lunes, 2 de octubre de 2017

Algunas señales concretas antes de la Segunda Venida de Cristo

Venimos de aquí: Una evidencia de los últimos tiempos: el carácter del ser humano. https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/09/4-una-evidencia-de-los-ultimos-tiempos.html

En el anterior escrito analizamos cómo iba a ser –y ya es- el carácter del ser humano en los postreros tiempos. Ese aspecto abarcaba el interior del ser humano. Ahora veremos factores externos, que tienen que ver con la situación planetaria, y que son también señales claras antes de la Parusía.

Guerras y rumores de guerras
Jesús, en su discurso principal sobre el fin de los tiempos, habló de guerras: “Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino” (Mt. 24:6).
Es cierto a lo largo y ancho de toda la historia de la humanidad se han producido infinidad de guerras o momentos verdaderamente críticos para la civilización, como las invasiones bárbaras, vikingas y musulmanas en los llamados “años oscuros” (aproximadamente entre el 476 d. C y el 1000 d. C.). Aún así, nada comparable en magnitud a los conflictos bélicos del último siglo, debido principalmente a la cantidad de víctimas por el número de habitantes en el planeta y por la capacidad destructiva de las armas empleadas: dos guerras mundiales, cinco guerras árabe-israelíes, la guerra del Vietnam, la de Corea, la civil de España, Sudán y Yugoslavia, la de Irak-Irán en los ochenta, las dos del Golfo Pérsico, las interminables en el presente en Afganistan y en Siria, etc. ¿El resultado?: “Desde el año 1700 han muerto en conflictos armados unas 100 millones de personas, el 90% durante el siglo XX y un 13% desde 1945 al presente”[1].
Una vez más, vemos que las guerras y los millones de millones de muertos consecuentes se han multiplicado exponencialmente a niveles nunca antes vistos. Y cada día que transcurre esos “rumores de guerra” que también citó Jesús están presentes (en el pasado reciente, uno de esos grandes rumores fue la “crisis de los misiles”). No pasa una semana sin que surga alguno bien grave: un día es Irán y la milicia chií libanesa Hizbulá amenazando a Israel con su destrucción, otro día Rusia jugueteando con los países bálticos y más allá, y otro día es Corea del Norte amenazando a Estados Unidos y lanzando misiles que apuntan a su vecino del sur y a Japón. Y así una lista interminable de “rumores”.

Violencia
A todo esto hay que añadirle otro detalle: Jesús dijo que, cuando fuera a regresar, la tierra estaría como en los tiempos de Noé. La pregunta sería entonces: ¿Cómo estaba por entonces la tierra? Génesis 6:11 nos responde: “Llena de violencia”. Por eso, a las guerras y a los rumores de guerra, hay que añadirle todo tipo de violencia, como:

- El aborto, que es el asesinato organizado y sistemático de bebés en el vientre de las madres. Se dan entre 40 y 50 millones al año en el mundo (FEMEN: ¿El derecho sagrado de asesinar?: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/10/femen-el-derecho-sagrado-de-asesinar.html).

- El suicidio, que es ejercer la violencia final contra uno mismo (800 mil anuales), aparte de la muerte silenciosa causada a uno mismo por el consumo de drogas, que han pasado de 200 mil de 2016 a 500 mil en 2017[2].

- La violencia contra la mujer (“violencia de género), y la peor que existe, que es la violación o el abuso sexual: “Las cifras globales revelan que solo en un día se cometen 903 violaciones, mientras que al año son registradas 329.708 violaciones en todo el mundo (violaciones denunciadas), incluyendo las 95.136 violaciones registradas de Estados Unidos, las 52.425 de Sudáfrica y las 24.350 en Canadá”[3].

