Venimos de aquí: ¿Cuáles
son las características de las personas tóxicas? (1ª parte): https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/12/cuales-son-las-caracteristicas-de-las.html
No es nada fácil que una persona acepte que
es tóxico o que tiene algunas actitudes que lo son, ni tampoco es usual que se
tomen el tiempo necesario para analizar las
problemáticas que ellos mismos han provocado. Por eso, si es tu caso y
has llegado hasta aquí, te felicito sinceramente. Ahora, te animo a seguir
adelante en este proceso de cambio. Vamos a analizar qué puedes hacer al respecto.
Como apunté en la
primera parte, dicho escrito no tenía la intención de “cambiar a otros”, sino
averiguar:
1) si hay personas
tóxicas a nuestro alrededor, en mayor o en menor grado.
2) modificar aquellas
conductas tóxicas con las que el lector se pudiera sentir identificado, fueran
muchas o pocas.
Lo habitual dentro de
la literatura y los ensayos que se encargan de analizar este tema es centrarse
en cómo comportarse ante esta clase de individuos. Y sí, en el tercer y último
escrito, también lo haré, pero, para mostrar en primer lugar que Dios Padre
envió a Su Hijo a buscar a los perdidos, prefiero dedicarme ahora a aquellos
que quieren cambiar, antes que buscar cómo evitarlos o a alejarse de ellos.
Es triste que los
ensayos sobre los individuos tóxicos dejen a un lado el intento de ayuda. En
lugar de demonizarlos o darlos por imposibles, deberían esforzarse en
hablarles a la mente y al corazón. ¿Si luego no quieren modificar sus
actitudes? Nuestra única responsabilidad es mostrarles qué pueden hacer. Lo que
hagan o dejen de hacer, está fuera de nuestro ámbito.
Los
siguientes pasos
Ahora que has decidido “darte la vuelta” y rehacer
aspectos muy concretos de tu ser, que sabes que no te hacen ningún bien, y
tampoco a los que se relacionan contigo, lo mejor es volver a señalar esas
características que vimos en el anterior escrito y ver qué hacer con cada uno
de ellos.
1) Del egocentrismo a la igualdad con el prójimo
Debes aprender que
nadie está obligado a acceder a tus peticiones si no lo desea, por lo que el
enojo y la ira están de más, ni que tus sentimientos hacia ellos deben depender
de un sí o un no. Y, dado el caso, no tienes que usar el chantaje emocional para
lograr tus deseos. Habla, pide por favor,
solicita si es posible, y que los
demás decidan qué hacer al respecto.
No eres el centro del
universo. Entre los millones de personas que han habitado este planeta y lo
harán, eres uno más, con sus virtudes, defectos y circunstancias personales,
algunas positivas y otras negativas, pero no más importantes. Eso significa que
los demás no deben girar en torno a ti. Interésate realmente por las vidas
ajenas, conoce a las personas realmente, y no buscando sacar rédito de ello.
Pregunta qué piensan y cómo se sienten ante sus vivencias; no por cotilleo,
sino por interés genuino. Así dejarás a un lado tanto “yo” y podrás centrarte
en el “tú” y en el “nosotros”. De esta manera, encontrarás con los que puedas
tener una relación de reciprocidad, de igual a igual.
En lugar de querer
saltar a la mínima para hablar de ti, escucha de verdad y tómate tu tiempo para
oír qué dicen: “todo hombre sea pronto para oír,
tardo para hablar” (Stg.
1:19).
La vida no es una
competición contra nadie para “demostrar” que eres “bueno” o “mejor” que otros.
Ni contra amigos, conocidos, compañeros de trabajo ni familiares. Así que rehuye
dicha forma de comportarte.
No te compares con
los demás, puesto que cada uno tiene sus virtudes y defectos. Los primeros para
usarlos y los segundos para ir quitándolos: “Nada
hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada
uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo
propio, sino cada cual también por lo de los otros” (Fil. 2:3-4).
Por último: ante comportamientos tóxicos, no te
excuses; discúlpate con sencillez de espíritu cuando las cometas contra otros.
2) De
criticones a animadores
Tienes que ser
consciente que no hay conversación más banal que aquella que gira continuamente
sobre la crítica a los demás. Señalar hechos puntuales y de gran relevancia son
necesarios. De lo contrario, no podríamos ni siquiera hablar de aquellas
heridas que nos pueden llegar a provocar los que nos rodean. Pero de ahí a
estar, día tras día, observando cada mínimo fallo ajeno y convirtiendo un grano
de arena en montañas, existe un abismo.
También es importante
que, antes de señalar un defecto o error en otra persona, te asegures que son
objetivamente reales y no fruto de tus sesgos u opiniones ajenas, y que tú no
tienes el mismo u otro peor. Y sí, hay que ser muy frío y cerebral para lograrlo,
pero lo contrario es cometer una flagrante injusticia. Y si no se dan esos
requisitos, lo mejor es callarse, porque si no volverás al error de siempre:
mirar la paja ajena y no ver la viga propia. Además, que tus críticas sean
constructivas y en asuntos relevantes, no en sandeces que se pueden pasar por
alto. Y siempre, siempre, que sea con ánimo correctivo y no tengan la intención
de destruir a nadie, ni el querer quedar por encima, puesto que eso te conduce
a la soberbia.
Por último, en lugar
de guardar una lista mental de los fallos que las personas han cometido en sus
vidas para sacarla a colación cuando te convenga, esfuérzate en ver sus
aciertos y aspectos positivos. Y no tengas problemas en reconocerlo.
