lunes, 16 de diciembre de 2019

El hombre en el castillo. Es insoportable. Mirar a través del portal y ver las personas que podrías haber sido, y que de todas las opciones, esta sea en la que te has convertido

El valor educativo de la obra que voy a exponer no tiene precio. Nos incita a mirarnos a nosotros mismos en el presente y en el futuro. Es una manera de darnos cuenta de lo que tenemos que cambiar de nosotros mismos, de rectificar los errores si ya se han llevado a cabo o de anticiparnos y no ser cometidos.

Junto a su aliado Japón, la Alemania nazi ganó la 2ª Guerra Mundial. Lograron fabricar la bomba atómica antes que los Estados Unidos y la lanzaron sobre Washington, destruyéndola por completo. Tras esto y el asesinato del presidente norteamericano Roosevelt, al general Patton no le quedó más remedio que firmar la rendición. Berlín, donde gobierna el mismísimo Adolf Hitler, se convirtió en la nueva capital del mundo y del Tercer Reich. La zona del pacífico del continente americano quedó en manos de los japoneses y el resto en la de los nazis, salvo una pequeña zona neutral en las Montañas Rocosas que separaba ambos imperios y donde huían, se exiliaban y malvivían todos aquellos que no querían formar parte de este nuevo orden mundial.


Casi veinte años después del final de la guerra, y aunque existen grupos de rebeldes y una resistencia organizada, la superioridad de la maquinaria militar de las grandes superpotencias hace inviable la posibilidad de victoria. Salvo hechos puntuales, la ideología nazi se ha impuesto en todas partes: eugenesia (eutanasia para todo el que tenga una enfermedad diagnosticada y sin cura), reinvención de la historia pasada, destrucción de toda forma de cultura anterior al Reich, exterminio casi completo de los judíos, esclavitud de la raza negra, experimentación con sujetos humanos, etc. Pero un hecho, aparentemente inverosímil, comienza a afectar la vida de los protagonistas: comienzan a aparecer una serie de cintas en celuloide que muestran imágenes donde los Aliados ganaron la guerra. Muchos las consideran falsas, pero son tan reales que plantean la duda de cómo algo así es posible.
Ya quisiera yo, pero nada de lo escrito en los dos párrafos anteriores ha salido de mi imaginación. Y, por supuesto, gracias a Dios, nada de esto aconteció. De lo contrario, este mundo sería irreconocible, terrible y angustioso. Nosotros mismos seríamos personas muy diferentes. ¿Entonces qué es? Es el argumento principal de una ucronía[1], la excelente serie “El hombre en el castillo” (The Man in the High Castle) que hace pocos meses llegó a su conclusión. Dicha obra está basada en la novela homónima del célebre Philip K. Dick, galardonada con el premio Hugo a la mejor novela en 1963. Dicho escritor  sacó a la luz otras obras tan conocidas como “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, que décadas después se convirtió en la película “Blade Runner”.

La tragedia de un buen hombre que tomó las decisiones incorrectas
(John Smit, caracterizado como nazi y genialmente interpretado por el actor Rufus Sewell)
Aunque la serie nos cuenta las vivencias de múltiples personajes y las circunstancias que viven en una sociedad completamente diferente a la que conocemos, me quiero centrar en uno solo de ellos: John Smith. 
A los ejércitos derrotados, desde los más altos generales hasta los soldados rasos, se les ofreció dos alternativas: la muerte o pasar a formar parte del Reich. Uno de estos, el citado Smith, un buen hombre y soldado americano, por el deseo de proteger a su esposa y a su hijo recién nacido, aceptó llevar el brazalete con la esvástica. Dada la lealtad que demostró, poco a poco fue ascendiendo hasta alcanzar en Nueva York el puesto de Obergruppenführer, el segundo rango militar de más alta jerarquía de las SS del partido nazi. Una de las misiones que le encargan es el de encontrar, confiscar y destruir todas las cintas que muestran esos otros “pasados” y “futuros”. Él mismo las contempla y se queda anonadado. La trama avanza hasta que los científicos nazis descubren que existen múltiples universos donde la historia de la humanidad transcurre de maneras distintas. De ahí el origen de las cintas con un contenido completamente diferente. ¿Qué plan idean los nazis? En su maquiavélica mente, crean un portal para poder pasar de su universo a otro –en donde los aliados, efectivamente, ganaron la guerra mundial- y así poder conquistarlo y expandir sus dominios.
John Smith ya no era el soldado americano admirado y querido por sus compatriotas. Se había convertido en un ser frío e implacable, un fiel reflejo de la crueldad del nazismo. Pero a partir de un punto en concreto sus sentimientos comienzan a abrirse paso: puesto que las normas del Reich eran que todo enfermo debía entregarse voluntariamente para aplicársele la eutanasia, su propio hijo adolescente, plenamente convencido de que debía hacerlo –ya que así había sido educado- llama a las autoridades para que vengan a por él[2]. El dolor de sus padres, que querían evitar tan tétrico final, es desgarrador. Tras la muerte de su primogénito, John descubre que en el universo alternativo, la otra versión de su hijo vive y es feliz. Así que cruza el portal y acude a verlo. La alegría que experimenta es inenarrable. Lo abraza. Lo besa. Le dice que le quiere, que no volverá a perderlo y derrama lágrimas de alegría, aunque no le revela de dónde procede.
Tras su retorno a su propio mundo, acude a Berlín y, en un golpe maestro y secretamente apoyado por otros militares, acaba asesinando a la cúpula del Reich. El acuerdo era que, a partir de entonces, él gobernaría de forma independiente los Estados Unidos. Lo que todos creímos al ver la nueva situación es que John, el John que mostró su lado más humano tras ver a su hijo, es que iba a eliminar la ideología de esa terrible sociedad, a comenzar de cero y a crear una nueva de justicia y libertad para todos. Pero no es así: la aviación, ahora bajo su mando, iba a bombardear San Francisco hasta exterminar toda rebelión. A su vez, toda persona que no fuera de pura raza aria iba a ser conducido a un campo de concentración para ser gaseado. Millones iban a morir. Era la solución final llevada hasta las últimas consecuencias.
Aunque podemos apreciar que le carcome por dentro, que se siente profundamente turbado y que su conciencia le está matando, da la orden de atacar. Su esposa, que había descubierto poco antes toda la verdad sobre los otros universos, le dice a su esposo con súplica y desesperación: “He visto los planes John. Los planes para los campos. ¿Cómo hemos llegado a esto? Tú y yo, en qué nos hemos convertido. Todo esto en lo que hemos tomado parte, es un crimen”, a lo que él responde “lo sé”, a lo que ella replica “tiene que parar”, para terminar John diciendo “no sé cómo”. Sus propias palabras, tal y como las dice, demuestran su propio dolor y tragedia, junto a la  incapacidad para revertir la situación y sus acciones pasadas.
En ese instante, el tren en el que viaja descarrila a causa de los explosivos que habían colocado en los pilares de la vía un grupo liderado por Juliana Craine, otra de las protagonistas principales de la serie. La esposa de John fallece en el acto. Él, protegido por los pocos supervivientes, sale corriendo hacia el bosque, mientras que Juliana le persigue. Cuando lo encuentra sentado en un precipicio con la mirada completamente perdida, no hace ademán de defenderse. Solo le dice estas palabras, con las cuales se refiere a sí mismo: Otros mundos, otras vidas... Es insoportable. Mirar a través del portal y ver las personas que podrías haber sido, y que de todas las opciones, esta sea en la que te has convertido”. Tras pronunciarlas, se pega un tiro.

