sábado, 18 de octubre de 2025

K-Pop. ¿Debes ocultar tus “cicatrices” emocionales? ¿sirven de algo?

 


Me resulta bastante llamativo que, desde hace ya tiempo, sean las películas animadas las que se esfuerzan en transmitir valores –estemos o no de acuerdo con estos-, muy por encima de las interpretadas por actores reales. Mientras que la mayoría de estas se centran en entretener a un público que solo busca distraerse o evadirse del mundo y del ruido que les rodea, las primeras llaman a la reflexión, a mirarse en el espejo y a contemplar qué hay en nuestro interior en multitud de aspectos, incluso en los más peliaguados. Quizá la diferencia se base en la libertad creativa con la que cuentan sus directores, mucha para algunos, escasa para el resto. Y lo atestigua todas las que he analizado anteriormente en el blog[i].
K-Pop: Demo Hunters no es una excepción, sino que viene a confirmar la máxima expuesta. Doy por hecho que los más jóvenes del lugar disfrutaron con las coreografías y las canciones (me gustó sobremanera la melodía de la titulada “Golden”), mientras que los adultos vimos lo que los guionistas quisieron mostrar entre bambalinas, saltos y bailes.
Reconozco que la moda actual sobre el K-Pop, o pop coreano, que combina canciones pegadizas, coreografías muy elaboradas y una estética cuidada al milímetro, me ha pillado desprevenido, más que nada porque la música en general no está entre mis grandes pasiones. Pero hace escasos meses hubo un concierto de uno de estos grupos en mi país, más concretamente en la ciudad de Barcelona y, por los medios de comunicación, pude ver a una muchedumbre de fans, tanto hombres como mujeres, de edades muy variadas, en un estado de éxtasis mental ante la presencia de sus ídolos. Eran unas chicas jovencitas, intuyo que veinteañeras, procedentes de Corea del Sur. Muchos de sus seguidores cantaban al unísono las canciones, lloraban emocionados, y explicaban cuáles eran sus cantantes favoritas y por qué. No me esperaba que fuera un fenómeno cultural global.
Eso sí, por lo que me he informado a posteriori, las presiones que sufren estas artistas, tanto físicas como psicólogicas, son tremebundas: entrenamiento y control extremo (con ensayos que duran meses, con decenas de microajustes en ángulos, respiración y mirada, con coreografías diseñadas digitalmente con animaciones 3D para calcular los tiempos exactos, y que, durante las actuaciones en directo, las intérpretes suelen modular su respiración y ritmo cardiaco juntas, literalmente, para mantener esa exactitud); restricciones en su alimentación, peso, vida privada, relaciones sentimentales y redes sociales; un ideal femenino inalcanzable; falta de control sobre sus propias carreras; un nivel de exposición y exigencia brutal, donde se espera una constante perfección. Aunque sean adoraradas por las masas, que las escrutan al milímetro, no tienen intimidad ni libertad. Esto ha llevado a que varías de ellas se hayan suicidado en los últimos años, por lo que no es tan maravilloso como lo pintan.
Aunque no se ha encontrado una declaración oficial que confirme que la canción Golden fuera concebida como una denuncia directa al sistema del K-pop –como la presión estética/emocional que sufren las idols-, puede interpretarse como reivindicativa, aunque de forma simbólica o metafórica, sutil más que explícita.
Como a mí todo este tipo de cuasi histeria colectiva de los conciertos me causa rechazo –no por la música en sí, sino por el trasfondo, y un día lo argumentaré-, la mera idea de ver una película que giraba en torno a un grupo de k-Pop me tiraba para atrás. Después de varios meses, ante las abrumadoras críticas positivas y listada como la película más vista jamás en Netflix, decidí darle una oportunidad. Los primeros minutos de su visualización me volvieron loco y me explotaron la cabeza. Y no lo digo en el sentido de volverme “fan”, sino por mi intento de leer las letras de las canciones mientras trataba de seguir las imágenes, puesto que ambas transcurrían a una velocidad que superaba mi capacidad de sincronizar las dos tareas. Así que decidí dejar de leer y centrarme en lo que veía.. hasta que comenzaron a sonar varias melodías más lentas, y me di cuenta de que era completamente necesario saber qué decían, puesto que en ella se escondía la verdadera trama.

