lunes, 29 de noviembre de 2021

Otra ronda (6ª parte): El alcohol vs Dios

 


Venimos de aquí: Otra ronda (5ª parte): El alcohol vs La conciencia vs El ejemplo ante los inconversos & Una familia mutilada por el alcohol (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/11/otra-ronda-5-parte-el-alcohol-vs-la.html).

Una vez puestas todas las cartas boca arriba, vayamos terminando y sacando las últimas conclusiones. Y para esto seré claro: necesitar o usar el alcohol, incluso en pequeñas dosis, para alcanzar cualquier fin de los que hemos descrito en los artículos anteriores:

- Es un menosprecio a la grandeza de Dios.
- Es tenerlo en poca estima.
- Es considerarlo “insuficiente” para las propias necesidades personales.
- Es creer que no lo necesitas para llegar a ser la clase de persona que puedes ser.
- Es decir que las palabras que Jesús le dijo a la mujer samaritana (“mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás”, Jn. 4:14)) no son ciertas.
- Es señalar que el gozo que Él produce no alcanza el nivel deseado.
- Es negar las bienaventuranzas descritas en el capítulo 5 de Mateo.
- Es proclamar a los cuatro vientos que no sirve de nada echar nuestra ansiedad sobre Él.
- Es olvidar que Jesús prometió de sí mismo, y cuyo origen era su propia Persona, que había venido para que tuviéramos vida, y en abundancia (cf. Jn. 10:10).

Algunos se escudan bajo el paraguas de que ellos “controlan”. En la película llegan a afirmar que ellos deciden cuándo beben, al contrario que el alcohólico que no puede contenerse. Esto se puede convertir en un autoengaño muy sutil, puesto que, aunque realmente haya muchas ocasiones en que hagan todo lo citado a lo largo de estos escritos sin consumir alcohol, también es cierto que en otros momentos sí lo usan. Por eso me vuelvo a repetir: la persona que bebe poco, aunque controle la cantidad que ingiere, el lugar y el momento, y su tasa de alcohol en sangre sea baja, si depende de él (“si” condicional), como de cualquier otro factor externo y en cualquiera de las facetas que hemos descrito, no controla; es más: es dependiente del mismo. Se puede ser esclavo del alcohol, incluso si se toma en pequeñas cantidades, cuando se bebe por los motivos ya mencionados. 
En mi caso, ¿por qué no bebo alcohol? Con todo lo dicho, creo que ha tenido que quedar bastante claro, pero recalcaré ciertos puntos a modo de conclusión. Eso sí, no lo hago para aparentar una supuesta superioridad moral ni nada semejante, puesto que no es esa mi intención, ni de lejos, sino para llevar a la reflexión personal del lector:

1) No lo necesito absolutamente para nada. No me hace falta la más mínima gota de alcohol para socializar, para “vencer” la timidez”, para confrontar el dolor y reducir la ansiedad, para disfrutar de la vida, para estar bien o alcanzar un supuesto potencial y, ni muchos menos, para usarlo recreativamente. Como hemos visto, las alternativas que Dios nos ofrece para lograr todo eso, convierte en completamente innecesario algo como la bebida.
Es muy llamativo que Pablo, con la infinidad de consejos que ofrece a los cristianos en sus cartas, nunca diga que beban para sentirse bien, relacionarse o “quitarse las penas”, solo a Timoteo por las razones medicinales que ya vimos.

2) Con todas las bebidas alternativas no alcohólicas que existen, no veo la necesidad de ingerir las que sí. Hasta hace un año, bebía esporádicamente refrescos; ahora, por salud, únicamente agua. Pero, el que no tenga problemas de salud, puede encontrar infinidad de bebidas no destiladas a su gusto y de buen sabor.

3) Me niego rotundamente a tomar un solo sorbo de algo que, cuando te excedes lo más mínimo, estimula el sistema nervioso de manera antinatural, disminuye el autocontrol, te idiotiza, te infantiliza, te animaliza, saca lo peor de ti, baja el umbral en el cual uno se enoja ante los demás, despierta las pasiones más bajas y acaba con las líneas morales de forma muy sencilla, convirtiéndote en una mala caricatura de ti mismo.

4) Cuando se llega al punto de estar “contento” o “pillar el punto”, la mayoría de las conversaciones se convierten en puras sandeces y banalidades, que suelen consistir en chistes subidos de tono, burlas sobre los demás, bromas de dudoso gusto a costa de otros, enseñamiento y señalización de los defectos ajenos y en revelación de secretos de terceros que fueron contados en confianza. En resumen, hablar sin pensar previamente y sin pasar las ideas mentalmente por el filtro de la Palabra de Dios. Proverbios ya nos avisa de los contrastes que suelen darse al hablar por hablar: “En las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente” (Pr. 10:19). De ahí este consejo práctico: “el corazón del justo piensa para responder” (Pr. 15:28).

5) Saber de todas las desgracias que ha provocado, y que provoca, tanto en el propio afectado como en su círculo, destruyendo multitud de familias y provocando la caída en incontables inmoralidades, me hace sentir nauseas a nivel moral y repulsa hacia la bebida. En un mundo tan afectado y seriamente golpeado por el alcohol, considero difícil beberlo de una forma que “glorifique a Dios”. Observar los efectos de las “botellonas” entre millones de jóvenes cada fin de semana, me produce tristeza, asombro e incomprensión, e incluso a veces me siento como Pablo en Atenas, cuyo espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría” (Hch. 17:16). De ahí que me parezca un completo sinsentido que algunos cristianos participen de estos “eventos”.

6) Una vez que se comienza a beber en grupo, especialmente entre jóvenes, ¿quién pone el límite? Por norma general, nadie. El ambiente y el “compañerismo” suelen animar a tomar siempre más: una cervecita más, un Ron Bacardí más, un gin tonic más, un “lo que sea” más. Por eso es tan fácil pasar de la moderación al exceso. Es más, se nos avisa del peligro y las consecuencias de andar con “amigos” que convierten el consumo de alcohol en una práctica habitual de sus reuniones: “No estés con los bebedores de vino, ni con los comedores de carne; porque el bebedor y el comilón empobrecerán, y el sueño hará vestir vestidos rotos” (Pr. 23:20-21). Más sobre este tipo de “compañías”, aquí: “Si es necesario, aléjate, ya, de esas amistades” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/08/15-si-es-necesario-alejate-ya-de-esas.html).

7) Nunca puedes saber a ciencia cierta cómo se siente en lo profundo de su corazón una persona. Quizá, para ti, tomarte algo no suponga ningún problema, pero ¿quién te asegura que el que está sentado contigo compartiendo una bebida alcohólica no está pasando por problemas y está usándolo como escapatoria mental o anestesiante del dolor? ¿Y si se deprime con facilidad y le cuesta mantener el equilibrio emocional, agudizándolo el alcohol? ¿O cómo sabes si es una debilidad que mantiene oculta a ojos ajenos? ¿Y si fue adicto en el pasado y no lo sabes? ¿Y si, a partir de entonces, esa primera copa que le ofreces, le conduce a que consuma habitualmente?
Puede que, sin ninguna intención y sin mala intención, estés iniciándolo en algo que no sabes cómo va a evolucionar en el tiempo o, en el caso de que ya sea real y una concupiscencia para el afectado, ahondes en su dificultad. Ofrecer a un invitado una bebida alcohólica como señal de hospitalidad es un riesgo del que tienes que tomar conciencia, puesto que no tienes ningún control sobre las posibles consecuencias, pudiéndote hacer cómplice de la caída de otros.
Por eso, siguiendo la máxima del amor, el cual no busca lo suyo (1 Co. 13:5), considero muy importante ser cuidadoso y prudente de cara al prójimo inconverso y ante los hermanos en la fe: “Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite” (Ro 14:21).

8) De todos los argumentos que he leído de los cristianos pro, el más peligroso ha sido sin duda es el que dice que “se recomienda para los ´de amargado ánimo`”, basándose en Proverbios 31:6.
Me parece una temeridad absoluta que alguien recomiende el alcohol para las personas deprimidas partiendo de dicho proverbio, como si la Biblia no fuera un todo que avisa de sus peligros. Si ya de por sí, una persona con buen ánimo, suele pasarse en su consumo, exponer a tal riesgo a un desanimado no tiene ni pies ni cabeza. Es lanzarlo a un pozo oscuro y sin fondo. Deberíamos recordar que muchos deprimidos caen también en el alcoholismo, y viceversa. Por eso, siempre es mejor actuar como Pablo nos exhorta ante cualquier situación de desaliento: “alentaos los unos a los otros [...] animaos unos a otros y edificaos unos a otros” (1 Ts. 4:18; 5:11).

9) En el primer escrito mostré los dos tipos de estudios médicos que existen y que chocan frontalmente: por un lado, los que dicen que es bueno para la salud y, por otro, los que dicen que no es cierto[1]. Pero, incluso si fueran ciertos los supuestos beneficios del alcohol en pequeñas dosis, la realidad es que, en muchas ocasiones, son una mera excusa para justificar su consumo social; ni el propio interesado se toma en serio dicha argumentación respecto a la salud.
Una alimentación sana, el ejercicio físico y algunos productos naturales de herboristería, son más que suficientes para una buena salud. Por lo tanto, como señala el doctor Borja Bandera: el que no ha bebido nunca, no tiene realmente ninguna razón para comenzar ahora.

10) No creo que este sea un asunto para bromear o mantenerse neutral. El cristiano no está llamado a tontear con el viejo hombre. Los principios divinos son claros: apuntan una y otra vez a no alimentar la naturaleza caída. No enseñan a imitar las costumbres de este mundo. No enseñan a comportarse como el resto para quedar bien ante la sociedad. Nos llama a la madurez. Nos llama a trabajar nuestros puntos débiles. Nos llama a confrontar con el poder del Espíritu que mora en nosotros cualquier situación. Nos llama a tener comunión con Él. Nos llama a guiarnos en la vida por la enseñanza bíblica y no por las filosofías y modas imperantes. Y todo ello sin subterfugios para lograrlo.
En definitiva, nos llama a despojarnos del viejo hombre –en todas las esferas-, y a revestirnos del nuevo: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Ef. 4:22-24).

