Me suelen gustar bastante los estrenos
de Pixar, donde para mi gusto destacan Los
Increíbles, Wall-E, Toy Story y mi queridísima Up. Todas ellas hablan del valor, de la amistad y del sacrificio,
aderezadas con unos guiones originales y llenos de imaginación, y con unos
protagonistas tiernos, entrañables y carismáticos, sin ocultar ciertos momentos
lúgubres con algún fin didáctico. A esa lista sumo ahora Inside Out (Del revés), donde se han superado, y que pude ver hace
unos días tranquilamente en mi casa tras degustar un enorme cuenco de palomitas
(este último comentario sobraba, pero bueno...). A eso le sumo una banda sonora
a la altura. Cuando tiene que serlo, es emotiva, divertida, sentimental, triste
o alegre. Sublime a mi parecer es Wen can
Still Stop Her[1] que
suena en uno de los momentos cumbres de la película.
El pasado verano escuché a mis dos
sobrinos madrileños conversar sobre ella, señalando que los niños no se habrían
enterado de nada. Tras visualizarla, a menos que hayan recibido algún curso
intensivo de inteligencia emocional, y sin desmerecer el intelecto de los
peques, puedo decir que esa apreciación era correcta. Se habrán quedado con la
historia de una chica jovencita que se parece a la Campanilla de Peter Pan y
que tiene que ayudar a una amiga a ser feliz. Poco más. Así que a los que
esperan una película clásica de dibujitos,
infantil, superficial, de acción, con multitud de risas para evadirse un par de
horas de la realidad y olvidarla al momento, que no se acerquen a ella porque
saldrán muy desilusionados, incluso cabreados. Por el contrario, los que quieran “usar su mente para pensar”,
seguramente se deleitarán, e incluso disfrutarán aún más en su segundo
visionado, una vez que ya hayan asimilado todos los conceptos que sorprenden la
primera vez.
La idea para la película partió de los
cambios emocionales que el director de la misma –Pete Docter- observó en su
hija preadolescente. Tiene tantos niveles y capas de lectura que es apasionante
analizarla por todo lo que podemos aprender de su contenido, y más cuando la
llevamos al terreno bíblico. No sabía nada del argumento y los primeros diez
minutos estuve estupefacto, anonadado, sorprendido, desconcertado, en fuera de
juego y, literalmente, apabullado. Me sentía maravillado contemplando cómo una
película de animación estaba tocando una temática tan profunda y adulta. Y esa
sensación no decayó en ningún momento durante todo el metraje.
Aunque
en su momento aprendimos como base para nuestra vida que la fe no depende de
los sentimientos y que el primer camino es muy superior al segundo (La diferencia entre “estar” bien y
“sentirte” bien: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/10/2-la-diferencia-entre-estar-bien-y.html), añadí que Dios está muy
interesado en nuestra salud mental y emocional. Y, mira por dónde, esta
película me sirve para hablar del tema sin haberlo buscado. Dado su amplitud,
lo he dividido en dos partes.
Antes de comenzar, aparte de meditarla
de forma privada, creo que sería sensacional que los padres con hijos pre-adolescentes
pudieran compartirla juntos y hablar de ella. Pueden enseñarles mucho sobre
cómo afrontar el torbellino que suelen ser las emociones humanas y que van a
experimentar a lo largo y ancho de la vida. Igualmente, las congregaciones
podrían usarla para una interesante charla/estudio/conferencia/debate,
adaptando la historia a cada etapa de nuestro paso por este mundo: infancia,
pubertad/adolescencia, juventud, madurez, tercera edad. Basta llenarla con un poco de creatividad.
Sería una manera original y divertida de tratar un tema aparentemente aburrido,
pero que de dominarse ayudará sobremanera a alcanzar nuevos niveles de madurez.
Evidentemente, si la ves previamente entenderás mucho mejor todo lo que viene a continuación.
¿De
qué trata? Emociones, tren del pensamiento y recuerdos
La historia principal se desarrolla en
la Central, que es el interior de la
mente de Riley (de ahí el título Del
revés), una niña de apenas 11 años. Dentro de ella conviven cinco personajes maravillosamente
caracterizados:
- Alegría,
que todos conocemos, la cual aclara cómo son el resto de emociones.
- Ira:
Pone mucho cuidado de que las cosas sean justas.
- Miedo:
Se le da muy bien mantener a Riley a salvo.
-
Asco:
Básicamente impide que Riley se envenene física y
socialmente.
