosa o fracasada. También tiene su culpa parte de ese cristianismo fantasioso actual que vive instalado en el mundo del mago de Oz, que no para de hablar de sueños delirantes de grandeza, de prosperidad económica, de ministerios “apostólicos”, y que deprimen, cargan, frustran y culpabilizan a los que no logran tales metas.
Tanto lo que enseña esa sociedad como ese cristianismo “mágico” es una mentira tan grande como el tamaño del universo: infinito o cuasi.
La buena noticia, la gran noticia, es que Dios no piensa así de ti. Sus valores son radicalmente opuestos a los del mundo. Sus valores son infinitamente superior a los que imperan a tu alrededor. Mientras que los individuos que conforman este mundo se afanan por lograr dinero, ropa nueva, éxito sentimental, un cuerpo deseable en el gimnasio o en el quirófano, fama en la vida real, autoestima en las redes sociales, muchos amigos de fiesta, diversión y ocio, la Biblia dice sobre estas cosas: “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad” (Ecl. 12:8). O como traduce dichas palabras la NVI: “Lo más absurdo de lo absurdo, ¡todo es un absurdo! —ha dicho el Maestro”.
En definitiva, todo eso es una necedad, cuyos sinónimos son aún más explícitos en el lenguaje coloquial: estupidez, majadería, disparate, memez, cretinismo, sandez, idiotez, imbecilidad, tontería, bobada[1].

¿Cómo era Fúsi en realidad?
Para responder a esa pregunta, recuerda el título de la película: Corazón gigante. Y así era; tenía un corazón que no le cabía en el pecho. Era:

a) Dadivoso.
b) Servicial.
c) Amable.
d) Educado.
e) Respetuoso.
f) Sincero.
g) Sencillo.
h) Humilde.
i) Manso.
j) Bondadoso.

Todo muy semejante al fruto del Espíritu: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gá 5:22-23).
Lo podemos ver una y otra vez a lo largo del largometraje:

- A una vecinita de apenas 5 ó 6 añitos, y que había perdido las llaves de su casa, la invitó a merendar a su casa mientras llegaba su padre, mientras que le enseñaba sus maquetas. Curiosamente, y siendo una verdadera lección ante los adultos, la pequeña era la única que no lo consideraba un bicho raro.
- A uno de los compañeros del trabajo, a pesar de que éste le faltaba el respeto, le arregló el motor del coche.
- Le hacía de comer cada día a su novia cuando pasaba por una de sus crisis y acudía al trabajo por ella para que no lo perdiera.
- Después de que ella rompiera con él, le compró y le acondicionó un local para que abriera su propia floristería, que era el sueño de la chica, y sin pedir nada a cambio.
- Siempre que le pedían algo, si estaba en su mano hacerlo y podía, lo llevaba a cabo, incluso cuando abusaban de su confianza.

Apuesto a que Jesús lo habría tomado por discípulo ya que Él no miraba –ni mira- lo que los seres humanos ven importante en los demás.

Lo que Dios valora y te hace realmente grande
Recuerda y grábatelo a fuego: lo que te hace grande ante Dios no es tu físico (sea el que sea), el grado de inteligencia (sea mayor o menor), tu dinero (sea mucho o poco), tu trabajo (lo tengas o no), el número de amigos (muchos o inexistentes), y ni siquiera tus estudios, tus habilidades sociales o el tener o no un ministerio cristiano de renombre, sino tu corazón, tu forma interna de ser y de actuar. Puedes no tener nada y ser GRANDE ante los ojos del Altísimo: “Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 S. 16:7). Piensa, siente y vive en consecuencia.
Aunque otros tengan “recompensas temporales”, tu “trabajo en el Señor no es en vano” (1 Co. 15:58). Cuando llegue la hora de la verdad en la otra vida, serás ampliamente recompensado: Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís (Col. 3:23-24).

Espero que estas sencillas líneas te sirvan para reflexionar profundamente y puedas vivir en paz y con sencillez ante esta sociedad que ha perdido completamente el norte, valorando en ti mismo y en los demás lo que Dios aprecia de verdad. Si lo haces, dejarás muchas cadenas en el camino y te sentirás como cristiano y persona aún más libre.

P.d: Si quieres leer más sobre este tema, te remito a Encarando el sentimiento de fracaso: el concepto de éxito: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/04/encarando-el-sentimiento-de-fracaso-el.html

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