Venimos de aquí: Las abismales
diferencias entre Jesús y Superman: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/04/las-abismales-diferencias-entre-jesus-y.html
Una vez que analizamos profundamente las
gigantescas diferencias entre Jesús y Superman, hoy llegaremos a la conclusión
de que el mundo –incluyéndote a ti y a mí- necesita un Salvador y un corazón
transformado.
La Escritura es suficiente por sí misma
y no voy a añadir nada a ella, pero volveré a usar en parte a un icono de la
cultura popular –que, como ya expliqué, me infunde algunos sentimientos al
evocar mi infancia- para llegar a ciertas verdades espirituales de una manera
amena, al menos a mi parecer. Salvando las distancias, es el método que
empleaba Jesús en las parábolas: se servía de todo lo que había a su alrededor,
fuera la naturaleza o las costumbres humanas, para llevar a las personas a
reflexiones profundas. Como dijo el pastor Quentin Scott: “Si me das la oportunidad de hablar con alguien acerca de Jesucristo,
y puedo hacer eso gracias a esta película, se trata de una victoria, porque se
trata de la difusión del Evangelio”. Y esto, por mi parte, como he
insistido una y otra vez, no tiene la intención de igualar a ambos personajes
como han hecho otros, sino realzar sus diferencias para llegar a determinadas
conclusiones prácticas.
El cine,
la literatura, y otras muchos aspectos culturales son herramientas de nuestra
erudición folclórica y me sirvo de ellas cuando la ocasión se presenta. Y eso
no significa que desconfíe en el poder de Dios y de Su Palabra, puesto que es
ésta la fuente de todo y la que termina hablando al corazón humano. Pero
como dije en la primera parte, si no te gusta este método, y como no quiero
enojarte ni hacerte perder el tiempo, puedes dejar de leer cuando lo desees.
Esto lo digo porque cuando otros autores han escrito del tema usando a esta u
otras figuras ficticias, algunos “cristianos” (muy pocos, gracias a Dios) les
han soltado todo tipo de improperios, acusándolos de volverse a las fábulas,
incluso señalándolos de pregoneros del Anticristo y demás barbaridades, usando
contra ellos textos apocalípticos y de condenación, actitudes ante las cuales
siento vergüenza ajena. Se puede estar en desacuerdo, pero nunca faltar el
respeto a un hermano. Así que si quieres opinar sobre estas líneas, tendrás que
leerlas en su totalidad para entender a dónde quiero llegar.
El
concepto de salvación
Lois Lane publicó un artículo en el Daily Planet que le valió el premio
Pulitzer, con el cual llevaba soñando toda su vida. El título era: “Por qué el
mundo no necesita a Superman” (why the world doesn´t Need Superman).
Fue su manera de desprestigiar al héroe. Sin embargo, al final de la misma
película, nos encontramos a Lois delante de la pantalla del ordenador escribiendo: “Por qué el mundo
necesita a Superman” (why
the world Needs Superman). En nuestro mundo real, la sociedad se
debate sobre si los seres humanos necesitamos un Salvador o no, decantándose
mayoritariamente por la segunda opción. Aquí mi reflexión al respecto.
En Superman Returns (Bryan Singer-2006),
infravalorada en mi opinión[1],
se nos cuenta que el hombre de capa roja y un
“S” en el pecho estuvo cinco años viajando por el espacio porque los astrónomos
habían descubierto los restos de su planeta y él quiso comprobarlo por sí
mismo: “Aquello era un cementerio”, le confesó a Martha –su madre- tras
regresar. Su compañera de trabajo y sentimental se sintió desolada ya que él ni
siquiera se despidió. Profundamente enojada y dolida, escribió el artículo mencionado.
Cuando se reencontraron, Superman le preguntó porqué escribió tales palabras, a
lo que ella contestó: “El mundo no
necesita un salvador, ni yo tampoco”. El superhéroe se mostró contundente: “Has escrito que el mundo no necesita un
salvador, pero cada día oigo a la gente clamar por uno”.
