Venimos de aquí: Contradiciendo
a los que dicen que no hay que salir de una iglesia abusadora (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2022/11/82-contradiciendo-los-que-dicen-que-no.html).
Los dos
grupos que no salen por miedo
Existen dos colectivos que evitan salir por puro
miedo:
1. Un grupo formado por aquellos que saben que, si
salen, perderán casi todas sus amistades, ya que a éstas posiblemente les
prohibirán mantener el contacto, bajo amenaza de expulsión.
2. Otro serían aquellos que sienten verdadero pánico
al “qué pensarán” los demás. Este miedo viene motivado porque saben que pesa un
testimonio extremadamente negativo sobre todos los que se han marchado con
anterioridad, y que ellos no serán una excepción. Tienen tal dependencia de la
institución, del sistema y de la aprobación de los que están al frente, que se
sienten incapaces de vivir ajenos a esta realidad. La inseguridad los corroe.
Una pregunta
y una reflexión
La pregunta para ambos grupos es muy clara: “¿A qué y
a quién están convertidos? ¿A los amigos o a Cristo? Hay
ocasiones en que hay que elegir entre agradar a Dios o agradar a los hombres.
Puede ser una de las decisiones más difíciles de tomar porque incluye muchas
facetas. No saben qué será de sus vidas si salen del nido sobre el que gira
todo para ellos. Pero cuando la verdad de
Dios contradice a la verdad del hombre no hay vuelta atrás. El hecho de que una persona “conociera” al Señor en
una congregación determinada no cambia que su lealtad se la sigue debiendo a
Cristo, no a ese grupo en particular.
El miedo, la
incertidumbre y la inseguridad son humanamente lógicas. Esto provoca que muchos
cristianos sientan incluso terror ante la simple idea de marcharse, lo cual
incluye reconocer que han estado equivocados o que los han engañado durante
muchos años. Para no afrontar la situación, vuelven a engañarse a sí mismos y a
creer que, por amor, deben soportar ciertas cuestiones, como si fueran parte de
la cruz de Cristo.
Sin duda
alguna, son personas dependientes del sistema en el que han desarrollado su
caminar diario. En casos determinados, sobre todo entre los más jóvenes (el
sector más vulnerable), se convierte en una adición al grupo, sin el cual no
saben cómo vivir. El simple hecho de pensar que podrían perder todo lo que
tienen les crea ansiedad, así que desechan directamente esa clase de ideas,
anteponiendo los sentimientos humanos a la razón, ya que ese lugar representa su
vida.
¿Agradar a Dios o al hombre?
A pesar de
todas las explicaciones que se pueden dar para permanecer, el Señor fue muy
claro respecto a estas actitudes: “Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos
creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser
expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los
hombres que la gloria de Dios” (Jn. 12:42-43).
A lo largo de todo el Nuevo Testamento queda bien
claro que no se puede agradar a Dios y al hombre. Hay ocasiones en que ambas
opciones son posibles, pero hay otras que son totalmente incompatibles. Sin
embargo, hay creyentes que hacen juegos malabares para tratar de unificar lo
que es de por sí antagónico, tratando de complacer a todos, cuando en realidad
no lo hacen con nadie. Actúan como en la fábula de Esopo:
Un hombre y
su hijo iban con su burro al mercado. En el camino alguien les dijo: “No sean tontos, ¿para qué es un burro sino para montarse?”. El hombre puso al niño sobre el burro y otra persona gritó: “Que
niño tan flojo, haciendo caminar a su padre”.
El padre bajó al niño y se monto él. Nuevamente, otro individuo dijo: “Debe
darle pena a ese hombre estar montado en el burro y su pobre hijo caminando”. Entonces ambos se montaron en el burro
hasta que alguien les preguntó: “¿No les da pena ponerle tanto peso al
burro?”. Así que ambos se bajaron del
burro y el padre cargó el animal sobre sus hombros. Mientras caminaban
lentamente, y para rematar, alguien más les hizo un comentario: “Bueno,
ésta es la cosa más tonta que haya visto jamás: un burro que es llevado a
cuestas”.
En este relato, el padre se dejó llevar por las voces
de terceras personas, intentando complacerlas a todas, algo totalmente
imposible.
¿Vivir o
morir? ¿Valiente o cobarde?
Un cristiano
plenamente asentado en Cristo y en las Escrituras, que tiene bien claro el
concepto de libertad de conciencia, no callará ni permitirá que se le manipule,
ni se dejará arrastrar por las posibles incertidumbres que se puedan presentar
en su vida presente y futura. Ni las amenazas que podrán usar en su contra como
la posible expulsión o el fuego eterno que le esperan por no hacer lo que otros
dicen le doblegarán. Todo aquel que conoce la Verdad y vive en ella, es libre e
inmutable.
William
Shakespeare
dijo: “Los cobardes mueren muchas
veces antes de su verdadera muerte; los valientes prueban la muerte sólo una
vez”. El que dude de
estas palabras, le recomiendo encarecidamente que vea la sensacional película Sophie Scholl (2005), que cuenta la
historia verídica de una joven alemana, miembro del movimiento “La Rosa
Blanca”, que se levantó contra Hitler, el nazismo y la guerra, y fue acusada de
traición a la patria. Verás que el precio a pagar no importa cuando la
conciencia del bien está por encima de todo.
Con esto no estoy llamando cobarde a aquel
que no es capaz de afrontar una situación en la cual su conciencia le señala
claramente que debería marcharse de un grupo, pero sí digo que aquel que no
cambia de dirección cuando Dios se lo está mostrando claramente está muriendo
en su ser interior día tras día. Mejor soportar el dolor de una vez, junto a la
liberación consecuente, antes que ser esclavo y vivir sin vivir.
Continuará en: ¿Cómo se confronta a una iglesia cegada?
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