viernes, 14 de febrero de 2020

10.9.3. ¿Cómo repercute el paso del tiempo en una relación?: La monotonía en el noviazgo y el cuidado de la apariencia física


Lo que piensa...:

- Ella: “Menudo aburrimiento. Antes estar con él era una especie de parque de atracciones: conversaciones sin fin, compartir pensamientos profundos, salir a pasear y mil cosas más. Y ahora, míralo ahí, echando barriga, oliendo a oso, despeinado y absorto en su mundo, como si yo no existiera”.
- Él: “Estoy usando mi táctica favorita: hago como el que está leyendo, aunque tengo el libro del revés y en verdad tengo mi mente en blanco. Estoy esperando a que mi novia vea que no le hago caso, que se canse y se vaya a casa de su madre, que estoy deseando ponerme el pijama para jugar a la PlayStation. Ya saldremos a cenar otro día. Y espero que se eche ese perfume que sabe que me encanta y que no se ponga otra vez el jersey que le regaló su abuela hace diez años”.

Venimos de aquí: ¿Cómo repercute el paso del tiempo en una relación?: “Este” es el amor verdadero y maduro (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/02/1092-como-repercute-el-paso-del-tiempo.html).

La monotonía
¿A qué conduce el hábito? Pues, si conoces el refrán, dice que “el hábito hace al monje”. Y aquí –a lo que concierne a las relaciones sentimentales- también podríamos aplicarlo. ¿Qué imagen tienes de un monje? Aburrido, forzado, antinatural y viviendo en el mayor de los pasotismos.
He oído a muchas personas que dicen aburrirse con su pareja por hacer las mismas cosas de siempre y que eso les ha llevado a la monotonía. Considero que existen dos tipos de aburrimiento:

1) El primer tipo de aburrimiento es aquel que surge del mismo interior de la persona y no del exterior o las circunstancias: es un individuo que apenas tiene intereses personales ni hace nada para crecer espiritualmente, que no siente pasión hacia nada y es difícil que se motive por algo. Es esa persona cuya única actividad aparte del trabajo o de los estudios es tumbarse en el sofá con los amigos, jugar a la consola o practicar algún deporte. O esa otra que se limita a ver novelas en la televisión, a salir de compras con las amigas y al ocio. Ambos padecen un vacío abismal en sus almas, aunque asistan a cultos y demás actividades eclesiales. Tampoco les interesa la cultura en ninguna de sus diversas variantes, lo que les conduce a una manifiesta pobreza interior. La Biblia para ellos es un mero adorno de la estantería y servir a Dios un mero trámite legalista.
Si son así cuando no tienen pareja, ¿qué harán cuando la encuentren? ¿Se mirarán eternamente a los ojos? ¿De qué hablarán? ¿Qué proyecto propio y en común desarrollarán? ¿Qué harán cuando el estado eufórico del enamoramiento pase? Serán relaciones sin esencia, sin contenido y destinadas al fracaso.
Estas personas son propensas al hastío y, en casos extremos, a la depresión existencial. Como contrapartida, afirmo rotundamente que quien no se aburre sin pareja y tiene una vida interior rica llena en matices, tampoco se aburrirá en pareja. Es evidente en que hay momentos en la vida en que se da el tedio, pero cuando se produce no es por falta de intereses sino más bien fruto del agotamiento mental, físico y/o emocional. Esto sucede por diversas circunstancias que acontecen a lo largo de nuestro recorrido existencial, en esos periodos de altibajos por los que todos pasamos y donde desaparecen las ganas de hacer incluso aquello que nos encanta.

