lunes, 19 de diciembre de 2022

¿Hay razones objetivas para permanecer virgen hasta el matrimonio? & ¿Tu “actividad sexual” pasada y presente afecta a tu futuro sentimental?

 


Este artículo no va dirigido únicamente a los cristianos sino a los que no lo son y, especialmente, a los más jóvenes. Espero que lo lean sin prejuicios y luego, sin nadie alrededor, reflexionen tranquilamente.

Es bastante obvio que, casi todas las personas no cristianas o no practicantes de alguna religión que prescriba la virginidad hasta el matrimonio, habrán puesto una muesca de desaprobación o desagrado ante el título de este escrito. También los habrá que se hayan reído o burlado con expresiones como “eso es cosa de nuestras abuelas”, “si hombre, esperar” o “vete a un convento de monjas”.
Como sé que hacer cambiar de opinión a una persona que ya no es virgen –que suele ser la norma entre los veinteañeros, incluso mucho antes-, este artículo no va dirigido a ellos, sino a las nuevas generaciones que están en plena formación de su personalidad, y que todavía están a tiempo de no seguir la misma senda que la mayoría, tanto si son cristianos como si no lo son. No usaré argumentos bíblicos ni apelaré a las costumbres o tradiciones familiares, sino que lo enfocaré desde un punto de vista de puro sentido común y desde la verdadera emotividad que transciende los instintos y deseos.
Ni siquiera a mí se me había pasado por la mente la idea de escribir al respecto. Siempre me ha bastado con argumentar que es la voluntad de Dios, y que la misma es “buena, agradable y perfecta” (cf. Ro. 12:2), para no tener que ir más allá. Pero, tras ver a un youtuber, al que sigo, entrevistando a mujeres –con edades comprendidas entre los entre 18 y los 33 años- y preguntándoles “por qué NO llegar virgen al matrimonio”, me surgieron las ganas de hablar en profundidad al respecto.
Durante los cincuenta minutos del vídeo, estaba ante la expectativa de que alguna de ellas dijera que sí estaba a favor, y defendiera con buenas razones tal idea. Ingenuidad de mi parte. Todas dijeron de “probar” antes, ya que lo consideraban muy importante para el devenir de la relación. En el mismo canal, pero en otro vídeo, otras mujeres dijeron el número aproximado con el que había estado cada una (contando tanto el sexo casual como con parejas estables): las cifras oscilaban entre seis y doscientos.
Aunque sean reales, no quiero caer en los tópicos de siempre para defender la castidad hasta el matrimonio (como la cantidad abismal de embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual o madres solteras), por lo que me centraré en las respuestas ofrecidas por estas chicas, y que suelen ser las mismas en el caso de los chicos. Eso es lo que aquí quiero exponer, y que cada uno reflexione de nuevo en base a los siguientes párrafos y a los datos que ofrezco.
Soy consciente de que, en esta era...

- de Netflix y HBO, donde se muestran desnudos integrales y sexo explícito.
- de Tik Tok, donde niñas que todavía tienen los dientes de leche bailan reguetón mostrando buena parte de sus posaderas.
- donde los críos acceden al porno desde preadolescentes.
- donde los cines se llenan de jovencitas para ver 50 sombras de Grey.
- donde se mira al sexo opuesto como un mero objeto para la autosatisfacción.
- donde hombres –por llamarlos de alguna manera- manipulan a sus novias con expresiones como “si me amas te acostarás conmigo”, para al poco tiempo darles puerta.
- donde mujeres dan sexo a sus novios buscando amor y lo único que logran es un corazón roto cuando las abandonan.
- donde la sexualización precoz forma ya parte de la cultura.
- donde las relaciones abiertas se han establecido como una opción más.
- donde la práctica del sexo casual se considera normal.
- donde las parejas se van a vivir juntas sin ningún tipo de compromiso previo.
- donde el alcohol se emplea para desinhibirse sexualmente y atreverse a hacer lo que no se haría sobrio.
- donde el aborto se usa como “método anticonceptivo”.
- donde los novios adolescentes duermen juntos los fines de semana en casa de uno de los padres.
- y donde todo lo que respecta al sexo en general se ha banalizado...

... tratar un tema como la virginidad suele ser considerado arcaico en su grado máximo.

