Venimos de aquí: ¿Cuáles serían los problemas si viviéramos cientos de años en este
mundo? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2023/01/4-cuales-serian-los-problemas-si.html).
Me cuesta la misma vida creer que los que proponen los
postulados que hemos visto hasta ahora no hayan leído la terrible distopía descrita por Aldous Huxley (1894-1963)
en Un mundo feliz[1] como
señal de advertencia, porque es
exactamente lo mismo que proponen. Hablemos de esta obra para que veamos lo que
nos quieren vender como el futuro maravilloso de la humanidad y de lo que
sucedería de hacerse realidad.
Una reseña definía su obra como una visión utópica del futuro. Con lo que están
llevando a cabo los investigadores, es evidente que esa definición corre el
peligro de errar. A pesar de que fue escrita en 1932 (y que todo el mundo
debería leer varias veces a lo largo de su vida), refleja con todo lujo de
detalles el germen de la biotecnología y el transhumanismo del siglo XXI.
El mundo
feliz de Aldous Huxley
El título de la novela se puede considerar toda una
ironía, ya que el contenido sería más propio de la película de animación del
director Tim Burton, Pesadilla antes de
Navidad. Se nos describe un mundo que ha sido totalmente remodelado tras la
Guerra de los Nueve Años que acabó con parte de la raza humana debido al uso de
armas químicas. Hay un gobierno mundial donde impera la paz, y donde los
grandes males de la humanidad (como el hambre y la enfermedad), han sido
erradicados.
El avance de la
ciencia llevó al ser humano a un estado de “felicidad” total. Se empezó
totalmente de cero. Las costumbres y tradiciones del pasado fueron literalmente
borradas. Se prohibió la cultura. Se prohibió el arte. Se prohibió leer a
Shakespeare y la Biblia, ya que todo lo pasado fue considerado el causante de
la casi destrucción de nuestra especie. La reproducción sexual fue considerada
una abominación y los niños ya no nacían desde el vientre de la madre, sino que
eran el fruto del cultivo en laboratorios a manos de los biólogos, que elegían
lo que era genéticamente aceptable y lo que no. Los seres humanos se producían
en serie a partir de un mismo óvulo, cada uno de ellos con características
predeterminadas por selección genética para la separación de “castas” que
predestinaban la vida de cada persona y la labor que realizarían. Estaban
clasificados en Alfas, Betas, Gammas, Deltas y Epsilones, en orden descendente en
cuanto a capacidad mental. En un extremo, en cuanto a inteligencia, los Alfas,
cuyas labores consistirían en el desarrollo tecnológico y en ocupar puestos de
liderazgo. Y, en el polo opuesto, los Epsilones, que se encargarían de los
trabajos menos agradables y duros, normalmente manuales.
Podemos verlo en el
caso de los Delta y en la manera en
que le inculcaban el odio hacia la cultura: se dejaba a los bebés inocentes
cerca de una gran cantidad de libros, los cuales, propio de su curiosidad
innata, se acercaban a mirar aquellos objetos. A continuación recibían
descargas eléctricas, lo que les provocaba espasmos compulsivos, a lo que
respondían con gritos de puro terror. Libros y dolor. Al cabo de doscientas
repeticiones de la misma lección, en la mente de los niños ambas cosas se
hallaban ya fuertemente relacionadas entre sí. Como decían los psicólogos, se
provocaba el odio instintivo hacia los libros por medio de esta técnica que los
condicionaba definitivamente para toda la vida.
Uno de los métodos
principales de enseñanza era la “hipnopedia”. Consistía en la repetición de
mensajes durante el sueño para que quedaran grabados en el cerebro. Así se
garantizaba el aprendizaje y el preacondicionamiento para la futura conducta.
De esta manera se entrenaba a cada
individuo para que aceptara su casta y condición, y no por ello se sentían
insatisfechos, ya que se les hacía creer que todos eran igualmente importantes.
Así nadie deseaba pertenecer a otro grupo ni sentía amargura por su condición.
De la misma manera, se les inculcaba el consumismo descerebrado: comprar de
todo sin pensar el porqué.
Igualmente, el amor y
el apego fueron sustituidos por el sexo controlado. Podían realizarlo con todo
aquel por el cual sintieran atracción física, ya que, como describe el autor, “todos pertenecemos a todos”.
No quedaba rastro de
las antiguas enfermedades que arrasaban el mundo y todos eran físicamente
hermosos. La muerte era aceptada con total naturalidad y los niños no tenían
ningún reparo moral en tomarse un caramelo delante de alguien que agonizaba.
La tecnología avanzó
a tales niveles que por medio de aviones con forma de cohetes llegaban a
cualquier extremo del mundo. El cine se convirtió en hiperrealista, al permitir
que el espectador pudiera sentir las emociones descritas en la pantalla,
incluyendo el placer y el dolor físico.
Por último, el
“soma”: era una droga aceptada por la sociedad y administrada por el mismo
gobierno. Los efectos que provocaba impedía que se instalase cualquier
sentimiento de tristeza o melancolía en el ánimo de la persona. ¡La misma
felicidad química de la que hablamos al comienzo de esta serie de artículos!
Se supone que era un mundo feliz, pero, para alcanzar tal
logro, se eliminó la familia
tradicional, la cultura en todas sus manifestaciones y el libre albedrío. Los
controladores mundiales se encargaban de que así fuera.
Los errores del presente y los que caerán en el futuro
Recordemos que el
libro fue escrito en 1932 como una fantasía. Sin embargo, ¡cuánto recuerda a
multitud de detalles en el presente y a diversos aspectos del futuro que muchos
sueñan con alcanzar!
Desde luego que son
positivos muchos de los avances médicos en pro del bienestar humano. Desde
luego que todo entretenimiento sano es positivo siempre que la vida no gire en
torno a ello. Desde luego que sería extraordinario el fin de todas las guerras.
Pero, si vemos los pilares en los cuales se sustenta la sociedad descrita por
Adolf Huxley, observamos:
- El trabajo mecánico
y repetitivo.
- El desarrollo
continuo de la tecnología.
- La sociedad de
consumo y el ocio.
- El culto al físico.
- El libertinaje
sexual.
- Las drogas
estimulantes y antidepresivas.
- La eliminación de
la religión y la filosofía.
- El desprecio ante
la cultura y la literatura.
Ese es “el mundo
feliz”. ¿Lo reconoces? La misma esencia que nuestra sociedad moderna y los mismos principios que
difunden los inventores de este siglo. Todo aquel que lea la novela de manera
reflexiva no dejará de encontrar más y más detalles en que se asemejan ficción
y realidad, tanto presente como teóricamente futura.
A esta clase de
“felicidad” aspira el hombre de ciencia. Y es ahí donde están equivocados. El
ser humano no se reduce a millones de terminaciones nerviosas que dan lugar a
algo llamado conciencia. El ser humano no se reduce a un montón de huesos que sostienen
la musculatura. El ser humano no se reduce a la experimentación de placeres
inmediatos y espontáneos. El ser humano no tiene la última palabra sobre la
muerte.
¿Eres diferente o uno más entre la masa?
En la novela también
nos encontramos a personas diferentes, que no disfrutaban de ese mundo como se
supone que deberían hacerlo y que no eran felices, como Bernard Marx. Aun
perteneciendo a la clase más alta en cuanto a nivel de vida e inteligencia (Alfa, aunque ligeramente defectuoso por
un error de creación, lo cual provocaba que fuera menospreciado por las
diferentes castas), se cuestionaba la realidad en la que vivía. Se sentía
insatisfecho y, en buena parte, se negaba a ser partícipe de ciertos placeres
(como el soma), aunque también terminaba sucumbiendo a los placeres sexuales
fáciles, rápidos e instantáneos.
Por otro lado, estaba
Lenina Crowne, que reflejaba el carácter del resto de habitantes de esa
sociedad: físicamente neumática,
sexualmente promiscua, eficiente en su trabajo, diseñada para ser inteligente,
encantadora y dulce, y, a pesar de esas características, era completamente hueca
en su forma de ser. En definitiva, una ciudadana modelo.
En un viaje de ocio a
una reserva de Nuevo México con Bernard Marx, se toparon con John (más conocido
como “el Salvaje”), donde vivían todos aquellos que seguían con el antiguo
modelo de sociedad. Él era fruto de un nacimiento natural por parto, ya que una
visitante quedó atrapada en aquel lugar por un accidente y tuvo este hijo.
De vuelta “al mundo
feliz”, John no podía creer lo que
sus ojos veían. No entendía como el ser humano había renunciado a experimentar
todas aquellas emociones que nos distinguían de todas las demás especies de
este planeta. Y así quedó plasmada en una conversación que mantuvo con Mustafá
Mond, uno de los líderes del pensamiento mundial:
“A mí me gustan los inconvenientes” (S).
“A nosotros no. Preferimos hacer las cosas con comodidad” (MM).
“Pues yo no quiero comodidad. Yo quiero a Dios, quiero
poesía, peligro real, libertad, bondad, pecado” (S).
“En suma, usted reclama el derecho a ser desgraciado” (MM).
“Muy bien, de acuerdo, reclamo el derecho a ser
desgraciado” (S).
“Sin hablar del derecho a envejecer, a volverse feo e
impotente, a tener sífilis y cáncer, a pasar hambre, a ser piojoso, a vivir en
el temor constante de lo que pueda ocurrir mañana; el derecho, en fin, a ser un
hombre atormentado” (MM).
“Reclamo todos estos derechos” (S).
“Están a su disposición” (MM).
Es sumamente
llamativo cómo la ficción se hace realidad, ya que los argumentos del personaje
ficticio Mustafá Mond son en buena parte los mismos que los del personaje real
José Luis Cordeiro, el Ingeniero del MIT (Instituto
Tecnológico de Massachusetts), quien dijo en la entrevista: “En el futuro habrá grupos humanos a los que les ocurrirá lo mismo y se
negarán a avanzar, en general por
cuestiones religiosas. En estos casos no hay nada que hacer, el que
quiera quedarse atrás se quedará atrás. El resto evolucionaremos
tecnológicamente porque el ser humano no es el fin de la evolución, es el
inicio de la evolución consciente, el inicio de la evolución por diseño”[2].
Si seguimos la
evolución del Salvaje, podemos ver que
se enamoró de Lenina, la cual era incapaz de comprender absolutamente nada que
no tuviera que ver con lo que le habían inculcado desde que era una niña. Se
limitaba a entregarse al ocio y a tomar su ración diaria de soma para evitar
sentimientos humanos como la
tristeza.
A pesar de ser como
era, y ante sus hermosos ojos, el Salvaje
cayó rendido e inició un acercamiento romántico, ya que ella también se sentía
sumamente atraída hacia él. Pero como en aquellos de su clase, Lenina había
sido programada para no experimentar el apego sentimental, sino para tener
relaciones sexuales con todo hacia el que se sintiera atraído; sin más. Todo
aquí y ahora. Nada de sentimientos. Nada de emociones. El corazón apartado en un
rincón.
Cuando llegó el
momento de declarar sus sentimientos, él recitó a Shakespeare. Ella no entendía
nada, ante la incredulidad y el espanto de su enamorado. Segundos después, se
desnudó y abalanzó sobre su “amado”. Este, sobresaltado y enojado en grado
sumo, la empujó contra el suelo mientras la insultaba una y otra vez.
Mientras que Bernard
Marx fue enviado a una de las islas preparadas para los inadaptados sociales,
el Salvaje –ante la imposibilidad de
irse con él-, se marchó a Londres, donde intentó comenzar su nueva vida de
flagelación y de renuncia a cualquier tipo de placer. Pero, dada su
popularidad, fue continuamente perseguido y observado por el resto de la
sociedad que acudía a ver sus prácticas.
Quizá la escena
cumbre –y que todo lector desea que llegue a buen puerto-, es su intento de
rebelión desesperado por despertar a
la sociedad. Trató de mostrar el verdadero significado de la libertad al
arrojar el soma por la ventana en el centro de distribución. Pero estaban
demasiado ciegos y no logró su objetivo.
Finalmente, incapaz
de vivir en ese mundo enfermizo sin volverse loco, decidió acabar con su
sufrimiento y se suicidó ahorcándose.
Conclusión
La sociedad descrita
por Aldous Huxley en el ya lejanísimo 1932
tiene muchos nexos en común con el mundo presente y, especialmente, con el
que proponen los científicos para el futuro de la humanidad. El gran problema
–y hay que ser muy necio para no verlo con total claridad- es que no es un
mundo feliz. Es cierto que la persona “genéticamente defectuosa” tenía la opción
de irse a vivir a una isla con aquellos que preferían otro estilo de vida.
Pero, como esos “errores de diseños” serían la excepción, los seres humanos, en
su mayoría, elegirían el mundo aparentemente ideal: no tendrían necesidad de
contraer matrimonio y tener hijos, tendrían total libertad sexual, al menor
síntoma de tristeza o angustia tomarían una pastilla que eliminará tal
sentimiento, y la religión y la filosofía no les incomodaría con diversas
preguntas, ya que no formarían parte de la cultura general. Como dije al
principio, para la mayoría de la población mundial sería lo normal, y la
evidencia la encontramos ya en el presente, en la manera en que han mutado los
valores en las últimas décadas en temas éticos, morales, sexuales, familiares,
médicos, etc.
Los cristianos, al no
pensar, sentir ni vivir según estos principios, somos considerados seres extraños y raros. Ante lo que nos
quieren imponer, no queda más que aferrarnos, por enésima vez, a las palabras
de Pablo: “No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario,
cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a
conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo
que es perfecto” (Ro. 12:2. DHH).
Continuará en Los inventos tecnológicos que van a
cambiar la sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario