Cuando se entrevistó
al doctor Marcos Gómez en el programa de Salvados, titulado La Buena
muerte, y que cité en el primer escrito –siendo llamativo que fuera la entrevista
más corta, precisamente al único de los participantes que no estaba a favor de
la eutanasia-, mencioné la cantidad de improperios que recibió en las redes
sociales. Como ya dije, no me dirijo a personas que ni siquiera se molestan en
profundizar en la alternativa que él propuso, sino a todos aquellos que
comentaron tras ver el espacio televisivo que, aunque estaban a favor de la
eutanasia, después de escuchar a este doctor, cambiaron de opinión o, al menos, tenían
que volver a replanteárselo, puesto que habían comenzado a dudar. Esto es lo
que suele pasar cuando únicamente se atiende a una versión y, de repente, te
explican la otra. Así que profundicemos en esta variante diferente.
Los cuidados paliativos
La solución a una enfermedad terminal no debería ser
la eutanasia ni el suicidio asistido, sea bajo petición o demanda. La
alternativa tiene un nombre muy definido: cuidados
paliativos.
Como apunta la doctora Megan Best –que trabaja en
cuidados paliativos y es especialista en ética médica- es extremadamente sugerente
el contraste entre las personas sanas que apoyan la eutanasia –una encuesta
entre los europeos así lo confirmó[1]- y el deseo opuesto de los enfermos que reciben cuidados paliativos, donde menos del 1% pide insistentemente el fin de
su vida[2],
como se comprobó en otra encuesta que se realizó en Sidney. Estos datos deberían
hacer reflexionar a los que están sanos y apoyan la eutanasia. Puede que cambien de opinión. Algunos piensan que negar la eutanasia a una persona
es condenarla a vivir un infierno mientras vive con su enfermedad, cuando ya
hemos visto en todos estos artículos que el enfoque se puede y se debe
variar completamente.
En el caso de los cuidados paliativos, hay que empezar
por definir qué son realmente. Dejemos que sean los expertos quienes lo hagan[3]:
“Son la rama de la medicina que se encarga de PREVENIR y ALIVIAR el
sufrimiento así como brindar una mejor CALIDAD DE VIDA posible a pacientes que
padecen de una enfermedad grave y que compromete su vida, tanto para su
bienestar así como el de su familia. Los cuidados paliativos
normalmente se aplican a pacientes que cursan con enfermedades terminales que
se encuentran fuera de un tratamiento médico habitual o convencional o en un
estado muy avanzado con poca probabilidad de respuesta a los tratamientos
establecidos”.
¿Cuáles son los principales objetivos de estos cuidados?
a) El manejo de los
síntomas que ponen en una situación de sufrimiento al paciente y/o a sus
familiares.
b) Establecer las
metas de tratamiento de acuerdo a las preferencias del paciente para con su
vida.
c) Mantener la
comunicación entre el paciente, su familia o cuidadores y todo el equipo médico
involucrado en el tratamiento de su enfermedad.
d) Proporcionar apoyo
psicosocial al paciente y a sus familiares.
e) Atención
domiciliaria.
Enfermedades del
corazón o neurológicas avanzadas, o que no tienen tratamiento como la mayoría
de las demencias (como la de tipo Alzheimer), enfermedades pulmonares
obstructivas crónicas, insuficiencia renal crónica terminal, el cáncer o el VIH/SIDA, suelen requerir
cuidados paliativos.
¿Cuáles son los
principales síntomas o molestias a las que se enfocan los cuidados
paliativos? Dependen del tipo de enfermedad, pero también hay molestias
secundarias causadas indirectamente por la misma, el ambiente social y los
aspectos psicológicos que la enfermedad en sí conlleva:
- Control del dolor.
- Tratamiento de la
depresión (cuidado emocional, afectivo y
psíquico de la persona enferma).
- Manejo de la
ansiedad.
- Tratamiento del delirium (un estado de
confusión agudo caracterizado por mucha inatención, incongruencia del
pensamiento, alteración de la conciencia y un pensamiento desorganizado).