Punto 1º: “Tenemos que comprobar si hay química”
Ellas opinan que, si la primera vez que se acuestan con un chico no disfrutan todo lo que imaginaron o no se ajustan el uno al otro, es que “no hay química” entre ellos. ¡Después dicen algunos que el mundo cinematográfico no influye en los pensamientos y actitudes!
En las películas, series y novelas, las relaciones sexuales que se muestran entre desconocidos, entre personas que apenas se conocen o entre novios de cierto tiempo, son idílicas, fogosas y, literalmente, perfectas. Los dos se compenetran a la perfección, dura el tiempo que tiene que durar y alcanzan el clímax al mismo tiempo. Llegan prácticamente al Nirvana. A ver como lo explico para que se entienda: ¡eso es irreal! Si la conexión emocional y sentimental entre dos personas lleva un largo periodo de tiempo, en la parte física sucede exactamente igual. Es en la práctica, en el hablar el uno con el otro, y en la experiencia que, “entre ambos”, van acumulando, donde experimentarán esa unidad que tanto buscan y anhelan. 
Como leí en una ocasión, ¿qué sucedería la primera vez que tocaras el violín? Que aquello sonaría como si estuvieras matando a un gato. Pero, con esfuerzo, dedicación y pasión, aquello terminaría por convertirse en una dulce melodía. Durante el año pasado, y después de meses de entrenamiento, levantaba 150 kilos en rack pull, una variante del peso muerto. Poco a poco, perfeccioné la técnica, aprendiendo correctamente en qué posición comenzar el movimiento, la respiración, cuándo apretar el core y la postura adecuada de caderas y los hombros. Si al comienzo lo hubiera hecho de cualquier manera, sin ninguna clase de coordinación, y más con esa cantidad de kilos, ahora mismo estaría sentado en una silla de ruedas, ya que me habría partido la columna.
Me resulta chocante leer a un sexólogo posicionarse en contra de la abstinencia hasta el matrimonio bajo la premisa de que esto hará que se llegue al mismo “careciendo de habilidades eróticas”. ¡Ni que la práctica del sexo fuera física cuántica e incomprensible para la mayoría! Tanto con el violín, el ejercicio y el sexo –como en cualquier área de la vida-, la máxima es la misma: la conexión (eso que banalizan para llamarlo “química”, siendo un eufemismo) lleva su tiempo y sus ajustes para que fluya con naturalidad, y siempre con interés por ambas partes.
Además, la verdadera pasión –la que perdura, la profunda, la que va más allá de la “genitalidad” y de la sensualidad de dos cuerpos unidos, y que conlleva un compromiso basado en el amor- es fruto de los sentimientos más profundos que se profesan el uno al otro. Hoy en día, lamentablemente, esta “pasión” se busca en lo superficial o en sentirse físicamente atraído por el cuerpo que tienes delante.
Otros argumentan que tienen que comprobar si les gusta lo mismo, como “si a él más rudo y a ella más suave”, o viceversa, y cuestiones por el estilo. De nuevo se miran a sí mismos y nada más. Una verdadera relación sexual es la expresión y manifestación externa del amor profundo que hay entre dos personas. Por lo tanto, no es “yo busco mi placer y tú me lo tienes que proporcionar”. No. Eso es infantilismo e inmadurez. Lo que se busca es “contentarse los dos: ella a él y él a ella, por lo que el placer es mutuo”. Y si hay “cosas” que uno va a exigir y el otro no va a ofrecer o no quiere dar por las razones que sea, se deberá hablar durante el noviazgo, “sin necesidad de acostarse para comprobarlo”, que es la excusa habitual para acabar enfrascados. Si la relación toma un camino de seriedad que se dirige hacia un compromiso formal, se deberá hablar de sexo antes de unir esas dos vidas y comenzar una nueva fuera del paraguas de los padres. Y si las diferencias entre lo que esperan son abismales, lo más sensato sería dar por concluida la relación sentimental.
Dicho esto, dejar bien claro que, mientras no entren en juego la violencia, la humillación, el uso de pornografía, el sadomasoquismo, las actitudes denigrantes o lo antinatural, hay muchas maneras sanas de experimentar ese placer sexual y en complacencia de los dos. Al igual que se negocia la temperatura de la calefacción o del aire acondicionado en función de los gustos y necesidades personales, con el sexo exactamente igual. Se negocia, se habla y se trata antes y durante del matrimonio. Y si alguien necesita “consejos” prácticos, que lea el sensacional libro “Música entre las sábanas”, de Kevin Leman. Siendo cristiano, incluso a los que no lo son, les sorprenderá.
Cuando algunos dicen que el sexo en el matrimonio no les está yendo bien, están omitiendo la realidad: a menos que haya problemas físicos (impotencia o frigidez), “el mal sexo”, en la mayoría de los casos, es un síntoma claro de que hay otros problemas en la relación, y que van mucho más allá del plano físico.
También deberían tener en cuenta una verdad irrefutable: en toda relación humana –y más en las sentimentales- hay etapas, con “picos”, con sus subidas y bajadas, ya que las emociones de cada persona son fluctuantes y dependen de muchos factores, como el estrés, las cargas laborales, el cansancio físico, la vitalidad del momento, la crianza de los hijos, etc. Y todo esto también afecta al “desempeño sexual”. Por eso, tanto en el terreno sentimental como en el físico, no siempre hay “fuegos artificiales” dentro de la pareja. El que espera que siempre y cada encuentro sexual con su cónyuge sea “extraordinario”, espera un irreal, muchas veces por la distorsión que ha provocado en la mente de millones de personas la pornografía y las expectativas desmedidas que nos ofrece en muchas ocasiones el universo de Hollywood. Tienen una idea fantasiosa, y por eso andan siempre a la búsqueda de nuevas emociones con distintas personas cuando una de ellas no les ofrece “siempre” lo que esperaba.
Estoy seguro que son pocos los que se han parado a pensar en lo que voy a decir: muchos que amaban a sus parejas, que se sentían muy unidas a ellas y se llevaron una desilusión “física” en las veces que se acostaron juntos durante el noviazgo, y a causa de ello se alejaron de dicha persona, posiblemente abandonaron al amor de su vida, y sin saberlo. Y ya nunca lo sabrán.

