Venimos de aquí: Cuatro pasos concretos para cambiar
tus propias actitudes tóxicas (2ª parte): https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/12/cuatro-pasos-concretos-para-cambiar-tus.html
La psicología más básica enseña que, ante una persona
tóxica –que es una forma humanista de no llamarla por su verdadero nombre
(pecadora)-, te alejes sin más. Pero si los creyentes hiciéramos eso a la
primera ocasión, estaríamos cayendo en el mismo error que estaban cometiendo
los corintios, el cual Pablo tuvo que corregir: “Os he escrito por
carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los
fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los
idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os
escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere
fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el
tal ni aun comáis” (1
Co. 5:10-11).
Si no nos acercáramos a los pecadores, ¡ni siquiera
nosotros habríamos escuchado el mensaje del Evangelio antes de ser salvos!
De igual manera, si rehuyéramos desde el primer segundo en que conocemos
a individuos tóxicos (recordemos: egocéntricos, juzgadores y criticones profesionales, carentes de autocrítica,
“víctimas”), tendríamos que irnos a una cabaña al monte a vivir como ermitaños.
Por eso Jesús nos dejó una pauta distinta a los
cristianos: “Los que están sanos no
tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a
justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lc. 5:31-32). Puesto que Él
es el ejemplo a seguir, debemos hacer lo mismo con los tóxicos (pecadores):
anunciarles las Buenas Nuevas, mostrarles que hay un camino mejor y ayudarlos a
cambiar. Ahora bien, como ya vimos en el segundo artículo, debe nacer en ellos el deseo de cambiar,
puesto que no siempre –ni mucho menos- es el caso. A Jesús mismo le pidieron
los gadarenos que se fuera de sus tierras, a pesar de que había hecho un
milagro. Y en Nazaret no hizo prodigios, porque ni ellos querían creer. Todo lo
contrario que la mujer con flujo de sangre, que deseaba con todo su ser cambiar
su vida sí o sí, y no paró hasta lograrlo con la ayuda del Maestro. Igualmente
hizo Zaqueo, quién tomó la iniciativa para acercarse a Jesús, confesar sus
pecados, abandonarlos y empezar de nuevo (cf. Lc. 19:1-11).
Principios
que debes tener claros
1) Jesús no era
amigo íntimo de los pecadores. Eran sus enemigos los que le insultaban
llamándole comilón, bebedor y amigo de malvados (cf. Mt. 11:19). No era nada de
eso. Como ya dije cuando escribí al respecto (“Si es necesario, aléjate, ya, de esas amistades: https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/08/15-si-es-necesario-alejate-ya-de-esas.html), Él “no compartía
su tiempo para escuchar historias
graciosas, anécdotas, bromas de mal gusto, chistes soeces o saber sobre algún
tipo de inmoralidad sexual. No estaba para pasar el rato y deleitarse con la
comida y un buen vino. Todo eso, que supongo que también se producía
–me refiero a la parte buena de la conversación-, era coyuntural, pero nunca el
quid de la cuestión. Él entendía la amistad con los pecadores con
un significado y propósito muy diferente: ´Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que
se había perdido` (Lc. 19:11). ¡Quería
salvarlos! [...] Al dejarles bien claro su pecado, les estaba amando, ya que
era la manera de decirles: ´Os quiero librar del lúgubre destino final que
ahora mismo os acecha. Quiero ser vuestro pastor, perdonaros, llenaros de paz y
gozo, y aseguraros que tendréis una morada en mi Reino`. Ese era el sentido correcto de lo que Jesús consideraba la amistad. De
esa manera y no de otra, Jesús sí era amigo de los pecadores que le buscaban y
le seguían. [...] Jesús pasó su tiempo de forma placentera con aquellos
pecadores que se acercaban a Él arrepentidos. En ellos se regocijaba y los aceptaba. Dios busca a los perdidos, como
se ve en las parábolas de la oveja perdida (cf. Lc. 15:1-7), de la moneda
perdida (cf. Lc. 15:8-10) y el hijo pródigo (cf. Lc. 15:11-32). Pero la fiesta que
se organiza en estos tres casos, tanto en la Tierra como en el cielo, está
causada por el arrepentimiento del pecador: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no
soy digno de ser llamado tu hijo” (cf. Lc 15:21). En ninguna de las
tres situaciones la fiesta era con
el pecador que no anhelaba cambiar de vida y que no se arrepentía, sino para el pecador que sí se arrepentía y ardía en deseos
de transformar su vida. Era, y es, así de sencillo”.
Jesús no buscaba la
compañía de quien le insultaba. Eran ellos los que iban detrás de Él para
buscarle las cosquillas y mencionarle supuestos defectos, siendo incapaces de
ver los propios errores y su naturaleza pecaminosa.
Sus verdaderos amigos
eran creyentes, como Lázaro, Marta,
María, Juan, Santiago y Pedro. Por
lo tanto, nada te obliga a ser “amigo” de alguien
tóxico, si su actitud es contumaz, mantenida en el tiempo, sin arrepentimiento,
y que te afecta directamente para mal en tu vida, siendo ladrones de energía y tiempo.
2) Algunos creen que “amar a los enemigos” es soportar
críticas sin fin o dejarse apalear
emocionalmente. Nada más lejos de la realidad. Por eso, ten presente que, el
hecho de que te alejes de algunos individuos –porque no es posible estar en
paz-, no significa que no ames,
puesto que el amor se demuestra también aplicando las palabras de Pablo: “No paguéis a nadie mal por mal;
procurad lo bueno delante de todos los hombres” (Ro. 12:17).
3) Ten presente que Él dijo que estaríamos en medio de
lobos, por lo que fuéramos “prudentes
como serpientes, y sencillos como palomas” (Mt. 10:16). Por un lado, esa
debe ser tu actitud: prudencia y sencillez. Y, por otro, no te sientas culpable si tienes que apartarte y protegerte de
alguna de estas personas con colmillos de lobo. Son ellas las que han causado
que lo hagas, no tú.
Pablo le citó a Timoteo cómo sería el carácter del ser
humano de los postreros tiempos: “Porque
habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios,
blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto
natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de
lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más
que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de
ella”. ¿Y qué le recomienda? Que los
evite (cf. 2 Ti. 3:2-5). Dicho verbo –evitar-, en el griego original, “que no se encuentra en ningún otro lugar de
la Biblia, es bastante fuerte, pues significa ´apartarse con horror`”[1].
Más claro no se puede ser.
4) Para los
cristianos, incluso para los que no lo son, las personas tóxicas son como un
aguijón en la carne. Pero recuerda: de toda interacción humana, sea positiva o
negativa, podemos aprender. Por eso, si lo permites, Dios puede usar estas
circunstancias para moldearte y hacerte crecer. Por ejemplo, podrás ver cómo no debes ser ni cómo no actuar, y eso, ya de por sí, es
mucho.
5) No olvides que los tóxicos no tienen un problema en
exclusiva contigo, sino con todos aquellos que no le dan la razón o no se
ajustan a sus actitudes pecaminosas. Esto te liberará, ya que relativizarás lo
que pueda decirte y no tomártelo como algo personal. Esto, a su vez, eliminará
de ti cualquier falso sentimiento de culpa.
6) Muchos individuos tienen actitudes tóxicas porque
lo aprendieron de sus progenitores. Otras resultan ser personas frustradas o
heridas –lo sean realmente o no, por la interpretación que han hecho o hacen de
sus vivencias pasadas y presentes-, que arrojan su dolor contra aquellos que no
tienen nada que ver en el asunto y que consideran que no se van a enfrentar a
ellos. Por eso, los tímidos, los mansos, los dóciles, los humildes y los
cristianos en general, son sus víctimas favoritas.
7) Son especialistas en crear falsas imágenes de los demás, así las atacan con mayor facilidad;
lo que se llama “falacia del hombre de paja”. Digas lo que digas, hables lo que
hables, lo hagas o no, actúes de una manera u otra, se lanzarán contra la
imagen negativa y autoproyectada que han hecho de ti. Es lo que le sucedió a
Jesús cuando le interrogó Anás, el sumo sacerdote: “Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su
doctrina. Jesús le respondió: Yo públicamente he hablado al mundo; siempre
he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y
nada he hablado en oculto. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que
han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he
dicho. Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba
allí, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al sumo
sacerdote? Jesús le respondió: Si
he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas? Anás
entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote” (Jn 18:19-24). Dijera
lo que dijera, le iban a abofetear.
Juzgan falsamente las
intenciones ajenas, como sufrió el propio David en sus carnes. Fue a llevarle
comida a sus hermanos que estaban en la guerra y Eliab,
su hermano mayor, en lugar de agradecérselo, le dijo miserablemente: “¿Para qué
has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto?
Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has
venido” (1 S. 17:28).
