Ciertamente, cada vez resulta más
difícil recomendar libros concretos a amplios sectores de cristianos. Por un
lado, aunque hay muchas personas a las que les gusta leer, el porcentaje de los
que leen es ínfimo en comparación con el número de creyentes que forman parte
de la Iglesia. Cuando le citas a muchos hermanos una obra que es muy necesaria y
que les ayudaría a crecer y madurar, apartan la mirada o directamente agachan
la cabeza; no tienen ninguna intención de hacer el esfuerzo. Caras de
verdaderos poemas sin rima. “Aman” más las novelas y las revistas. Es triste
que haya pocas ganas de profundizar y que muchos se conformen con algún
versículo sobreimpresionado en alguna postal bonita llena de estrellas y
montañas nevadas. Son los que prefieren el entretenimiento de los llamados
“conciertos cristianos” y demás actividades que el departamento de marketing eclesial ha puesto tan de moda en las
últimas décadas, como si el cuerpo de Cristo fuera una empresa, donde lo
importante es sentir y tener en lugar de pensar y ser. Por eso nos
encontramos con tantos cristianos inmaduros, a pesar de que su edad indique que
ya no son unos jovencitos.
Y por otro lado, porque está más que
comprobado que lo que vende y mueve millones de dólares y euros son los títulos
que hablan de lluvia de bendiciones, éxito, prosperidad, sanidades, nuevas
revelaciones, experiencias celestiales e infernales y, por último, el
sensacionalismo apocalíptico, junto a otras cuestiones sumamente extravagantes.
Todo con el beneplácito de algunas editoriales que están haciendo mucho daño
publicando manuscritos que son verdaderas bombas al corazón de las Escrituras y
de la sana doctrina. Pero claro, si señalas con el dedo los errores y las
soluciones te acusan de “juzgar”, como si la Biblia no nos dijera una y otra
vez que probáramos si los espíritus son de Dios, ya que “muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Jn. 4:1)
Siendo consciente de esta realidad, escribí
el artículo Aprender y crecer & Conformarse y estancarse (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/12/aprender-y-crecer-conformarse-y.html) hablando del
peligro que conlleva no querer aprender, con la intención de recalcar cuán
importante es formarse con buenos escritos, junto a una amplia lista temática
como guía que poco a poco estoy reseñando.
Respeto
vs Falta de respecto
Hoy quiero referirme a un libro que nos
muestra hasta qué punto somos cristianos tolerantes o intolerantes con otros
que comparten nuestra misma fe y son igualmente hijos de Dios pero difieren de
nosotros en diversos aspectos: Seguridad
de la Salvación: Cuatro puntos de vista, publicado por la editorial Clie
dentro de la Colección Teológica Contemporánea. ¿Piensas que la salvación se
puede perder o que no? ¿Crees que la Gracia de Dios es resistible o
irresistible? ¿Crees que Dios ha predestinado y escogido a los que van a ir al
cielo y reprueba al resto enviándolos al infierno? ¿Piensas que el que se
aparta nunca había experimentado el nuevo nacimiento o sí? ¿Es posible la
apostasía? En definitiva, ¿te decantas por el calvinismo o por el arminianismo?
Esta gran obra muestra algo inaudito:
cuatro autores que exponen cada una de las diferentes interpretaciones sobre la
“soteriología”, que se refutan entre ellos y que llegan a conclusiones
opuestas; pero, aún así, lo hacen respetando y amando al que no piensa de la
misma manera. Es tan inusual que hay que destacarlo, cuando debería ser lo más
lógico y normal del mundo. Uno de sus autores, J. Steven Harper, dice: “La respuesta teológica gira alrededor del
eje de su propósito. Si el propósito es ´ganar` la respuesta se parecerá más a
un debate. Si el propósito es ´aprender`, será más parecida a un diálogo. Tengo
la esperanza de redactar las respuestas a mis tres colegas más en un espíritu
de conversación que de controversia. Creo que Juan Calvino, Jacobo Arminio, y John
Wesley estarán todos en el Cielo. [...] Lo que quiero decir es, sencillamente,
que la nuestra es una exposición entre creyentes, no una diatriba entre
oponentes. Además, ningún sistema está un 100 por cien en lo cierto, al menos
es lo que yo creo. Cuando lleguemos al cielo, todos nosotros asistiremos al
curso ´Teología 101`, y el propio Cristo resucitado será nuestro Maestro. Solo
Él es la Palabra, y en relación con Él todas las demás palabras palidecen en
una relativa insignificancia. Nuestro triunfante Señor nos conducirá a todos
más allá de cualquier sistema que nuestras mentes finitas hayan utilizado para
entender las cosas. Cuando ya no veamos oscuramente, por un espejo, ninguno de
nosotros deseará aferrarse a sus puntos de vista frente a lo que Él nos
revelará como el perfecto entendimiento de todas las cosas” (pag. 63).
Estas palabras son un ejemplo para todos
nosotros y de las que debemos aprender sí
o sí, defendamos el calvinismo
clásico, el calvinismo moderado, el arminianismo reformado o el arminianismo
wesleyano –que suelen ser las cuatro posturas más habituales y las que se
exponen en esta obra-, o seamos bautistas, pentecostales, premilenaristas,
amilenaristas o postmilenaristas.