Punto 2º: “Lo prefiero con experiencia”
Me sorprendió, nuevamente fruto de mi ingenuidad –o quizá, de mi estupidez-, que todas dijeran que preferían un hombre con experiencia a uno que no. Decían que, así, el “experto” podría enseñarles en el caso de ser vírgenes. ¡Y yo pensaba que una relación era cosa de dos, no meramente de una parte! Ellas –al menos las chicas del vídeo al que estoy aludiendo- estaban dejando caer claramente –se dieran cuenta o no- que el esfuerzo previo debían hacerlo ellos, adquiriendo experiencia anterior con otras hasta llegar a ellas. Es decir, querían los “beneficios” directamente y de buenas a primeras, por lo que ellos deberían haber “entrenado” con otras.
¿La realidad? Esa es la manera simple de saltarse el primer punto: “si el chico tiene experiencia, ya sabrá de sobra qué hacer y cómo hacerlo, en todo momento y en todo lugar”. Y digo yo: ¿no sería más hermoso, infinitamente más hermoso, que ese hombre fuera el primero y el último que tocara tu cuerpo desnudo, en vez de haber pasado por otros antes? ¿No te haría sentir verdaderamente única y especial? ¿No sería más hermoso, infinitamente más hermoso, que tú fueras la primera y la última que tocara su cuerpo desnudo, en vez de haber pasado antes por otras manos? ¿No te sentirías única y especial? ¿No os uniría más aprender juntos? ¿No sería extraordinario y mejor crear vuestros propios recuerdos, sin nadie más en la ecuación del pasado? ¿No sería más trascendente unir primero vuestras almas durante el noviazgo hasta casarlas, para luego unir vuestros cuerpos y, con el tiempo y la práctica, crear música y una melodía única entre vosotros? Unir los cuerpos sin unir las almas es superficial, vacío y carente de significado.

Punto 3º: ¿No importa el pasado sexual, con cuántos haya estado?
Para que mediten sobre cómo afecta la actividad sexual o la virginidad al futuro, alguien debería enseñarles a las nuevas generaciones las conclusiones a las que ha llegado un amplio estudio realizado en Estados Unidos por Nicholas H. Wolfinger (Profesor de Estudios de la Familia y el Consumidor y Profesor Adjunto de Sociología en la Universidad de Utah): “(Los que tienen) una pareja sexual de por vida, tienen los matrimonios más felices”[1]. Los resultados eran los mismos tanto si eran religiosos como si no. Por eso dije que este artículo también era para no cristianos.


