Me resulta bastante llamativo que, desde hace ya
tiempo, sean las películas animadas las que se esfuerzan en transmitir valores –estemos
o no de acuerdo con estos-, muy por encima de las interpretadas por actores
reales. Mientras que la mayoría de estas se centran en entretener a un público
que solo busca distraerse o evadirse del mundo y del ruido que les rodea, las
primeras llaman a la reflexión, a mirarse en el espejo y a contemplar qué hay
en nuestro interior en multitud de aspectos, incluso en los más peliaguados. Quizá
la diferencia se base en la libertad creativa con la que cuentan sus
directores, mucha para algunos, escasa para el resto. Y lo atestigua todas las
que he analizado anteriormente en el blog[i].
K-Pop: Demo
Hunters no es una excepción, sino que
viene a confirmar la máxima expuesta. Doy por hecho que los más jóvenes del
lugar disfrutaron con las coreografías y las canciones (me gustó sobremanera la
melodía de la titulada “Golden”), mientras que los adultos vimos lo que los
guionistas quisieron mostrar entre bambalinas, saltos y bailes.
Reconozco que la moda actual sobre el K-Pop, o pop
coreano, que combina canciones pegadizas, coreografías muy elaboradas y una estética
cuidada al milímetro, me ha pillado desprevenido, más que nada porque la música
en general no está entre mis grandes pasiones. Pero hace escasos meses hubo un
concierto de uno de estos grupos en mi país, más concretamente en la ciudad de Barcelona
y, por los medios de comunicación, pude ver a una muchedumbre de fans, tanto
hombres como mujeres, de edades muy variadas, en un estado de éxtasis mental
ante la presencia de sus ídolos. Eran unas chicas jovencitas, intuyo que
veinteañeras, procedentes de Corea del Sur. Muchos de sus seguidores cantaban al unísono las
canciones, lloraban emocionados, y explicaban cuáles eran sus cantantes
favoritas y por qué. No me esperaba que fuera un fenómeno cultural global.
Eso sí, por lo que me he informado a posteriori, las
presiones que sufren estas artistas, tanto físicas como psicólogicas, son tremebundas:
entrenamiento y control extremo (con ensayos que duran meses, con decenas de microajustes en
ángulos, respiración y mirada, con coreografías diseñadas digitalmente con
animaciones 3D para calcular los tiempos exactos, y que, durante las
actuaciones en directo, las intérpretes suelen modular su respiración y ritmo
cardiaco juntas, literalmente, para mantener esa exactitud); restricciones en
su alimentación, peso, vida privada, relaciones sentimentales y redes sociales;
un ideal femenino inalcanzable; falta de control sobre sus propias carreras; un
nivel de exposición y exigencia brutal, donde se espera una constante
perfección. Aunque sean adoraradas por
las masas, que las escrutan al milímetro, no tienen intimidad ni libertad. Esto
ha llevado a que varías de ellas se hayan suicidado en los últimos años, por lo
que no es tan maravilloso como lo pintan.
Aunque no se ha
encontrado una declaración oficial que confirme que la canción Golden
fuera concebida como una denuncia directa al sistema del K-pop –como la presión
estética/emocional que sufren las idols-, puede interpretarse como
reivindicativa, aunque de forma simbólica o metafórica, sutil más que
explícita.
Como a mí todo este tipo de cuasi histeria colectiva de
los conciertos me causa rechazo –no por la música en sí, sino por el trasfondo,
y un día lo argumentaré-, la mera idea de ver una película que giraba en torno
a un grupo de k-Pop me tiraba para atrás. Después de varios meses, ante las
abrumadoras críticas positivas y listada como la película más vista jamás en
Netflix, decidí darle una oportunidad. Los primeros minutos de su visualización
me volvieron loco y me explotaron la cabeza. Y no lo digo en el sentido de
volverme “fan”, sino por mi intento de leer las letras de las canciones
mientras trataba de seguir las imágenes, puesto que ambas transcurrían a una
velocidad que superaba mi capacidad de sincronizar las dos tareas. Así que
decidí dejar de leer y centrarme en lo que veía.. hasta que comenzaron a sonar
varias melodías más lentas, y me di cuenta de que era completamente necesario
saber qué decían, puesto que en ella se escondía la verdadera trama.
Las
cicatrices de Rumi, ¿un reflejo de nosotros mismos?
(las marcas/cicatrices en los brazos de
Rumi, y que no dejaban de extenderse)
Aunque la historia de Jinu, el antagonista, tiene
mucho juego, me centraré en la protagonista principal para no desviar la
atención. En esta ficción, Rumi es una de las tres integrantes de la banda Huntrix.
Junto a dos amigas Mira y Zoey, celebran conciertos multitudinarios que hacen las
delicias de los presentes. Lo que estos no saben es que, fuera de los
escenarios, luchan contra demonios ladrones
de almas y, con sus canciones, están creando una barrera para impedirles entrar
en nuestro mundo, al igual que hicieron todas sus predecesoras.
El
gran secreto que escondía Rumi era que su padre había sido un demonio, y de ahí
esas marcas que tenía en los brazos. A pesar de que era encantadora, y que no tenía culpa alguna de los
actos de su progenitor, durante
muchos años temió estar predestinada a seguir sus mismos pasos y hacer el mismo
mal, dejándose llevar por la ira que a veces experimentaba en su interior. Sentía
pavor a que, si el mundo o sus amigas llegaban a saber la verdad,
dejarían de quererla, se alejarían y no le permitirían seguir desarrollando su
talento. Así que evitaba ir a los baños con ellas y se tapaba con más capas de
ropa. Se sentía avergonzada. Era una pesada losa que llevaba sobre sus hombros.
Quería salvarse a sí misma, lo había intentado todo, pero no sabía cómo, ya que
ella misma se consideraba un error, alguien que no debería haber existido. Llegó
al extremo de rendirse, tanto que le suplicó a Celine, una antigua cazadora de
demonios y que la había adoptado tras la muerte de su madre, que acabara con su
vida. Una clara reminiscencia y analogía al caso del profeta Elías.
¿Cómo se mostraban Rumi, Mira y Zoey de cara a su
público? Perfectas. Idílicas. Siempre sonrientes. Siempre felices. Siempre
radiantes y exuberantes. Siempre llenas de vitalidad. Llenas de seguridad.
Triunfadoras. ¿Y fuera de cámara,
cuando nadie las veía? Tan humanas como tú y yo, con inseguridades y heridas
que camuflaban. Además, les enseñaron desde pequeñas a ocultar sus defectos y
debilidades.
Es lo mismo que le
sucede a casi todo el mundo: tienen miedo a que vean sus partes imperfectas, sus heridas y sus marcas. Para
que eso no ocurra y los demás no vean la
verdad, se parapetan entre mil capas y esconden su verdadera esencia.
Si radiografiaran al detalle cada uno de nuestros huesos,
incluso aquellos que nunca han tenido nada grave como una rotura, se verían
pequeñas marcas, de cicatrices, de microlesiones pasadas. Posiblemente, ni
recordaríamos que pudieron motivarlas; algunas nos harían recordar algún golpe
que nos dimos y que nos llevaría a formular hipótesis de qué lo pudo causar.
Pero ¡ay amigo! Si al conjunto de la humanidad se le pudiera hacer una radiografía de su alma, ahí, a todo el
mundo, sin excepción, se verían claramente todo tipo de cicatrices, desde
pequeñas a enormes. Algunas serían realmente horripilantes. Pareceríamos el
monstruo de Frankenstein.
Solo tú sabes qué causó esas cicatrices en ti:
- unos padres que no te amaron o que, al menos, no lo
hicieron como tú necesitabas. U otros que no fueron de ejemplo en casi nada y
tuvieron una vida desordenada.
- algún tipo de agresión física que sufriste.
- el abuso sexual, el espiritual, el maltrato
psicológico, la humillación o ridiculización pública.
- malas decisiones que te llevaron a contraer
matrimonio con la persona que no te convenía.
- la muerte de un ser extremadamente querido, agravada
si fue por algún accidente trágico o inesperado.
- la soledad, el rechazo, la ruptura de amistades o la
traición/infidelidad de un novio/cónyuge.
- sentir que tu esfuerzo no obtiene recompensa, que no
cumples las expectativas ajenas o propias, la sensación de inutilidad, o que
nadie muestre verdadero interés por tu ser más profundo, como si fueras indigno
o invisible.
- palabras que dijeron contra ti y que te hirieron
profundamente.
- alguien de tu círculo familiar que era una persona tóxica
y disfrutaba esparciendo todo tipo de falacias, desprecios y críticas sobre tu
persona.
- el daño que pudiste causar en otros, fuera por
mentiras, manipulaciones, egocentrismo, adulterio, críticas malintencionadas,
falta de misericordia, revelación de secretos, etc., y que te hacen sentir
culpable, o ante ti mismo, por el consumo de pornografía o la realización de
actos sexuales depravados.
Bastaría entrevistar a cada una de las personas que
han vivido y viven en este planeta, y preguntarles al respecto, y así
comprobaríamos que la lista es infinita. ¿Consecuencias de no saber o no haber
aprendido a gestionar todo esto? Ansiedad. Depresión. Rabia. Espasmos
musculares involuntarios. Enfermedades. Dolores en diversas partes del cuerpo. Los
efectos son múltiples, tanto físicos como emocionales.
¿Qué se suele
hacer con esas cicatrices?
Por nuestro parte, reaccionamos de maneras diversas
ante esas cicatrices internas, y
dependiendo de cuáles sean. Aquí veo a cuatro grupos
de personas:
1) Las que ocultan a todo el mundo en todo momento.
Nunca se abren ante nadie, ni cuentan qué llevan dentro de sí. Sea por
desconfianza, por malas experiencias del pasado que le llevaron a no querer
exponerse, por no encontrar a nadie que se interese realmente, o simplemente
por timidez o vergüenza. Esto les lleva a reprimir sus emociones, aunque por
dentro se sientan como una olla en ebullición a punto de explotar.
2) Las que las ocultan casi todo a la mayoría, pero
tienen un círculo cercano con el que pueden hablar de corazón a corazón, en
función del momento y de cómo se sienten. Estos suelen ser los individuos más
equilibrados.
3) Las que no tienen contención emocional, y van
proclamando a los cuatro vientos lo terrible que son sus vidas: al vecino, al
frutero, al panadero, al compañero de trabajo, al amigo que le soporta y a todo
el que se pone por delante.
4) Las que están destruidas por dentro y, sin embargo,
ofrecen una imagen externa de “todo me va bien”, donde las lágrimas que
florecen en la propia intimidad se ocultan en público bajo sonrisas y bromas.
Seguro que hay más tipos, pero esos son los que he
contemplado con mayor asiduidad.
¿Qué hizo
Jesús con sus cicatrices? & Las tuyas también tienen sentido
¿Cuándo encontró Rumi la sanidad? ¿Fue cuándo se las
quitó? ¡No! ¡Cuando las aceptó como parte de ellas!
Siempre me ha llamado la atención que Jesús conservara sus cicatrices tras la
resurrección. Eran muy vistosas: las de las manos y la del costado. Podría
haber demostrado que había vuelto a la vida sin necesidad de tenerlas, por
mucho que Tomás pidiera verlas para creer. Pero se las quedó, como sello
personal. ¿Qué nos quería mostrar con esto? No solo que pagó en la cruz por
nuestros pecados, que resucitó para regalarnos la vida eterna, sino que no hay
herida emocional o espiritual en este mundo que nos impida seguir adelante y
cumplir el propósito asignado por Dios. Incluso la muerte, que para Jesús fue
victoria, para nosotros también lo es cuando la ponemos en Su perspectiva.
Esto nos debe hacer ver que el problema no son las cicatrices, puesto que estas son
señal de que “algo pasó” y “se superó”, sino que no se haya formado y que la
herida siga abierta de par en par.
El mal que nos acontece en esta vida –sea provocado
por terceras personas o por nosotros mismos-, puede servirnos como acicate:
1) para acercarnos más a Dios, como el único que puede
tratar esas fracturas abiertas del alma, puesto que vino para sanar a los quebrantados de corazón (cf. Lc 4:18).
2) para ahondar en nuestra confianza en Sus promesas
eternas, sabiendo que, al final de la historia, “enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá
muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor;
porque las primeras cosas pasaron” (Ap. 21:4).
3) para nuestro propio crecimiento, madurez y, por qué
no, para rehacernos y dar un volantazo en
determinadas áreas de nuestro ser o de nuestras vidas.
4) para alejarnos de aquello o de aquellos que nos
hacen daño con alevosía: “No deis lo
santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que
las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen” (Mt. 7:6).
5) para buscar la paz que solo Dios ofrece y, así,
hallar ese equilibrio que tanto necesitamos en medio del caos: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la
doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn.
14:27).
6) para recordar que Dios sí te ama. Aunque no lo
sientas –eso de sentir suele llevar a
lo abstracto y subjetivo, difícil de cuantificar, puesto que cada persona lo experimenta
de manera diferente-, la verdad imparcial es que te amó, te ama y te amará por
siempre:
- “Mas Dios
muestra su amor para con nosotros, en que siendo
aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro. 5:8).
- “Porque de tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel
que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios
a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por
él” (Jn.
3:16-17).
- “Porque
primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que
resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Co. 15:3-4).
- “En la casa de
mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo
os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Jn. 14:2).
7) para no olvidar que nada de lo que hiciste y hagas
para Él quedará sin retribución (cf. Mt. 9:41).
8) para ir bajo
el árbol, bajo la sombra, cuando
el camino se te haga cuesta arriba o te veas sin fuerzas, como Elías cuando quiso
morir, y Dios lo alimentó con palabras de ánimo y alimento: “Venid a mí todos los que estáis trabajados
y cargados, y yo os haré descansar” (Mt. 11:28).
Alza tu mirada,
más allá de ti mismo
Nada de lo mencionado depende de las circunstancias
personales, de lo que sientas o dejes de sentir, de las alabanzas, los
aplausos, del éxito social o del número de cicatrices que haya en ti. Según
Dios, es sí o sí.
Fuera como fuera tu familia, o sea como sea, no te
define; ellos son ellos y tú
eres tú. La historia de Rumi es un buen ejemplo:
la realidad mostró que
era más fuerte de lo que ella creía y que su esencia estaba por encima de los vínculos
de sangre. En tu caso, exactamente igual.
El pasado tampoco te define, porque no es definitivo.
El pasado, aunque no se pueda cambiar, no es un ancla que deba hundirte en el
fondo del mar; es una puerta que podemos cerrar –incluyendo al pecado-,
abriendo una nueva cada día. Lo que te hayan hecho o hayas vivido no te
convierte en una marioneta que otros manejan, ni en esclavo de nadie, si tú les
quitas ese poder HOY.
Nada de esto significa “abrazar nuestros defectos, debilidades, errores o pecados”.
Tampoco hace referencia a ocultarlos bajo una alfombra y mirarlos de vez en
cuando para comprobar que siguen ahí. Incluye reconocerlos, ser consciente de
ellos, traerlos al Trono de la Gracia, hallar el perdón y restituir si es
necesario hacerlo.
Nada mejor que
terminar con “What It Sounds Like”, una de las canciones de la película, y
que condensa lo que hemos analizado a lo largo y ancho de este escrito, donde
reconocer el valor de las propias cicatrices y la verdad que ellas muestran, lo
son todo para afrontar las tinieblas, de la mano de Dios, que está SIEMPRE con
nosotros:
Ahora solo la verdad.
Solo la prueba de lo
que soy.
Lo peor de mis
orígenes, las marcas que me avergüenzan.
Cosas que ni siquiera
yo entiendo.
Intenté arreglarlas.
Intenté combatirlas.
Estaba hecho un lío, dividida.
Todas mis mentiras
chocaron, no sé por qué no confié en que estaríais a mi lado.
Me rompí en mil
pedazos y no hay vuelta atrás, pero ahora veo la belleza del cristal roto.
Las cicatrices son
parte de mí, oscuridad y armonía.
Mi voz sin mentiras suena
así.
¿Por qué tapé los
colores de mi interior?
Debería haber dejado
que mis heridas tocasen la luz.
Enséñame tu interior.
Yo encontraré tu
armonía.
La canción que no
pudimos escribir suena así.
Destruimos el
silencio, nos alzamos desafiantes.
Gritamos en el vacío,
que no estáis solas.
Escuchamos a los
demonios y nos separaron.
Pero ninguna está
aquí sola.
Fuimos cobardes y
mentimos.
No somos heroínas,
pero sobrevivimos.
Soñadoras,
luchadoras, la verdad es que estoy cansada.
Pero echaos al fuego
y me tendréis a vuestro lado.
Nos rompimos en mil
pedazos y no hay vuelta atrás, pero ahora vemos la belleza del cristal roto.
Las cicatrices son
parte de mí, oscuridad y armonía.
Mi voz sin mentiras
suena así.
¿Por qué tapamos los
colores de nuestro interior?
Dejemos que nuestras
heridas toquen la luz.
Enséñame tu interior.
Yo encontraré tu
armonía.
Sin miedo, sin
definir, suena así.
[i] - Inside Out (2ª Parte): Aprendiendo
del dolor & Los recuerdos y nuestras islas de la personalidad. http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/02/inside-out-aprendiendo-del-dolor-los.html
- El gato con botas: ¿Como cambia la vida, y todo, mirar a
la muerte “cara a cara”? https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2023/05/el-gato-con-botas-como-cambia-la-vida-y.html
- Coco. El Día de
los Muertos, en México, y el Día de Todos los Santos, en España (1ª parte). https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/10/coco-el-dia-de-los-muertos-en-mexico-y.html
- Coco. No, los
muertos no se pasean entre nosotros & El peligro de dichas creencias (2ª
parte). https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/10/coco-no-los-muertos-no-se-pasean-entre.html
- Onward. El
dolor de la muerte de tus padres & ¿Quedaron cuentas pendientes? (1ª
parte). https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2025/05/onward-el-dolor-de-la-muerte-de-tus.html
- Onward. ¿Siguen
vivos tus padres y te llevas mal con ellos? & El aprendizaje que puede
haber detrás (2ª parte)
No hay comentarios:
Publicar un comentario