lunes, 16 de diciembre de 2024

¿Qué debes hacer cuando te encuentres con personas tóxicas que no quieren cambiar? (3ª parte)

 


Venimos de aquí: Cuatro pasos concretos para cambiar tus propias actitudes tóxicas (2ª parte): https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/12/cuatro-pasos-concretos-para-cambiar-tus.html

La psicología más básica enseña que, ante una persona tóxica –que es una forma humanista de no llamarla por su verdadero nombre (pecadora)-, te alejes sin más. Pero si los creyentes hiciéramos eso a la primera ocasión, estaríamos cayendo en el mismo error que estaban cometiendo los corintios, el cual Pablo tuvo que corregir: “Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis” (1 Co. 5:10-11).
Si no nos acercáramos a los pecadores, ¡ni siquiera nosotros habríamos escuchado el mensaje del Evangelio antes de ser salvos!
De igual manera, si rehuyéramos desde el primer segundo en que conocemos a individuos tóxicos (recordemos: egocéntricos, juzgadores y criticones profesionales, carentes de autocrítica, “víctimas”), tendríamos que irnos a una cabaña al monte a vivir como ermitaños.
Por eso Jesús nos dejó una pauta distinta a los cristianos: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lc. 5:31-32). Puesto que Él es el ejemplo a seguir, debemos hacer lo mismo con los tóxicos (pecadores): anunciarles las Buenas Nuevas, mostrarles que hay un camino mejor y ayudarlos a cambiar. Ahora bien, como ya vimos en el segundo artículo, debe nacer en ellos el deseo de cambiar, puesto que no siempre –ni mucho menos- es el caso. A Jesús mismo le pidieron los gadarenos que se fuera de sus tierras, a pesar de que había hecho un milagro. Y en Nazaret no hizo prodigios, porque ni ellos querían creer. Todo lo contrario que la mujer con flujo de sangre, que deseaba con todo su ser cambiar su vida sí o sí, y no paró hasta lograrlo con la ayuda del Maestro. Igualmente hizo Zaqueo, quién tomó la iniciativa para acercarse a Jesús, confesar sus pecados, abandonarlos y empezar de nuevo (cf. Lc. 19:1-11).

Principios que debes tener claros
1) Jesús no era amigo íntimo de los pecadores. Eran sus enemigos los que le insultaban llamándole comilón, bebedor y amigo de malvados (cf. Mt. 11:19). No era nada de eso. Como ya dije cuando escribí al respecto (“Si es necesario, aléjate, ya, de esas amistades: https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/08/15-si-es-necesario-alejate-ya-de-esas.html), Él “no compartía su tiempo para escuchar historias graciosas, anécdotas, bromas de mal gusto, chistes soeces o saber sobre algún tipo de inmoralidad sexual. No estaba para pasar el rato y deleitarse con la comida y un buen vino. Todo eso, que supongo que también se producía –me refiero a la parte buena de la conversación-, era coyuntural, pero nunca el quid de la cuestión. Él entendía la amistad con los pecadores con un significado y propósito muy diferente: ´Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido` (Lc. 19:11). ¡Quería salvarlos! [...] Al dejarles bien claro su pecado, les estaba amando, ya que era la manera de decirles: ´Os quiero librar del lúgubre destino final que ahora mismo os acecha. Quiero ser vuestro pastor, perdonaros, llenaros de paz y gozo, y aseguraros que tendréis una morada en mi Reino`. Ese era el sentido correcto de lo que Jesús consideraba la amistad. De esa manera y no de otra, Jesús sí era amigo de los pecadores que le buscaban y le seguían. [...] Jesús pasó su tiempo de forma placentera con aquellos pecadores que se acercaban a Él arrepentidos. En ellos se regocijaba y los aceptaba. Dios busca a los perdidos, como se ve en las parábolas de la oveja perdida (cf. Lc. 15:1-7), de la moneda perdida (cf. Lc. 15:8-10) y el hijo pródigo (cf. Lc. 15:11-32). Pero la fiesta que se organiza en estos tres casos, tanto en la Tierra como en el cielo, está causada por el arrepentimiento del pecador: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (cf. Lc 15:21). En ninguna de las tres situaciones la fiesta era con el pecador que no anhelaba cambiar de vida y que no se arrepentía, sino para el pecador que sí se arrepentía y ardía en deseos de transformar su vida. Era, y es, así de sencillo”.
Jesús no buscaba la compañía de quien le insultaba. Eran ellos los que iban detrás de Él para buscarle las cosquillas y mencionarle supuestos defectos, siendo incapaces de ver los propios errores y su naturaleza pecaminosa.
Sus verdaderos amigos eran creyentes, como Lázaro, Marta, María, Juan, Santiago y Pedro. Por lo tanto, nada te obliga a ser “amigo” de alguien tóxico, si su actitud es contumaz, mantenida en el tiempo, sin arrepentimiento, y que te afecta directamente para mal en tu vida, siendo ladrones de energía y tiempo.

