Venimos de aquí: ¿Te
sientes culpable por rechazar a un pretendiente? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2025/06/1113-te-sientes-culpable-por-rechazar.html).
Lo repetiré a lo largo de todo el capítulo:
las causas a la soltería que estamos exponiendo son adyacentes o secundarias. Las
causas principales que suelen darse o ser la norma están descritas claramente
en el segundo apartado del primer capítulo (Lo que le duele a los solteros:
Haciendo malabares: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/03/12-lo-que-duele-los-solteros-haciendo.html). Lo aclaro para que no haya malos entendidos y nadie se cree
falsos sentimientos de culpa.
Quizá te has
ofendido al leer las distintas descripciones realizadas en este capítulo. O
puede que hayas sido honesto contigo mismo y, al verte representado, estés
experimentado tristeza y dolor. Sea como sea, reconocer los errores es el
primer paso para cambiar. Es hora de que te replantees todos los asuntos que
hemos analizados. Es hora de transformar esas partes de tu ser que sabes que no
son acertadas. Y para concienciarte de no demorarlo más en el tiempo, te haré
ver una historia real antes de concluir este capítulo:
“El 11 de marzo de 2004, un poco antes de las doce de la
mañana, me incorporaba como voluntaria al servicio de emergencias 112, destino
que me acababa de asignar el Colegio de Psicólogos de Madrid. Cuando entraba en
el edificio, una joven acompañada de un señor mayor preguntaba al vigilante por
una persona. Era una chica de unos 25 años, rubia, muy ansiosa, que había
recorrido hospitales, comisarías y otros centros de atención sin encontrar
noticias de su novio. El vigilante no tenía más información que la que se
estaba dando a través del teléfono 112. Él estaba en ese tren, insistía la
chica. Recuerdo perfectamente su cara crispada por la incertidumbre y su voz, a
punto de romperse. Soy psicóloga, me incorporo ahora mismo, le dije. Dime el
nombre de tu novio y lo primero que haré será buscarlo y llamarte. Su novio se
llamaba J.; ella, Mª A. Enseguida revisé las listas de personas hospitalizadas
(salvo una media docena de heridos que figuraban ´sin filiación`, todos estaban
perfectamente controlados en los diferentes hospitales de la comunidad), pero
J. no figuraba. Hable con Mª A. Le aseguré que seguiría pendiente del tema y la
llamé de nuevo a lo largo del día. Se sabía que había más de ciento ochenta
fallecidos, pero, aunque todos los equipos que intervinieron es este espantoso
día funcionaron con eficacia, la identificación de los cadáveres no fue fácil.
Hasta media tarde no se conocieron los primeros nombres. Los datos llegaban
poco a poco, la primera lista solo dieciséis personas, después se fue ampliando.
En la tercera relación de fallecidos figuraba J. Ambos estaban a punto de
iniciar una vida en común. El 11-M se rompieron ciento noventa vidas y
seguramente otras tantas historias de amor. Entre ellas habrá alegría y penas,
relaciones satisfactorias e insatisfactorias, proyectos de ruptura y proyectos
de convivencia, como el de Mª A. y J. ¿Cómo habrían respondido los implicados
en unos y otros si, milagrosamente, hubieran tenido una segunda oportunidad?
¿Con qué nuevos ojos, con qué nuevos planteamientos, habrían mirado a su
pareja? ¿Seguiría todo igual? Quizá no. Algunas separaciones se evitarían,
estoy segura, y ciertas mezquindades se transformarían en cariño. No cabe hacer
más que conjeturas, ya que la muerte no da una segunda oportunidad; pero propongo
a los lectores que imaginen la desaparición de su compañero en uno de esos
trenes y luego vuelvan a su realidad”[1].
En ningún
momento ha sido mi deseo llenarte de tristeza, pero, si has llorado, recuerda
que hay lágrimas que son de sanidad. Mi deseo es que analices si en el camino
has encontrado seres humanos que te ofrecían todo lo que se puede esperar de
una relación de pareja y que, sin embargo, has apartado de tu lado por las
distintas causas que hemos ido analizando.
Debes aprender a
valorar de otra manera a las personas del sexo opuesto. Así podrás disfrutar de
ellas en su justa medida en lugar de demandar unos niveles de grandeza que
están fuera del alcance humano.
Cambiar tus
patrones de conducta no es algo que lograrás de la noche a la mañana. No será
fácil, pero ya sabes los pasos que debes dar y las herramientas que Dios ha
puesto a tu disposición. Como siempre, de ti depende. Que el Señor te dé la
fortaleza para llevarlo a cabo.
* En el siguiente enlace está el índice:
* La comunidad en facebook:
* Prosigue en: La dependencia emocional. Una dificultad añadida en el
noviazgo: Introducción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario