Venimos de aquí:
¿Cómo deben protegerse los novios cristianos en lo que
respecta al plano sexual? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2019/11/108-como-deben-protegerse-los-novios.html).
Es indudable que el tiempo
repercute, en un sentido u otro, a cualquier tipo de relación humana, sea entre
familiares, amigos o parejas. Hay días en que ves a tu ser más querido y te
sientes muy unido a él. Te alegras de que sea parte de tu vida y lo abrazas
fuertemente. Pero, días después, apenas hay ilusión en el saludo. Nada se
remueve por dentro, ni siquiera te emociona su compañía. ¿Significa eso que ya
no lo quieres? Todo lo contrario: el amor sigue presente. Lo que sucede es que
las emociones, al igual que el estado de ánimo, son fluctuantes. En las parejas
viene a suceder lo mismo. Esto es irrebatible
también en una relación, aunque por los primeros meses o años crean que ese
estado va a perdurar eternamente. Hay
personas que piensan que tener
pareja será el Paraíso sin fin en la Tierra: miradas cómplices eternas, unidad
de pensamiento en todo, etc. Creen que el furor del enamoramiento será el motor
que los impulsará siempre. Este concepto básico conduce a una cantidad de
problemas tan marcados que suelen terminar en muchos casos en la disolución de
la relación.
La diferencia entre el enamoramiento y el amor
Quizá no comprendas la
diferencia entre el enamoramiento y el amor, o no te hayas parado a pensar
objetivamente en ello. Por eso lo primero que haré será explicarlo para que
entiendas a qué me quiero referir, aunque si has experimentado ambos estados
sabrás a qué hago alusión.
El enamoramiento es una emoción
que surge de manera involuntaria. Un día no estaba y al día siguiente es parte
de ti, como si ese sentir llevara toda la vida en tu corazón. Pero, igual que viene, se puede ir
en cuestión de horas. Por norma general, suele ser irracional, ya que es
difícil explicar muy bien las causas objetivas que llevan a experimentar tales
sentimientos. Por lo tanto, es bastante subjetivo. Aparece el deseo de estar
continuamente con la otra persona, a pesar de que el conocimiento del otro suele
ser extremadamente superficial.
Sin embargo, el
amor, el verdadero amor, aunque suele venir precedido del enamoramiento y es
extremadamente profundo, es muy real. Conoce las fortalezas de la otra persona,
pero también conoce sus debilidades y, a pesar de ello, sigue amándola. Tiene
un verdadero interés por ver cómo la pareja crece y se desarrolla como ser
humano. Aprecia sus virtudes y no la menosprecia por sus puntos flacos. Anima,
apoya, se preocupa sinceramente, consuela y levanta una y otra vez. Es
comprometido. Tiene palabras de agradecimiento en su boca porque se siente
verdaderamente feliz por el simple hecho de su existencia y privilegiado de
tenerla a su lado. Siempre se ofrece y comparte todo lo que hay dentro de sí.
Existe un cariño maduro, voluntario, que no tiene reparos en entregarse y
desnudarse. Es constante. No es caprichoso ni egoísta.
Cómo reacciona el cuerpo
Quiero explicar ciertos
términos extraños, ya que las
definiciones de los mismos te servirán para comprender qué sucede en tu
interior cuando te enamoras. Es interesante que seas consciente de estos
acontecimientos.
En el enamoramiento, el cerebro
comienza a recibir una sobredosis de unas sustancias químicas cerebrales (los
neurotransmisores), llamadas dopamina,
oxitocina y serotonina, acompañadas de ciertas dosis de endorfinas y
encefalinas. Todo un cóctel amoroso que se dispara en el cerebro:
- La dopamina: Es el neurotransmisor que está
relacionado con el placer y la recompensa. Potencia nuestra parte emocional y
afectiva, y disminuye el uso del cerebro cortical (responsable del raciocinio y
la reflexión). De ahí que le resulte tan complicado al enamorado pensar
objetiva y racionalmente. Como explica Raúl Espert, profesor de Psicobiología
en la Universidad de Valencia: “Es la
misma sustancia que aumenta con drogas como la cocaína, que causan una
sensación de cuelgue”. Esa es la causa del aumento de la motivación para
lograr placer, sea con llamadas telefónicas, invitaciones al cine o paseos a la
luz de la luna.
