El valor educativo de la obra que voy a
exponer no tiene precio. Nos incita a mirarnos a nosotros mismos en el presente
y en el futuro. Es una manera de darnos cuenta de lo que tenemos que cambiar de
nosotros mismos, de rectificar los errores si ya se han llevado a cabo o de
anticiparnos y no ser cometidos.
Junto a su aliado Japón, la Alemania nazi ganó la 2ª Guerra Mundial.
Lograron fabricar la bomba atómica antes que los Estados Unidos y la lanzaron
sobre Washington, destruyéndola por completo. Tras esto y el asesinato del
presidente norteamericano Roosevelt, al general Patton no le quedó más remedio
que firmar la rendición. Berlín, donde gobierna el mismísimo Adolf Hitler, se
convirtió en la nueva capital del mundo y del Tercer Reich. La zona del
pacífico del continente americano quedó en manos de los japoneses y el resto en
la de los nazis, salvo una pequeña zona neutral en las Montañas Rocosas que
separaba ambos imperios y donde huían, se exiliaban y malvivían todos aquellos
que no querían formar parte de este nuevo orden mundial.
Casi veinte años después del final de la guerra, y aunque existen grupos
de rebeldes y una resistencia organizada, la superioridad de la maquinaria
militar de las grandes superpotencias hace inviable la posibilidad de victoria.
Salvo hechos puntuales, la ideología nazi se ha impuesto en todas partes:
eugenesia (eutanasia para todo el que tenga una enfermedad diagnosticada y sin
cura), reinvención de la historia pasada, destrucción de toda forma de cultura
anterior al Reich, exterminio casi completo de los judíos, esclavitud de la raza
negra, experimentación con sujetos humanos, etc. Pero un hecho, aparentemente
inverosímil, comienza a afectar la vida de los protagonistas: comienzan a
aparecer una serie de cintas en celuloide que muestran imágenes donde los
Aliados ganaron la guerra. Muchos las consideran falsas, pero son tan reales
que plantean la duda de cómo algo así es posible.
Ya quisiera yo, pero nada de lo escrito en los dos
párrafos anteriores ha salido de mi imaginación. Y, por supuesto, gracias a
Dios, nada de esto aconteció. De lo contrario, este mundo sería irreconocible,
terrible y angustioso. Nosotros mismos seríamos personas muy diferentes.
¿Entonces qué es? Es el argumento principal de una ucronía[1],
la excelente serie “El hombre en el castillo” (The Man in the High Castle) que
hace pocos meses llegó a su conclusión. Dicha obra está basada en la novela
homónima del célebre Philip K. Dick, galardonada con el premio Hugo a la mejor
novela en 1963. Dicho escritor sacó a la
luz otras obras tan conocidas como “¿Sueñan los androides con ovejas
eléctricas?”, que décadas después se convirtió en la película “Blade Runner”.
La tragedia
de un buen hombre que tomó las decisiones incorrectas
(John
Smit, caracterizado como nazi y genialmente interpretado por el actor Rufus
Sewell)
Aunque la serie nos cuenta las vivencias de múltiples
personajes y las circunstancias que viven en una sociedad completamente
diferente a la que conocemos, me quiero centrar en uno solo de ellos: John
Smith.
A los ejércitos derrotados, desde los más altos generales hasta los
soldados rasos, se les ofreció dos alternativas: la muerte o pasar a formar
parte del Reich. Uno de estos, el citado Smith, un buen hombre y soldado
americano, por el deseo de proteger a su esposa y a su hijo recién nacido,
aceptó llevar el brazalete con la esvástica. Dada la lealtad que demostró, poco
a poco fue ascendiendo hasta alcanzar en Nueva York el puesto de Obergruppenführer, el segundo rango militar de más
alta jerarquía de las SS del partido nazi. Una de las misiones que le encargan
es el de encontrar, confiscar y destruir todas las cintas que muestran esos
otros “pasados” y “futuros”. Él mismo las contempla y se queda anonadado. La
trama avanza hasta que los científicos nazis descubren que existen múltiples
universos donde la historia de la humanidad transcurre de maneras distintas. De
ahí el origen de las cintas con un contenido completamente diferente. ¿Qué plan
idean los nazis? En su maquiavélica mente, crean un portal para poder pasar de
su universo a otro –en donde los aliados, efectivamente, ganaron la guerra
mundial- y así poder conquistarlo y expandir sus dominios.
John Smith ya no era el soldado americano admirado y
querido por sus compatriotas. Se había convertido en un ser frío e implacable,
un fiel reflejo de la crueldad del nazismo. Pero a partir de un punto en
concreto sus sentimientos comienzan a abrirse paso: puesto que las normas del
Reich eran que todo enfermo debía entregarse voluntariamente para aplicársele
la eutanasia, su propio hijo adolescente, plenamente convencido de que debía
hacerlo –ya que así había sido educado- llama a las autoridades para que vengan
a por él[2].
El dolor de sus padres, que querían evitar tan tétrico final, es desgarrador.
Tras la muerte de su primogénito, John descubre que en el universo alternativo,
la otra versión de su hijo vive y es feliz. Así que cruza el portal y acude a
verlo. La alegría que experimenta es inenarrable. Lo abraza. Lo besa. Le dice
que le quiere, que no volverá a perderlo y derrama lágrimas de alegría, aunque
no le revela de dónde procede.
Tras su retorno a su propio mundo, acude a Berlín y,
en un golpe maestro y secretamente apoyado por otros militares, acaba
asesinando a la cúpula del Reich. El acuerdo era que, a partir de entonces, él
gobernaría de forma independiente los Estados Unidos. Lo que todos creímos al
ver la nueva situación es que John, el John que mostró su lado más humano tras
ver a su hijo, es que iba a eliminar la ideología de esa terrible sociedad, a
comenzar de cero y a crear una nueva de justicia y libertad para todos. Pero no
es así: la aviación, ahora bajo su mando, iba a bombardear San Francisco hasta
exterminar toda rebelión. A su vez, toda persona que no fuera de pura raza aria
iba a ser conducido a un campo de concentración para ser gaseado. Millones iban
a morir. Era la solución final llevada hasta las últimas consecuencias.
Aunque podemos apreciar que le carcome por dentro, que
se siente profundamente turbado y que su conciencia le está matando, da la
orden de atacar. Su esposa, que había descubierto poco antes toda la verdad
sobre los otros universos, le dice a su esposo con súplica y desesperación: “He visto los planes John. Los planes para
los campos. ¿Cómo hemos llegado a esto? Tú y yo, en qué nos hemos convertido.
Todo esto en lo que hemos tomado parte, es un crimen”, a lo que él responde
“lo sé”, a lo que ella replica “tiene que parar”, para terminar John
diciendo “no sé cómo”. Sus propias
palabras, tal y como las dice, demuestran su propio dolor y tragedia, junto a
la incapacidad para revertir la
situación y sus acciones pasadas.
En ese instante, el tren en el que viaja descarrila a
causa de los explosivos que habían colocado en los pilares de la vía un grupo liderado por
Juliana Craine, otra de las protagonistas principales de la serie. La esposa de
John fallece en el acto. Él, protegido por los pocos supervivientes, sale
corriendo hacia el bosque, mientras que Juliana le persigue. Cuando lo
encuentra sentado en un precipicio con la mirada completamente perdida, no hace
ademán de defenderse. Solo le dice estas palabras, con las cuales se refiere a
sí mismo: “Otros mundos, otras vidas... Es insoportable. Mirar a través
del portal y ver las personas que podrías haber sido, y que de todas las
opciones, esta sea en la que te has convertido”. Tras pronunciarlas, se
pega un tiro.
Múltiples
caminos & Múltiples opciones
El que antes y durante la guerra fue un soldado que luchó por su patria
y sus conciudadanos, que defendió el bien supremo, que era un buen hombre, un
esposo amante y recientemente padre, un amigo fiel, por una decisión errada, y
luego por la suma de muchas, se convirtió en la peor versión de sí mismo. Al
darse cuenta de esto, de que “otros” John Smith de otros universos tomaron
opciones mucho mejores, de que ya no podía hacer nada para cambiar ni para
remediar el mal que había causado, se suicidó. En esos instantes, sentimos su
dolor, su agonía, su “perdí mi vida”, “eché a perder a mi familia”, “destrocé
el corazón de millones de personas”, “traicioné a mis amigos”. Odiaba y
despreciaba al ser en el que se había convertido. Aquel que vimos como un
monstruo abominable, mostró su alma que había enterrado en un foso oscuro,
despertando en nosotros la compasión en sus últimos instantes de vida.
Es aquí donde tenemos muchísimo que aprender. Una lección
de VIDA, en mayúsculas: las pequeñas y
grandes decisiones que tomamos cada día, marcan nuestra vida, quiénes somos,
forjando nuestro carácter. Cuando los múltiples caminos de la vida se abren
ante ti, minuto a minuto, día a día, eres tú el que transita uno u otro
basándote en decisiones concretas. Al igual que nadie engorda veinte kilos en
un día...
- Nadie que sea un verdadero cristiano deja de orar y
de reflexionar sobre la Palabra de Dios tras una mala noche. Es un proceso
paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.
- Nadie que sea un creyente genuino se “enfría” en
unas semanas. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones
en la mente y en el corazón.
- Nadie que lea la Biblia decide dejar de hacerlo en
un arrebato matutino. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas
concesiones en la mente y en el corazón.
- Nadie comienza un noviazgo en yugo desigual sin
motivos. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la
mente y en el corazón.
- Nadie comienza a ser emocionalmente infiel a su
cónyuge en un segundo de debilidad. Es un proceso paulatino basado en previas y
pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.
- Nadie se convierte en un mentiroso compulsivo de la
noche a la mañana. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas
concesiones en la mente y en el corazón.
- Nadie se vuelve adicto a la pornografía o a
cualquier otra inmoralidad sexual en un día. Es un proceso paulatino basado en
previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.
- Nadie se engancha a leer novelas y a ver programas
televisivos que son pura bazofia y que corrompen y atentan contra la ética y la
moral por una tarde lluviosa que se quedó en casa. Es un proceso paulatino
basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.
- Nadie comienza a vestirse deshinibidamente y a
exhibirse “sensual” en las redes sociales de un instante a otro. Es un proceso
paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.
- Nadie se enfrasca en una relación adultera porque sí. Es un proceso
paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.
- Nadie se vuelve un malhablado ni comienza a usar un
lenguaje soez de nochevieja a año nuevo. Es un proceso paulatino basado en
previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.
- Nadie se vuelve un consumidor habitual de “alcohol
de fin de semana” porque una noche se le vaya la mano. Es un proceso paulatino
basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.
- Nadie se vuelve un individuo iracundo, déspota,
desagradable, superficial, hedonista, egocéntrico, antipático o rencoroso
porque tenga un mal día. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas
concesiones en la mente y en el corazón.
Nadie, cuando era niño, pensó que algún día sería así o cometería alguna de estas acciones.
Ese niño odiaría a ese adulto. Por eso, si conoces a alguien que encaje en
alguno de los puntos citados, incluso si te reconoces a ti mismo, ya sabes que lo que es hoy como ser humano es simplemente
el resultado y el fin de un camino que ha transitado poco a poco hasta que ha
llegado a su destino. Y ahora es como es. Incluso en el caso de que diga
sentirse bien siendo así (o digas sentirte si es tu caso), estará demostrando una vez más que “engañoso es el corazón más que todas
las cosas, y perverso” (Jer. 17:9).
Con todo esto, podemos comprender perfectamente ese
texto de Cantares que dice que “las zorras pequeñas, que echan a perder
las viñas” (Cnt. 2:15).
Todo lo que dejamos entrar en nosotros, sumado a las decisiones que tomamos en
nuestra mente, en nuestro corazón y en nuestras acciones, por pequeñas que
sean, son las que marcan nuestro carácter. Más temprano que tarde, terminan por
dar su fruto y se manifiesta externamente lo que previamente se había cultivado
en el corazón. Si son obras ajenas a la voluntad de Dios, así quedará sellado
en nuestra forma de ser.
John Smith es un ejemplo
de lo que le pasa a una persona que se deja llevar por la masa social, por los
deseos egoístas y por lo peor que anida en el corazón del ser humano. Y este es
un caso ficticio, pero la vida real está llena de millones de individuos que no
son nazis ni mucho menos, pero que se mueven al son de sus instintos y no de
las leyes establecidas por Dios.
¿Hay solución? & ¿Cómo estás cuidando tu viña?
El señor Smith, completamente roto al verse a sí mismo
ante el espejo de su alma, acabó con su vida. No es fácil conocer a alguien que
sepa reconocerte abiertamente que sabe de la negrura que habita en él. Que
recuerde ahora mismo, solo conozco a dos personas, y una de ellas soy yo, y no
por ello me pongo ni una sola medalla. No entiendo el miedo a hablar con
sinceridad de uno mismo. Quizá crean que hacerlo es “tirarse piedras sobre uno
mismo”, “centrarse en lo negativo” o “ser negativo y destruir la propia
autoestima”. ¡Nada más alejado de la realidad! Aceptar la realidad de nuestros
errores PONE EL FOCO DE ATENCIÓN en la gracia de Dios y en el valor intrínseco
de la muerte de Cristo en la cruz. Como dijo en una predicación mi amigo Salvador Menéndez (“Salva”): “Debemos ver la cruz como la elección más
radical y el acto más violento de Dios contra el pecado. La cruz es más
violenta que el diluvio. Millones de litros de agua no bastaron para limpiar el
pecado del corazón del hombre; sí sirvió, en cambio, para raer de la tierra al
99% de la población mundial. Los pocos litros de sangre que almacenaba el
cuerpo de Cristo, al encontrar salida por los orificios de sus heridas, fueron
más contundentes. Quita el pecado del mundo. Lo aparta. Lo aniquila. Lo extirpa.
Lo ejecuta. El pecador resulta ileso en el salpicar de sangre de la gracia. No
somos apartados. No somos aniquilados. No somos extirpados. No somos
ejecutados. Somos invitados a la oportunidad suprema del cambio. El diluvio
destruyó el mundo antiguo; la cruz reconstruye continuamente el mundo del
presente”.
Así que les escribo a aquellos que quieren cambiar en
este año nuevo que está a punto de comenzar: todo lo andado, incluso lo andando
por la senda errada, se puede desandar. El que anda viviendo en lascivia, en
fornicación o en inmoralidad sexual, puede romper con ello. El que bebe de más
cada vez que surge la ocasión, puede romper con ello. El que está rodeado de
amigos que le incitan a vivir en pecado, puede romper con ello. El que está en
medio de un noviazgo con un inconverso, puede romper con ello. El que usa un
lenguaje vulgar, puede romper con ello. Y así con todo. Eso es el
“arrepentimiento” (del griego metanoia),
que “significa no solo un cambio interior
de manera de ser, sino un giro completo en nuestra vida, un cambio de dirección
que implica por una parte la necesidad de la ayuda de Dios y por la otra la
conducta ética del hombre”[3].
Ese era y es el
mensaje que predicaban los apóstoles: “Así que, arrepentíos y convertíos, para
que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor
tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado” (Hch. 3:19-20).