2) Algunos creen que “amar a los enemigos” es soportar críticas sin fin o dejarse apalear emocionalmente. Nada más lejos de la realidad. Por eso, ten presente que, el hecho de que te alejes de algunos individuos –porque no es posible estar en paz-, no significa que no ames, puesto que el amor se demuestra también aplicando las palabras de Pablo: “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres” (Ro. 12:17).

3) Ten presente que Él dijo que estaríamos en medio de lobos, por lo que fuéramos “prudentes como serpientes, y sencillos como palomas” (Mt. 10:16). Por un lado, esa debe ser tu actitud: prudencia y sencillez. Y, por otro, no te sientas culpable si tienes que apartarte y protegerte de alguna de estas personas con colmillos de lobo. Son ellas las que han causado que lo hagas, no tú.
Pablo le citó a Timoteo cómo sería el carácter del ser humano de los postreros tiempos: “Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella”.  ¿Y qué le recomienda? Que los evite (cf. 2 Ti. 3:2-5). Dicho verbo –evitar-, en el griego original, “que no se encuentra en ningún otro lugar de la Biblia, es bastante fuerte, pues significa ´apartarse con horror`”[1]. Más claro no se puede ser.

4) Para los cristianos, incluso para los que no lo son, las personas tóxicas son como un aguijón en la carne. Pero recuerda: de toda interacción humana, sea positiva o negativa, podemos aprender. Por eso, si lo permites, Dios puede usar estas circunstancias para moldearte y hacerte crecer. Por ejemplo, podrás ver cómo no debes ser ni cómo no actuar, y eso, ya de por sí, es mucho.

5) No olvides que los tóxicos no tienen un problema en exclusiva contigo, sino con todos aquellos que no le dan la razón o no se ajustan a sus actitudes pecaminosas. Esto te liberará, ya que relativizarás lo que pueda decirte y no tomártelo como algo personal. Esto, a su vez, eliminará de ti cualquier falso sentimiento de culpa.

6) Muchos individuos tienen actitudes tóxicas porque lo aprendieron de sus progenitores. Otras resultan ser personas frustradas o heridas –lo sean realmente o no, por la interpretación que han hecho o hacen de sus vivencias pasadas y presentes-, que arrojan su dolor contra aquellos que no tienen nada que ver en el asunto y que consideran que no se van a enfrentar a ellos. Por eso, los tímidos, los mansos, los dóciles, los humildes y los cristianos en general, son sus víctimas favoritas.

7) Son especialistas en crear falsas imágenes de los demás, así las atacan con mayor facilidad; lo que se llama “falacia del hombre de paja”. Digas lo que digas, hables lo que hables, lo hagas o no, actúes de una manera u otra, se lanzarán contra la imagen negativa y autoproyectada que han hecho de ti. Es lo que le sucedió a Jesús cuando le interrogó Anás, el sumo sacerdote: “Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le respondió: Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho. Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote? Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas? Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote” (Jn 18:19-24). Dijera lo que dijera, le iban a abofetear.
Juzgan falsamente las intenciones ajenas, como sufrió el propio David en sus carnes. Fue a llevarle comida a sus hermanos que estaban en la guerra y Eliab, su hermano mayor, en lugar de agradecérselo, le dijo miserablemente: ¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido” (1 S. 17:28).
Sabiendo esto, lo mejor es no hacer caso a las palabras de estas personas sobre ti, ya que no se ajustan a tu verdadero yo, ni tienen valor alguno sus descalificaciones. Por eso, no discutas con ellos ni entres al trapo. En la mayoría de las ocasiones, no es necesario ni que te defiendas. Si insisten, puedes decir algo así: “Eres libre de creer lo que quieras”. Y, a continuación, alejarte, y seguir con tu vida.

8) Ten cuidado de no imitar sus actitudes ni de ser parte de sus temas de conversación cuando versan sobre el vituperio o la calumnia a los demás. El hecho de que alguien te critique por puro placer –ya que verdaderamente lo disfruta-, puede llevarte a comportarte con dicho individuo de la misma manera, creyendo inconscientemente que es un método de autodefensa. Pero eso no funciona, aparte que nadie desea convertirse en lo que no le gusta. Así que no piques el anzuelo y no seas quien no quieres ser. Sé “una persona discreta, que no entra en detalles y que no quiere polarizar a nadie en contra de la persona que le ha maltratado”[2].

9) Pueden engañar a la mayoría, representando un papel de amables, atentos y educados, guardando su cara amarga e inestable ante sus víctimas, que son aquellos que no aceptan sus juegos. Así lo expresa el psicólogo Tomás Navarro, autor del libro Tus líneas rojas: “Un factor que tienen en común muchos perfiles tóxicos, abusivos o narcisistas es que son de una manera para todo el mundo y de otra muy diferente para ti y la verdad es que es toda una faena. [...] Yo siempre he defendido que vistos de cerca nadie es perfecto, pero es que algunos perfiles tóxicos son expertos en presentarse como personas encantadoras, incluso buenas. Si me aceptas un consejo, desconfía de las personas que invierten mucha energía en presentarse como buenas personas, como perfectas o como víctimas. […] algunas personas saben disimular perfectamente sus desviaciones tóxicas, crueles, abusivas, dominantes o psicopáticas para completa desgracia de sus víctimas. [...] ¿Pero cuál es su verdadera personalidad? ¿La tóxica o la afable? Pues la tóxica y lo tienen tan claro y son tan conscientes de lo inapropiado de su conducta y actitud que ya se cuidan mucho de no mostrarlo en público”[3].
Esto puede extenderse a otras áreas de la vida. Tal como apunta Walter Dresel en su obra Yo te manipulo, ¿y tú qué haces?, “es posible que haya buscado o busque todas las formas de dejar mal parada a su víctima en su entorno familiar y social, como un elemento más de su malicia por conservar la autoridad absoluta y alardeando de estar en posesión de la verdad”[4].
También sucede habitualmente en parejas de novios: uno de los dos es tóxico, pero ante la familia del otro parece la personificación de la educación.
No debes extrañarte si otros no son capaces de diagnosticar a un tóxico, y que, por eso, no entiendan que te alejes de tal o cual persona. La razón es muy sencilla: son expertos en camuflar su forma de ser. Por eso son capaces de poner en contra a unos familiares contra otros, hablando mal de ellos a conveniencia.

10) Atento a los emisarios cómplices que se alzan. Por lo descrito en el punto anterior, son capaces de ganar a otros para su causa. Es decir, los convencen de su punto de vista sobre ti, haciéndolos sus emisarios, que hablarán igualmente mal de tu persona, tanto por la espalda como de frente.
Estos emisarios son mentes débiles cautivadas por los tóxicos, ya que les compraron la idea de que son pobres víctimas a las que hay que defender. El resto, los de mente despierta, que no se dejan manipular, no entran en sus juegos.
Como dichas marionetas solo se preocupan en escuchar el otro punto de vista, lleno de sesgos, y no el tuyo, para así comparar y ser objetivo, también deberás tomar distancia de ellos y no prestarle atención alguna a lo que digan o dejen de decir. Quizá algún día sufran en sus carnes a dicho tóxico y, entonces, despierten. Solo así aprenderán.

