lunes, 15 de marzo de 2021

Wandavision: Cuando la vida te rompe el alma

 

(Copryrigth de la imagen: @ValentinoRomeroart)

 
Si tu vida fuera un drama. Si hubiera dolor en ella. Si hay seres queridos que perdiste en el camino. Si distintas circunstancias de tu pasado y presente no te agradaran. Si tuvieras verdadero poder para cambiar todo eso. Si pudieras llenar tu vida de felicidad diaria y evitar a toda costa cualquier desgracia. ¿Acaso no ejercerías ese poder? Pues eso es exactamente lo que nos ha mostrado la original, sorprendente y dramática miniserie “Wandavision” (Bruja Escarlata y Visión, en España), sensacionalmente interpretada por Elizabeth Olsen, que ha demostrado una capacidad interpretativa arrebatadora, mostrando tal variedad de registros en un mismo papel que es digna de elogio. Toda ella es un verdadero terremoto de emociones.
Viendo las reacciones de una parte de sus seguidores al último capítulo, ha sido una constatación más de que una parte de los jóvenes y no tan jóvenes de hoy en día tienen serias dificultades para centrarse en lo importante. Y no me refiero a que algo te guste más o menos, que para eso cada uno es libre y tiene sus preferencias, sino la incapacidad para la reflexión profunda, el qué pueden aprender de su visionado para sí mismos sirviéndose de la extrapolación de una trama hacia nuestro mundo real, siendo incapaces de dejarse llevar por la profundidad de unos personajes con un pasado terrible a cuestas y el drama que supone para sus mentes, y cómo el dolor puede destrozar un corazón hasta el punto de cambiar la realidad. Prefieren evadirse sin más, decepcionándose y soltando bilis por la boca porque no aparecen otros personajes de ese infinito universo Marvel, o porque las tramas no giran conforme ellos quieren en las escenas de acción o la fantasía. Y cuando todo acaba, pasan a otra cosa que les llene el tiempo. ¿Lo bueno? Que los que verdaderamente la han analizado, le han concedido una crítica excelsa bien merecida.

Un desconcierto que tiene explicación
Aquellos que vieron los primeros capítulos se encontraron completamente desconcertados, incluyéndome a mí sin duda: en ellos veíamos la clásica sitcom (comedia de situación) en blanco y negro de los años 50 y 60 que imitaba diversas series norteamericanas de la época: Wanda y su marido Visión viven tranquilos en una urbanización llenos de felicidad y con vicisitudes completamente sencillas (charlas con las vecinas cotillas, reuniones de vecindario, cenas con amigos, etc.), ocultando a los demás sus habilidades y apariencias reales.

La pregunta era obvia: ¿cómo era posible aquello en una mujer con poderes sobrenaturales que se había enfrentado al mismísimo Thanos? ¿Y qué hacía allí Visión, cuando había muerto en dicha batalla?
Es cierto que era extraño, aparte que el humor mostrado estaba completamente desfasado para nuestra época. De ahí que muchos impacientes abandonaran. Aunque algunas escenas intercaladas y de postcréditos nos mostraban que algo no encajaba, la verdad no es desvelada hasta dos capítulos claves.
En ellos se nos cuenta que Wanda usó su poder para rehacer un pequeño pueblo al de sus propios deseos en el que nadie podía entrar ni salir al estar cerrado por una barrera de energía, controlando en todo momento la mente de sus habitantes, “recreando” a su marido y dando a luz a dos hijos, logrando así su ansiada felicidad que le había sido arrebatada una y otra vez, y la reflejaba convirtiéndose a sí misma en la protagonista de una sitcom ambientada en distintas décadas, que era el tipo de series que amaba de niña y que veía con sus padres.
¿Qué provocó que ella quisiera “crearse” su propio mundo idílico, lleno de inocencia y sin ningún tipo de sufrimiento?