11) Debemos ser sal y luz, y creo que el consumo de alcohol no edifica ni es el mejor ejemplo de parte de un cristiano, y menos con todo lo que representa, significa, simboliza y provoca este producto endiosado, plaga mundial y causante de tanto dolor. Pienso que aquí también podríamos encajar las palabras de Pablo: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica” (1 Co.10:23). Como dice Gerardo de Ávila: “Todo lo que puedo hacer compatible con la fe cristiana, lo hago. Y viceversa. Y no hay luchas, ni reprender demonios, ni ayunos u oraciones. Todo lo que hagáis, hacedlo en el nombre del Señor. ¿Puedo disfrutar y participar de este placer? ¿Si o no? Hay cosas que me gustan, pero no son compatibles. Esto no significa que quiera hacerlas, sino que me gustan”.

Conclusión
Aunque eso ya queda fuera de mi ámbito y cae expresamente en manos ajenas, puede ser que, algunos –muchos o pocos-, tras el enfoque que he ofrecido, sienta que las “utilidades” sociales, físicas, emocionales y sentimentales que le han dado hasta ahora al alcohol, incluso de forma “moderada”, carecen de total sentido para un cristiano.
Si estás convencido de que, bíblicamente, el vino es una bendición de Dios, que eres libre en conciencia para beberlo y que la Escritura no lo prohíbe, y sin condenarte por mi parte sin piensas así, te animo a que reflexiones seriamente sobre todo lo que hemos visto en esta serie de seis artículos. Así podrás verlo desde una óptica mucho más amplia de la habitual, que suele limitarse al “sí” o al “no”, y decidir si tienes que reajustar ciertos aspectos de tu ser, de tu actuar y sentir. No porque lo veas como una especie de “mandamiento o imposición legalista”, sino como una elección personal y voluntaria, que puede ser la mejor para ti y los que te rodean. Ahí lo dejo.


[1] Dr. Borja Bandera. Esto es lo que ocurre en tu cuerpo cuando bebes alcohol a diario (https://www.youtube.com/watch?v=SIClDy1SlEQ).

lunes, 22 de noviembre de 2021

Otra ronda (5ª parte): El alcohol vs La conciencia vs El ejemplo ante los inconversos & Una familia mutilada por el alcohol

 


Venimos de aquí: Otra ronda (4ª parte): ¿Usar el alcohol para alcanzar todo tu potencial y el éxito social? & ¿Usar el alcohol para “estar” bien? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/11/otra-ronda-4-parte-usar-el-alcohol-para.html).

El alcohol vs La conciencia vs El ejemplo ante el prójimo
Como ya vimos en la primera parte, los cristianos están completamente divididos sobre si pueden beber alcohol. Cada uno tiene sus argumentos, los cuales dejé expuestos. Ahora bien, hemos visto que, la inmensa mayoría de las veces, se usa por los motivos que he citado en los artículos anteriores, y que, en esos casos, siempre es un error su consumo.
Pero, más allá de eso, y como abstemio, aquí quiero hablar de la conciencia, especialmente a aquellos que están en el grupo de “a favor” de su ingesta. Puede sonar extremo el siguiente caso personal, pero aun así lo señalaré: hace unos años, cuando todavía jugaba al fútbol, quería comprarme la camiseta del Liverpool, aprovechando que estaba sumamente rebajada de precio. Finalmente desistí. ¿Por qué? Porque la publicidad que mostraba en su frontal era el de una conocida marca de cerveza. ¿Algún problema de conciencia para mí? Ninguno. ¿Me la podría haber comprado? Pienso que sí. Pero, sabiendo que hay otros hermanos a los cuales les podría haber supuesto un escándalo ver a un cristiano con tal logo en el pecho, y que yo no quería tener que estar pendiente de quién estaba delante mía cuando la llevara puesta, decidí algo muy sencillo: ni reprender demonios, ni hacer guerra espiritual, ni ayuno; simplemente dejarla en la tienda y comprarme otra distinta. ¡Tan sencillo como eso!
¿Qué quiero decir con esta pequeña historia a los que sí toman alcohol? Que recuerden la problemática que se presentó entre los primeros cristianos: todo giraba en torno a la opción de comer carne de cerdo, que por aquella época era sacrificada a los ídolos. La cuestión supuso un alboroto entre dos grupos de cristianos. La solución fue clara: “Si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano” (1 Co. 8:13). A veces, como dijo en una ocasión mi profesor de seminario, sin juzgar ni menospreciar, es mejor pasarse que quedarse corto, sea ante hermanos en la fe o ante incrédulos. Y eso no es legalismo, sino sensatez y sabiduría práctica.