-
La oxitocina:
Provoca la confianza en la otra persona y el apego. Esta hormona provoca el deseo de estar a todas horas con el sujeto y
demostrarle el cariño de todas las maneras posibles: abrazos, besos, miradas y
demás gestos de ternura (regalos, notitas, mensajes, etc.). Disminuye el deseo
de dormir y el agotamiento pasa a un segundo plano, ya que es como una “bomba”
que nos mantiene continuamente en un estado de alerta pendientes del bienestar
de la otra persona.
- La
serotonina: Es la encargada de producirnos bienestar.
Según el género se activan distintas partes del
cerebro:
- En la mujer: El septum, que concentra las
emociones y la atención hacia la persona amada; el cótex parietal posterior,
que sitúa las partes del cuerpo en el espacio y reclama sensaciones de tacto.
Esa es la razón por la que exigen más caricias, besos y abrazos que los
varones.
- En el hombre: La parte posterior del lóbulo
occipital inferior visual ante la belleza femenina[1].
Con todo esto, es fácil entender
las razones por las cuales el enamoramiento engancha
de tal manera. Se llega a alcanzar el paroxismo emocional. Tampoco es casualidad
que la inmensa mayoría de las canciones se escriban durante este estado, como
la famosísima de 1981 Estar enamorado,
de Raphael (cuya actuaciones de la época a ojos de hoy parecen sacadas de una
comedia desfasada pero cuya letra es y será atemporalmente hermosa):
“Si confundes
tu cuerpo con tu alma
es que estás
enamorado, es que estás enamorado.
Si recuerdas
los versos de tu infancia
es que estás
enamorado, es que estás enamorado.
Si percibes
el llanto más callado
Si percibes
el roce de unas manos
es que estás enamorado,
enamorado.
Estar
enamorado es descubrir lo bella que es la vida.
Estar
enamorado es confundir la noche con los días.
Estar
enamorado es caminar con alas por el mundo.
Estar
enamorado es vivir con el corazón desnudo.
Estar
enamorado es ignorar el tiempo y su medida.
Estar
enamorado es contemplar la vida desde arriba.
Estar
enamorado es divisar la estrella más pequeña.
Estar
enamorado es olvidar la muerte y la tristeza.
Estar
enamorado es ver el mar con árboles y rosas.
Estar
enamorado es escuchar tu voz en otra boca.
Estar
enamorado es respirar el aire más profundo.
Y bueno, después de pensar de mí que soy un cursi, sigamos.
Estos cambios químicos provocan diversas reacciones: latidos más intensos,
respiración profunda y a la vez entrecortada, disminución del deseo de comer y
dormir, mirada llena de vida, poderosos deseos de vivir, entusiasmo y euforia,
altos niveles de ansiedad y un aumento del deseo sexual. Todo ello trae como
resultado que la persona esté literalmente radiante, como si un foco de luz la
estuviera continuamente iluminando.
Hay un ejemplo, literalmente
verídico aunque suene cómico, que la inmensa mayoría afirmará como real. Tu amada, tu deseada, quien te vuelve loco,
está a cincuenta metros rodeada de otras doscientas personas. Al mismo tiempo,
tú estás manteniendo una conversación con un amigo. Y, sin embargo, un radar en tu interior la tiene
perfectamente localizada. Aun en medio de la marabunta, eres capaz de ver, con
la millonésima parte del rabillo del
ojo, su mechón de pelo o incluso sus zapatos. ¿Magia? ¿Poderes sobrenaturales?
No. ¿Enamoramiento? Sí.