Múltiples caminos & Múltiples opciones
El que antes y durante la guerra fue un soldado que luchó por su patria y sus conciudadanos, que defendió el bien supremo, que era un buen hombre, un esposo amante y recientemente padre, un amigo fiel, por una decisión errada, y luego por la suma de muchas, se convirtió en la peor versión de sí mismo. Al darse cuenta de esto, de que “otros” John Smith de otros universos tomaron opciones mucho mejores, de que ya no podía hacer nada para cambiar ni para remediar el mal que había causado, se suicidó. En esos instantes, sentimos su dolor, su agonía, su “perdí mi vida”, “eché a perder a mi familia”, “destrocé el corazón de millones de personas”, “traicioné a mis amigos”. Odiaba y despreciaba al ser en el que se había convertido. Aquel que vimos como un monstruo abominable, mostró su alma que había enterrado en un foso oscuro, despertando en nosotros la compasión en sus últimos instantes de vida.
Es aquí donde tenemos muchísimo que aprender. Una lección de VIDA, en mayúsculas: las pequeñas y grandes decisiones que tomamos cada día, marcan nuestra vida, quiénes somos, forjando nuestro carácter. Cuando los múltiples caminos de la vida se abren ante ti, minuto a minuto, día a día, eres tú el que transita uno u otro basándote en decisiones concretas. Al igual que nadie engorda veinte kilos en un día...

- Nadie que sea un verdadero cristiano deja de orar y de reflexionar sobre la Palabra de Dios tras una mala noche. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie que sea un creyente genuino se “enfría” en unas semanas. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie que lea la Biblia decide dejar de hacerlo en un arrebato matutino. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie comienza un noviazgo en yugo desigual sin motivos. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie comienza a ser emocionalmente infiel a su cónyuge en un segundo de debilidad. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie se convierte en un mentiroso compulsivo de la noche a la mañana. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie se vuelve adicto a la pornografía o a cualquier otra inmoralidad sexual en un día. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie se engancha a leer novelas y a ver programas televisivos que son pura bazofia y que corrompen y atentan contra la ética y la moral por una tarde lluviosa que se quedó en casa. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie comienza a vestirse deshinibidamente y a exhibirse “sensual” en las redes sociales de un instante a otro. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie se enfrasca en una relación adultera porque sí. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie se vuelve un malhablado ni comienza a usar un lenguaje soez de nochevieja a año nuevo. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie se vuelve un consumidor habitual de “alcohol de fin de semana” porque una noche se le vaya la mano. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie se vuelve un individuo iracundo, déspota, desagradable, superficial, hedonista, egocéntrico, antipático o rencoroso porque tenga un mal día. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

Nadie, cuando era niño, pensó que algún día sería así o cometería alguna de estas acciones. Ese niño odiaría a ese adulto. Por eso, si conoces a alguien que encaje en alguno de los puntos citados, incluso si te reconoces a ti mismo, ya sabes que lo que es hoy como ser humano es simplemente el resultado y el fin de un camino que ha transitado poco a poco hasta que ha llegado a su destino. Y ahora es como es. Incluso en el caso de que diga sentirse bien siendo así (o digas sentirte si es tu caso), estará demostrando una vez más que “engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso” (Jer. 17:9).
Con todo esto, podemos comprender perfectamente ese texto de Cantares que dice que las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas” (Cnt. 2:15). Todo lo que dejamos entrar en nosotros, sumado a las decisiones que tomamos en nuestra mente, en nuestro corazón y en nuestras acciones, por pequeñas que sean, son las que marcan nuestro carácter. Más temprano que tarde, terminan por dar su fruto y se manifiesta externamente lo que previamente se había cultivado en el corazón. Si son obras ajenas a la voluntad de Dios, así quedará sellado en nuestra forma de ser.
John Smith es un ejemplo de lo que le pasa a una persona que se deja llevar por la masa social, por los deseos egoístas y por lo peor que anida en el corazón del ser humano. Y este es un caso ficticio, pero la vida real está llena de millones de individuos que no son nazis ni mucho menos, pero que se mueven al son de sus instintos y no de las leyes establecidas por Dios.

¿Hay solución? & ¿Cómo estás cuidando tu viña?
El señor Smith, completamente roto al verse a sí mismo ante el espejo de su alma, acabó con su vida. No es fácil conocer a alguien que sepa reconocerte abiertamente que sabe de la negrura que habita en él. Que recuerde ahora mismo, solo conozco a dos personas, y una de ellas soy yo, y no por ello me pongo ni una sola medalla. No entiendo el miedo a hablar con sinceridad de uno mismo. Quizá crean que hacerlo es “tirarse piedras sobre uno mismo”, “centrarse en lo negativo” o “ser negativo y destruir la propia autoestima”. ¡Nada más alejado de la realidad! Aceptar la realidad de nuestros errores PONE EL FOCO DE ATENCIÓN en la gracia de Dios y en el valor intrínseco de la muerte de Cristo en la cruz. Como dijo en una predicación mi amigo Salvador Menéndez (“Salva”): “Debemos ver la cruz como la elección más radical y el acto más violento de Dios contra el pecado. La cruz es más violenta que el diluvio. Millones de litros de agua no bastaron para limpiar el pecado del corazón del hombre; sí sirvió, en cambio, para raer de la tierra al 99% de la población mundial. Los pocos litros de sangre que almacenaba el cuerpo de Cristo, al encontrar salida por los orificios de sus heridas, fueron más contundentes. Quita el pecado del mundo. Lo aparta. Lo aniquila. Lo extirpa. Lo ejecuta. El pecador resulta ileso en el salpicar de sangre de la gracia. No somos apartados. No somos aniquilados. No somos extirpados. No somos ejecutados. Somos invitados a la oportunidad suprema del cambio. El diluvio destruyó el mundo antiguo; la cruz reconstruye continuamente el mundo del presente”.
Así que les escribo a aquellos que quieren cambiar en este año nuevo que está a punto de comenzar: todo lo andado, incluso lo andando por la senda errada, se puede desandar. El que anda viviendo en lascivia, en fornicación o en inmoralidad sexual, puede romper con ello. El que bebe de más cada vez que surge la ocasión, puede romper con ello. El que está rodeado de amigos que le incitan a vivir en pecado, puede romper con ello. El que está en medio de un noviazgo con un inconverso, puede romper con ello. El que usa un lenguaje vulgar, puede romper con ello. Y así con todo. Eso es el “arrepentimiento” (del griego metanoia), que “significa no solo un cambio interior de manera de ser, sino un giro completo en nuestra vida, un cambio de dirección que implica por una parte la necesidad de la ayuda de Dios y por la otra la conducta ética del hombre”[3].
Ese era y es el mensaje que predicaban los apóstoles: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado” (Hch. 3:19-20).
Lo vuelvo a repetir: todo consiste en DESANDAR el camino y tomar un nuevo  rumbo: el de Dios, cuidando que no entren esas “zorras en el viñedo de tu mente y de tu corazón”, echándolas a escopetazos.
Es así como el impuro se vuelve volver puro. El infiel volverse fiel. El deslenguado puede santificar su lenguaje. El desagradable se puede volver agradable. El que tiene amistades que no le conviene puede buscar las que sí. El que consume productos televisivos y digitales llenos de sandeces los elimina de su vida y llena su mente con buenos libros. El amargado se pude volver alegre. El adicto puede ser libre. Y así con todo.
Que haya personas que se aparten de Cristo o no quieran saber nada de Él, y que digan para explicar su decisión que “he cambiado mucho”, “soy como soy”, “yo soy así y si no te gusta aléjate de mí”, son meras excusas baratas y conformistas, de gran pereza intelectual.

