Usando el reciente
estreno de la película Batman
v Superman: El amanecer de la justicia,
quiero aprovechar la ocasión que se me presenta para tratar una vez más un tema
que me apasiona, pero de una manera muy diferente a la habitual. Estos tres artículos gustarán especialmente a
los cristianos que son aficionados al kryptoniano. Por otro lado, deseo que
llegue también a aquellos que no son creyentes pero buscan respuestas de una
manera un tanto diferente y original.
Antes de que nadie se pueda ofender –y
si lo hace le animo de buen grado a que deje de leer con total libertad- quiero
apuntar a que mi intención no es
identificar ni igualar la imagen de este personaje ficticio de capa roja
con Jesucristo, sino reflejar sus
enormes diferencias. De esta manera, en la tercera parte podremos ver –una vez
más- la imperiosa necesidad que tenemos de un Salvador (en mayúsculas) cada una
de las personas que habitamos este planeta y que conformamos la especie humana.
Ese es mi propósito principal. Pero
si no te gusta mezclar cine y fe, o no te agrada que otros lo hagan, te
recomiendo que no sigas leyendo.
Dejando mis gustos personales a un lado, he comprobado en los últimos
años que algunos cristianos –incluso aquellos que no lo son- han tratado de buscarle semejanza a este
personaje ficticio con Jesús.
Los
defensores de tales posturas usan “una pequeña parte” de la mitología de
Supeman para encontrar similitudes con la historia del verdadero Mesías. Llevan
a cabo lo que en teología se llama eis-egesis:
buscar en el texto las partes que les interesan para defender sus propias y
previas conclusiones (lo cual es un prejuicio), en lugar de analizar lo que
verdaderamente dice el escrito en su totalidad. Y eso es un grave error, porque
sacar una tesis sobre Superman e igualarlo al Mesías descrito en la Biblia basándose
en un número muy reducido de argumentos es irresponsable y, a la vez, muy poco
serio, terminando por ver lo que quieren ver,
no la realidad. Es como ofrecer la causa de la muerte sin autopsia y sin hacer pruebas de los órganos
más importantes. Tom Mankiewicz –asesor creativo de las dos primeras película de Superman- dijo:
“la metáfora estaba clara ahí cuando Jor-El envía a
Superman a la Tierra igual que Dios envió a Cristo”. Como vamos a ver en su conjunto, tal
similitud no existe, por lo que la metáfora es completamente errónea. Si
expusiera una clase de Cristología, usaría al superhéroe como ejemplo de “cómo
no es” y “quién no es” Jesús.
Como buen
aficionado al personaje y, sobre todo, como creyente, no me limitaré a esos
breves apuntes que se estiran hasta límites insospechados para la propia
conveniencia, sino que usaré “una extensa parte” de la mitología del superhéroe
a la luz de las Escrituras para desmitificar tales postulados y demostrar justo
lo contrario: que Jesús y Superman son opuestos y sus diferencias resultan abismales.
Es más, antes de detallarlas, adelantaré la conclusión: por mucho que algunos
se hayan esforzado en comparar a Superman con Jesús y en encontrar más
analogías de las que realmente existen, como concepto bíblico y teológico,
Superman es un falso Mesías, un “falso dios” (false god), como llegan a pintarle en una estatua suya en Batman v Superman: El
amanecer de la justicia.
A partir de ahora, una vez que entramos
en materia, y para no confundir al lector, los títulos de las películas irán
citadas en color azul y los cómics en rojo. No hablaré de las distintas series
de animación para no complicarlo.
Mi encuentro en la infancia
Mentiría si dijera que no llevo años
queriendo escribir sobre esta cuestión y su relación con un personaje que entró
en mi infancia para nunca jamás volverse a ir. El momento concreto se produjo
cuando yo era un crío y contemplé al alter ego de Clark Kent rescatar a su
damisela Lois Lane en plena caída al vacío desde un helicóptero en Superman (1978,
Richard Donner):
- Yo la sujeto.
- ¡Qué va a sujetarme! ¿Y quién le
sujeta a usted?
Aceptando con total naturalidad que los
efectos especiales han quedado un tanto desfasados respecto a los que se pueden
ver en el presente (aunque conservan el encanto de la época), he perdido la
cuenta del número de veces que esa escena me ha emocionado y ha puesto a
trabajar el conducto lagrimal. ¡Y qué
decir de la clásica sinfonía compuesta por John Williams que medio mundo es
capaz de tararear y que pone la piel de gallina hasta lograr que salten todos
los resortes emocionales! (https://www.youtube.com/watch?v=CvFo5BijsHs).
La promoción de la época ya anunciaba lo
que veríamos en las pantallas: “Creerás que un hombre puede volar”.
Aunque nos resultara
cómico el hecho de que nadie le reconociera por llevar unas gafas, por el
ricito del pelo y por la raya del peinado, muchos jóvenes por aquella época
usábamos la toalla de la piscina para lanzarnos con ella al agua imitando a
este extraterrestre... sin que ninguno de nosotros fuera capaz de surcar el
firmamento, sino que más bien obtener como resultado un planchazo en toda regla
contra el agua, con el consecuente dolor y enrojecimiento en el pecho y el
estómago. Nada de “S” de Superman, sino “D” de dolor. A pesar de ello, en
nuestro interior, él representaba al héroe que a todos nos hubiera gustado ser:
con un toque payasete y
melancólico, patosamente romántico, con
multitud de poderes extraordinarios, humilde, entregado, amado, etc. Si Superman
fingía ser Clark o viceversa es un debate creo que irresoluble, como apunta
Lois: “A veces, Clark Kent es ese tipo
torpe y balbuceante que va con su enorme bigote de leche, sus enormes gafas y
su traje malo... y un instante después, tiene más seguridad en sí mismo y es
más intuitivo que cualquier hombre que haya... conocido. Eres una paradoja,
Clark” (Superman:
Secret Origin).
Por eso nos gustaba tanto el personaje. Tan humano y tan sublime al mismo
tiempo.
Aunque ha sido interpretado por diversos
actores como Kirk Alyn, John Newton, Gerard Christopher, George
Reeves, Brandon Routh, Tom Welling o el actual Henry Cavill –entre otros-, y a
pesar de sus buenas actuaciones, ninguno ha alcanzado la simbiosis tan perfecta
de “Clark/Superman” que logró el difunto Christopher Reeve (1952-2004).
Desde aquella primera vez que la vi,
hace ya más de treinta años, he disfrutado muchas veces de esta fábula y de sus
distintas representaciones, tanto en la pantalla grande como en la pequeña, y
en algunos fantásticos cómics: Para el hombre que lo tiene todo, de Alan Moore y Dave Gibbons; Las cuatro estaciones, de Jeph Loeb y Tim Sale; Identidad secreta, de Kurt Busiek y Stuart
Immonen; Orígenes: Superman, de Geoff Johns y Gary Frank;
All-Star Superman, de Grant Morrison y Frank Quitely; Kingdom Come,
de Mark Waid y Alex Ross; Legado de Mark Waid y Leinil Yu; Hijo Rojo, de Mark Millar y Dave Johnson; El último hijo de la
Tierra, de Steve
Gerber y Doug Wheatley; etc.
Origen
y evolución de Superman
Las historias de este
superhéroe comenzaron a publicarse en la revista Action Comics en Junio
de 1938. La “S” que lleva en el pecho no tiene su origen en la “S” de Satán
–como apuntan algunos que ven demonios hasta debajo de la sopa-, sino en el
apellido de sus creadores: Jerry Siegel
(guionista) y Joe Shuster
(dibujante), dos jovencitos judíos que estudiaron juntos en
Nueva York tras conocerse en Cleveland en 1930 a los 16 años.
A grandes rasgos, ¿qué
se nos ha contado desde entonces sobre el personaje en todas estas décadas,
donde su mitología no ha dejado de crecer? Sus padres, Jor-El y Lara Lor-Van,
enviaron a su hijo Kal-El a la Tierra minutos antes de la destrucción de su
propio mundo, Krypton. Teóricamente fue el último
superviviente de su especie, aunque el tiempo demostró lo contrario (una manera
más de aprovechar “la gallina de los huevos de oro”): su prima Kara Zor-El
(Supergirl), Krypto (el superperro), Beppo (el supermono), los villanos Zod,
Ursa, Non, Mala, Kizo y U-Ban, la ciudad al completo de Kandor (capital de
Krypton y habitada por 10.000 kryptnonianos) –reducida, “embotellada” y
secuestrada por el supervillano Brainiac- son algunos más que se salvaron,
entre otros.
Al llegar a nuestro planeta, fue criado
en un pequeño pueblo de Kansas llamado Smallville –ficticio y célebre por la
serie de televisión que años después hicieron sobre la adolescencia del
protagonista- por dos humildes granjeros que lo encontraron, Jonathan y Marta
Ken, quiénes le llamaron Clark Kent (como confesó Shuster, tanto él como Siegel
les encantaba el cine, por lo que el nombre lo tomaron mezclando el de dos
actores famosos: Clark Gable y Kent Taylor).
Al llegar a su adolescencia descubrió
que el efecto de los rayos solares en sus células le concedía una serie de
poderes especiales como la capacidad de llevar a cabo saltos kilométricos,
supervelocidad más allá de la luz, volar, visión calorífica, microscópica y
telescópica, aliento congelador, fuerza casi ilimitada, superoído, etc. Siendo prácticamente invulnerable, sus únicos
puntos débiles eran la kryptonita (fragmentos radiactivos de su planeta) y la magia (tema que se
desarrolla especialmente en los cómics), aparte de su incapacidad para ver a
través del plomo (un poco absurdo).
En su vida adulta, Clark trabajó como
reportero en el Daily Planet en la
ciudad también imaginaria de Metrópolis (nombre tomado de la película del mismo
nombre de 1927), combinando su tiempo con todas sus hazañas como Superman,
luchando contra enemigos como Bizarro, Darkseid, Parásito, Metallo, Mongul,
Imperiex y una extensísima lista. Su refugio y su casa era la llamada Fortaleza
de la soledad –situada en el Ártico- un vestígio de su planeta natal (de
ahí su arquitectura). Era también miembro de la llamada Liga de la Justicia,
formada por otros superhéroes como Batman, Flash, Detective Marciano, Aquaman,
Green Lantern, etc. Poco tiempo después de revelar su identidad a Lois Lane y
pedirle matrimonio, fue asesinado por Doomsday aunque terminó “resucitando”. A
pesar de sus escarceos amorosos con Lana Lang en el instituto, con la sirena
atlante Lori Lemaris en la universidad, con la actriz kryptoniana Lyla Lerrol
en un viaje al pasado, con la princesa Diana de Themyscira (Wonder Woman) en la
vida adulta, y con alguna más como Sally Selwyn, Luma Lynai y Lyrica Lloyd, se casó
con su compañera de trabajo Lois.
Esa es su historia, dejándome muchos detalles en el
tintero, tanto del pasado como del presente –puesto que su historia continúa-
mezclando aspectos y diversas narraciones de su amplia mitología.
¿Dudas absurdas? ¡Muchas! ¿Qué clase de poder
encerraba el beso que le dio Clark Kent a Lois en Superman II para que logrará que ella
olvidara su verdadera
identidad? ¿Por qué antes llevaba los calzoncillos por fuera? ¿Qué piensan las
personas que se encuentran la ropa de un adulto en las cabinas telefónicas,
detrás de puertas giratorias o en la parte superior de un ascensor? Cuando
vuela a toda velocidad y se detiene de golpe, ¿por qué la capa no se le enreda
en la cabeza? Todo esto daría para una buena parodia, aunque en 1975 hicieron
un musical desternillantemente cómico, interpretado por David Wilson,
en
la adaptación para la televisión que hizo la cadena ABC del musical de Broadway
“It’s a Bird… It’s a Plane… It’s Superman” (https://www.youtube.com/watch?v=KZM-dSEnE1o;
impagable el
minuto 18, más propio de una película de Bud Spencer y Terence Hill).
¿Similitudes entre
Jesús y Superman?
Aunque en los últimos años se ha querido asemejar
este personaje de cómic con Jesús (por medio de
reinvenciones/reinterpretaciones/actualizaciones, sobrecargándolo de supuestas
analogías), en sus verdaderos orígenes poco o nada tenían que ver. Aunque se
dedicara a “salvar” a los más débiles, no era una especie de Mesías que buscaba
salvar al ser humano de la manera en que hizo Jesús, sino una mezcla de
Hércules y Robin Hood –como el mismo Shuster afirmó sobre el personaje
interpretado por Douglas
Fairbanks Senior- que luchaba contra
las injusticias de la década de los años treinta y cuarenta, usando sus poderes
para enfrentarse a mafiosos, políticos y empresarios corruptos, entre otros
males sociales. Lo vemos desde Action Comics #1, donde en su primera aparición demostró la
inocencia de una condenada a la silla eléctrica instantes antes de la
ejecución, deteniendo a la verdadera culpable.
Es lo mismo que podemos ver con el Capitán
América (creado en 1941), que solía enfrentarse a los nazis. Por mencionar
dos patrones en la vida del kryptoniano: vemos por un lado su lucha en 1946
contra el Ku Klux Klan en The Adventures of Superman (el
serial de radio que desde 1940 hasta 1951 recreaba a los oyentes sus aventuras),
y por otro involucrado en conflictos bélicos como la 2ª Guerra Mundial y la del
Vietnam, o su preocupación
por las armas nucleares en Superman IV: En busca de la paz,
ambientada en los años 80, donde el miedo a una guerra atómica estaba muy
presente.
Superman fue hijo
de su época y lo ha seguido siendo hasta el día de hoy, haciendo
mención a los problemas de cada período de tiempo, como todos los superhéroes
de los universos ficticios de DC y Marvel, donde cuestiones como el racismo,
las drogas, la inmigración, el desempleo, la prostitución y la explotación
infantil han pasado por sus páginas. Y así seguirá siempre.
Para muchos inmigrantes judíos que llegaban a
Norteamérica, el personaje representaba la capacidad de adaptarse a esa nueva
sociedad y poder triunfar. Aunque los autores pudieran tener influencias
religiosas por el hecho de ser descendientes de hebreos,
no significa automáticamente que le adjudicaran a su creación el papel del
Mesías descrito en el Antiguo Testamento. Las mayores influencias de Jerry Siegel
y Joe Shuster fueron el cine, las tiras cómicas y la ciencia ficción del estilo
John Carter. Esas son las verdaderas
metáforas -que sí son claramente visibles e intencionadas en Las crónicas de Narnia: el león, la bruja y
el armario- e ir más allá de algunos simbolismos resulta sumamente forzado.
Por citar un último ejemplo de alguno de los disparates que
han llegado a mi pila de lectura: algunos apuntan que los tres villanos de
turno (Zod, Ursa y Non) son el dragón, la bestia y el falso profeta
mencionados en Apocalipsis 16:13, ya que han sido condenados
al igual que el diablo. ¡Eso es dejar que la imaginación y la invención propia
tomen el control!
No olvidemos que las reminiscencias
mesiánicas que nos encontramos son más bien fruto de la evolución del personaje
a lo largo de setenta años –donde su mitología se ha extendido casi
incontrolablemente- y una manera más de llamar la atención sobre su figura.
Personalmente, una de las pocas similitudes que observo es en una
escena de la película de 1978: El general Zod –un rebelde de Krypton que trata
de dar un golpe de Estado- le dice a Jor-El (el padre de Superman, interpretado
por el también fallecido Marlon Brando): “Únete
a nosotros [...] la tuya puede ser una voz importante en este orden nuevo. Solo
yo te aventajaría en poder. Te ofrezco alcanzar la gloria Jor-El; cógela. Únete
a nosotros. Tú te arrodillarás ante mí. Te lo juro. Doblarás la rodilla ante
mí, aunque me lleve una eternidad. Y vosotros, y un día tus herederos”.
Años después, cuando fue liberado accidentalmente de su prisión, Zod le dice a
Superman que se arrodille ante él.
Todas
sus palabras evocan en mi mente a una de las ofertas de gloria y poder que el diablo le hizo a Jesús: “Y le llevó el diablo a un alto
monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el
diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me
ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos
serán tuyos” (Lc. 4:5-7).
Ahí sí podemos decir
que “nos recuerda” a la tentación de Jesús. Pero una cosa es que una película en
concreto –como otras muchas- nos pueda evocar en nuestra mente una historia
bíblica, y otra muy distinta es que ese sea su propósito y finalidad. Sería tan
absurdo como decir que el profeta Eliseo y Magneto se parecen porque el primero
hizo flotar una hacha de hierro (cf. 2 R. 6:6), o que Felipe el evangelista y
Rondador Nocturno tienen los mismos poderes puesto que se teletransportan (cf.
Hch 8:38-39). Jesús caminó sobre las aguas y Flash podía correr sobre ellas.
¿Compararemos por eso a Cristo con el velocista escarlata? Si queremos ser
serios, digamos que en Action Comics #1 –tal y como lo
idearon por primera vez Jerry Siegel y Joe Shuster- se nos narra
que el bebé Superman fue recogido de la nave espacial por un motorista que lo
entregó a un orfanato. Con toda mi ironía: a menos que a los escritores de los
Evangelios se les olvidara contarlo, Jesús no estuvo en un orfanato. Tampoco
trabajó como camarero o pescador como Clark en El
hombre de acero. Así que, por favor, ¡no seamos
ridículos usando la lupa para buscar metáforas agarradas con pinzas!
No creas que me olvido
del nombre kryptoniano de los protagonistas. Aunque es cierto que “El” (Jor-El
y Kal-El) es la palabra en hebreo para “Dios”, comparar las características y
la personalidad de la familia “El” con “Dios” puede resultar ofensivo y, sobre
todo, blasfemo, puesto que son sumamente diferentes, como detallaremos en la segunda parte. Además, originariamente, el nombre del padre era Jor-L y el del hijo Kal-L,
como se mostró por primera vez en la tira de prensa de Superman en Enero de
1939. Fue a finales de 1942 cuando George Lowther –locutor y guionista del
programa de radio The Adventures of Superman- otorgó los nuevos nombres, que fueron adoptados a su vez por el cómic
en el número especial del décimo aniversario en 1948. Así que no fueron Jerry
Siegel y Joe Shuster quienes tenían en mente llamar “El” al padre de Superman y a él mismo,
sino que fue una reinvención posterior.
Por todo esto digo que
asemejar ambas historias es mezclar
churras con merinas[1].
Si pensamos que alguien es “el Mesías” o “un Mesías” por el hecho de que viene
a la Tierra desde fuera de ella enviado por su padre para liderar a los
humanos, nuestro problema es que tenemos un concepto muy pequeño del término
judeo-cristiano de Mesías. Igualmente, si creemos que Superman y Jesús
comparten esencia por el hecho de que ambos fueron rechazados, estamos viendo
lo que queremos ver más allá de la realidad.
Sigue en “Las
abismales diferencias entre Jesús y Superman”
[1]
Significado de dicha expresión: Recomienda no colocar en el
mismo plano temas o personas de naturaleza muy distinta. El referente elegido
en el refranero procede del mundo ovino, en el que la lana de las ovejas
merinas es más apreciada que la de las churras, porque la lana de estas últimas
es más vasta. http://cvc.cervantes.es/lengua/refranero/ficha.aspx?Par=59214&Lng=0
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