Por norma general, lo que me encuentro
día tras día tanto en persona como en las redes sociales es justo lo contrario:
cristianos intolerantes incapaces de convivir sanamente y que menosprecian a
otros cristianos por diferir en esta y otras cuestiones como la escatología. De
ahí el especial hincapié que hice en la introducción de mi libro Herejías por doquier para despertar
conciencias y corregir semejante despropósito (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/08/normal-0-21-false-false-false-es-x-none_21.html).
Aunque se dan la mano de cara a la
galería, muchos anidan en sus corazones complejos de superioridad y para sí
mismos se dicen: “nosotros llevamos la razón”. Otros directamente muestran
ceños fruncidos, rostros hirviendo como cafeteras y ojos rojos como tomates, a
punto de ahogarse por no respirar al hablar tan rápido lanzando todo un
batallón de textos a la velocidad de la luz. Un tercer grupo son aquellos que
olvidan que defender una idea –por muy buena que sea- no concede el derecho a
menospreciar al oponente usando la táctica del sarcasmo, donde se caricaturiza
los argumentos del otro. El calvinista le dice al arminiano: “Ten cuidado vayas
a cometer un pecado y no te dé tiempo a arrepentirte y acabes en el infierno”.
Y el arminiano le dice al calvinista: “Como tú dices que ´salvo, siempre
salvo`, y como ya lo soy, ahora me voy a la discoteca a vivir la vida. Nos
vemos en el cielo”. La realidad es que ni el verdadero calvinismo ni el
verdadero arminianismo enseña tales ironías.
El último sector está formado por
aquellos que, empecinados en arremeter contra todos, son de mal testimonio para
los inconversos y de piedra de tropiezo con los recién convertidos, como narra
Charles Swindoll en esta historia: “Algunos bromistas cuentan de un grupo de teólogos que
estaban tratando del tema de la predestinación y el libre albedrío. Y cuanto
más hablaban, tanto más acalorada se hacía la discusión. Como era de esperar,
los disidentes se dividieron en dos grupos. Un pobre individuo que no sabía lo
que creía se coló en las filas de la predestinación; donde se le desafió a que
dijera por qué estaba allí. –He venido
por voluntad propia, contestó él inocentemente. -¿Voluntad propia? Eso es lo mismo que libre albedrío. No puedes unirte
a nosotros. ¡Vete para allá! Entonces se retiró al grupo contrario,
enfrentándose al mismo espíritu desafiante: -Miren, me han mandado aquí.., contestó el hombre con sinceridad. ¡Largo!, le ordenaron. ¡No puedes estar con
nosotros a menos que venga por propia voluntad!”[1].
Tristemente, muchos cristianos “se
largan” porque no soportan este tipo de combates a muerte, más propios de
videojuegos como “Mortal Kombat”, ya que conllevan segregación, ostracismo y
hostigamiento por parte de creyentes a los que el conocimiento les vuelve
soberbios.
Ahora
te toca a ti
Seamos sinceros: son pocos, muy pocos,
los que han estudiado realmente esta cuestión de manera imparcial y objetiva. Sacan
sus conclusiones tras escuchar algunas predicaciones en youtube de algún pastor
o conferenciante que les gusta o asistir a algún estudio en la congregación
donde se reúnen. Y tan felices. No saben –o no quieren saber- del error que
supone adherirse a una posición doctrinal u otra sin conocer exactamente y en
profundidad lo que otros hermanos piensan del tema.
Si este es tu caso, es el momento de
cubrir este vacío con este sensacional libro. Y, una vez que llegues a tus
propias resoluciones, debes aprender:
1. A
compartir con amor.
2. A
no imponer tu punto de vista a nadie.
3. A
respetar al resto de cristianos que no piensan como tú.
4. A
no considerarlos herejes.
5. A
tratarlos como son: hijos de Dios.
6. A
no obsesionarte y convertirlo en tu monotema.
Aunque algunos hayan afirmado lo
contrario, recuerda que ni los mayores teólogos de la historia se han puesto de
acuerdo sobre este tema ni pueden asegurar que sus conclusiones sean
definitivas y absolutas.
Que uno de los lemas de tu vida como
creyente sea el expresado por Agustín de Hipona, y que no me canso de repetir: “En los puntos
esenciales, unidad; en los puntos no esenciales, libertad; y en todas las
cosas, amor”.
Sin
negar ninguna de las verdades esenciales del cristianismo y que “repercuten directamente en la
salvación” (el pecado original,
la salvación por gracia, la Trinidad, la divinidad de Cristo, su encarnación,
que fue concebido por el Espíritu Santo de María virgen, su muerte expiatoria
en la cruz que canceló de una vez y para siempre nuestra deuda con el Padre, su
resurrección corporal de entre los muertos y posterior ascenso a los cielos, y
la segunda venida para establecer su Reino por la eternidad),
en el resto “que no repercuten
en la salvación” debemos conceder libertad de conciencia. No olvides
cumplir el segundo gran mandamiento: amar al prójimo como a ti mismo.
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