Hay decenas de temas
en la vida –Biblia, experiencias personales, sentimientos, viajes, libros,
películas, series, aficiones, deportes, temas sociales, etc.- como para malgastar tu tiempo y energía en buscar y
rebuscar fallos en otros, y que muchas veces ni resultan serlo o son
nimiedades.
Por tu propio bien y
el de todos los que te rodean: deja de traficar
con la información que otros te confían o que conoces de ellos. Dice en
Proverbios 11:13 que “el que anda en chismes descubre el secreto; mas el de
espíritu fiel lo guarda todo”. Sé de
espíritu fiel, y niégate cuando quieran sonsacarte intimidades que sepas de
otros individuos.
3) De la
falta de autocrítica a examinarte y a dejar que Dios lo haga
Como ya vimos, lo primero que tiene que hacer una
persona que desea cambiar de pies a cabeza su ser interior, es pedirle a Dios
que le examine, y que sea Él quien le muestre esos aspectos que no concuerdan
con Su voluntad, que es buena, agradable y perfecta (cf. Ro. 12.2).
Cuando eso suceda –si lo haces de corazón-, Dios te
los mostrará, por lo que no te justifiques ni digas más “es que soy así”. Eso sería
un acto de inmadurez. La corrección tiene el propósito del crecimiento, no de
“quedarse igual”.
Menos justificaciones y más acción. Menos mirar al
prójimo y más a uno mismo. Menos querer cambiar a otros y más esforzarse por
ser la mejor versión propia. Menos examinar a los demás y más pedirle a Dios
que lo haga contigo. Que uno de tus lemas sea el de este Salmo: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y
guíame en el camino eterno” (139:23-24).
4) De
víctima a luchador
Sí, estoy seguro de que en tu vida han ocurrido
sucesos llenos de dolor. No hace falta enumerarlos, puesto que tú los conoces
bien. Y cada uno de ellos tiene su importancia y hay que tratarlos como se
deben, sin infravalorarlos ni quitarles el espacio que les corresponde para que
haya sanidad emocional. Pero también te digo que no puedes hacer que tu vida
gire en torno a ese dolor y abrazarlo como si fuera tu cónyuge. Si estás en
medio de un proceso doloroso, y para no salirme del tema que estoy tratando en
estos escritos, te dejo aquí dos artículos sobre el dolor, la tristeza y la
depresión, y cómo afrontarlo todo: “Alma salvaje: Cuando el dolor puede convertirnos
en la mejor o en la peor versión de nosotros mismos” (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/06/alma-salvaje-cuando-el-dolor-puede.html) y “¿Qué
puedes aprender de la crisis del coronavirus? Que debes elegir VIVIR en lugar de dejarte consumir por el
dolor” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/06/9-que-puedes-aprender-de-la-crisis-del.html).
Volviendo al quid de
la cuestión, no vivas como si tu dolor fuera el más grande que jamás ha existido y tus vivencias peores que las de ningún otro ser humano.
Cada persona que ha vivido en el pasado, vive en el presente y vivirá en el
futuro, tuvo/tiene/tendrá experiencias también desagradables, más o menos
graves que las tuyas, pero no por ello despreciables. Por eso no te presentes
un día tras otro en la vida como un mártir, porque son las personas que, con el
tiempo, más suelen sobrecargar, y estoy seguro de que ese no es tu deseo.
También es hora de
que dejes de culpar a todo el mundo de lo que te ha acontecido en la vida;
sobre todo si tu mismo lo has causado, aunque sea en parte, por malas
decisiones que tomaste en el pasado. Si es el caso, asume el porcentaje de
responsabilidad que te corresponda y aprende la lección para tu propio
crecimiento, en lugar de arremeter contra los demás y rumiar en tu mente contra
ellos.
Recuerda que no eres
mejor que nadie, y que tus errores y aciertos tienen la misma validez que los
del prójimo: no son ni más ni menos importantes. Viéndolo así, dejarás de
magnificar los fallos de los demás y de minimizar los propios. Así que céntrate
en desarrollar tus puntos fuertes y en corregir los desaciertos y pecados que
hay en ti, en lugar de querer cambiar a otros: “Nadie tenga un concepto
de sí más alto que el que debe tener, sino más bien piense de sí mismo con
moderación, según la medida de fe que Dios le haya dado” (Ro. 12:3).
Conclusión
¿Qué es fácil llevar a cabo lo reseñado? Ni mucho
menos, y visto así de golpe puede resultar hasta desalentador. Pero tienes que
tomártelo como algo a medio y largo plazo, sin prisas, pero sin pausa, donde
cada día sea una motivación para seguir adelante y cambiando a mejor.
A cada paso, irás cambiando actitudes, pensamientos,
formas de actuar, de relacionarte, de hablar y de intereses, hasta el punto en
que llegue el día en que no reconocerás tu yo
pasado. Conforme más obedezcas las enseñanzas bíblicas, más pequeño se hará
esa parte tóxica que ha caminado a tu lado hasta el día de hoy. Y si no conoces
a Dios ni has nacido de nuevo, es el momento de hacerlo. De lo contrario, las soluciones que te he mostrado solo serán
parches, pero no cambiarán tu alma ni tu destino eterno.
Una vez hecho, confía en esa promesa que Dios mismo
nos hace a todos los que le seguimos: “el
que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de
Jesucristo” (Fil. 1:6). Y para ello debes dejar que te moldee por medio de
Su Palabra. La parte que te toca es obedecerla.
Continúa en ¿Qué debes hacer cuando te
encuentres con personas tóxicas que no quieren cambiar? (3ª parte): https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/12/que-debes-hacer-cuando-te-encuentres.html
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