Aquí
tendríamos que empezar por definir qué entendemos por “ser salvado”. En
términos humanistas, sería como el que vemos continuamente en la saga de
películas: salvado de los peligros de la naturaleza, de un accidente de avión, de
los planes megalómanos del villano de turno, de los ataques terroristas o de
amenazas alienígenas. La misma idea, sin llegar a extremos tan fantasiosos, la
encontramos en nuestra sociedad: queremos personas –políticos, empresarios,
líderes- que arreglen y cambien el mundo, que proporcionen trabajo, casa, alimentos,
electricidad, agua y demás necesidades y bienes a toda la población del
planeta.
Si el
mundo fuera gobernado de manera justa y equilibrada, quizá no sería un paraíso
idílico, pero sí un lugar mucho mejor de lo que es. En Proverbios 29:2 se nos
describe claramente y en pocas palabras el porqué de la situación de nuestra
sociedad: “Cuando los justos dominan, el
pueblo se alegra; Mas cuando domina el impío, el pueblo gime”
(Pr. 29:2). Tristemente, son mayoría los impíos que nos dominan. Desigualdades
sociales abismales, esclavitud infantil en los llamados países del tercer
mundo, explotación laboral y mano de obra barata usada por empresarios sin
escrúpulos, una minoría que abarca la mayor parte de la riqueza, poblaciones
enteras masacradas por dictadores mientras que la comunidad internacional no
mueve un dedo, miles de millones gastados en armamento que acaban en manos de
terroristas, etc.
Este que hemos descrito es el concepto de “salvación” que solemos tener
en mente, puesto que nos gustaría ser salvado de todo eso. Hay otro grupo de
personas que entienden la salvación como algo más profundo, como una cuestión
referente a sus emociones internas y necesidades profundas. Son aquellos que se
mueren –en términos metafóricos- porque les amen, que les digan cuánto valen,
que reconozcan sus méritos y esfuerzos, que curen sus heridas emocionales y
sentimentales. Para ellos, eso es ser salvados.
El
problema de la salvación
Es cierto que la salvación abarca los dos aspectos que hemos descrito,
tanto el externo (el referente a las condiciones sociales y planetarias) como
al interno (las emociones humanas). Es la misma salvación que nos encontramos
en la Biblia:
1) La redención de la sociedad cuando el “Principe de paz” (Is. 9:6)
venga por segunda vez, haga justicia –separando a justos de injustos- y
establezca el Reino de Dios en un cielo y una tierra nueva: “Vi un cielo nuevo y
una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar
ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender
del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una
gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y
él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos
como su Dios. [...] Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el
principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente
del agua de la vida. El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su
Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y
homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos
tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte
segunda” (Ap. 21:1-3, 6-8).
2) La sanidad completa, junto al cese de las aflicciones y de la muerte:
“Enjugará
Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más
llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”
(Ap. 21:4).
Pero, aún así, el concepto judeocristiano de salvación empieza mucho
antes y llega mucho más allá. Me resulta muy llamativa la escena de la primera
parte de Superman cuando el protagonista rescata de un árbol a
un gatito para entregárselo a su dueña, una pequeña niña. Una manera más de
mostrarnos que el superhéroe se preocupaba también de los pequeños detalles,
haciéndolo así más cercano a la empatía del espectador. Siendo plenamente
consciente de que es una película, con el paso de los años siempre me he hecho
las mismas preguntas: ¿Por qué alguien con tales poderes, en lugar de rescatar
a un gato, no estaba fulminando con su visión calorífica tanques y aviones de
países enfrascados en conflictos armados? ¿Por qué no destruía los laboratorios
donde se estaban fabricando drogas que matan a miles de personas en todo el
mundo? ¿Por qué no detenía a cada dictador, asesino, violador y malhechor que
hay suelto en el mundo? Y así muchos “por qué”. Si yo tuviera esos poderes, es
lo que haría, y cualquiera con un sentido mínimo de responsabilidad para con
los seres humanos.
¿Paz en la Tierra?
