jueves, 11 de septiembre de 2025

¿Leer te convierte en mejor persona? ¿De qué depende realmente?

Por la prensa, supe que la influencer María Pombo –de la cual nunca había oído hablar, puesto que no me muevo por esos “mundos” digitales-, había dicho que leer no te convierte en una mejor persona. Las críticas contra ella arreciaron al instante. Mi intención no es destriparla, sino analizar sus palabras y hablarles a todos aquellos que están detrás de la pantalla y le quieren dedicar unos minutos a estas líneas.
La realidad es que es completamente cierto lo que afirma: el simple hecho de leer no te hace mejor. Es como el que cree que por hacer deporte de cualquier manera se volverá fuerte, cuando se ejercita poco o en exceso, come mal o no lo suficiente, y no descansa para permitir la recuperación y el crecimiento del músculo.
De igual manera, puedes leer los mejores libros del mundo, de cualquier materia, incluyendo de ética, moral, filosofía y espiritualidad, que si no pones en práctica lo que ellos enseñan no cambiarás a mejor. Es más, en psicología se considera que la persona que no hace lo que sabe, en verdad no ha aprendido. Conocer no es saber; saber implica interiorizar, asimilar, hacer tuyo, aplicar. Si sabes, pero no lo pones por obra, en verdad no sabes nada.
 
Lo que ha cambiado en mí por leer
Por otro lado, y sabiendo que millones de personas no leen, quiero exponerles qué ha supuesto para mí la lectura en sí. Mi deseo es hacerles ver que da igual que nunca lo hayan hecho, que lo hagan poco o que no tengan un hábito, ya que “nunca es tarde si la dicha es buena”. No importa que tengas veinte, treinta, cuarenta o setenta años; mientras estés vivo, tienes tiempo de subirte al carro. Y aquí va mi lista de razones para que reflexiones sobre ella y cómo puede hacerte crecer:
 
- Los libros de psicología de Bernabé Tierno, Enrique Rojas Marcos y los de la familia Vallejo-Nágera (recalco lo de Nágera) me han enseñado multitud de aspectos sobre cómo funciona la mente, su interrelación con el sistema nervioso y las emociones, junto a la manera en que nos afectan para bien o para mal las experiencias que vivimos, en función de cómo las valoremos. Y lo mismo con multitud de cuestiones: personas y actitudes tóxicas, el trato con los padres, la educación de los hijos y adolescentes, etc. Necesitaría cien páginas para hacer un brevísimo guion de todo aquello de lo que hablan.
 
- Cada vez que regreso a libros como “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley, “Fahrenheit 451”, de Ray Bradbury, “Rebelión en la granja” y “1984”, ambas de George Orwell, observo en dichas fábulas cuán parecidas son a nuestra sociedad presente, y cómo no ser uno más entre la masa para no dejarse arrastrar por ella.
 
- El libro de los Salmos me enseñó, y me enseñan, cómo experimentaron y afrontaron el dolor sus autores. Me mostró la manera de confiar en Dios cuando la tormenta arreciaba en mi corazón, a reconocerlo hasta en los pequeños detalles y a buscar fortaleza en Él.
 
- El libro “El hombre en busca de sentido”, de Viktor Frankl, me llevó a reflexionar sobre lo que es importante, y cómo un propósito vital y existencial te capacita para resistir cualquier penuria, por grave que sea.
 
- Los libros de los Proverbios y Eclesiastés me mostraron cuál es la verdadera sabiduría, junto a decenas de consejos sobre la vida diaria y el sentido de la misma.
 
- Los “libros” sobre Jesús (los cuatro Evangelios) me instruyeron sobre cómo Dios vivió entre nosotros, sobre el significado de su muerte en la cruz y el regalo consecuente que ofrecía, junto a todos los obstáculos que se encontró, cómo los afrontó y cómo valora la fe y la fidelidad a Su Palabra, no los halagos o el aplauso del prójimo. En definitiva, cómo la esperanza vence a la desesperanza.
 
- Los “libros” de Pablo (todas las cartas que escribió) me ilustraron sobre cómo es realmente el corazón humano y lo que significa vivir de una manera diferente a los valores de este mundo, lo cual no depende de lo que los demás piensen de ti, de cómo te sientas o del éxito o el fracaso personal. Es la manera perfecta de descubrir la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios (Ro. 12:2).
 
- Los libros de Charles Swindoll me ayudaron a ver los atinos y desatinos que otros seres humanos cometieron, para así saber cuál es la senda correcta, en lugar de aquella que conduce a la muerte en vida.
 
- La lectura de decenas de libros, tanto seculares como cristianos, sobre soltería, noviazgo y matrimonio, me sirvieron para analizar y entender las distintas formas en que cada persona siente el amor y los problemas que causan en las parejas no saberlo, junto a los motivos exactos de tantos corazones rotos, de tantas rupturas sentimentales y de tantos divorcios. Esto me ha ayudado a seguir con uno de mis lemas: “Fíjate en lo que nadie se fija, y verás lo que nadie ve”. El conocimiento adquirido en esos manuscritos, y que he corroborado con lo que yo mismo he visto mil veces en la vida real, han sido la base de multitud de artículos que he escrito al respecto.
 