- Fatiga.
- Disnea (falta de
oxígeno).
- Insomnio.
- Náuseas.
- Constipación (estreñimiento).
- Diarrea.
- Anorexia (falta de
apetito).
- El lidiar con la
enfermedad (aspectos referentes a cómo enfrentar la enfermedad, el
entendimiento de la misma, la explicación del paciente hacia su familia y el
estrés que puede conllevar toda la situación).
- Aspectos sociales
(el impacto de los síntomas sobre el cuidado del paciente y la situación
familiar en ese momento).
¿Cómo se aplican los cuidados?
Como hemos descrito, los cuidados paliativos, entre
otros aspectos, incluye el control de los síntomas para minimizar todo lo
posible el dolor –aunque éste no desaparezca completamente-, y así proporcionar
la mayor comodidad posible al enfermo mientras la propia enfermedad prosigue su
curso hasta el final. Esto se lleva a cabo con analgésicos, antiinflamatorios, morfina en dosis
terapéuticas (por vía oral en forma de pastillas o de chupa-chups, en forma de inyecciones, a través de una “bomba” que
se va cambiando al cabo de un cierto tiempo, o en parches), etc. Cuando estas medidas dejan de hacer efecto
y el dolor es muy intenso, se combina con la sedación controlada, que es la disminución deliberada del nivel de
conciencia del enfermo mediante la administración de fármacos apropiados.
¿Prolongar la vida innecesaria y antinaturalmente?
Todo esto se hace
para que tanto el paciente como la familia entiendan perfectamente en qué
consiste la enfermedad, el estado y la gravedad de la misma, el pronóstico y
las opciones del cuidado que puede recibir el afectado. A su vez, abarca el
aspecto más ignorado de todos: “Evitar la
prolongación innecesaria de la vida o del sufrimiento y medidas terapéuticas
que no tienen como objetivo ni el bienestar ni la mejoría del pronóstico de
vida del paciente evitando así el encarnizamiento terapéutico. Es decir,
favorecer la calidad de muerte. Logrando un adecuado tratamiento de los
síntomas que provocan las enfermedades terminales y mejorando la calidad de
vida al final de la vida del paciente y asegurando el bienestar de sus
familiares”.
Por lo tanto, no se
practica la eutanasia –que es inyectar fármacos para provocar directamente la
muerte- sino la retirada de tratamientos
artificiales que ya no ejercen ningún efecto en el paciente al ser ineficaces
ante la enfermedad en sí. Con estas medidas se evita prolongar lo inevitable, que no acelerar. Esa es la diferencia y el importantísimo matiz. ¿Que
la sedación acorta la vida? Sí, según algunos médicos cuentan por propia
experiencia, y en función de la dosis administrada: “Si sucede que para aliviar los síntomas es preciso pautar medicamentos
y/o dosis de los mismos que tienen el riesgo de acortar la vida del paciente.
En estos casos el beneficio humanitario del alivio es siempre superior al
efecto secundario de acelerar o producir la muerte. Pero el médico debe actuar
de forma transparente y evidente en que la meta real que se busca no es acortar
la vida, sino evitar o reducir adecuadamente el sufrimiento. Quizás esto
parezca complejo, pero es relativamente sencillo para un médico experimentado.