A más parejas, más dificultades para crear vínculos afectivos, que es provocado por la propia actitud de la persona, aunque no quiera reconocerlo ni cambiar.
Muchas mujeres y hombres piensan que su pasado sexual –con cuántos se hayan encamado- no tendrá importancia cuando quieran una relación seria y con un verdadero compromiso. Incluso afirman que sus parejas no tienen ni que preguntarles. Pero cuando planteas lo siguiente, la cosa cambia; viaja mentalmente a dentro de dos décadas e imagina que tienes descendencia, y piensa como padre si eres hombre o como madre si eres mujer: ¿te gustaría que tu hijo o hija tuviera por pareja, incluso llegara a casarse, con alguien que ha pasado por distintas “alcobas”, incluso por muchas, viendo la media que ofrecieron las chicas en el vídeo citado? ¿Es el esposo o la esposa que le recomendarías a tu hijo o hija? Si él te pidiera consejo para que hablaras con total libertad, y aceptando que la decisión final será suya y solo suya, ¿qué le dirías? ¿Que no tuviera en cuenta ese pasado reciente o que sí? ¿Que son personas de fiar? ¿Que forme una familia?[2]. Piensa profundamente en cada pregunta. Aparte, ¿no te gustaría decirle que te guardaste para su padre o madre? ¿No te haría ser de ejemplo, y sentir un sano orgullo, en lugar de tener un pasado con múltiples parejas sexuales, fueran algunos encuentros casuales y otros durante el noviazgo?
Los patrones de conducta sí importan. El pasado sí importa y afecta al presente y al futuro, a menos que haya un cambio radical. Y con todo, siempre estará ahí. Es parte de la biografía de cada uno y muestra los patrones de conducta por los que nos movemos.
Otra cosa es que me digas que no quieres nada serio ni formal con nadie, y que tu idea es saltar de cama en cama hasta la vejez, o que te basta con vivir bajo el mismo techo con tu pareja sin compromiso y que, cuando las cosas no vayan bien, cada uno por su lado. Si es alguno de estos puntos, ya está todo dicho. Es tu vida; tú verás qué haces con ella.
Por todo esto, estoy plenamente convencido que es una anomalía carente de sentido que chicos y chicas, siendo apenas “polluelos” y en plena pubertad, entreguen sus cuerpos cada vez que alguien les gusta o se enamoran, en lugar de guardar ese regalo para el hombre y la mujer de sus vidas. Es un sinsentido entregar el cuerpo sin entregar previamente el corazón.
Muchos podrán decir: “Eso no es así. Estaba normalizado en la antigüedad tener relaciones desde bien jóvenes”. Sí, es así. Y también estaban normalizados los matrimonios concertados. La realidad es que ni lo uno ni lo otro era –ni es- “normal”. Apelar al pasado para defender prácticas en el presente suele ser una mala estrategia, ya que caen en la imparcialidad.