11) No los busques. Jezabel quiso matar a Elías. ¿Qué hizo él? ¿Se acercó a su casa, llamó a la muerte y le dijo “aquí me tienes para torturarme”? No. Simplemente se alejó. ¿Qué no debería haberse estresado y asustado, hasta el punto de desear la muerte? Bueno, era un hombre como tú y yo, y por eso Dios lo confortó y le animó a seguir adelante. Lo que quiero mostrar es que, de igual manera, si alguien viene a matarnos verbalmente, en alguna ocasión tendremos que confrontarlo (aunque la prioridad será aplicar lo que vimos al final del séptimo punto), pero nosotros no tenemos que ser el que busca al que tiene esas intenciones hacia nosotros. Eso sería de una ingenuidad absurda.

12) Busca la aprobación en Dios y en el cumplimiento de Su Voluntad, no en el de estas personas tóxicas que jamás estarán satisfechas, salvo que te sometas a ellos, algo que ya sabes no debes hacer. No tienes que demostrarles nada ni buscar su reconocimiento, solo el de tu Salvador.

13) Y, por último: guarda tu corazón. Como ya apunté en “¿No te sientes amado por tu madre y/o tu padre? Bienvenido a “Heridas abiertas” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2018/09/no-te-sientes-amado-por-tu-madre-yo-tu.html), “en Proverbios nos encontramos un grandísimo consejo: ´Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida` (Pr. 4:23). Las personas somos como las cebollas: tenemos varias capas. Y no tienes que mostrarlas todas a quien no se lo merece o no se lo ha ganado, se llame como se llame o sea quien sea: “Muchas veces permitimos entrar en nuestro círculo más íntimo a los chismosos, a los envidiosos, a gente autoritaria, a los psicópatas, a los orgullosos, a los mediocres, en fin, a gente tóxica, a personas equivocadas que permanentemente evalúan lo que decimos y lo que hacemos, o lo que no decimos y no hacemos” (Bernardo Stamateas).
Por todo esto, Dios te llama a cuidarte, a protegerte. Jesús mismo lo hacía cuando se alejaba de aquellos que tenían malas intenciones con Él”.
Así que no abras tu intimidad a todo el mundo, y menos a quienes tienen características tóxicas.

Conclusión
Si no te has cruzado nunca con alguien tóxico, o eres extremadamente afortunado, o no te has dado cuenta por considerarlo “normal”. Si es lo primero, será un milagro que nunca te topes en la vida con alguien así. Y si es lo segundo, al leer sus características, te habrás dado cuenta que, ciertas personas que conoces no eran tan normales como creías. Pero, como lo habitual es que te hayas encontrado con alguna o lo vayas a hacer en el futuro, lo mejor es estar preparado para saber cómo actuar en estas situaciones incómodas, que son fuente de estrés y te pueden robar hasta la vitalidad.
Como ya dije al comienzo, aunque la psicología ha catalogado estas actitudes como tóxicas, la Biblia las llama por su verdadero nombre: pecado, porque atentan directamente contra la voluntad expresada claramente por Dios en Su Palabra. Por lo tanto, la respuesta debe ser la misma que ante cualquier otro pecador, ajustando la respuesta a la situación en particular.
Junto a estos dos textos bíblicos, “amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” y “no seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Mt. 5:44, Ro. 12:21), las pautas que he mostrado son bastante claras. El cómo aplicarlo en concreto depende de cada caso, y eso deberás verlo sobre la marcha y reflexionar al respecto, pidiéndole a Dios sabiduría práctica.
La persona tóxica cree que los que soportan sus actitudes se olvidan de sus numeritos y de todo lo que acontece aquí y allá. Y eso es un terrible error de apreciación que tienen. Nadie puede suponer que, al lanzar una granada y hacer explosión, no va a provocar efectos. Nadie, en su sano juicio, tiene que soportar indefinidamente a otra persona cuando sus deseos no son satisfechos o no todo es como desearían. Dicha relación no puede permanecer igual.
Si no te queda más remedio que compartir tiempo y espacio con algún individuo de los que hemos expuesto en esta serie de escritos, sea en la familia o en el trabajo, aprende a mantener las distancias en el trato y aplica los puntos desarrollados. Sé cortés, pero si tienes que ponerte firme en alguna ocasión –sin dejarte llevar por la ira-, elige bien tus palabras, el tono y las formas, y hazlo con ese espíritu de dominio propio que Dios te ha dado (2 Ti. 1:7).

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