El esquema presentado es una guía sensacional de principios para saber cómo conducirnos en la vida. ¿La Biblia permite el adulterio? No. ¿La Biblia permite la fornicación? No. ¿La Biblia permite las borracheras? No. Ahí no hay discusión que valga. Es tan obvio que Jesús apenas le dedicó unas palabras a algunos de estos asuntos, únicamente para matizar ciertos aspectos que no habían quedado claros entre sus oyentes, y no precisamente para eliminarlos de la lista de “pecados”, sino para resaltar su gravedad (p. ej. Mt. 5:28, 32). Sin arrepentimiento, los que viven así, “no heredarán el reino de Dios” (1 Co. 6:9), por muy felices que digan ser.
Decir que se ama a Dios y “practicar” estas obras de la carne (Gá. 5:19-21) es una contradicción absoluta. O se toma o se deja. O Jehová o Baal. O sí o no. O religión muerta o espiritualidad viva. O somos cristianos y obedecemos a Dios, o meramente lo aparentamos, estando en rebeldía manifiesta. No hay término medio ni se puede crear un Dios a nuestra propia medida, donde quitemos de Su Ley lo que no nos gusta. A ningún cristiano nacido de nuevo habría que explicarle nada de esto más de una vez. Al menos yo no lo hago con creyentes de muchos años y que han oído centenares de predicaciones de forma presencial en una congregación. Y no lo hago, tras aprender, por propia experiencia –mala experiencia- que, el que quiere seguir a Dios, le seguirá por siempre, y el que no quiere hacerlo, se bajará del barco tarde o temprano, cuando encuentre un “puerto” que le agrade más, aludiendo a cualquier excusa. La fuerza de la realidad nos descubre, una y otra vez, que cada persona elige su propio camino, sin necesidad de que nadie le diga nada, ni en un sentido ni en otro.
Las emociones, que la vida nos sonría, el sentirse bien o mal y, sobre todo, la conciencia, cuando chocan con los mandamientos divinos, no son buenos medidores para distinguir entre lo correcto y lo incorrecto. Es más, son los peores: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jer. 17:9-10).
¿Y con todo aquello que la Biblia parece no especificar claramente si es pecado o no, como algunos parecen postular respecto al consumo de alcohol? Como en otros tantos temas, incluso en el caso de estar a favor de un consumo prudente y mínimo, a veces es mejor cuidarse de más para no ser de escándalo o de piedra de tropiezo. Es ahí donde la persona deberá hacerse las tres preguntas que se ven en el gráfico en el “área de libertad”. Y esto sirve, no solo ante creyentes, sino también entre incrédulos ante los que se quiere predicar el Evangelio. ¿Cómo va a hablarle de Dios un “cristiano”, que vive como si no lo fuera en diversos aspectos de la moral y ética cristiana, a alguien que no lo es? Sería pura hipocresía, y su testimonio carecería de valor alguno. Así que, los creyentes que consumen alcohol porque creen que la Biblia lo permite, de forma extremadamente moderada, en bebidas de muy baja graduación y como acompañamiento de una comida, deberían tomar esto en consideración, meditarlo y actuar en consecuencia.

El ejemplo de una familia mutilada por el alcohol
En la película que estamos analizando, uno de los protagonistas, el entrenador de fútbol, completamente ebrio, muere ahogado accidentalmente tras caerse de una pequeña embarcación de su propiedad. Sorprendentemente, sus amigos deciden hacer lo que él difunto habría hecho: beber, como si no hubieran aprendido nada.
Siendo esto ficticio, es solo un reflejo de lo que suele suceder en el mundo real, donde las cifras son estremecedoras: según los datos oficiales, el alcohol es el responsable de tres millones de muertes al año en todo el mundo (siendo unas 20.000 en España), de las cuales casi 400.000 se debieron a accidentes de tráfico, la mitad de ellos “no conductores”. Y esto es digno de estudio: Europa bebe de media un 50% más que el resto del mundo y el consumo ´nocivo` de esta sustancia cuesta a los sistemas sociales y sanitarios 155 billones de euros[1].
Conozco a un pastor de mi provincia que perdió a su bebé porque un conductor borracho invadió su carril. Su propia esposa, en completo shock ante la terrible visión que tenía ante sus ojos, quiso lanzarse en ese mismo instante al vacío de un barranco, acto que pudieron evitar. Semanas después, ambos fueron a la cárcel a visitar al causante de todo. Le predicaron el Evangelio, se convirtió y hoy en día es miembro activo de la iglesia local. Pero las consecuencias ahí quedaron para siempre: unos padres sin hijo, y una persona, a pesar de ser perdonada, con el recuerdo de por vida de su acción.
Como este, millones de casos donde personas de todas las edades pierden la vida a causa del alcohol, sea por consumo propio o por el de terceras personas. Puede ser que conozcas a alguien que esté entre las víctimas. Todos ellos pensaron que “controlaban la situación”, que “no iban a tener mala suerte”, que solo era una copita de más, que la distancia era corta hasta llegar a casa, que tenían dominio sobre el coche, que se sentían seguros, que solo corrían para poder acostarse antes y dormir. Hasta que sucedió la catástrofe, fuera en muerte propia, de los acompañantes o de aquellos que iban en otros vehículos.
Esto sin contar las enfermedades mentales y físicas, accidentes cardiovasculares y cerebrales que provoca a medio y largo plazo, afectando también a los propios reflejos, a la memoria y a la capacidad de concentración. Y si hablamos de infidelidades, adulterios, fornicaciones, violencia doméstica y embarazos no deseados que se producen por el estado alterado de la conciencia que provoca el alcohol, los números se pierden. He escuchado a jóvenes relatar que estaban de “juerga” y se levantaron por la mañana desnudos en una cama con una amiga o desconocida, y no saber ni cómo llegaron allí. Un espacio en blanco en la mente. Demencial y pavoroso.


