¿Puede un musulmán fiel, criado y
educado en el islam desde su más tierna infancia, con toda su familia
practicante de dicha religión, y destinado a ser un Imam, hacerse cristiano?
Este es el tema que plantea la película “El apóstol”. Al coincidir con los
atentados de Charlie Hebdo en Francia, fue retirada de las carteleras para no
“ofender” a nadie y ser acusado de “islamófobo”. La misma cantinela de
siempre, donde es mejor ser políticamente correcto que mostrar la controversia
sin tapujos.
Hay miles de testimonios a lo largo de
todo el mundo de musulmanes convertidos a Cristo y varios libros con sus
historias, como: “Buscando a Alá encontré
a Jesús”, de Nabeel Qureshi; “Hijas
de islam”, de Miriam Adeney; “Cristianos
venidos del Islam”, de Giorgio
Paolucci y Camille Eid; “Encontré a Cristo
en el Corán”,
de Mario Josep; “El precio a pagar”, de Joseph Fadelle.
Esta producción lleva al cine una
historia ficticia, pero que narra lo que se sabe por los declaraciones de
conversos musulmanes a Cristo. A pesar de que no es ni mucho menos una
producción hollywodiense y sus actores no destacan precisamente por una gran
interpretación (aparte, el doblaje al español deja bastante que desear), se nos
muestra una realidad que suele pasar desapercibida para la población, debido
principalmente a que los medios de comunicación generalistas la omiten
sistemáticamente por desinterés y prejuicios, estando más fascinados por el
morbo. La prensa prefiere calificar esta película como “un discurso de proselitismo
cristiano” (Jordi Costa: Diario El País) o “claramente partidista” (José Manuel
Cuéllar: Diario ABC), opiniones escritas por periodistas humanistas que no son
capaces de ver más allá.
Aunque tiene un corte marcadamente
católico (ya que la directora Cheyenne Carton lo es, siendo premiada
por el Festival Mirabile Dictu del Vaticano), y una escena final
completamente irreal e idealista, la
esencia del mensaje de la cruz y del verdadero evangelio se muestra con
absoluta nitidez. Akim, un argelino musulmán que vive en Francia, comienza
a hacerse preguntas, a investigar y a comparar, terminando por conocer más
de Jesús que muchos que dicen ser creyentes, como el amigo del protagonista,
cuya ignorancia resulta hiriente.
En Akim se cumple la promesa de Dios que resalta en el cartel,
que es igualmente válida tanto para ateos, agnósticos y personas de
cualquier religión: “me buscaréis y me
hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jeremías 29:13).
Ese es el requisito imprescindible para hallar la verdad: “buscar de todo
corazón”.
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