Las cicatrices de Rumi, ¿un reflejo de nosotros mismos?
(las marcas/cicatrices en los brazos de Rumi, y que no dejaban de extenderse) 

Aunque la historia de Jinu, el antagonista, tiene mucho juego, me centraré en la protagonista principal para no desviar la atención. En esta ficción, Rumi es una de las tres integrantes de la banda Huntrix. Junto a dos amigas Mira y Zoey, celebran conciertos multitudinarios que hacen las delicias de los presentes. Lo que estos no saben es que, fuera de los escenarios, luchan contra demonios ladrones de almas y, con sus canciones, están creando una barrera para impedirles entrar en nuestro mundo, al igual que hicieron todas sus predecesoras.
El gran secreto que escondía Rumi era que su padre había sido un demonio, y de ahí esas marcas que tenía en los brazos. A pesar de que era encantadora, y que no tenía culpa alguna de los actos de su progenitor, durante muchos años temió estar predestinada a seguir sus mismos pasos y hacer el mismo mal, dejándose llevar por la ira que a veces experimentaba en su interior. Sentía pavor a que, si el mundo o sus amigas llegaban a saber la verdad, dejarían de quererla, se alejarían y no le permitirían seguir desarrollando su talento. Así que evitaba ir a los baños con ellas y se tapaba con más capas de ropa. Se sentía avergonzada. Era una pesada losa que llevaba sobre sus hombros. Quería salvarse a sí misma, lo había intentado todo, pero no sabía cómo, ya que ella misma se consideraba un error, alguien que no debería haber existido. Llegó al extremo de rendirse, tanto que le suplicó a Celine, una antigua cazadora de demonios y que la había adoptado tras la muerte de su madre, que acabara con su vida. Una clara reminiscencia y analogía al caso del profeta Elías.
¿Cómo se mostraban Rumi, Mira y Zoey de cara a su público? Perfectas. Idílicas. Siempre sonrientes. Siempre felices. Siempre radiantes y exuberantes. Siempre llenas de vitalidad. Llenas de seguridad. Triunfadoras. ¿Y fuera de cámara, cuando nadie las veía? Tan humanas como tú y yo, con inseguridades y heridas que camuflaban. Además, les enseñaron desde pequeñas a ocultar sus defectos y debilidades.
Es lo mismo que le sucede a casi todo el mundo: tienen miedo a que vean sus partes imperfectas, sus heridas y sus marcas. Para que eso no ocurra y los demás no vean la verdad, se parapetan entre mil capas y esconden su verdadera esencia.
Si radiografiaran al detalle cada uno de nuestros huesos, incluso aquellos que nunca han tenido nada grave como una rotura, se verían pequeñas marcas, de cicatrices, de microlesiones pasadas. Posiblemente, ni recordaríamos que pudieron motivarlas; algunas nos harían recordar algún golpe que nos dimos y que nos llevaría a formular hipótesis de qué lo pudo causar. Pero ¡ay amigo! Si al conjunto de la humanidad se le pudiera hacer una radiografía de su alma, ahí, a todo el mundo, sin excepción, se verían claramente todo tipo de cicatrices, desde pequeñas a enormes. Algunas serían realmente horripilantes. Pareceríamos el monstruo de Frankenstein.
Solo tú sabes qué causó esas cicatrices en ti:

- unos padres que no te amaron o que, al menos, no lo hicieron como tú necesitabas. U otros que no fueron de ejemplo en casi nada y tuvieron una vida desordenada.

- algún tipo de agresión física que sufriste.

- el abuso sexual, el espiritual, el maltrato psicológico, la humillación o ridiculización pública.

- malas decisiones que te llevaron a contraer matrimonio con la persona que no te convenía.

- la muerte de un ser extremadamente querido, agravada si fue por algún accidente trágico o inesperado.

- la soledad, el rechazo, la ruptura de amistades o la traición/infidelidad de un novio/cónyuge.

- sentir que tu esfuerzo no obtiene recompensa, que no cumples las expectativas ajenas o propias, la sensación de inutilidad, o que nadie muestre verdadero interés por tu ser más profundo, como si fueras indigno o invisible.

- palabras que dijeron contra ti y que te hirieron profundamente.

- alguien de tu círculo familiar que era una persona tóxica y disfrutaba esparciendo todo tipo de falacias, desprecios y críticas sobre tu persona.

- el daño que pudiste causar en otros, fuera por mentiras, manipulaciones, egocentrismo, adulterio, críticas malintencionadas, falta de misericordia, revelación de secretos, etc., y que te hacen sentir culpable, o ante ti mismo, por el consumo de pornografía o la realización de actos sexuales depravados.