Sabiendo esto, lo mejor es no hacer caso a las
palabras de estas personas sobre ti, ya que no se ajustan a tu verdadero yo,
ni tienen valor alguno sus descalificaciones. Por eso, no discutas con
ellos ni entres al trapo. En la mayoría de las ocasiones, no es necesario ni
que te defiendas. Si insisten, puedes decir algo así: “Eres libre de creer lo
que quieras”. Y, a continuación, alejarte, y seguir con tu vida.
8) Ten cuidado de no imitar sus actitudes ni de ser
parte de sus temas de conversación cuando versan sobre el vituperio o la
calumnia a los demás. El hecho de que alguien te critique por puro placer –ya
que verdaderamente lo disfruta-, puede llevarte a comportarte con dicho
individuo de la misma manera, creyendo inconscientemente que es un método de
autodefensa. Pero eso no funciona, aparte que nadie desea convertirse en lo que
no le gusta. Así que no piques el anzuelo y no seas quien no quieres ser. Sé “una persona discreta, que no entra
en detalles y que no quiere polarizar a nadie en contra de la persona que le
ha maltratado”[2].
9) Pueden engañar a la mayoría, representando un papel
de amables, atentos y educados, guardando su cara amarga e inestable ante sus
víctimas, que son aquellos que no aceptan sus juegos. Así lo expresa el
psicólogo Tomás Navarro, autor del libro Tus
líneas rojas: “Un factor que
tienen en común muchos perfiles tóxicos, abusivos o narcisistas es
que son de una manera para todo el mundo y de otra muy diferente para ti y la
verdad es que es toda una faena. [...] Yo siempre he defendido que vistos de
cerca nadie es perfecto, pero es que algunos perfiles tóxicos son expertos en presentarse
como personas encantadoras, incluso buenas. Si me aceptas un consejo, desconfía de las personas
que invierten mucha energía en presentarse como buenas personas, como perfectas
o como víctimas. […] algunas personas saben disimular perfectamente sus
desviaciones tóxicas, crueles, abusivas, dominantes o psicopáticas para
completa desgracia de sus víctimas. [...] ¿Pero cuál es su verdadera
personalidad? ¿La tóxica o la afable? Pues la tóxica y lo tienen tan claro y
son tan conscientes de lo inapropiado de su conducta y actitud que ya se cuidan
mucho de no mostrarlo en público”[3].
Esto puede extenderse
a otras áreas de la vida. Tal como apunta Walter Dresel en su obra Yo te manipulo, ¿y tú qué haces?, “es
posible que haya buscado o busque todas las formas de dejar mal parada a su
víctima en su entorno familiar y social, como un elemento más de su malicia por
conservar la autoridad absoluta y alardeando de estar en posesión de la verdad”[4].
También sucede habitualmente en parejas de novios: uno
de los dos es tóxico, pero ante la familia del otro parece la personificación
de la educación.
No debes extrañarte si otros no son capaces de diagnosticar a un tóxico, y que, por
eso, no entiendan que te alejes de tal o cual persona. La razón es muy
sencilla: son expertos en camuflar su forma de ser. Por eso son capaces de
poner en contra a unos familiares contra otros, hablando mal de ellos a
conveniencia.
10) Atento a los emisarios
cómplices que se alzan. Por lo descrito en el punto anterior, son capaces
de ganar a otros para su causa. Es decir, los convencen de su punto de vista sobre ti, haciéndolos sus emisarios,
que hablarán igualmente mal de tu persona, tanto por la espalda como de frente.
Estos emisarios son
mentes débiles cautivadas por los tóxicos, ya que les compraron la idea de que
son pobres víctimas a las que hay que
defender. El resto, los de mente despierta, que no se dejan manipular, no
entran en sus juegos.
Como dichas marionetas solo se preocupan en escuchar
el otro punto de vista, lleno de sesgos, y no el tuyo, para así comparar y ser
objetivo, también deberás tomar distancia de ellos y no prestarle atención
alguna a lo que digan o dejen de decir. Quizá algún día sufran en sus carnes a
dicho tóxico y, entonces, despierten. Solo así aprenderán.
11) No los busques. Jezabel quiso matar a Elías. ¿Qué hizo él? ¿Se acercó a
su casa, llamó a la muerte y le dijo “aquí me tienes para torturarme”? No.
Simplemente se alejó. ¿Qué no debería haberse estresado y asustado, hasta el
punto de desear la muerte? Bueno, era un hombre como tú y yo, y por eso Dios lo
confortó y le animó a seguir adelante. Lo que quiero mostrar es que, de igual
manera, si alguien viene a matarnos verbalmente,
en alguna ocasión tendremos que confrontarlo (aunque la prioridad será aplicar
lo que vimos al final del séptimo punto), pero nosotros no tenemos que ser el
que busca al que tiene esas intenciones hacia nosotros. Eso sería de una
ingenuidad absurda.
