Por la prensa, supe que la influencer María Pombo –de la cual nunca había oído
hablar, puesto que no me muevo por esos “mundos” digitales-, había dicho que
leer no te convierte en una mejor persona. Las críticas contra ella arreciaron
al instante. Mi intención no es destriparla, sino analizar sus palabras y
hablarles a todos aquellos que están detrás de la pantalla y le quieren dedicar
unos minutos a estas líneas.
La realidad es que es completamente cierto lo que
afirma: el simple hecho de leer no te hace mejor. Es como el que cree que por
hacer deporte de cualquier manera se volverá fuerte, cuando se ejercita poco o
en exceso, come mal o no lo suficiente, y no descansa para permitir la recuperación y el crecimiento
del músculo.
De igual manera, puedes leer los mejores libros del
mundo, de cualquier materia, incluyendo de ética, moral, filosofía y
espiritualidad, que si no pones en práctica lo que ellos enseñan no cambiarás a
mejor. Es más, en psicología se considera que la persona que no hace lo que sabe,
en verdad no ha aprendido. Conocer no es saber; saber implica interiorizar,
asimilar, hacer tuyo, aplicar. Si sabes, pero no lo pones por obra, en verdad
no sabes nada.
Lo que ha
cambiado en mí por leer
Por otro lado, y sabiendo que millones de personas no
leen, quiero exponerles qué ha supuesto para mí la lectura en sí. Mi deseo es
hacerles ver que da igual que nunca lo hayan hecho, que lo hagan poco o que no
tengan un hábito, ya que “nunca es tarde si la dicha es buena”. No importa que
tengas veinte, treinta, cuarenta o setenta años; mientras estés vivo, tienes
tiempo de subirte al carro. Y aquí va mi lista de razones para que reflexiones
sobre ella y cómo puede hacerte crecer:
- Los libros de psicología de Bernabé Tierno, Enrique
Rojas Marcos y los de la familia Vallejo-Nágera (recalco lo de Nágera) me han
enseñado multitud de aspectos sobre cómo funciona la mente, su interrelación
con el sistema nervioso y las emociones, junto a la manera en que nos afectan
para bien o para mal las experiencias que vivimos, en función de cómo las
valoremos. Y lo mismo con multitud de cuestiones: personas y actitudes tóxicas,
el trato con los padres, la educación de los hijos y adolescentes, etc.
Necesitaría cien páginas para hacer un brevísimo guion de todo aquello de lo
que hablan.
- Cada vez que regreso a libros como “Un mundo feliz”,
de Aldous Huxley, “Fahrenheit 451”, de Ray Bradbury, “Rebelión en la granja” y
“1984”, ambas de George Orwell, observo en dichas fábulas cuán parecidas son a
nuestra sociedad presente, y cómo no ser uno más entre la masa para no dejarse arrastrar por ella.
- El libro de los Salmos me enseñó, y me enseñan, cómo
experimentaron y afrontaron el dolor sus autores. Me mostró la manera de confiar
en Dios cuando la tormenta arreciaba en mi corazón, a reconocerlo hasta en los
pequeños detalles y a buscar fortaleza en Él.
- El libro “El hombre en busca de sentido”, de Viktor
Frankl, me llevó a reflexionar sobre lo que es importante, y cómo un propósito
vital y existencial te capacita para resistir cualquier penuria, por grave que
sea.
- Los libros de los Proverbios y Eclesiastés me
mostraron cuál es la verdadera sabiduría, junto a decenas de consejos sobre la
vida diaria y el sentido de la misma.
- Los “libros” sobre Jesús (los cuatro Evangelios) me instruyeron
sobre cómo Dios vivió entre nosotros, sobre el significado de su muerte en la
cruz y el regalo consecuente que ofrecía, junto a todos los obstáculos que se
encontró, cómo los afrontó y cómo valora la fe y la fidelidad a Su Palabra, no los
halagos o el aplauso del prójimo. En definitiva, cómo la esperanza vence a la
desesperanza.
- Los “libros” de Pablo (todas las cartas que
escribió) me ilustraron sobre cómo es realmente el corazón humano y lo que
significa vivir de una manera diferente a los valores de este mundo, lo cual no
depende de lo que los demás piensen de ti, de cómo te sientas o del éxito o el
fracaso personal. Es la manera perfecta de descubrir la buena, agradable y
perfecta voluntad de Dios (Ro. 12:2).
- Los libros de Charles Swindoll me ayudaron a ver los
atinos y desatinos que otros seres humanos cometieron, para así saber cuál es
la senda correcta, en lugar de aquella que conduce a la muerte en vida.
- La lectura de decenas de libros, tanto seculares
como cristianos, sobre soltería, noviazgo y matrimonio, me sirvieron para
analizar y entender las
distintas formas en que cada persona siente el amor y los problemas que causan
en las parejas no saberlo, junto a los motivos exactos de tantos corazones rotos, de tantas
rupturas sentimentales y de tantos divorcios. Esto me ha ayudado a seguir con uno
de mis lemas: “Fíjate en lo que nadie se fija, y verás lo que nadie ve”. El
conocimiento adquirido en esos manuscritos, y que he corroborado con lo que yo
mismo he visto mil veces en la vida real, han sido la base de multitud de
artículos que he escrito al respecto.