Conclusión
La mejor versión de ti mismo no tiene nada que ver con lograr un buen trabajo, acabar una carrera universitaria o alcanzar algún sueño en particular, como puede ser algo material, un gran amor sentimental o un viaje a un destino exótico. Todo eso son acciones externas y logros perecederos. Así que las preguntas que tienes que hacerte son claras: si mirases en un portal de otros mundos y observaras distintas versiones de ti mismo, ¿te sentirías orgulloso de quién eres ahora? ¿No te gustaría ser “lo mejor de lo mejor” que puedes ser? ¿O por el contrario te seguirás traicionando a ti mismo, negándote tu mejor versión que concuerda con lo que Dios quiere que seas?
Para terminar, y siendo este el párrafo culmen de todo el escrito, hago énfasis en el ELEMENTO CLAVE, una verdad bíblica irrefutable y que muchos “cristianos” no terminan de entender: el cambio del que hablo, el que conduce a una vida interna y externa apegada al corazón de Dios, no se puede lograr por el mero esfuerzo humano. Esa es la manera en la que los religiosos tratan de cambiar, fracasando. Por eso muchos se sienten frustrados: se dan cuenta de que quieren pero no pueden, así que llegan a la conclusión que para qué esforzarse. Olvidan que el verdadero amor, el verdadero gozo, la verdadera paz, la verdadera paciencia, la verdadera benignidad, la verdadera bondad, la verdadera fe, la verdadera mansedumbre y la verdadera templanza, no es el fruto del hombre, sino del Espíritu (Gá. 5:22-23). Por lo tanto, únicamente estando en comunión con Dios –especialmente por medio de la oración y de la sujeción a su voluntad- es como podremos cambiar y ser quiénes debemos ser.
Comienza un nuevo año. El 2020 a la vuelta de la esquina. Tic tac. Tic tac. Comienza una nueva oportunidad. Un nuevo amanecer se presenta en tu interior. ¿Qué harás? ¿Qué sacarás de tu vida que está dándole un paisaje desolador a tu viñedo? ¿Harás a la inversa ese proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón? ¿Tomarás el control de tus pensamientos? ¿Tomarás el control de tus sentimientos? ¿Tomarás el control de tus acciones? ¿Te guiarás exclusivamente por los designios de Dios o por los tuyos propios? ¿Dejarás, por fin, que Él haga Su obra en ti?

Reflexiona profundamente, POR FAVOR.



[1] La ucronía es un género literario que también podría denominarse novela histórica alternativa y que se caracteriza porque la trama transcurre en un mundo desarrollado a partir de un punto en el pasado en el que algún acontecimiento sucedió de forma diferente a como ocurrió en realidad (https://es.wikipedia.org/wiki/Ucron%C3%ADa).
[2] De igual manera, cuando miles de jóvenes y niños catalanes se hagan adultos y descubran que fueron engañados y manipulados por sus padres y profesores al inculcarles el nacionalismo más rancio y el odio a su propio país, veremos las consecuencias.

lunes, 2 de diciembre de 2019

¿Cuáles son los valores que te entusiasman, los de las personas famosas y "exitosas" o los de Cristo?



En la imagen, Katy Perry y Miley Cyrus como ellas se muestran: sensuales y exóticas. En la parodía del autor, la forma en que una persona normal las ve objetivamente: ridículas. Y, como ellas, cientos de famosos que si los despojamos de esa “aura” que nos han vendido, no son dignos de imitar, ni sus vidas ni sus valores.

Venimos de aquí: El peligro y las consecuencias de admirar a los famosos que “triunfan” en la vida (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2018/07/7-el-peligro-y-las-consecuencias-de.html).

Quedó patente en la primera parte que los famosos no suelen ser un buen ejemplo para nadie, y mucho menos para los jóvenes. Muchos podrán decir que también hacen obras sociales o tienen valores positivos. Y habría que decir que sí: aportan dinero, muestran el deseo de superación, la constancia en el esfuerzo y el empeño en seguir adelante a pesar del dolor, etc. Todo eso puede ser motivacional en algún momento determinado. Pero, a pesar de ello, no se puede cometer el grave error de separar a la persona en dos “entidades” diferentes: por un lado, su talento y, por otro, su ética. Si su moral choca frontalmente con los valores cristianos, sus habilidades musicales, deportivas o de cualquier otro tipo no tienen utilidad alguna.

Con dones pero con vidas inmorales
No se puede poner de ejemplo a personas que tienen “dones” pero viven bajo principios que atentan contra la voluntad y los mandamientos de Dios.
Esta historia que narra Charles Swindoll viene como anillo al dedo y refleja la doble moral de muchos que no son dignas de imitar, ya sean famosos o no: “Un hombre y una mujer que se detuvieron en un restaurante para comer algo. Compraron dos almuerzos a base de pollo y se fueron a comer a un parque. Pero, cuando abrieron la bolsa se encontraron con mucho más que pollo. ¡La bolsa estaba llena de fajos de billetes!
Como era una persona honesta, el hombre regresó al restaurante y devolvió el dinero. El gerente estaba maravillado mientras explicaba lo que había sucedido. Había estado trabajando en la parte trasera del restaurante y había colocado todo el dinero de las ventas del día en una de las bolsas utilizadas para llevar comida rápida. Luego puso la bolsa a un lado, lista para llevarla al banco. Cuando la empleada que trabajaba en el mostrador les entregó el pedido, tomó accidentalmente la bolsa equivocada.
El administrador estaba tan impresionado con la honestidad de este hombre que dijo:
- Voy a llamar al periódico local para que vengan y les tomen una foto a los dos. La gente necesita saber que todavía hay personas honestas como ustedes.
- No, no lo haga –respondió el hombre. Tomó del brazo al administrador del restaurante, lo llevó a un lado y le susurró al oído: Soy casado... y la mujer que me acompaña no es mi esposa[1].

Los malos valores transmitidos de generación en generación
Las ideas y valores que citamos en el artículo anterior se inculcan desde pequeños y luego se transmiten de padres a hijos. ¿El resultado? Convierte a cada nueva generación en superficial, simple y consumista, a la vez que más embobada por la televisión, las redes sociales y multitud de entretenimientos.
Por todo esto es tan habitual ver a individuos que logran objetivos llamativos y se vuelven soberbios y prepotentes ante el resto por no tener el nivel que ellos poseen. Me haría falta diez páginas para hablar de todos aquellos que he conocido a lo largo de mi vida que eran humildes cuando eran empleados normales y cómo se les subió a la cabeza el cargo cuando fueron ascendidos, convirtiéndose en auténticos déspotas que disfrutan burlándose de los demás.
Todo lo que hemos visto, como bien definió Salomón, es “vanidad de vanidades” (Ec. 1:2). Ninguna de las cuestiones citadas servirán para algo ni tendrán fruto alguno en la otra vida, puesto que en esta estamos de paso: “Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano” (Ec. 5:15). Muchos se esfuerzan en construir en este mundo su propio reino, cuando éste tiene fecha de caducidad y está destinado a perecer. Por eso el Señor dijo que su reino no es de este mundo (cf. Jn. 18:36).

Los contravalores de Jesús: todo cobra sentido
Los valores de esta sociedad chocaron y chocan frontalmente con los de Dios. Puede que hasta el día de hoy hayas admirado a las personas equivocadas como si fueran ídolos de los que no te has guardado (cf. 1 Jn. 5:21), y tengas que meditar profundamente al respecto para deshacerte de toda la influencia que inconscientemente han ejercido sobre ti: “Amado, no imites lo malo, sino lo bueno” (3 Jn. 11).
Recordemos que la idolatría es todo aquello que se pone por delante de Dios: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. !!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Stg. 4:1-4).
Jesús es el verdadero famoso al que debemos seguir e imitar: “Pues para esto fuisteis llamados [...] dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas [...] Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (1 P. 2:21; Jn. 13:15). Sus valores deben ser nuestros valores. Sus principios deben ser nuestros principios. Sus pensamientos reflejados en Su Palabra deben ser nuestros pensamientos. Sus afirmaciones sobre la eternidad son las que debemos asimilar y vivir en consecuencia conforme a ellas.
En Él hallamos todo lo que el ser humano busca de otras maneras e incompletas:

- Sentido de pertenencia: como parte de los redimidos.
- El ejemplo a imitar: Cristo.
- La aceptación: comprendemos y sentimos cuál es nuestro verdadero valor al hacer las paces con Dios tras recibir su perdón por el sacrificio expiatorio en la cruz.
- El sentido de trascendencia: nuestra existencia cobra sentido, comprendemos nuestra propia inmortalidad y nuestro lugar dentro de la eternidad.

Seamos tajantes
Para que esta sociedad decadente te ame en el presente y te recuerde como alguien grande tras tu partida de este mundo, basta con que adoptes su forma de pensar, de sentir y de actuar. Hemos visto la manera en que la inmensa mayoría lo lleva a cabo. Lo único que hacen es “correr tras el viento” (Ec. 1:14). Todos ellos olvidan que si respiran cada segundo de sus vidas es porque su Hacedor así lo permite –y hasta que lo permita, ni un segundo más ni un segundo menos- y es a Él a quien deberían servir, en lugar de fabricarse modernos becerros de oro.
Para que no caigamos en la trampa que hay a nuestro alrededor, recordemos las palabras de Juan: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2:15-17).
La verdadera trascendencia es hacer la voluntad de Dios en la Tierra, seas valorado por ello o no, para que, cuando llegue el momento de estar en su presencia, te diga: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mt. 25:21). El reconocimiento del mundo no sirve absolutamente de nada –incluso es un severa señal de alarma- si en el momento de la verdad Dios te dice: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt. 25:41).
¿Preferimos que nuestro nombre destaque y sea famoso entre los seres humanos que triunfan con sus propios valores ante los ojos humanos pero están alejados de Dios, o que esté escrito en el Libro de la vida aunque este mundo nos aborrezca? (cf. Ap. 21:17; Jn. 15:18).


[1] Swindoll, Charles. José. Mundo Hispano. Pág. 126-127.

lunes, 18 de noviembre de 2019

7.1. El carácter maquiavélico y oscuro de los lobos eclesiales



Venimos de aquí: ¿Por qué una persona se une a una iglesia enferma o malsana sin saberlo? https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2019/09/6-por-que-una-persona-se-une-una.html

A los que nos gusta el cine, hemos visto en los últimos años varias películas del actor irlandés Liam Neeson en papeles muy parecidos, haciendo de líder o héroe, con un toque ermitaño, antisocial y solitario, pero con grandes cualidades para la acción. En este bloque de su filmografía nos encontramos con “Venganza” (Taken en su versión inglesa), “Sin identidad” (Unknown), “Sin escalas” (Non Stop) e “Infierno blanco” (The grey). Esta última me sirve como introducción al tema que quiero tratar. Para no divagar sobre la trama, la copiaré tal cual de wikipedia: John Ottway (Liam Neeson) es el líder de un indisciplinado grupo de trabajadores de una refinería cuyo avión se estrella en las remotas montañas de Alaska. Los supervivientes, expuestos a heridas mortales y un tiempo inclemente, disponen de pocos días para escapar de los gélidos elementos. Y por si el terrible frío fuera poco enemigo, una manada de lobos salvajes, amenazantes y sanguinarios, persiguen incansablemente a sus presas humanas. A medida que las indefensas víctimas caen una a una, las posibilidades de supervivencia del último de estos hombres son cada vez más remotas”. El final es enigmático, puesto que deja en el aire cierta duda sobre el destino del protagonista tras su enfrentamiento con el lobo alfa, que ocupa el lugar más alto dentro de la jerarquía social de la manada.
Durante todo el metraje la angustia es incesante. Los aullidos de la manada de lobos ocultándose en la oscuridad, esperando el momento preciso para atacar y devorar a sus presas, son asfixiantes para el alma. Tomar consciencia de que tus probabilidades de morir son inmensas y que tu oponente te supera en número y en fiereza es aterrador. La única defensa es correr sin descanso, ocultarse y, sobre todo, el fuego.
Triste y lamentablemente, este tipo de situaciones las encontramos dentro de algunas iglesias que se consideran cristianas: lobos con piel de cordero que acechan para destrozar la vida de aquellos que están a su alrededor. Esto es lo que vamos a analizar y no hay nada mejor que comenzar describiéndolos.