Un caso frecuente y fácil de entender es el paciente oncológico terminal que
sufre dolores o asfixia intensos. Al aumentar la analgesia se llega a la
sedación, y en ocasiones la dosis necesaria puede tener el riesgo de deprimir
el centro respiratorio y producir la muerte”[4]. Tengamos siempre presente que acortar y quitar no son
sinónimos: “El médico tiene el deber de intentar la curación o
mejoría del paciente siempre que sea posible. Cuando ya no lo sea, permanece
la obligación de aplicar las medidas adecuadas para conseguir su bienestar,
aun cuando de ello pudiera derivarse un acortamiento de la vida” (art.36-1. Código Deontología Médica)[5]. Como señala el Consejo General de Colegios Oficiales
de Médicos (Organización Médica Colegial): “Existe una clara y relevante
diferencia entre sedación paliativa y eutanasia si se observa desde la Ética y
la Deontología Médica. La frontera entre ambas se encuentra en la intención,
en el procedimiento empleado y en el resultado. En la sedación se busca
disminuir el nivel de conciencia, con la dosis mínima de fármacos, para evitar
que el paciente perciba el síntoma refractario. En la eutanasia se busca
deliberadamente la muerte anticipada tras la administración de fármacos en
dosis letales para terminar con el sufrimiento del paciente. Los médicos
estamos obligados a ayudar durante toda la vida a nuestros pacientes, hasta su
muerte”[6]. Me resulta espeluznante que haya profesionales de la
salud que defiendan la eutanasia, de la misma forma que dejar morir a un enfermo de hambre y de sed no
puede acreditarse como una muerte digna. Por medio de eufemismos, quieren dejar
de lado el juramento hipocrático: “No daré a nadie, aunque me lo pida,
ningún fármaco letal, ni haré semejante sugerencia”. La conclusión a la que llega
el experto Marcos Gómez Sancho, coordinador del Observatorio de Atención Médica
al Final de la Vida de la Organización Médico Colegial, es bien clara: “Matar está prohibido en el código
deontológico desde Hipócrates. La defensa de la vida está enraizada en la
profesión médica. Un médico gestionando la muerte por orden del Estado es una
vergüenza, como ocurrió en la Alemania nazi o cuando hubo doctores aplicando
la inyección letal en Estados Unidos”[7]. Lo que deberían hacer los gobiernos es centrarse en el
fondo del problema, en ver más allá de las palabras del enfermo. Como apunta Manuel
González Barón (Jefe del Servicio Oncología de La Paz y Director de la Cátedra
de Cuidados Paliativos de la UAM): “Quienes
tenemos larga experiencia en la atención de enfermos con cáncer sabemos que
muchas peticiones de eutanasia son un gesto, una llamada, una petición de ayuda
por la soledad, el miedo, la desatención, el dolor mal controlado, la falta de
cariño o de compañía… Por eso suelo repetir que cuando un paciente dice
´Doctor, no quiero vivir…`, se trata de una frase inacabada cuya versión
completa es: ´Doctor, no quiero vivir… así`”[8]. Los cuidados paliativos son los que cambian
radicalmente el así.
Testimonios
Un pro-eutanasia decía en un comentario: “Los que estamos a favor de la eutanasia no
es simplemente para aplicarla cuando te quedan dos días de vida y llevas meses
sufriendo, sino aplicarla mucho antes de que pase nada, y puedas irte sin
sufrir”.
¿Qué se le puede responder? Que unos buenos cuidados
paliativos consiguen lo que demandan tanto enfermos como familiares de los
mismos: una muerte digna. Y hay miles de testimonios que lo atestiguan. Aquí
una ínfima muestra:
- “Siempre daré las gracias infinitas al equipo de
paliativos del Virgen del Rocío de Sevilla. Allí sí había humanidad,
comprensión y compasión sobre todo por parte de los enfermeros. Mi padre estuvo
allí. GRACIAS”.
- “Tuve la gran suerte de encontrar un equipo humano.
En sedación mi madre después de una semana falleció dignamente, con paz en su
cara y en la nuestra”.
- “Hace un mes y medio falleció mi padre de un cáncer
mortal... gracias a la sedación tuvo una muerte digna: 19 horas después murió
tranquilo y en paz... hubiese fallecido de todas formas pero sufriendo
muchísimo”.
- “Mi padre y mi
madre murieron de cáncer y, en cuanto empezaron a sentir dolores en la fase
terminal, los sedaron. Iban aumentando la dosis y así estuvieron menos de 12
horas. Pero una cosa es eso y otra hubiera sido ponerles una inyección letal
cuando supieron que tenían un cáncer incurable. Desde ese momento hasta su
muerte, pasaron un par de años tan ricamente y asumiendo, poco a poco, que su
ciclo había acabado. Pudieron irse en paz y sin dolores”.