2) Por otro lado, la segunda clase de aburrimiento es la que surge entre ellos dos en la relación. En estos casos se debe a un distanciamiento progresivo y profundo de los intereses personales. Terminan por no compartirlos, donde no involucran al otro miembro de la pareja, la cual tampoco se interesa. Ni el uno ni el otro se esfuerzan por alinear ambos ritmos. Por esto es necesario conocer con antelación los intereses del otro como vimos en este mismo capítulo, y así hablar seriamente cuando acontezcan este tipo de situaciones de desincronización.
También puede ser motivado por el crecimiento (intelectual, emocional y espiritual) de uno de los miembros de la pareja y del estancamiento del otro, que apenas se interesa por nada, excepto por cuestiones superficiales. Comienzan a vivir en universos paralelos donde no tienen nada en común.
A ambos les formulo la misma pregunta para que reflexionen: ¿Qué han hecho para revertir la situación? ¿Habéis compartido nuevos acontecimientos que os lleven a sentiros más unidos? ¿Leéis buenos libros, tanto juntos (en voz alta, el uno leyéndole al otro) como separados, para luego comentarlos? Si uno entiende de música y el otro no, ¿por qué no le enseñas? Si te gusta determinado género de novelas, ¿por qué no se las describes y le cuentas qué te hace sentir al leerlas? La vida de una pareja consiste en compartir el uno con el otro quiénes sois y qué sois. Ahí encajan las palabras de Erich Fromm, quien dijo que el amor es la preocupación activa por la vida de la persona que amamos.
En lo que respecta al nivel emocional, ¿sigues ofreciéndole diariamente su lenguaje del amor? ¿Sigues compartiendo tus pensamientos y sentimientos con tu pareja? ¿Sigues profundizando en su mundo interior? No llegues al punto en el que consideres prescindible de tu vida la comunicación. De lo contrario, lo que nació un día morirá sin remedio.
¿Y qué respeto a la diversión en vuestro tiempo libre? La palabra “pasatiempo” tiene una connotación negativa: viene a ser la realización de una actividad para que, sin más, pase el tiempo. Ese no debe ser el propósito final. Así que, a nivel de actividades, ¿cuándo fue la última vez que planeasteis algo con antelación? ¿Siempre esperas que él o ella tome la iniciativa? ¿Qué disfrutáis juntos?
Es precisamente la rutina y la falta de novedad lo que termina quemando a ambos. No hay nada peor que mirarse el uno al otro con rostros de profundo aburrimiento y decir un sábado por la tarde: “¿Y qué hacemos?”. Es un cáncer dentro de las relaciones que hay que extirpar. Por ejemplo, si tenéis vuestros restaurantes favoritos y os gusta llevar a cabo ciertas actividades en concreto con asiduidad, eso hay que mantenerlo, no hay razón para cambiarlo. Es una rutina sana (y más teniendo en cuenta que en el matrimonio aumentarán considerablemente las rutinas). Pero esto no tiene que significar el punto y final a la espontaneidad y a la sorpresa. No estoy queriendo decir que tengas que hacer sacrificios inhumanos para mantener en funcionamiento la relación (lo cual es angustiante), sino que hay que esforzarse para que la novedad no desaparezca.
Según la psicóloga Pilar Cebrián, “la rutina en las parejas es necesaria, porque si no nos volveríamos todos locos con una sensación de incertidumbre imposible de llevar a nivel fisiológico. Nos activaría de manera muy extrema: no saber qué opina la otra persona, si me llamará o si no, qué me espera cuando llegue a casa. La rutina es muy necesaria para tener una serie de costumbres y afianzar una relación con unas bases lógicas y claras. El problema es cuando la rutina se apodera y empieza a ocupar un lugar muy importante, que se convierte en desidia, en ya no tener ganas, pensar que ya está todo hecho. En una relación tiene que haber siempre algo, aunque sea pequeñito, que te ilusione. Están también las parejas muy tóxicas, de control extremo. Esas parejas que necesitan estar en picos constantes, positivos y negativos, para sentir que no caen en la rutina”[1].
¿Qué podrías hacer que aun no habéis probado? No perdéis nada por llevarlo a cabo y puede que descubráis cosas nuevas que os gusten a los dos. Ahí va una pequeña lista:

- Hacer un curso bíblico.
- Ir a un parque de atracciones.
- Ir a una feria de antigüedades o alguna feria rural.
- Dar un paseo por la playa.
- Pasar un día de campo preparando un picnic o ir de camping con algunos amigos.
- Practicar de vez en cuando senderismo por diversas rutas o cualquiera de las decenas de deportes que existen.
- Pasear en bicicleta.
- Montar en hidropedal o remar en una pequeña barca por un lago.
- Conducir un kart.
- Montar a caballo.
- Conocer los pueblos de alrededor o ir a la montaña para disfrutar de la nieve.
- Compartir un atardecer juntos.
- Aficionarse al cine clásico, al teatro o a la fotografía.
- Aprender a hacer tartas y pasteles (y si os sobra alguna, me llamáis...).
- Asistir a conferencias sobre temas interesantes.
- Enseñar el uno al otro a patinar o apuntarse a un curso de submarinismo.

Y así, mil cosas más. ¿O simplemente esperáis a que estéis sentados comiendo y de repente uno de los dos cuente el mejor chiste del universo o una anécdota graciosísima que os haga desternillaros de risa mientras hacéis el payaso? Hay una parte de la relación que, como he dicho, hay que planificarla para que prospere.
En el fondo y, como ya vimos en los lenguajes del amor, no importa tanto la cantidad de actividades que llevéis a cabo, sino el tiempo de calidad que compartáis juntos. ¿Recuerdas que al principio de la relación no importaba los lugares a los que ibais sino la persona que estaba al lado? Bastaba con estar sentado en el suelo rodilla con rodilla hablando de cualquier tema con la persona que amabas. Lo más importante no es el qué ni el dónde, sino el quién. Cuando tu pareja te interrogue sobre qué quieres hacer, dile algo así (pero que salga sinceramente de lo más profundo de ti): “Me gustaría tomar un helado, pero vamos a planearlo juntos, porque en verdad lo que quiero es estar contigo sea donde sea”. A menos que sea de piedra el corazón de tu pareja, se llenará de alegría al oír esas palabras. Lo que vas a guardar en tu corazón no son los lugares donde estuvistes o las ciudades que visitastes con tu pareja. Si ella es la persona de tu vida, lo que serán perlas de oro en tu alma será el tiempo que compartiste de la presencia del otro, y eso puede ser paseando por el campo o comprando en un supermercado, aunque nunca puedas ir a un crucero en un viaje exótico.