- Tristeza.
Es... es... no sé muy bien qué hace. No
tenemos a dónde mandarla.
Ellos vienen a representar y simbolizar las
emociones básicas que posee todo ser humano, y que se reflejan externamente en
la vida de la pequeña, reaccionando de una manera u otra según las
circunstancias que se van presentando en su día a día. Manejan a Riley desde una consola
de control.
Por otro lado, la existencia de Riley
está asentada en cinco pilares (llamadas “Las islas de la personalidad”): Payasada, Amistad, Hockey, Familia y Sinceridad. Es a lo que dedica todo su tiempo. Juega sin parar de
reír con su amigo imaginario Big-Bong (una mezcla de elefante, gato y delfín) y a hacer el “monito”
(Payasada), comparte su tiempo con sus amiguitos (Amistad), disfruta de un hobby que se le da realmente bien
(Hockey), tiene unos padres que la aman y respaldan (Familia) y reconoce sus
errores cuando los comete (Sinceridad).
Desde el mismo momento de su nacimiento,
todos sus recuerdos (pequeñas esferas de distintos colores) se almacenan diariamente
en Recuerdos a largo plazo. Cuando
estos recuerdos son especiales, pasan a formar parte de los Recuerdos esenciales, marcando la
personalidad de Riley. Como define algunos de estos términos Alegría, empezando por los recuerdos
esenciales: “Proceden de un momento super
importante de Riley, como cuando marcó su primer tanto. Cada recuerdo esencial activa diversos aspectos de la personalidad de
Riley, como la isla de Hockey, aunque la isla payasada es mi favorita. Isla
payasada es la mejor, pero la isla de la amistad también está muy bien. Y me
encanta la isla de la sinceridad. ¡Que sí, de verdad! Y la isla de la familia
es increíble. El caso es que las islas de la personalidad son las que hacen que
Riley sea Riley”.
Sus cinco emociones conviven en un
delicado pero perfecto equilibrio. A pesar de que Tristeza, Ira, Miedo y Asco tratan de entrometerse constantemente, Alegría siempre encuentra la manera de que los recuerdos acumulados
sean esencialmente de felicidad y diversión (tanto los esenciales como los de a
largo plazo), moldeando así su personalidad. Riley es como es por sus
sentimientos predominantes y sus recuerdos esenciales, gracias a sus
circunstancias vitales positivas y agradables.
Dice Alegría: “Tiene amigas geniales y una casa genial. Las cosas no
podrían ir mejor. Al fin y al cabo Riley tiene once años, ¿qué podría pasar?”.
El problema se presenta cuando los padres se mudan de Minnesota a San Francisco
y su mundo deja de ser ese lugar ideal que había sido hasta ahora. Aunque en primera
instancia disfruta del trayecto y se lo toma todo con ilusión, cuando llega a
su destino todo comienza a desmoronarse: su nueva casa es vieja y pequeña, el
camión de la mudanza no llega y su padre pasa casi todo el tiempo en su nuevo
trabajo. Su madre la invita a una pizzería para animarla, con la desgracia de
que la única que sirven es con brócoli, algo que Asco odia (en mi caso son las lentejas, me hacen entrar en coma).
Ante todos estos cambios, la Tristeza (que siempre anda acechando)
comienza a tomar progresivamente el control de las emociones de Riley, quien
termina llorando delante de su nueva clase al presentarse ante todos. Ni
siquiera los buenos recuerdos acumulados ni Imaginalandia (ese lugar de su mente donde es capaz de imaginar un
poco de todo) sirven de nada. Incluso su sueño se ve afectado seriamente y
comienza a tener pesadillas.
En un intento desesperado por ayudarla, Alegría se esfuerza en que la Tristeza no se instale en Riley como
emoción principal, pero junto a Tristeza
sale despedida sin querer de la Central junto
a las esferas que contienen los Recuerdos
Esenciales. Riley pierde automáticamente los sentimientos de alegría. A
partir de entonces, toman el control de la Central
la Ira, el Miedo y el Asco. Aunque tratan de hacer todo lo posible por mantener la estabilidad
emocional de la pequeña, únicamente logran que se sienta perdida, alterada y
completamente hundida. Aunque al principio ella intenta disimular su nuevo
estado emocional (como una especie de careta
emocional), sus padres observan el cambio sin comprenderlo.