12) Busca la
aprobación en Dios y en el cumplimiento de Su Voluntad, no en el de estas
personas tóxicas que jamás estarán satisfechas, salvo que te sometas a ellos,
algo que ya sabes no debes hacer. No tienes que demostrarles nada ni buscar su
reconocimiento, solo el de tu Salvador.
13) Y, por último: guarda tu corazón. Como ya apunté
en “¿No te sientes amado por tu
madre y/o tu padre? Bienvenido a “Heridas abiertas” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2018/09/no-te-sientes-amado-por-tu-madre-yo-tu.html), “en
Proverbios nos encontramos un grandísimo consejo: ´Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la
vida` (Pr. 4:23). Las personas somos como las cebollas: tenemos varias
capas. Y no tienes que mostrarlas todas a quien no se lo merece o no se lo ha
ganado, se llame como se llame o sea quien sea: “Muchas veces permitimos entrar
en nuestro círculo más íntimo a los chismosos, a los envidiosos, a gente
autoritaria, a los psicópatas, a los orgullosos, a los mediocres, en fin, a
gente tóxica, a personas equivocadas que permanentemente evalúan lo que decimos
y lo que hacemos, o lo que no decimos y no hacemos” (Bernardo Stamateas).
Por todo esto, Dios
te llama a cuidarte, a protegerte. Jesús mismo lo hacía cuando se alejaba de
aquellos que tenían malas intenciones con Él”.
Así que no abras tu
intimidad a todo el mundo, y menos a quienes tienen características tóxicas.
Conclusión
Si no te has cruzado nunca con alguien tóxico, o eres
extremadamente afortunado, o no te has dado cuenta por considerarlo “normal”.
Si es lo primero, será un milagro que nunca te topes en la vida con alguien
así. Y si es lo segundo, al leer sus características, te habrás dado cuenta
que, ciertas personas que conoces no eran tan normales como creías. Pero, como
lo habitual es que te hayas encontrado con alguna o lo vayas a hacer en el
futuro, lo mejor es estar preparado para saber cómo actuar en estas situaciones
incómodas, que son fuente de estrés y te pueden robar hasta la vitalidad.
Como ya dije al comienzo, aunque la psicología ha
catalogado estas actitudes como tóxicas, la Biblia las llama por su verdadero
nombre: pecado, porque atentan directamente contra la voluntad expresada
claramente por Dios en Su Palabra. Por lo tanto, la respuesta debe ser la misma
que ante cualquier otro pecador, ajustando la respuesta a la situación en
particular.
Junto a estos dos textos bíblicos, “amad a vuestros enemigos, bendecid a los
que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os
ultrajan y os persiguen” y “no seas
vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Mt. 5:44, Ro. 12:21),
las pautas que he mostrado son bastante claras. El cómo aplicarlo en concreto
depende de cada caso, y eso deberás verlo sobre la marcha y reflexionar al
respecto, pidiéndole a Dios sabiduría práctica.
La persona tóxica
cree que los que soportan sus actitudes se olvidan de sus numeritos y de todo
lo que acontece aquí y allá. Y eso es un terrible error de apreciación que
tienen. Nadie puede suponer que, al lanzar una granada y hacer explosión, no va
a provocar efectos. Nadie, en su sano juicio, tiene que soportar
indefinidamente a otra persona cuando sus deseos no son satisfechos o no todo
es como desearían. Dicha relación no puede permanecer igual.
Si no te queda más remedio que compartir tiempo y
espacio con algún individuo de los que hemos expuesto en esta serie de
escritos, sea en la familia o en el trabajo, aprende a mantener las distancias
en el trato y aplica los puntos desarrollados. Sé cortés, pero si tienes que
ponerte firme en alguna ocasión –sin dejarte llevar por la ira-, elige bien tus
palabras, el tono y las formas, y hazlo con ese espíritu de dominio propio que
Dios te ha dado (2 Ti. 1:7).
[1] Henry, Matthew. Biblia de estudio amplificada. Pág 1962. Nota al pie 64. Clie.
[2] https://www.abc.es/bienestar/psicologia-sexo/psicologia/emisarios-danan-actuan-nombre-personas-toxicas-20230527003837-nt.html
[3] https://www.abc.es/bienestar/psicologia-sexo/psicologia/trampa-madre-perfecta-afecta-influencia-toxica-20230610200522-nt.html
[4] Dresel, Walter. Yo te manipulo, ¿y tú qué haces? Pág 79. Zenith.
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