Bastaría entrevistar a cada una de las personas que han vivido y viven en este planeta, y preguntarles al respecto, y así comprobaríamos que la lista es infinita. ¿Consecuencias de no saber o no haber aprendido a gestionar todo esto? Ansiedad. Depresión. Rabia. Espasmos musculares involuntarios. Enfermedades. Dolores en diversas partes del cuerpo. Los efectos son múltiples, tanto físicos como emocionales.

¿Qué se suele hacer con esas cicatrices?
Por nuestro parte, reaccionamos de maneras diversas ante esas cicatrices internas, y dependiendo de cuáles sean. Aquí veo a cuatro grupos de personas:

1) Las que ocultan a todo el mundo en todo momento. Nunca se abren ante nadie, ni cuentan qué llevan dentro de sí. Sea por desconfianza, por malas experiencias del pasado que le llevaron a no querer exponerse, por no encontrar a nadie que se interese realmente, o simplemente por timidez o vergüenza. Esto les lleva a reprimir sus emociones, aunque por dentro se sientan como una olla en ebullición a punto de explotar.

2) Las que las ocultan casi todo a la mayoría, pero tienen un círculo cercano con el que pueden hablar de corazón a corazón, en función del momento y de cómo se sienten. Estos suelen ser los individuos más equilibrados.

3) Las que no tienen contención emocional, y van proclamando a los cuatro vientos lo terrible que son sus vidas: al vecino, al frutero, al panadero, al compañero de trabajo, al amigo que le soporta y a todo el que se pone por delante.

4) Las que están destruidas por dentro y, sin embargo, ofrecen una imagen externa de “todo me va bien”, donde las lágrimas que florecen en la propia intimidad se ocultan en público bajo sonrisas y bromas.

Seguro que hay más tipos, pero esos son los que he contemplado con mayor asiduidad.

¿Qué hizo Jesús con sus cicatrices? & Las tuyas también tienen sentido
¿Cuándo encontró Rumi la sanidad? ¿Fue cuándo se las quitó? ¡No! ¡Cuando las aceptó como parte de ellas!
Siempre me ha llamado la atención que Jesús conservara sus cicatrices tras la resurrección. Eran muy vistosas: las de las manos y la del costado. Podría haber demostrado que había vuelto a la vida sin necesidad de tenerlas, por mucho que Tomás pidiera verlas para creer. Pero se las quedó, como sello personal. ¿Qué nos quería mostrar con esto? No solo que pagó en la cruz por nuestros pecados, que resucitó para regalarnos la vida eterna, sino que no hay herida emocional o espiritual en este mundo que nos impida seguir adelante y cumplir el propósito asignado por Dios. Incluso la muerte, que para Jesús fue victoria, para nosotros también lo es cuando la ponemos en Su perspectiva. 
Esto nos debe hacer ver que el problema no son las cicatrices, puesto que estas son señal de que “algo pasó” y “se superó”, sino que no se haya formado y que la herida siga abierta de par en par.
El mal que nos acontece en esta vida –sea provocado por terceras personas o por nosotros mismos-, puede servirnos como acicate:

1) para acercarnos más a Dios, como el único que puede tratar esas fracturas abiertas del alma, puesto que vino para sanar a los quebrantados de corazón (cf. Lc 4:18).

2) para ahondar en nuestra confianza en Sus promesas eternas, sabiendo que, al final de la historia, “enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Ap. 21:4).

3) para nuestro propio crecimiento, madurez y, por qué no, para rehacernos y dar un volantazo en determinadas áreas de nuestro ser o de nuestras vidas.

4) para alejarnos de aquello o de aquellos que nos hacen daño con alevosía: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen” (Mt. 7:6).

5) para buscar la paz que solo Dios ofrece y, así, hallar ese equilibrio que tanto necesitamos en medio del caos: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn. 14:27).

6) para recordar que Dios sí te ama. Aunque no lo sientas –eso de sentir suele llevar a lo abstracto y subjetivo, difícil de cuantificar, puesto que cada persona lo experimenta de manera diferente-, la verdad imparcial es que te amó, te ama y te amará por siempre:

- “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro. 5:8).
- “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Jn. 3:16-17).
- “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Co. 15:3-4).
- “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Jn. 14:2).

7) para no olvidar que nada de lo que hiciste y hagas para Él quedará sin retribución (cf. Mt. 9:41).

8) para ir bajo el árbol, bajo la sombra, cuando el camino se te haga cuesta arriba o te veas sin fuerzas, como Elías cuando quiso morir, y Dios lo alimentó con palabras de ánimo y alimento: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt. 11:28).

