Venimos de aquí: ¿Qué puedes aprender de la crisis del coronavirus? Que no debes volver
atrás una vez que has abierto los ojos (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/07/11-que-puedes-aprender-de-la-crisis-del.html).
Hace unos meses, al
inicio de la pandemia y al poco de comenzar el confinamiento, mantuve una
conversación con mi amigo Miguel sobre si creíamos que las personas cambiarían
cuando todo pasara. Los dos llegamos a la misma conclusión: no. Se podrá pensar
que ambos tenemos una versión pesimista de la humanidad, pero es simplemente un
reflejo de la realidad que ya estamos observando claramente a nuestro
alrededor. La inmensa mayoría vuelve a ser como los zombies que el cineasta
George Romero mostró satíricamente en sus películas de los años 70 y hasta su
fallecimiento para explicar la esencia y la naturaleza humana que se mueve por
instintos y estímulos externos.
Como bien apunta mi otro
amigo José Ángel: “La publicidad empieza a insistir en que tenemos que
volver de inmediato a la misma vida de antes, a consumir igual, a beber igual,
a contaminar igual... como si todo hubiera sido un mal sueño del que hay que
despertar y olvidar. Todos a las prisas, al trabajo frenético, a por dinero, a
los bares, al ruido, las pelis, las vacaciones lejanas, el turismo de masas,
las compras innecesarias, la vanidad de las redes sociales, los créditos y las
deudas, las comilonas insanas... que nadie
se pare a pensar que hay otras formas de vivir, de encarar la realidad, de
darle sentido a esta locura. Y los ancianos, a las residencias de nuevo, que
molestan en casa, que no nos dejan hacer todo eso que hay que hacer. Y los
niños también molestan (aunque es verdad que tienen la belleza del cachorro; no
son como los viejos): al cole de inmediato o a las guarderías. Por lo visto no
ha pasado nada: el mundo era perfecto hasta febrero. Repitamos la historia”.
Incluso el periódico
“El Mundo” hizo un análisis sobre la situación “postpandemia”, y decía así: “Sexo, fiestas y despilfarro: así serán los años locos
que llegarán tras la pandemia. En pleno
récord de contagios, cada vez más expertos aventuran cómo se comportará la
sociedad cuando termine la crisis. La Historia demuestra que, tras los grandes
traumas, suele venir una resaca de gasto económico y desenfreno hedonista”[1].
Cambios globales vs Cambios personales
Hay filósofos y figuras
religiosas que piensan lo contrario, que todo lo que está pasando va a sacar lo
mejor del ser humano y vamos a “ascender” a una especie moralmente mejorada. La
persona de la calle, que se aleja de las palabras vacías de estos humanistas
que siguen confiando en la benevolencia del corazón humano, sabe que no será
así. En una reciente entrevista, el célebre exjugador de Baloncesto y médico de
profesión, Juan Antonio Corbalán, un ciudadano con los pies en la tierra, a la
pregunta de si habremos aprendido la lección de todo esto, contestó así: “Yo creo que no. La humanidad tiene una inercia tan
enorme... Nos durará durante un tiempo esta sensación de país, de compartir y
de reconocer el trabajo de los otros. Creo que eso poco a poco irá disminuyendo
y al final volveremos a los mismos vicios que hemos tenido siempre. Soy bastante
escéptico porque muchos de los elementos que conforman nuestra sociedad son
impuestos y tenemos una forma de capitalismo mal entendida. Eso nos hará volver
otra vez a lo de que ´yo arreglo mi problema y el que venga por detrás que
arree`. Ahora se impone la parte social, más redistributiva y más bonita y
buena de las personas, que poco a poco se irá olvidando. Ojalá nos sirviera
para hacer una sociedad nueva”[2]. Expresa un deseo (“ojalá sirviera”) pero muestra la
realidad (“volveremos a los mismos vicios”).
¿Habrá individuos que a
nivel personal serán diferentes “a mejor”? Seguro que sí. De entre los temas
que hemos tratado en estas lecciones, estarán aquellos que se habrán dado cuenta
de que no son el centro del mundo. Otros habrán aprendido a controlar física y
mentalmente la ansiedad. También estarán los que habrán puesto su confianza en
Dios en medio de la tormenta y esto les servirá para siempre aunque en el
futuro vengan situaciones desagradables a sus vidas. Luego estarán los que, al
ver que han sobrevivido a esta crisis médica mundial, se sentirán agradecidos
cada día por todo lo que tienen, sea mucho o poco, en lugar de quejarse por lo
que les falta. Otros habrán aprovechado este tiempo de encierro para buscar a
Dios en Su Palabra y los que se alejaron para acercarse nuevamente a Él.