Lo vuelvo a repetir: todo consiste en DESANDAR el
camino y tomar un nuevo rumbo: el de
Dios, cuidando que no entren esas “zorras en el viñedo de tu mente y de tu
corazón”, echándolas a escopetazos.
Es así como el impuro se vuelve volver puro. El infiel
volverse fiel. El deslenguado puede santificar su lenguaje. El desagradable se
puede volver agradable. El que tiene amistades que no le conviene puede buscar
las que sí. El que consume productos televisivos y digitales llenos de sandeces
los elimina de su vida y llena su mente con buenos libros. El amargado se pude
volver alegre. El adicto puede ser libre. Y así con todo.
Que haya personas que se aparten de Cristo o no quieran saber nada de Él, y que digan para explicar su decisión que “he cambiado mucho”, “soy como soy”,
“yo soy así y si no te gusta aléjate de mí”, son meras excusas baratas y
conformistas, de gran pereza intelectual.
Conclusión
La mejor versión de ti mismo no tiene nada que ver con
lograr un buen trabajo, acabar una carrera universitaria o alcanzar algún sueño
en particular, como puede ser algo material, un gran amor sentimental o un viaje a un destino exótico.
Todo eso son acciones externas y logros perecederos. Así que las preguntas que
tienes que hacerte son claras: si mirases en un portal de otros mundos y
observaras distintas versiones de ti mismo, ¿te sentirías orgulloso de quién
eres ahora? ¿No te gustaría ser “lo mejor de lo mejor” que puedes ser? ¿O por
el contrario te seguirás traicionando a ti mismo, negándote tu mejor versión
que concuerda con lo que Dios quiere que seas?
Para terminar, y siendo este el párrafo culmen de todo
el escrito, hago énfasis en el ELEMENTO CLAVE, una verdad bíblica irrefutable y
que muchos “cristianos” no terminan de entender: el cambio del que hablo, el que conduce a una vida interna y externa
apegada al corazón de Dios, no se puede lograr por el mero esfuerzo humano.
Esa es la manera en la que los religiosos tratan de cambiar, fracasando. Por eso muchos se sienten frustrados: se dan cuenta de que quieren pero no pueden, así que llegan a la conclusión que para qué esforzarse. Olvidan que el
verdadero amor, el verdadero gozo, la verdadera paz, la verdadera paciencia, la
verdadera benignidad, la verdadera bondad, la verdadera fe, la verdadera
mansedumbre y la verdadera templanza, no es el fruto del hombre, sino del Espíritu (Gá. 5:22-23). Por lo
tanto, únicamente estando en comunión
con Dios –especialmente por medio de la oración y de la sujeción a su
voluntad- es como podremos cambiar y ser
quiénes debemos ser.
Comienza un nuevo año. El 2020 a la vuelta de la
esquina. Tic tac. Tic tac. Comienza una nueva oportunidad. Un nuevo amanecer se
presenta en tu interior. ¿Qué harás? ¿Qué sacarás de tu vida que está dándole
un paisaje desolador a tu viñedo? ¿Harás a la inversa ese proceso paulatino
basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón? ¿Tomarás
el control de tus pensamientos? ¿Tomarás el control de tus sentimientos?
¿Tomarás el control de tus acciones? ¿Te guiarás exclusivamente por los
designios de Dios o por los tuyos propios? ¿Dejarás, por fin, que Él haga Su obra en ti?
Reflexiona profundamente, POR FAVOR.
[1] La ucronía es un género
literario que también podría denominarse novela
histórica alternativa y que se caracteriza porque la trama transcurre en
un mundo desarrollado a partir de un punto en el pasado en el que algún acontecimiento sucedió de forma
diferente a como ocurrió en realidad (https://es.wikipedia.org/wiki/Ucron%C3%ADa).
[2] De
igual manera, cuando miles de jóvenes y niños catalanes se hagan adultos y
descubran que fueron engañados y manipulados por sus padres y profesores al
inculcarles el nacionalismo más rancio y el odio a su propio país, veremos las
consecuencias.