Parece que mis preguntas fueron oídas por el guionista Paul Dini y el
dibujante Alex Ross, ya que en 1999 publicaron la excelente Paz en la
Tierra, ganadora
de los premios Eisner 1999 a la Mejor
Novela Gráfica y Mejor Ilustrador, y del premio Harvey al mejor portadista. En apenas 64 páginas se nos cuenta de manera
introspectiva los pensamientos de Superman y el desafío al que se enfrenta: tras
llevar a un centro de acogida a una mujer que desfallecía de hambre, el
kryptoniano idea un plan para acabar con la hambruna en cada rincón del
planeta, presentando su idea ante el Congreso de los Estados Unidos. El mismo
nos cuenta sus pensamientos: “Por
supuesto, están de acuerdo en que el hambre es un asunto que concierne a todo
el mundo, y me aseguran que hacen todo lo que está en sus manos para ayudar.
Con todo respeto, les digo que hay otro modo. Con los cultivos maduros sin
cosechar en los campos abandonados o con lo que se pudre en los almacenes,
América tiene más comida de la que se puede utilizar, pero carece de los medios
para transportarla allí donde hace falta. Me ofrezco a llevar ese excedente y
distribuirlo a toda la gente hambrienta del mundo a la que pueda llegar en un
solo día”. Y así comienza su titánica tarea, una de las que siempre soñé
para alguien con tales dones. Lo vemos volando y llevando en peso mastodónticos
barcos de carga llenos de toneladas de alimentos a lugares tan dispares como la
favelas de Brasil, países de Africa y Asia, incluso a zonas del este de Europa
sumidas en la guerra: “vuelo tan rápido
como puedo, y cruzo el planeta una y otra vez para mantener mis promesas. [...]
A mediodía he regresado a África, con la intención de llegar a cada aldea y
poblado remoto”.
Pero poco a poco
aparecen los primeros problemas, destacando el ejército de un militar déspota
que dice querer la comida para repartirla él mismo, cuando sus verdaderas
intenciones es quedarse con ella. Cuando Superman decide no hacerle caso, el
militar ordena a sus hombres disparar contra la población. El superhéroe tiene
que interponerse, detener las balas y quemar los fusiles con su visión de
calor.
Poco después, la
situación llega a su límite: “oigo un
misil un instante antes de verlo. Debido al peso de la carga que llevo, no me
es posible esquivarlo. [...] temerosos de la influencia de un extranjero y
decididos a mantener la subordinación de su pueblo, lo líderes de este país han
hecho lo único que podían hacer para detenerme. Han envenenado el grano.
Carbonizado y tóxico, desaparece entre mis manos. Mi misión termina aquí,
incompleta y malograda”.
El
verdadero carácter de la salvación & La dificultad de hablar del pecado
Superman fracasó y
comprobó sus propios límites. He aquí la reflexión que hizo al respecto: “Oigo las voces de aquellos a los que he
ayudado elogiándome por intentarlo. Veo titulares que comentan los efectos,
positivos y negativos, de mi misión. [...] ¿De verdad pensé que lo conseguiría?
Sabiendo lo que sé de la naturaleza humana, ¿cómo pude creer que todo el mundo
aceptaría de buena gana lo que tenía para ellos? [...] El bienestar de la
Tierra y de todos sus habitantes siempre será mi interés prioritario. Pero, si
existe una solución al problema del hambre, deberá ser una que provenga del
corazón compasivo del hombre y que se extienda hacia sus semejantes”, señalando
su confianza en los jóvenes, de quienes depende, según él, toda esperanza de auténtica paz
en la tierra.
La misma preocupación que mostró en esta novela gráfica el hombre de la
“S” en el pecho, es la que mostró Jesús en la realidad, aunque en un espectro
más amplio:
- Multiplicó los panes y los peces, en una ocasión dando de comer a más
de cinco mil personas y en otra a cuatro mil, en ambos casos mujeres y niños
aparte (cf. Mt. 14:13-21; Mr. 8:1-10).
- Sanó a los enfermos: “Y se le acercó mucha
gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos
enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó; de manera que la
multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los
cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel”
(Mt. 15:30-31).
- Calmó a las fuerzas
de la naturaleza: “Y despidiendo a la
multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras
barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la
barca, de tal manera que ya se anegaba. [...] Y levantándose, reprendió al
viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande
bonanza. [...] Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro:
¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?” (Mr. 4:36-37, 39,
41).
Aparentemente, el Jesús
real y el Superman ficticio tenían los mismos intereses. Pero la verdadera
misión de Jesús apuntaba mucho más lejos, como le dijo un ángel a José sobre el
hijo que tendría su mujer María: “Y dará
a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto
aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta,
cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su
nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros” (Mt. 1:21-23). Aunque
en la nueva tierra habrá animales conviviendo en armonía con los seres humanos
(cf. Is. 65:25), Dios no se hizo hombre para bajar gatitos de los árboles,
apagar fuegos de centrales químicas o detener a ladrones de joyas (como vemos
en las películas de Superman). Aunque Jesús se preocupó –y se preocupa- del
bienestar del ser humano, Él vino
principalmente para salvarnos del pecado y de la muerte eterna. Este es el
verdadero carácter de la salvación. Y ésta –que incluye el regalo de la vida
eterna- no depende de los seres
humanos, ni ellos pueden salvarse a sí mismos, “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”
(Ro. 3:23).
El problema reside en
plantearle esta cuestión a las personas del siglo XXI, como bien expone Millard
Erickson: “Por
importante que sea la doctrina del pecado, no es un tema fácil de discutir en
nuestros días, por varias razones. Una es que el pecado, como la muerte, es un
tema desagradable. No nos gusta pensar en nosotros como personas malas o
malvadas. Sin embargo, la doctrina del pecado nos dice que eso es lo que somos
por naturaleza. Nuestra sociedad enfatiza tener una actitud mental positiva. Se
insiste en acentuar solo las ideas y las consideraciones positivas, las
posibilidades y logros humanos. Hablar de los hombres como pecadores es como
gritar una blasfemia o una obscenidad en una reunión muy formal, digna y
distinguida. [...] Está prohibido. [...] Otra razón por la que es difícil
discutir sobre el pecado es porque para mucha gente este es un concepto que les
resulta ajeno. Echándole la culpa de los problemas de la sociedad a un medio
ambiente nocivo y no a los humanos pecadores, en ciertos círculos se ha hecho
bastante poco común el sentimiento de culpabilidad objetiva. En parte gracias a
la influencia de Freud, se entiende la culpa como un sentimiento irracional que
no se debería tener. Sin un punto de referencia teísta trascendente, no hay
nadie más que uno mismo y los demás seres humanos ante los que ser responsable
y dar cuentas. Por tanto, si nuestras acciones no hacen daño a los humanos, no
hay razón para sentirse culpable”[2].
El
corazón del hombre & La necesidad de salvación y el “cómo” de ella
Superman comete un
grave error en su deducción, dejando al descubierto su clara filosofía
humanista: por un lado apunta que la solución se encuentra en el corazón
compasivo del hombre, cuando él mismo señala que sabiendo lo que sabe de la
naturaleza humana no conseguiría sus objetivos. La Biblia es clara como el agua
al respecto. El remedio no está en nuestro interior ya que el corazón del ser
humano no es bondadoso por naturaleza: “Engañoso
es el corazón más que todas las cosas, y perverso” (Jeremías 17:9). Palabras que coinciden con las que
Jor-El le dice a Kal-El: “El
corazón humano sigue siendo víctima de engaños monstruosos”. Este
mundo seguirá avanzando en cuanto a descubrimientos tecnológicos, pero nunca lo
hará por sí mismo respecto a la naturaleza humana.
Es el mismo error de
apreciación que comete Jor-El en las palabras que le expone a su hijo: “Aunque
te has criado como un ser humano, no eres uno de ellos. Posees enormes poderes.
No te está permitido inmiscuirte en la historia de los seres humanos, aunque sí
puedes guiar a otros con tu liderazgo. [...] vive como uno de ellos. Averigua
donde son necesarios tu fuerza y tu poder, pero conserva siempre en tu corazón
el orgullo de tu origen. Ellos pueden ser un gran pueblo. Desean ser un gran
pueblo, solo necesitan la luz que les muestre el camino. Por esta razón sobre
todas, por la capacidad que tienen para
hacer el bien, te he enviado a ellos, a tí, mi único hijo”. La cuestión es que Dios señala justo lo
opuesto:
-
Antiguo Testamento: “Ciertamente no hay hombre
justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque”
(Ecl. 7:20); “el intento del corazón del
hombre es malo desde su juventud” (Gn. 8:21).
-Nuevo
Testamento: “Como está escrito: No hay justo, ni
aun uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron,
a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”
(Ro. 3:10-13).
