Si escuchas atentamente a cualquier joven en el presente
–y no tan joven-, identificarás rápidamente cuáles son sus intereses, gustos,
aficiones y prioridades, algunas saludables y otras no tanto: novios y novias,
amistades, multitud de diversiones, fiestas, bailes, estudios, ropa, sexo,
redes sociales, discotecas, pubs de moda, música, viajes, excursiones,
vacaciones, compras, cine, series y programas de televisión, deportes,
gimnasio, alcohol, internet, videojuegos, etc. Son el “abc” que ocupan su mente
y prácticamente la totalidad de su tiempo, teniendo un conocimiento increíble
sobre estos asuntos. Junto a las alegrías, tristezas, problemas y vicisitudes
que se les van presentando en sus vidas, para la inmensa mayoría de ellos buena
parte de lo citado es “su todo”. Viven el día a día, enfocándose
en sus metas y luchando por sueños futuros, pero de ahí no pasan.
Encontrar personas con inquietudes y genuinamente
interesadas en hallar respuestas a temas trascendentales es un verdadero
milagro. Se fascinan antes por los Ovnis, las casas encantadas, las teorías de
la conspiración, los Illuminatis, las filosofías orientales y demás cuestiones
estrafalarias. Algunos sí se las plantean de vez en cuando, pero no van más
allá de breves conversaciones y de lanzar frases filosóficas al aire. Se quedan
en las interrogantes, tanto por el rechazo que les provoca la religión
organizada-tradicional (sea católica o evangélica), como por la idea que les
han vendido desde el humanismo de que la creencia en un Ser superior es un
pensamiento ancestral de nuestros antepasados cavernícolas no-evolucionados. Cuando
les desarrollas una realidad diferente, la mayoría se pone a la defensiva (“También hago cosas buenas”); otros
pasan directamente al ataque (“¿Y tú qué?”;
“A ti te han lavado el cerebro”); y los menos te reconocen que llevas razón
porque no suelen reflexionar sobre determinadas materias.
Personas
que salen de la norma
La rareza está en la minoría de individuos que se hacen
preguntas impropias de su edad y no se quedan en la simple formulación de las
mismas, sino que buscan las respuestas más allá de la superficialidad que nos
invade. En este caso, cinco chicas que se plantean cuál es la manera concreta en que pueden servir a Dios, puesto que
la vida no se resume únicamente a esas actividades que parecen programadas por
la sociedad para nuestro consumo y disfrute. Ese es el verdadero trasfondo
apasionante e interés del programa “Quiero ser monja”, más allá de lo
desacertado de algunas de las doctrinas del catolicismo romano que se muestran
sutil o directamente en el espacio (mariología, eucaristía, misa, confesión,
vida monástica, etc).
Sé que en un principio puede ser difícil tomarse en serio
un espacio televisivo que usa de música de fondo en la primera aparición de las
monjas la banda sonora de 28 semanas
después (una película de zombies), o una pieza de la cinta de ciencia
ficción Interstellar cuando tuvieron
que entregar sus móviles al entrar en el convento de clausura. Puede que fuera
casualidad, pero creo que no me equivoco si afirmo que ese tipo de detalles son
parte del curioso humor de los productores queriendo llamar la atención para
vender el producto, aunque hay que agradecerles que no hayan tomado el camino
del morbo, que hubiera sido lo fácil. Pero si quitamos este tipo de añadiduras
y algunas situaciones un poco ridículas, nos queda un pozo amplio para
reflexionar profundamente en el sosiego de nuestra mente.
El simple hecho de escuchar de la boca de jovencitas entre
20 y 23 años pensamientos bien hondos es digno de destacar y analizar. Quizá tú
seas como ellas. Quizá te hagas las mismas preguntas. Quizá te planteas los
mismos temas. Quizá quieres ir más allá de la superficialidad que te rodea. O
quizá, hasta ahora, no te has cuestionado nada, pero quieres dar el primer paso
y este puede ser tu momento. Personalmente, me he sentido muy identificado con
estas chicas porque me recuerdan muchísimo a mi adolescencia: las mismas
inquietudes, la misma sensación de que “algo falta” y la misma búsqueda al
sentido de la vida. Mi “hallazgo” personal ya lo expliqué en Buscando
el sentido a la existencia: (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/04/mi-historia-buscando-el-sentido-la.html).
Ideas iniciales
La inmensa mayoría pensará que ellas son “bichos raros”,
pero basta con ver sus vidas en general para contemplar que son como cualquier
otra persona de la sociedad occidental: son estudiantes o trabajan (Fernanda, 23 años,
auxiliar de enfermería), tienen sentido del humor, les gusta la música, cantan
(Jaqui, 22
años, estudiante de filosofía), se maquillan, una tiene novio (Juleysi, 20
años, estudiante de moda), otra fue modelo (Janet, 23 años, administrativa) y, en términos generales, son cariñosas, alegres,
espontáneas, naturales, simpáticas y bromistas como Paloma (20
años, estudiante de Educación Social).
Puede parecer que unas se lo toman más en serio que otras
o que alguna sobreactúa, pero creo que no es así y que la apariencia depende
del carácter personal (extrovertido en unas e introvertido en otras), de su
educación y de su cultura original (hay dos sudamericanas). Sea como sea, las
conclusión es que son de carne y hueso, con sus virtudes y defectos, puesto que
incluso entre ellas tienen sus tensiones, roces y berrinches. Podrán caernos
mejor o peor según nuestros gustos y preferencias, pero a todas les otorgo el
beneficio de la duda y prefiero pensar bien de ellas. Esto lo digo porque en
Internet ya he leído a los típicos burladores penosos que no tienen otra cosa
que hacer que reírse de ellas de manera hiriente y considerarlas
como fanáticas religiosas. Es triste y lamentable que, por ejemplo, algunos
hayan tratado de descalificar la búsqueda espiritual de Janet por su pasado
como modelo. Lo que no saben estos individuos llenos de prejuicios es que son
esclavos, viven en tinieblas y están perdidos, mientras que ellas son libres en
su búsqueda de la verdad, y por eso se muestran emocionadas y nerviosas.
Para mí, el hecho de que se planteen si quieren ser
monjas es solo el velo que oculta lo que anhelan en realidad: todas quieren llenura,
propósito y felicidad. Ni más ni menos, lo que cualquier persona con sentido
común de este mundo desea. Aunque estoy totalmente convencido de que el camino
que se propone es errado, pienso que como exploración les puede servir para
hallar el fin. Por eso, para lo que quiero exponer, me sirve perfectamente
contar sus vivencias. Así que, para empezar, si eres un “buscador” o una
“buscadora”, partamos de las palabras iniciales de algunas de las chicas:
- “Dios tiene
que estar en el centro de mi mundo. Si no está Él, mi mundo se derrumba” (Juleysi).
- “Desde pequeña siempre he sentido que Dios
me pedía algo más. [...] Cristo es mi hombre, eso siempre lo he tenido claro”
(Paloma).
- “Para mí lo más importante, aunque suene muy friki, y muy raro, y la
gente no me va a entender, e incluso me diga que estoy loca, pues lo más
importante es Dios. [...] La locura de Jesús es dejarlo todo por amor. Yo
quiero seguir esa locura [...] Dios es un Dios vivo que lo podemos ver
sobretodo por Jesucristo” (Fernanda).
- “Jesús
es como mi amigo” (Jaqui).
Sin contar en estrofas de canciones, puedo
contar con los dedos de una mano las veces que he oído a mujeres tan jóvenes
hablar de esta manera. Es todo un logro que haya personas que
lleguen a tomar conciencia de que nada de lo que hay en el mundo les puede
llenar su ser interior y ofrecer un propósito para la eternidad. Lo que más
suele darse es justo lo contrario: aquellos que “rompen con todo” pero en el
sentido negativo, dedicándose a vivir en “los deleites temporales del pecado”
(Hebreos 11:25): se alejan de los verdaderos cristianos para no sentirse mal en
presencia de ellos ya que no tienen nada en común y se juntan con los que viven
igualmente en tinieblas, dejan a Dios por completo (si es que alguna vez
supieron algo de Él) y cambian su manera de pensar transformando así su manera
de ser y vivir de manera progresiva.
Así que, visto este contraste, a día de
hoy, por lo que respecta a estas cinco chicas, Chapeau; me quito el
sombrero ante ellas. El grado de sinceridad o lo que hagan en unos años ya es
cosa suya. Lo que sí deseo y espero es que se tomen más tiempo para reflexionar
–como en el caso de Paloma y Fernanda que ya han decidido-, sin basarse tanto
en la experiencia que han vivido.
Enfoque errado
Reconociendo
con toda naturalidad que las monjas son fieles y consecuentes a sus creencias,
que realizan una EXTRAORDINARIA obra social, y que las que han aparecido en el
programa eran muy cariñosas y emotivas, el problema del programa reside en que la
esencia y premisa principal es al mismo tiempo su mayor equivocación, ya que se
hace creer que la vida cristiana tiene dos
compartimentos: la consagrada y la no-consagrada, la religiosa y la
no-religiosa, la espiritual y la no-espiritual. Este es un error que arrastra
el catolicismo romano desde hace siglos. Para muchos de sus fieles –puesto que
les han educado así-, la vida
espiritual consiste en asistir a misa, comulgar, rezar, guardar algunas fiestas
conmemorativas, hacer buenas obras, participar en romerías, etc. Sutilmente, en la
mentalidad de algunos de nosotros también se ha infiltrado dicha idea, al creer
que la consagración está enfocada exclusivamente
en participar frecuentemente de los cultos, cantar, orar, evangelizar, etc. Mientras
más intervenga el cristiano en todo esto, más consagrado estará. Esto es lo que
creemos o nos han hecho creer. Parece que el resto de los aspectos de la vida
son secundarios, como si Dios no le concediera importancia a lo que hagamos o
dejemos de hacer fuera del local de reunión de la iglesia local, y eso no es
así.
En términos bíblicos, no hay distinción entre ambos aspectos.
La misma Teresa de Jesús dijo que “también entre los pucheros anda el Señor”. Para el creyente toda su vida tiene una
connotación espiritual. Tampoco existen ocupaciones religiosas y no-religiosas.
Para el cristiano, todas las son. Pablo dijo: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para
el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:23).
¡Todo! ¡Sin distinción entre una parte de la vida y otra!
En la vida del “nacido de nuevo” no hay
partes consagradas y partes no-consagradas. De las acepciones del
diccionario respecto al término consagrado,
la que concuerda con el pensamiento de Dios es “dedicarse con especial esmero y atención alguien o algo a un
determinado fin”[1]. La vida consagrada no es
posesión exclusiva de aquellos que se dedican a ministerios reconocidos o a
labores consideradas espirituales en lugares teóricamente “sagrados”. Incluye
también a todos los cristianos: al padre que provee para las necesidades de su
familia, al pediatra que cuida a los críos como si fueran sus propios hijos, a
la ama de casa que se esfuerza por educar emocionalmente sanos a sus hijos y al
joven que es honrado y ayuda a los demás según sus posibilidades económicas.
Recordemos que desde el Nuevo Pacto el sacerdocio incluye
a todos los creyentes que han nacido de nuevo. Para el Señor todos los cristianos somos “linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios”
(1 Pedro 2:9) y hay muchas maneras de servirle: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de
antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10). Comprender esta
idea tan clara nos llevará a no compararnos ni a dejarnos arrastrar por
sentimientos de superioridad o inferioridad ante otros hermanos en Cristo.