Lobos eclesiales
Estos lobos tienen principalmente dos tipos de moral: la que predican para los demás y la que se aplican a sí mismos. Disciplinan a la grey, pero jamás se disciplinan a sí mismos. Dan lecciones de santidad y pureza, pero ellos practican el pecado de distintas maneras.
Hay un texto en Romanos en el que Pablo le está hablando a los judíos, pero que es perfectamente aplicable a los “lobos”: “He aquí, tú tienes el sobrenombre de judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios, y conoces su voluntad, e instruido por la ley apruebas lo mejor, y confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de los indoctos, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad. Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio?” (Ro. 2:17-22).
¿Se glorían en Dios? Basta con mirarlos cuando “alaban” musicalmente: parecen estar en éxtasis. ¿Conocen la voluntad de Dios y la aprueban? Por supuesto que sí. Llevan años escuchándola y enseñandola a otros. Se sienten guías de los ciegos y maestros de los que se acercan a ellos a pedirle consejo. Aconsejan, exhortan y denuncian el pecado. ¿El problema? Ellos hacen justo lo contrario: adulteran, mienten, critican con malicia, viven en impureza y desollan a sus víctimas. Hay algo oscuro en ellos. Llevan una máscara sobre el rostro real que les lleva a sonreír de cara a los demás y, al mismo tiempo, a mostrar sus colmillos a escondidas.
Tienen literalmente hechizados a sus seguidores, que les suelen admirar hasta que descubren la verdad muchos años después (si es que lo hacen): “Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos” (Ro. 16-18).
Otra de las características principales de los “lobos eclesiales” es que tienen dos caras. En una de ellas, tienen un pelaje hermoso de piel suave y ojos profundos. Sus aullidos (palabras) resultan hipnóticas para el que las escucha, que se siente atraído hacia ellos. El otro lado de la cara, cuando muestran sus colmillos bien afilados: no aceptan que otros les hagan sombra; desean alzarse por encima del resto y gobernar a la manada; buscan cualquier síntoma de debilidad para atacar; y, por último, no tienen reparos en usar todas las tácticas a su alcance para lograr sus objetivos. Por eso son depredadores.
Los lobos no son los que sirven a Dios con sencillez y sin llamar la atención, sino los que se sirven de Él para ser reconocidos; los lobos no son los que denuncian las falsas doctrinas (como la teología de la prosperidad, entre otras muchas), sino los que retuercen el texto bíblico para justificar sus opulentos estilos de vida.
Los lobos muestran una cara u otra según les convenga. Son iguales que el clima: cerca de ellos a veces luce el sol como un plácido día de primavera y en otras ocasiones se convierten en un tornado que arrasa con todo. Y siempre de manera inesperada. Por eso no tienen escrúpulos para mentir cuando les conviene. Son verdaderos expertos en tergiversar la verdad para amoldarla a sus intereses.
Aún así, nunca se libran de los escándalos y las evidencias son abrumadoras por mucho que traten de ocultarlas. Cada cierto tiempo salta uno nuevo, y no precisamente por predicar el Evangelio, porque las personas no son tan ciegas como ellos creen. Ante estos casos, actúan como Diótrefes: “parlotean” con palabras malignas contra a los que no piensan como ellos, y los expulsan de las iglesias (cf. 3 Jn. 1:10).
No conocen la piedad ni la misericordia, excepto para los que se postran ante ellos. Juegan con las emociones de las personas y las manipulan para lograr sus propósitos. Las coartan, las arrollan y las humillan si lo creen necesario, infundiéndoles falsos sentimientos de culpa, recreándose en sus textos favoritos, que por supuesto no se aplican a sí mismos. No tienen problemas en pisotear a los demás para alcanzar sus fines. Aunque lo nieguen, para ellos el fin justifica los medios. Desconocen las palabras de Emmanuel Kant, que señalan que “todo ser humano es un fin y nunca un medio”. Para ellos, es justo al contrario: usan a las personas para alcanzar un fin: el suyo.
Hablan una y otra vez del temor de Dios, pero demuestran día tras día que desconocen su significado.
Se les llena la boca hablando de compasión y de piedad hacia los demás, cuando en realidad no tienen nada de esto. El “amor” que practican se basa en la envidia, en la arrogancia, en el egoísmo, en el rencor y en la injusticia; justo lo opuesto a la descripción que hizo Pablo del verdadero amor (cf. 1 Co. 13:4-8). De ahí que solo prosperan en el ministerio aquellos que se entregan por completo a sus  mandamientos legalistas y personales.
Se aprovechan de las carencias emocionales y afectivas de los creyentes para jugar con ellos a un tira y afloja, lleno de condescendencia: “Si me obedeces, te daré lo que buscas; si te vuelves un rebelde, serás devorado por el adversario”. Los vuelven prisioneros en una cárcel en medio de un océano lleno de tiburones. Los acorralan y los sitúan entre la espada y la pared. O aceptan el juego o son devorados. Dejan muy claro que únicamente hay dos caminos: o estás con ellos o contra ellos; o eres una oveja blanca o una oveja negra. En sus corazones creen que hay una sola verdad: la que sale de sus bocas. Puro maniqueísmo. Cuando algunos tienen la “osadía” de alejarse de su presencia tóxica, citan con una horrible hermenéutica las palabras de Juan: Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros” (1 Jn. 2:19). Es la manera que tienen de acallar las voces disidentes.
Son profesionales asalariados de la religión, especializados en pseudo-cristianismo, cuyos ingredientes son la metafísica, la filosofía barata, el paganismo y la psicología humanista, todo aderezado con un poco de Biblia como condimento para darle un sabor agradable al paladar. De esta manera, el incauto, ingenuo e inocente creyente se lo come con gusto. Si no se hace lo que indican al pie de la letra, señalan que tienes un problema personal. O lo que es peor, un problema con la autoridad que Dios ha establecido.
Defenderse sirve de poco. Tienen una habilidad “sobrenatural” en darle mil vueltas a tus palabras y usarlas contra ti. Cuando ellos fallan, son errores; cuando son los demás, son pecados. A duras penas reconocen sus faltas y cuando lo hacen es para que el prójimo admire cuán “humildes” son. Luego, entre bastidores, desprecian a aquellos a los que besan y abrazan de cara al público.
Aunque no lo sepan, sobreactúan como malos actores, y se convencen a sí mismos de que es el mover del “Espíritu”. Tienen un dominio absoluto de la puesta en escena. Saben perfectamente qué decir en cada momento, cómo decirlo y qué tono de voz usar para lograr el efecto deseado; así controlan y dominan a las masas adormecidas. Lo hacen tan bien y son tan carismáticos que parecen hablar de parte de Dios y estar ungidos. ¿La realidad? Ni lo uno ni lo otro.
Cuando dicen que Dios habla a través de ellos, mienten. Cuando afirman que “el Espíritu Santo les dijo”, mienten. ¿Cómo puede una persona ser un mentiroso crónico, falsear la realidad sin pudor o directamente inventársela, y luego presentarse ante toda una congregación y predicar con total tranquilidad? Es difícil de aceptar pero fácil de comprender: Ha logrado “desdoblar” su personalidad y su conciencia, al estilo de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, separando el bien del mal. Puede llevar a cabo malas acciones (su lado Hyde) y momentos después el bien en mayúsculas (su lado Jekyll), por lo que no siente remordimiento alguno con las actitudes perniciosas de su otro yo.
El problema surge cuando se creen sus propias mentiras. Puede que ni sean conscientes de su propio engaño. Puede que tengan muchas “obras” y “números”, pero esto no sirve de nada si no va acompañada de la verdad bíblica. Por otro lado, si observamos en detalle la vida de los lobos, comprobaremos que el fruto que manifiestan no es el del Espíritu: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gá. 5:22-23). Recordemos que Jesús dijo que los reconoceríamos por sus frutos, no por sus obras. Observar con atención este detalle tan importante es vital.
Siempre van de víctimas, cuando realmente son los verdugos: “Las personas que cometen actos malvados tienden a verse a sí mismas como las víctimas de aquellos a quienes persiguen” (Roy Baumeister). 
Se lamentan y lloran por lo que sufren (fruto de sus propios pecados), pero olvidan cuántos corazones han roto y el número de vidas que han destrozado, puesto que la capacidad de empatía que poseen es mínima, y la que dicen tener es fingida.
Tienen los colmillos llenos de la sangre de sus sacrificios humanos, algo que un día Dios les demandará por todo el tropiezo que han supuesto tanto para creyentes como para incrédulos.
Si tienen que romper matrimonios, los rompen. Si tienen que romper amistades, las rompen. Si tienen que poner a un hijo de Dios contra otro hijo de Dios, lo hacen. Cuando dan dentelladas, señalan que es por el bien de los hermanos, y lo espiritualizan con el famoso texto que enseña que el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo (cf. He. 12:6), convirtiéndose éste en un pasaje que les fascina y que usan según su propia conveniencia e interpretación:

— Te noto raro, dijo el lobo al cordero relamiéndose nada más verlo aquella mañana luminosa. Últimamente, cada vez que me cruzo contigo sales corriendo y no lo entiendo. Algo te pasa conmigo. Hablemos del tema.
— No me pasa nada, lobo -respondió temeroso el tierno animal con la mirada fija en el árbol que tenía enfrente, conociendo de sobra que por más que lo intentara nunca podría subir a las ramas más altas de su copa si tenía que escapar de su interlocutor.
— Pues no sé, lo único que espero es que mis bromas no te disgusten. Tomó aire y continuó. De sobra me conoces. Somos amigos, ¿no es verdad?
— Por supuesto que sí, de toda la vida.
— Bien, sabes que cuando te muerdo en la yugular es porque me encuentro aburrido y busco un amigo con quien divertirme; que cuando te acecho de noche es porque padezco de insomnio y me veo obligado a gastar el tiempo, ¿tienes idea de lo malo que resulta no poder dormir? Cuando corro detrás de ti por el campo es porque me gusta hacer footing acompañado. La soledad mata. Me alegra estar a tu lado.
— Sí, sí, lo sé, claro que lo sé. El cordero miraba ahora más alto, al cielo, en actitud de plegaria, con evidente temblor en sus patas.
— Pues nada, sólo quería aclarar las cosas. No me gustan los que parece que tienen algo contra mí y se callan o disimulan. En la manada me enseñaron que no está bien que estos temas se guarden dentro, se pudrirían. Te dejo por un rato, tengo algo que hacer. Tambaleándose, el cordero echó a andar en dirección este. No quiso mirar atrás. A quince metros de distancia, el lobo, con paso sigiloso, también. Hay animales dañinos que por conveniencia propia practican la hipocresía, terminan convencidos de que el malo es el otro, pero no siempre logran convencer al otro de que es el malo. (Isabel Pavón)[1].

Estos lobos existen desde el mismo comienzo de la cristiandad y es un fenómeno que se da en la actualidad entre determinados movimientos “cristianos”, y que irá en aumento conforme se acerque la Segunda Venida de Cristo.

Tipos de lobos
Existen diversos “modelos” de lobos:

1. El lobo codicioso que anhela “la plata” y la vida opulenta. Es por eso que por avaricia hace mercadería con la fe (cf. 2 P. 2:3), y la “venden” ante los demás como una bendición de Dios: “Lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación” (Lc. 16:15). Este es el falso profeta que viene en ropa de oveja (cf. Mt. 7:15). Además, son especialistas en dar profecías que el tiempo demuestra una y otra vez que son falsas: Falsamente profetizan los profetas en mi nombre; no los envié, ni les mandé, ni les hablé; visión mentirosa, adivinación, vanidad y engaño de su corazón os profetizan” (Jer. 14:14); Vieron vanidad y adivinación mentirosa. Dicen: Ha dicho Jehová, y Jehová no los envió; con todo, esperan que él confirme la palabra de ellos. ¿No habéis visto visión vana, y no habéis dicho adivinación mentirosa, pues que decís: Dijo Jehová, no habiendo yo hablado? Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto vosotros habéis hablado vanidad, y habéis visto mentira, por tanto, he aquí yo estoy contra vosotros, dice Jehová el Señor (Ez. 13:6-8).

2. El lobo que necesita sentirse amado y admirado, creyendo que el camino para lograrlo es alcanzar el éxito, la fama, el prestigio y el reconocimiento, aunque para ello tenga que pasar por encima de los demás y pisotearlos si es necesario. De ahí su orgullo y sus sueños de grandeza. Tiene un ego tan alto que si se cayera se mataría. Necesita sentirse mejor o más importante que los que le rodean. Por eso magnifica todo lo que hace, infravalorando las obras ajenas, actuando como los fariseos a los que señaló Jesús: “Hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí” (Mt. 23:5-7). Este endiosamiento acabará tarde o temprano en su propia destrucción.
Esta es la razón exacta por la cual los lobos eclesiales, al igual que los lobos-alfa, marcan su territorio y no permiten que nadie “usurpe” su lugar. Si alguien lo hace, se lanzan directamente a la yugular con intenciones homicidas para conservar la supremacía. Es la manera que tienen de eliminar la oposición interna, al igual que en una dictadura. Esto les conduce a enseñorearse de la viña del Señor como si les perteneciera, siendo manipuladores profesionales. De todo esto resulta que no sea extraño escucharles frases como “el Pastor –así, en mayúsculas como título y no como función dentro del cuerpo de Cristo- de la iglesia soy yo y ustedes tienen que obedecerme en todo lo que les diga”, seguido de una retahíla de textos bíblicos mal contextualizados. Ni siquiera ellos saben cuándo dejaron de ejercer una sana autoridad para caer en el autoritarismo, lo que les convierte en personas muy peligrosas y sumamente perniciosas, como en su día lo fue Diótrefes (cf. 3 Jn.).

3. El lobo que se mueve por deseos físicos. Esto podemos verlo en personas que se sirven de su posición o de la admiración que provocan en otros para “seducir” a miembros de la congregación. Incluso no tienen reparo en mantener relaciones con menores de edad si la ocasión se presenta. Otros casos extremos son los abusos sexuales y de pedofilia.

Lo que mueve a estos tres grupos se refleja en las palabras de Juan como una advertencia: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2:15-17).

4. El lobo que no sabe que es lobo. Como una excepción, en este caso puede ser alguien que sí sea un verdadero cristiano “nacido de nuevo”, pero una deficiente educación teológica, su ignorancia bíblica y los malos ejemplos de terceras personas –unido a la naturaleza caída-, puede haberle conducido a graves errores.

Estos lobos con piel de cordero tarde o temprano terminan por ser descubiertos. Aunque en apariencia tienen un corazón conforme al de Dios, viven una mentira y sus engaños salen a la luz. Como dijo Abraham Lincoln: “Se puede engañar a todo el mundo algún tiempo... se puede engañar a algunos todo el tiempo... pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”.

Continuará en: ¿Por qué se convierte una persona en lobo?

lunes, 4 de noviembre de 2019

10.8. ¿Cómo deben protegerse los novios cristianos en lo que respecta al plano sexual?


Venimos de aquí: ¿Sabes expresarle adecuadamente el amor a tu pareja? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2019/08/1073-sabes-expresarle-adecuadamente-el.html).

Leí a una autora decir que se prohibía a sí misma y a su novio expresarse las palabras te amo y, sin embargo, sí podían decirse te quiero. Agregaba que todos tendrían que hacer lo mismo. Nuevamente, aunque las respeto, disiento de este tipo de ideas. La Biblia dice que no nos unamos en yugo desigual. La Biblia dice que no tengamos relaciones sexuales hasta el matrimonio. La Biblia dice que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer. Pero la Biblia no dice que esté mal decirle a tu novio que lo amas. Si alguien prefiere no usar esas palabras, que no lo haga, pero que no trate de establecer una doctrina o una ley nueva en base a su forma de pensar.

Los dos extremos
En lo que concierne al aspecto físico de la relación sí hay que ser más concretos. No basta con generalizar ni podemos ser ambiguos. Cuando en el apartado anterior cité el lenguaje del amor llamado “Contacto físico”, dije que habría que tratarlo en profundidad. ¿Cuál es el porqué? Fácil de explicar: hay formas de expresar ese tipo de afecto que están reservadas para el matrimonio. Hay ciertas ideas que, si no se tienen claras, pueden conducir con suma facilidad al acto sexual.
No estoy de acuerdo con ninguno de estos dos extremos:

1. Un extremo lo prohibe todo. El pastor Calvin George dice: “Creo que el noviazgo cristiano debe incluir una abstinencia total de contacto físico. Esto incluye negarse los besos, los abrazos, estar tomados de la mano, etc. Creo que los novios no deben estar en situaciones donde se encuentran solos, en lugares no públicos, donde no hay cristianos. Yo no llegué a pensar así hasta tener 19 años”. Nuevamente nos encontramos con una opinión respetable, pero basada en la propia experiencia de cuando era joven y en lo que él mismo ha observado en otras parejas de esas edades. Pero de ahí a generalizar me parece tremebundo. Es más, la considero sumamente legalista. Si él u otras parejas quieren tomar ese camino, que lo tomen; están en su derecho y son libres para creer que eso es lo más adecuado. Pero una cosa es creer y otro establecer como norma de fe y conducta.
¿Cuándo llegó a esa conclusión sobre negar todo contacto físico? A los 19 años, edad en la que la madurez brilla por su ausencia, y las chicas y los chicos se suelen propasar físicamente. En Las amistades de los solteros con el sexo opuesto comprobamos las dificultades de los noviazgos entre adolescentes (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/06/las-amistades-con-el-sexo-opuesto.html), pero no soy partidario de hacer generalizaciones.
Justin Lookadoo y Hayley Dimarco, en el libro “Noviazgo: ¿Están preparados?”, dicen: “Los chicos saben que si envían flores, escriben cartas y dan regalos, influyen en tus emociones. Y saben que esto los llevará a lo físico en algún momento de la relación”. Pero ahora me toca hablar a mí: esos chicos que buscan llevarse a la cama a una chica usando este tipo de estratagemas, ni son cristianos ni son maduros, y si se congregan son meramente “religiosos”. Por lo tanto, no se puede establecer como verdad absoluta que todos los chicos buscan una relación física cuando llevan a cabo este tipo de hermosos detalles. Este tipo de generalizaciones son ofensivas para los que no tienen dobles intenciones y siempre deberían ser matizadas.

2. El otro extremo lo permite casi todo. En una ocasión pregunté a varias cristianas sobre este asunto (el del contacto físico) y me dijeron que establecían como límite “la línea del bikini”. O sea, que el chico podía tocar todas las partes del cuerpo de su novia excepto aquellas que estaban cubiertas por esta minimalista prenda de baño. Es decir: muslos y contramuslos –entre otras partes- están permitidos. Me dejó atónito tal “enseñanza”.
La Biblia es muy clara al respecto: el cuerpo del novio y de la novia no les pertenecen a sus actuales parejas hasta el matrimonio: “La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer” (1 Co. 7:4). Queda bien claro: marido y mujer, no novio y novia.

El equilibrio y los límites sanos
Conociendo estos dos extremos, sabiendo lo que conlleva la sexualidad del soltero cristiano (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/08/72-como-sienten-la-sexualidad-hombres-y.html), en mi opinión, dos personas maduras que establecen claramente sus límites, pueden tomarse de la mano, abrazarse, apoyar los brazos en los hombros del compañero y ofrecer dulces besos (con moderación y sin el deseo de excitar), sin que ello les lleve a quemarse.
Sin embargo –y lo diré sin pelos en la lengua para que todo el mundo me entienda-, no deberían formar parte de un noviazgo, puesto que despiertan los deseos sexuales, se quiera o no:

- Los besos extensos y apasionados (con o sin lengua).
- Los mordiscos “con intenciones”.
- Las caricias íntimas o continuadas en distintas partes del cuerpo.
- Los masajes en zonas “peligrosas”.
- Los roces genitales (incluso con ropa).
- Los lengüetazos por la cara (sí, los he visto entre “creyentes”, un recuerdo que me provoca grima y pesadillas).

El que no se guarda de esto, está jugando con fuego. La pasión sensual y sexual no forman parte del noviazgo. No tener esto claro conduce en muchísimas ocasiones a la pérdida de la virginidad antes del matrimonio, incluyendo en algunos casos embarazos no deseados. Todo esto conlleva vergüenza interna y graves sentimientos de culpa, o una sensación de que se perdieron un momento muy bonito por no haber sabido esperar a la noche de bodas. Y el que no lo siente así, es que ha perdido su sensibilidad ante los valores de Dios.
Hay otros que, a pesar de llegaron técnicamente vírgenes al matrimonio, no lo fueron en lo que respecta a otras prácticas. Quizá pienses que si no hay contacto genital no estás teniendo relaciones sexuales, pero las caricias íntimas son parte del acto sexual. En ocasiones, un hermoso noviazgo acabó destruído por no saber esperar al tiempo de Dios.
En lo que respecta a los límites, ambos deberán hablar claramente del tema para establecerlos. Lo que no incendia a uno puede provocar en el otro el mayor de los fuegos. Es sabido que la mujer tiene diez veces mayor sensibilidad en la piel que el hombre, aparte de que los genitales no son la única zona erógena del cuerpo. Un beso en el cuello puede derretir a la mayoría de las mujeres, mientras que el hombre puede sentir que el sexo se resume a una sola zona del cuerpo. Es sabido que los hombres necesitan muy poco para alcanzar un orgasmo. Su cuerpo es así. No tienen ni que llegar a tocar partes íntimas de la mujer para ello. Sin embargo, para ellas, la sexualidad es mucho más, como las caricias y los besos llenos de pasión. Esto incluye las palabras. Ya vimos que las mujeres deben cuidar su vestimenta, pero, por su parte, el hombre debe vigilar especialmente sus palabras. Las mujeres se excitan por lo que oyen y no tanto por lo que ven. En la relación de noviazgo hay que ser cariñosos y románticos en las palabras, pero habrá que evitar ciertas expresiones incendiarias, que no son necesarias que reproduzca aquí vaya que me censuren; cada uno sabe cuáles son.
Es intrínseco a nuestra naturaleza (y por lo tanto, normal), que el cuerpo de ambos reaccione ante ciertas circunstancias, pero esto no tiene que convertirse en lujuria. Al fin y al cabo, estáis juntos porque os atraéis mutuamente, y eso incluye el plano físico. Otra cosa será qué hacéis con esa excitación. Cada uno debe saber aquello que le puede llevar al propio descontrol. Hay situaciones que suelen ser peligrosas, por lo que tienen que reconocerlas para prevenirlas.
En las relaciones que comienzan a edades muy tempranas es más difícil este control, por el mismo hecho que hemos citado en varias ocasiones: el cuerpo siempre quiere más. En la sociedad actual en la cual nos movemos, donde todo está hipersexualizado, donde el que no tiene relaciones sexuales es considerado rarito o tontito, y donde el trabajo es precario e inestable, la situación se complica. Por falta de recursos económicos, el matrimonio suele retrasarse más años de lo razonable. Esto hace que la tensión sexual se acumule en exceso. Y ahí surgen muchos problemas si no se aplican ciertos principios.
Por otro lado, un añadido aunque debería darse por hecho: en ningún momento a lo largo del libro he mencionado las complicaciones y dificultades que se presentan en la convivencia del matrimonio. Y no lo he hecho porque, aunque he tratado asuntos que son aplicables tanto a casados como solteros, se centra principalmente en éstos. Si eres soltero y tienes pareja, ten muy claro que no podéis vivir bajo un mismo techo. Es de perogrullo, pero aún así es necesario decirlo para algunos que siguen sin enterarse y que están en babia. He leído, oído y visto de muchos casos donde, bajo este tipo de circunstancias, ella suele quedar embarazada[1]. “No, a mi no me pasará”. Arriésgate y verás. “Pues una amiga mía se fue a vivir con el novio y no tuvieron relaciones”. No te lo crees ni tú. Pero vale, si quieres nadie te va a encañonar con un rifle, ni siquiera Dios. “Es que quiero probar cómo es la vida juntos antes del matrimonio, para ver si somos compatibles”, suele ser otro argumento.
Todos estos son razonamientos infantiles que no caben en la mentalidad de un cristiano maduro. La compatibilidad en el matrimonio requiere de una serie de conductas diferentes a las del noviazgo. De ahí que haya libros excepcionales que traten esos temas. Si antes quieres saber cómo es esa persona desde por la mañana hasta la hora de dormir, id de vacaciones varios días con amigos –durmiendo cada uno por su lado- y podrás conocer facetas del otro que desconoces. Lo demás, todo aquello que implica un matrimonio, tendrás que dejarlo para más adelante.

El amor verdadero
Por amor verdadero (si es un amor sano y puro), tienen que respetarse y protegerse el uno al otro, tomando consciencia de la trascendencia que tiene para ellos como pareja, y el deseo de agradar a Dios conforme a Su voluntad. Ambos son responsables. Por todo esto recalco una y otra vez la necesidad de incentivar la madurez en lugar de recalcar las prohibiciones: Se tiene que reconocer que al matrimonio solo deben entrar adultos, no solo en el sentido de la edad cronológica sino en el de madurez emocional, de desarrollo intelectual y moral. Mientras sean niños los que contraigan matrimonio este no podrá tener el carácter que Dios le atribuye. Mientras el matrimonio se produzca por impulso, sin la reflexion que paso tan serio supone, el matrimonio no podrá ser como Dios intencionó: Hasta que la muerte los separe”[2].
Quizá te olvides que la persona que está a tu lado es un ser humano, no un objeto para satisfacer tus deseos carnales. Si no estás interesado realmente y no amas el verdadero yo de tu compañero, te pido por favor que te alejes. Y si la quieres y tienes un claro propósito en vuestra relación, respeta su cuerpo. ¿Por qué? Porque no es tuyo, aun en el caso de que ella te lo cediera voluntariamente.
La mujer debe estar advertida de un posible engaño. Los hombres saben que ofrecer ingentes cantidades de amor a la pareja suele traer como consecuencia relaciones sexuales si ella quiere y él se lo propone. Así suele funcionar en el matrimonio. Evidentemente, se refiere a un amor verdadero y no programado, donde sólo se busca lo segundo. Por eso las chicas cristianas solteras tienen que estar atentas a esta “jugada”. Hay hombres que engañan, ofrecen el mismo cielo, son románticos y aparentemente encantadores, pero en realidad únicamente buscan sexo. Son lobos con piel de cordero. Y aquí no hay nadie que se libre. Un cristiano puede ser engañado igual que un inconverso. Seguro que has leído en multitud de ocasiones estas palabras de otras mujeres: “Me dijo que si de verdad le amaba tendríamos relaciones”. Ella se entregó y, al poco tiempo, él se marchó.
Esto ha destrozado el corazón de millones de mujeres en el mundo. Muchas creen, fruto de la ingenuidad y de sus buenos deseos, que sus casos serán diferentes. Pero la vida no es como la imaginamos ni como la deseamos. Por eso, cada uno debe ser responsable de sus actos y consecuente con sus decisiones. Cuando das tu cuerpo, lo entregas todo. Y esto acarrea consecuencias en la vida, y más en una mujer por la delicada y maravillosa sensibilidad que la envuelve.
Hermana, si de verdad él te ama y te respeta, sabrá esperar, y jamás, bajo ninguna circunstancia, te pedirá algo que sabes está fuera de los límites. Si lo hace, ya sabes lo que busca y cómo debes actuar. O se aclara o que tome la puerta, como la canción de Pimpinela, que hoy en día suena hasta cómica por todas las parodias que se han hecho de ella: “Por eso vete, olvida mi nombre, mi cara, mi casa. Y pega la vuelta. Estás mintiendo ya lo sé. Vete, olvida mis ojos, mis manos, mis labios, que no te desean”.
No hay más y es así de claro. No olvides marcar los límites desde el principio, así no habrá malos entendidos. No ofrezcas tu cuerpo esperando recibir amor.
Resumiendo al extremo los dos puntos que hemos tocado: mujer, cuida tu forma de vestir; hombre, controla tus palabras, tus manos y las situaciones en las que os podéis ver comprometidos.

Esperando el momento
Quiero acabar este apartado con las palabras de Angela Ellis-Jones, una abogada británica de 35 años, durante un programa de debate en la BBC2[3], donde explicó sus razones para permanecer virgen hasta el matrimonio. Sin ser cristiana, es un ejemplo a seguir:

“Desde mi adolescencia sabía que había de guardarme para el matrimonio, y nunca he tenido la más mínima duda sobre mi decisión. La castidad antes del matrimonio es una cuestión de integridad. Para mí, el verdadero sentido del acto sexual consiste en ser el supremo don de amor que pueden darse mutuamente un hombre y una mujer. Cuanto más a la ligera entregue uno su propio cuerpo, tanto menos valor tendrá el sexo. Quien de verdad ama a una persona, quiere casarse con ella. Cuando dos personas tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio no se tratan una a otra con total respeto. Una relación física sin matrimonio es necesariamente provisional: induce a pensar que aún está por llegar alguien mejor. Me valoro demasiado para permitir que un hombre me trate de esa manera. Pienso así desde que tenía 14 años. Por aquel entonces ya había observado el destrozo que producía el sexo frívolo en las vidas de algunos compañeros de escuela. Ya entonces me resultaba evidente que, cuando se separa matrimonio y sexo, se difumina la diferencia entre estar casado y no estarlo, y se devalúa el matrimonio mismo. Quiero casarme con un hombre que tenga un concepto de la mujer lo bastante elevado como para guardarse íntegro para su esposa. Dejarse fascinar por el afán de saciar nuestros instintos es algo que impide alcanzar lo realmente valioso. La sexualidad fuera de su debido contexto responde a un impulso instintivo, que se inflama súbitamente y luego se apaga enseguida. Es una llamarada tan intensa como fugaz, que apenas deja nada tras de sí, y que con facilidad conduce a un círculo angosto de erotismo que, en su búsqueda siempre insatisfecha, considera que otros conceptos más elevados del amor son una simple ensoñación, cuando no un tabú o algo propio de reprimidos. Ellos mismos se acaban dando cuenta, tarde o temprano, de que en el mismo momento en que esa persona les entregó prematuramente su cuerpo, cayó del pedestal en que la habían puesto. Cualquiera puede hoy encontrar sexo con bastante facilidad. No requiere especial talento ni habilidad. No es algo que haga a nadie más hombre ni más mujer. Lo difícil, lo valioso, es encontrar un hombre o una mujer que se hayan guardado para quien un día será su marido o su mujer. Una persona normal que haya sabido esperar, sin miedos, sin fantasmas. Una persona que, simplemente, se guardó para mí. Sí. Exactamente eso es lo que busco”.

Deseo que este sea tu mismo sentir y vivas en consecuencia. Si, como puede que pienses, es el amor de tu vida, te casarás con ella. Hasta que eso no ocurra, guárdate para darle todo lo que eres a esa única persona.
Ten en mente que no es que Dios quiera fastidiarte la diversión. Es que quiere que sea parte del compromiso único y especial entre un hombre y una mujer.

* En el siguiente enlace está el índice:
* La comunidad en facebook:
* Prosigue en: 10.9.1. ¿Cómo repercute el paso del tiempo en una relación?: Diferencias entre el enamoramiento y el amor. https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/02/1091-como-repercute-el-paso-del-tiempo.html



[1] He especificado “ella” porque en el año 2008 se dio el primer caso mundial del embarazo de un transexual (¡!).
[2] De Ávila, Gerardo. Volvamos a la fuente. Vida. P. 178.
[3] Delirante.org - Artículo publicado en el Daily Telegraph.