Llegando a algunas conclusiones
Los comentarios sarcásticos contra el chico o la chica virgen son muy comunes, afectándoles especialmente cuando son jovencitos, ya que no poseen las herramientas necesarias para ignorar mentalmente dichas palabras contra ellos.
Por eso, sé de la presión que impone la sociedad para perder la virginidad, y que conduce a millones de adolescentes a hacerlo “porque toca” o “porque ya es hora”, y no porque tengan la madurez suficiente para esperar al matrimonio tras elegir bien a la persona adecuada, decidiendo con quién quieren pasar el resto de sus días. Como señala la psicóloga Elena Crespi, el coito temprano se ha convertido en la última imposición social y la presión empieza a ser abrumadora. “Ante tal panorama, son muchos los jóvenes que se precipitan a la vida sexual, más que por deseo, por miedo al rechazo o a la burla de sus amigos más precoces”. [...] Crespi recibe numerosos testimonios de adolescentes que cuentan que han perdido la virginidad con cualquiera o que están viviendo sus primeras relaciones sexuales sin plantearse si realmente desean tener sexo con esa persona. “Simplemente porque les hacía un poco de gracia y así poder decir con alivio que ya lo han hecho. No saben que al dar este paso sin tener en cuenta qué quieren están menospreciándose a sí mismos y cayendo en manipulaciones sociales”[3].
Por otro lado, las ideas erradas que muchos tienen sobre el cristianismo, lleva a creer que Dios es un aguafiestas y quiere prohibir el placer del sexo. Pero esa no es la realidad: cualquiera que lea el libro el Cantar de los Cantares, contenido en la Biblia, verá de forma poética al esposo y la esposa regocijándose de todas las formas físicas posibles. Le importamos tanto que desea que el sexo transcurra dentro de un marco estable y seguro, como es el matrimonio; ni antes ni fuera de.
Seas creyente o no, y más allá de las creencias espirituales de cada uno, animo a la reflexión profunda de cada joven que sigue virgen en el presente. Que piensen si quieren entregar su cuerpo cuando estén con una persona que les guste –la amen o no- o si sería más especial y emotivo esperar a comprometerse con el especial, creando un camino juntos –que incluye el sexual y los buenos recuerdos también en este aspecto-, prometiéndose fidelidad “hasta que la muerte los separe”.
Acabo con un testimonio que ya narré en su momento de una chica que no es cristiana y que debería ser un ejemplo para todos. Estas son las palabras de Angela Ellis-Jones, una abogada británica, durante un programa de debate en la BBC2[4]: “Desde mi adolescencia sabía que había de guardarme para el matrimonio, y nunca he tenido la más mínima duda sobre mi decisión. La castidad antes del matrimonio es una cuestión de integridad. Para mí, el verdadero sentido del acto sexual consiste en ser el supremo don de amor que pueden darse mutuamente un hombre y una mujer. Cuanto más a la ligera entregue uno su propio cuerpo, tanto menos valor tendrá el sexo. Quien de verdad ama a una persona, quiere casarse con ella. Cuando dos personas tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio no se tratan una a otra con total respeto. Una relación física sin matrimonio es necesariamente provisional: induce a pensar que aún está por llegar alguien mejor. Me valoro demasiado para permitir que un hombre me trate de esa manera. Pienso así desde que tenía 14 años. Por aquel entonces ya había observado el destrozo que producía el sexo frívolo en las vidas de algunos compañeros de escuela. Ya entonces me resultaba evidente que, cuando se separa matrimonio y sexo, se difumina la diferencia entre estar casado y no estarlo, y se devalúa el matrimonio mismo. Quiero casarme con un hombre que tenga un concepto de la mujer lo bastante elevado como para guardarse íntegro para su esposa. Dejarse fascinar por el afán de saciar nuestros instintos es algo que impide alcanzar lo realmente valioso. La sexualidad fuera de su debido contexto responde a un impulso instintivo, que se inflama súbitamente y luego se apaga enseguida. Es una llamarada tan intensa como fugaz, que apenas deja nada tras de sí, y que con facilidad conduce a un círculo angosto de erotismo que, en su búsqueda siempre insatisfecha, considera que otros conceptos más elevados del amor son una simple ensoñación, cuando no un tabú o algo propio de reprimidos. Ellos mismos se acaban dando cuenta, tarde o temprano, de que en el mismo momento en que esa persona les entregó prematuramente su cuerpo, cayó del pedestal en que la habían puesto. Cualquiera puede hoy encontrar sexo con bastante facilidad. No requiere especial talento ni habilidad. No es algo que haga a nadie más hombre ni más mujer. Lo difícil, lo valioso, es encontrar un hombre o una mujer que se hayan guardado para quien un día será su marido o su mujer. Una persona normal que haya sabido esperar, sin miedos, sin fantasmas. Una persona que, simplemente, se guardó para mí. Sí. Exactamente eso es lo que busco”.



[2] Recomiendo encarecidamente este vídeo donde se entrevista a cuatro mujeres jóvenes: “¿Cuánto tiempo le toma a un hombre llevarte a la cama? Live Girls Ep # 4”. El final las deja completamente en fuera de juego: https://www.youtube.com/watch?v=krbrD_Uhj90

[4] Delirante.org - Artículo publicado en el Daily Telegraph.

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