- La lectura de
“Diccionario de dificultades y aparentes contradicciones bíblicas”, de
Haley-Escuain, “Evidencia que exige un veredicto”, de Josh Mcdowell, o “El caso
de Cristo”, de Lee Strobel, entre otros muchos estudios a los que he accedido
sobre apologética (incluyendo la lectura de los que promulgan los ateos), me
han sido de guía para hacer mis propios análisis y encontrar respuestas a todas
esas inquietudes intelectuales que trae aparejada la fe, como el problema del
mal en el mundo o la manera de actuar de Dios en determinadas circunstancias
concretas e históricas. Es la única manera de argumentar racionalmente aquello
que dices creer o no creer, en lugar de dejarse
llevar por lo que nos enseñaron en el pasado u otras personas influyentes, como
familiares y profesores.
Y así podría estar mencionando libros, libros y más
libros hasta el año que viene, y lo que he aprendido de ellos. Y los “infinitos”
que me quedan por hincarle el diente.
¿Qué puedes
hacer? Si quieres, claro…
Solo quiero despertarte, para que te confrontes ante
el espejo contigo mismo. No busco hacerte sentir mal. Tampoco consiste en que
digas “ahora voy a leer mucho y sin descanso”. Lo importante es leer libros de
gran calidad que te aporten de verdad y te sirvan para llenar tu mente de
riqueza sobre temas valiosos. Tú mismo verás que tu cerebro creará nuevas
conexiones, donde las ideas brillarán y saltarán de una a otra, donde tu mente tendrá
un nuevo “funcionamiento”, incluso cuando estés en reposo.
Una y otra vez he visto que, en las personas que no lo
llevan a cabo, se hace realidad en ellos una frase que me acompaña desde que me
la enseñaron: “mente vacía, oficina del diablo”. Si no llenas tu mente de “lo
bueno”, por lógica, se llenará de lo malo: pensamientos sobre asuntos banales o
negativos, críticas hacia los que te rodean, chismorreos continuos, música y
lenguaje vulgar, visualización de telebasura, interés por la vida amorosa de
los famosos, uso del tiempo libre siempre volcado al ocio sin transcendencia, horas
y horas viendo TikTok, búsqueda de validación en las redes sociales, exposición
de tu cuerpo semidesnudo para ser “piropeado”, etc.
Estos puntos sintetizan lo que dijo una niña en la
novela antes mencionada de Ray Bradbury: “A veces, me deslizo a hurtadillas y
escucho en el Metro. O en las cafeterías. ¿Y sabe qué? La gente no habla de
nada. Citan una serie de automóviles, de ropa o de piscinas y dicen que es
estupendo. Pero todos dicen lo mismo y nadie tiene una idea original”.
La mente trabaja sobre lo que tiene: si le das basura,
generará basura; si le das riqueza, generará riqueza interior. El aburrimiento,
el sopor, que muchos dicen experimentar, y que se agudiza con la edad, que se
manifiesta en un vacío sin fin y en deterioro cognitivo, son causa directa de no
usar la mente “para lo que merece la pena”. Tu cerebro es como un Ferrari: si
no le echas buena gasolina, si no cuidas el motor, si lo pones a correr sobre
el desierto, ese extraordinario coche estará para el desguace en poco tiempo.
¿Crecer o no
crecer? He ahí la cuestión
Volviendo a las palabras de la tal María Pombo: tener
el conocimiento de estos libros, por sí mismos, no me ha hecho mejor persona.
Lo que me ha hecho crecer, pulirme, hacerme y rehacerme, ha sido la aplicación,
tanto interna como externa, de ese conocimiento. Todos y cada uno de los
errores que he cometido en mi vida adulta han sido por falta de conocimiento
(por ejemplo, haber creído en varias herejías durante años) o por dejarme
llevar por las emociones más viscerales, en lugar de hacerlo por la sabiduría expuesta
en los libros, queriendo hacer las cosas a mi manera y no en la de Dios.
Algunos dirán: “Hay personas maravillosas y no leen” o
“como se aprende realmente es con la experiencia de la vida”. Y sí, ambas
realidades son verídicas. Pero añado: “¿Y cuánto se puede aprender de los
errores y aciertos de los demás, de sus conocimientos, de sus vivencias,
expresadas en miles de libros?”. La respuesta sería: “Una barbaridad”. En
muchos aspectos, nos evitaríamos caer donde otros cayeron, y se nos facilitaría
el aprendizaje vital y en todas las áreas del saber.
Así que te pregunto: ¿Qué harás ahora? ¿Buscarás esos
libros que te harán crecer o seguirás con excusas como “ya es tarde para mí” o
“soy demasiado mayor porque tengo… años”?
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