Como consecuencia de todo esto, “Las
islas de la personalidad” se van apagando progresivamente hasta que finalmente
se derrumban una tras otra. Hasta “Imaginación” comienza a desmoronarse. Riley
ya no tiene ganas de hacer el payaso y de hablar con su amiga por el ordenador,
y ni siquiera disfruta jugando al Hockey. El resultado es que se encierra en sí
misma y se aísla, ocultándole a sus padres los sentimientos de dolor.
Mientras tanto, la aventura de Alegría transcurre en el mundo interior
de Riley, buscando un camino de vuelta a la
Central para tomar el control y devolver a su lugar las esferas de los Recuerdos esenciales. Con la ayuda de Big-Bong, viajará para
lograrlo por:
- El
tren del pensamiento, por donde transcurren las ideas, y que se terminan
por materializar en pensamientos (acertados y desacertados) en forma de
“bombillas” (la clásica representación).
- El
pensamiento abstracto[2].
-
El subconsciente, lugar al que llevan a los que dan problemas y donde están
los peores miedos de Riley, como “las escaleras al sótano”, “la aspiradora de
la abuela” o “Jangles, el Payaso”.
- Imaginalandia
(Imagination Land), donde hay “Lava”, un “bosque de patatas fritas”,
“ciudad trofeo” (lleno de medallas, copas y donde ganan todos), “Villa-Nube”,
el “Castillo de naipes”, “Montaña del Poni”, “El salón de la fama de los
peluches”.
- Sueño
REM, que es el período del sueño durante el cual no funciona el tren del
pensamiento, y donde se aplica el “Filtro de distorsión de la realidad” desde Dream Productions, que produce películas como “I can fly!”, “I am falling for a very
long time into a pit” o “Something´s chasing me”, y que tiene por protagonistas
a unicornios y otros personajes variopintos.
- El
Vertedero, que es el sitio donde se pierden para siempre algunos recuerdos
a largo plazo tras ser lanzados por unos operarios llamados “olvidadizos”, como
números de teléfono, clases de piano, nombre de presidentes americanos y de
muñequitas princesas, etc.
Al mismo tiempo, desde la Central, a Ira se le ocurre una idea tras
llegar a esta conclusión: Puesto que los buenos recuerdos esenciales
procedían de Minnesota, volverán allí y “fabricarán” más. Ira
cree que así Riley volverá a sentir Alegría,
por lo que idea un plan para fugarse de casa y volver a su antigua ciudad.
Cuando ejecutan su plan, se dan cuenta de que no sirve de nada. Al revés, lo
empeoran. Pero ya es demasiado tarde para quitarle la idea. Todas sus islas de la personalidad han muerto,
provocando que el tren del pensamiento
descarrile. La consola de control deja
de funcionar. Así hasta que Riley es incapaz de sentir absolutamente nada. Ni
piensa ni siente. Pura depresión.
¿Te suena de algo?
¡Cuánto nos parecemos a Riley! Tenemos
la capacidad innata de sentir las mismas
emociones básicas: Alegría, Tristeza, Ira, Miedo y Asco. Nuestra vida está
asentada en varias “islas de la personalidad”. En nosotros residen el tren del pensamiento, el pensamiento
abstracto, Imaginalandia, sueño REM y el Vertedero. Y por último, tenemos
recuerdos esenciales y recuerdos a largo plazo. Según nuestra edad y madurez,
serán unos u otros en cada una de estas facetas. Cada etapa de la vida conlleva
cambios y circunstancias que, según cómo las afrontemos, nos inclinará hacia un
lado u otro, reflejándose en la formación de nuestra personalidad y la manera
en que vivimos.
En esta
primera parte, vamos a enfocarnos en las emociones y en los pensamientos, y en
la segunda concretaremos más en el dolor y en nuestras islas de la
personalidad.
Es
cierto que todos pasamos por momentos de tristeza, pero hay algunas personas
que eternizan y perpetúan de por vida ese estado de ánimo y carecen de una
alegría genuina. Las razones pueden ser múltiples, pero citemos tres de ellas
que son muy llamativas (estímulos
externos):
1. Una
educación recia o, por el contrario, laxa, que recibieron por parte de sus
padres (familias desestructuradas, carencias afectivas, etc).
2.
Traumas o ciertos acontecimientos dolorosos del pasado que no supieron superar
y que se refleja en profundas heridas emocionales sin sanar.
3. En
el presente sus vidas no son como les gustaría que fuesen.