La
doble cara
No entender esta clara realidad lleva a
muchos a comportarse de una manera u otra en función de la actividad realizada y del
lugar donde se encuentren. Por citar un ejemplo muy reciente: cuando el
futbolista Neymar ganó el mundialito con su club el pasado mes de diciembre,
apareció en la celebración con una cinta en la frente donde ponía “100% Jesús”,
mientras supuestamente oraba de rodillas. Sin embargo, aunque en sus
entrevistas cita a Dios por aquí y por allá de cuán importante es para él,
luego le vemos llevar una vida desordenada, de fiestas, de despilfarro y
derroche de dinero, de fraude fiscal, de patadas, de falta de respeto e
insultos graves a los rivales, etc. Como cristiano me irrita y siento vergüenza
ajena del mal ejemplo que ofrece alguien que dice serlo cuando en la televisión
leo en sus labios los “piropos” que le dedica a los jugadores del equipo
contrario. Y ante esto no valen de nada las citas bíblicas que escribe en sus
redes sociales, como cuando copió Efesios 6:11 (“Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis
estar firmes contra las asechanzas del diablo”).
Nunca me ha valido ese dicho que citan
los futbolistas: “lo que ocurre en el campo se queda en el campo”. ¡Ni que tuvieran
doble personalidad como Gollum! En
lugar de reconocer sus errores, es la manera que tienen de quitarle hierro al
asunto y de excusar el mal
compartamiento en el terreno de juego, alejando de ellos la culpa. En el caso
del brasileño, las críticas que recibe no es por su supuesta
fe –que me cuesta muchísimo creer-, sino por su conducta y estilo de vida. Lo
triste que es mientras marque goles esto no le importa a muchos. Quizá
él sea otros de los que piensa que Dios no está fuera del local de reunión de
la iglesia. No quiero hacer leña del árbol caído y ojalá cambie –ese es mi
deseo-, pero en el presente su comportamiento habla bien alto.
Esto mismo lo vemos en personas que no
son famosas: creyentes que tienen una vida eclesial activa pero tienen
noviazgos de yugo desigual y relaciones sexuales prematrimoniales, usando como
excusa extrañas interpretaciones de las Escrituras; personas muy “santas”
cuando se reúnen con otras de su misma fe pero que en su trabajo les falta
integridad, que no les importa ser “chapuceros” o contar chistes verdes;
cristianos que ofrendan sistemáticamente pero luego se quedan con el dinero que
se encuentran en una cartera perdida o del que no les pertenece tras la
devolución errónea de una dependienta en el supermercado; oradores que claman
con los ojos llenos de lágrimas por la conversión de los que no conocen al
Señor, pero que luego exudan fuego al afirmar que ellos no oran por los
gobernantes y que desean el exterminio de algunas etnias del planeta; fieles
que toman la santa cena de forma ceremoniosa y con caras serias cuando horas
antes tenían las venas llenas de abundante alcohol y los pulmones de la
nicotina del tabaco; hombres que los domingos saludan con un puro y casto beso
a las damas cuando el sábado por la noche tratan de seducirlas; mujeres que
visten con total elegancia en las mismas reuniones pero que cuando salen a
cenar esconden bien poco de su anatomía en su búsqueda de atención y
admiración; chicos que hablan con un respeto reverente en presencia de sus
mayores pero cuando ven un partido de su equipo favorito abundan las palabras
malsonantes y los vulgarismos escritos en Twitter
o en grupos de Wasap. Todos ellos
deberían saber que la bipolaridad espiritual no puede tener cabida dentro del
verdadero cristiano.