- La lectura de “Diccionario de dificultades y aparentes contradicciones bíblicas”, de Haley-Escuain, “Evidencia que exige un veredicto”, de Josh Mcdowell, o “El caso de Cristo”, de Lee Strobel, entre otros muchos estudios a los que he accedido sobre apologética (incluyendo la lectura de los que promulgan los ateos), me han sido de guía para hacer mis propios análisis y encontrar respuestas a todas esas inquietudes intelectuales que trae aparejada la fe, como el problema del mal en el mundo o la manera de actuar de Dios en determinadas circunstancias concretas e históricas. Es la única manera de argumentar racionalmente aquello que dices creer o no creer, en lugar de dejarse llevar por lo que nos enseñaron en el pasado u otras personas influyentes, como familiares y profesores.
 
Y así podría estar mencionando libros, libros y más libros hasta el año que viene, y lo que he aprendido de ellos. Y los “infinitos” que me quedan por hincarle el diente.
 
¿Qué puedes hacer? Si quieres, claro…
Solo quiero despertarte, para que te confrontes ante el espejo contigo mismo. No busco hacerte sentir mal. Tampoco consiste en que digas “ahora voy a leer mucho y sin descanso”. Lo importante es leer libros de gran calidad que te aporten de verdad y te sirvan para llenar tu mente de riqueza sobre temas valiosos. Tú mismo verás que tu cerebro creará nuevas conexiones, donde las ideas brillarán y saltarán de una a otra, donde tu mente tendrá un nuevo “funcionamiento”, incluso cuando estés en reposo.
Una y otra vez he visto que, en las personas que no lo llevan a cabo, se hace realidad en ellos una frase que me acompaña desde que me la enseñaron: “mente vacía, oficina del diablo”. Si no llenas tu mente de “lo bueno”, por lógica, se llenará de lo malo: pensamientos sobre asuntos banales o negativos, críticas hacia los que te rodean, chismorreos continuos, música y lenguaje vulgar, visualización de telebasura, interés por la vida amorosa de los famosos, uso del tiempo libre siempre volcado al ocio sin transcendencia, horas y horas viendo TikTok, búsqueda de validación en las redes sociales, exposición de tu cuerpo semidesnudo para ser “piropeado”, etc.
Estos puntos sintetizan lo que dijo una niña en la novela antes mencionada de Ray Bradbury: “A veces, me deslizo a hurtadillas y escucho en el Metro. O en las cafeterías. ¿Y sabe qué? La gente no habla de nada. Citan una serie de automóviles, de ropa o de piscinas y dicen que es estupendo. Pero todos dicen lo mismo y nadie tiene una idea original”.
La mente trabaja sobre lo que tiene: si le das basura, generará basura; si le das riqueza, generará riqueza interior. El aburrimiento, el sopor, que muchos dicen experimentar, y que se agudiza con la edad, que se manifiesta en un vacío sin fin y en deterioro cognitivo, son causa directa de no usar la mente “para lo que merece la pena”. Tu cerebro es como un Ferrari: si no le echas buena gasolina, si no cuidas el motor, si lo pones a correr sobre el desierto, ese extraordinario coche estará para el desguace en poco tiempo.
 
¿Crecer o no crecer? He ahí la cuestión
Volviendo a las palabras de la tal María Pombo: tener el conocimiento de estos libros, por sí mismos, no me ha hecho mejor persona. Lo que me ha hecho crecer, pulirme, hacerme y rehacerme, ha sido la aplicación, tanto interna como externa, de ese conocimiento. Todos y cada uno de los errores que he cometido en mi vida adulta han sido por falta de conocimiento (por ejemplo, haber creído en varias herejías durante años) o por dejarme llevar por las emociones más viscerales, en lugar de hacerlo por la sabiduría expuesta en los libros, queriendo hacer las cosas a mi manera y no en la de Dios.
Algunos dirán: “Hay personas maravillosas y no leen” o “como se aprende realmente es con la experiencia de la vida”. Y sí, ambas realidades son verídicas. Pero añado: “¿Y cuánto se puede aprender de los errores y aciertos de los demás, de sus conocimientos, de sus vivencias, expresadas en miles de libros?”. La respuesta sería: “Una barbaridad”. En muchos aspectos, nos evitaríamos caer donde otros cayeron, y se nos facilitaría el aprendizaje vital y en todas las áreas del saber. 
 
Así que te pregunto: ¿Qué harás ahora? ¿Buscarás esos libros que te harán crecer o seguirás con excusas como “ya es tarde para mí” o “soy demasiado mayor porque tengo… años”?

No hay comentarios:

Publicar un comentario