El cuidado personal
La dejadez física es algo que en las mujeres sucede con menor incidencia, dada la importancia que la sociedad le concede a este aspecto y también al deseo natural de ellas mismas de sentirse bien con su apariencia. Pero el caso clásico (y puede que te rías cuando leas esto si te ocurre) es el del “hombre del chándal”. Soy defensor a ultranza de la comodidad de un chándal, pero ¿a costa de qué viene llevar todavía el mismo que hace veinte años lleno de agujeros, cuando tu novia se esmera para estar hermosa para ti? ¿A costa de qué viene llevar esa camiseta interior de tu bisabuelo? “Es que es muy cómoda”. Y no digo que no lo sea, pero hay momentos y momentos.
¡Ojo! Tampoco estoy diciendo que mientras se está en casa un hombre deba vestir de gala y la mujer llevar tacones de aguja, como se ve de manera tan ridícula y absurda en las películas y novelas. Pero –y lo pregunto retóricamente-, ¿me puede alguien explicar el porqué, en la fase inicial, cuando todo son dudas y temores, unos y otros se embadurnan en colonia, perfume y desodorante, y más adelante éstos brillan por su ausencia? ¿Creen que querrán abrazarlos con ese olor felino que desprenden? ¿Y recibir un beso cuando sobre los dientes sobresalen restos del almuerzo? ¿Tanto cuesta llevar un cepillito de mano en el bolsillo? ¿Es que acaso se agotaron las reservas mundiales de hilo dental? ¿Cuál es la causa de que el spray bucal desaparezca de la lista de la compra? ¿Por qué ese pelo cuidado con esmero pasó a convertirse en la mismísima melena del rey León? ¿Por qué esas uñas de los pies y de las manos ahora son más largas que las de un águila?
¡He visto hombres y mujeres cuyos pelos de la nariz sobresalían de tal manera que parecían los bigotes de una foca marina! Y en las axilas, verdaderas selvas que hacía falta un machete para ver el final. Recuerdo con toda nitidez un momento en mi vida que me causa más terror que la película Tiburón: siendo yo adolescente, una mujer –no diré quién- se sentó en su silla de playa y puso sus brazos sobre la cabeza, como el que está descansado. Su marido, al contemplar “el espectáculo” que por allí asomaba, la llamó por su nombre y le hizo un gesto para que no dejara “aquello” a relucir. Ella le puso cara de “me da igual”, y ni se inmutó. ¡Daría todos mis ahorros si con ello pudiera eliminar de mi mente dicho recuerdo!
Sí, todo suena grotesco, pero es la realidad que he observado en más de una ocasión. Lo considero una falta de respeto hacia la pareja. Es como decirle al compañero que no te interesa la opinión que tiene de ti, ni que deseas agradarle con tu apariencia en ningún momento. Hoy en día, sobre todo entre los movimientos ultrafeministas –que le echan la culpa de todo a lo que ellas llaman peyorativamente el heteropatriarcado-, se promueve lo natural, siendo uno de sus principios la “no depilación en las axilas”[2]. La actriz Gal Gadot –protagonista de Wonder Woman- apareció sin vello en ellas en dicha película, por lo que recibió duras críticas de estas feministas. Ver para creer. ¿Qué será lo siguiente?
Mi opinión al respecto es esta: como ya has podido imaginar, a mis ojos le horroriza y me provoca una bajada de azucar, pero si hay hombres y mujeres que son pareja y les gusta, son libres de hacer lo que quieran. Ya dice el famoso refrán que el hombre como el oso: cuanto más vello más hermoso. Y si hoy en día algunas mujeres se lo quieren aplicar también a sí mismas, pues ellas sabrán. Lo dicho, son libres y, para gustos, colores.
Está claro que no todo el mundo actúa de tal manera. Solamente estoy poniendo ciertos ejemplos. Es evidente que nadie debe obsesionarse ni mucho menos por estar siempre radiante. No es humano ni natural. Es más, la importancia de la naturalidad tanto en la forma de ser, de vestir y en la apariencia física ya la analizamos profundamente en “La importancia de la naturalidad” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/10/1061-la-importancia-de-la-naturalidad.html). Y quién te ame tendrá que hacerlo tanto cuando tu cara reluzca recién lavada y suave, como cuando estés griposo y no haya quien mire ese rostro desconfigurado y amorfo al estilo del monstruo de Frankenstein. O cuando tengas un brote de dermatitis y parezcas un Walking Dead. Pero de ahí a descuidarse existe un abismo. La medida en la que uno se cuida para el otro (me repito, de manera muy sencilla y natural), habla intrínsecamente del carácter en mayor o menor medida. Siempre habías querido una relación, y ahora que la tienes, ¿te vas a convertir en Homer Simpson, desarrollando hasta el infinito una barriga cervecera, mientras que el sillón y la televisión se convierten en tus mejores amigos?
Escucha sin enojarte la opinión de tu pareja en lo que concierne a gustos personales. Puede que a él no le guste el nuevo tinte que pretendes usar. O pregúntale antes de hacerte algo diferente. Es cuestión de meras inclinaciones. Poniendo el ejemplo de la barba en el hombre: hay mujeres que les gusta cómo les queda a su novio tras varios días sin rasurarse completamente. Unas prefieren el vello corporal en ellos, y otras con algo menos. Tampoco es cuestión de ir contracorriente y acicalarse o vestirse de una manera que no va con tu estilo. Si se da el caso de que diferís, procurad llegar a acuerdos intermedios para complaceros mutuamente. Es una manera más de amaros.

* En el siguiente enlace está el índice:
* La comunidad en facebook:
* Prosigue en: 10.10.1. La infidelidad en el noviazgo.



[2] A los que piensen que la depilación tiene su origen en el siglo pasado, les recomiendo leer la historia: http://draescoda.com/blog/la-historia-de-la-depilacion/

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