Alza tu mirada, más allá de ti mismo
Nada de lo mencionado depende de las circunstancias personales, de lo que sientas o dejes de sentir, de las alabanzas, los aplausos, del éxito social o del número de cicatrices que haya en ti. Según Dios, es sí o sí.
Fuera como fuera tu familia, o sea como sea, no te define; ellos son ellos y tú eres tú. La historia de Rumi es un buen ejemplo: la realidad mostró que era más fuerte de lo que ella creía y que su esencia estaba por encima de los vínculos de sangre. En tu caso, exactamente igual.
El pasado tampoco te define, porque no es definitivo. El pasado, aunque no se pueda cambiar, no es un ancla que deba hundirte en el fondo del mar; es una puerta que podemos cerrar –incluyendo al pecado-, abriendo una nueva cada día. Lo que te hayan hecho o hayas vivido no te convierte en una marioneta que otros manejan, ni en esclavo de nadie, si tú les quitas ese poder HOY.
Nada de esto significa “abrazar nuestros defectos, debilidades, errores o pecados”. Tampoco hace referencia a ocultarlos bajo una alfombra y mirarlos de vez en cuando para comprobar que siguen ahí. Incluye reconocerlos, ser consciente de ellos, traerlos al Trono de la Gracia, hallar el perdón y restituir si es necesario hacerlo.
Nada mejor que terminar con “What It Sounds Like”, una de las canciones de la película, y que condensa lo que hemos analizado a lo largo y ancho de este escrito, donde reconocer el valor de las propias cicatrices y la verdad que ellas muestran, lo son todo para afrontar las tinieblas, de la mano de Dios, que está SIEMPRE con nosotros:

Ahora solo la verdad.
Solo la prueba de lo que soy.
Lo peor de mis orígenes, las marcas que me avergüenzan.
Cosas que ni siquiera yo entiendo.
Intenté arreglarlas. Intenté combatirlas.
Estaba hecho un lío, dividida.
Todas mis mentiras chocaron, no sé por qué no confié en que estaríais a mi lado.

Me rompí en mil pedazos y no hay vuelta atrás, pero ahora veo la belleza del cristal roto.
Las cicatrices son parte de mí, oscuridad y armonía.
Mi voz sin mentiras suena así.
¿Por qué tapé los colores de mi interior?
Debería haber dejado que mis heridas tocasen la luz.
Enséñame tu interior.
Yo encontraré tu armonía.

La canción que no pudimos escribir suena así.
Destruimos el silencio, nos alzamos desafiantes.
Gritamos en el vacío, que no estáis solas.
Escuchamos a los demonios y nos separaron.
Pero ninguna está aquí sola.
Fuimos cobardes y mentimos.
No somos heroínas, pero sobrevivimos.
Soñadoras, luchadoras, la verdad es que estoy cansada.
Pero echaos al fuego y me tendréis a vuestro lado.

Nos rompimos en mil pedazos y no hay vuelta atrás, pero ahora vemos la belleza del cristal roto.
Las cicatrices son parte de mí, oscuridad y armonía.
Mi voz sin mentiras suena así.
¿Por qué tapamos los colores de nuestro interior?
Dejemos que nuestras heridas toquen la luz.
Enséñame tu interior.
Yo encontraré tu armonía.
Sin miedo, sin definir, suena así. 


[i] - Inside Out (2ª Parte): Aprendiendo del dolor & Los recuerdos y nuestras islas de la personalidad. http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/02/inside-out-aprendiendo-del-dolor-los.html

- El gato con botas: ¿Como cambia la vida, y todo, mirar a la muerte “cara a cara”? https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2023/05/el-gato-con-botas-como-cambia-la-vida-y.html

- Coco. El Día de los Muertos, en México, y el Día de Todos los Santos, en España (1ª parte). https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/10/coco-el-dia-de-los-muertos-en-mexico-y.html

- Coco. No, los muertos no se pasean entre nosotros & El peligro de dichas creencias (2ª parte). https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/10/coco-no-los-muertos-no-se-pasean-entre.html

- Onward. El dolor de la muerte de tus padres & ¿Quedaron cuentas pendientes? (1ª parte). https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2025/05/onward-el-dolor-de-la-muerte-de-tus.html

- Onward. ¿Siguen vivos tus padres y te llevas mal con ellos? & El aprendizaje que puede haber detrás (2ª parte)

No hay comentarios:

Publicar un comentario