Continuará en Otra ronda (6ª parte): El alcohol vs Dios.

lunes, 15 de noviembre de 2021

Otra ronda (4ª parte): ¿Usar el alcohol para alcanzar todo tu potencial y el éxito social? & ¿Usar el alcohol para “estar” bien?



Venimos de aquí: Otra ronda (3ª parte): ¿Usar el dolor para confrontar el dolor y reducir la ansiedad? & ¿Usar el alcohol para disfrutar de la vida? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/11/otra-ronda-3-parte-usar-el-alcohol-para.html).

He puesto, a conciencia y en concreto, esta imagen promocional de la película, puesto que incluye la frase de una crítica de cine, quien dice de la misma que “es una celebración de la vida y el amor”. Hoy veremos, una vez más, cuán falsas son dichas palabras.

¿Usar el alcohol para alcanzar todo tu potencial y el éxito social?
Una de las principales ideas plasmadas en la película es aquella que afirma que, con cierta dosis de alcohol en sangre, el “potencial” humano alcanza todo su esplendor. Y cita algunos ejemplos reales, entre otros[1]: Ernest Hemingway (1899-1961) y Winston Churchill (1874-1965), ambos bebedores reconocidos. Por el contrario, muestra a un abstemio como Adolf Hitler para dar a entender que el beber o no, no hace a una persona “mejor” o “peor”, ni en su personalidad ni en sus obras. Hacer esto, como si fuera una premisa aceptable, es llevar a cabo un sesgo errado y desafortunado de la realidad, sobre todo a la luz de la eternidad. Además, recordemos, que “no hay justo, ni aun uno” (Ro. 3:10). Que alguien haga algo bien, no significa que todo lo haga bien o que sea “bueno”, en el sentido bíblico del término. Que otro de los personajes que cita, Franklin D. Roosevelt, fuera una gran presidente de los Estados Unidos, no lo convierte en bueno ni borra lo malo. El mismo protagonista de la película, Martin, dice de Roosevelt: “Miente si le conviene y consulta a astrólogos sobre sus políticas. Engaña a su mujer, fuma sin parar y bebe demasiados martinis”.
Es cierto que, aparte de periodista, Hemingway fue uno de los grandes novelistas del siglo XX y que ganó premios como el Pulitzer y el Premio Nobel de Literatura, pero no olvidemos que se suicidó con una escopeta. Por su parte, Churchill logró el premio Nobel de Literatura, fue el Primer Ministro del Reino Unido y un gran líder que ayudó sobremanera a la victoria de los Aliados en la 2ª Guerra Mundial. Tanto uno como otro fueron personas “exitosas” de cara a la humanidad. Podríamos incluso decir que Winston fue un instrumento que Dios usó para librarnos de la tiranía del fascismo.
Ahora bien, debemos plantearnos dos preguntas y responderlas: ¿Merece la pena beber para alcanzar ciertos éxitos terrenales? ¿Qué es verdaderamente el éxito? Las respuestas son claras.
Toda obra humana, se haya logrado o no con la “ayuda” del alcohol, que no sirva a la gloria eterna de Dios, será quemada por el fuego. Nada quedará de los éxitos meramente humanos. Pedro fue bastante claro al respecto: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, !!cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 P. 3:10-13).
Estoy completamente convencido que toda obra humana, sea la que sea, como por ejemplo infinidad de canciones, libros o bailes, llenos de inmoralidad, lujuria, vulgaridad y de otros principios que atentan contra la Santidad de Dios, no pasarán a formar parte de los cielos nuevos y la tierra nueva. No tendría sentido: “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Ap. 21:27). El término “cosa” también hace referencia a “ente, cuerpo, entidad, elemento y objeto[2]”. Por lo tanto, no se refiere únicamente a las personas, sino a todo elemento inmundo[3].
Es cierto que Pablo señala que Dios ha dado dones a los hombres (Ef. 4:8), pero por el contexto sabemos que se está refiriendo a la Iglesia, a los santos que han sido regenerados. Ahora bien, la observación del mundo en general nos lleva a la conclusión de que, cualquier persona, incluso inconversa, posee lo que podríamos denominar “dones naturales” o talentos, todo dentro de la “Gracia común” que Dios concede a todos los hombres. A pesar de estar muertos en sus pecados y delitos, parte de la naturaleza que Dios “imprimió” en el ser humano sigue vigente y se manifiesta de distintas maneras. La música, el arte, la literatura o los deportes son un claro reflejo.
Esto, para aquellos que amamos la lectura o el cine, podemos observarlo en ambos medios. Escritores no cristianos han llevado a cabo obras que son verdaderos clásicos. Por citar algunos que forman mi biblioteca y que releo cada cierto tiempo: Un mundo feliz (Aldous Huxley), Fahrenheit 451 (Ray Bradbury), 1984 (George Orwell), El retrato de Dorian Gray (Oscar Wilde), El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (Robert Louis Stevenson) o El fin de la eternidad (Isaac Asimov). Y de películas podría nombrar Rebeca (Alfred Hitchcock), Tiempos Modernos y El Gran Dictador (las dos interpretadas por Charlie Chaplin) y Qué bello es vivir (Frank Capra).
Todas ellas, sean obras literarias o cinematográficas, son extraordinarias, dignas de estudio, pero que nos muestran mundos decadentes que reflejan lo peor de la naturaleza humana, provocándonos emociones fuertes, muchas de ellas desagradables: dolor, violencia, sufrimiento, desesperación, llanto, amores frustrados o no correspondidos, desamor, muerte, tragedia. Sí, se entremezclan con otras emociones sanas, como el amor puro, la amistad inquebrantable, el sacrificio, la nobleza y el altruismo. Pero lo uno va intrínsicamente unido a lo otro: donde hay un héroe, hay un villano; donde hay vencedores, hay derrotados; donde algunos prosperan, otros lo pierden todo; donde algunos siguen llenos de esperanza, otros caen en el pozo de la desesperanza para siempre.
Sinceramente, en una eternidad donde reinará la paz absoluta, tanto interna como externa, no sería lógico que pasáramos una tarde leyendo este tipo de libros o viendo películas por el estilo. Cumplieron una labor en la Tierra, y nos enseñaron distintas lecciones de la humanidad, algunas de las cuales nos sirvieron para nuestra vida, pero ya está; no necesitaremos más de ellas. Si Dios usó en una ocasión una burra para hablar, ¡también puede hacerlo y pasearse entre bambalinas, entre las líneas salidas de la pluma de un hombre o en medio de los planos de un director! Pero es como la medicina: sabiendo que en esa otra vida gloriosa “ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Ap. 21:4), no serán necesarios los cirujanos, los psiquiatras ni los sepultureros.
¿Qué habrá obras que perdurarán, como la citada en el anterior artículo, la Sinfonía nº 7 (II Allegretto) de Ludwig van Beethoven? Solo Dios lo sabe.
Cantantes, actores, deportistas, escritores, pintores, dibujantes, científicos, millonarios, políticos, individuos con casas lujosas, “conquistadores sentimentales”, “gente guapa”, entre otros, son considerados por muchos como “semidioses” a los que admirar. Todos ellos olvidan que la fama del hombre no es algo que precisamente impresione a Dios. Muchos de sus logros son vanidad de vanidades, y más cuando estos no tienen peso alguno de cara a la eternidad. Y, como bien dijo el predicador Ray Comfort: “No importa cuán feliz sea un pecador. Sin la justicia de Cristo, perecerá en el día de la ira de Dios”[4].
Somos llamados a ocuparnos en las obras que Dios ha preparado de antemano (Ef. 2:10), a manifestar el fruto del Espíritu, a ser honrados, íntegros, serviciales, empáticos, a desempeñar nuestro trabajo de la mejor manera posible, y no a buscar la propia gloria personal de una manera u otra, con o sin alcohol. Dios nos llama a ser la mejor versión de nosotros mismos (Es insoportable. Mirar a través del portal y ver las personas que podrías haber sido, y que de todas las opciones, esta sea en la que te has convertido: https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2019/12/13-es-insoportable-mirar-traves-del.html), según Su voluntad y siguiendo Sus mandamientos, y no bajo la influencia de sustancias externas.

