Posiblemente vuestros padres fueron
inmigrantes y vivisteis en un país donde vuestra cultura original no era la
predominante. Otros de vosotros nacisteis en alguna región del mundo donde la
democracia brillaba por su ausencia, gobernada por dictadores o auténticos déspotas
que vivían en palacios mientras que vosotros os teníais que conformar con una
comida diaria y poco más. Casi con total seguridad, la calidad de vida no era
la más deseable. Ante la imposibilidad de cambiar, sin esperanzas y sin un
futuro a la vista, muchos os fuisteis a países occidentales donde soñabais con triunfar
de la manera en que veíais en viejas pantallas de televisión. Pero, al llegar,
contemplasteis que no era oro todo lo que relucía. Sin profesión, sin trabajo
estable, con un índice de paro brutal a vuestro alrededor, os visteis de nuevo
atrapados en un callejón sin salida.
Comenzasteis a sentir ira: ira ante
tanta injusticia, ira ante un futuro desolador e ira ante la impotencia de no
poder cambiar la realidad. Todo esto con veinticuatro horas diarias por delante
que se hacían eternas, donde el aburrimiento más absoluto tomaba el control y
vuestros pensamientos se llenaban de imágenes de inutilidad y fracaso. Os
disteis cuenta que esta no era la tierra prometida. Nuevamente, queríais
escapar a algún lugar pero no sabíais dónde ir.
Así pasaron los años y la frustración no
dejó de crecer en vuestro interior. Y llegó un día donde conocisteis a las personas
que os iban a terminar de arruinar vuestra existencia. Sin daros cuenta, poco a
poco comenzaron a repetiros insistentemente que el mal era la sociedad en
general –que era la que os oprimía- y que todos aquellos que no adoraban a
vuestro mismo dios eran infieles a los que había que exterminar porque era la
voluntad divina. Os prometieron lo que anhelabais: metas por las que luchar,
reconocimiento, admiración, respeto y una nueva vida. Era la excusa perfecta
para convenceros y justificar la barbarie. Eso sí, sin que vosotros tuvierais que
pensar mucho, solo dejaros llevar por el impulso. Secuestraron vuestras mentes y las arrojaron
a un pozo de oscuridad de donde nunca más volvieron a salir, al igual que los
que celebran diversas fechorías.
Esos líderes a los que creíais admirar
os engañaron. Sí, tal cual. Por mucho que os abrazaban y os dedicaban palabras
de aprecio, no sentían ninguna clase de amor hacia vosotros. Eran egoístas que
solo os estaban usando y manipulando. Para ellos erais bolsas de basura de usar
y tirar. Puede que os dijeran que vuestra madre se sentiría orgullosa cuando
ofrecierais la vida en la llamada guerra santa. La realidad es que habéis
destrozado la vida de vuestras propias familias, que a partir de ahora serán
perseguidas y estigmatizadas. Algunos de ellos dirán orgullosos que se sienten
alegres por vuestras supuestas acciones heroicas, pero siento deciros que, a
menos que les hayan lavado igualmente el cerebro, son palabras de cara a la galería,
para no reconocer la verdad y así defenderos por encima de todo, a pesar de los
actos de maldad que habéis cometido. Por mucho que os duela oírlo, aquellos que
os incitaron eran malos hermanos y os han arrastrado a un horripilante destino.
Sentíais camaradería por aquellos que
compartían las mismas ideas, por vuestros compañeros de armas, pero no
llegasteis jamás a sentir que alguien os amaba realmente, que era el verdadero
deseo de vuestro corazón aunque no lo supierais. Cuando os acercabais a un
espejo y os mirabais detenidamente a los ojos, ¿qué veíais en ellos? ¿Amor u
odio? Puede que hubiera risas en vuestras bocas, pero sin duda alguna no había
alegría genuina ni paz.
¿Cuál es la realidad? Que vuestras
acciones no han servido ni servirán absolutamente para nada. El mundo seguirá
igual o incluso peor para los intereses e ideas que promulgabais. Odiando y
asesinando no se logra nada, aparte de que la muerte se siga expandiendo, ahora
en tierras europeas, luego en las vuestras. Un derramamiento de sangre sin fin
donde nadie saldrá victorioso. En el mejor de los escenarios para vuestro
pueblo, la única posibilidad es la destrucción mutua, nunca la victoria. Las condiciones
de vida de vuestros compatriotas seguirán empeorando. Vuestras comunidades serán
aisladas por el resto de la población y conocerán una mayor penuria, si es que
ésta cabe. Muchos de ellos serán expulsados y regresarán al horror de vuestros
países de origen, atrapados en conflictos civiles o religiosos, y de los cuales
algunos serán bombardeados indiscriminadamente, provocando multitud de daños
colaterales. Decidme la verdad, ¿os parasteis alguna vez a pensar en todo esto?
Aparte de miles de muertos, ¿qué
lograron organizaciones como ETA, el IRA y otras semejantes? ¡Nada! ¿De verdad erais
tan ingenuos que creíais que vosotros ibais a ser diferentes? ¿No sabíais que
cuando el poderoso es golpeado con un martillo responde aplastando todo a su
camino, y que eso es lo que pasará a medio y largo plazo? Vuestros sucesores
golpearán nuevamente, pero serán golpeados de forma más contundente. Y como los
lleven al límite y se cansen de ellos, aniquilarán a varias de vuestras generaciones
de un plumazo (vuestros hijos y sobrinos), privándolas verdaderamente de la
posibilidad de elegir un futuro diferente al vuestro. Y así será en un ciclo
interminable de golpes y dolor contagioso. Ya no habrá más flores ni minutos de
silencio.
Quizá penséis que os odiaba, que me
consideraba superior a vosotros y os miraba por encima del hombro, pero una vez
más os equivocabais: lo que me provocan náuseas son vuestras repulsivas
acciones; vosotros me dais pena. También puede que creáis que me alegro de que
estéis muertos. Sabiendo en el lugar en el que estáis ahora mismo tras recibir
el verdadero juicio divino, os aseguro que no. Hubiera preferido que os frenarais
a tiempo, o al menos que os hubieran detenido. Sé que habría supuesto años de
prisión, pero la segunda oportunidad para reflexionar nuevamente y ver la
realidad desde otro punto de vista seguiría existiendo. Tristemente para
vosotros tal dicha se ha resbalado para siempre entre vuestro último aliento.
Ahora ya es demasiado tarde. Ahora ya no
hay solución. Ahora ya no hay ese paraíso que os prometieron lleno de vírgenes
y otras recompensas fantasiosas, como de manera terrorífica estáis comprobando
en este preciso instante por vosotros mismos. Ahora solo queda el funesto
legado que habéis provocado y vuestra propia desesperación por toda la
eternidad, donde vuestros nombres serán olvidados y despreciados. Justo lo
contrario a lo que deseabais.
Por muy terribles que fueran vuestras
circunstancias, por mucho dolor que hubierais experimentado, lo que llevasteis
a cabo no era la solución ni servía a ningún fin o propósito. Nunca lo fue y
nunca lo será. Ni para vosotros ni para nadie. ¿Cómo sienta saber y descubrir
que os estabais engañando?
Como ya he dicho, para vosotros ya es
tarde, pero para los vivos no. Puede que haya muchos como vosotros que estén en
el proceso que iniciasteis hace varios años: convertirse en yihadistas o en mártires.
Pero como dice el refrán, mientras hay vida hay esperanza. Ellos tienen la
oportunidad de no seguir esa senda de autodestrucción. Todavía pueden cambiar.
Todavía están a tiempo de vivir de manera sencilla. Tienen miles de ejemplos entre
aquellos que profesan la misma fe que decíais era la vuestra. Basta con que les
pregunten a aquellos que dieron un paso atrás, pero que en realidad era un paso
adelante: el de los verdaderos valientes. No es necesario nadar en la riqueza
para sentirse una persona de valor. Doy por hecho que no será fácil puesto que
realmente no lo es, pero pueden crear algo nuevo entre ellos si se lo proponen
sinceramente. Sus hogares, por pequeños que sean, pueden ser un lugar de
verdadera concordia y amor, donde sus familias sean el centro de todo y el nido
donde se respete en libertad a los que no piensan de la misma manera. Así
podrán tener tiempo para buscar la LUZ para no andar en tinieblas.
¡TODAVÍA ESTÁN A TIEMPO DE VIVIR!
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