- La violencia psicológica de hijos a padres, donde jóvenes malcriados y consentidos (con todos los derechos pero sin ninguna obligación –como vemos hoy en día frecuente y abundantemente-, y que no aprecian lo que reciben gratuitamente), ejercen el llamado “Síndrome del Emperador”: “Un problema que, sólo en España, se ha duplicado en los últimos cinco años. Las denuncias de padres a hijos ante la justicia han pasado de las 2.500 emitidas en 2012 a las 5.000 de la actualidad. El 60% de los casos los destinatarios de las denuncias son hijos varones. Las mujeres que agreden son un 40% y, según los expertos, la violencia es sobre todo psicológica. En el caso de los padres, los datos indican que la madre sufre las agresiones de los hijos en un 100% de los casos”[4]. Esa violencia psicológica consiste en faltar el respeto a sus padres, en hablarles con desconsideración y en usar el chantaje emocional para lograr sus deseos, algo que logran retirándoles la palabra, estando durante días con mala cara, quejándose por todo y de todo, encerrándose en la habitación, negándose a comer, etc. Pablo los define como “desobedientes a los padres”, “sin afecto natural” e “ingratos” (2 Ti. 3). Javier Urra, el psicólogo, escritor y forense en la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y Juzgado de Menores desde 1985, presagia un futuro muy negativo para la violencia de género porque, según él, “educamos a una sociedad queriente, no a ciudadanos”.

- El homicidio, que provoca cerca de 500 mil muertos anuales en todo el mundo.

- La persecución contra los cristianos, por la cual han sido asesinados más de 45 millones desde comienzos del siglo XX hasta el día de hoy, más que en todos los siglos anteriores juntos (el 65% del total de confesores de la historia de la Iglesia; unos 70 millones).

- Las Intifadas que hay cada pocos años por el conflicto judeo-palestino.

- La barbarie del ISIS en Oriente Próximo y sus atentados en medio mundo, cuestión que ha llegado a Occidente para no volver a irse nunca más, provocando que incluso los propios ejércitos de varios países europeos estén patrullando las ciudades.

- La violencia callejera en la que se mata por robar un móvil y la violencia extrema en las que viven sumidos multitud de países de Sudamérica por causa del narcotráfico (México, Colombia, Brasil, etc.).

- La violencia que manifiestan los grupos antisistemas cada vez que se reúnen los líderes del mundo, y que se convierte en una batalla campal durante varios días cuando se enfrentan a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

- Los grupos ultras que usan el fútbol como excusa para sus fechorías y que, de forma demencial, organizan quedadas para pelearse entre ellos.

- Los asesinatos diarios entre las diversas guerrillas de Ruanda y Uganda, que se matan por lograr ese mineral llamado Coltán (y con el que se hacen los móviles, entre otro tipo de tecnología).

- Y, por último, la violencia que se observa en los Institutos entre los jóvenes (bullying), y la “violencia verbal” instalada en Internet y en las redes sociales entre todas aquellas personas que piensan de manera distintas en diversas materias (política, economía, deportes, religión, etc.), haciéndose reales las palabras de Santiago: “Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno” (Stg. 3:6).

Hay más elementos más que no he citado, pero basta con estos para afirmar que el aspecto global es demoledor. No es una situación local, nacional o continental, sino mundial, y es dantesca, aunque los que viven en paz en otros países o no tienen problemas en sus ciudades no le presten mucha atención porque están centrados en sus aficiones y en sus propias vidas.

Terremotos
Entre otros aspectos, Jesús añadió a la guerra, a los rumores sobre ella y a la violencia, uno especialmente llamativo: “y habrá [...] terremotos en diferentes lugares” (Mt. 24:7).
Como ya dijimos, siempre ha habido guerras, pero nunca como las del último siglo. Con los terremotos sucede exactamente igual. Es cierto que conocemos muchos sucesos terribles del pasado (como por ejemplo el terremoto de Shaanxi –China-, donde en 1556 murieron 830.000 personas, o el de Lisboa en 1755 que acabó con casi 100.000 víctimas), pero lo que estamos contemplando en el último siglo se sale de escala en cuanto a cantidad y número de fallecidos en total, y cuyos eventos son de tal envergadura que han provocado el movimiento del eje de la Tierra (con el de Chile en 2010) o Tsunamis devastadores como el de Japón:

- Sumatra, en Indonesia (2004): 230 mil muertos.
- Cachemira (2005):  86 mil muertos.
- China (2008): 87 mil muertos.
- Haití (2010): 316 mil muertos.
- Japón (2011): 19 mil muertos.  