Al
carecer de alegría, se mueven por la tristeza (desánimo y pesimismo), la ira y
el miedo (angustia). Están dominados por
estas emociones, aunque en muchas ocasiones las oculten como buenos actores.
Incluso cuando expresan alegría, ésta es artificial. Aparentan felicidad, pero
es una falsa felicidad. Y a los que no son como ellos los consideran ilusos,
siendo éstos los que terminan por pagar sus arrebatos.
El
problema con ciertas personas es que no conocen otra forma de ser ya que viven ensimismados
en sí mismos, por lo que no es fácil que cambien. Son pocos los que quieren
hacer el esfuerzo y, por lo tanto, resulta muy difícil ayudarlos. Ni siquiera
ven mal ciertas actitudes ni las consideran pecaminosas. Observan con todo lujo
de detalles los errores ajenos pero rara vez los propios, por lo que se creen
más justos que los demás. Vienen a ser como un Mazinger Z desbocado que se pasan al lado oscuro de la fuerza. Y los que reconocen que deberían
cambiar pero no pueden, realmente están gritando a los cuatro vientos que “no
quieren cambiar”.
Esta es
la razón por la cual el mundo está lleno de cínicos, airados, amargados, hipócritas,
ariscos, intolerantes, mentirosos, desleales, indiferentes, criticones, chismosos, envidiosos,
maleducadas, malhumorados, tiranos, infieles, manipuladores, agresivos,
soberbios, altivos, prepotentes, narcisistas, ególatras, histriónicos,
gritones, etc. En definitiva, auténticos cocodrilos
infantiloides que viven en aguas pantanosas y se mueven por sus impulsos
primarios. Posiblemente conozcas a alguien con alguna de estas características, y
que terminan por juntarse únicamente con los que son igual de tóxicos que ellos,
con personas codependientes e inmaduras, con los que les ríen las gracias, o
con aquellos que buscan una relación romántica o sexual con ellos, puesto que
las que son emocionalmente sanas acaban por alejarse.
Hay
escritores y expertos que apuntan claramente que lo mejor es apartarse de ellos
ya que son “gente tóxica” que transmiten y contagian a los demás sus
pensamientos y actitudes. En términos bíblicos, el ideal es el opuesto: Acercarse
y ayudarlos para vencer con el bien el mal (cf. Romanos 12:21), teniendo en
cuenta que todos nacemos con una naturaleza caída que nos inclina al mal. No
olvidemos que todos los creyentes, en el pasado, estábamos muertos en nuestros
delitos y pecados (cf. Efesios 2:1). Éramos injustos ante los ojos de Dios: “No erréis; ni los fornicarios, ni
los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con
varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes,
ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya
habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados
en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”
(1 Corintios 6:9-11). No éramos mejores que nadie. Únicamente el milagro de la conversión y la regeneración
fue lo que nos transformó. Así que ayudarlos debe ser el primer deseo, y más
teniendo en cuenta que, incluso siendo cristianos, podemos caer en cualquier
momento en algún aspecto de los listados (cinismo, amargura, mentira, crítica,
soberbia, etc). Si con el tiempo dicen que “han nacido de nuevo” pero
comprobamos que todo resulta apariencia y pura hipocresía, entonces sí sería lo
más recomendable guardar las distancias: “en
cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los
hombres” (Romanos 12:18). Y
aquí está claro que ya no depende de nosotros.
En nuestras propias carnes: Mente carnal y
mente espiritual
En lo
que respecta a nosotros, podemos sufrirlo en nuestras mismas carnes en
determinadas circunstancias. Incluso podemos llegar a perder la
inocencia y a naufragar (Cuando la
pérdida de la inocencia nos hace naufragar: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/01/cuando-la-perdida-de-la-inocencia-nos.html).
Los que nos ocurre diariamente afecta a nuestra calidad de sueño y a lo que
soñamos, al estado de ánimo en general, a las energías físicas, etc. A todo. Es lo que le pasó a Riley.
Perdió la alegría y la sinceridad, por lo que comenzó a actuar movida por la
ira, el miedo y el asco.
Lo prodigioso es que, en manos de Dios,
hay muchas áreas del carácter y de la propia vida que pueden ser modificadas,
siempre y cuando cambiemos nuestros pensamientos y nos pongamos manos a la
obra.
Según la escuela de psicología, unas
apuntan a esas cinco emociones y otras las reducen o las aumentan (amor,
orgullo, vergüenza, codicia, esperanza, irritación, culpa, envidia, etc.). Pero
los psicólogos no han inventado nada nuevo, sino que se han encargado de
sistematizar de maneras notables distintas maneras lo que es observable en el
comportamiento humano. Aun con esa loable tarea, Pablo hizo una clasificación
que las supera a todas ellas porque muestra cómo se expresa una persona que
vive según los parámetros de Dios y la que no lo hace. Las
obras de la carne son “adulterio,
fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades,
pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios,
borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas” (Gálatas 5:19-21). ¿Cómo
son las personas que manifiestan estas obras?: “amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos,
desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables,
calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores,
impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios” (2
Timoteo 3:2-4).
Por el contrario, el
fruto del Espíritu es “amor,
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22-23). La mente de una persona espiritual está bajo el
control de Dios, y tiene sabiduría espiritual porque se mueve por los
principios bíblicos.
En consecuencia,
nuestra mente puede estar llena de emociones y pensamientos que provengan de la
voluntad de Dios o, por el contrario, de nuestra propia naturaleza caída (la
mente carnal sometida a los deseos pecaminosos que el propio diablo se encarga
de incitar): “Porque
los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del
Espíritu, en las cosas del Espíritu” (Romanos 8:5). Por eso
la exhortación de Pablo: “Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los
otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento
entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay,
por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda
sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de
impureza. Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo” (Efesios 4:17-20)
Emoción-Pensamiento-Conducta
vs Fruto del Espíritu
La vida de Riley refleja la manera
genérica en que las personas solemos movernos: Recibimos un estímulo externo, experimentamos una emoción instantánea (el primer impulso
o sensación), ésta provoca un pensamiento
(normalmente poco reflexivo), y actuamos
en consecuencia: Sentimiento-Pensamiento-Conducta.
Aquí quiero hacer una matización
importante. Algunos comparten mi opinión y otros dicen que el pensamiento
precede al sentimiento. Se podría decir que son prácticamente simultáneos y
viene a ser como la pregunta si fue antes el huevo o la gallina. Como no
sabemos expresarlo de otra manera, entre nuestras creencias populares decimos
que nuestros pensamientos residen en la mente y las emociones habitan en el
corazón. ¿En qué corazón? ¿En el físico? Sabemos que no es así, aunque cuando
hablamos de sentimientos nos ponemos la mano en el pecho como para resaltar la
solemnidad de nuestras palabras. La realidad es que el yo del ser humano no se puede separar, dividir ni fraccionar en
“compartimentos”, ya que está todo entrelazado. Pensamientos y emociones van de
la mano de una manera misteriosa que transciende a cualquier estudio
neurológico. Esa es parte de la complejidad y la belleza del ser humano que
Dios creó. Aunque yo parto de la idea de que la emoción primaria es previa al pensamiento, algunos –o muchos- dirán lo
contrario. Sea un milisegundo antes una u otra, creas en una opción u otra, los
pasos que vamos a ver sirven igualmente para modificar la esencia de nuestro yo.
Empecemos por reconocer que realmente
suele ser muy difícil controlar estos factores. No todos lo logran (ni siquiera
son conscientes de que deban hacerlo porque nadie les ha hablado al respecto ni
les ha enseñado), pero es parte esencial de la verdadera madurez. ¿Dónde reside
la clave? En el pensamiento-bíblico-reflexivo:
“Transformaos por medio
de la renovación de vuestro entendimiento” (Romanos
12:2). La idea para tal
transformación de las emociones a largo plazo es reeducar el pensamiento para
que éste termine reeducando la emoción:
1. Estímulo
externo.
2. Emoción
primaria.
3. Pensamiento
crítico-reflexivo con el que reinterpretamos la realidad,
ajustándola a los principios bíblicos.
4. Asimilación
de ese nuevo pensamiento.
5. Nueva
emoción causada por el pensamiento reflexivo.
6. Nueva
actitud.
Aplicaciones
prácticas
a) Hay circunstancias controlables e
incontrolables. Entre las primeras podríamos citar una muy sencilla: la música.
Escuchar continuamente o cada cierto tiempo canciones de desamor provoca un efecto demoledor y
descorazonador sobre las emociones, los pensamientos y el estado de ánimo en
general. Por lo tanto, éstas y otras muchas (las que son controlables)
hay que cambiarlas sí o sí en el caso de que sean perniciosas: lo que vemos (la
telebasura), lo que leemos, los temas de conversación, etc. Hay otras (estímulos
externos) que en muchas ocasiones no dependen de nosotros y no podemos
evitarlas: Una enfermedad, un accidente laboral, un despido injusto, una
guerra, una infidelidad, el desprecio del prójimo, que nos mientan, etc.
b) Las emociones primarias que sentimos
ante esas circunstancias son prácticamente instantáneas; recordemos: Alegría,
Tristeza, Ira, Miedo y Asco. Además, éstas no pueden “dimitir”, como
trata de hacer “Miedo” en un momento determinado de la película.
c) Antes de dejarnos llevar, dominar y
arrastrar por el sentimiento negativo que nos provoca el estímulo externo,
tendremos que detenernos para reflexionar
y ver qué dice Dios al respecto en Su Palabra. Mientras más la conozcamos y
más entrenemos este procedimiento,
más fácil nos será aplicarlo. Es lo que se conoce como Pensamiento crítico-reflexivo
con el que reinterpretamos la
realidad
d) Una vez que vayamos asimilando ese
nuevo pensamiento (a base de insistencia), nuestras emociones irán cambiando
ante los estímulos externos y las circunstancias. En consecuencia, nuestro
comportamiento y estilo de vida también lo harán. Es lo que la psicología llama
“terapia cognitiva conductual”, pero en términos divinos es “terapia bíblica”,
la cual es muy superior: “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo
puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si
algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).
¡Ojo! En muchas ocasiones, nuestra
conducta deberá ir antes que el nuevo sentimiento, por la sencilla razón de que
no siempre un pensamiento bíblico correcto provocará instantáneamente una
emoción correcta. Eso lleva su tiempo. Por ejemplo, si la Palabra nos dice que
no paguemos a nadie mal por mal (cf. Romanos 12:17) y que se quite de nosotros
todo enojo, ira, gritería y maledicencia (cf. Efesios 4:31-32), no podemos
esperar siempre a que un segundo después de que nos insulten o falten el
respeto gravemente sintamos amor, misericordia y benignidad. Como he dicho,
cambiar los pensamientos y los sentimientos es un trabajo a largo plazo que
terminará dando sus frutos, pero que en un primer paso suele comenzar con una
nueva actitud ante las circunstancias. Así, en lugar de predominar lo tóxico de
nuestra naturaleza caída, lo hará su opuesto: alegría, sinceridad, serenidad,
afabilidad, tolerancia, lealtad, afecto, paz, contentamiento, educación,
fidelidad, honestidad, humildad, sencillez, etc.
Aunque tenemos una nueva naturaleza, no
somos robots ni perfectos, y no olvidemos que en nuestro ser interior sigue
existiendo la naturaleza caída que tiende al mal, por lo que no siempre
alcanzaremos el ideal. En esos casos, tendremos que anteponer la conducta (la
obediencia al mandamiento de Dios) al sentimiento. Para no desanimarnos,
tengamos presente que durante esta vida estaremos siempre en el proceso de
“santificación”, pero que el de “glorificación” no lo alcanzaremos hasta pasar
“al otro barrio”.
e) Incluso si las circunstancias no
cambian y las emociones negativas duran más tiempo del previsto, si ADOPTAMOS y
ASIMILAMOS los pensamientos de Dios, el fruto del Espíritu se manifestará y
tomará el CONTROL, por encima de los sentimientos. Esa es parte de la locura
del Evangelio y del Dios que está por encima de nosotros y de los personajes que conviven en la CENTRAL de
Inside Out.
Esto que hemos visto es
la manera para cambiar nuestro “tren del pensamiento”
y que llega a la “central”.
Una vez que hemos
analizado cómo cambiar los pensamientos-emociones, tenemos que preguntarnos:
¿Cómo salió Riley de su situación? ¿Cómo volvió la alegría a ella? ¿Qué papel
relevante y fundamental jugó la tristeza? ¿Sobre qué islas de la personalidad
asentamos nuestra vida?
*Continua en “Inside Out: Aprendiendo
del dolor & Recuerdos y nuestras islas de la personalidad”:
[2]
Lugar donde los “personajes” sufren una “transformación” que consta de cuatro
fases: 1)Fragmentación objetiva, 2)Deconstrucción, 3)Bidimensionales, 4)No
figurativos. Puesto que se escapa a mi propósito, no entraré a analizar estos
aspectos, ni otros citados en la película como “Deja vú”, “Proceso lingüístico”
o “Razonamiento deductivo”.
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