- Aunque de pequeña era pobre, se sentía profundamente amada por sus padres, pero murieron en un bombardeo que destruyó su casa en Sokovia, como se reveló en el octavo capítulo.
- Tras este acontecimiento, se unió a Hydra, una organización terrorista, con la intención de cambiar el mundo, y lo único que logro es que experimentaran con ella.
- Su hermano gemelo Pietro murió cuando ambos se habían unido a los Vengadores, como vimos en la película “La era de Ultrón”.
- En contra de su voluntad, tuvo que matar a su propio marido para salvar así el universo. Pero el plan falló: Thanos volvió atrás en el tiempo y mató por segunda vez a Visión delante de ella para hacerse con la gema del infinito, algo que Wanda no pudo evitar y que contempló impotente. Lo vimos en “Infinity Wars”.

Drama. Dolor. Muerte. Infelicidad constante. Todo su equilibrio vital y emocional había saltado por los aires y roto en un millón de pedazos una y otra vez. Su mecanismo de defensa ante todo esto fue el ya citado: convirtió con sus poderes una vida real destrozada en una perfecta, aunque irreal.
El final de la serie, y qué sucede con la protagonista tras “abrazar” su destino, lo dejo para el visionado personal. Lo que he descrito hasta ahora es lo que me sirve para el tema que estoy exponiendo.

¿Cuáles suelen ser los “mecanismos de defensa” ante el dolor?
Este es un tema del que he hablado en varias ocasiones; tantas que a veces siento que me repito. Pero como de vez en cuando aparecen nuevos lectores en el blog –aunque invisibles, ya que no hablan- que no han leído lo anterior, aprovecho las nuevas y buenas ocasiones que surgen de vez en cuando usando películas, series o libros, que suelen ser canales sencillos para llegar a más personas y hacerlas profundizar en temas de la vida diaria que nos afectan a todos por igual.
Cuando me refiero a “mecanismos de defensa”, hago alusión a aquella manera –en singular o en plural-, en que los individuos usamos distintas “técnicas” para “sobrevivir” al dolor cuando somos golpeados brutalmente en nuestra alma. Como he repetido en más de una ocasión, puede ser por la muerte de un ser querido, la enfermedad propia o ajena, una ruptura matrimonial, la viudez, el abuso físico y/o psicológico, etc.
Como vamos a ver, algunos mecanismos son sanos, pero otros no lo son, por lo que es necesario aprender la diferencia para saber cómo actuar ante el dolor que de una manera u otra se va a presentar ante nuestra puerta, o sencillamente ya haya entrado en casa.
El más usual suele ser “crearse” un entorno de seguridad: para Wanda era su barriada. Para la inmensa mayoría suele ser su propio hogar. Se encierran en él, y no tanto porque sean hogareños –que pueden serlo- sino porque ahí lo tienen todo más o menos bajo control: al cónyuge que procuran tenerlo siempre cerca ya que les crea seguridad, a los hijos para que no hagan nada que pueda ser peligroso, y difícilmente van a suceder acontecimientos externos inesperados. En el caso de que no tengan pareja ni hijos, se encierran en sí mismos, impidiendo que nadie se acerque a lo más profundo de ellos.
En otros casos, como también he señalado en diversos escritos, buscan evadirse de todo para olvidar o no pensar en aquello que les duele. Para esto usan el alcohol, algún tipo de droga de las mal llamadas “blandas”, la música, el estar siempre haciendo cosas que le eviten pensar como compras compulsivas, atracones de comida, fiestas ruidosas, risas enlatadas, conversaciones vacías con las amistades a las que usan con el mismo fin, se arrastran por las redes sociales buscando atención personal, caen en perversiones como la pornografía, se obsesionan con la gimnasia y el deporte en general o su opuesto: se abandonan físicamente por completo, etc.
Por último, están los que convierten su dolor en ira o en toxicidad que sueltan ante el resto del mundo. Entre personas que han sufrido, por ejemplo, bullying o malas experiencias eclesiales o de cualquier otro tipo, pueden volverse amargadas o cínicas, con ira acumulada que se manifiesta en diversas ocasiones, envolviéndose en un humor zafio, el cual muestran como método de supervivencia y una victoria ante sus “acosadores”, cuando lo único que logran es sacar lo peor del individuo y la autodestrucción del “yo” sano.
¿Algo de esto cura el dolor y supera la adversidad? Para nada. Solo lo tapa bajo toneladas de basura que explotará tarde o temprano ante tanta pestilencia acumulada, en el silencio o el grito, en las lágrimas o en la ausencia de ellas. Volverá tarde o temprano, o sencillamente nunca se irá, e impregnará todo lo que toque, dañando incluso a sus semejantes. La víctima se convertirá en verdugo y terminará haciendo daño a otros a causa de su propio dolor.

Mecanismos salubres
Partimos del principio de que la vida tiene una parte incontrolable. Podemos ser amables con los demás, pero no podemos controlar cómo serán con nosotros. Podemos hacer el bien, pero no sabemos si recibiremos en la misma proporción. Podemos comer saludablemente, pero no sabemos cuándo exactamente puede menguar nuestra salud. Con la muerte sucede igual: es como una amiga invisible que se presenta sin previo aviso o con apenas margen para nada, sea para nosotros o nuestros familiares.
De ahí que la vida sea para vivirla en el presente; ni en el pasado, ni en el futuro. La aceptación de esta verdad irrefutable nos hará poner cada situación personal desagradable en perspectiva, sea física, emocional, psicológica o sentimental. Esa debe ser la base de nuestra actitud, como bien explicó Jesús: “No os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mt. 6:34).
En segundo lugar: sabemos que “todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar” (Ec. 3:1-7). ¿Qué nos quiere decir este pasaje? Que nuestro paso por este mundo está formado por segmentos y que cada uno de ellos debe encontrar su lugar y su momento. Ni más ni menos. Ni dentro ni fuera.
El tiempo de hablar y de llorar de lo que te duele está incluido, con paciencia, puesto que en algunas personas puede ser más tiempo y en otras menos. Es lo que hizo Ana, la madre del profeta Samuel, y a la que he citado en un millón de ocasiones en mis escritos. Esto es lo que se conoce como el duelo: “Es el proceso natural de adaptación emocional ante la pérdida de algo que amamos. Podemos tener un duelo por haber perdido un empleo, una pareja, un cambio de ciudad... y por supuesto, pasaremos por un duelo al perder a un ser querido. Cada persona hace el duelo de la misma forma que vive y siente el vínculo con los demás, por lo que cada duelo es único. Podemos tener una reacción de bloqueo, de hacer como si no pasara nada, podemos llorar de forma desconsolada durante días, podemos llorar y reír recordando momentos vividos con la persona que ya no está en nuestra vida, etc. Hay tantas reacciones como personas”[1].
Todo esto es verdad, y la manera más sana de expulsar el dolor, pero, como muestra el texto bíblico, también está el tiempo de curar y de edificar; es decir, de seguir adelante. Incluso ambos momentos pueden entremezclarse sin problemas. La idea en sí es que no podemos hacer que nuestras conversaciones ni sentimientos sobre un hecho en sí se conviertan en el monotema eterno, ni que nuestra vida se convierta en un remolino cuyo epicentro sea la expresión del dolor de forma continua. De lo contrario, seremos engullidos, controlados y consumidos, perdiendo el control sobre nosotros mismos. Nos acontecerá como Wanda, que el equilibrio emocional dependerá de un hilo que se romperá en el momento más inesperado. Y eso es algo a evitar ya que nos convertiría en una estatua de sal, como la mujer de Lot (cf. Gn. 19:26).

Conclusión
Rodéate de toda la vida que puedas, y más en las circunstancias actuales. Aprende a vivir cada día. Aprende a adaptarte en cada circunstancia. Lee para crecer interiormente y llena tu tiempo de actividades de verdadero provecho. Aprende a seguir adelante, tanto en los claros como en los oscuros, en los días soleados como en los tormentosos. Aprende a vivir descansando en Dios. Aprende a mirar a la eternidad y a vislumbrar la inmortalidad que te depara la cruz de Cristo. APRENDE DE TODO[2].


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