lunes, 30 de mayo de 2022

7. Rompiendo definitivamente con la pornografía

 

Venimos de aquí: Dile “hasta nunca” a la pornografía (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2022/05/6-dile-hasta-nunca-la-pornografia.html).

Para finalizar esta serie, hablemos de los últimos pasos para romper para siempre con la pornografía. Te recuerdo lo mismo que señalé al comienzo del anterior escrito: relee tus propias notas cada poco tiempo como refuerzo, ya que la memoria y la voluntad son débiles.

¿Contarlo o no contarlo?
Algo que me ha llamado especialmente la atención entre los testimonios que he leído de cristianos y personas en general afectadas por esta cuestión es que todos, sin excepción alguna, recomiendan encarecidamente compartir dicho secreto con una persona de confianza. Los expertos apuntan en la misma dirección, ya que consideran que no es un tema que se pueda manejar solo.
Tomando en consideración lo que expliqué en el primer artículo –que lo fácil es ser condenado, estigmatizado y acusado de falso cristiano-, doy por hecho de que revelar tal pecado no tiene que ser nada fácil y, la vez es un riesgo para el que lo hace, que se expone a que algún desalmado lo desvele a otros. Por esto quiero citar a Oghosa Ovienroba, que desde los 14 años veía pornografía y que confesó públicamente su problema en youtube, convirtiéndose en una heroína para muchos adictos a la pornografía. Ella dice que, lo más importante, fue hablar con un amigo de su problema y que fue lo más parecido a una liberación[1].
Leí a un ex-adicto decir que no conocía a ninguna persona que haya sanado por sí solo, y que, el que desea hacerlo de esa manera, será aniquilado por Satanás. No pongo en duda sus palabras, pero, tal y como las dice, el afectado se puede sentir presionado a contarlo. Y yo no soy partidario de imponer nada. Si es tu caso, siéntente con libertad. El hecho de que lo cuentes no es una obligación. Recuerda que la decisión es únicamente tuya. Y si lo haces no tienes que ser públicamente. También ten cuidado con los que te citan las palabras de Santiago “confesaos vuestras ofensas unos a otros” (Stg. 5:16) para decirte que tienes que confesar tus pecados en general ante un hombre en particular, ya que el pasaje se refiere a “confesarle” a una persona el pecado que has cometido contra ella, o viceversa, sin más.
Teniendo esto en mente, hay que tomar en estima las palabras que Oghosa y muchos como ella: parece que la confesión “ante un amigo del mismo sexo, que sea de confianza, maduro y con empatía” es completamente liberadora y terapéutica. Al igual que cuando se desahoga el corazón al estar éste cargado por cualquier otra razón, expresar con palabras lo que sucede en tu interior te ayudará a descansar y a despojarte de la más que posible angustia emocional y espiritual que te corroe.

Involucra directamente a Dios en la solución
El hecho de que haya dejado a Dios aparentemente a un lado en la resolución no significa que no le conceda importancia; todo lo contrario. Es la ESENCIA, la BASE y la RAÍZ de la solución. Jesús mismo fue tajante al respecto sobre cualquier área de la vida: “separados de mi NADA podéis hacer” (Jn. 15:5).
Sabiendo esta realidad, vayamos terminando con el testimonio que he ido transcribiendo aquí y allá a lo largo y ancho de estos artículos, el de Joe Sensenom:

“Soy un joven muy débil y me pregunto muchas veces: ‘¿por qué soy tan débil? ¿por qué a la hora de luchar no tengo la fuerza para resistir los ataques del enemigo?’ Pero creo que he encontrado la respuesta, y es porque no deposito todas mis cargas y preocupaciones en las manos de Dios. Es decir, quiero luchar, y lucho, pero apenas recibo un ataque y ya he caído en el pecado. ¿Por qué me ocurre esto? Porque cometo el error de querer luchar yo solo, sin nadie, sin Dios, yo contra el enemigo. Suena muy valiente, pero es lo más estúpido que he podido hacer. Esta batalla solo la puede ganar Dios, cuando yo le deje todas mis cargas y toda mi debilidad a Él. Los pensamientos siempre vendrán, y las tentaciones, pero hay que poner barreras y no caer en el pecado. Es una batalla muy difícil y muy complicada, pero no imposible. [...] No estás solo en esta batalla. Dios es el Rey de los ejércitos, y esta batalla solo la puedes ganar si dejas que Dios la lidere”[2].
El director de orquesta de la sinfonía de tu vida debe ser directamente Dios. A partir de ahora, Él y solo Él debe tu plena satisfacción emocional y espiritual. Ni la pornografía, ni la lujuria, ni el diablo, ni la tentación, ni la debilidad, ni el pecado (tus ídolos presentes), sino Él. Por mucho que dejes todo lo malo y creas haber salido de la prisión en la que estabas encarcelado, si no dejas que sea para ti el verdadero SEÑOR, tarde o temprano, todo volverá a ser como antes, incluso peor: “Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Volveré a mi casa de donde salí. Y cuando llega, la halla barrida y adornada. Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero” (Lc. 11:24-26).
Si una persona “barre” su vida y la limpia de toda la inmundancia de las tinieblas, pero no la “redecora” con la vida del Espíritu, la oscuridad regresará reclamando su hogar, y lo hará con mayor virulencia si cabe que la vez anterior. Dejar la pornografía y no incluir a Dios en el cambio, está condenado irremediablemente al fracaso.
Algunos –incluso muchos-, creerán que esto significa volcarse aún más en actividades religiosas, tengan o no éstas un verdadero sentido cristiano y bíblico del concepto. Pero, como ya vimos, en muchos casos, esto no resuelve el problema: por eso hay muchas personas centradas en hacer todo tipo de obras cristianas y/o eclesiales al mismo tiempo que están enfrascadas en el pecado. Parece que están cerca de Dios pero ellos mismos saben que no es así. Por otro lado, esto se puede convertir en una carga, en un legalismo, en un “hago cosas para no pensar y así librarme de la tentación”. Y ahí reside un gran error porque sustituye una losa por otra, aunque sea más sana.
Tampoco consiste en poner un disco con música “cristiana” a todo volumen para usarla como un mantra repetitivo y así entrar en una especie de estado de trance o buscando ahogar y bloquear los pensamientos.
Lo que debe el cristiano es:

- Tomar de las verdades eternas e inmutables de Dios: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt. 24:35).

- Escudriñar las Escrituras para asimilar dichas promesas: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Jn. 5:39).

- Saber que Él tiene el control sobre todo lo que nos acontece en la vida: “¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos” (Lc. 12:6-7).

- Tomar conciencia de su continua presencia: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20).

- Sentirte libre para hablarle con total naturalidad e intimidad: “Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Ts. 5:17-18).

- Tomar conciencia de que Él derrotó a la muerte por nosotros: “Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Co. 15:55).

- Vivir en santidad: “en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (Ef. 5:8).

- Descansar en la certeza de la vida eterna que tendremos a Su lado: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios” (1 Jn. 5:13).

- Descansar en la paz de Jesús: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn. 14:27).

Por lo tanto, no consiste en llevar a cabo más tareas, sino en tener una relacion más viva y real con Él, donde creas Su Palabra, dejando que te hable a tu vida a través de ella.

Espero que todo lo que hemos visto a lo largo de estos siete artículos te ayuden a la hora de concretar la manera de salir del atolladero en el que te encuentras sumido. ¡Sé libre!
 

* Si necesitas más ayuda, te remito a estos tres artículos que profundizan en la solución, y que he omitido para no repetirme: Sanidad & Hábitos y concupiscencias (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/09/74-la-sexualidad-del-soltero-cristiano.html);  Un muro contra la lujuria (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/09/75-un-muro-contra-la-lujuria.html); La transformación & Libres de la esclavitud (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/10/la-transformacion-libres-de-la.html).

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