Así lo describe el escritor costarricense Juan Carlos Benitez: “Cuando estaba enamorado, había mariposas
por todas partes, la voluptuosidad de la pasión me carcomía la cabeza, durante
todo ese tiempo no escribí, no trabajé, no me encontré con los amigos. Vivía
pendiente de los movimientos o de la quietud de mi amada; [...] me afeitaba dos
o tres veces por día, hacía dietas, caminatas. Me perseguía hasta la certeza la
paranoia del engaño, pensaba todo el tiempo en besarla, en mirarla, en
acariciarla. Durante semanas gasté demasiado dinero, demasiada esperanza,
demasiada crema para el sol,
demasiado perfume. Escuchaba demasiada música clásica, utilizaba demasiado
tiempo, consumí toda mi tolerancia y agoté hasta la última de mis lágrimas. Por
eso siempre digo recordando esos momentos: nunca he sufrido tanto como cuando
era feliz”.
Este estado es
temporal y suele durar de 6 a 36 meses. No se tiene ningún control sobre este sistema nervioso autónomo (encargado del
funcionamiento de los órganos internos, como el corazón, los pulmones, los
riñones, etc). Al pasar ese tiempo, se llega a un declive químico, puesto que el
organismo no es capaz de soportar por más tiempo esa tensión física, psíquica y
emocional.
En este periodo, no
se ven los defectos del amado. Y si se observa alguno, “es que ella es así”, dicho con voz acaramelada y los ojitos brillosos. Se minimizan las carencias,
y se magnifican las virtudes. Es la idealización de una imagen proyectada,
donde se mira a la otra persona a través de los propios deseos, como afirma Pablo
Martínez Vila: “El enamoramiento que el
novio siente por su amada no está nunca libre de algunas proyecciones de sus
propios deseos e ilusiones; ve en ella, aunque sea parcialmente, el ánima, la mujer ideal que él tiene en su mente.
La mira no cómo ella es realmente, sino cómo él quiere que sea”[3].
Por lo tanto, el
enamoramiento es una emoción, y las emociones varían, cambian y se transforman.
Muchos desconocen esta verdad. Creen que enamoramiento y amor son sinónimos.
Craso error. Miles y miles de parejas rotas por no haber comprendido la
gigantesca diferencia que existe entre ambos términos. Miles y miles que
piensan que al no sentir la misma atracción que al principio es porque el amor
ha muerto. Es un peligro no saber distinguir lo uno de lo otro. Por un lado,
porque uno de ellos siempre estará buscando experimentar ese estado, lo cual le
llevará a tener serias dificultades para tener una relación seria, estable y
definitiva. Y, por otro, porque su pareja nunca descansará, al tener la
incertidumbre de una posible ruptura: “La
experiencia del enamoramiento satisface temporalmente la necesidad de amor. Nos
hace sentir que alguien nos quiere, que alguien nos admira y nos aprecia.
Nuestras emociones vuelan pensando que alguien nos ve como el número uno, que
quiere dedicar el tiempo y las energías solamente a nuestra relación. Por un
breve periodo, mientras dura, llena nuestra necesidad de amor. Podemos
conquistar el mundo. Nada es imposible. Para muchos, la primera vez los hace
sentir eufóricos. Con el tiempo, sin embargo, bajamos de la cumbre y volvemos
al mundo real”[4].
Como hemos dejado
bien claro, el enamoramiento no es el verdadero amor. De ahí que el amante
fogoso pero fugaz Lord Byron dijera que “es más fácil morir por una mujer que
vivir con ella” (el contenido
de la frase es igualmente aplicable al hombre). Él experimentaba el enamoramiento,
pero no el amor profundo y verdadero. Cuando pasa esta etapa, o se avanza o, por
el contrario, se busca una nueva pareja para experimentar una y otra vez el estado químico del enamoramiento. Como dijo M. Quoist: “Si sientes palpitar tu corazón ante una
persona, eso no es amor sino sensibilidad. Si te extasías ante su belleza, eso
no es amor, sino admiración. Si pretendes a toda costa un beso, una caricia,
eso no es amor sino sensualidad. Amar no es sentirse emocionado por otro,
sentir afecto sensible o abandonarse a otro, desear a otro [...] porque la
esencia del amor no es sensibilidad, sentimiento, deseo, emoción, simpatía o
pasión, sino una entrega personal y libre a otro como un acto espiritual de la
persona entera”.