Habrá un poco de todo sin grandes variaciones: el
carnal seguirá mostrando una actitud
y una forma de pensar carnal. El cascarrabias seguirá siéndolo. El que se enoja
a la mínima y por nimiedades seguirá haciéndolo. Los hinchas deportivos
volverán a su pasión, llegando al extremo del “odio al del bando contrario”.
Las feministas radicales volverán a reclamar el aborto libre y a defender la
ida de que el género es una construcción social. El hereje se reafirmará en su
herejía. El que cada vez que salía de fiesta bebía hasta ver las estrellas,
ahora verá las constelaciones de la cogorza que llevará. El religioso volverá
a su liturgia sin vida. Habrá espirituales que lo serán aun más y otros que
habrán relajado su ética y moral. Los que estaban acostumbrados a depender de
infinidad de cultos y actividades para alimentarse se habrán secado o habrán
aprendido a comer por sí mismos. Los que comían por sí mismos, lo habrán
seguido haciendo, incluso más, dándose buenos “banquetes”. Algunos habrán hecho
caso a la exhortación de Pablo, de aprovechar bien el tiempo porque los días
son malos (Ef. 5:16) y otros lo seguirán perdiendo en banalidades y en
telebasura.
Ya dice esa famosa
canción de Alaska: “¿A quién le importa
lo que yo haga? ¿A quién le importa lo que yo diga? Yo soy así y así seguiré.
Nunca cambiaré”. [...] Ya es demasiado tarde para cambiar ahora. Me mantendré
firme en mis convicciones. Reforzaré mis posiciones”. Por eso, y en definitiva, las palabras de Apocalipsis se harán
realidad: “El que es injusto, sea
injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo,
practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese
todavía” (Ap. 22:11).
Creer que el cambio
positivo será generalizado y que, a grandes rasgos, los habitantes del planeta
Tierra cambiarán, es sencillamente no conocer a nuestra especie ni su historia
pasada. Jesús llegó a preguntar de forma retórica: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre,
¿hallará fe en la tierra?” (Lc.
18:8). La respuesta –en términos globales- es claramente que no.
Conocer el error en el que muchos caerán para no caer en él
Como ya vimos en el
primer escrito, cuando se implemente de nuevo la total “normalidad” a nivel
relacional y la vida social se restablezca –sea en unos meses o en varios años-
los que no hayan aprendido nada durante este periodo oscuro volverán a las mismas rutinas anteriores. Y el porqué es muy
sencillo de entender: cuando pasamos por malas experiencias, encontramos que la
mejor manera de pasar página es “dejar de mirar atrás” y “mirar hacia
adelante”. Y es así como “olvidamos”. Los recuerdos quedan almacenados en la
memoria pero pierden su influencia sobre nosotros y dejan de ser el pan de cada
día. De forma equilibrada, es una actitud deseada y sana que se centra en el
presente y en los vivos. Incluso es aconsejada vehemente también por Pablo: “una cosa
hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está
delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo
Jesús” (Fil. 3:13-14). Pero si las malas malas vivencias no nos
lleven a cambiar lo que haya que cambiar, a mejorar lo que haya que mejorar y,
en definitiva, a crecer, no habrá servido como aprendizaje ni encontrado su
lugar como oportunidad para pulirnos y madurar.
Si solo tiene una
enseñanza temporal, si solo nos ha servido para darnos cuenta del valor de la
amistad, para darnos cuenta de cuánto echábamos de menos a los amigos y a los
familiares, los besos y los abrazos, y cómo anhelábamos la libertad para
viajar, hacer deporte, salir a cenar, a pasear o practicar cualquier afición, y
nos limitamos a volver a hacer lo mismo–aun siendo sano todo lo citado- poco
partido le abremos sacado a este periodo de nuestra vida. El Covid-19 no nos habrá
enseñado nada trascendental.
¿Dónde está la diferencia?
El matiz, el antes y el
después, lo que diferencia lo temporal de lo atemporal, lo efímero de lo
eterno, está incluido en la segunda mitad de las palabras citadas de Pablo. Sí,
dejar atrás el pasado, pero con un propósito: proseguir a la meta, “al premio del
supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:14). Aquí no hay término medio: o buscamos cruzar esa meta
cuando lleguemos al final de nuestra vida o seguimos mirando únicamente esta vida
presente y nada más.
Pablo fue muy claro sobre las malas épocas, y esta lo
es: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como
sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Ef. 5:15-16). Así que, para terminar
esta serie de escritos y como colofón –aunque quién sabe si los ampliaré en el
futuro en función de las circunstancias- tienes que hacerte una serie de
preguntas para ver si estás aprovechando este tiempo de forma sabia o lo estás tirando literalmente a la basura:
- Si estabas lejos de
Dios, ¿te has acercado a Él?
- Si no le buscabas,
¿le has buscado?
- Si no le conocías,
¿ya le conoces?
- Si no habías
aceptado su regalo de salvación, ¿lo has aceptado ya?
- ¿Tienes la certeza
de que tu nombre está escrito en el Libro de la Vida?
- ¿Has profundizado
en su conocimiento leyendo Su Palabra o te has limitado a hacer gimnasia, a
matar las horas delante del ordenador, del móvil o de la tablet?
- ¿Has leído buenos
libros cristianos o te has limitado a novelas seculares?
- ¿Tu mirada sigue
puesta exclusivamente en este mundo sin tener en cuenta la eternidad?
- ¿Estás preparado
para cuando la muerte llame a tu puerta, sea en la fecha que sea?
- ¿Tu único deseo es
retomar la normalidad anterior o anhelas con mayor ahínco el regreso de Cristo?
- ¿Has aprendido a
confrontar la ansiedad física y mental, y a descansar la de tu alma en Dios?
- ¿Sabes ya cómo
hacer que tu alma halle reposo en Dios en lugar de depender de los vaivenes de
la vida?
- ¿Has comprendido
realmente y de forma práctica que no eres el centro del universo?
- ¿Eres más
agradecido ahora que antes y has hallado el contentamiento en la sencillez y no
en la búsqueda del reconocimiento social o las posesiones materiales?
Podría plantear
infinidad de cuestiones más, pero las más básicas e importantes están aquí
recogidas. Y recordemos que saber las respuestas adecuadas no significa haber
aprendido si no se ponen por obra. Ya resaltó Platón tal verdad: “El que
aprende y aprende y no practica lo que sabe, es como el que ara y ara y no
siembra”.
Conclusión
Una reciente encuesta en
Alemania señalaba que el 41% de la población piensa más en el significado de la
vida desde el coronavirus[3]. Un porcentaje bajísimo dada la situación. C. S.
Lewis dijo: “Dios nos grita en el dolor, es el altavoz que utiliza para
despertar a un mundo sordo”. Ni el dolor del coronavirus sirve para que los
sordos busquen dejar de serlo cuando podrían si quisieran.
Hay otros que parece que
sí están buscando en Internet a Dios durante el confinamiento: “Muchas entidades que trabajan compartiendo el
Evangelio por Internet han visto un gran aumento en la solicitudes y preguntas
de los usuarios. Así, por ejemplo, el ministerio enbuscadeJesus.net y pazconDios.net
coordinado en España por Decisión, que cuenta en la actualidad con un
equipo de 23 voluntarios como consejeros online, ha atendido miles de
solicitudes desde que comenzó el estado de alarma. A nivel global, pazconDios aumentó un 42% en marzo sus
visitas sobre el promedio de 2019. 190.000 personas han visitado las páginas
especiales creadas sobre el Covid-19 desde que comenzó la pandemia, de las
cuales 9000 oraron pidiendo la paz de Dios en sus vidas y 1700 dejaron sus
datos para continuar en contacto. [...] Una
voluntaria tuvo una conversación con una mujer con miedo a la muerte por el
Covid-19. En medio de esa desesperación la usuaria mencionaba que no tenía paz,
que se sentía sola y que no encontraba sentido a todo lo que estaba pasando. La
voluntaria le guió a varios textos de la Biblia que prometen paz y le presentó
el mensaje del amor de Dios. Después de un rato, la usuaria se calmó y decidió
orar aceptando el perdón y amor de Dios. Luego escribía que estaba llorando por
la paz que estaba sintiendo al haber hecho la oración reconociendo a Jesús como
su Salvador y que estaba perdiendo ese miedo tan terrible al virus”[4].
La
realidad es que, cuando pase el efecto y el shock provocado por el coronavirus,
y cuando los confinamientos concluyan definitivamente, salvo excepciones, en la
mayoría de los casos, se hará realidad ese refrán que dice “si te he visto, no
me acuerdo”: todo irá quedando atrás y solo quedarán pequeños reductos de
personas que habrán adquirido y asimilado lecciones que determinarán para bien
su futuro y su eternidad. Es y será motivo de gran alegría.
El mundo va a seguir girando, y de igual manera las
catástrofes naturales nos volverán a golpear cada cierto tiempo: sea en forma
de terremotos, tsunamis, lluvias torrenciales, huracanes o nuevos virus. A esto
habrá que sumarle la mano destructora del ser humano: guerras, atentados
terroristas, injusticias sociales, enfrentamientos políticos y todo tipo de actividades destructoras que suelen ser la norma en nuestra historia. Así que
nada depende de lo que suceda o deje de suceder, si no de tu decisión personal respecto a Dios: aceptar o no el
sacrificio que Él llevó a cabo en la cruz por tus pecados y, una vez hecho,
cambiar todo lo que haya que cambiar.
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