Aquí no estamos
hablando de supervillanos, de que seamos terroristas, genocidas o maltratadores
de género. Basta con que miremos en nuestro interior. ¡Sí, en el tuyo también!
Aunque puedas ser educado y lo que se considera una persona agradable en
general, hay ocasiones en que se manifiesta el egoísmo, la envidia, la mentira, la amargura, los celos, etc:
“El pecado tiene serias consecuencias en las
relaciones entre el pecador y Dios. Estos resultados incluyen la desaprobación
divina, la culpabilidad, el castigo y la muerte. La muerte física, la
espiritual y la eterna surgen de las consecuencias del pecado. El pecado también
tiene consecuencias que afectan al pecador individual. Estas son la esclavitud,
la huida de la realidad, la negación del pecado, el autoengaño, la
insensibilidad, el egoísmo y la inquietud. Estos efectos en el pecador también
tienen implicaciones sociales como la competitividad, la incapacidad para
identificarse con los demás, el rechazo de la autoridad y la incapacidad para
amar. El pecado es un asunto muy serio tanto para Dios como para la humanidad”[3].
Todo lo apuntado son los efectos de nuestra naturaleza caída. Puede que pensemos
que la controlemos en la mayoría de las ocasiones, pero está presente en
nosotros. Cada uno de los seres humanos tenemos una tendencia innata al pecado. No somos pecadores porque pecamos sino que
pecamos porque somos pecadores.
Por eso
es suficiente que tengamos un mal día para que todo explote.
Es suficiente con un segundo donde nos digan algo que no nos guste para sacar a
relucir ese lado oscuro. Basta con ver lo que muchos escriben en las redes
sociales fruto de ese impulso: palabras llenas de odio. Son los mismos que
luego llevan a cabo obras altruistas y son simpáticos, pero la Ley de Dios es
clara: “Porque cualquiera que
guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”
(Stg. 2:10).
A lo mejor piensas que eres mejor que los que
te rodean. Quién sabe, quizá sea verdad, pero ante Dios eres igualmente
culpable, y nada de lo que hagas, ni las mejores obras que puedas imaginar ni la
práctica de actividades bondadosas podrán salvarte. Es necesario creer de
verdadero corazón que Jesús pagó en la cruz por nuestros pecados: “Por eso os dije que moriréis en vuestros
pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Jn. 8:24). Y esto incluye aceptarlo
inexorablemente como
verdadero Señor de nuestras vidas.
La
historia se parte en dos; la tuya también
Jor-El prohibió
taxativamente a Kal-El inmiscuirse en la historia de la humanidad, orden que
desobedeció al volver atrás en el tiempo para evitar la muerte de Lois. Jesús
no desobedeció en ningún momento: “yo hago siempre lo que le agrada”
(Jn. 8:29). Es más, Dios Padre envió a Su Hijo para inmiscuirse directamente en
la historia de los hombres, hasta el punto que esta se parte en dos: antes de
Cristo y después de Cristo. Jor-El dijo que necesitábamos la luz que nos
mostrara el camino. Pero esa luz no es Superman ni sus ideales, ni siquiera la
respuesta que le ofreció a la pregunta de Lois de la razón por la que estaba aquí: “para defender
la verdad, la justicia, y el modo de vida de los hombres”. Esa luz que todo
hombre necesita es el mismo Jesús. Él es “el
camino, y la verdad, y la vida” (Jn. 14:6).
Mientras tanto, ni
todos los superhéroes del universo nos podrán salvar. ¿Qué haremos al respecto?
¿Qué harás tú, apreciado lector? ¿Se partirá la historia de tu vida en dos, o
seguirá como hasta ahora? Te toca a ti responder.
[1]
Cabe señalar que diversos aspectos de la trama fallan estripitosamente
y que le falta más acción (aunque, a mi parecer, la escena del avión es la
mejor que se ha rodado hasta ahora del personaje), pero en su conjunto lo
considero un punto de vista muy atrevido del personaje, especialmente al lado
concerniente a sus sentimientos y propósitos.
creo que verdaderamente Jesus es el Camino, la Verdad y la Vida. Sin El dice Su Palabra que nada somos. Amen.
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