- “Mi esposa falleció
hace apenas una semana después de tres meses en cuidados paliativos. En estos
tres meses su estado fue decayendo. Aún así, le veía las ganas de querer seguir
viviendo, poder ver y besar a sus hijos un día más era un triunfo. Fueron solo
dos semanas, pero fue importante para ella y para nosotros”.
Esto sí es dignificar
los últimos momentos de la vida, y no la eutanasia activa o el suicidio
asistido. Lo progresista no es la eutanasia, como afirma el ateo Pedro Sánchez,
el hombre al que tristemente una parte de los ciudadanos de mi país han elegido
para que les gobierne. ¡Lo progresista es cuidar a los enfermos indefensos, no
acabar con ellos!
El
descontento principal
Lo que resulta
completamente anormal es que, con todos los medios que existen en la actualidad
y de los que se puede beneficiar la persona enferma, desde el 2002 hasta el
2007 en Bélgica (por citar un ejemplo), únicamente se consultó con un médico de
paliativos en el 12 por ciento de los casos de eutanasia[9]. Por otro lado, las quejas –con toda la razón del
mundo- de muchos familiares y de muchas personas que apoyan la eutanasia,
tienen su raíz casi siempre en malas experiencias personales causadas por la
falta de cuidados paliativos, ya que éstos todavía no están completamente
implementados. He leído testimonios
terribles y de verdadera crudeza, donde no había unidad de paliativos y los
médicos hicieron muy poco para paliar con la sedación el dolor físico de
enfermos terminales. Que esto suceda es inhumano y es denunciable a todas
luces: “Mi tía murió ahogándose,
sufriendo, suplicando que se ahogaba, y la sedación no se la dieron hasta el
día siguiente en que vino el médico. Nunca en mi vida me voy a quitar esa
mirada suplicándome ayuda. Me harté de avisar al enfermero de noche y no le dio
más que tranquilizante. La morfina es oro y da igual cuánto sufra el paciente”. Es
descorazonador y esto sí que debería estar penado por la ley.
Es lamentable que “alrededor de 54.000 personas fallecen
en España con un sufrimiento evitable, sin haber recibido los cuidados
paliativos que podían haber precisado. [...] Solo fueron atendidas 8.372
personas”[10]. Es grotesco que a estas alturas de la historia de la
humanidad, teniendo los medios, aún se siga discutiendo sobre los costes
económicos que esto supone, en lugar de gastar lo que sea necesario y más. Pero
claro, la eutanasia es más barata que los cuidados paliativos. Así lo afirma el
médico internista Pedro Tarquis: “Es vergonzoso que el debate originado sea eutanasia sí
o eutanasia no, en vez de poner el foco en la pésima asistencia social y
sanitaria del sistema. Es más fácil inducir al suicidio legal asistido (barato
y que ahorra costes) que apoyar a las personas y familias que sufren con sus
dependientes (más costoso, pero sin duda infinitamente más humanitario, sin
comparaciones). El problema no es la muerte digna, sino la vida digna”[11]. Cuando se escucha la cantidad de miles de millones que
derrochan los Gobiernos en infraestructuras innecesarias y los partidos
políticos en campañas electorales y el sueldo de los políticos, al mismo tiempo
que se reducen el número de médicos en los hospitales, que las esperas para ser
atendidos por especialistas son de meses y se cierran quirófanos, el
sentimiento es de indignación en su máximo apogeo. Lo que yo no entiendo, como
ser humano, es que no haya un estallido social y el pueblo diga basta. Y no estoy incitando a nada,
solo mostrando mi sorpresa ante la pasividad existente ante la injusticia y las
desigualdades promovidas por las élites. Será que, mientras haya fútbol,
televisión, teléfonos móviles, Internet, fiestas y dinero en la cuenta
corriente para llegar a final de mes,
las masas se sienten contentas y se limitan a mostrar su enfado en las
redes sociales a golpe de tweet. Y
cuando se juntan los “indignados”, lo mejor que sale es un Pablo Iglesias y su
casoplón. ¡Para llorar!
Como expone el antropólogo, escritor y ensayista Mikel Azurmendi, “no se explica que en un país rico, como es el nuestro,
alguien tenga que matarse para evitar el dolor y provocar una muerte rápida,
eso ya existe, con cuidados paliativos, lo que pasa que en España no hay
paliativos, los políticos se ha guardado ese dinero. Pero con todo esto, lo que
se quiere es desprestigiar el valor la vida, decir que la vida es cualquier
cosa, como el aborto, que también implica suspender una vida y la tratamos como
si fuera un grano”[12]. Por todo esto es
entendible que los familiares que han visto sufrir a seres queridos tengan una
opinión favorable hacia la implantación de la eutanasia. Comprendo el lamento y
ese grito sordo de aquellos que han sufrido en sus carnes el abandono médico y gubernamental, apoyados
lamentablemente por muchos medios de comunicación que apoyan la eutanasia: “La televisión,
la propaganda, exhibe una parte y oculta otra. Y luego proyecta los temores
ante la muerte y ante la soledad. Cuando aparecieron en Telecinco las imágenes
del marido ayudando a morir a su mujer, habría al menos diez casos similares
con seres queridos amándose, besándose, abrazándose. Y otros diez, como mínimo,
con cuidados paliativos, dando las gracias por lo bien que sus seres queridos
les han cuidado. Pero sólo se dio ese caso, que claro que nos conmociona,
aunque no es la verdad completa, y si no se da la realidad entera, estás
mintiendo”[13]. Visto lo visto, y por lo tanto, es en la potenciación
y en los medios donde hay que poner el énfasis, donde los cuidados paliativos
estén disponibles para toda la población,
en lugar de establecer leyes generales basándose en casos extremos cuando el
fallo está en el tratamiento del dolor, incluso en los casos de ELA, como
responde de nuevo Marcos Gómez Sancho: “Yo
puedo decir que he tratado a enfermos de ELA y ninguno ha pedido acortar su
vida si ha estado bien cuidado. Lo que me duele es que haya enfermos que pidan
un suicidio preventivo porque piensan que no van a poder hacerlo cuando la
enfermedad esté más avanzada. No tienen que tener miedo. Un equipo debe acompañarles
y pactar antes con ellos cómo reaccionar cuando el ELA siga avanzando”[14].
Una llama de esperanza
Cuando me encontraba
terminando este escrito, una llama de esperanza se encendió, al menos en lo que
respecta a una parte de mi país: “Los
cuatro grupos con representación en la Asamblea aprobaron ayer por unanimidad
la Proposición de Ley de Derechos y Garantías de las Personas en el Proceso de
Morir. [...] reconoce para todos los madrileños por igual una serie de derechos
al final de la vida, como el de recibir cuidados paliativos integrales incluso
en el domicilio particular. La ley considera dentro de estos cuidados
paliativos el tratamiento del dolor y la sedación paliativa. Así, obliga a los
centros sanitarios a garantizar a los pacientes en situación terminal que deban
ser atendidos en régimen de hospitalización una habitación individual durante
su estancia, aunque también reconoce el derecho de éstos a recibir estos
cuidados en su domicilio. [...] Además,
en el texto se reconoce también el derecho de los pacientes a la información
asistencial, a la toma de decisiones y a formular instrucciones previas, que
podrán realizarse en todos los centros sanitarios, tanto públicos como
privados”[15]. Es la octava
comunidad en España en la que se aprueba dicha ley. Esperemos que se aplique
con celeridad y se generalice al resto de la sociedad[16].
Continuará en ¿Has hecho ya el testamento
vital? ¿Sabes lo que es?
Assisted Suicide in the view of
Europeans. 2012. Se puede leer en: www.isopublic.ch.
Glare, P. (1995). The euthanasia
controversy. Decision-making in extreme cases [letter].
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