Otros muchos -como el reciente de México (2017)- no provocan tantas víctimas (aunque el de 1985 superó las 10.000), pero resultan devastadores.

Y así seguirá sucediendo hasta la Parusía, como hemos visto, de forma cada vez más intensa: “toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (Ro. 8:22).

¿Esperanza o desesperanza?
¿Con qué me quedo de las palabras de Jesús? De su primera conclusión: “Y todo esto será principio de dolores (vs. 8). Si no es “el fin del mundo” y sí “el principio del fin”, ¿cómo será el parto? El embarazo está bien avanzado y los dolores ya se están sintiendo y escuchando. Si lo poco que hemos visto es extremecedor –y aunque no sepamos el orden cronológico exacto-, el final de la gran tribulación ya nos desborda por completo: “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mt. 24:29).
Aunque tristemente las mentes de muchos se han acostumbrado al horror “televisivo” y no les afecta a menos que les toque directamente, todo está in crescendo y lo que queda por ver es terrible, tanto que las personas “ansiarán morir” (Ap. 9:6).
La reacción de los incrédulos ante todos los acontecimientos mundiales presentes y los que están por venir es clara: lo achacan y lo achacarán a “la madre naturaleza” o a “la mano del hombre”, cuando Dios lleva vaticinando miles de años que la humanidad y la tierra están heridas de muerte. Por eso habrá “angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra” (Lc. 21:25-26).
Sea por la guerra, por la violencia desmedida, por el terrorismo, por la propia maldad del ser humano y su carácter, o por desastres catastróficos, muchos inconversos, aunque asientan lo contrario, están y estarán angustiados y asustados en su ser interior. Otros se sentirán seguros o confiados por las promesas de “paz y seguridad” de algunos gobernantes, pero “entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina” (1 Ts. 5:3). Se hará presente lo anunciado hace miles de años: “Porque he aquí que Jehová vendrá con fuego, y sus carros como torbellino, para descargar su ira con furor, y su reprensión con llama de fuego. Porque Jehová juzgará con fuego y con su espada a todo hombre; y los muertos de Jehová serán multiplicados” (Is. 66:15-16).
Por el contrario, para el cristiano, a pesar del dolor que pueda sufrir, es la señal de que la esperanza está a punto de hacerse realidad, que es el retorno glorioso de Cristo: “Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria” (Lc. 21:27).
Estas palabras de Jesús son para los verdaderos hijos de Dios: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lc. 21:28).

Conclusión
Podríamos seguir hablando de otras señales anunciadas en las Escrituras y que ya son visibles (enfermedades, el aumento de la ciencia, hambre, idolatría, apostasía, persecución y aborrecimiento a los cristianos, burladores de Jesús, falsos profetas y falsas doctrinas, espiritismo y satanismo, etc.), que nos hacen ver cuán cerca estamos del final, o del comienzo del final, o del comienzo del nuevo comienzo, como queramos describirlo, pero mi intención no era hacer un estudio pormenorizado de ellas, sino mostrar una simple panorámica sobre la idea central de que Cristo viene de nuevo a la Tierra –siendo ese el clamor de todos los cristianos-, con lo que ello conlleva tanto para los creyentes como para los incrédulos: “El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús” (Ap. 22:20).
“La noche está avanzada, y se acerca el día” (Ro. 13:12). ¡MARANATHA!


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