¿Usar el alcohol para “estar” bien?
Una de las lecciones más importantes que he aprendido como cristiano es a no depender de las “alegrías circunstanciales” ni a necesitar de nada externo para estar bien. El hecho de no entender estas palabras conduce a muchos creyentes a un continuo vaivén en sus vidas emocionales, donde caen en desequilibrios cada cierto tiempo; casi siempre cuando una mala racha se les presenta en la vida por cualquier devenir doloroso.
¿Acaso soy un estoico o un místico? ¿Dónde está el truco? Ni soy nada ni hay truco alguno: todo consiste en hacer carne en uno esa verdad bíblica que se basa en asimilar la diferencia entre “estar bien” y “sentirse bien”. Y cuando me refiero a “asimilar”, no lo hago en el sentido de “saber” o “entender” –que por sí solo no sirve de nada-, sino de “hacer propio”, “hacerlo vivo en tu ser interior”. Veamos brevemente en qué consiste para un cristiano “Ser” y “Estar”:

a) Ser. Es un estado que es para siempre: soy español; soy hombre; soy alto. Define nuestra posición y qué/quiénes somos. Aplicando esta definición al concepto bíblico, podríamos aplicarla directamente a nuestra posición como hijos de Dios. Esa posición no cambia puesto que es inalterable e inmutable. ¿Por qué? Porque no depende de nosotros, ni de las circunstancias, ni de nuestras emociones, ni de nuestro estado anímico, sino de la obra que Dios ya hizo y hará en la eternidad: Soy hijo de Dios y soy amado por Él. Mientras que “permanezcamos” en Él, todo lo demás se puede sobrellevar, aunque nos sintamos hundidos emocionalmente en determinados periodos de tiempo, sean breves o extensos.

b) Estar. Es un estado que no es permanente sino temporal. Por citar algunos ejemplos: Estoy jugando al fútbol; Estoy viendo la televisión; Estoy comiendo; Estoy acostado; Estoy triste; Estoy enfadado; Estoy alegre. En consecuencia, no siempre estoy jugando al fútbol, no siempre estoy viendo la televisión, no siempre estoy comiendo, no siempre estoy acostado, no siempre estoy triste, no siempre estoy enfadado y no siempre estoy alegre.