De esta brutal reacción
química del organismo no estamos exentos los cristianos ni muchísimo menos. ¡Ni
que fuéramos alienígenas! Produce tal estado que se le puede considerar como un estado de imbecibilidad transitorio,
como decía irónicamente el filósofo Ortega y Gasset, y cuya definición me saca
carcajadas cada vez que la recuerdo. Otros lo llaman humorísticamente enajenación mental. Se puede producir –y
se produce- en muchos casos. De ahí todas esas poesías desmesuradamente místicas que se escriben.
Fluctuaciones en el noviazgo
Comprender estas variaciones
bioquímicas nos hacen ver que las fluctuaciones emocionales son lógicas. Suelen
ser más evidentes en el matrimonio, pero debido a que los noviazgos se alargan
en la actualidad más de lo debido (por la precariedad laboral, por la
inestabilidad económica y las dificultades para acceder a una vivienda), es muy
usual pasar por estos altibajos dentro de este periodo.
Sé que algunos dirán que si
una pareja pone en práctica todo lo que hemos visto hasta ahora en cada uno de
los apartados de este extenso capítulo, estarán prácticamente viviendo un
matrimonio camuflado. ¿Mi opinión?
Creo que todo lo expuesto es:
- Una manera sana de vivir
el presente del noviazgo, dentro de un orden equilibrado y con límites.
- Estamos hablando de un
tiempo limitado, de uno a tres años, tiempo suficiente para calibrar la
relación y comprobar si quieres llevarla hasta el final.
- La forma de prepararse de
una forma sensata para el futuro.
- El modo de crear una base
sobre hábitos y principios, que se afirmarán si se llega al matrimonio, siendo
conscientes de las diversas dificultades y reacondicionamientos
que tendrán que llevarse dentro de él.
Igualmente, todo
esto incluye un punto que quiero aclarar: no hay que seguir avanzando ni dar
nuevos pasos hasta no estar seguros de querer seguir por esa senda. Por
ejemplo, si no has llegado a sentir un profundo cariño por la otra persona, no
tienes que expresarle afecto por medio de los lenguajes del amor que analizamos
en “Los cinco lenguajes del amor” (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/01/los-cinco-lenguajes-del-amor.html).
El
noviazgo, como todo lo concerniente en la vida, está formando por etapas, y
sois ambos los que vais viendo qué rumbo tomar.
Ahora veamos qué ocurre
cuando el noviazgo se extiende excesivamente en el tiempo, los pros y contras a valorar, y cómo solucionar ciertos factores que quizá
haya que modificar.
Es normal que la tensión que
se padece –desde que el instante inicial en el que deseas que una persona en
concreto esté a tu lado- se disipe en cierta manera cuando ya sois una pareja
consolidada. Ninguno podría vivir siempre bajo esa tensión, por muy emocionante
que fuera. Pero creer que ya está todo hecho es un error. En realidad, es a
partir de entonces, desde la relajación del estrés –un estrés eufórico y agradable- que habías padecido, cuando podrás
disfrutar totalmente del compañerismo de la otra persona y de la relación en
sí. Como leí en una ocasión: “El romanticismo es la sensación de que te siguen
buscando”. Una vez que estáis más tranquilo, deberíais usar el tiempo a vuestro
favor para crear vínculos más profundos y aumentar la complicidad en cada
detalle de la vida, aun en los más pequeños.
No cometer estos errores
Si hay algo que destaca al
comienzo del idilio es la preocupación por uno mismo y por el otro. Cada
detalle cuenta e importa. Se espera cada momento con anhelo. Todo el día gira
en torno al instante en que os veréis. Pero el ser humano es un “animal” de
costumbres. Y, cuando se habitua a algo, la capacidad de sorpresa parece
desaparecer como por arte de magia. Es el fenómeno que en psicología se conoce
como “psicoadaptación”. Lo que antes era extraordinario y provocaba que el
corazón sufriera continuos infartos,
fruto de la emoción, ahora practicamente ni inmuta. El entusiasmo que provocó
la conquista desaparece. ¿Y qué ocurre entonces? Que todo se da por hecho. Dais
mutuamente por hecho que ya habéis ganado para toda la vida el corazón de la
otra persona. Dais mutuamente por hecho que ya no es necesario arreglarse con
el mismo esmero. Dais mutuamente por hecho que los detalles románticos ya no
son necesarios: no hay palabras de ternura y las miradas llenas de afecto dan
paso a rostros tensos. En definitiva, todo vuestro ser deja de sorprenderse
ante esa luz que antes os deslumbraba, por la sencilla razón de que os habéis
acostumbrado a ella.
¿Acaso crees normal que en
un principio os centreis en ese 80% que os atrae y os vuelve loco del otro y,
pasado el tiempo, os volquéis a destriparlo en el 20% restante que no os
apasiona? Se critica con ahínco lo que desagrada y se
olvida de disfrutar de todo aquello que os atrajo del otro. Es como si
existiera una ley no-escrita que dijera que, conforme pase el tiempo, hay que
centrarse en lo negativo y en los defectos: “Cuando quieres a alguien, es porque te gusta mucho su lado
bueno, pero tambien porque eres capaz de perdonar sus defectos. Son más
importantes sus virtudes que sus faltas, y por eso le quieres. Por el
contrario, no quieres al que crees que tiene muchos defectos y pocas
cualidades”[5].
Ocurre un traslado de un
extremo a otro: la conversación relajada y profunda da lugar a los silencios y
las prisas, o a palabras llenas de ira y rencor. Las sonrisas de complicidad
dan lugar a las miradas de reproche. El buen humor desaparece. El cariño... “¿y
qué es eso?”, dicen algunos. De ser encantadores a “ten cuidado con lo que
dices”. ¿Por qué quedó en un pasado remoto ese tiempo donde se valoraba cada
pequeño detalle que tenían el uno con el otro? ¿Por qué antes el novio le decía
que la veía “majestuosamente hermosa” y un año después le dice ramplonamente
“te veo bien”? ¿Y qué me dices de esa expresión de dos palabras, “te quiero”,
que recitaba cien veces al día y ahora recita de manera inversamente
proporcional, una vez cada cien días? ¿Por qué antes todo eran palabras de
gratitud ante cualquier pequeño detalle y ahora la palabra gracias ha desaparecido del vocabulario? ¿Por qué antes te gustaba
perderte y bucear en sus ojos con dulzura y ahora apenas la miras durante unos
segundos sin poner el corazón en ello?
El cambio es radical. En
esta etapa se rompen muchas relaciones. Y de ahí que se den tantos casos donde
uno (o los dos) se enamoren de otra persona que les ofrezca lo que su pareja
daba con naturalidad al principio.
El hombre da por hecho que
es así, que todo tiene un tiempo y así son las cosas. Y la mujer termina por
resignarse y aceptar de mala gana que lo mejor ya pasó. ¿Y sabes qué? Que eso
es una farsa, una autentica estafa, y no debería ser de esa manera.
* En el siguiente enlace está el índice:
* La comunidad en facebook:
* Prosigue en: 10.9.2. ¿Cómo
repercute el paso del tiempo en una relación?: “Este” es el amor verdadero
y maduro. https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/02/1092-como-repercute-el-paso-del-tiempo.html
[1] “El
Mundo-Ciencia: Los sentimientos/neurología”, 14 de Noviembre de 2003.
[3]
Martínez Vila, Pablo. Psicología de la
oración. Clie.
[4]
Chapman, Gary. Los cinco lenguajes del
amor. Unilit.
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