Días antes de terminar este escrito,
tuve un sueño –más bien una pesadilla- donde me veía a mí mismo en mi época de
estudiante. No sé si influenciado por llevar varios días reflexionando sobre
este tema, aparecía un antiguo profesor que era un ejemplo más de lo que estoy
describiendo. Aunque era sumamente religioso, tanto en persona como en el aula
era una mezcla de ogro y vampiro: aterrador y desagradable, hasta el extremo de
que parecía disfrutar humillando y menospreciando a los alumnos (de entre 15 y
17 años), con los que incluso llegó a tener más de un altercado serio. Pero
claro, para la mayoría de nosotros era la “autoridad” y nadie se atrevía a
levantar la voz puesto que en aquellos tiempos el maestro siempre tenía más
crédito y se le daba la razón (todo lo contrario que ahora). La realidad es que
nunca soporté esa doble cara y lo consideraba un hipócrita, así que lo evité
todo lo que pude, aunque intuyo que por la expresión de mi cara ante él sabía
que no era de mi simpatía. Ante personas así no puedo disimular. Como dice Jaqui: “Hay gente que es muy ´creyente´
y se sabe la historia de la creación de ´pe` a ´pa`, van a misa cada domingo, y
luego no son capaces de estar bien en su entorno familiar o de ayudar a un
amigo”. Lo mismo podría aplicarse a otros “creyentes” de la otra rama
cristiana, evangélicos de culto diario y que actúan igual.
Como todos estos modelos, nos
encontramos centenares de historias de individuos que toman de la Biblia lo que
quieren y cuándo quieren, obedeciendo únicamente lo que les gusta. Y no me
refiero al que lucha contra su naturaleza caída, tropieza y se levanta tras
arrepentirse, sino al que actúa así por norma.
Todo esto significa que no podemos
tener una doble cara ni comportarnos
de manera diferente en función de la tarea realizada y del lugar donde nos
encontremos. Tenemos que ser iguales siempre. Como dijo Ghandi: “La vida es un todo indivisible”. La integridad que mostramos en
las llamadas “actividades eclesiales” debe ser luego la misma en los estudios,
en el trabajo y en las relaciones personales. Nuestra obediencia a la Palabra
de Dios no debe variar según nos convenga, obedeciendo algunos mandamientos y
pasando por alto otros de manera voluntaria. La santidad que mostramos ante el
resto de creyentes debe continuar entre los incrédulos y cuando estamos a
solas. Nuestro vocabulario debe ser puro independientemente de con quien
hablemos. Y así en todas las demás cuestiones en que seamos partícipes:
política, deportes, aficiones, etc. Lo contrario sería una especie de “postureo
religioso”.
Vocación: Hablando
a todos
¡Hay tantas cosas que me gustaría
decirle a las chicas de Quiero ser monja y
a los que piensan como ellas! Casi con total seguridad no me leerán –ni sé la
manera de hacerles llegar este escrito- pero espero que presten atención
aquellos que tienen sus mismas incertidumbres:
- Como dejamos claro, la
consagración/religiosidad/espiritualidad no está limitada a una actividad o
lugar. Toda la vida lo es o no lo es. No hay término medio. La vida cristiana
comienza con el nuevo nacimiento (No
soy religioso, ni católico, ni protestante: Simplemente cristiano:
http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/09/no-soy-religioso-ni-catolico-ni.html).
Ni
antes ni de ninguna otra manera. Es a partir de ahí donde cada uno debe
encontrar la manera de servir a Dios según los dones que ha recibido.
En términos bíblicos, no hay dos compartimentos ni distinción
entre el cristianismo clerical y
el laico. Existen diversos ministerios y funciones, algunos muy visibles y
otros no tan llamativos, pero no por ello menos necesarios y significativos. Lo
vemos claramente en uno de los muchos ejemplos vistos en el Nuevo Testamento:
unos se dedicaban a servir a las mesas de las viudas y otros a predicar el
Evangelio (cf. Hechos 6:1-5).
- La vida de un creyente no implica
vivir como un amish o en un monasterio
como asceta con otros creyentes –sea en una vida activa o contemplativa-, ni
hacer voto de silencio, no tener espejos o besar el suelo. Y mucho menos con
una reja de separación. ¿O alguien se imagina a Jesús visitando a sus amigos y
familiares con unos barrotes de por medio? Todo esto son mandamientos humanos.
Por mucho que lo crean las monjas de clausura, Dios no llama a nadie a vivir en enclaustramiento y eso no
significa que las personas no estén oyendo Su voz porque no quieran vivir así.
Mezclar lo uno con lo otro es un nuevo error. Tampoco es la manera exclusiva de
hallar la paz y la felicidad como algunas de las protagonistas afirman, ya que
esto es parte del fruto del espíritu (cf. Gálatas 5:22) y accesible a todo
cristiano verdadero como Jesús explicó en las bienaventuranzas (cf. Mateo
5:2-12), independientemente de las circunstancias. Lo comprobaréis al estudiar
detenidamente los Hechos de los Apóstoles y las cartas del Nuevo Testamento.
- Tened en mente un simple hecho
histórico: el movimiento monástico surgió en primer lugar en el desierto en el
siglo IV como reacción al paganismo que se introdujo en el cristianismo y a las
falsas conversiones cuando esta religión se convirtió en la oficial del Imperio
con Constantino. La moralidad y la espiritualidad cayeron sobremanera, hasta el
extremo de que muchos verdaderos creyentes decidieron alejarse del
“cristianismo estatal” para vivir una vida pura como ermitaños. En términos
humanos, era comprensible. Pero la realidad es que Cristo no nos llamó a vivir
apartados por miedo a contaminarnos del pecado, sino a ser luz “en medio” de
las tinieblas sin ser arrastrados por ellas, como Él mismo hizo, junto al resto
de cristianos de los primeros siglos: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte
no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino
sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre
vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”
(Mateo 5:14-16).
- No hay nada malo per
se en maquillaros con sencillez y no tenéis que vestir con hábitos. Jaqui
lo señala claramente: “no vas a ser peor
persona o mejor si vas sin maquillaje
que con”. Se nos llama a
renunciar al pecado, y en este tema en particular el equilibrio está en huir de
la vanidad y en ser moderadas dentro de vuestra propia elegancia (¿Cómo
debe vestir una mujer cristiana?: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/10/77-como-debe-vestir-una-mujer-cristiana.html).
- Podéis tener un móvil y sacarle utilidad
sin problemas, siempre que no se convierta en la “droga” que es para muchos que
no pueden dejar de mirarlo cada cinco minutos y viven pegados a él como una
extensión de su cuerpo (vosotras mismas confesáis que sois adictas; ese es el
problema y no otro). E igualmente podéis disfrutar de todo lo sano que Dios ha
creado para nosotros sin ataros por ello (¡Vive! Disfrutando sanamente:
http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/01/81-vive-disfrutando-sanamente.html).
- No tenéis que renunciar a vuestra familia como algunas creéis. Seguir
a Dios no significa elegir entre Él y la familia. Son compatibles. Pedro dijo
que él y el resto de apóstoles lo dejaron todo para seguirle (cf. Marco 10:28),
pero esto no incluía abandonar a sus esposas (cf.
Mateo 8:14; 1 Corintios 9:5). Puede que, por ejemplo, un misionero tenga que escoger un estilo de vida
que le impida pasar mucho tiempo con su familia natural, pero tampoco esto es
sinónimo de “adiós, hasta nunca”.
- Habláis de dar y entregar amor, de ayudar a los pobres
escuchándolos, de llevar a cabo obras sociales, de transmitir valores que se
han perdido, de servir a la humanidad, etc. Y lo lleváis a cabo. Admirable.
Pero os vuelvo a decir que ese es el llamado a todo cristiano, no solo a un
sector pequeño y en concreto, ni tampoco exclusivo a los que están consagrados a una parroquia: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo
Jesús para buenas obras, las cuales
Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10). Hay muchas maneras
de servir a Dios, como podéis comprobar en ¡Vive! La
réplica a la sociedad: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/01/82-la-replica-la-sociedad.html.
Vocación: Hablando
a los que piensan como esas chicas
- A Jaqui: “Me llena (la Biblia), es como escuchar música. Me ha enseñado a
hacer todo con amor, hasta ponerme los guantes para limpiar un retrete lo hago
con amor”. Poco más qué decir a esas palabras. Si acaso, aconsejarte que
todo lo que otros te enseñen de ella lo compruebes por ti misma (el amor que te
ofrezcan no es garantía absoluta de que lleven la razón), no olvidando nunca el
contexto de los pasajes y la enseñanza global de las Escrituras, puesto que
muchos cometen el error de tomar varios textos sueltos y establecer a partir de
ellos una enseñanza.
Tanto a Jaqui como a
Janet –como sois hermanas- os pediría que, para empezar, aclaréis la base de
vuestras creencias y en qué os basáis para ellas. Esto lo digo porque tenéis
muchas ideas de otras religiones y de filosofías orientales, y se os nota
claramente cuando habláis de “energías”, “vibraciones”, “encarnaciones”, en el
intento Janet de querer hacer el Ramadán o en las palabras de Jaqui (“para mí la religión es amar, entonces qué más
da que seas de una o de otra”). Vuestra doctrina debe basarse en la Biblia
o no hacerlo, pero no es posible hacer un sincretismo de diversos credos. Jesús
fue claro al respecto: “Si vosotros
permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”
(Juan 8:31-32).
- A Janet, quien dijo: “Creo que ser monja es una forma de ser feliz a contracorriente”. Ser feliz
contracorriente es mucho más que ser monja o fraile, ni tampoco es algo único
para los que eligen este tipo de vida. Ir contracorriente es pensar, sentir y
vivir de la manera en que Dios enseña, tan opuesta a la que este mundo predica
a los cuatro vientos: “No vivan ya según los
criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para
que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es
decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto” (Romanos
12:2; DHH). Esa es la verdadera libertad.
Por otro lado,
investiga y reflexiona sobre todos los temas que te han enseñado. Si tanto a tu
hermana como a ti os choca que haya imágenes de oro en un templo, puede que haya más
cuestiones que no te cuadren al compararla con las enseñanzas de Jesús.
-
A Juleysi: Su mayor duda
es que no sabe si elegir a Dios o a su novio: “Todavía no tengo claro
a quién quiero más. A los doce años quería ser monja y es una duda que debo
resolver: descubrir si quiero pasar mi vida con Dios o con Alberto”. La respuesta a esta duda que la
carcome es muy sencilla: como ya dije respecto a la familia, servir a Dios y
estar casado no es incompatible. No tienes que elegir entre el Altísimo y el
amor, entre un chico y la fe. No todos los cristianos tienen que permanecer
solteros y célibes. Así lo enseñó Jesús: “No todos son capaces de
recibir esto, sino aquellos a quienes es dado” (Mateo 9:11). Pedro mismo
estaba casado (cf. Mateo 8:14) e incluso otros apóstoles iban acompañados de sus esposas: “¿No tenemos derecho de traer con nosotros
una hermana por mujer como también los otros apóstoles, y los hermanos del
Señor, y Cefas?” (1 Corintios 9:5). Ten presente otro dato histórico: no
fue hasta el año 1123, en el I Concilio de Letrán, que la Iglesia católica
prohibió el matrimonio, lo cual no tiene ningún apoyo bíblico, más bien nos
avisa de tal equívoco (cf. 1 Timoteo 4:3) que ha traído innumerables
desgracias.
Tú
misma señalas que amas a Dios un poco más que a tu novio. ¿Algún problema?
¡Ninguno! ¡Ese es el orden correcto! ¡A eso resumió Jesús los dos grandes
mandamientos!: “El primer mandamiento
de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y
con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es
semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que
éstos” (Marcos 12:29-31).
Mientras más ames a
Dios más amor tendrás de cara a tu pareja.
Ese es
un tema bastante claro. Ahora bien, no es esa la pregunta que tienes que
hacerte sino otra que ya le planteas a tu novio justo al final del último
programa: él no es creyente y vais a chocar si eso no cambia. Dices que lo amas,
pero debes meditar seriamente en este texto: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (2 Corintios 6:14). Es ahí donde verás qué tienes que hacer
con esa relación. En el caso de que tú hayas “nacido de nuevo” (materia que
tienes que investigar), si él da el paso de fe la respuesta es sencilla. Pero
si no se da el caso... De ahí la importancia que lo analices cuanto antes. Recuerda
que estas palabras de Pablo son un mandamiento, no un consejo o una sugerencia.
Si quieres profundizar sobre este tema, te emplazo aquí: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/07/91-enamorado-de-un-inconverso-es_96.html;
http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/07/92-enamorado-de-un-inconverso-cuando.html
- A Paloma: “Yo siento que Cristo es mi hombre. Para mí está
vivo y me he enamorado de Él”. La que más me ha impresionado de todas. Te llaman muchísimo los votos
de pobreza, castidad y obediencia en el
que viven las monjas. El segundo ya lo comenté, y el primero y el tercero es
algo que, de manera equilibrada, enseña la Biblia para todos los creyentes una
vez más: sin opulencias y obedeciendo a Dios en Su Palabra. Generosidad
y contentamiento, se tenga mucho o poco (Elysium:
¿Ficción o realidad?: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/08/elysium-1-parte-ficcion-o-realidad.html).
Es la
manera en que vivía Pablo, fuera cual fuera su circunstancia: “No lo digo porque tenga escasez,
pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir
humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así
para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para
padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”
(Filipenses 4:11-13).
Como hago con las otras chicas, sí te animo de corazón a que revises a la luz de TODA la Escritura
cada una de las doctrinas que has aprendido en el catolicismo en general y en
el camino “neocatecumenal” en particular.
- A Fernanda: “Un
día en misa sentí que no hablaban de San Pedro, sino de mí. Sentía un fuego por
el pecho. Hablé con sacerdotes y me dijeron que era claramente una llamada
divina”. Para no repetir todo lo anterior (que no hace
falta ser monja para encontrar el propósito y la vocación), añado un único
apunte: el modo de servir a Dios (que llamas la llamada divina) debe estar en consonancia con lo que enseña la
Biblia y no tanto por emociones o sentimientos, que no son un buen baremo para
medir la espiritualidad. Como al resto de tus compañeras, te recomiendo
fervientemente que estudies por ti misma la Palabra sin prisas ni ideas
preconcebidas. Que sea Dios quien te guíe, no las opiniones de terceros (por
muy buena fe que tengan) o la cantidad de personas que crean lo mismo. Esto es
algo entre Dios y tú, y nadie más. Puedes empezar escudriñando qué es, según el
Nuevo Testamento, la Iglesia. Y lo más importante es qué tiene que ver la
muerte de Cristo en la cruz contigo y su relación con tus propias palabras “me considero una persona muy insignificante, bastante
pecadora y no del todo buena”. Nada mejor para descubrirlo que las cartas a los
Gálatas y a los Romanos.
Sobre el tema de los chicos (“Me encantan, pero no son imprescindibles”), te remito a la respuesta ofrecida a Juleysi, aunque añado un
pequeño apunte: el único que “completa” es Dios, no una pareja; ésta, en todo
caso, lo que hace es “complementar”. Entender la diferencia entre ambos
conceptos es fundamental para no caer en el error que vende la sociedad con la
idea de la media naranja (¿Incompletos
sin pareja?: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/04/2-incompletos-sin-pareja.html).
Espero que todos aquellos que se encuentran en la búsqueda de su vocación
y de la verdad la encuentren. Es una promesa de Dios si el deseo del corazón es
genuino: “Me buscaréis y me hallaréis, porque
me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jeremías 29:13).
Por lo demás, mostremos una sola cara
sin dividirnos en dos. Seamos verdaderamente genuinos.
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