El gráfico es el resultado que ofrece el estudio “Lo
que las mujeres (no) quieren”, de Bumble, una aplicación de citas, donde los
hombres y las mujeres solteras buscan en una relación estos rasgos: el
sentido del humor (73%), la atracción sexual (63%) y los valores compartidos
(60%). Llama extremadamente la atención –hasta límites insospechados- que, lo
más importante de todo, sea lo último de la lista.
Sinceramente, visto lo visto en este estudio, no es de
extrañar la de miles de divorcios que se producen cada año (en 2021
hubo 86.851, un 12,5% más que en el año anterior) y la de relaciones de
pareja que se ve a leguas que terminarán en desastre, con peleas, reproches sin
fin y corazones rotos por doquier. Las razones, en privado, que muchos dan a
posteriori, es que “ya no era como al principio” o “la magia desapareció”. Las
típicas respuestas al vivir en los mundos de Yuppi. La realidad era otra:
cuando ves qué valores tenían ambos miembros, ¡no coincidían prácticamente en
nada! Ahí radicaba el verdadero problema. Fue una relación que nació con fecha
de caducidad; en algunos casos, antes de pasar por el altar, y en otros, tiempo
después.
Para que esto no suceda entre los más jóvenes –ya que
los adultos lo han aprendido mayormente por las malas- y no caigan en estos
errores (fruto de la inmadurez, de la edad o, simplemente, de esta sociedad
irracional en la que estamos sumidos), citaré a qué valores tienen que
prestarle atención, muy por encima de que la persona que les guste cuente unos
chistes graciosísimos o físicamente sea un Brad Pitt o una Scarlett Johanson de
la vida.
De entre las varias acepciones que tiene la palabra
“valor”, me centraré en estas dos: “Cualidad, virtud o utilidad que hacen que
algo o alguien sean apreciados” y “principios ideológicos o morales por los que
se guía una sociedad”. Esas “cualidades y virtudes concretas” y esos principios
“ideológicos y morales” deben basarse en la fe cristiana. Por lo tanto, la base
será que sea un cristiano “nacido de nuevo”, ya que su ética, su moral, su
forma de pensar y sentir, se basará en la enseñanza bíblica, no sujeta a
cambios. No basta, ni mucho menos, que sea un mero “creyente” o un “religioso
practicante”.
Evidentemente, les hablo a los cristianos, ya que, si
no lo son, lo más sensato sería que dejaran de leer aquí, ya que sus valores
son muy distintos. Por eso, el objetivo de empezar una relación sentimental
debe tener el propósito de comprobar si son el uno para el otro y, sin duda
alguna, para contraer matrimonio si así fuera, considerando el mismo como la
unión entre un hombre y una mujer. Si uno de los dos desecha la idea del
matrimonio como meta final, no es un cristiano que se ajuste a los parámetros
bíblicos. En ese caso, ya sabes qué hacer: “bye, bye”.
A partir de aquí, y una vez establecidas las bases,
formemos la pirámide de los valores y las actitudes:
- Que posea empatía. Alguien que es incapaz de
comprender al otro y que no se esfuerza por comprenderlo, es fuente de
conflictos diarios.
- Que sepa escuchar. Es demasiado habitual que, cuando
estás narrando una vivencia propia o exponiendo un pensamiento, el otro
individuo no pregunte nada al respecto, sino que, al instante, lleve la
conversación a su terreno: “pues a mí...”, “y yo...”. Esto deja bien claro que
no le interesa escuchar ni los sentimientos de la pareja, sino hablar de sí
mismo.
- Que sea fiel, tanto física como emocionalmente. La
persona que va “tonteando” con otras cuando surge la ocasión, no es digna
alguna de confianza.
- Que sea respetuoso. Nada de faltas de respeto, de
burlas o de menosprecio. Demasiado difícil resulta construir una sana
autoestima como para que el que está a tu lado la pisotee con comentarios
sarcásticos o con gestos continuos de desaprobación.
- Que sea
emocionalmente sano. Huye de los controladores, de los manipuladores, de los
histriónicos, de los posesivos, de los chantajistas emocionales y de los
narcisistas.
- Que sepa guardar lo que se habla en la intimidad de
la pareja, sin que otras personas –amigos o familiares- tengan que saber de
ello.
- Que sea sincero. Aquellos que usan las mentiras
–incluso las llamadas “mentirijillas”- son traidores y nunca sabes cuándo dicen
la verdad, ni siquiera en los asuntos más simples de la vida.
- Que ponga sus dones al servicio de Dios y del
conocimiento del Evangelio, y no para su propia gloria o autobombo.
- Que sea humilde de espíritu, lo que implica no ser
altivo y no compararse con nadie, ni para bien ni para mal.
- Que vista como más le guste, pero con sencillez y
sin esa necesidad imperiosa que siente la juventud del presente de exponer sus
atributos más íntimos para llamar la atención tanto en la calle como en las
redes sociales.
- Que esté a favor de la vida y en contra del aborto,
que es el genocidio por antonomasia de la raza humana y ante el cual tendrá que
rendir cuentas a su debido momento.
- Que sepa ser
cariñoso, conforme al lenguaje del amor del otro.
- Que sepa apoyar a
la pareja ante las circunstancias dolorosas que suceden en la vida.
- Que las diferencias
de opinión sepa resolverlas en privado, no ante los ojos de todo el mundo y
montando un numerito.
- Que entre sus
frutos prevalezcan los del Espíritu (amor,
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza) y no
las obras de la carne (Gálatas 5:19-23).
- Que desee formar
una familia.
Alguno responderá ante esta lista de valores y
actitudes: “Pues yo tengo una relación donde no coincidimos en algunos o muchos
de esos aspectos, y nos va genial puesto que nos respetamos”. Puede ser cierto,
y no lo dudo, como tampoco dudo que dicha relación está fuera de la voluntad de
Dios para el hombre y la mujer:
- si uno de los dos no es nacido de nuevo, ya que
están en yugo desigual.
- si uno de los dos está a favor de otros “modelos” de
familia y matrimonio, ya que está fuera del diseño original que Dios creó para
la humanidad.
- si uno de los dos considera el divorcio una opción
en el momento en que las cosas no vayan bien o aparezca otra persona que les
“ilusione” más, ya que estará contraviniendo claramente el mandamiento de Dios
sobre dicho asunto.
Con todo lo descrito, digo algo que he repetido una y
mil veces en mis escritos en el blog: no se busca la perfección en el otro,
sino la madurez. Y esta no consiste en tener trabajo, mucho dinero o una buena
casa, sino en el carácter que se basa en lo que Dios enseña en Su Palabra,
piensen lo que piensen los demás, y que no se mueve ni con viento y marea.
En algunos aspectos, estas “virtudes” vienen
prácticamente de serie, fruto de un corazón noble y de haber recibido una buena
educación. En otras ocasiones, se van desarrollando con el tiempo conforme se
va creciendo en sabiduría.
Hacer o no hacer caso a lo que hemos visto depende
exclusivamente de ti. Es tanto lo que está en juego, que te toca ahora elegir
un camino u otro.
* Si quieres saber en profundidad sobre este tema, puedes leer el capítulo 10 al completo de “Crónicas de los solteros”, y que empieza aquí: 10.1. Enamorado de un verdadero creyente: Introducción (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/09/101-enamorado-de-un-verdadero-creyente.html).
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