Por lo tanto, el cristiano debe sustentar su “Ser” en su posición y en quién es, no en sus emociones. Así, aunque no se “sienta” bien, no dependerá de las circunstancias para “estar” bien. La conciencia de su “estado” repercutirá en todas las esferas de su vida, proporcionándole estabilidad mental, emocional y espiritual sin necesidad de consumir alcohol o de depender de factores ajenos a su persona. Así lo enseña claramente, entre infinidad de textos bíblicos, Isaías 26:3: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”. No dice que guardará en paz a aquel cuyos sentimientos perseveran en Él, sino a aquel cuyo pensamiento, ya que ha confiado.
Si quieres ahondar más en este tema, puesto que aquí lo he resumido, te remito a La diferencia entre “estar” bien y “sentirte” bien (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/10/2-la-diferencia-entre-estar-bien-y.html).

Continuará en Otra ronda (5ª parte): El alcohol vs La conciencia vs El ejemplo ante los inconversos & Una familia mutilada por el alcohol.


[1] En una de las escenas, podemos ver a conocidos políticos recientes bebiendo o en estado de embriaguez como Boris Johnson, Angela Merkel, Borís Yeltsin o Nicolas Sarkozy, entre otros.

[3] Ninguna cosa inmunda. Es decir, nada profano, común (griego koinón), que es como se designaban, por ejemplo, los alimentos prohibidos en la Ley de Moisés” (cf. Hch. 10:14-15). Francisco LaCueva. Pág. 2134. Biblia de Estudio Matthew Henry.

[4] No importa cuán feliz sea un pecador. Sin la justicia de Cristo, perecerá en el día de la ira de Dios:

https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/01/no-importa-cuan-feliz-sea-un-pecador.html

lunes, 8 de noviembre de 2021

Otra ronda (3ª parte): ¿Usar el alcohol para confrontar el dolor y reducir la ansiedad? & ¿Usar el alcohol para disfrutar de la vida?

 


Venimos de aquí: Otra ronda (2ª parte): ¿Usar el alcohol para socializar y “vencer” la timidez”? & ¿Usar el alcohol como parte de la diversión y de forma recreativa? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/10/otra-ronda-2-parte-usar-el-alcohol-para.html).

¿Usa el alcohol para confrontar el dolor y reducir la ansiedad?
No existe ser humano que no haya pasado en su vida por una circunstancia adversa y dolorosa. La Biblia abunda de casos así. Tenemos los ejemplos de Moisés y Elías, que tuiveron épocas muy oscuras y de depresión, tanto que le pidieron a Dios que les quitara la vida (cf. Nm. 10:15; 1 R. 19:4).
Por norma general, no se nos enseña a cómo afrontar esos sentimientos que surgen en nosotros en esas ocasiones. Como no son emociones agradables, sino todo lo contrario, se suele usar distintas maneras para “intentar” escapar de ellos, desde ansiolíticos a drogas ilegales o, en el caso que nos ocupa, con alcohol. A medio y largo plazo, esto no sirve absolutamente de nada. Al revés: lo empeora. Es como una tapadera, que esconde bajo la alfombra esa negatividad, que siempre estará rondando por la casa y se manifestará de una manera u otra: amargura, llanto espontaneo, depresión crónica, desinterés por el día a día, etc.
En este aspecto, y en otros muchos, los cristianos debemos sentirnos afortunados, ya que contamos con herramientas de sobra para manejar el dolor, aunque la realidad es que muchos creyentes no saben usarlas. Sí, las conocen, pero no las ponen en práctica, lo que viene a ser lo mismo que no saberlas, así que las destacaré brevemente:

a) La cosmovisión cristiana abarca la eternidad. Nuestra creencia es que la vida no acaba cuando expiramos en este mundo. Es más, afirmamos que la verdadera vida comienza entonces. Jesús nos dejó muy claro dicha lección en multitud de ocasiones: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Jn. 11:25); “Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos” (Mr. 12:27). Esto no significa que debamos despreciar o infravalorar el dolor –Jesús mismo lloró ante la tumba de Lázaro-, sino que nos debe llevar a situarlo en perspectiva y encajarlo dentro de su marco temporal finito.

b) El dolor hay que vivirlo, darle su lugar, dejar que se manifieste con palabras y lágrimas. Es sano hacerlo. Es prácticamente una obligación para lograr “exorcizar” la aflicción cuando nos embargan los sentimientos y así poder seguir adelante. Ahogarlos bajo el alcohol es provocar una cangrena que afectará a cuerpo, alma y espíritu.

c) Nuevamente, Jesús nos mostró qué hacer ante la ansiedad, que suele ser uno de los efectos secundarios ante el dolor: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mt. 11:28-30). Quizá estas sean las palabras que menos llevan a cabo los cristianos, y algo que deben cambiar por completo. Ni el alcohol, ni las pastillas, ni ninguna otra cosa, tienen utilidad alguna para las heridas del alma. Aprendamos a ir a Él, a descansar en cada momento de nuestra vida.

Dado que la tristeza y la depresión son temas que merecen un análisis más profundo, remito a los interesados a estos tres escritos ya publicados: “La mujer de la ventana: ¿Ves pasar tu vida mientras observas cómo viven los demás?” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/06/la-mujer-de-la-ventana-ves-pasar-tu.html); “Alma salvaje: Cuando el dolor puede convertirnos en la mejor o en la peor versión de nosotros mismos” (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/06/alma-salvaje-cuando-el-dolor-puede.html); “Viviendo en medio de un bosque llamado ´tristeza` y ´depresión`” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2019/09/viviendo-en-medio-de-un-bosque-llamado.html).

¿Usar el alcohol para disfrutar de la vida?
Millones y millones de personas se sirven del alcohol para experimentar placer físico y mental, junto a una considerable dosis de euforia. Esto es algo que se observa claramente en fiestas de graduación, celebraciones deportivas, ferias, fiestas folclóricas, cumpleaños o reencuentros entre amigos, etc. Incluso hay personas que decían ser creyentes y se apartaron tras comenzar a ir de fiesta y beber. Por su parte, el abstemio o el que bebe poco es considerado “un tipo raro”.
Entre el cristiano nacido de nuevo, esto no debería ser así, por la sencilla razón que he expuesto en más de una ocasión: Dios nos creó con la capacidad de disfrutar y de gozarnos en infinidad de aspectos de la vida usando nuestro propio cuerpo de manera natural y saludable. Y esto, entre otras formas, se puede lograr por medio algo que la ciencia médica conoce como endorfinas[1]. Estas hormonas son unas sustancias químicas que el sistema nervioso produce de manera natural ante ciertos estímulos[2]. Son las encargadas de la comunicación entre las neuronas y sirven como analgésico ante el dolor, y a la vez como estimulante de los centros de placer del cerebro y del sistema nervioso central, actuando como antiestresante y antidepresivo. Y aquí viene lo interesante: esas hormonas se activan en determinadas circunstancias, y que no tienen nada que ver con el alcohol.
¿Y cuáles son las actividades saludables y placenteras que provocan la actividad de estas hormonas naturales que el Creador puso en nosotros? Repito las que he nombrado en más de una ocasión:

- El ejercicio: correr, nadar, montar en bicicleta, caminar por el campo o cualquier deporte donde no se ejerza la violencia contra el adversario (boxeo y artes marciales, principalmente).

- La risa, fuente principal para la fabricación de endorfinas. Esto explica que el dolor físico disminuya con el buen humor. Son conocidos los casos en que personas aquejadas de enfermedades terminales y dolorosas experimentan un efecto analgésico tras el visionado de películas de humor. Es una práctica habitual en ciertos hospitales. Repito: se les ofrece películas de humor, no alcohol.

- La música. En este caso no me refiero a esa clase de música vulgar y que despierta las pasiones más bajas, sino a melodías que tocan los sentimientos y las emociones. Por citar un ejemplo, la Sinfonía nº 7 (II Allegretto) de Ludwig van Beethoven, usada magistralmente en la escena cumbre de la película El discurso del Rey.

- Los cinco sentidos: la vista, el olfato, el tacto, el gusto y el oído, que son los medios externos por los cuales llegan las sensaciones físicas a nuestro interior:

a) El tacto: Podemos incluir los masajes corporales ofrecidos por profesionales, los abrazos, las caricias, un baño de agua caliente, un paseo descalzo por la playa o por la hierba húmeda, etc.

b) La vista: La contemplación de la naturaleza, como las estrellas, la luna, los montes y todo aquello que puedas imaginar. Proporciona un verdadero deleite.

c) El oído: El sonido del mar, un suave susurro, la música rítmica, los ASMR, etc.

d) El gusto: El paladar puede captar gran variedad de sabores mientras nos alimentamos, gracias a los receptores que hay en la lengua. Que Jesús pasara hambre en determinados momentos no significa que renunciara a comer los alimentos que Él mismo había creado. Y cuando se come se disfruta. Creer que el Señor no se deleitaba con esos manjares es totalmente absurdo, propio de los serios legalistas que le amargan a uno hasta un dulce.

e) El olfato: Las neuronas olfativas del receptor en la nariz, por lo que un buen perfume, colonia o incluso el olor a césped recién cortado resultan muy agradables.

Y todo esto, nuevamente sin alcohol de por medio.


Continuará en ¿Usar el alcohol para alcanzar todo tu potencial y el éxito social? & ¿Usar el alcohol para “estar” bien?


[1] Palabra que viene de endo-morfinas, por un lado endógeno, es decir, que se produce en el interior del cuerpo, y por otro de morfina, un opiáceo que se utiliza para calmar el dolor.

[2] No confundirla con la adrenalina. Cuando un animal o persona se siente amenazada (o practica algún deporte de riesgo), su cerebro envía un impulso nervioso para que esta hormona, llamada adrenalina, sea secretada e inyectada en el torrente sanguíneo, permitiéndole reaccionar instantáneamente ante el peligro. Nos prepara para luchar o huir. Bioquímicamente, el cuerpo se pone al máximo de sus posibilidades, proporcionando una fuerza y energía fuera de lo común.